“La noche es mi amiga y enemiga, es ese animal que alimentare hasta el final de los tiempos”

En una noche tan melancólica, sola con la compañía de una taza de café fría, tal vez la única compañía que hay en la habitación llena de cenizas de esta alma mía, ardiendo en llamas, caída en soledad.

Se me hace difícil pensar, sola voy con mi pena, quiero huir a una confortable vida de nuevo, robar un cuerpo esta noche y volver a sentir, me he cansado de estar aquí y quiero limpiar lo negro que hay dentro de mí…

No hay vida en el infierno, solo hay almas rotas y olvidadas en el tiempo, solo hay acertijos crueles del destino y juegos macabros con cuerpos, lo único que hay, está lleno de convocas, ardiendo, hecho pedazos, hecho cenizas.

El alma condenada apenas si tiene suerte de volver a sentir con los sentidos que son únicamente humanos, es la elegida, esa alma puede volver…

¡Quiero volver!

I

Camino por esta selva de cemento y el viento mueve mi cabello ajado y viejo, cierro los ojos y visualizo a mi próxima víctima, dándole tiempo al tiempo mi cuerpo se impacienta.Paso por el parque principal de este maligno lugar y lo encuentro a unos tres metros de mí, huele tan bien, mis venas se agitan y ese algo golpea mi pecho apeteciendo sangre.

Lo miro y él se siente intrigado, me quito el abrigo negro que llevo puesto y dejo que la luna de luz a mi vestido rojo, reflejando en mis labios la seducción de una mujer en selo, pasando mi mano por mi cabello negro y luego por mi cuello, sin dejar de mirarlo ni un segundo a los ojos.Cede su mirada y voltea el rostro hacia otro lado… Mis inhumanos encantos no lo encantaron y me doy cuenta que estoy tan muerta, de nuevo mi abrigo negro esta puesto en mi cuerpo.Aún está ahí sentado, sigo en mi ensueño regresando a sus ojos y avanzando lánguidamente a él, me advierto de inmediato que es el quien me busca a mí, en una especie de pensamiento compartido entre condenados, de quienes estamos coexistiendo en este mundo estando ya muertos, absorbiendo la naturaleza de quienes quieren ir al cielo.

Quise correr y me detuvo, en una fracción de segundo, esos tres metros que nos apartaban ahora eran solo tres centímetros el uno del otro, quede suspendida, pensaba que era la única que había sobrevivido en este pueblo, después de que calcinaran a mi familia, creía que era la única sobreviviente después del exterminio de vampiros, a los que este malévolo pueblo ofrendo a ese dios del que tanto hablan para que perdonase sus pecados, pensé que era la única, que no había nadie más como yo, pero ahí estaba el y ya lo habia soñado. En mis sueños siempre veía su silueta pero jamas creí que fuese cierto, que fuese real.

– Él es mi destino-

Sus ojos no dejaban de mirar los míos, quizá entre el caos que me invadía, no me di cuenta de que él también estaba tan estupefacto como yo, no podía moverme y mis piernas templaban al igual que las dé el, estábamos atónitos, aturdidos, el estruendo en nuestras cabezas hizo que no pudiéramos modular ni una sola palabra, solo estábamos allí parados, en completo silencio.

Yo solo pensaba que era tan guapo, estaba hipnotizada, idiotizada por su belleza, por su olor, por su energía; tenía cabello largo un poco más abajo de sus hombros, ondulado y de color negro, tan brillante como la noche misma, sus ojos eran completamente verdes y hacían contraste con su piel morena y su abundante barba. Una parte de mi decía -¡CORRE, NO PUEDE SER BUENO ESTE SER, CORRE!- pero no podía moverme ni pensar. Quería quedarme ahí y ser entrena en su mirada, en su respiración pero estaba tan confundida, mi cuerpo demandaba algo de alimento y mi alma exigía compañía. La vida en la penumbra no es fácil, aparte de importunada es solitaria, es contradictoria, no quería estar más así, mi cuerpo podia esperar, pero mi alma, mi alma resistiría la perdición solo para volverlo a ver. Y mientras mi cabeza revoloteaba y batallaba con todo esto, el huyó en un instante y en el segundo siguiente de mí solo quedo un rastro de polvo. También huí…

Esa noche ha estado en mi mente durante bastante tiempo, repaso cada acontecimiento, cada pulsación, cada suspiro que profesé al verlo, el me hizo sentir viva y no sé cuál sea su nombre, es una ironía. – Lo sé –

El tiempo no parece correr, he estado aquí asentada, bebiendo y fumando, envenenando lo que queda de mi ser, dejando de lado lo que era y hasta lo que soy ahora, esta condena me ha hecho pagar con lamentos y lágrimas, las almas que transporte al infierno. No sé si fue amor a primera vista, nunca me he flagelado por tal cosa, para los humanos es su máxima expresión de devoción, para ellos el amor es una señal celestial que al parecer viene de su dios. Pero lo que sentí aquel dia, aquella noche, aquel momento efímero es inexplicable, es omnipotente, es algo que va mas allá de mi misma, un algo que me salta del pecho y le busca, un algo que crece, crece cada dia con su recuerdo, con su vibra que aun la siento.Pero acepte mi condena, demonios como nosotros no podemos sentir amor, quizá esa sea nuestra reprensión, el amor no se atañe a criaturas sombrías como nosotros. Trato de convencerme que fue solo ese instinto primitivo de asesinar lo que me atrajo tanto a él. Pero me agrado, su semblante no se ha aislado de mí ni un instante, su aroma aún está presente y rebusco sus ojos constantemente en el montón.

Después de tanto tiempo todavía lo tengo clavado en mi pecho no sé si tenga corazón y si lo tengo él está ahí, él es el amo, para siempre será quien me haga sentir viva, aunque solo lo haya visto una sola vez en toda mi existencia, puedo recordarlo con solo mirar un oasis, con solo ver la luna, recuerdo su esencia solo con sentir el viento en mi rostro, es algo considerablemente excepcional, no sé qué me paso, no sé qué ocurrió aquella noche pero he quedado enajenada, estoy bajo un hechizo y no sé si podre tolerarlo un día más. El hecho es que no lograría estar más muerta de lo que ya estoy, mi cuerpo son solo huesos, me alimento de ratas, de perros y quizá algún humano descuidado, el sabor de la sangre ya mis papilas no lo degusta, estoy tan asediada y añeja, mis fuerzas me han abandonado, se han ido en busca de mi amado.

Quizá en la próxima vida lo pueda volver a ver, quizá el me extrañe tanto como yo a él, posiblemente este allí afuera buscándome entre vestidos rojos y cabellos negros, quizá todavía este tan muerto como yo y quiera volver a mí.Hoy mi existir solo estriba en sus ojos, de ambicionar ese día, ese relámpago en el que nuestras penas junten cadenas y hereden de nuevo las tinieblas, para hallarnos en tormentosos escarmientos, para construir una pared de espíritus coleccionados, para justificar nuestra oscuridad con besos, para renacer en lisonjas y acompañarnos inmortalmente por los siglos de los siglos, eligiendo entre cuernos nuestro alimento.

Ahora es esa mi ambición, hallarlo entre escombros de este universo siniestro, donde durante años hemos perdurado como locos endemoniados, exterminando, impregnados de sangre caritativa resultante de humanos tontos y creyentes. -Quiero encontrarlo- mi existir y subsistir depende del cuerpo a quien mi alma prefirió para ser verdad entre tanta inmundicia celada, entre tanta farsa ocultada y entre tanto aislamiento insatisfecho.

II – MEMORIAS DE UN PASADO VIVIDO.

Estaba sentada en ese indolente tronco, era una noche verdaderamente encantadora, con luna llena. Desde que era una niña siempre me atrajo la oscuridad y el aislamiento, me encantaba poder admirar esos pequeños puntos en el firmamento, su brillo realmente embelesaba mi mente, imaginaba como sería una vida fuera de este mundo, allá arriba, alejada de lo terrestre y en el universo la luna seria mi hogar. Mi ser no era igual al de los demás, no era igual a ellos, pensaba que era una especie totalmente diferente a los humanos. -Solo son locuras- Decía mi madre al verme. Pero al cumplir mi dieciochoavo cumpleaños todo iba a cambiar para siempre.

-Mi niña ha crecido, se ha convertido en mujer- decía ella orgullosa. Todo lo que hacía era en contra de mi voluntad, siempre quiso que fuese una de esas beatas disfrazadas con túnicas y con algo que cubriera sus cabellos, aborreciendo la vanidad y dejando de lado el sentido primitivo el que nos hace sentir vivos, ese sentido maldito y pecaminoso según Dios. Yo no creía en esas absurdas revelaciones, ni en esos cuentos que en la biblia había y alguien predicaba con tanta estúpida devoción, no creía en esa macabra iglesia, que podía matar, asesinar a esas pobres mujeres de antaño que su único pecado era ser hermosas, las quemaban en la hoguera. -“Son brujas”- decían y nos obligaban a mirar como su cuerpo en llamas se calcinaba; ese divino cuerpo, ese celestial pecado quedaba hecho cenizas.

A esa misma iglesia mi madre idolatraba y obligaba a su única hija a ir, tenía miedo que mis escapadas al bosque en las noches pudieran convertirme en una bruja, no sabiendo que era algo mucho peor que una simple hechicera.Una de esas noches, en vísperas de mi cumpleaños, salí como de costumbre al bosque, caminaba unos quince minutos y llegaba a mi paraíso, a mi soledad, a mi oscuridad, llevaba unas cuantas velas, mi guitarra y mi cuaderno, llevaba siempre conmigo unos cuantos cigarros que me alejaban de la realidad temporalmente y hacían de mi realidad un universo paralelo.No tenía amigas, todas las que conocía me rechazaban, siempre fui la rara del convento, la “mata gatos”, “la bruja”, era el “demonio” encarnado según la hermana Bertha, la institutriz del claustro al que mi madre me obliga a ir desde que tenía tres años, era yo, quizá, la única a la que ser monja le aborrecía, yo no quería ser una de esas tontas reprimidas, mi destino era algo totalmente contrario a lo que dios deseaba para mí y para la suerte mía ese era el último año allí encerrada, por fin iba a obtener mi libertad.Faltaban solo dos días para mi destino, para mi cumpleaños dieciocho y estaba de nuevo allí sentada, disfrutando de mi insania y aislamiento, mi alma agradecía el escape nocturno acostumbrado, estaba de nuevo en el bosque allí la naturaleza decía que atañía, pasando el rato entre resonancias del viento y mi guitarra, me dispuse a volver, la luna prestaba su luz mientras caminaba a casa, no disponía de mucho tiempo pues ya era media noche y a mi madre no le iba a gustar mi tardanza, corrí por algunos minutos y al llegar el portal de la entrada estaba abierto de par en par, esa noche el viento estaba aplacado, las corrientes luneras no habían llegado así que me pareció demasiado extraño, tuve que detenerme, mi corazón estaba acelerado y mi respiración entre cortada, mis piernas cedieron y caí, reí al ver que temblaban, tenía un estado físico un tanto atrofiado y discorde, aun en mi eufórico descanso escuche una voz que venía de la casa, las luces del salón principal estaban prendidas, era muy sospechoso y empecé a confundirme y tras mi confusión llego el miedo ya mi temblor no era por el calor y agitación de mi sangre sino por el frio y el escalofrió que ahora sentía, no era algo lúcido, mi madre no le abre a un desconocido y mucho menos a media noche, de lejos mi visión era borrosa, decidí acercarme a la ventana sin hacer ningún tipo de ruido, sin tocar esas hojas cecas, sin respirar fuerte aunque mi cuerpo lo necesitase tenía que aguantar para darme cuenta de lo que estaba por pasar, aguarde allí asomada mirando que era lo que mi madre tanto hablaba, se notaba muy alterada y hasta estaba llorando, mi confusión se hizo más fuerte y sentí pánico, el hombre a quien mi madre parecía suplicarle era tenebroso, bastante alto para ser normal, tenía la piel tan blanca que por un momento creí ver a un fantasma, llevaba puesto una vestidura absolutamente negra, su rostro aun no veía y esto me provoco más curiosidad, mientras pensaba quien pudiera ser ese señor, no pude darme cuenta que él ya estaba mirándome, que él ya sabía de mi presencia y que venía directo a mí, de un salto me separe de la ventana, la impresión que había causado en mí su mirada me dejo atónita, resbale y quede suspendida en el suelo, en un momento ese ser tan extraño y malhumorado se acercaba a donde yo yacía, la caída me había dejado desorbitada y mareada, no podía poner mis ideas en orden ni mucho menos modular si quiera una palabra, no pude gritar, el pánico había hecho de las suyas y ya no podía ni respirar, mi corazón se quería salir de mi pecho, él se acercaba más y yo aún estaba tirada en el mismo lugar en el que había resbalado, empecé a arrastrarme por el fango ensuciando ese vestido azul que a mi madre encantaba, mis recodos estaban totalmente nublados y quería morir y para cuando el dio su último paso hacia mi, yo ya había desmayado…

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