El hombre gris

Siempre tomando la misma ruta de tren, una moribunda figura se movía entre la multitud, un hombre de mirada tan perdida como su propia vida.

Por las mañanas el deber lo levantaba de su cama, las deudas le obligaban a vivir para pagarlas.

Mientras que por las tardes el silencio merodeaba en las habitaciones de aquella descuidada casa, la soledad terminaba por despojarlo de todo cuanto podría poseer, impregnando su alma atormentada de culpa en la que se cobijaba cada noche.

Junto a su cama reposaba sobre un viejo mueble de madera cubierto de ropa sucia, una fotografía que en mas de una ocasión mojó con lagrimas de un corazón lluvioso, una antigua foto que retrataba la ahora tan distante dicha de la que alguna vez fue protagonista, meciéndose de un lado a otro en una deshilachada hamaca con su pequeña hija recostada sobre su pecho y al cobijo del frondoso roble en el patio trasero, con la tenue luz del sol asomándose entre las hojas.
Unas manos intangibles se aferraban a su garganta, asfixiándolo desde dentro, envolviéndolo en respiraciones cortadas y pesadas siempre que aquella foto tocaba sus manos.

Alimentándose de recuerdos unicamente, hojeaba las amarillentas paginas del gran álbum, fotos olvidadas, memorias casi extintas, él tocando la guitarra, una venerada foto de su madre, sus viejos amigos y la mujer a la que amó tanto pero que ahora le temía y huía de su sombra.
Aquella imagen de un hombre de rostro lívido, cabello largo, ropa arrugada y con un persistente olor a alcohol, le era irreconocible hasta para el mismo frente al espejo cada mañana.
La gente que le rodeaba también lo desconocía, ni el mismo estaba seguro de quien era, si el hombre de aquellas fotos o aquel monstruo en el que se transformaba bajo el efecto del mismo amargo licor que lo curaba.

Las luces del escenario se habían apagado para él, su madre se había ido, su mujer y su pequeña lo habían dejado, sus amigos se habían alejado.

Fracasado, impotente, derrotado, cansado, desgastado y patético, recreando viejas conversaciones en su cabeza, rebobinando una y otra vez hasta agotar posibilidades pasaba lo días, creando fantasías en su cabeza en las que todo estaba bien, dando gracias, pidiendo perdón, diciendo te amo, pero esto era ya imposible, solo eran vagos sueños y anhelos infantiles para acallar sus propios remordimientos.

El malestar que lo de devoraba por dentro era como una agobiante noche a la mar, con un cielo densa-mente negro sin luna ni estrellas, sin nada, completamente quebrado, vacío, muerto en vida. cargando con las heridas sin cicatrizar de un pasado que le acosaba, voces que le aquejaban.

Con una permanente e incesante sensación de inquietud, y ansiedad, de falta de aire, un escalofrío que le recorría la médula a lo largo de todo el cuerpo. Resentido con ya quien sabe quien, solo amargado y cansado.

Y en su casa, solo resonaban los fantasmas del pasado a la vez que con labios temblorosos rogaba a dios que lo eximiera de aquella incesante tortura y le concediera probar el dulce descanso de la muerte.

la solitaria melodía del piano le susurraba su ultimo deseo, se había vuelto solamente un cuerpo sin vida, un cadáver andante esperando su fin.

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