PRIMERO DEL MIEDO
La cabeza no olvida lo pasado,
escarbando muy profundo en la herida
que aún devora a ese niño olvidado
por la madre ocupada y distraída.
No con cálidas manos arrastrado
a penumbras que llama fantasía.
Prisionero de sueños y atrapado
entre recuerdos de cuando reía.
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SEGUNDO DE LAS HERIDAS
Frágil criatura que espera la brisa
de tus dulces palabras donde existe
el don que enciende la llama que viste
su alma impaciente creciendo de prisa.
Tormenta ciega no mides ni frenas,
la ráfaga que asusta a ese inocente.
Matas sus sueños por ser diferente
al mundo en que vives, sufres y anhelas.
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TERCERO DE LOS ERRORES
Mi ojo es filoso e impío, al alumbrar tu miseria.
Crecen en mi estómago raíces de amargura
cuando te empeñas ciega con lágrimas ya secas.
En mi pensar te encarnas, al igual que una espina
latiendo en el silencio, manteniéndote viva.
Permíteme olvidar
que tus suaves brazos me contenían
como riscos al mar embravecido.
Te prefiero lejana. No tener que enfrentarte
porque en tu ser existe, el reflejo que detesto.
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CUARTO DE LA VEJEZ
Parece nueva y ajena, tu amplia y extensa figura.
La corteza marchita debajo de tus ojos
esa sonrisa rota, con cuevas llenas de ecos
nacidos de los gritos y llantos olvidados.
Supiste ser perfecta
como la arena virgen de la playa en invierno,
hasta que te encontraste con la ley
que consume las cosas.
Ya basta no te ocultes, necesito un respiro.
Cuéntame antigua madre,
permíteme conocer aquel bosque
lleno de troncos sabios y hojas que con el viento
susurran melodías tristes sobre el pasado,
ese que te robaron
mientras dormías sola.
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