Orgullo de payaso

Abre el viejo baúl que está lleno de ocurrencias, en aquella peatonal de artistas desconocidos.

Engalana personaje, en marco de promoción, desde que afirma el baúl en el espacio de siempre.

Con tinte de fantasía luce excesivos colores, que no duda en zarandear con el gesto exagerado.

Porta zapatos grandes que ha aprendido a dominar, y una sonrisa pintada…como todos los payasos.

Enciende música alegre, de la que ensalza las bromas, y coloca un reflector, que ilusiona y lo encandila

La gente se va acercando; tranco lento de turista, saboreando algún helado o guardando artesanía.

Han llegado casi muchos allegándose al artista; que otea en la lejanía cuántos quedan por llegar

Y es entonces que lo ve, muy cerquita de la esquina, al espía que se esconde tras el sobrio pantalón.

Se escuchan ya los aplausos que convocan a actuación, y ubica un sombrero viejo a tres pasos del baúl.

La música suena fuerte y debe extender su voz, mientras infla un globo largo que servirá de mascota.

Ya conoce la rutina, la domina de memoria; y se escapa de la luz para poder ver personas.

Recorre el espacio justo que le dejan los presentes, alardeando de una flor que rocía al de confianza.

Con zancada intencional seguida de tropezón, logra acortar distancia a la esquina del espía

Valiéndose de la mímica, que ven mejor los de cerca, va avanzando con sigilo sin alertar al sagaz.

y con picardía oculta, de esa que se lleva dentro; decide que ya es momento para el acto de pañuelos.

Entonces despliega cinco, que brotan de su bolsillo, y en cuidadoso descuido…suelta solo el amarillo.

No ha sido yerro, ni azar el destino del pañuelo, que en su vuelo casi largo llega al sobrio pantalón

Y extiende su mano libre cubierta de guante blanco, incitando a aquel espía que por impulso reacciona

En noble gesto de ayuda que abandona cobardías; el niño toma el pañuelo para poder devolverlo

y ofrendando esa mirada que el payaso ha provocado; puede entender que el pañuelo se lo queda de regalo.

Con el guión como guía, vuelve el payaso a su acto. Se detiene nuevamente frente a la luz que lo ciega

Va a sentarse en el banquito que usa para torpezas, que es tramposo; de tres patas para ayudar a la chanza

Desde allí mira a ese niño, que ya lo observa de cerca, dedicándole un desplome que le causa carcajada.

Y en la techumbre de ramas que cobija al escenario, se refleja otra sonrisa.. pero ahora en la pintada.

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