Desorden para uno

Desorden para uno

Analía Werle

27/05/2020

Desperté. Corrí las cortinas, entró el sol. Me miré en el espejo y vi detrás, las sábanas alborotadas del lado izquierdo, el mismo lado del corazón, también desordenado. El derecho perfectamente tendido. Desorden para uno. Otra vez.

Me senté en el piano. Dejé que mis miedos recorran las teclas. El té frío en la mesa de al lado. Mis pies descalzos apoyados en la alfombra que compramos juntos. Cuando éramos libres en esa ciudad que no era la nuestra. Éramos imperfectos desconocidos, un reflejo en las vidrieras.

Todavía escucho la música que no supimos tocar. Siempre hay una melodía más allá. Que casi escuchamos, que casi creamos, que casi bailamos, pero no está. La perseguimos tanto que se nos escapó sin mirar. Y aún así sentimos que está por sonar. Que en cualquier momento la vamos a cantar, la vamos a sentir.

Nos llamábamos por apellidos siempre. Tal vez para escondernos. Quizá por protegernos. Podíamos ser muchos y ninguno a la vez. Sin testigos no hay castigo. ¿A dónde vas, ahora que no estoy, cuando querés reír? Cuando achinás tus ojitos verdes y soñás todo eso que nunca vamos a vivir. Contar quien sos es decir que un día te di la mano y me devolviste un abrazo. Tan inmenso. Tan humano. Sin saberlo me salvabas. Pero hay comienzos que nacen de un no. Y hay que saber respetarlos. Yo me fui, nadie me corrió. Te quise tanto que te hice el favor de no tener que tomar la decisión. .

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Foto de George Becker en Pexels

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