Me perdí en alientos de alguien sin corazón, deje que mi cuerpo fuese envilecido por el hombre lobo; y sus colmillos rosaran mis labios, que sus garras desprendieran de un tirón mi vestido, que el sabor de su veneno recorriera mis venas y me convirtiera en una especie de bestia salvaje. Deje que su sudor impregnara mis entrañas, queriendo buscar su corazón me escabullí en su alma negra, dañada por el tiempo, por perros y unas cuantas hienas. Perdida dentro de su cueva, en sus sabanas rojas de mi propia sangre derramada cada segundo tras un desenfrenado ritual pervertido que nos convirtió en dos seres enjaulados en la peor celda de pasión. Fui objeto de distracción y diversión, una travesura mal hecha. Obligada a encontrarlo luego en el olvido; cuando no se tiene otra opción ni otra oportunidad, ni otro clavo ni otra bala. No tenía otra elección que la de atravesarle la estaca por la espalda, acabar con la poca luz que su esencia tenia y hundirlo en los confines de la oscuridad, tal vez condenándome a mí misma porque el sucio veneno de sus besos me hizo eterna y me hará la viva imagen de aquel desconocido lobo. Simplemente cuando no se tiene otro chance de odiar ni matar de nuevo. El aliento de esa criatura se le fue arrebatado, su color se desintegro y su hedor se esfumo. La noche envolverá esa obscuridad de mi sombra haciéndome esclava de secretos y recuerdos de versos viejos. Encadenada de su garra, aguardando morir en su regazo. La noche acaba y el crepúsculo me deja completamente ciega, sintiendo no más que revolturas en el estómago, perdida entre la intriga, fatigada y asustada. Amanece, el lobo dejo de existir y la luna apago su luz, lo que antes eran dulces besos de ilusión ahora son solo pasado. Y el día quema la locura misma del sufragio y el naufragio de mi alucinación.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS