En mitad de una noche fría, un coche avanza por una carretera solitaria.

-¿Crees que vamos bien?, lo digo porque no recuerdo que hayamos pasado por aquí a la ida- comenta la mujer que va sentada cómo copiloto.

-Nunca te enteras de nada , ¡claro que es éste el camino!- le responde el hombre sin dejar de mirar al frente mientras conduce.

La mujer empieza a tocar la radio, sus dedos juegan con los botones, busca alguna canción que le guste. En una de las emisoras aparece una melodía romántica, entonces, sube el volumen.

-¡Baja la música! ¡Estoy cansado de tanta música hoy! Estoy deseando llegar ya a casa.

-Espera que termine. Me encanta esta canción. Espera sólo unos minutos por favor.

La canción termina… Ella apaga la radio, enciende un cigarrillo, mira por la ventanilla. Sigue sin reconocer el camino.

-¿Hemos pasado por este hotel a la ida? ¡ Qué curioso el nombre! “ El Paraíso”. No lo recuerdo. Con tantas luces de colores , parece sacado de una película americana.

– (…)

-¿Nos falta mucho para llegar?

– (…)

– La verdad es que la cena ha estado muy bien, que divertido ha sido el baile luego. ¿Viste cómo bailaba Andrés?, creo que había bebido bastante. ¿Te diste cuenta de lo que dijo Ana cuando le vio? ¿Probaste el pastel? …

– ¡Para ya y mira la carretera¡ Tiene que estar por aquí el desvío que tenemos que coger. Avísame- le corta él.

-Jaime no veo ningún cártel por ahora. ¿Y si nos hemos perdido? No me suena nada de esto.

A lo lejos ven un hombre en mitad de la carretera, haciendo señas para que paren. Abrigado por el frío que hace, mueve sus brazos sin cesar. En ese gesto se ve que está desesperado.

-¡Para por favor!, este hombre parece que necesita ayuda.

-¡Qué pesada eres!, querrá que le llevemos. No voy a recoger a nadie y menos a estas horas. Estoy pendiente de la señal que no encuentro. ¡Maldita carretera! Estoy cansado de conducir.

-Para por favor, pregúntale. Estoy segura que nos hemos perdido.

El coche se detiene al lado del hombre, La pareja que va dentro, es joven. Van vestidos de fiesta. Ella lleva un traje brillante, algo escotado, corto. Su pelo es largo, una melena despeinada, ondulada. El acompañante viste un traje formal de chaqueta y corbata. Su pelo muy tieso, engominado. El hombre que pide ayuda, es un poco mayor que ellos. Alto, lleva barba, tiene el cuello de su chaqueta subido. Su vestimenta es informal, sencilla.

-Buenas noches, por favor ¿podéis acercarme a la gasolinera más cercana? El coche me ha dejado tirado, sin gasolina. No os llevará mucho tiempo. Creo que hay una muy cerca de aquí. Sólo es dejarme allí. Ya encontraré a alguien que me acerque aquí de nuevo.

-Oye, ¿no sabrás dónde está el desvío para Isleta? – le responde el conductor.

– El desvío creo que lo habéis dejado atrás pero mejor preguntar en la gasolinera. Soy despistado, no sé decíroslo con seguridad. Me llamo Salvador. ¿Me lleváis ,por favor?

– Buenas noches Salvador yo soy Jaime, ella es Luisa, entra. Te llevaremos.

El hombre abre la portezuela del coche, se sienta detrás. Luisa le sonríe al entrar. Jaime serio, golpea sus dedos de forma impaciente, en el volante del coche. Está deseando arrancar. La carretera les envuelve de nuevo. Hay algo de neblina. Ella busca sintonizar la radio.

-¡Por favor deja ya la radio en paz! Estoy cansado ya de la música, ya te lo he dicho antes- salta Jaime.

Ella se para. Vuelve su cabeza hacia Salvador.

-¿Dónde has dejado el coche?

– Lo he dejado cerca de un hotel que había en la carretera, “ El Paraíso” me parece que se llama. En el hotel, me dijeron que había una gasolinera cerca. Llevo esperando un buen rato por si aparecía alguien. Esto está muy solitario. De hecho, sois los primeros que habéis pasado.

– ¡Qué más da dónde ha dejado el coche!- murmura Jaime sin quitar la vista de frente.

Se hace el silencio entre los tres. Salvador mira por la ventanilla, Luisa mueve sus manos constantemente, Jaime sigue estando serio. Después de un rato, a pesar de la niebla que se ha ido formando, aparecen las luces de una gasolinera. Al lado de ella, hay una cafetería que luce un cártel “La señal”.

-¡Mira Jaime la gasolinera!- la voz de ella suena aniñada

-¿Podéis dejarme allí? Por favor – salta Salvador

El coche para, se coloca en el parking de la cafetería. Salvador abre la puerta del coche. Sonríe y antes de cerrarla, les dice :

-Muchas gracias por el viaje. ¿Os apetece un café? Os invito.

-Gracias, pero debemos seguir. Todavía nos queda un camino largo. Estoy pendiente de ese desvío que no hemos encontrado todavía, voy a ir a preguntar ahora- contesta Jaime

-Por favor Jaime, paremos. Estoy cansada, tú también. Nos vendrá bien. Por favor, por favor… vamos a tomar un café, luego podemos preguntar cuál es el camino a Isleta.

Salen del coche los tres. Jaime sigue callado, Luisa sonríe. Entran en la cafetería. Las mesas están vacías, en la barra hay un camarero con cara de aburrido, soñoliento. Les mira extrañado al verles entrar. Suena la música…

-Me encanta esta canción. ¿Te gusta la música?- exclama Luisa – mientras se mueve entre las mesas, baila.

-Claro, me dedico a ella. Soy profesor de música. También compongo un poco. Tengo un grupo de amigos que solemos cantar en fiestas. ¿Y vosotros?

-Vivimos en Isleta. Jaime trabaja en un banco, yo he terminado mi carrera de abogada hace poco, trabajo en lo que me sale mientras no encuentro nada relacionado con lo mío.

Se acerca el camarero. Les pregunta qué quieren tomar.

-Yo un café – contesta Jaime, que sigue serio, callado, pensativo.

-Para mí una cerveza- responde Salvador

-Yo otra por favor- termina diciendo Luisa

-¿Por qué no pides un café?, ¿no es mejor? No te entiendo, toda la noche bailando y bebiendo en la fiesta sin parar. ¿No estás cansada ya? Y ahora… ¿una cerveza?- salta Jaime

-Me apetece una cerveza…, para mí una cerveza por favor- termina por decir Luisa.

De nuevo el silencio en la mesa. Jaime se levanta sin decir nada. Sale fuera de la cafetería. Cierra la puerta con un golpe fuerte. Luisa sonríe cómo si no pasase nada. Intenta retomar la conversación.

-¿Así que músico? ¡Qué suerte! De pequeña siempre me gustó, la danza, la música, me encanta bailar. ¡Hasta quise estudiar piano! Mis padres no me dejaron. Me dejé influir por ellos, decían que tenía que ser abogada…y eso es lo que hice.

-Se ve que te gusta. Bailas muy bien. Yo empecé muy joven con una guitarra que me regalaron en unas navidades. Siempre supe que era ese mi camino. La música es mi vida.

-¿Dónde vives?- pregunta ella

-Vivo y doy clases en un instituto en Ribera. Cuando puedo y tengo tiempo cómo hoy, doy algún concierto en algún sitio si me llaman. Hoy vengo de actuar en una fiesta particular.

-Conozco Ribera. Es muy bonito. Me trae muy buenos recuerdos. De pequeña veraneábamos siempre allí. También hemos estado algún fin de semana los dos. Tener el mar al lado… es una maravilla. Lo echo de menos. Nosotros vivimos en Isleta. Mis padres también viven allí. Cuando terminé mi carrera volví, conocí a Jaime y allí me quedé.

-Conozco Isleta. He estado un par de veces allí con algún concierto. Es bonito, pero también pienso cómo tú. Me gusta vivir al lado del mar. Me encanta vivir en Ribera. Creo que os queda más o menos una hora por llegar. Yo estoy más cerca.

Suenan los acordes de una canción lenta, la música inunda el local. Los dos se miran, sonríen. Jaime sigue sin aparecer. Siguen solos allí. El se levanta de repente.

-¿Quieres bailar?-

La canción que suena, habla de sueños, de caminos por recorrer. No dicen nada mientras se mueven al bailar. Se miran, sonríen, callan. Casi al final de la canción, suena el ruido de la puerta al abrirse. Jaime entra de nuevo, se acerca por detrás a Luisa, le toca el hombro.

-Luisa, tenemos que irnos. He hablado con el de la gasolinera. Nos hemos pasado el desvío. Tenemos que dar la vuelta. Es muy tarde.

-Sólo una canción más por favor, baila conmigo, no has bailado en toda la noche – responde Luisa sin dejar de moverse al compás.

-No me gusta bailar, lo sabes. Estoy cansado de estas tonterías. Tú verás, yo me voy ya. Salvador es tarde para nosotros.¡ Gracias por el café! ¡Adiós!.

Ella se para, se separa de Salvador, va a la mesa, coge su bolso, con la mano se despide de él. Éste se ha quedado de pie en mitad de la cafetería mirándola. El ruido de la puerta de nuevo anuncia la salida de la pareja. Entran en el coche, él se dispone a arrancar, Luisa lentamente coge el cinturón de seguridad para ponérselo, después de unos segundos, lo deja sin abrochárselo. Su mirada está clavada en el ventanal de la cafetería. Salvador sigue de pie, mirando hacia fuera. Los dos se miran.

-No arranques todavía. Me quedo aquí- dice Luisa

-¡Tú estás loca! ¿Te vas a quedar aquí con este hombre que no conoces sólo porque le guste bailar? ¡No digas tonterías!Nos vamos ya.Ya hablaremos al llegar a casa. Es muy tarde, estoy muy cansado, quiero llegar ya, por favor Luisa…sé razonable.

-No, no voy Jaime-

Él la mira, se acerca a ella, intenta darle un abrazo, Luisa le rechaza. Su mano se dirige a la puerta del coche, la abre con decisión.

-Adiós – le dice ya desde fuera, antes de cerrar la puerta. Se oyen los tacones alejándose por la gravilla, a continuación, el ruido de la puerta que se abre y se cierra de nuevo, dejando paso a la figura de ella.

Jaime mira hacia el interior de “ La señal”, ve a Luisa hablando con Salvador unos minutos, luego ve cómo se dirigen de nuevo al centro de la cafetería. Bailan. Él agarra con fuerza el volante, suspira.

Termina por arrancar. Ya es muy tarde para él.

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