Había trabajado toda su vida de obrero. A pesar de su tendencia a la soledad, había logrado formar una familia, y aunque su sueldo era bajo, consiguió que sus hijos estudiaran y llegaran a tener una buena profesión, pero casi no tenía comunicación con ellos. Su pasión era leer, especialmente poemas, Neruda, García Lorca y Gabriela Mistral eran sus preferidos. En la soledad de su habitación recitaba, su esposa siempre se quejaba de la poca vida social que tenían, pero él no se daba por aludido, era un solitario por naturaleza.

Pasaron los años y sus hijos, ya profesionales, emigraron, uno a Estados Unidos, el otro a Australia, ellos quedaron en la casa. Con el correr del tiempo, debido a su tendencia a la soledad, el matrimonio se fue deteriorando, finalmente se separaron. En un arranque de generosidad, le cedió la casa a su esposa, y se fue a vivir solo a una pieza, ahí después de su trabajo leía, y recitaba incansablemente ante un público imaginario. Primero fue un vaso de vino en el invierno, para combatir el frio, poco a poco fue aumentando el consumo. Cómo leía hasta tarde y dormía poco, además del consumo de alcohol, fue bajando su rendimiento, a raíz de esto fue cesado de su trabajo, pero a él no le importó, su vida era otra. Sumergido en los poemas, se sentía protagonista de ellos. Fue expulsado de su pieza, pero tampoco le importó, vivía caminando por las calles sin dinero en los bolsillos, vivía de lo que algún alma caritativa le daba, teniendo por cama cualquier lugar en un pasaje o el dintel de una casa.

En las noches recorría los bares de los barrios marginales, aquellos alumbrados por antiguas ampolletas amarillas, con mesas con manteles de plástico, atendidos por un cantinero rubicundo, cuyo delantal antes blanco, ahora estaba lleno de manchas que más parecía un muestrario de vinos ordinarios.

Ahí, donde algunos marginados de la sociedad pretenden, con un vaso de vino, ahogar los sueños y anhelos imposibles o amores olvidados, donde deambulan prostitutas pasadas de moda, a la caza de algún borracho para cambiar sexo por dinero. En ese ambiente, él era un personaje, se sentía un gran actor con la maestría que mostraba al recitar. Se imbuía de los personajes, de pronto era rey o príncipe, otras veces amante extraordinario, transportaba a esas gentes sencillas a mundos imaginarios y maravillosos, haciéndoles olvidar por un momento, la tragedia de sus vidas. Lloviera o hiciera frio, no importaba, su vida empezaba cuando el sol se escondía y comenzaban a encenderse las luces de la ciudad, si alguna vez salía con el sol, se sentía invadido por todo lo exhibido en las grandes vitrinas de centros comerciales, lo consideraba falso y atemorizante, ajeno a su vida simple en la que era feliz.

Cuando llegaba a un bar, se acercaba al mesón, donde el cantinero le servía una copa de vino, que bebía pausadamente, luego se volvía hacia el público, y entonces el silencio se hacía presente, los rostros expectantes esperando que empezara la fantasía, el poeta con su voz potente iba interpretando con maestría personajes y situaciones imaginarias, transportando al público a hermosos y fantásticos lugares. Luego de más o menos una hora, cuando su voz ya cansada dejaba de acompañarlo, bebía otra copa de vino y se retiraba, en medio de los aplausos de los parroquianos, perdiéndose en la noche. Volvía el bullicio y los comentarios, la magia se había terminado.

Dos días después, apareció nuevamente, siguió la rutina, pero se notaba algo congestionado, luego de tomar su copa de vino, se volvió frente a su público, y empezó su actuación, pero esta se interrumpió varias veces por sus accesos de tos. A pesar de esto, terminó su actuación un poco más corta que de costumbre, igual fue largamente aplaudido. Al retirarse, el cantinero le ofreció un lugar para pasar la noche, él lo desecho, diciendo qué le gustaba dormir de cara a las estrellas.

A la mañana siguiente, en la escalinata de una iglesia, encontraron su cuerpo, ya sin vida, con los ojos abiertos, su libro de poemas apretados contra su pecho, y una sonrisa en sus labios.

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