LA PIDE PIDE. CUENTO DE NAVIDAD.

LA PIDE PIDE

Cuento de Navidad


ORIGINAL DE: MARTA CRESPO

Sirvieron de inspiración para la escritura del presente texto los evangelios según:

(Lucas 1,5- 25); (Lucas 1,26- 38); (Lucas ¡,39- 56); Lucas 2,1- 7): Mateo 1,19- 24); Mateo 2,1- 12); (Mateo 2,13- 23). Juan (1,6-8. 19-28)

Enciclopedia Microsoft. Encarta. Online 2007.

Textos:

Crespo Marta. (1999) “Nació El Redentor. Criollito y buena gente”, Guion de teatro para las escuelas. (Mimeográfico)

Crespo Marta. (2006) “La Estrella de Belén tomó un atajo”. Guión de Teatro. (Mimeográfico)

L.O.P.N.A.

Prensa escrita a nivel nacional y regional en todas sus páginas de sucesos: El Nacional; El Universal; Últimas Noticias; La Voz; Diario La Verdad; entre otros.

Internet:

www.aciprensa.com./Adviento/Esquema.

www.aciprensa.com./Adviento/Fiestas

www.rosario.org.mx/Infoliturgia

AÑO 2008/ 2011

2da Edición

PIEZAS MUSICALES INTERPRETADAS POR EL CORO INFANTIL Y JUVENIL ALONDRA MARLEX RODRÍGUEZ TORO LE CANTA A VENEZUELA. DE GUARENAS PARA EL MUNDO

Depósito Legal No. MI2017000138

01-LA ANUNCIACIÓN Autor: Ada Maritza Crespo de León Música: Gustavo José Acosta Carrasquel y Fanny Crespo Pedroza. Solista: Joana Romero

02-UN LARGO CAMINO Autora: Fanny Crespo Pedroza Música: Gustavo José Acosta Carrasquel Solista: Sofía Torrealba, Fernando Centeno, Gregory Rojas y Héctor Fariñas

03-EL NACIMIENTO Autora: Graciela Pedroza de Crespo Música: Julio Caio Solista: Miguel Barrios.

04-LA ESTRELLA DE BELÉN Autora: Fanny Crespo Pedroza Música: Gustavo José Acosta Carrasquel Solistas: Sofía Torrealba, Fernando Centeno, Gregory Rojas y Héctor Fariñas

05-EL PASTORCITO Autora: Graciela Pedroza de Crespo Música: Julio Caio Solistas: Jeanneyvic Gómez, José Ángel Rojas.

CORO: Angelina Hernández , Branyerlin Bastidas, Cindy Graterol, María José Vivas, Joana Guzmán, Fernando Centeno, Miguel Barrios, Gregory Rojas , José Ángel Rojas, Héctor Fariñas, Greilis Zurita, Joana Romero, Lizmary Acosta, Mariangel Castro, Nayimar Rodríguez, Sofía Torrealba, Jeanneivyc Gómez.

DEL REPERTORIO TRADICIONAL VENEZOLANO Y UNIVERSAL:

VENEZOLANO:

CANTOS PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA: Aleluya; Padre Nuestro. Noche de Paz.

AGRADECIMIENTOS.

A Dios todopoderoso por la gracia de poder escribir.

Al profesor Tomás Jurado, por su apoyo y amistad.

Al Club de Escritura Fuentetaja.

DEDICATORIA.

Para ALONDRA, mi angelita eternamente amada.

A mi familia, con el dulce convencimiento de que el milagro

que esperamos nos llega oportunamente de las manos de Dios.

Especialmente para ti.

LA PIDE PIDE

ORIGINAL DE: MARTA CRESPO

Cuento de Navidad

CAPÍTULO I

¿QUIÉN ANDA ALLÍ?El Padre Ramón se colocó ante el púlpito y leyó el evangelio correspondiente al tercer domingo de Adviento.

…Vino un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Vino para dar testimonio, como testigo de esa luz,

Para que todos creyeran por él.

Aunque no fuera él la luz, le tocaba dar testimonio de la luz…Juan (1, 6-8. 19-28)

Luego, predicó sabiamente sobre el contenido del texto. Lo relacionó con la actualidad e hizo alusión a interpretar los designios de Dios, a la fe, al respeto y amor que debemos observar hacia el prójimo y en el hogar, al conocimiento de la humildad, la caridad, la solidaridad y la tolerancia.

Estos sentimientos y actitudes deben ser practicados todo el año- Continuó- en especial en estos días en los cuales nos preparamos para recibir a Cristo, con nuestras mentes y espíritus vacíos de amarguras y egoísmos. Con abundancia de dones y alegría. Luego hizo referencia a María, la fe y el compromiso ante el Altísimo para recibir en Sus Entrañas a Su Hijo, a quien trajo al mundo para iluminar con la verdad y dar vida.

Exactamente debajo del altar mayor, oculto detrás del mantel blanco finamente bordado, estaba un niño escuchando atentamente las palabras del sacerdote. Conocía algunas cosas de Dios, del cual su mamá le habló muchas veces, dibujándoselo como alguien especial que está en todas partes a la vez, dedicado a dar amor y a cuidar de las personas. Su mente infantil lo identificó como una Luz Poderosa, algo donde podía enchufarse y recibir fuerza y protección.

También le habló de la Virgen, a quien solía prender una velita a veces, del niño Jesús y del cuento ese del viaje y cuando la señora parió y metió al chamito en un cajón porque la gente no les quiso dar un ladito, y de todo el resto del asunto, hasta del tipo que mandó matar a los niños a ver si entre ellos moría el carricito de la historia. En medio de sus debilidades y miseria, “La Pide Pide” tenía nociones de fe, y a su manera se las transmitió. Ella admiró cada día a su hijo, pues sentía que había nacido con una sabiduría propia, donde ella aprendía cosas.

Todo lo que leyó el cura, y lo que después explicó, lo comprendió muy bien. Y en silencio, juntando las manos, pidió fervorosamente a la Virgen María, a su esposo José y a todos los que participaron en aquella aventura: ángeles, serafines, reyes magos y hasta a la estrella, que lo auxiliaran. Puso toda su intención en cada palabra, y en su imaginación, donde no cabía el temor, brilló radiante la luz de la fe.

“Yo soy un niño. Mi mamá ya no está, no tengo quién me cuide, pero ella me habló de Ti Diosito, con o sin rasca encima, pero me dijo que eras bueno y poderoso. Por favor, dame una mano”. Acto seguido cerró los ojos y mantuvo una conversación con su Luz. Fue una plática humilde y sincera. De “tú” a “tú”, como amigos, y mientras dialogaban, se imaginó la forma de salir del problema en el que se encontraba. Nada ni nadie lo iba a detener. Tenia que encontrar su camino.

Abrió los ojos sobresaltado. Algo pasó afuera. Algo que lo sacó de su diálogo maravilloso. Escuchó una gran algarabía entre los asistentes, expresiones de admiración y hasta risas. Desde allí podía ver poco. Solo apreciaba algunos objetos, entre ellos la silla donde se sentaba el sacerdote y sus pies al ir y venir, Agudizó el oído. ¿Qué ocurriría?

¡Es la primera vez que pasa algo así! Comentó el sacerdote en voz baja ante el sacristán-. Las velas y los bombillos casi incendian el templo con su luz. ¡Fue hermoso!

¡Me dio hasta escalofríos, padre!- Respondió el sacristán, arrugando el ceño y apuñando los ojos por sentirse encandilado, mientras se estremecía.

¿Será un anuncio de algo nuevo ésta Navidad?-Expresaba ilusionado el sacerdote, mientras se arreglaba los lentes, que casi fueron a dar al piso con el sobresalto del momento. Carraspeo un poco y se sobrepuso, tomando el control de la misa nuevamente. Los feligreses miraban sorprendidos y curiosos hacia los lados, murmuraban en voz bajita por respeto, pero estaban extrañados. Algo había pasado…

Román escuchó la oración de “El Padre Nuestro” cantada, se la enseñaron en “Casa Hogar”, y luego él se la recordó a su mamá, que la había olvidado.

Padre Nuestro, que estas en el cielo.

Santificado sea Tu Nombre

Venga a nosotros tu Reino

Hágase tu voluntad así en la tierra,

Como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros

Perdonamos a los que nos ofende.

Y no nos dejes caer en tentación,

Más líbranos señor.

De todo mal

Amén.

Evocó a sus maestros, a la explicación sobre ese pan diario que nunca debe faltar a nadie, y las veces que estuvo con su mamá escudriñando entre el bote de basura municipal, y las otras veces que esperaron los camiones de las empresas de industrias alimenticias locales, para pelearse con otros lateros los potes de alimentos vencidos, o con defectos en los recipientes, y tener algo que llevar al estómago. Sacudió con fuerza la cabeza y despidió esos pensamientos. Tenía que estar atento.

Llegado el momento de la bendición, el padre Ramón habló con la sencillez y el carisma que lo ha caracterizado siempre, sobre todo en la misa de esa hora, dedicada especialmente a los niños.

La bendición de Dios Todo Poderoso y del Espíritu Santo caiga sobre todos ustedes.

Y un coro de voces infantiles, junto a los padres de algunos de ellos respondió;

¡Y con tu espíritu!

¡Pueden ir en Paz!

¡Demos gracias a Dios!

Para ese momento el niño había salido por la puerta trasera de la sacristía, ante la mirada sorprendida del viejo ayudante, que lo siguió silencioso para no llamar la atención del padre, que en pocos minutos vendría a cambiarse.

Observó al niño, estaba sucio y despeinado, en sus manos llevaba un bolso verde aceituna, miraba angustiado a los lados, tal vez necesitaba ayuda. Su pequeño e infantil rostro estaba tenso,

¿De donde saliste niño? Preguntó amablemente el anciano, asiéndolo por el brazo.

¡Suéltame no joda! Gritó sobresaltado, soltándose violentamente, y luego, señalándolo con el dedo- ¡Te voy a meter una sola patada si me vuelves a agarrar!

El anciano retrocedió para evitar ser golpeado. El muchachito se dirigió hacia la salida y apenas pisó la calle se perdió de vista, dejando al hombre confundido. Lo vio alejarse en segundos, y regresó diligente a revisar si faltaba algún objeto de valor Volteó nuevamente hacia la calle, no quedaba ni el polvo que levantaron sus zapatos al correr. ¿Dónde iría?

Tres cuadras mas arriba de la iglesia, atravesando una solitaria calle, iba un niño pensativo y muy asustado.

¿Dónde podré ocultarme? Por favor estrellita del Niño Jesús, guíame igual que a los Reyes Magos hasta un lugar seguro. Caminó y caminó ocultándose de la gente, como un prófugo.

Mientras tanto, día tras día, la lectura de los evangelios que preparaban la venida de Jesús, se leyeron en todos los templos cristianos del mundo, y cobraba vida la maravillosa historia del Mesías, a medida que se acercaba la Navidad.

CAPÍTULO II

LA ELEGIDA.

La jovencita que hacia apenas unos momentos se hallaba sumergida en sus pensamientos dio un salto, miró a su alrededor segura de haber sentido la presencia de alguien más en el recinto donde las doncellas se apartaban a orar. A primera vista no había nadie, así que volvió a arrodillarse. Sus padres, Joaquín y Ana la tenían muy consentida y la habían protegido siempre, por eso a veces se asustaba sin motivo.

Volvió al asunto que la tenia ocupada hace segundos. Su compromiso con José. pronto se irían a vivir juntos para siempre, ya su madre le había hablado de la intimidad que debían tener como esposos, su obligación como mujer, tendrían hijos y…la muchacha dio otro salto, y quedó frente a frente con la hermosa mirada de un extraño ser. Su rostro emanaba luz, y al hablar la dejó cautivada, en aquel momento no sintió miedo.

Alégrate llena de gracia, El Señor es contigo.- Dijo el ser; ¿Quién eres?… ¿Qué deseas? Logró balbucir María ante la angelical presencia. Soy un Ángel del Señor.- Dijo con voz melodiosa.

¿Un Ángel del Señor?…pero… ¿Y a que has venido? Acto seguido comenzó a escudriñar la presencia del Ángel, que sonriente se dejaba observar.

No temas María, porque has encontrado el favor de Dios.

¿Mi señor se ha fijado en mí? Dijo curiosa.

¡No te sorprendas! Dios sabe lo que hace.

¿Qué desea el señor? – La pregunta quedó suspendida en el aire, María se quedó parada frente a aquel que decía venir con un mensaje de Dios, a quien su familia, a través de generaciones, adoraba y respetaba, siguiendo su voluntad.

Vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y con razón lo llamarán hijo del Altísimo. Dios le dará el Trono de David por siempre y su reinado no tendrá fin.

Ahora si cambió de color, miles de ideas vinieron a su memoria sobre las enseñanzas recibidas.

¿Cómo es la cosa?… Sacudió la cabeza aturdida.

Te lo explicaré, Vas a quedar embarazada y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús.

¿Yo embarazada?… Pero… ¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?… Apenas si estoy comprometida con José.

El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso tu hijo será Santo y con razón le dirán hijo de Dios. Ahí tienes a tu prima Isabel, en su vejez ha quedado esperando un hijo, y la que no podía tener familia se encuentra ya en el sexto mes de embarazo. Para Dios nada es imposible.

María bajó la mirada humildemente, y dijo “SI” con infinito amor:

«Yo soy la servidora del señor; hágase en mi lo que tu has dicho».

Después de éstas palabras el Ángel se retiró. María quedó repitiéndose a sí misma lo que acababa de escuchar, una nueva vida la estaba esperando.

CAPÍTULO III

CREE EN TUS SUEÑOS.

El sonido del martillo sobre la madera era ya cotidiano en ese sector de la población. Algunos ubicaban la hora del día por el cese del mismo. Aquella tarde José, el carpintero, cerró la puerta del lugar mas temprano, recogió las herramientas y apenas se despidió de los vecinos que a su paso le saludaron.

Su mente y su corazón estaban confundidos. ¿Cómo su prometida, la hija de aquellos santos esposos, la dulce y virtuosa María?, ¿Como podía estar en cinta? ¿Cómo enfrentar esta situación tan tormentosa para él, que nunca la había tocado?

Llegó a su hogar y se tendió en el lecho a pensar, él amaba mucho a María, no deseaba manchar su reputación. Ella había estado tres meses con su prima Isabel, y al regresar se percató de que su cuerpo había experimentado cambios que además la habían hecho más bella, y la duda y el desconcierto fueron aumentando cada día mientras el vientre de la joven seguía creciendo. Entonces concluyó que la mejor manera de no perjudicarla sería renunciando al compromiso en secreto, hasta consideró la posibilidad de largarse a otro pueblo. Y poco a poco fue quedándose dormido.

Allá, en la profundidad de sus sueños, comenzó a caminar por un angosto sendero rodeado de plantas florecidas. Estaba escapando. Se sentía muy mal, pues pensaba en María, de quien se separaba para siempre. Por momentos volteaba la mirada hacia atrás, y volvía a recordar que había roto un compromiso. También lloró, pues la amaba y no sabía como pasó, o de quien sería ese niño.

Triste, se subía a las pequeñas lomas que bordeaban el paisaje para mirar el lugar de donde se marchaba indefinidamente, entonces decidió descansar a la sombra de un árbol frondoso, de pronto el sitio se iluminó y vio a un ser resplandeciente que con clara voz le comunicó: José, no temas recibir a tu lado a María, porque la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, que significa “Salvador”. Por que él salvará a su pueblo de sus pecados. Se tú el protector y guía de la familia.

José despertó bañado en sudor y con el corazón acelerado. Recordó el sueño y por largo rato se puso en oración. Sintió desde lo recóndito de su ser una gran alegría.

¿María espera un hijo del Altísimo?Dios me ordeno en el sueño que los cuide, que sea su guía y protector, y yo obedeceré su petición.

Y José fue en busca de María, aceptó su compromiso con amor y unieron sus vidas para siempre.

CAPÍTULO IV

EL CABALLERO.

¡Sale pa’lla muchacho del carajo!- Dijo despectivo Ricardo Orihuela, dueño del cafetín “Virgen del Valle”.

El niño iba ya de salida cuándo lo detuvo Oscar Yánez, mecánico de lavadoras y cliente del lugar, quien se disponía en ese momento a desayunar en una de las mesas.

¡Epa! Sujetando suavemente al niño, que arisco iba a soltar una de las de él, ¿Qué pasó maestro? Dirigiéndose al adulto, ¡Así no se trata a la gente! Luego, invitó al niño: ¿Usted me quiere acompañar a desayunar caballero?

¿Caballero? Irónico Ricardo ¡Será “Piedrero”! A mi no me gusta que vengan a pedir real para ir a comprarse su porquería. ¡Hay clientes decentes que se incomodan!

¡Yo estaría pidiendo real! Se defendió con dignidad. Yo lo que andaba era viendo a tu perra, que está mas flaca que una lombriz. Y los clientes, tres para ser preciso, voltearon a ver a “Cocuy”, la mascota de Ricardo, soltando una carcajada. ¡No meas para que la tierra no chupe!

¡Te salió protector de animales Ricardo!- Exclamó Javier Sastre, otro de los presentes, ¡Y con razón! ¡A “Cocuy” se le pueden contar las costillas!

¡Y con respecto a la decencia de sus clientes, señor! Dijo altanera una mujer morena bien plantada y con pinta de profesora, colocando de mala gana un billete de diez mil en el mostrador; Más indecente es usted, que le falta el respeto a los clientes con su grosería, ¡Tome! Y ¡Quédese con el vuelto! ¡Muerto de hambre!

De momento Ricardo quedó “fuera de combate”, ofuscado y avergonzado de sí mismo. Siempre trata así a los malandritos que entran a pedir real para luego comprar droga, de la peor, la más sucia. Es testigo del deterioro físico y mental de muchos jóvenes, hasta de los hijos de sus vecinos, gente que podía haber estudiado, o por lo menos tener una vida feliz. Y ahora deambulaban como locos, sin brújula, por las calles de Guararé.

¡Ni que yo fuera culpable del exceso de billete en este país! Le grito desde la puerta a la mujer, que ya iba lejos. ¡Yo no permito que le den real en mi negocio a ningún niño porque es para su destrucción! Y regresándose hacia adentro, ¿Muerto de hambre, no joda? ¡Qué no quiero colaborar con los sinvergüenzas que se están haciendo ricos a costa de los muchachos!

Mientras tanto, Javier le daba de comer a Cocuy una empanada y Oscar trataba de mantener la calma.

No le pares a la gente. Dijo Oscar a Román cordialmente, no quería iniciar el día mal. Yo te brindo y así me acompañas, porque apenas estoy comenzando, y no me gusta comer solo. ¿Si va?

¡Si va! El niño miraba al señor extrañado. Nadie lo había tratado con tanto respeto desde que abandonó Casa Hogar, y esos eran recuerdos lejanos.

¿Qué te provoca comer? ¡Si supiera! Dos días sin comer. El hambre era parte de su vida desde que murió su mamá. El apetito huyó y como igual no tenía que comer, le resultó una solución.

¡Guá! Lo que usted me quiera dar.

Perfecto caballero, entonces tráigale a mi amigo un desayuno criollo como el mío, bien resuelto. Y un jugo de…

¡Durazno!- Exclamó sin dudarlo. La “Pide Pide” le daba de esa fruta por que así tendría la sangre rojita y no se enfermaría nunca.

¡Perfecto! ¡Un jugo de durazno! Y la comida fue una experiencia nueva. El señor Oscar Yánez le dio un trato de altura. Hasta se sintió importante y digno de vivir mejor.

Al poco rato, se despedían con un apretón de manos. Le obsequió una chaqueta que era de su hijo menor, quien estudiaba sexto grado. Le habló de su hijo mayor que era taxista, y de la niña, que ya ostentaba un titulo de administradora. También de su esposa, a quien quería mucho. Subió a su carro y se largó. Fue un rato de esparcimiento para el niño, donde olvidó su soledad y tormento. Estuvo escuchando su conversación mientras desayunaban, lo orientó con respecto a sentirse bien consigo mismo y evitar caer en el juego de la violencia. Sintió sosiego en estos momentos de incertidumbre. ¡Que señor tan educado y amable! … Pensó Román con admiración. Cuando yo sea grande voy a ser como él ¡Igualito!

Continuó en la búsqueda de un lugar, cualquiera, pero un sitio seguro. Deambuló por callejones, la quebrada y hasta subió al “Calvario”, loma donde su mamá lo llevaba a veces.

Se detuvo un rato a contemplar a Guarerá desde allí arriba. Fijó la mirada en la torre de la Iglesia. Nunca antes había entrado allí. Y hoy no tuvo oportunidad de conocerla bien; pero la recordó como un sitio bonito, olía diferente. Todo estaba limpio e iluminado.

Observó a su derecha un sendero angosto, casi oculto por la basura y el monte. Cuando era más pequeño se quedaba jugando en sus cercanías, mientras ella se adentraba en él a hacer algo con otros viciosos. Algunos eran conocidos, otros extraños a su entorno. Todos le daban dinero.

Cuándo creció, sintió que aquello que su mamá hacía, no era bueno. Cada vez que subían le entraba al cuerpo y al espíritu una sensación que enrojecía su rostro y le daban ganas de llorar. ¿O de vomitar?

Entonces su mamá dejó de llevarlo. Percibió que al niño aquello lo perturbaba. Pero él la vigilaba y le prohibió hacerlo más, sin saber de que se trataba. Él, tan chiquito, se convirtió en su Ángel Custodio. Y en lo que pudo, la cuidó.

Recordó a la “Pide Pide” todo el día, y continuó buscando ansioso donde esconderse antes de que se hiciera de noche.

CAPÍTULO V


EL CENSO

En aquellos tiempos, reinaba en Roma el Emperador Augusto, él deseaba saber cuantas personas conformaban su imperio, y ordenó hacer urgentemente un censo. Todos debían inscribirse en los sitios de donde provenían sus familias. José y María debían entonces viajar desde Nazaret, de la región de Galilea donde vivían, hacia Belén de Judea, de donde era el Rey David, su antepasado. Y así se lo hizo saber:

María, debemos partir hacia Belén de Judea.

¿Será un largo viaje?

¡Yo te protegeré!

Tal vez el niño tenga que nacer allí. Mirando su abultado vientre Falta poco…

Viajaremos de madrugada, y todo nos irá bien. Tú verás esposa mía.

¡Así será! Confío en ti. Respondió María, convencida de la necesidad urgente de cumplir con el censo. ¡Vayamos a Belén! Dijo entusiasta la joven.

Y comenzaron los preparativos para el viaje

Salieron de madrugada, tenían que rendir el día, pues la jornada era muy larga y había que prevenir los inconvenientes. De vez en cuándo se detenían y María caminaba un poco, o se sentaba a la sombra de algún árbol.

José, como guía y protector, la consentía. Ya era suyo el rol de padre, y esperaba ansioso la llegada del hijo que le fue encomendado.

CAPÍTULO VI

¡TE ENCONTRÉ CARAJITO!..

Hacia el lado izquierdo de la gran puerta Santa María del mercado municipal de

Guarerá estaban unos pipotes de basura; detrás de ellos dormía un niño. Su cuerpo estaba cubierto por periódicos. Su almohada era un viejo morral, con una chaqueta de jeans arropaba su cabeza, y los negros cabellos quedaban al descubierto. Un hombre de apariencia desagradable se acercó sigiloso al lugar:

¡Con que aquí estás, carajito! Pasó con cuidado, apartando uno de los depósitos y se acercó al montón de papel. ¡Tranquilo potro! Como serpiente- ¡Shhhhhhhhh!…

Tropezó contra un montón de cajas plegadas, que parecían estables, y se vinieron abajo violentamente, despertando a Román, que confundido y asustado gritó fuertemente: ¿Qué pasa?

¡Que buena vaina con éste carajito! Murmuro contrariado, ¡Tiene suerte! Y soltó una carcajada, murmurando cerca del oído del durmiente, con voz amorosa de mujer: ¡Hijito!, levántate para salir a rebuscarnos la comida entre la basura.

¿Mami? Respondió mirando a su alrededor Román, ansioso y aun medio dormido. ¿Acaso era falsa la muerte de “La Pide Pide”? ¿Seria un mal sueño?

¡Que te pares de allí muchacho pendejo! Gritó el malintencionado Colmos, sujeto mal visto por la comunidad, sabían que era una amenaza social, pero siempre se salía con la suya cuando era detenido, por cierto que cada vez menos veces, mientras su posición económica parecía mejorar.

El niño despertó del todo y lo miró con desconfianza. No sabia porqué lo perseguía, pero su mamá le indicó que no lo dejara acercársele. ¡Por algo sería! La escuchó decir cosas muy feas sobre ese individuo.

¡Vete Colmos! Dijo Román angustiado, recogiendo los papeles y acomodándose la chaqueta, dejando ver la pequeña estatura y delgada humanidad, que apenas representaba sus escasos once años.

¡Si me hicieras caso te protegería! Acercando su feo rostro al oído del niño ¡Sólo tienes que colaborar conmigo! Acto seguido Román sacó de un pipote una botella. ¡Te me acercas y te saco las tripas! la quebró y le enseñó el pico, ¡Vente pues! ¡Ven para que veas!

Tendrás un hogar Román. Comidita caliente y mucho dinero hasta para compartir. El antisocial lo miraba fijamente, la actitud del niño le recordó a la Pide Pide.

¡Sufro al ver que corres peligro por estas calles tan peligrosas! Sólo déjame ayudarte…

Pero ya el muchachito estaba bien seguro de lo que debía hacer. Su madre lo dejó bien aleccionado, y sin miedo elevó la voz amenazante ¿A cuenta de que? ¿A cuántos niños tienes trabajando para ti hasta ahora, maldito chulo?

¡Cállate muchacho marico! Colmos estaba asombrado ante la respuesta del niño, ¡Eres demasiado bocón!

En ese momento llegó Juan Manuel, un andino de mediana edad, alegre y ocurrente. Arrastraba en una carrucha un pesado termo amarillo, que acaba de bajar de su carro con dificultad. Observó con atención la escena y se acercó.

¿Usted como que anda molestando al Chino este?Y miró al niño, ¿Qué pasa joven? ¿Lo puedo ayudar en algo? Román recogía rápidamente los periódicos y los metía en el pipote de basura, sin perder de vista al individuo y mirar al salvador. Colmos no desistía de su idea, estaba medio drogado y quería llevarse a Román.

Él se va a venir a vivir conmigo. ¿Verdad muchachito? Su voz pastosa y la mirada enrojecida delataban que no era un tipo de fiar. Se acercó al niño para tomarlo del brazo, pero encontró su rechazo y la fuerte e imperiosa orden del vecino, que con expresión iracunda lo enfrentó.

¡Alas!- gritó muy molesto el gocho- ¡Suelte al carajito grandísimo vergajo!

Entonces Colmos saco un arma y lo apunto. Juan Manuel haló al niño hacia él.

¡Venga Román! Empujándolo hacia el interior del mercado, que estaba a medio abrir. ¡Quítese de aquí y después hablamos mijo!

Algunas personas estaban cerca, pero no se dieron cuenta del problema por estar atentos a los hombres que despacio elevaban la pared de metal que dejaría libre el acceso al amplio local. Pronto pasarían por donde estaban ellos, así que Colmos decidió guardar el arma y alejarse.

Mientras tanto, Juan Manuel proseguía su camino silbando para pasar el susto, vio al muchacho salir de un rincón y alejarse apresurado. Saco sus llaves y abrió su pequeño Kiosco donde vendía chicha andina y otros frescos criollos Un gran letrero anunciaba: Chicha “El Andinito”.

CAPÍTULO VII

EL MERCADO MUNICIPAL.

Progresivamente los clientes llegaban buscando lo que necesitaban para comprar. Algunos debían esperar a que abrieran cada comercio. A cada momento se escuchaba el ruido de las puertas de cada uno de los pequeños y grandes negocios que comenzaban a ofrecer los distintos productos: vegetales frescos, juguetes, pollo, queso, pescado fresco, alpargatas, sombreros de cogollo, montes….

Era un local amplio y ventilado. En un tiempo fue un centro deportivo techado enorme, con canchas, sanitarios, gradas, oficinas y otros espacios. Posteriormente fue trasladado a un lugar más cómodo, con todo y estacionamiento. Y el espacio fue acondicionado por los mismos interesados, el gremio de los buhoneros, quienes lucharon por obtener este merecido beneficio.

Fue un sueño colectivo. Necesitaban un templo para realizar la razón y derecho sublime del hombre a trabajar honestamente, en un ambiente seguro y confortable. Conocían la recompensa de su esfuerzo, apoyados por las autoridades, y con autogestión, por eso tenían un profundo sentido de pertenencia hacia el lugar, manteniéndolo limpio y ordenado, con pisos lustrosos que les fueron donados, una espaciosa y segura entrada y unas gradas que servían de pintoresca exhibición para los artesanos, manualista, y artistas plásticos de la localidad. Ahora abogaban por la asistencia de los encargados de la limpieza fuera del recinto. Para eso estaban organizados legalmente.

Con el alboroto acostumbrado, Morela llegó a su puesto de trabajo, exactamente al lado de Juan Manuel. Su perfume impregnó todo el lugar. Juan Manuel, protector y guachafistero se le acercó para ayudarla a abrir la puerta, llevaba por nombre “Dulces criollos La Chiquinquirá”. Ambos comenzaron a hacer chistes, el día se le acomodó a Juan Manuel con la alegre risa y enérgico espíritu de la muchacha, quie encendió un modesto equipo de sonido, y se escuchó una alegre gaita zuliana.

La Grey zuliana

Con los años popular

De rodillas va a implorar, a su Patrona,

Y una montaña de oraciones quiere dar

Es la gaita popular

Que el saladillo la entona.

La mujer comenzó a mover el cuerpo al ritmo de la pieza, los demás comerciantes se asomaron, uniéndose al alegre inicio de la jornada. Baudilia subió el volumen un momento para terminar de alegrarlos. Juan Manuel le entregó otro CD, y los presentes estallaron en risas. ¡El Conticinio! Era costumbre que la segunda pieza fuese el conocido vals, predilecto del “Gocho”, como cariñosamente le llamaban.

Entraron Don Luis y Graciela saludando con optimismo, eran los dueños del negocio que ocupaba el lado derecho de “El Andinito”. Entre risas y bromas abrieron las compuertas; una pequeña tienda arreglada con un estilo muy criollo, se llamaba “El Viejito”, y tenía un cuadro de la imagen de “La Humildad y Paciencia” como ilustración, abajo decía “Todo tipo de aliños, condimentos y materiales para preparar sus mejores platos criollos”. Ordenados en estantes se observaban todos los implementos necesarios para preparar las hallacas,

En una cesta que traía Don Luis sobresalían las hojas de hallaca, se apreciaban frescas. En la estantería del fondo se mostraban los frascos con aceitunas, alcaparras, encurtidos, avellanas, nueces, bollas de pabilo y condimentos. Otro letrero anunciaba “De todo para sus hallacas”.

¿Como les fue el fin de semana don Luis? Preguntó Morela, zalamera y amistosa como siempre. Venían llegando de Guarenas, pero las hojas de hallaca las buscaron antes en la granjita de Barlovento. El viaje había salido de lo mejor, sin apuros ni tropiezos. Sin embargo, llegaron con la preocupación del niño. ¿Supieron algo de Román? Preguntó curiosa Graciela.

Eran una pareja de esposos muy especial, andaban siempre juntos. Tenían 51 años de casados. Sus cabellos blancos y sus rostros serenos transparentaban los años y la bondad brindada en el tiempo.

Por Morela supieron que el niño amaneció durmiendo a las puertas del mercado. Juan Manuel refirió lo desagradable y peligroso de la experiencia con Colmos. ¡Tantos niños deambulando por las calles de Venezuela. Un vecino contó como cinco carricitos lo habían asaltado pistola en manos. Era un dolor común la situación social del país.

Mientras haya hambre y abandono, especialmente en los niños, yo no acepto el despilfarro y la indolencia. Expresaba el viejito Luis.

¡Hay que hacer algo…Al menos por este muchacho! Y fue igualmente una decisión de los presentes ayudar. No podía caber peligro para el menor, que deambulaba solo por la calle. Apenas hacia dos días la madre había muerto. No se tenía conocimiento de su vida familiar. Una indigente que sabían que tenía un hijo, pero nada más, una recogelatas cualquiera, pero con el privilegio de un niño que ella cuidaba con celo. Cosa que la hacía diferente en medio de todo.

La comunidad del mercadito, donde la “Pide Pide” solía hacer visitas de rebusque, bien fuese en la basura, como solicitando ayuda entre los clientes, conocía la constante amenaza que Colmos representaba para la muchacha. Era notorio que la seguía. También se conocía su interés por el niño, hasta se comentaba que una vez se lo quiso robar. Pero el hombre tenía “maña”, y cada vez mejoraba su situación económica y su imagen ante la gente, que no estaba al tanto de lo que en el mercado era “Noticia vieja”: “Su verdadera personalidad”.

¡Ahora había quedado huérfano! ¿Ir a la policía? No era prudente aun. El hombre tenía influencias, a pesar de ser un “Don nadie”, pero con real. Además no tenían pruebas aun, solo especulaban basados en sus temores. Tenían que estar seguros.

No se podían precipitar. Alguna solución tenía que haber, al menos por unos días, mientras pasaban las fiestas navideñas. Lo observarían. Le darían trabajo para que estuviera ocupado. Allí tendría alimento y techo seguro, mientras lo conocían mejor. Ganarían tiempo para proceder correctamente. Llegar al fondo del asunto y con sentido de solidaridad y responsabilidad ayudar al muchacho.

Recordaron a “La Pide Pide”. Era peleona y grosera. Viciosa y atarantada. Pero incapaz de hacer daño.

“Llegó la Pide Pide”, ustedes ya me conocen, necesito su ayuda para poder alimentar a mi hijo y sobrevivir honestamente. Usted me da lo que le salga del corazón. Ninguna persona se va a arruinar y en cambio hacen un bien.

Así conoció Román “El Metro de Caracas”, las entradas de sus estaciones mas visitadas y los grandes supermercados.

Lo que había que reconocer era su amor hacia el niño. Pero nunca se le escuchó hablar de marido ni de familia alguna. Era solitaria y silenciosa. No pasaba de los 26 años. No agredía a nadie mientras la dejaran ser.

¡Pobrecito! Dijo muy triste Gracielita ¡Se le murió su mamá!

Y quedó en el ambiente la intención de actuar.

CAPÍTULO VIII

BELÉN.

El mercado estaba aun medio visitado por los clientes. Muchos de ellos regresaban de sus trabajos y se acercaban a comprar algo para llevar a casa. Algunos dueños estaban cerrando sus negocios, después de barrer y limpiar bien el entorno. Otros recogían y unos cuántos despachaban. Aun había vida comercial.

Eran las cuatro de la tarde, la jornada de trabajo terminaría pronto. En las gradas, los artesanos conversaban tranquilamente. Eran los últimos casi siempre en retirarse, porque aparte de exponer y vender sus obras, a veces las realizaban allí mismo, y les costaba desprenderse del proceso creativo una vez comenzado.

La brisa llegó de improviso, refrescando el ambiente. Luego se aceleró y levantó polvo, basura, tumbó objetos y le levantó la falda a más de una señora. Quienes aun no habían recogido sus pinturas, pulseras, collares, y tejidos, tuvieron que volverse arañas para sujetarlos. Los que tenían sombrero o cachucha quedaron sin nada en la cabeza, y salieron corriendo tras sus pertenencias. En fin, la brisa hizo que todo el mercadito se revolviera, y la risa de los más rocheleros contagió a quienes pensaban disgustarse. ¡Es cuestión de cómo se vean las cosas!

La algarabía los distrajo y animó. Recordaban entre carcajadas las distintas escenas que en un segundo observó cada uno, mientras la extraña e imprudente corriente entró al mercado. ¡Primera vez que eso pasaba!

Entre cuentos y comentarios, no se percataron de que ante la gran puerta de metal acaba de ocurrir algo extraordinario. La brisa también trajo a una extraña pareja que escudriñaba todo con la mirada. Eran María y José, vestidos tal cual en el episodio bíblico.

Los vendedores prestaron atención a los posibles clientes. ¿De donde salieron éstos dos que miraban el lugar, algo sucio y desordenado, como algo maravilloso?

¿Llegamos a Belén? Dijo la muchacha al marido, algo mayor que ella.

¡Según mis cálculos! Respondió no muy seguro, ¡Deberíamos estar en Belén!

Me siento como extraña, Mirando a su alrededor, las cosas son bien raras aquí. ¿No te parece José?

El barbado ciudadano rascó su vello antes de responder. Las palabras que salían de los labios de ambos eran extrañas, pero aun así, las comprendía bien. Al fondo varias personas los miraban con atención. Parecían amistosas, pero sus vestuarios y el entorno los atemorizaban. Todo estaba muy raro. Sintió mucho miedo. Pero tenía que hacer frente a lo que fuese. Él era el protector de María y de aquel bebé que ya aceptó como su hijo.

Miró por un momento el vientre de la muchacha. Se movía con enérgica frecuencia. El niño debía estar incómodo. O tal vez la madre necesitaba descanso.

¡Me muero de hambre! La respuesta a su preocupación estaba allí. ¡El hambre! Se habían comido todo lo que traían sobre el jumento, que desapareció cuando aquella fuerte ráfaga de viento los condujo a este recinto tan extraño. Tomó de la mano a la preciosa compañera y caminaron hacia los pocos quioscos que aun estaban abiertos. Los vecinos los miraban entre curiosos y divertidos. ¿De donde vendrían éstos extraños tan forrados en tela?

María, golosa y muy imprudente se acercó a contemplar los dulces. ¿Si gusta un dulcito doñita? ¿Doñita? Preguntó extrañada la joven embarazada, pues aun cuando estaba hablando castellano, desconocía el término.

Bueno, si voz queréis te puedo ofrecer de todo, mirá: Catalina, almidoncitos, alfondoques, conserva e’ plátano… todo barato. ¡Aprovecha que quedan pocas! Y la criolla conserva de plátano fue la seleccionada para calmar la necesidad. ¿Y si te cae mal? Preguntó preocupado José. Pero no pudo decidir ni opinar. Unos dijeron que era un antojo, la anciana habló de que comiera para que el niño no naciera con la boca abierta por velón. Finalmente y sin preámbulos, la chicha, los almidoncitos, el alfondoque, las aceitunas y el papelón con limón fueron repartidos gratuitamente. Según y que por la Navidad. ¡Que términos los de esta gente!

María tomó los dulces y la chicha; mientras comía golosa, se entretuvo observando las otras mercancías. Don Luis mostró todos los productos para preparar hallacas que tenia en sus estantes. Pero la anciana, imprudente y curiosa no quitaba la mirada de la barriga de la muchacha. ¡Ese muchacho está listo!, exclamó, ¡Tienes la barriga bajita! A lo que la joven respondió toda sonrojada: ¡Me falta un poquito! Y continuó comiendo los dulces.

¡Hasta parecen morochos!- Exclamó Morela.

¿Cómo dice? Respondió José sorprendido.

¡Van a espantar al pobre hombre! Soltó la carcajada Graciela; ¡Es que esta gente es muy embromadora señor! Abrió un frasco y le entregó una aceituna. Tenga, para que pase el susto.

¡Bueno pues! Le brindo los dulces, dijo graciosa Morela, ¡Que carajo!

Será por Navidad, Dijo Juan Manuel, sirviéndole un vaso de chicha a José y otro a don Luis, mientras Morela ofrecía dulces en la bandeja al grupo y Graciela destapaba de nuevo el frasco de aceitunas para todos.

CAPITULO IX

¿DONDE IREMOS?

Un grito agudo rompió de pronto el ambiente.

-¡Ayayayyyyyyyyy!

La vida en el mercado se detuvo, curiosos de todos lados se acercaron y los rodearon, interesados por María.

¿Qué te pasa María?- Preguntó José asustado.

Me duele un poquito el estómago. Exclamó María doblada por el dolor, pero asombrada de tanta gente que a su vez la observaban con mezcla de curiosidad y solicitud.

¡Los dulces te cayeron mal!

Nuevamente la muchacha se dobla con el dolor. Los vecinos se prestaban a ayudar, Morela, le ofreció una silla, Juan Manuel le abanicaba el rostro con un cartón, algunas mujeres comentaban entre sí. Entonces, decidido, Luis tomó la palabra en el alboroto.

Si quiere los llevo al hospital amigo.

No comprendo lo que me dice señor. Mi esposa y yo no tenemos donde ir ahora.

Y como buenos venezolanos, muchos se pusieron a la orden para ayudar, otros y otras comenzaron a dar su opinión. Todos con buena fe. ¿Tiene los pies hinchados? ¡A lo mejor es parto de agua! ¿El dolor comienza aquí o más abajo? ¡Tómele el tiempo! Si el dolor se repite exactamente y es progresivo… ¡Está dilatando! ¡Esa barriga es de macho! ¿Ya se hizo el eco tridimensional? ¿Esa muchacha es su hija o su esposa?

Y a tanta pregunta seguida, la bella embarazada no pudo responder ni una.

Ya me siento un poco mejor, dijo María, Gracias.

En la calle no se pueden quedar, exclamó don Luis, Si quieren se acercan a mi casa, Graciela le puede preparar un guarapo de malojillo, toronjil y manzanilla, especial para el dolor de barriga.

¡Jum! ¿Dolor de barriga?, dijo mas de una señora entre los presentes, mientras se iban retirando, no sin antes ponerse a la orden o darles alguna recomendación, que tanto María como José escucharon asustados sin terminar de comprender.

Una mujer bien vestida observaba con interés la escena. Añoraba tener un hijo. Miró a la muchacha con admiración. Se acercó a ella en silencio y le puso en las manos una bolsa de tela. Parecía un simple paquete de ropa. Estaba full de billetes de alta denominación.

¡Ten amiga! No lo tomes a mal, escuché que están en apuros. Guárdalos por si acaso. Y se marchó rápidamente sin dejarla hablar. María recibió el obsequio sin intención de revisarlo, estaba muy asustada. Al poco rato lo introdujo entre sus cosas, y lo olvidó por mucho tiempo. José, por su parte, tomó una decisión para ambos, y aceptó ir a casa de los viejitos.

CAPÍTULO X

DON LUÍS Y GRACIELITA.


El viaje desde el mercado municipal hasta el humilde y peligroso barrio “La Sampablera”, donde quedaba la casa Nº 16, propiedad de don Luís Calvo y su esposa Gracielita, fue espectacular. No entendían porque razón el señor José no quería, o no sabía como subirse al auto, hasta se sentó en el espaldar del asiento. Entre todos le hicieron comprender un asunto tan cotidiano. Tal vez son los nervios, comentaron entre si, no deben tener dinero, y la chica anda bien cercana a parir.

Peor fue la muchacha, quien no dejó de reír ni un solo momento desde que vio la camioneta, subió a ella, y luego por todo el camino hasta que se bajó. Aparte de eso, ambos parecían querer salirse por las ventanas de lo maravillados que se sentían quien sabe porqué.

Para mejor acontecimiento, la risa de María fue tan, pero tan graciosa, que terminó de contagiar a todos, y tanto Juan Manuel como Morela, se unieron en alegre caravana en el carro del gocho, hasta llegar al hogar de los ancianos, donde María dejó por fin de reír al observar con extrañeza la hermosa decoración.

Pasen adelante, este es nuestro hogar. Dijo generoso don Luis, pero María y José estaban extasiados contemplando el lindo nacimiento que engalanaba la sala de la casa.

¿Qué es eso? Señaló María. ¿De donde son ustedes mijitos?, dijo muy extrañada Morela. ¿No saben que es eso?

¡Ovejitas y pastores! Exclamaba José, como si fuese un niño emocionado ante nuevos juguetes. ¡Adiós carrizo! ¿Estos como que vienen de Marte? ¿En que lío nos metimos ahora viejo? ¡Extranjeros recién llegados a Venezuela Graciela! ¡No conocen todavía las caraotas!

Luís encendió el nacimiento. La joven pareja se sorprendió al ver la luz eléctrica. No podían contener, unos y otros, la confusión ante tan extraños acontecimientos y conductas presentes. Juan Manuel se les acercó y preguntó directamente: ¿De donde vienen ustedes?,¡De muy lejos! Dijo José, prestándole al fin atención, pues no dejaba de observar las luces que prendían y apagaban continuamente, disimulando, explicó, ¡Uf! Lejísimo. Vinimos a censarnos, dijo María.

Luís y Graciela se vieron uno al otro extrañados. Morela, le dió un codazo a Juan Manuel. Todo estaba muy sospechoso.

¡Un Censo! Dijo alarmado Luis, ¡Hay que comprar la prensa mija! preocupado por no conocer el asunto, temiendo ser multados. ¿Censo a éstas alturas?¡Ah! Debe ser algún censo para vivienda o trabajo. ¡Yo averiguo mañana!¡El gobierno siempre hace esos movimientos para mejorar la situación de la gente!

La conversación se mantuvo aun por un rato, y José mostraba incertidumbre por el desconocimiento de sus amigos sobre el importante censo que debía reunir personas de distintos lugares del reino, mientras Morela planificaba si proceder a la venta de café y empanadas o anotarse como empadronadora, para ganar algo de dinero.

Acto seguido, y sin mayor preocupación por el desconocido censo, el tema central fue la proximidad de la Noche Buena, y los preparativos tradicionales.

La casita era acogedora, aunque no muy ordenada. Al frente, en lugar de un jardín de “rosas”, lucían frondosas cuatro matas de topocho y cinco de Quinchoncho. Y en una esquina de tan elegante huerto, plantas de llantén, orégano orejón, toronjil y culantro de monte, entre otras hierbas aromáticas y medicinales.

Estaban reunidos en la sala comedor, a la izquierda, la cocina y el baño, y a la derecha una entrada en forma de arco que se comunicaba con tres habitaciones con baños y un estar, donde Gracielita tenía su máquina de coser, muñecas de trapo confeccionadas con gusto, y que vendía en el mercado y una cesta con retacitos. Todo se había construido con el esfuerzo de ambos.

Tenían cuatro hijos, tres niñas y un varón, y ahora cosechaban los frutos de sus desvelos, pues se quedaron solitos para compartir como novios. Ya las niñas y el niño hicieron sus vidas. Tienen una finquita en Barlovento, que dejaron a cargo del hijo, y tres casas en Guarenas, donde viven las hijas. Entonces ellos decidieron venirse a vivir a Guarerá. Don Luis tiene sus cinco sentidos bien puestos, carácter, voluntad y lo más importante: el apoyo incondicional de su esposa, quien, a simple vista parecía ser una persona frágil, pero que en realidad era poseedora de una gran fortaleza e integridad a toda prueba.

El viejo se había empeñado en comprar en ese sitio exactamente, contradiciendo a toda la familia. No quiso urbanización, y mucho menos apartamento.

¡Esta casa reúne las condiciones! Tiene terreno para construir lo que nosotros queramos a nuestro gusto. Matas de mango, de pomarrosa, de limón y de naranja. Y todavía queda espacio para atrás. Además, los vecinos me dan buena impresión.

Y se acabó la discusión. Compró y se vino al barrio. Algo íntimo le dijo al oído que ese lugar era para ellos. Graciela por su parte estuvo de acuerdo. Él siempre sabe que es lo mejor para la familia, y si este lugar le gusta: ¡Aquí viviremos!- Dijo feliz a los hijos.

Ahora les correspondía disfrutar de sus nietos y de un trabajo a su gusto, pues ambos eran gente útil acostumbrada a cooperar. Poseían la sabiduría de los años, porque las pruebas de la vida ahora sumaban un valor fundamental.

María y José escuchaban como el grupo se organizaba. Luis ofrecía ponche crema para que lo probaran, hecho por el mismo. Graciela les dio dulce de lechosa, y a todo ellos asintieron sin oponerse, pero extrañados. En voz bajita comentaban sus apreciaciones:

¡Hay cosas que no comprendo José! ; ¡Yo tampoco!

El censo no parecía importarles, pensaban en una gran celebración, en la llegada de un niño, en preparativos y adquisición de cosas.

Ven José, acompáñame a mirar tantas cosas extrañas.

Mientras los amigos conversaban alegres, José y María miraban los regalos envueltos en brillantes papeles, los lazos, una cesta con cotillones que llevaban cintas de múltiples colores, muñecas envueltas en extraños materiales a través de los cuales se pueden ver, un árbol iluminado. ¡Todo demasiado raro!

¡Acérquense amigos! Invitó don Luis alborotado por el efecto del ponche crema, ¡De donde ustedes vengan, sean bienvenidos a mi casa! ¡Mañana prueban las hallacas de mi mujer!, ahora vamos a descansar.

De pronto, María hizo de nuevo un gesto de dolor. Alarma. María insiste en el malestar de barriga. Graciela y Morela, la miran, y con expresión traviesa la anciana dice: Para mí que usted va a parir. Amigo José, mejor vaya preparándose; alertó con misterio don Luis, y Juan Manuel le pasó el brazo sobre los hombros a José: Amigo mío, las mujeres dicen que ustedes dos pronto van a parir.

José tuvo un cambio de semblante, no sabía que hacer, decía ser primerizo, y no conocer de parideras.

Por allí está un cuarto bien cómodo. Invita don Luís, señalando hacia la derecha, después del arco. Tómese el guarapito de malojillo y tilo. Es bueno para el estómago y para dormir. Relájense. Aquí los ayudamos entre todos.

También puede ser entrada de mes…opina Morela. O el viaje que la movió. Expresa sabio el abuelo. Mejor que se recueste mija, no vaya a dejar el muchacho en el camino.

María se levanta del sofá con dificultad, está bien gordita, su rostro resplandece al sonreír a todos por el último comentario. ¡Qué gente tan rochelera!

¿En el camino? ¡Mejor acostémonos María!

José se retira ayudando a María, pero antes de entrar a la habitación, voltean disimuladamente a ver a don Luis y Graciela. Hablan de nuevo en secreto. Comentan entre sí lo extraña que está la ciudad de Belén, recordaron a Din Din, el burrito que los venía acompañando, y que ya debería haber regresado a su casa de Jerusalén.

Entran a la habitación decididos a descansar. Mañana verán que hacer. ¡Dios está a cargo!

Morela y Juan Manuel se despidieron poco después, no sin antes probar de nuevo el exquisito ponche crema, que para esta hora ya surtió su efecto alborotador. Por ese motivo la despedida fue más larga y bullanguera que otros días, cuando se reúnen a conversar.

Viven en el callejón 21 del barrio “La Sampablera. Es el sector mas alegre de esa comunidad. Por alguna inexplicable razón vinieron a coincidir como vecinos un grupo de familias con características bien divertidas y originales.

Al fin Luis y Graciela se fueron a dormir. Ya en la cama, cuando la tranquilidad de la noche apacigua el espíritu, las inquietudes del día se olvidan y dan paso a una sana tertulia, los ancianos esposos comentaban sobre los extraños visitantes, sus vestimentas y desconocimiento de todo cuanto les rodeaba.

Tal vez salieron apurados y se vistieron con las sábanas. ¿Y se la echaron por encima?

Ríen de la ocurrencia. Escucharon truenos, pronto comenzaría a llover. Y la sana conversación concluyó en que lo mejor de todo había sido ofrecerles su hogar.

CAPÍTULO XI

LA INSEGURIDAD

Morela cruzó la calle junto a Juan Manuel, viven exactamente frente a los viejitos. Ella en la casa Nº 15 y él en la Nº 19. Ella vive con sus dos hijas y su suegra. Es joven aun. Quedó viuda hace ya tres años. Su esposo murió víctima del hampa. Una bala acabó con un hombre bueno, un esposo y padre responsable, dueño de una de las unidades de transporte del barrio. Una mala hora. Un segundo eliminó la felicidad de una familia. Desde hace tres años trabaja en el mercadito municipal.

Juan Manuel es el andino más feliz del mundo. Vino a ésta vida a prestar ayuda a quien lo necesitara, sin obligación ni servilismo. ¿Hace falta un testigo para una boda? Juan Manuel. ¿Un padrino? Juan Manuel. ¿Quién ayude a comprar, a arreglar, a conseguir, a llevar, a traer y hasta a rezar? ¡Juan Manuel es el hombre!

Cuándo mataron a su compadre, él estaba dentro del autobús. Eran las ocho de la noche y ya iba a guardar. Se iban a tomar unas cervezas en la casa. Se detuvo a recoger a tres muchachos bien vestidos. Probablemente irían a alguna fiesta en el barrio, porque no eran conocidos.

Subieron y en un segundo cambiaron el destino de los pasajeros, uno pasó por los puestos recogiendo prendas, celulares y dinero. Otro los mantuvo apuntados con una pistola y el tercero hizo que su compadre condujera hacia un destino desconocido. Le daba las órdenes precisas.

Eran apenas unos niños. Ninguno debía llegar a los quince años. Estaban pálidos y temblorosos. Los ojos enrojecidos y la mirada triste, extraviada como sus vidas.

Juan Manuel insistió que se llevaran todo, pero que les respetaran la vida. Ellos eran unos muchachos aun para ir a cometer un crimen, nadie los iba a denunciar, que pensaran en sus padres… pero se ganó un tiro a sangre fría en una pierna.

Regresaron caminando en medio de la oscuridad, pidieron ayuda y denunciaron. Al compadre lo encontraron muerto a las tres horas en otro sector, y la camioneta mucho más lejos aún. ¿Para qué lo mataron? ¿Por qué? ¿Qué beneficio obtuvieron? ¿Qué tanta droga podían comprar con el dinero, celulares y prendas hurtadas? ¿Qué tanta deuda podían pagar? ¿Cómo se sentirán hoy?

No es tan extraño lo ocurrido. La inseguridad campea en cada rincón de la patria. Lo distinto es que les tocó ésta vez a ellos.

¡Hay que hablar de paz hasta grabarle el subconsciente a la gente! ¡Hasta que se internalice que sólo por medio del amor se llaga a ser feliz!

Desde entonces Juan Manuel también protege y cuida a las cuatro mujeres que quedaron desamparadas. A los viejitos de enfrente, a quienes corresponde con afecto y respeto. Y a su esposa, a quien adora. Son el uno para el otro. La magia de su personalidad radica en la tranquilidad de su conciencia, todo lo que le rodea es para él bueno, o digno de convertir en gracioso, transmitiendo armonía donde quiera que está.

Se detienen un segundo. Comentan misteriosos. Algo raro está pasando en casa de los ancianos.

¿Serán árabes? Digo, por las ropas. Dice Morela,

¿Será? Más bien se parecen a las imágenes del nacimiento. Pensativo ¡A lo mejor en la noche llegan la mula y el buey y se comen los topochos de don Luis!

¡Ave María! Suelta la risa ¡Usted no se compone!

Apuran el paso y se despiden. Comienza a llover.

CAPÍTULO XII

EL PUENTE

La torrencial lluvia apenas si deja ver unos metros delante de Román, que enchumbado avanza en busca de un refugio donde guarecerse. Camina con cuidado, se dirige hacia el puente de Maturín, donde en otras oportunidades durmió con su mamá, allí Colmos no lo molestará. El delincuente no conoce este refugio, donde un indigente que se dice dueño del lugar se hizo su amigo una vez, cuándo estaba más pequeño.

Se acerca cuidadosamente y observa a Cipriano. Es un joven como de 20 años, pero su contextura le da apariencia de una persona mucho menor. Sus prendas de vestir son viejas pero limpias, y su rostro es de una persona especial.

… 193, 194, 195, 196… ¡Tiene peso la bolsa ésta!- Comenta el indigente. Un poquito más y me redondeo lo suficiente para la comida.

Cipriano cuenta las latas que durante todo el día ha recogido en la calle, en los basureros y a orillas de la autopista. El aguacero no lo deja apreciar la menuda figura que lo observa desde una esquina. A un lado está encendido un fogón con leña. Toma

un largo pedazo y lo extiende hacia Román para iluminar su rostro.

¿Puedo?- Dice tímidamente.

¡Hummmmm!- Recordando.

¿Me recuerdas?

¿Y tu mamá?

Mi mamá se murió. ¿Puedo dormir aquí contigo? No tengo donde ir.

Si. Puedes quedarte si quieres. Creo que ya te lo dije una vez. ¿Recuerdas?

Cipriano es poco expresivo. Más bien es introvertido, arisco y áspero. Una vez llegó una loca borracha con un niño, la dejó dormir bajo su puente porque le cayó bien, y porque el muchacho se le acercó espontaneo a conversar, su lenguaje era comprensible. Aquella noche compartieron un largo rato. El niño lo trató con afecto y respeto. Por eso le dijo que podían volver cuando quisieran.

Y volvieron otras veces. Cuándo Colmos llegó la otra noche, recordó al muchacho, e inventó cualquier historia para protegerlo. Ahora lo tenía ante él, y le brindó de nuevo su hogar.

Hoy, como hermanos, más que amigos, Román y el indigente con voz de hombre, pero mente y corazón de niño, se dispusieron a dormir. Cipriano sacó unas cobijas y pan. Acomodó la bolsa de latas a un lado.

Allá, afuera del puente llovía fuertemente. La quebrada rugía como un león hambriento, sin embargo los dos seres, pobrecitos y especiales, cayeron en un profundo y reponedor sueño al calor de la fogata.

Debajo de un puente puede haber un hogar si hay paz, amor y comprensión. Y ese era por los momentos el hogar de aquellos dos.

¡Hay que hablar de paz hasta grabarle el subconsciente a la gente! ¡Hasta que se internalice que sólo por medio del amor se llaga a ser feliz! ¡Hasta comprender que en la vida lo importante es vivir sin hacer daño!

CAPÍTULO XIII

EL NEGOCIO

En una esquina de la Plaza Bolívar de Guarerá, se encuentran cinco tipos reunidos. Intercambian real por drogas, ninguno es amigo del otro, todos desconfían de todos. Uno a uno se retiran del lugar. Llueve copiosamente. Es media noche.

Colmos guardó el último dinero que le entregaron. Él consume poco de la porquería que acaba de vender. A éstos les vende marihuana, a los recogelatas y locos les vende “Piedra”, a los jóvenes les da lo que le pidan, mientras haya plata de por medio no hay límite. Allí está el principal poder de su negocio, los menores de edad. No pagan cárcel, hay alternativas pues poco se sospecha de ellos, y lo mejor: hasta el más arrecho de los policías piensa bien antes de someterlos.

Sube a su auto y se dirige a la calle Comercio, allí están siete chamitos encargados de distribuir piedras a varios indigentes, que casi dementes dan lo que sea por una pequeña porción de cualquier droga, así sean sobras. Si no tienen real, roban o piden limosna.

También están las prostitutas, esas cobran una pequeña comisión por vender la mercancía a clientes selectos. Bueno, depende de quien estemos hablando, pues hay unas que se consumen la droga más fina y pagan de contado, en especial las jovencitas, algunas aun menores de edad, cegadas por la ambición o porque sencillamente esa es la vida que escogieron. Ellas consiguen clientes de edad avanzada que las consienten, ¿O las pervierten?

Con este trabajo ha logrado comprarse ya cuatro autobuses y cuatro apartamentos en zonas más o menos privilegiadas. Mejoró el carro un poco nada más para no despertar sospechas, y decidió vivir en el mismo barrio de siempre por la misma razón: El barrio “El Zanjón”

También tiene sus malas rachas de vez en cuando, pues le toca pagar grandes sumas de dinero cada vez que un menor cae preso. Y casi nunca es por drogas, sino por que los encuentran robando en los autobuses, o con un carro robado, entre otros delitos. Alguno que otro ha muerto tiroteado en medio de un asalto, o por sobredosis, o cobrando el dinero que les deben para poder llevarle a él su parte; eso es lo más difícil, allí tiene que ser estricto, nadie le puede quedar debiendo, si no es a él mismo a quien le van a cobrar los de arriba, los dueños del circo. Esos son implacables.

Es una larga cadena de vicios y calamidades. Así que quien no paga corre el peligro de ser golpeado y quien sabe que más.

En fin, esos son sus muchachos y de ellos depende en gran parte su negocio. Para eso paga, para tener siempre con que responderle a los de arriba. A partir de los diez años hasta los doce, la garantía es buena. Por eso tiene que ser riguroso y discreto.

Por más dinero que gane, su apariencia siempre es la de una persona con poca clase, sobre todo por la fealdad de su rostro, siempre tapado con unos lentes oscuros que ocultan el ojo de vidrio, el que perdió a manos de una mujer: “La Pide Pide”.

Anda tras el hijo de esa. La que le cortó la cara un día que quiso quitarle al crío. ¡Que estúpida manera de quedar marcado! Nunca traficó con menores, ese no era su negocio, pero alguien que la tenía vigilada se lo sugirió, y por una buena cantidad de dinero. Entonces intentó robárselo. Nunca se imaginó que una indigente borracha y piedrera tuviera instinto maternal.

La detuvieron por tres semanas. Él mismo la liberó de la cárcel. Podía perder más si la loca hablaba. Le prometió sacarla a cambio del silencio. Sabía demasiado, hecha la pendeja. El negocio iba a ser estupendo, pero la subestimó. Después de su reacción aprendió a respetarla. Pero le juró venganza.

La Pide Pide se murió hace dos días, ocho años después de aquel incidente, y ahora puede disponer del carajito sin problema. Necesitan un niño que sirva de “mula” para trasladar una cantidad de droga, y si se muere o no después, no es su problema, no es para él, si no para gente más importante. El sólo cumplirá con vendérselos a buen precio. Nadie lo va reclamar. Por eso tiene que darse prisa, a alguien se le puede ocurrir denunciar el caso ante las leyes protectoras de niños y ya no tendrá oportunidad de vengarse de aquella desgraciada.

Pero el muchachito también lo sorprendió. Aparte de ser un niño sano, era astuto y percibía sus malas intenciones. La madre lo supo mantener fuera del entorno milagrosamente, pero seguro le habló de él. Ayer casi logra ponerle en la nariz un trapo

con formol. Pero se defendió, lloró, gritó espantado y lo mordió. Trató de montarlo en el carro propinándole un buen golpe en la cabeza para desmayarlo, pero se le escapó. Lo buscó en los alrededores. Le fue imposible encontrarlo, se esfumó.

Recuerda el incidente. El chamo lo pateó en los genitales y corrió como un diablo. Él se montó en el carro y subió los vidrios ahumados. Lo vio cruzar a lo lejos por la plaza Bolívar, frente a la iglesia. Al llegar allí se estacionó. Si lo encontraba al menos podría seguirlo. O identificar las ropas, porque con lo violento de la situación no retuvo colores ni forma. Sólo la desnutrida y sucia figura del muchachito con un morral verde que ágil y astuto se le escapó de las manos. ¡Tenía que atraparlo!

Entró a la iglesia nervioso. Los feligreses lo miraron extrañados. Buscó por todos lados con disimulo, pero estaba atestada de niños. Hubo un momento en el que el pánico lo hizo huir del lugar. Las lámparas de la iglesia y las velitas de los santos que están en los laterales despidieron una luz incandescente. Todo quedó iluminado como si el sol estuviera dentro del recinto. La gente daba exclamaciones de admiración por lo bello, en cambio él sintió mucho miedo.

Hoy, después de cobrar una plata y beberse una cerveza en la esquina de su casa, se sentó frente a la televisión, sin apreciar lo que mostraba la pantalla, porque su pensamiento estaba en lo sucedido esa mañana, cuándo nuevamente casi le pone la mano encima al mocoso y se atravesó el dichoso gocho vendedor de chicha.

¡Casi lo agarro y me lo traigo¡ Así desaparezco todo rastro de ti, “Pide Pide” del demonio! Se quitó los lentes oscuros que usaba hasta en la noche para ocultar la cicatriz y la cuenca del ojo vacío, con un pedazo inútil de vidrio, ¡Maldita Pide Pide! Y se quedó dormido, rodeado por sus malos pensamientos. Tenía mucho mal que hacer, necesitaba descansar.

CAPÍTULO XIV

LA AMISTAD.

Cae la tarde en Guarerá. El día ha estado extrañamente claro, como si la lluvia torrencial de anoche hubiera despejado totalmente la atmósfera. El amanecer también fue especial, desde las cinco de la madrugada aclaró diferente. La luz no era del color cotidiano. Más bien el ambiente tenía destellos dorados. La gente comenzó a decir que iba a hacer mucho calor y a lo mejor volvería a llover. Pero la tarde estaba sabrosa.

Cipriano estaba triste. No había contado las latas ni los cartones que recogió en el día. Llegó al puente y sacó del hueco donde esconde la leña suficientes pedazos para encenderla mas tarde. Si no llovía, las luces de la Autopista que pasa por encima de su hogar y la luz de la luna lo mantendrían cómodo.

Si Román venía hasta le podría leer un libro. Él si sabía leer, mientras que a Cipriano le costaba, también podrían conversar. La soledad ya no le gustaba desde que llegó el niño, la noche anterior.

Al poco rato llegó Román, en las manos traía una bolsa. Cipriano lo recibió con alegría. Él, tan solitario siempre y aquel niño le había prendido el deseo por compartir.

Hola Cipriano, ¿Saliste a chambear? Sí, amigo.

¿Viste que arrecho está todo allá arriba?¡Las tiendas tienen juguetes finos y por todos lados hay música y adornos de Navidad!

¡Navidad! Yo no me acuerdo de nada. A lo mejor tu sí… Cuándo mi mamá estaba conmigo me traía regalos el niño Jesús. Yo estaba en una escuela y aprendí mucho… pero cuándo ella se fue… Palo por esas nalgas y hambre fue lo que me regalaron.

Román lo escuchó…. Se le acercó. Sacó de una bolsa refrescos y un buen trozo de torta.

Déjate de esa charla… aquí estamos pepa… ¡Brindemos con refrescos y torta de piña! ¡Me gané cien bolos y compre comida!

Román unió sus manos para dar gracias a Dios, y Cipriano lo acompañó en la oración.

Román, entusiasmado, invitó a Cipriano a compartir el trabajo que consiguió en el mercadito municipal. Se trata sólo de ayudar, hacer mandados, y podrían continuar con la recolección de latas. Cipriano conoce sus limitaciones, y acepta al sentir que Román será un apoyo para salir adelante. Se toman las manos en señal de amistad.

Cipriano ríe. Comen en paz y conversan. Hay tranquilidad en sus almas y calma en el ambiente. Los malos ratos quedaron olvidados. Mañana será otro día. Mañana todo tiene que ser mejor.

CAPÍTULO XV

UN NUEVO CAMINO

Está cerca el cuarto domingo de Adviento. En todo el mundo se prepara la Navidad, con las tradiciones propias de cada cultura, credo o religión, practicadas como medios para esperar a Cristo y rogarle que esparza su luz.

Román se ha llevado a Cipriano a trabajar en el mercado. Ya la gente los conoce. Ellos aprovechan siempre al final de la tarde de recoger aluminio, cartón y vidrio. Lo esconden bajo el puente, en un lugar seguro. Luego lo venderán.

El estar ocupados los ha llenado de ilusión, comparten todo. Román se siente protegido, sabe que si aparece Colmos, tendrá auxilio seguro de los vecinos del mercado, que lo interrogaron antes de darle el trabajo.

La señora Morela les ha dado a ambos ropa y calzado, en buenas condiciones y a la moda. También fueron a su casa un día a limpiar un poco el garaje. Sus hijas son amables y muy educadas y la abuelita cariñosa. Estuvo pendiente de Cipriano, para que se comportara debidamente. Él mismo tenía susto, era la primera vez en su vida que entraba a una casa de familia. Con orden y bastantes corotos en su lugar. Estaba deslumbrado.

En cambio Cipriano, que era quien le preocupaba, estaba totalmente identificado con el medio. Pidió agua y se sentó a la mesa muy seguro cuándo los invitaron a comer.

El niño sudó de los nervios, estaba extrañado, tímido. Nunca tuvo mucho roce social, apenas cuando vivió en “La Casa Hogar”, donde aprendió lo único que sabia de normas y hábitos. Los maestros y maestras son su referencia inmediata cuando tiene que tomar alguna decisión que se relacione con la convivencia. Allí aprendió a leer y a escribir, a conocer la diferencia entre ese mundo y el mundo de donde venía. Aquellos profesores se esmeraron por hacer muy bien su trabajo, y él aprovechó cuanto le ofrecieron, consciente que afuera estaba su mamá. Y algún día saldría a enseñarle que hay otros caminos más dignos para vivir.

La Pide Pide le dio otras lecciones: a observar la luna, a colocar las manos frente a ella, frente al arco Iris o al cielo estrellado para recibir la fuerza de Dios, a seleccionar cada fragmento de basura que pudiera ser vendido, a conocer el poder curativo del llantén, el malojillo, el orégano orejón y del toronjil. También le mostró la mariguana, el aguardiente y otras cosas que le dijo bien claro que no debía consumir ¡Jamás!

¡Escúchame bien! te estoy explicando esta vaina para que obedezcas. No quiero saber nunca que te metiste a piedrero. Tú camino es más arriba que el mío.

¡Ajá! ¿Y entonces porque tú no dejas de comprar eso y de echarte palos?

¡Porque así es que tengo que vivir hijo!

¡Que buena vaina contigo! ¡La gente NO TIENE que ser lo QUE NO QUIERE mamá!

Su hogar estaba donde estuvieran los dos. No era el espacio en sí, era la presencia, el amor, la protección y la comunicación sincera. Así lo comprendió durante los cinco años que estuvieron separados, aunque la viera todos los días del mundo.

El señor Juan Manuel les brinda algo de beber a diario, y le regaló a cada uno una gorra de San Nicolás. Hasta los viejitos tenían una. También los invitó a darse un baño en su casa, y la señora Francisca, al verlos, les proporcionó jabón, champo y hasta colonia, hasta la cabeza le dejó de picar.

La señora Francisca es la esposa del señor Juan Manuel. Es profesora, y les hizo preguntas que lo pusieron nervioso, pero sintió que era para su bien. Hace tiempo que nadie se interesaba por saber si estaba en un colegio y mucho menos por saber su apellido. Menos aun por sacarle la cédula, ni si tiene vacunas. Hasta le examinó los dientes y lo puso a leer de cerca y de lejos. Cipriano inventó que viven en un rancho en el barrio “Maturín”, con unos tíos.

¡Dijiste una mentira Cipriano! ¡Eso es malo!

¿Cómo sabemos que no es para llevarte y separarnos? Si es para tu bien, les decimos la verdad, pero primero hay que saber.

¡A veces el lento soy yo! ¡No se me había ocurrido!

El rostro de Román se iluminó con una enorme sonrisa. ¡Ya no está solo! ¡Tiene un amigo que lo cuida! ¡Hay que pensar muy bien y considerar todas las cosas que pueden pasar a nuestro alrededor cuando tomamos una decisión!

¡Lo tendré en cuenta! Eso me lo enseñaron en la escuela cuando me pasaron con la maestra Marbellís y la maestra Daysi. Y se chocaron amistosamente las manos.

Román conoció el nombre de su mamá en “La Casa Hogar”. Allí también le dijeron cual era el suyo, pero no los recordaba muy bien. Los documentos de presentación, vacunas y otros papeles parecidos le fueron tramitados allí. La Pide Pide se los entregó mucho antes de morirse. Ahora cae en cuenta de que son muy importantes. Los carga encima, en el viejo morral color aceituna que no deja en ningún lado.

¡Toma! Cuida esos papeles, ahí estamos tú y yo. Te van a servir de mucho si te atrapan, pero más te van a servir si encuentras tu camino.

En cambio Cipriano si sabía su nombre y el de su familia. Recordaba el de su mamá y donde había vivido. El de la mujer de su papá que nunca lo quiso ni le dio hogar y hasta el número de su Cédula de Identidad. Su nombre completo es Cipriano Rafael Sánchez Urbina.

En apenas pocos días la vida parece cosa de sueños. Trabajan, comen, están aseados, tienen gente adulta que les indica que y cómo hacer las cosas, que los protege y demuestra afecto, escuchan conversaciones que los orientan en el tiempo y en el espacio, y sobre todo él, Román, penetra solito en un mundo más ordenado, observa con el alma cosas que antes ni soñó poder hacer: ha visto televisión sentado en un mueble, tomando café con leche y mojando en la taza un pan con queso y mantequilla. Ayudó a la Señora Morela a poner el arbolito en su casa, a decorar el callejón. ¡Esa vez se quedaron durmiendo en casa de la señora Francisca y el señor Juan Manuel! ¡Que nota!

También conocieron a la señora que espera un bebe, quedó impresionado, era demasiado bella. Su esposo no demostraba cansancio y se esmeraba fuertemente por trabajar en casa de los viejitos, como les dicen cariñosamente en el mercado.

Llegaron al refugio debajo del puente cuando ya oscurecía. Don Luis los trajo hasta el barrio. Ellos hicieron cómo si subían por unas empinadas escaleras, y después se devolvieron camino al puente, para que no descubriera su verdadero refugio. ¡Ahora les da pena haber mentido!

Seguro que don Luis quiere saber si están de verdad bien cuidados. ¡No imaginaron que sus pensamientos y anhelos llegaran tan rápido a concretarse! ¡Un camino se les había abierto a los dos!

Esta noche hay luna nueva, todo está oscuro. Como siempre, desde que se unieron en amistad, encienden la fogata y duermen.

CAPÍTULO XVI

LA CANCIÓN DE CUNA.

Román se asomó con cuidado de no hacer ruido. Lanzó otra semillita. Deseaba mirar el rostro de la mujer que cantaba melodiosamente en el patio. Estaba de espaldas, lavando algo en la batea.

Se acercó otro poquito. Cantaba la pieza “Duérmete mi niño”. La recordó porque se la enseñaron en “Casa Hogar”. En la clase de música de la escuela donde lo enviaban a diario,

Duérmete mi niño

Que tengo quehacer.

Lavar los pañales,

Sentarme a coser.

Salió decidido a ocultarse tras las plantas de Gracielita: una uña de danta, una palma, y una jardinera que esta detrás de ellas con una frondosa mata de malojillo que parece monte. Pasó gateando, silencioso.

Lanzó otra semillita a ver si volteaba, pero ella seguía cantando, ahora hasta inventaba nueva letra a la canción.

A éste niño tan gracioso

Lo tengo que atrapar

Comérmelo a besos

Y sentarme a conversar.

Buscaba esconderse más cerca, detrás de la pared que divide el lavandero del lugar donde se cuelgan las ropas. Ya estaba cerquita. María dio la vuelta sorpresivamente y lo pescó por un brazo, riendo de la travesura.

¡Ven acá muchachito”. Ya te atrapé.

¡Hola!- Y sonrió con amplitud. Se sentía bien en esa casa.

¡Ajá! ¡Vamos a ver! Tomándolo de la mano y llevándolo hasta una mecedora que tenían los viejitos afuera, cerca de la mata de mango. Allí había siempre sombra y fresco. ¿Cómo te llamas? Y confiado respondió: Román. ¿Y se puede saber porque me andas lanzando caraotas?

Para verte la cara.

Mírala.-Y le pone la cara con una mueca graciosa- ¿Te gustó?

Si. Tú eres bonita, y cantas sabroso.

Esa canción me la enseñó Gracielita.

Es la misma música del Himno Nacional de Venezuela. Yo también se lo enseñé a La Pide Pide, mi mamá. Y le dije que uno es quien quiere ser. Pero ella ya tenía en la cabeza que poseía “mala suerte”.

¿Entonces?

¿Qué voy a hacer pues? ¡Calármela!

El gracioso e interesante diálogo sorprendió a María, sonriendo pícara, mientras el niño continuaba con sus confidencias. .

¡La Pide Pide era demasiado genial! Y cómo no me entendió mi secreto, entonces yo pensaba por los dos.

¡Tus maestros deben sentirse orgullosos de ti!

Bueno, Mi mami también me enseñó muchas cosas, lo que pasa es que yo me las tomo como si en mi cabeza hubiera una máquina que las entiende y hace la tarea.

¡Ya! Pones en práctica lo que te enseñan.

Si, para ver si resulta.

La conversación de María y el niño fue larga y agradable. Por él supo de la droga, del hombre que lo quiere atrapar, del hambre y de la soledad.

Te quiero ayudar.

Bueno, cuándo salgas de la barriga te vuelves mi mamá si tu quieres.

¡Cielos!

Ah, y de mi amigo Cipriano.

¡Cuenta con eso!- Lo abrazó y le dio un beso en la mejilla, y lo sintió demasiado suyo.- ¡Dios te Bendiga mi amor!

Y al final de la tarde se la presentó a Cipriano. Le dio un beso y de paso le prometió enseñarlo a leer después de dar a luz.

José mientras tanto, disfrutó de las ocurrencias de don Luis para trabajar en compañía de los dos jovencitos. ¡Que dialecto y forma de impartir instrucciones tan original!

CAPÍTULO XVII

LA ESTRELLA DE BELÉN


Madrugada del 22 de diciembre. Tres sujetos vestidos exquisitamente, pero extraños para ésta época llegan al callejón 21, donde viven nuestros amigos del mercado, se notan sorprendidos, totalmente perdidos. Son intelectuales, mágicos y de gran carisma. En el cielo, delante de ellos, una brillante estrella, más cercana que las otras, resplandece, iluminando el sector donde autos estacionados, postes y pipotes de basura forman parte del paisaje.

Cada año me emociona revivir el camino en busca del Mesías, pero en ésta oportunidad me siento perdido. Comenta Gaspar observándolo todo.

La Estrella de Belén anda alocada.- Dice Baltasar extrañado. Su brillo es diferente, pareciera que se avecinan cambios en sus rayos y destellos. Asegura Melchor.

¡Algo está pasando!- Asiente Gaspar mirándola. ¡Siempre nos ha conducido serena hasta Belén! Expresa Melchor, con actitud científica.

Ésta navidad casi nos arrastra, percibo algo novedoso en éste viaje. Concluye Gaspar.

Melchor continúa su interesante estudio astrológico, descubre algo insólito en el cielo. Atrajo la atención de sus compañeros, comunicándoles sus fantásticas apreciaciones.

Deberíamos estar en el camino de Orión, pero las constelaciones que rodean a nuestra guía son distintas, estamos en un lugar extraño. ¿La Estrella de Belén se ha equivocado de ruta después de XXI siglos de igual trayecto? Todo este tiempo hemos sido fieles a la historia… Expresó con orgullo Melchor. Todo este tiempo le hemos desobedecido a Herodes… Recordó Gaspar.

Mientras, Baltasar dejó de mirar al cielo, concentrado desde hacia unos minutos en seguir con la mirada a la Estrella, que traviesa había bajado en forma de lucecita y rodaba frente a ellos, hasta posarse al fondo de la calle, donde se detuvo, instalándose de nuevo en las alturas, bañando de luz la casa de Luis y Graciela.

¡Miren! Grita Baltasar emocionado. Se ha posado en ese lugar.

Los tres personajes se acercaron cuidadosamente, observando a los lados con desconfianza. ¡Demasiados corotos raros!

¿Estará aquí El Mesías?…- Preguntó emocionado Melchor.

¡Señor! ¡Danos Luz en éste viaje! – Clamó Gaspar al cielo.

¡Energía divina que impregnas el universo infinito!, ¡Que la luz llegue a nuestro entendimiento para comprender los cambios…! Y Melchor, humilde, se arrodilló.

¡Mejor llamemos a ver si hay alguien que nos aclare el asunto!- Exclama Baltasar práctico y resuelto. ¡Buen día!

Asoma José, vestido con pantalón Caqui y una franela con un logo de Venezuela. Viene tomando una taza de café. Los observa curioso. ¡Caramba! ¿Se les ofrece algo?

¿No es aquí donde ha nacido un niño? Dice Melchor amablemente, mirándolo imprudente por la vestimenta.

Bueno pues, rascándose la barba ¡María aun no ha parido!

Gaspar, reflexivo y serio mira a sus compañeros y exclama: ¡Continúan ocurriendo cosas raras! Melchor da una palmada de asombro al recordar algo insólito: ¡Dios! ¡Es cierto! ¡Ni siquiera hemos ido a visitar a Herodes! Baltasar, que no hace sino mirar con estupor, pero sin perderse detalle de la conversación, voltea a mirarlos despreocupado: ¡Mejor!, siempre damos un vueltón por gusto y al final debemos salir corriendo para que no encuentre al niño.

Sean bienvenidos. Los dueños de la casa salieron. ¿Si quieren pasar a esperarlos? José, amable y educado, mira hacia el interior de la casa: ¡María! ¡María! ¡Alguien viene a visitarnos! María entra. Viste materno. El vientre abultado la hace mas linda. Lleva el cabello recogido con una pinza y se ha colocado una flor de cayena a un lado. Con sencillez les hace una graciosa inclinación. Buen día. Con educación, a José. ¿Quiénes son?

No se, tal vez amigos de don Luis y doña Gracielita.

¡Que madre tan hermosa!- Dice Gaspar embelesado.

¡Ha valido la pena todo éste misterioso viaje señora, sólo por haber visto a La Madre del Mesías antes del alumbramiento! Dice Melchor con lágrimas de emoción.

¡Es la barriga más grande que nunca había contemplado! Exclama Baltasar con gracia y sinceridad.

María y José ríen de la última ocurrencia. Se entabla entonces una franca conversación entre el grupo.

Permítanme presentarnos: Rey Melchor, Rey Gaspar, y un servidor, Baltasar.

¿Saben algo? Debíamos haber llegado a Belén a conocer a su divino hijo… Dice Melchor misterioso. Se supone que ya el niño habría nacido…Comenta Gaspar mirando a los lados.

¿Nuestro hijo?- Dice José

Realmente no comprendo mucho.- Dice María, mirándolos con desconfianza momentánea.

¡No pueden saber hermanos!- Expone Baltasar- ¡Ellos son los padres del niño! ¡Y aquí no es Belén, de eso estoy seguro!

No sabemos para qué… Asegura José, tomando de la mano a su linda esposa para calmar sus temores y hacer que se sienta protegida. ¡Pero el Señor nos envió hasta aquí! Para alguien algo va a cambiar. Continúa José. Vinimos a un censo que ordenó el Emperador… Pero en este lugar nadie sabe de censo. Solo hablan de celebraciones y banquetes. Confundido expresa su inquietud al cielo ¿Qué hacemos aquí Señor?

Melchor se aproxima a los otros dos Reyes y les habla con majestuosidad: ¡Este año la energía de La Navidad es diferente! Se acerca a la ventana, mira al firmamento y coloca las palmas de las manos hacia el cosmos, para sentir la potente energía que irradian los primeros rayos del sol.

¡Como si debiéramos participar de algo novedoso! Dice Gaspar. Colocando sus manos de igual manera.

¡Tal vez se trate de Herodes.- Comenta Melchor.

¡Podría evitarse el daño que hizo!- Dice Baltasar.

¡Para un niño al menos la vida podría cambiar!- Dice Melchor.

¡Para muchos niños!- Responde ilusionado Gaspar.

¡Para las madres!… ¡Para los hogares! ¡Para los maestros! –Dice Baltasar.

Y los Reyes Magos deciden estar atentos a cualquier señal que reciban. Para algo están allí. Afuera, La Estrella de Belén guarda sus brillantes rayos para más tarde. Ya terminó de aclarar. Los Santos Esposos miran todo lo que pasa con curiosidad.

CAPÍTULO XVIII

NINA

Ahora María y José están más ambientados. Conocen las costumbres del hogar de los viejitos y además se han incorporado a las rutinas del hogar.

José se ha dedicado a restaurar y fabricar objetos que necesitaban una manito, el martillo, serrucho, lija y otros implementos le son familiares, el sabe hacer su trabajo.

Don Luis lo invitó a conocer de mecánica, pero decidió no meterse en eso. Era lo que menos deseaba. No le quiso demostrar el pánico que sentía por eso que llaman camioneta. Mejor ayuda con su trabajo de carpintero.

María, por su parte, siente un especial cariño por Gracielita, que aparte de vender en el mercado, hace muñecas y le está tejiendo unas ropitas a su bebé.

Entre las amigas de Graciela, está otra ancianita, bellísima por su color moreno y suave perfil. Es una mujer humilde, callada y llena de infinito amor y paciencia.

Desde que la conoció, sintió especial afinidad por ella. Sabe cocinar sabroso, le

trajo dulce de lechosa y cabello de ángel exquisitos. También le brindó de sus hallacas.

Sin embargo, lo mejor de su amistad con Nina fue la intuición para darle los consejos exactos que ella necesitaba: Si le da hipo, le pones un hilito en la frente. Lo humedeces con tu saliva. Y como va a nacer en tiempo de frío, le puedes añadir un pedacito de canela al agua hervida donde le vas a dar el tetero, ¡en caso de que no te baje mucha leche! Si te baja, métele la teta. ¡Esa es la mejor alimentación que le puedes dar muchacha! ¡Se te cría saniiito!

¿Cuántos bebés pariste tu, Nina?

Diecisiete. Pero se me murieron cuatro.

¡Dios!

Él mismo me dio fortaleza. No me puedo quejar de nada. Siempre me entregué a su voluntad. Y siempre me ayudó a superar el dolor, o a acostumbrarme.

Eres fuerte.

Tengo que serlo, son muchos hijos, nietos y hasta bisnietos. Yo soy el ejemplo.

Entran y salen a cada momento de casa. Somos uno solo.

¿Uno solo?

Si María, las madres unimos a la familia hasta después de irnos a donde está Dios. Y tenemos que dejar un camino que oriente a los que vienen después.

¡Debe ser hermoso estar rodeados de una familia tan grande!

¡Son alegres! ¡De la nada inventan una fiesta!

¡Este es mi primer hijo!

¡Es lo mismo! ¡Un hijo trae amigos que se vuelven de uno! Y esos traen otros. Y luego las novias, y cuándo vienes a ver, eres mamá de un gentío. Y te dedicas a observar y ayudar sin mucho alboroto, tú sabes.

María tiene una misión que cumplir y que mantiene en secreto. Necesita orientarse para desempeñar cada día de su vida, que es aun temprana, pero grandiosa por el misterio de la concepción, que la ha hecho elevarse por encima de todos los seres humanos. Ella, humilde y sencilla, escucha a la anciana, y la siente como su amiga. De Nina aprendió demasiado.

Yo no soy muy visitadora, más bien me gusta mi casa, pero si quieres saber algo yo vengo. O vas a mi casa. Es cerquita. Es la pintada de azul. La que tiene una mata de Falcón en el jardín.

¿Te puedo preguntar la última cosa en la que tengo dudas?

¿Qué será?

Es que el niño se me monta a veces en éste lado. Me puya las costillas- Se ruboriza- No me deja dormir.

¡Pero muchacha! Sonríe Nina, ¡Eso es normal! Ponte almohadas. Métete debajo de la regadera, a lo mejor el niño tiene calor. O también puede ser que llames a tu marido y le dices que te ponga la mano allí. A veces el papá los tranquiliza.

Le voy a decir a José.

¡Claro! El papá es muy importante. Desde la barriga. ¡A los míos no los tranquilizó nada! ¡Varones y hembras se movieron hasta el cansancio! Pero allí están. Gracias a Dios.

Gracias Nina.

CAPÍTULO XIX

DELIRIO

Hace días que sabe todo sobre Román y Cipriano. Ha tenido alguna que otra cosa por hacer, pero no pierde el interés por el niño. Representa dinero y venganza. Ya sabe que trabajan cargando cajas y haciendo mandados. ¡Mala señal! Ya tiene gente que lo extrañará al desaparecer.

Se retiró por completo de los alrededores del mercado. ¡Bien lejos! Puso de vigilante al “Delirio”. Sujeto que cumple todas sus órdenes. Para Colmos “Es basura”. Se puede deshacer de él en cualquier momento, pero necesita moverse sin despertar sospechas. Lo subestima a tal grado que lo cree retrasado.

“Delirio” es una persona especial, a quien la gente oriunda del pueblo conoce por lo absurdo de su conducta. No tiene trabajo fijo, sin embargo siempre anda ofreciendo empleo y prestando ayuda a quien lo necesite, creando falsas expectativas en los incautos. Es el propio estafador de ilusiones. Promete y se da la importancia de quien tiene influencias, y los asalta sin necesidad de utilizar armas ni fuerza, sólo su labia.

Ismael Bonilla, “Delirio”, hoy maduro y solitario, pasó buena parte de su existencia haciendo lo imposible por complacer a su madre, y otra parte vengándose de sus exigencias con las mujeres que lo amaron. Nunca pudo ser él mismo. Atiborrado de responsabilidades antes de la mayoría de edad, y manipulado con altos calificativos de buen hijo y mejor hombre siendo apenas un niño, aprendió a comportarse según la conveniencia del caso. Los problemas de conducta pasaron desapercibidos, y la madurez le llegó sin saber quien es en realidad. Total, solterito y sin compromiso, vive inventando miles de historias para disfrutar de la credulidad de la gente, que va siendo bien poca, porque ya hasta los recién mudados saben de sus fantasías.

De él se admira la solidaridad y el voluntariado, siempre dispuesto a ayudar, así después quede mal con los incautos, que confiados le entregan documentos y hasta dinero. Tiene una explicación para cualquier suceso, una historia para cualquier eventualidad. Por eso, desde joven, se ganó el apodo de “Delirio”.

Todo lo viste con un velo de “Novela policíaca” o de “Misión imposible” para poder conquistar la admiración, o disfrutar al sentirse importante al ser solicitado insistentemente por las personas, que después que confiaron en él, lo buscan para conocer el paradero de sus trámites; en fin, una maraña de embustes que atrapan al más avispado, que por decente, o por no quedar en feo ante la gente, terminan por “dejarlo así”.

Su trabajo es sólo pensar, imaginar, maquinar, y hablar para convencer. No tiene maldad en su actitud, es que no distingue entre la realidad y la ficción. Así como se compromete con un objetivo hasta lograrlo, puede ser que lo deje todo en medio de la consecución del mismo. Así como trata de obtener un dinero para cubrir una necesidad urgente, lo gana y lo gasta en un segundo en otras cosas sin medir las consecuencias. Las oraciones de su madre, de quienes lo quieren y la confianza en sí mismo, lo han protegido siempre.

Él tiene otras debilidades: El vicio del juego y la droga. Pero como no pertenecen a su perfil imaginario, cree que nadie lo sabe. ¡Eso no existe!

Ahora está siendo utilizado para algo bien peligroso, y se está prestando a vigilar al niño bajo el juramento del silencio a toda prueba, siguiendo las instrucciones del Señor Colmos Urdaneta, dueño de varios autobuses y apartamentos. Según entiende, él es su “hombre de confianza” y debe vigilar a ese niño, a quien “alguien” quiere secuestrar. Don Colmos le entregó una buena cantidad de dinero por adelantado para que le informe todo cuánto pase.

Por supuesto que detrás de todo esto está la policía, es un proceso totalmente legal. Se le está encomendando una gran misión, debe actuar con discreción, y en un “delirio” de nobleza y heroísmo cree en la propuesta, y pone en peligro su libertad y hasta su vida.

Por él, Colmos sabe que el niño está durmiendo debajo del puente de Maturín, que le dan alimento y ropa, y que de por medio está la gente de “La Sampablera”.

¡Carrizo!¡Tengo que apurarme!

¡Usted me dice don Colmos! ¿Qué estrategia será buena para evitar un conflicto que inclusive puede ser internacional? ¿Por qué usted me está diciendo que se trata de frustrar un posible secuestro? ¿No?

Mire Licenciado Bonilla, usted es un “Individuo Clave” en todo este operativo. Piense como realizar su trabajo. Lo nombro “Jefe de Operaciones”.

En fin, después verá que hacer con “Delirio”, de pronto, cuándo le pague completo, lo manda a matar en un asalto. Lo importante es que su nombre no aparezca por ninguna parte.

Colmos recuerda el incidente con el gocho Juan Manuel, pero a eso le puso una explicación, por si acaso alguien sospechaba de él; y en público dijo, ante personas que corrieran la mentira para que pareciera verdad:

Alguien andaba persiguiéndome desde que salí de mi casa, entonces, como yo porto arma de comerciante saque mi pistola y me metí tras los pipotes de basura a ver quien era. Y allí pasé un susto, porque me brincó un malandrito de esos “huele pega”, y me sacó un pico de botella. Hasta me amenazó de matarme. Gracias a Dios que apareció el gocho que vende chicha en el mercadito, la guardé y me retiré en paz.

Y ésta versión la decoró con detalles que se aprendió de memoria por si acaso. Y no se preocupó mas por el asunto, para no darle fuerza a ningún pensamiento que entorpeciera sus planes, Y es que la energía para cumplir los propósitos de cada quién está a la disposición de todos. Por eso hay que estar atentos.

CAPÍTULO XX

EL INDIGENTE.

Entra sigiloso. Observa a la pareja dormida. No reconoce cual es Román. Se acerca para mirar bien y no equivocarse. Trae en las manos una mandarria. Está de moda que los indigentes aparezcan con el cráneo deshecho. Cipriano despierta asustado, arropa al compañero con su manta y se coloca frente a él, para ocultarlo. Cosmos saca un arma para asustarlo, pero Cipriano aun se arriesga a proteger al niño, sin imaginar que una nueva sorpresa iba a cambiar la noche debajo del puente de Maturín.

Desde hace cinco años es el dueño y señor del lugar, a veces llegan otros indigentes y pernoctan, pero no muy seguido, por que allí pega la luz de la autopista que pasa por encima, por que está muy cerca de la ciudad y su acceso es fácil, y por que cuándo crece el río, comienza a desbordarse precisamente unos veinte metros más arriba.

Todas esas razones son maravillosas para Cipriano, pues ya se conoce las mil formas de evitar que cualquiera de ellas lo perjudiquen. Él, en medio de su retardo, ha desarrollado otras aptitudes que lo orientan para protegerse: la energía divina que llega a todos los que se conectan a ella, aun sin saberlo.

Como un héroe se envalentona y mira de frente a Colmos, quien no se detiene ante su acción, y se burla de su conducta, ridiculizándolo, lo distrae y se le encima, dispuesto a golpearlo fuertemente con el arma. Luego le clavará la mandarria en el cráneo, pero primero tiene que asegurar al niño. ¡Esa es su obsesión!

Y allí esta parado, en medio de la penumbra, tratando de ocultar al único ser que le ha demostrado afecto en su vida desde que se murió su mamá, sin mas armas que un pedazo de madera a medio arder, su valor, y un extraño poder que le impulso a quedarse de pié, ocultando al pequeñito.

Frente a ellos, el hombre mas malo que conocen.

CAPÍTULO XXI

¡DONDE ESTAMOS?

Los dueños de la posada, como le dicen a la casa de Luis y Graciela, no han llegado aun; dijeron que irían a ver a sus hijos y nietos, tal vez estén allí al anochecer o mañana, mientras tanto, María y José observan curiosos a los tres visitantes que andan haciendo miles de cálculos para resolver algo que los preocupa, ¿O divierte?

Pasaron el día tratando de adivinar que extraño suceso astrológico había cambiado la ruta de La Estrella de Belén. Trazaron sobre papel, con modernos instrumentos que encontraron a la vista: lápices, reglas, compás y otros, mapas del firmamento y constelaciones que siempre los habían guiado al Niño Jesús. Como son Magos, intentaron consultar los libros que cargaban siempre en sus alforjas, que milagrosamente conservaban, pues los camellos se quedaron en el lugar donde se perdieron cuando la Estrella los arrastró misteriosamente hasta aquí.

Trataron de descubrir alguna cosa extraña, sólo tuvieron la certeza de haber viajado a un lugar remoto; y les tocó esperar con paciencia una nueva revelación, hasta las doce de la noche, cuando La Estrella volvió a aparecérseles, entrando por la ventana en forma de luz de Bengala, y comenzó a rodar por todo el espacio juguetona, invitándolos a salir.

¿Qué es eso?, Preguntó María imprudente y sonreída, pues ya a estas alturas cualquier cosa era demasiado interesante, y de ninguna se podía perder.

Es la Estrella que nos trajo hasta ustedes. Respondió paciente Gaspar. Este año nos sorprendió al reducir su tamaño y andar rodeándonos como luciérnaga hasta que la siguiéramos. Explicó Melchor. Tal vez lo hace para que la distingamos de todos esos otros focos de luz que están en los caminos de esta población.

Y sin más nada que conversar, salieron tras ella apresurados. .Al salir a la calle, el tamaño y distancia del divino astro crecieron hasta el cielo, destacando con sus destellos dorados entre todas las estrellas que esa noche minaban el amanecer del 23 de Diciembre.

CAPÍTULO XXII

¿JOYAS O BARATIJAS?

Colmos apunta amenazante a Cipriano, pero…irrumpen bajo el puente tres personajes muy especiales. Son Melchor, Gaspar y Baltasar. El lugar se ilumina con los tres Reyes. A Colmos casi se le salen los ojos de la cara al observar la rica estampa de los tres sujetos.

Melchor, elegante y distinguido saluda, tratando de parecer natural, pues sabe que la situación requiere de cuidado. Es un mago. Colmos se coloca inmediatamente tras los Reyes y los apunta con el arma.

¡Levanten los brazos! ¡Si quieren salir vivos de aquí, entréguenme las joyas! Y señala las finas argollas de oro de Gaspar. Los Reyes comenzaron a despojarse de sus alhajas. Gaspar coopera, y con suma tranquilidad, ante el asombrado Colmos, entrega sus pulseras.

Román y Cipriano se mantienen quietos, a la expectativa de los extraños acontecimientos. Colmos mantiene el arma apuntándolos de manera peligrosa, pues la adrenalina, en un cerebro que está acostumbrado al vicio y a la maldad, es impredecible.

¡Siglo XXI! ¿Acaso se escaparon de una tarjeta de Navidad? Toma de las manos de Gaspar unas prendas que éste le entrega cuidadosamente, para volver a levantar los brazos. ¡Andan disfrazados! Despectivo, iracundo, deja caer algunas ¡Imposible que sean verdaderas! Las observa minucioso, ¡Estas baratijas no valen ni medio!

¡Mejor si no te gustan!- Dice Baltasar jocoso.Gaspar se inclina a recoger la corona que acaba de caer a sus pies. ¿No te agrada mi corona hijo? ¡Es de oro y piedras preciosas!

¡Actores!, ¡Teatreros!, ¡Seguro trabajan en comerciales de TV! ¡Levántense los trajes! ¡Abajo deben traer dinero! ¡Apúrense o me los hecho al pico a los tres!

Pero ya los tres magos se estaban cansando de tanto grito y tanta amenaza, así que Melchor, con suavidad y elegancia, miró a Colmos desde su acostumbrada y natural majestad, acomodándose con delicadeza las joyas que sus compañeros le alcanzaban, sin el más mínimo temor.

Colmos los mira sorprendido, aquellos bichos no parecen normales, no se asustan con el arma. ¿Será la última droga que lo esta haciendo alucinar? ¡La compró bien cara para su consumo personal! ¡Pureza garantizada!

Melchor, Gaspar y Baltasar estaban a punto de hacer cualquiera de sus magias, conjuros o suertes, cuándo Colmos agarró a Román, que contemplaba todo fascinado, y le colocó el arma en la cabeza. ¡Al suelo todos! ¡Sentados y con las manos en la nuca!

El grupo se coloca uno al lado del otro, sentados en indio y haciendo un semi círculo, Colmos los mantiene apuntados, empuja al niño hacia ellos. Miran la mano temblorosa del delincuente. ¿Podrá morir alguno sin que algo maravilloso haya pasado ésta Navidad tan especial?

CAPÍTULO XXIII

¿QUÉ ES ESO?

Una nueva luz altera el refugio debajo del puente de Maturín. Algo acaba de caer violentamente. Colmos voltea con brusquedad y observa desconfiado, apuntando hacia el lugar. El grupo gira, tapándose los ojos, encandilados con tanto brillo y asfixiados con el polvo que se levantó.

A lo lejos, por encima del puente, suenan sirenas y cornetas pidiendo paso, hay cola allá arriba, el tránsito se ha estancado porque los conductores se detienen por momentos a disfrutar de la vista de miles de luces y adornos que decoran un gigantesco árbol de Navidad que adorna esplendoroso la redoma del distribuidor de la autopista.

Algunas personas han estacionado sus autos a las orillas del río, y desde allí observan el hermoso decorado, que imponente, atrae a chicos y grandes, recordándoles que es tiempo de celebrar.

Abajo, seis personas con los rostros espantados del susto, encandilados y curiosos esperan ver que es “eso” que no termina de revelarse.

¿Quien anda allí? ¿Es que debajo de este puente no se puede trabajar en paz? Dice Colmos totalmente desequilibrado con tanta sorpresa, y por perder el control de la situación, pues ahora está tan asustado como el resto del grupo. Se planta tras ellos, el arma le tiembla en la mano, está dispuesto a dispararle a lo que sea que salga del polvo y la luz. Tal vez fue un motorizado que se vino abajo, ¡Podría ser un policía! Y atrapado con la idea ordenó hacia la luz y el polvo ¡Alto o disparo a matar! ¡Se lo advierto!

Y del lugar donde cayó lo que fuera, salió un nuevo intruso a interrumpir esa loca madrugada, vísperas del día de navidad.

CAPÍTULO XXIV

LO MÁS PARECIDO.

Gabriel al fin pudo levantarse del suelo, está confundido con tanta bulla, tanto brillo y tantos objetos moviéndose y echando humo. Se repuso del golpe y se decidió a cumplir con su misión. Se paró frente al grupo esperando que todos lo escucharan en total posición de adoración. El polvo se aplacó y para su sorpresa se encontró frente a…

¿Quiénes son esos que lo miran irreverentes?

¡Tiene alas!- Murmura Román observándolo detenidamente.

¡Es un pájaro bien raro! Le responde Cipriano en voz baja, como si el ser los pudiera agredir.

¡Tendrá alas, pero no le veo el pico! Reflexiona Román.

¡Esto es increíble! Exclama Melchor asombrado.

¡Paciencia para comprender! Dice humilde Gaspar.

¡Esto si está bueno! ¡Llegamos antes del parto y ahora el Ángel Gabriel se equivoca de pastores! Dice Baltasar.

Román se le acerca para ver mejor la extraña aparición. Su carita está pálida de la sorpresa. Ya nadie se acuerda de Colmos, que se quedó inmóvil con el susto, sosteniendo el arma con la mano encalambrada.

¡Calma amigos! ¡Es parte de la Navidad! Les dice a todos Gaspar, quien se acerca a ambos cariñoso, comprendiendo que está próximo a nacer el niño, o tal vez ya nació. Este año nada es igual. Están asustados, igual que aquellos pastores de Belén. Dice comprensivo Melchor.

Gabriel toma algo de formalidad, arreglándose las alas y sacudiéndose el traje. Luego anuncia con solemnidad:

No teman, soy el Ángel del señor y debería dar una buena noticia a unos pastores de Belén…

¿Belén? Eso queda en Barlovento amigo.- Expresa colaborador Cipriano.

¿Barlovento?- Pregunta Gaspar, queriendo al fin saber donde los trajo la traviesa estrella.

¡Claro! Estado Miranda. – Román acepta lo que está pasando con naturalidad. Como es un niño, nada le puede parecer extraño e imposible, porque para los niños todo es nuevo, así que todo es posible, sobre todo si se cree que Dios es una luz protectora.

Al fin, Gabriel se cansa de tantas observaciones, y haciendo caso omiso, procede sin contemplación. ¡Ya perdió demasiado tiempo!, y el tiempo de Dios es perfecto, y el siente que ya no puede aplazar más su trabajo.

No se donde están los pastores, pero tengo ratos dando vueltas y lo más parecido que he conseguido son ustedes. Así que…pongan atención.

Los Reyes se miran felices, se arrodillan a escuchar la noticia, Cipriano y Román los imitan. Colmos observa todo con incredulidad, inmóvil. Al oír que los tres sujetos son reyes se sorprende, observa sus coronas y se desespera por haberlas devuelto. El Ángel abre los brazos, y con voz sublime declara:

Muy pronto, en Venezuela, nacerá un niño, el mismo que un día vio la luz en Belén. Búsquenlo, lo reconocerán por la alegría que rodea el lugar. Luego vayan y den la buena noticia.

¡Venezuela! Dice Melchor emocionado.

Gaspar y Baltasar sonrientes, ahora abrazan a Román, miran a Cipriano, están felices de saber en que lugar del mundo están.

¡Venezolanos!- Celebra Gaspar.

Inmediatamente Gabriel dice en tono sublime, mirando al cielo:

Señor todopoderoso, me es imposible esperar más, daré tu mensaje a los benditos pastores de Belén yo solo en nombre de todos.

“Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.

Gabriel se retira entre neblinas. Colmos sale tras la aparición, pero no lo puede alcanzar por que desaparece. Dispara varias veces, aterrorizando al grupo. Se voltea iracundo, sus pesados y oscuros pensamientos le ocultan la belleza del momento. ¿Que extraña vaina está pasando en éste lugar? Se contempla solo ante sus prisioneros, ¡Están felices! ¡En cambio yo siento miedo! ¡Tengo que sacar provecho de todo esto! Y en medio de su confusión, Colmos vuelve a retomar sus deseos de hacer el mal. ¡Seguro estoy alucinando!

Otra voz le habla en su corazón. ¿Qué andas haciendo con tu vida? ¿No ves que te haces daño? ¡Escúchate!

CAPÍTULO XXV

ESCUCHA TU VOZ.

¡Todos al suelo carajo! Lanza tres tiros al aire, ¡Con la cabeza entre las piernas!, ¡Callado todo el mundo!-Ésta vez sorprende a Cipriano, a quien agarra por la espalda, inmovilizándolo. Coloca el cañón de la pistola en su boca.

¡Cálmate hermano! Haremos lo que indicas.

El grupo obedece, sentándose y bajando la cabeza. Una súbita locura lo hace reaccionar según su naturaleza. Piensa maquiavélico.

¿Así que nacerá un niño? Deben ser ricos sus padres que andan con tanto alboroto. ¿Y estos tipos tan raros? ¡Podría secuestrarlos! ¡Es oro lo que llevan encima! Luego me robo al recién nacido, y a Román, y hasta Cipriano podría servir para algo.

¡Quietos! ¡No quiero que nadie hable o disparo!

Colmos comienza a confundir la realidad, lentamente surgen ante él absurdos e ilógicos pensamientos. Se imagina poderoso, manejando incontables sumas de dinero, gastando sin medida el licores costosísimos, autos lujosos, acompañado de bellas mujeres y codeándose con personalidades que siempre ha admirado por pensar que son superiores a él, como si ser gente se obtuviera con dinero.

Por momentos, quiso matar a alguno de los rehenes, pero se lo impedía otra visión, donde se veía tal cual es: Un hombre infeliz. Es insaciable, busca frenético el dinero, el poder y la fama, pero su ser es nada. La droga lo ha destruido. Sufre del tormento que acompaña a la avaricia, el odio y el rencor. El deseo de llevar hasta el final su venganza.

Allí te quería ver. En el fondo. No tienes más camino que buscar la luz. Piensa.

Sacude nuevamente la cabeza. ¿Qué le está pasando? Recuerda a la Pide Pide, por su culpa tiene que estar muy atento a todo. El estrés lo domina porque necesita ampliar la visión de lo que tiene enfrente, y le falta un ojo, ¡Maldita indigente!

En lo alto, la Estrella comienza ocultarse lentamente En una hora más o menos comenzará a clarear. Guarda el arma y sale del lugar apurado. Algo le oprime el pecho. Algo desconocido por él hasta hoy.

CAPITULO XXVI

¡QUÉ MUCHACHERO!

Llegaron de improviso, en grupos aproximados de a cinco y eran mas de cincuenta. Cada equipo traía un ser semejante a un adolescente a cargo. Parecía un recreo escolar que duró cerca de media hora y que hizo salir huyendo a Colmos con una crisis aguda de pánico.

Los pequeñitos lloraban, y al poner pié en tierra comenzaron a dar carreras por todo el lugar; milagrosamente, donde posaban sus pies quedaba limpio, y brotaban plantas de primavera y de garbancillo florecidas y multicolores. Si hubiesen sido humanos tendrían entre uno y seis años. Los grandecitos estarían entre los siete y los dieciocho años. Se comunicaban con risas y trinos de un sonido parecido a la flauta, con tonos medios y agudos.

La noche que parecía iba a tener un trágico final, cambió por completo. Nuestros amigos se levantaron asombrados a mirar toda aquella transformación ambiental, mientras nadie se ocupaba de ellos, hasta que por fin una de aquellas criaturas aladas dijo algo comprensible:

Hermanitos, vamos a organizarnos, Los mayores le dan de comer a los pequeños, y luego comeremos nosotros. ¡Vamos a demostrar que si podemos cumplir con nuestra misión sin los ángeles mayores!

¡Que fino Eduardo! ¡Solos y a cargo! – Dijo Davis- ¡Guao!

Yolimar, ¿Te puedes hacer cargo de hablar con estos extraños pastorcitos de Belén?

¡Eso haré hermanito!- Mirando al grupo, que boqui abierto contempla todo el lio!

¿Con casualidad no ha pasado por acá un Ángel mayor que nosotros?

¡Se fue por allá!- Dijo Cipriano, que al fin recuperó la voz. Pues todos andan mudos.

¿Dejó algún mensaje?- Insistió Yolimar-

Dijo que nació un chamito y que estamos invitados para conocerlo. También dijo: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la…”

¡Eso es! ¡Hermanitos, ya Gabriel pasó por aquí!- dirigiéndose al grupo, que en pocos minutos se había alimentado con las flores y el agua de la quebrada, que ahora es cristalina.

Gaspar, Melchor y Baltasar disfrutan de todo cuanto ocurre bajo el puente de Maturín. Los Angelitos comen de las plantas y ellas retoñan inmediatamente. Debajo del puente de Maturín hay ahora un bellísimo jardín con un encanto especial.

Ante todos estos acontecimientos, los tres Reyes han ocultado sus capas, coronas y alhajas, y ahora lucen más ligeros.

Angelitos, vamos a disponernos para cumplir con nuestra parte. ¡Está aclarando!

En pocos segundos se colocaron en forma de coro. Se elevaban y luego ocupaban el sitio correcto con exactitud.

Natalia y Valeria harán de coro solista junto a Fito y Manuelito. Alondrita ejecutará su danza de balett, y al final, bañará a todos con estrellitas y mariposas rosadas con destellos dorados. ¿Están preparados?

¡Pero yo además quiero cantar un solo que me enseñó mi mamá!- dijo Alondrita, batiendo inquieta sus alas cristalinas con sus hermosas tonalidades rosa y dorado.

¡Esta bien, tú cantaras solita Alondrita! ¿Escucharon?

¡Bien! Respondieron todos. Devis comenzó a afinar un extraño instrumento musical parecido a una perinola, y Daniel Alejandro lo siguió emocionado con una pandereta azul.

¿Todos listos?

Y comenzó el “Aleluya” más bello que jamás se haya escuchado, entonado por aquellos niños y niñas alados, quienes interpretaban “solos” con versos dedicados al niño Dios.

Alondrita ejecutó su pieza de balett con gracia, y al final, dedicó al Niño Bendito un verso que escribió su abuelita Chiquita Graciela (Bisabuela): “Niño Jesús Bendito/ Niño de mis amores/ del Jardín de mi ranchito/ corte para ti estas flores”. Y regó el lugar de muchas estrellitas que en segundos retoñaron cual semillas milagrosas de “Buenas Tardes” “Petunias”, y “Rosas Blancas Y Rosadas”, y preciosas maripositas embellecieron más aun el paisaje.

Así como llegaron se fueron, En el sitio quedó una obra natural mágica, donde sapos, cerbatanas, grillos y hasta un gato encontraron un hogar.

CAPITULO XXVII

PIEDRITAS EN CARAMELO.

Los Magos siguen los acontecimientos con verdadera paciencia para comprender. Definitivamente el nuevo siglo es otra cosa, pero en el fondo es lo mismo. Solo hay que adaptarse.

Se sientan a dialogar en voz baja. Román y Cipriano se han quedado dormidos después que se fueron los angelitos, apenas comienza a amanecer. Están maravillados con lo que acaban de descubrir. Han salido del tiempo bíblico a un tiempo paralelo, XXI siglos de diferencia.

Es muy diferente ir en pos del Mesías según se lean los evangelios, conociendo un presente que siempre se repite, a materializarse a una distancia de años luz, a una realidad existente, concreta y físicamente diferente, en otra frecuencia, ¿Será eso? ¡Porque es totalmente real!

¿Algún propósito o intención rompió con el hilo de la historia y del tiempo…? ¿O no existe el tiempo? ¿Y el espacio? ¿No está impregnado de Dios- Energía infinitamente? Y si todos somos Dios, ¿Por qué no habría el Mesías de nacer en este lugar para renovar su mensaje de amor?

Están radiantes. Han sacado de sus ropajes algunos mapas y tienen una idea aproximada del lugar sobre la tierra donde ha nacido el Mesías.

Hemos viajado a través de los tiempos, y llegamos al siglo XXI. ¡Estamos en un presente distante de nuestra historia bíblica! Dice con experiencia Melchor.

Colmos me ha recordado a Herodes, con su ambición por el poder y la riqueza, expresó con tristeza Gaspar.

Mientras, Baltasar escucha y mira hacia las estrellas, como adivinando algo. Se concentra y con los ojos cerrados expresa conmovido: Fíjense que aun hay pastorcillos y ovejas en éste siglo. Y como en aquellos tiempos, recibirán el nacimiento de Jesús, como símbolo de paz y de unión. Esperemos a que regrese la noche, tengamos paciencia, alguna señal debe llegar.

Casi a las nueve de la mañana, los niños abrieron sus ojos aun ilusionados. Colmos quedó atrás, por el momento. No hay maldad, no existe el temor. Ahora sólo existe la ilusión por ir a conocer al bebé que anunció el Ángel. Acudirán juntos.

Yo se quienes son ustedes- Dice pícaro Román, mirando a los Reyes.

¿De verdad?- Dice Baltasar sonriente.

La Pide Pide me los describió muy bien. –Continúa el niño.

¡Dinos muchacho!

Son los de la Navidad, que se nos aparecieron.

¡Que bello!- Exclamó Cipriano, que cayó en cuenta.

Y pasaron las horas. Gaspar hizo magia para entretener a los dos niños, Cipriano y Román, y convirtió piedritas en caramelos. Después Melchor se acerco al rio y extrajo peces grandes y sabrosos que Baltasar aliñó junto a Cipriano para comer. Y luego les enseñaron trucos con almendras de colores que traían bajo sus extraños trajes.

Los carismáticos personajes hicieron infinidad de preguntas sobre el ruido de los autos y un avión que cruzó el cielo. Quedaron asombrados ante la increíble inventiva de Cipriano, quien demostró su creatividad cuando los llevó al escondite que se había construido para evitar cualquier emergencia en su hogar, debajo de aquel puente. Ese era su gran secreto. Un escondite que lo hacia desaparecer ante la vista de quien él quisiera, ante la amenaza de las crecidas del río, allí desaparecen sus temores, es su lugar seguro, donde es feliz con lo que tiene, y puede soñar con las miles de cosas buenas que le pueden suceder, porque allí hay paz para pensar, para imaginar. Y el día pasó sin darse cuenta.

Al final de la tarde, la luna se asomó tímida en el firmamento, Melchor, junto a sus amigos encendieron una fogata para esperar la media noche. El río corría silencioso, reflejando en su superficie el cielo estrellado de Diciembre.

El Ángel dijo “Pronto”, así que ya el Mesías debería haber nacido. ¿O estaría a punto de nacer?

CAPITULO XXVIII

ABUELA PANCHA.

La noche estaba fría. Casi a las seis de la mañana del 24 de diciembre, María despertó con un fuerte dolor de vientre. Llamó apurada a José, que dio un salto y se puso los pantalones lo más rápido posible, pues aun le costaba un poco por la costumbre.

¿Que fue lo que le dijo Don Luis antes de irse a dormir? ¡Ah, si!, que le diera unos golpes a la pared del cuarto. Al lado está la habitación donde duermen ellos. Se levantarán a la hora que sea. ¿Y después? No recordaba. ¿De que fue que hablaron luego? Esa noche preparaban unos deliciosos dulces para brindar, escucharon a que se debía la fiesta. Celebraran el nacimiento de un niño llamado Jesús.

A cada momento surgía una nueva revelación de algo que le costaba creer. Por ejemplo, La María y el José de quien ellos comentaban tenian una mula y un buey en la choza donde nació ese Jesús, Pero pronto su hijo nacería y allí no había animales de ese tipo, además, les sobró posada, alimento y ropas. Doña Gracielita y Don Luis les habían traído muchas cosas bonitas, algunas ni siquiera conocían la utilidad.

Hasta Juan Manuel y su esposa, Morela, y su familia, y en general todos los vecinos del lugar les pidieron que avisaran cuando naciera, o cuando “reventara la piñata”, que parecía significar lo mismo.

Total, que agradecía al Señor profundamente que ellos no habían pasado por tantas necesidades como los de la historia que les contaron. Lo único que aun les cosquilleaba a los dos, cada vez que hablaban, era la presencia de los Reyes Magos, a quien nadie vio ni conoció por que se fueron tras la Estrella que los trajo hasta aquí, y que se parecian a los del hermoso pesebre que adornaba la salita del hogar. ¿Qué se habrian hecho? No se los mencionaron a los ancianos porque era una historia muy rara, y no imaginaban la reacción, ¿Que les responderían? ¡Mejor era esperar a ver que pasaba!

Los toques en la puerta del cuarto lo sacaron de sus pensamientos. Abrió, eran don Luis y doña Gracielita, la camioneta no quería prender, así que llamaron a Juan Manuel, pero mientras éste llegaba, María comenzó a parir.

Al fin llegó la esposa del gocho con su auto, y mas atrás Baudilia con sus dos hijas y su suegra, y luego la abuela Pancha, vecina de la casa Nº 17, rodeada de sus tres hijos y cuatro nietos, doña Berta, el señor Jorge, la señora Augusta, y Nina, rodeada como siempre de su prole, y todos los vecinos, uno tras otro se fueron levantando de sus camas al escuchar el llamado, que llegó sólo a quienes tenía que llegar.

Entonces la novedad no fue que una mujer daría a luz, más bien que sentían un algo encantador que había surgido de la noche a la mañana para acercarlos más. Algo pasaba en Guarerá. Algo había cambiado en “La Sampablera”. El Callejón 21 y sus habitantes, tenían algo especial que hacer.

Se escucharon diferentes opiniones. Cada vecino aportó una nueva idea: Que si los bomberos. Que si la policía, que si no se que otra cosa. Pero no hubo tiempo…

– ¡Joseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeé!

– ¡Vaya rápido que su mujer lo está llamando!

-¡Ya oí señor Juan Manuel, pero no se que hacer!

-¡Ya el niño vieeeeeeeeeeeeeeeeeeeneeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!

José corrió al cuarto, Graciela llamó a la Abuela Pancha, tal vez aun a los ochenta y seis años recordara lo esencial para ayudar a nacer a un niño, ella fue comadrona en su juventud y adultez. Así que se encargó de dirigir el parto: Agua caliente, sábanas limpias, la respiración de la madre, las dilataciones, cerrar la boca para que el muchacho no se le suba, pujar, el ombligo, y… un celular para llamar a los bomberos y trasladarlos después, para que los atendieran bien, pues ella reconocía que los tiempos eran otros, pero si había que ayudar, ni modo ¡Pa’ luego es tarde!

Y el llanto del recién nacido trajo alegría a todos los presentes. El callejón 21 acaba de recibir un regalo. Y sus habitantes, unidos quien sabe porque misterioso destino, son los únicos testigos del milagro. Unos y otros se miran emocionados, pero no expresan lo que sienten, “Cada uno tiene ojos para ver, oídos para escuchar y corazones para sentir que son seleccionados para lo que está pasando”.

Al fin llegó el Doctor Omar. Uno de los médicos cubanos que atienden en la comunidad. Entró a la habitación y auxilió a la anciana, que ya estaba a cargo y aceptó gustosa su experiencia.

La muchacha fue guapa, y el padre ayudó como un experto. También llegaron los bomberos, pero tuvieron que esperar a que el trabajo de parto concluyera. El para médico se portó a la altura, igual que los enfermeros. Total, que a las ocho de la mañana, el café y las arepas del desayuno en las casas de los asistentes se hicieron más tarde que de costumbre, porque en la casa de los viejitos algo bueno acababa de pasar.

La sirena de la ambulancia se volvió a encender cerca de las ocho y media, y se llevaron a los padres y al recién nacido, para terminar de atenderlos en el hospital.

Ese día 24 de Diciembre la comunidad brindó en la noche por la aventura de esa mañana. La emoción por el alumbramiento los reunió en fraternidad y gozo.

Parece mentira. A mis ochenta y seis años cumplidos ahorita, el diecisiete de Diciembre, pude acordarme clarito de cómo se partea a una mujer. El niño nació a las siete y diez de la mañana exactamente. Me siento como si llegué a esta edad para cumplir con éste compromiso imprevisto, ¡Hoy estoy feliz!

CAPÍTULO XXVIII

EL HOSPITALITO MUNICIPAL.

La ambulancia de los bomberos llegó al hospitalito municipal de Guararé, bajaron a la parturienta y al bebé. El médico de guardia, Doctor Goncálvez, fue directamente a sala de parto, tenía que evaluar a la mujer, terminar de asistirla y asegurarse que los cuidados después del parto culminaran correctamente.

Por su parte, el pediatra, Doctor Pedro del Castillo, tomó entre sus brazos al infante, lo midió, lo pesó, toda la rutina necesaria para comprobar que estaba bien, y realmente: ¡Todo estaba excelentemente bien!

Los dos médicos se encontraron luego, compartirían la guardia de ese día 24 de Diciembre, hasta el 25. Así que la cosa era para rato. Las enfermeras y todo el personal se acercaban a la ventanita donde acababan de colocar al único niño que había nacido en Guarerá desde hace veinte años, y es en éste día de Noche buena.

¡Un Niño Jesús en Guarerá! La muchacha dijo que así se llamaba. La diferencia es que éste nació en la mañana del 24, y el de la Biblia nació en la noche. Pero, ¿Qué importancia tiene la hora? ¿Qué más da si es Jesús, Antonio, Lizmary o Tomás? ¡Es un niño! Y en un niño está representado El Mesías, como en todos los niños del mundo.En Guarerá no hay maternidad, solo ese hospitalito, con una sala de parto que no se usa más que para examinar y enviar a las parturientas directo al hospital general, que queda más allá, en la ciudad. Tener ese bebé recién nacido allí, es una bendición de Dios.

¡El primer Guarerense en veinte años! ¿Eso hay que celebrarlo en grande!- Y la voz se corrió por todo el pueblo.

Tan bendición fue, que durante todo ese día 24 de Diciembre los enfermos que asistieron a la emergencia, sanaron inmediatamente.

Un hombre de 30 años llamado Pompilio, se acercó disimuladamente a la ventana, quería ver al niñito. Sólo se acercó y sintió como la salud regresaba a su cuerpo. Era el único enfermo de SIDA del pueblo. Allí todo el mundo se conocía, y lo rechazaron al conocer la verdad: Los comprendo, ¡Que carajo! ¡Nadie se iba a exponer por mí! Le dio las gracias al niño y salió emocionado hacia su casa.

Los médicos trabajaron con el mismo entusiasmo de siempre, pero a partir de ese día los acompañó un poder especial para sanar a sus pacientes; las enfermeras, camilleros y los bomberos pasaron el resto de sus vidas dedicadas a sus trabajos con amor renovado, atendiendo a sus familias como si de pronto valoraran el calor del hogar con una nueva ilusión. Asumieron para siempre que de ellos depende en gran medida el éxito de los hijos, al recibir sus dones bajo la protección familiar.

Todo ese día algo extraño pasó en ese humilde hospital.

CAPITULO XXIX

HORA DE VISITA.

A la hora de la visita, la habitación de la única hospitalizada de ese día estaba llena de gente alegre y de buena voluntad; hasta la abuela Pancha se acercó a ver a los dichosos padres y al nene. De paso que compartió su experiencia con los médicos y el bombero que se encargó de ayudarla y luego hacer el traslado.

Nuevamente las preguntas de rigor eran hechas por unos y otros, al igual que los comentarios: ¿Cuánto pesó? ¿Cuánto midió? ¿Cómo te sientes ahora? ¿Ya te bajó la leche? ¿Y los miaos?

María observaba el entorno con una sonrisa de bienestar y agradecimiento. Las últimas horas fueron estresantes: gente extraña pero buena, agujas, cosas de tomar, revisiones, preguntas cuya respuesta desconocía, y ahora todas estas bellas gentes contagiadas con su felicidad y la de José.

Por su parte, José estaba demasiado contento con todo lo que hoy le aconteció, ¡Claro! A pesar de los grandes sustos y emociones de alto riesgo que había tenido que afrontar. Pero bueno, el Señor es grande y le dio inteligencia y valor para sobrevivir a tantas sorpresas.

Le brindaron una sabrosa bebida, le dicen “miaos”, además le obsequiaron mantas, alimentos y otros regalos. Definitivamente el mundo, su mundo, anda atolondrado, pero en fin…ellos son gente de fe, y nada malo le puede pasar al que anda con Dios; o por lo menos, si pasa, ya él mismo los ayudará a salir del problema, como hasta ahora.

¡Hoy no han visto a Román! Los viejitos están preocupados porque seguro que va a ir al mercado, y al no encontrarlos puede asustarse. O desorientarse. No se sabe aun donde vive, y es algo que los atañe directamente.

-Fíjese si lo ve por allí. A lo mejor ya sabe que nació el muchachito.

Por su parte, María, entre dormida y despierta, extraña la presencia del jovencito. Búsquenme a Román. Debe andar extrañándonos.

Avanza la tarde, llega la noche y siguen llegando amigos, la gente se acerca por que se corrió la voz de que el niño que nació trae buena vibra. Todos los que estuvieron presentes en la mañana, a la hora del parto, dicen sentirse felices y saludables.

– ¡A las siete de la noche se termina la visita! Dice el vigilante, sonreído por que hoy es noche buena y todo está demasiado hermoso. Se retira con tranquilidad, puede dejarlos otro ratico, pues ya la mayoría está en las afueras del hospital, por aquello del sereno para el niño.

CAPITULO XXX

CARAVANA DE LA SALUD.

Falta poco para las siete de la noche, y los Reyes Magos, junto a Cipriano y Román han encendido una fogata, se encuentran cantando mientras llega la hora en que aparezca la Estrella que los guiará hasta El Mesías, de pronto, la luz resplandeciente, mágica y juguetona, apareció rodando bajo el puente.

Parece una luz de linterna, pero más viva. Acotó Cipriano, mientras su mirada corría tras el rápido círculo dorado.

Melchor, Gaspar y Baltasar se levantaron extrañados, la esperaban cerca de la media noche, pero como todo estaba alterado, ¿Quién sabe?

Maravillosa Estrella de Belén, guíanos hasta El Mesías que acaba de nacer. Dijo Melchor emocionado, y los cinco alegres viajeros, iniciaron el recorrido tras la graciosa luz.

A decir verdad, el viaje a pie fue divertido, las personas los miraban extrañados, pero como es noche de Navidad, se les fueron uniendo, como hipnotizados por la alegre idea de algún espectáculo cultural y religioso del cual no se habían enterado.

Al fin llegaron al hospitalito municipal. El vigilante los iba a detener, pero había muchas personas acompañando a los tres señores vestidos de Reyes Magos.

Llegaron radiantes. Tantas cosas que percibieron durante la caminata. Sobre todo en los niños: dolor, carencias, soledad, algunos hasta eran crueles. La falta de amor y el respeto que debían recibir en sus casas les afectaba espiritualmente.

La misma apariencia la transmitían muchos adultos y jóvenes, cuyos cuerpos estaban maltratados por sustancias tóxicas, por pensamientos oscuros, por querer vivir el día de hoy con las angustias de mañana. La mayoría de los enfermos portaban sentimientos de envidia, rencor y mala fe. ¿Es que nadie les ha dicho que tienen que cuidarse? ¿O no se quieren? Por eso tienen tantas pruebas en sus vidas, para que aprendan las lecciones. No se puede vivir con egoísmos ni rencor. Ésta noche, ¡todos fueron sanados!

Dos ancianos esposos, que andaban en la calle solos en busca de medicinas y distracción, observaron el paso de la gente tras los Reyes.

¿Quieres ir mi amor? Le dijo a la esposa, que hace años está ligada a una silla de ruedas por la artritis. Parece algo divertido, así nos distraemos.

¿Y si me duelen más las piernas? ¿Y si te cansas mucho por empujar la silla? Recuerda que ya tienes más de ochenta.

¡Habremos intentado tener una aventura juntos! Y nos devolvemos a casa. Pero no quedará de nosotros.

Ya los años duros pasaron. La misión de vida está cumplida. Ocho hijos de noble corazón y de excelente proceder. Ya no más preocupaciones ni sufrimientos. Juntos han dado la batalla de frente a los altibajos de la convivencia. Ahora se tienen el uno al otro. Se aman y se ayudan con atención, pero las enfermedades propias de la vejez y la tristeza por los que se fueron primero y la añoranza por la casa llena de niños que ahora son adultos los tienen apagados. La decisión fue espontanea; ¡Comenzaron a seguir a los Reyes!

Poco a poco la alegría se les contagió. El anciano soltó la silla para aplaudir, y la anciana se levantó a bailar y cantar. Y la silla se quedó atrás, sin que nadie se ocupara de ella. Y la salud, nuevas energías e inspiración para vivir en paz fueron sus aliados para siempre. ¡Los ancianos esposos recibieron la Santa Bendición de La Navidad!

Gracias a Dios que lo malo había desaparecido sin el más mínimo esfuerzo. Los Magos irradian bondad. Y la bondad contiene afecto, y el afecto cura el mal, siempre que se desee, ¡Por eso es tan importante rodearse de lo que nos da felicidad! ¡Llueve la salud!

Comenzaron a caminar ayudándose unos a otros, cantando aguinaldos, otros curiosos solo avanzaban a su lado, en total armonía y cordialidad.

La Estrella se posó sobre el hospitalito municipal. Desde lejos se apreciaba el júbilo reinante en el lugar. No pudieron pasar a adorar al niño sino hasta media hora después, pues una anciana del mismo color de Baltasar se los impidió.

Tienen que quitarse el sereno, ¡Ah1 Y no lo vayan a cargar hoy.

A la media hora exactamente, en medio de cánticos bien alegres, cuatro, maraca, furruco y tambor, pudieron al fin entrar a ver a Jesús.

CAPITULO XXXI

DOLORES.

La casa se encuentra silenciosa. Dolores apenas si se acerca al cuarto. Algo le está pasando a su marido, lleva 11 años de mortificación a su lado, de ellos, dos los pasó sola mientras él estaba preso. La vida que llevan es incompatible con la felicidad. Sospecha que pronto los van a volver a allanar, Colmos no se detiene en sus fechorías, hace lo imposible para lograr sus objetivos, siempre oscuros.

Es hábil para sacudirse los problemas en los cuales se involucra. Paga, se cubre bien las espaldas, en fin, parece imposible de vencer. Es un delincuente común con proyectos y acciones cada vez más planificadas, mejor encubiertas y peligrosas, y ella no puede decir nada porque entra en furia y la golpea, sobre todo si está drogado. Ese es su negocio, y su necesidad. Definitivamente decidió ser eso.

Ella por su parte, le tiene paciencia, se acostumbró a vivir así. Es su marido. Espera que algún día su suerte cambie. Que le llegue por encanto alguna cosa maravillosa que la haga feliz.

Siempre quiso tener hijos, pero no se atreve. Conoce el riesgo de un embarazo bajo la influencia del alcohol y la droga. También le teme a un mal golpe de Colmos. O a que la deje. Además, desea conservar su comodidad.

Estudió hasta cuarto año de bachillerato. Siempre fue buena alumna. Al iniciar el quinto año conoció a Colmos, no era alumno del liceo. Lo conoció en una rumba pro fondos de la graduación. Era bello. A él lo cautivó su apariencia delicada, bien vestida y de excelente porte. Apenas su mamá lo vio puso mala cara.

Será muy buen mozo, pero tiene mala vibra Doli. Así que mejor sacúdete ese pegote.

Pero Colmos continuó tras ella, galante y caballeroso. Tenía carro, dinero y era un poco mayor que ella. Interesante para una adolescente. El tipo la embobó con la charla. Su ingenuidad y la falta de voluntad la ligaron cada día más a él. Comenzó a escaparse del liceo. A mentir.

Se inició en el sexo antes de cumplir los quince. Y se fue de su casa dos días después de la fiesta de cumpleaños.

Hace días que piensa en sí misma. ¿Será que si puede salir de el hueco donde se siente metida? Recuerda a la muchachita embarazada del mercado, se apreciaban pobres, pero muy felices. Hasta sintió que estaban desubicados, sin embargo, no parecían tener angustias. Les entregó el paquete llenito de billetes que Colmos le mandó a depositar en distintos bancos donde tiene cuentas. Era suficiente para salir adelante con una visión productiva de la bendición que significa el dinero. ¡Ellos le darán mejor uso! No siente remordimientos.

Desde ese día anda cavilando. ¿Por qué ella no puede comenzar de nuevo? ¿Existe una vida sin Colmos?

Hoy lo sintió llegar de madrugada, ni se movió a verlo, no fuese a pegarle sin razón, a cuenta de cualquier rabia que trajera de afuera. Menos aun si le pregunta por el depósito que debía hacer en el banco. ¡Es dinero sucio, producto del daño a la salud de mucha gente joven!

Ella le dio mejor uso. Ahora se siente menos culpable. ¡Ha sido cómplice, y hasta hoy se dio cuenta!

CAPÍTULO XXXII

COLMOS

Colmos esta en shock. Recuerda en silencio como subió al automóvil esa madrugada. Lo había dejado la noche anterior detrás de un paredón que rodea un taller mecánico y chivera, era el sitio ideal para luego poder montar al niño: alejado del pasadizo de la gente, sin luz, apartado y solitario.

Se bajó y caminó hacia un kiosco donde venden cervezas y hacen parrilla. Por detrás del mismo hay un camino que es transitado por los vecinos que viven en lo alto del barrio Maturín; también por allí hay una entrada hacia el puente, en un recodo donde sólo los piedreros y menesterosos penetran.

El conoce el sector. Por allí tiene a varios de sus vendedores. Y fue en el Kiosco que vio extrañado como salían de allí dos recogelatas, un día que estaba dispensando el “material” a un cliente. Uno de ellos era La Pide Pide.

¿De donde vienen esos?

De la quebrada que pasa por debajo del puente de Maturín. Allá abajo viven un poco de esos bichos.

¿Debajo del puente?

No, hacia arriba, Como quien se devuelve hacia el pueblo. Debajo del puente no, porque es peligroso. ¿No ve que allí es donde se desborda?

¡Hay que ver que en éste pueblo si hay locos no joda!

Pero la cosa no quedó allí. Cuándo supo que La Pide Pide había muerto, comenzó a indagar sobre el hijo. Hasta se arriesgó con dos veteranos de la zona a bajar a buscarlo. Y para mayor sorpresa se encontró a un sujeto retrasado que le negó al muchacho. Así que se desvió en la búsqueda hacia otros sitios, hasta que lo ubicó. Es una obsesión.

Recuerda entonces lo que pasó esa madrugada, cuando experimentó un sentimiento desconocido. Pensó en que hacer con el grupo que tenía enfrente, y lo cruel de la situación. Por un instante todo su empeño e interés por lo material perdió importancia, y sin explicación lógica, dio media vuelta y camino hacia la autopista, tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Subió al automóvil y aceleró hasta casi matarse. No sabe ni como llegó a su casa.

Quiso despertar a Dolores. La miró con un sentimiento extraño, ¡Es tan joven y tan bonita! Ella confió en él. Le dio sus mejores años. Una niña de “mamá y papá”.

Dolores ni levantó la cabeza para verlo, tal vez estaba pasando una borrachera o una voladora. ¡Un lastre todo el tiempo!

Sacudió la cabeza fuertemente. ¿Qué carajo le pasaba? Hasta sentía ganas de llorar. No consumiría la última sustancia que se compró. Carísima, pero a él le cae mal.

Ahora se encuentra meditando sobre su venganza hacia la Pide Pide, las joyas de los tipos y el recién nacido. ¿Donde estarán a esta hora sus cautivos? Algo tiene que hacer. Ya recuperó su valor.

Debe entregar a Román ya, es un compromiso adquirido como paga por la última mercancía que le llegó. No ha podido secuestrarlo por tantas cosas raras que ocurren cada vez que lo intenta. De esta noche o mañana no puede pasar, debe mucho dinero, se le pasó la mano ésta vez comprando sustancias demasiado costosas para su propio consumo.

Prometió entregarlo porque es una presa súper fácil, él tiene copia de todos los documentos que en la Casa Hogar le fueron tramitados cuando ella cayó presa. Los ha guardado esperando el momento de echarle el guante. Después de sacarlo del país, ¿Qué le importa su suerte? Y la deuda quedaba saldada entre La Pide Pide y él.

Ismael Bonilla, Delirio, le había diseñado un operativo para atrapar al niño. El hombre realmente es un estratega para inventar maneras de crear caos en medio de cualquier incidente y ganar tiempo para cumplir con cualquier cosa.

No tiene confianza en él, lo buscó para utilizarlo como pantalla. Pero ahora esta confundido. El supuesto “Individuo Clave” ha demostrado que en medio de sus delirios, sabe como cumplir.

Colmos dio vueltas en la cama varias veces. Decidió levantarse y salir.

CAPITULO XXXIII

LA PIDE PIDE.

El vagón del metro se cerró. Estaba atestado de gente que va de Capitolio a Petare, hombres y mujeres cansados del trajín del día, pero con el espíritu “mamador de gallo” del venezolano, siempre buscando alivio en medio del agotamiento para reír.

Llegó La Pide Pide, la Pide Pide.

La mujer, de edad imprecisa por lo maltratada comenzó a hablar en voz alta. A su lado un niño morenito y con cabellos muy negros la acompañaba silencioso.

La Pide Pide, como me llaman aquellos que me tienen cierto cariño por que conocen mi situación. Toma aire y recita. Ustedes me han ayudado a mantener a mi familia y a salir de la miseria muchas veces, gracias a su colaboración desinteresada. Avanza en medio del vagón recogiendo dinero. La Pide Pide soy yo misma, así me bautizaron personas de buena fe. Sonríe a una mujer que le da dinero ¡Dios se lo devuelva en salud! La Pide Pide ahora está en la misión Hipólita, y tengo la fe en que mi situación va a mejorar cada día gracias a que descubrí junto a mi hijo la bondad del Altísimo. La pide pide está agradecida de todo lo que Dios ponga en sus manos para regalármelo, y que se lo multiplique a usted, yo me conformo con eso! Continúa avanzando y recogiendo dinero. Gracias a todos los que me dieron real, y a los que no me dieron, que Dios los ayude para que me den la próxima vez.

La Pide Pide, como la llamaban, había sido bautizada con el nombre de Luz del Alba Martínez. Nació en un hogar donde la abuela se encargaba de los nietos que a cada momento le dejaban sus hijas; cinco mujeres a quien llamaban las escopetas, por lo tironas que eran. Así que entre la promiscuidad y el desorden, no pudo la pobre alcanzar la más mínima lógica ni autoestima para vencer las trampas de la vida. Lo único que si aprendió fue que a la virgen se le encienden velitas para que lo ayude a uno, que hay Dios que cuida y protege y que cada año es Navidad. Su abuela los preparó a todos para al menos tener alguien en quien confiar.

Su educación fue el más genuino modelo de “Como volver loco a un niño”. Era la tercera de los 19 nietos de Berta. Las dos mayores eran hijas de la única “tirona” que le daba real. En cambio, ella era la única hija de la que nombraban Dominga, más loca que una cabra montañera, la menos querida de todas. Por eso fue a ella a quien le tocó el rigor de la anciana.

Párate a lavar. Cuida a los niños. Prepara las arepas, Monta la sopa. Ve a comprar. A pagar. A averiguar…

Órdenes y contra órdenes. En la mañana le decía que se cepillara los dientes y se vistiera para que fuera a la bodega a comprar plátano y a los diez minutos la mandaba a fregar el baño, luego a comprar plátano de nuevo y en un segundo la contra orden de cuidar a uno de sus primos, un niño con problemas de atención muy difícil de controlar. Y atendiendo al mandado escuchaba una orden de otra tía, y una de la otra. Y al final de la tarde el regaño acostumbrado.

¡Desde que te levantaste te estoy mandando a comprar plátano y te has hecho la loca!

Iba a la escuela a descansar de la casa. Entonces era la maestra. Habla que habla. Y como no atendía ni mejoraba, a meterle el chisme a la abuela. Una pela segura y un castigo parecido a toda su vida desde que nació: ¡Lava! ¡Cuida! ¡Busca! ¿A que hora haría la tarea? ¿Cómo aprender a leer?

Creció desubicada. Sin orden ni calma para pensar. Eléctrica y guabinosa, porque su cerebro no pudo desarrollarse normalmente. La abuela le otorgó responsabilidades que no estaban acordes con su edad. Como no podía controlar a las hijas, se le afincó a la nieta. Lo peor era que en oportunidades la alababa para manipular su atención

En algún momento de su vida se terminó de desequilibrar, y salió a la calle sin destino, donde la agarrara la noche dormía, y se fue alejando de su casa. Hasta varios años después, que regresó a las cercanías del hogar por instinto, y solo por el tiempo necesario.

En su rostro destacaban poderosamente unos grandes y expresivos ojos verdes, su carácter violento la hizo engancharse con más de uno. La comenzaron a llamar “Gallo de pelea”. Y al final quedó con el apodo de “La Pide Pide”.

¡Eso sí! Berta la buscó por todos lados. La lloró desconsoladamente. Como si hubiese sido la más querida de todas las nietas. ¿O la única que pudo mandar a su antojo?

Nació en “Santa Catalina”, especie de barrio que conserva aun ciertas características de la hacienda de caña de azúcar que fue en tiempos de la colonia. Por allí andaba cuando se le presentaron los dolores de parto, y en el establo de la casa grande, donde amarraban los burros en aquellos tiempos, dio a luz un sietemesino un nueve de diciembre de 1996. Un señor, que regresaba de hacer una visita en el caserío se detuvo a orinar, y cuándo se metió en el monte escuchó el llanto del niño. Y la descubrió acostada sobre cartones y paja, medio desmayada y con el bebé en los brazos y en mal estado. Entonces la montó en el carro y la llevó al hospital general.

Había demasiados enfermos. El hombre, a quien llaman comúnmente “Gavilán”, prendió un escándalo para que la atendieran. Hasta que no vio que la muchacha mejoró, no se quitó de allí. La ingresó con una hemorragia y prendida en fiebre. Le compró medicinas y hasta buscó sus datos personales, contenidos en una bolsa sucísima que regresó a buscar al lugar de donde la recogió.

Nada mas que a mi me pasan estas cosas. Mirando la miseria del lugar y la maloliente bolsa. ¡Hay que ver que la vida tiene vainas increíbles!

Colocó los documentos en el morral verde aceituna donde cargaba sus útiles personales y se los dejó en recepción, introdujo un dinero en uno de los bolsillos y pasó el cierre. Les explicó responsablemente las condiciones como la consiguió, y confió en la eficiencia de ellos. No podía quedarse más tiempo, mostró unas credenciales y pidió atención hacia la mujer y el niño.

Por su parte, las enfermeras, ignorando lo que pasaba en el otro departamento, pensaron que él era el padre de la criatura, y lo mantuvieron informado. Al preguntarle el nombre del niño, se le ocurrió decir “Román”, como él. Y cuándo La Pide Pide se recuperó de su gravedad, se lo entregaron con nombre y todo. Lo que ella aceptó sin problema. Pensó que así funciona la cosa.

Al ver el asunto concluido, Gavilán se marchó. Las misiones a veces duran poco y uno no se debe apegar a nada. Hacer algo por un semejante es como si se lo hiciera a sí mismo. No la volvió a ver. Miró al muchachito por la ventana y lo bendijo:

¡Que tengas suerte carajito! ¡Fue un placer ayudarte!

En el hospital, le dieron comida, la enseñaron a amamantar, y le entregaron un ticket para que viniera a controlar a su hijo y a beber leche todos los días, más nada.

La dieron de alta sin mucho preámbulo, había demasiadas mujeres allí pariendo y gente enferma, la crisis hospitalaria estaba instalada en esa institución, gracias a Dios, porque nadie notó que era una indigente incapaz de cuidar un recién nacido. Todo lo que ocurre tiene una razón.

Pasaron los meses y nadie la volvió a ver, se quedó en aquel barrio escondida,

en las ruinas ocultas entre el monte, donde habitaron esclavos y peones en sus respectivas épocas. En ese recinto había sabiduría que por años se quedó flotando en la atmósfera. Estaba allí esperando ser utilizada. Y ella, en medio de su desequilibrio, tuvo la suficiente humildad e inocencia para escuchar la ayuda que le brindaban gustosos sus ancestros. ¡Total, ella estaba loca y a los locos cualquier cosa les puede ocurrir! Lo que hay es que dejarse llevar.

Allí aprendió a ser madre, nunca dijo nada de lo que no conocía y confió en su presente, que era su bebé y las ruinas con todos sus secretos. Encontró el dinero en el cierre del morral verde aceituna y con él se defendió por suficiente tiempo

A veces salía de madrugada, conseguía alimento en los basureros, en los restos de las mesas de las areperas, también robaba a los borrachos, que se quedaban dormidos en las calles. Servía de desahogo a los lateros e indigentes, tan pobres como ella, pero que así y todo le daban real. También ganaba dinero que le regalaban personas por cuidarles el carro o sólo por caridad. Pero al niño, en medio de la miseria, nunca le faltó nada. Especialmente amor. Nadie notó que en el morral verde aceituna que cargaba como una cangura estaba un bebecito.

Poco después, continuó con sus vicios y la vida que escogió vivir, aunque el nacimiento del niño le dio una especie de luz a su camino. Lo cargó con ella siempre, y cuando ya habían recorrido miles de lugares donde vivir, los separó el destino, y luego los volvió a unir, su devoción hacia él fue inquebrantable, y el niño amó a su madre con fervor, disfrutó de sus rascas y adicciones, aprendió a cuidarla, y comprendió que de los dos, él era el cuerdo. Y además que precisamente por serlo, debía velar por ella.

De sus labios escuchó que una noche se presentó en el rancho que compartía con otros indigentes, un señor que para ella, humilde y media loca, era demasiado. Un hombre importante, con carro y real. Hasta le regaló aguardiente.

En medio de la conversación del hombre y los tragos, se percató que tomaba al niño, de apenas tres años, y se lo llevaba. Como la vio alterarse, le entregó un puñado de billetes y le propuso suministrarle drogas y licor suficientes. Ella se defendió como pudo, impidiendo el secuestro. Él la golpeó y le ofreció más dinero, muchos billetes. Parecía brindarle la mayor oportunidad de su vida. Al fin se largó, insultándola. Román estaba en sus brazos, y nadie se lo iba a quitar.

Unos días después, intentó de nuevo robarle al hijo. Logró, con ayuda de un latero, suministrarle licor con una sustancia que la adormeció. Colmos tomó al niño y lo trasladó hacia el carro. Pero en el camino se encontró con una serpiente venenosa e iracunda. En un segundo, La Pide Pide se le enfrentó. Realizó hábilmente, botella quebrada en mano, un violento movimiento y… ¡Juas! Le sacó el ojo izquierdo, la mejilla y parte de la nariz.

Román despertó en un hospital con una aguja metida en el pequeño brazo. Los médicos lo iban a ver a cada rato, le habían inyectado droga y pudo haber muerto. A La Pide Pide la volvió a ver a las dos semanas, estaba presa, y había salido por la intervención de Colmos, para que no hablara. Que las cosas quedaran como un accidente.

Él si fue preso por dos años. Si ella hubiese hablado, no se salva de pasar allí el resto de su vida. Pero consideró su necesidad de buscar al niño. De todas maneras no se le comprobó nada y lo dejaron en libertad. También la justicia tiene sus debilidades. ¿O no existe una justicia absoluta?

Sin embargo, ella estuvo recluida en un sanatorio por dos meses, de allí se escapó y buscó al hijo hasta encontrarlo. Se le respetó su derecho de madre y el del niño hacia ella.

Estaba en una “Casa Hogar”, donde lo cuidaron por cinco años, lo visitaba a cada rato, hasta por la acerca se asomaba, se trepaba en los árboles para verlo aunque fuera de lejos.

El bebé lloraba desconsolado y enfermó. Entonces la dejaron entrar a limpiar, a colaborar como voluntaria y por último, le ofrecieron rehabilitación. Y ella cumplió con los requisitos.

Asistió a las citas, aceptó bañarse y en lo que pudo mejoró. Pero su esencia era estar errante, eso no lo pudo cambiar, aunque lo disimuló. Hasta que le ofrecieron la oportunidad de llevar al niño por raticos a pasear. Y en una de esas no regresaron y continuaron su vida de aventuras.

Poco después se presentó ante la misión Hipólita, donde la ayudaron a mejorar en algo su salud, y le dieron la oportunidad de acercarse a la sociedad con un nuevo proyecto, con ideas de reconsiderar su vida, pero ya era tarde.

Un día antes de morir le señaló a Román el hombre por el cual la pusieron presa.

¡De ese mal parido se puede esperar lo peor Román! Te le pones siempre bien lejos. Le comentó en su agonía.

Falleció en una plaza, debajo de unos árboles, mirando al cielo.

Desde allá arriba te voy a ver siempre carajito. Igualito que la estrella del niño Jesús. Pírate en lo que me desprenda, para que no te prense la policía.

Vete tranquila mami, cierra los ojos y ponte a ver la luz que yo te digo que es mágica. A lo mejor te curas.

Ese es el mismísimo Dios hijo, que me está llamando. Y cerró los ojos.

Román comprendió que había muerto, se retiró del lugar y observó desde lejos como vinieron carros de policía y gente uniformada y se la llevaron en una bolsa. Dio media vuelta y comenzó a caminar sin rumbo, su mamá estaba con él, las madres nunca abandonan a sus hijos.

A día siguiente, apareció el fulano hombre. Y desde ese momento, anda inventándose una en busca de su camino. Sabe que hay una luz bondadosa que lo guiará a algún sitio seguro. En su mente la tiene bien precisada. Y se deja guiar por ella, pero sin descuidarse, sabe que el mal anda merodeándolo, y tiene que estar alerta, pero en calma. Poco a poco ha ido comprendiendo como funciona el lío ese de comunicarse con Dios.

CAPÍTULO XXXIV

CAMBIAR DESDE ADENTRO.

Hoy es 25 de diciembre, el día está hermosísimo. Son las 2 de la tarde, María, José y el bebé llegaron, los trajo Juan Manuel, después de hacer quien sabe cuántas aclaratorias sobre la cédula de los padres y todo lo demás. Por fin, el doctor Goncálvez y el doctor Pedro del Castillo, después de escuchar todo el lío del censo y de Herodes por una parte, y del dolor de barriga en el mercado y que son unos extranjeros recién llegados de demasiado lejos, por parte de los dos viejitos que los trajeron y los vecinos, y por último, la extraña versión de los tres individuos vestidos como magos, decidieron, junto al personal administrativo y a las enfermeras, darle la tarjeta de nacimiento al niño. Total, todos habían recibido a través de aquella experiencia una especie de confianza en sí mismos, en el poder de la fe y la alegría de vivir mayor que la que tenían antes.

NOMBRE: JESÚS.

APELLIDO: NAZARET.

HORA DE NACIMIENTO: 7:10AM.

FECHA: 24-12-2007

LUGAR: HOSPITAL MUNICIPAL DE GUARERÁ.

NACIONALIDAD: VENEZOLANO.

PESO: 3,500 Kg.

TALLA: 53 CMS

Entre otros datos importantes que bien supo cada quién solventar. Total, estaban comprometidos con una especie de misión sobrenatural. Y había que cumplir. Guarerá estaba cambiando para bien.

Ahora ven con claridad las deficiencias que presenta el hospitalito, o las calles, o sus hogares, ahora lo que sienten son deseos de transformarlo todo sin quejarse ni criticar, mas bien cada uno comprendió que de su propia voluntad dependen las soluciones. Así que el asunto quedó resuelto y los dieron de alta. Ya se sentarían seriamente a hablar sobre la necesidad de la Maternidad y de otras mejoras. ¡Hay que unirse para arreglar lo que no sirve!

El callejón 21 esta en silencio aún, todos duermen, celebraron como nunca, no fue una fiesta como otras veces donde los tragos y el alboroto están lejos de ser una alegría relacionada con el nacimiento de Jesús. Apenas los que tienen niños se esmeran más por el suceso. En cambio ésta vez ha sido especial. El muchachito ha traído armonía al lugar.

CAPÍTULO XXXV

HERVIDO DE GALLINA.

Entraron directo al cuarto. Allí José comenzó a ordenar tantos objetos, desconocía el uso de muchos de ellos, pero aprenderá, lo importante es no asustarse y confiar, Dios le dará solución a cada incógnita que se le presente. No hay que temer a nada. También los Reyes se encuentran en la casa de los ancianos. Morela les trajo una olla llenita de hervido de gallina, que según dijo es muy bueno para después del parto.

¡El primer plato se le sirve a la recién parida!, ¡Para que le traiga buena suerte!

¡Huele exquisito!- Dijo Melchor.

¡Esto es para ésta noche, hay que celebrar!- Dijo Juan Manuel, colocando una botella de vino en la mesa.

Morela, escandalosa como siempre se levanta y exclama:

Espérese que se asome María para volver a ver la hermosura de muchacho que vino a nacer en nuestro barrio. ¡No les dije que esos dolores no eran de barriga nada!- Intrigada- ¿Y ustedes? ¿No es el seis de enero que salen a dar regalos?

Con todo este hermoso acontecimiento, no nos hemos presentado, dice Gaspar. Él es Melchor, él es Baltasar, y yo soy Gaspar.

Graciela, Luis, Juan Manuel, Morela y la abuela Pancha quedaron en total desconcierto. Hasta sonrieron mientras se miraban disimuladamente, entre incrédulos y maravillados.

Entonces Gaspar, con gracia y modestia mostró sus manos cerradas como un puño, y las abrió, y de ellas brotaron miles de estrellitas luminosas, pequeñitas como

botones de rosa bebé, de increíble variedad de colores, que recorrieron la casa y cayeron como nieve sobre el pesebre que decoraba la sala.

¡Ah carajo! Exclama don Luis convencido de que un milagro ha venido a bendecir su hogar, ¿Es decir que la madre de Dios y San José vinieron a mi casa?

¿Qué en nuestro hogar nació el mismitico Niño Jesús? Dijo Graciela con los ojitos aguados.

Los presentes, no podían terminar de despertar de aquel hermoso sueño de Navidad.

¿Podemos avisarle a la familia don Gaspar? -Preguntó Juan Manuel.

¡El Ángel del señor ordenó que se le avisara a todos! Asiente Gaspar emocionado.

Morela y Juan Manuel sacan sus celulares, comienzan a llamar. Don Luís abraza a su anciana esposa y le dice al oído:

¡Tranquila Graciela! ¡Ahora les mandamos un email a los muchachos! ¡Para eso compramos la computadora!

Graciela y Luís están maravillados ante la presencia de los tres Reyes Magos, quienes han sacado de sus bolsas caramelos y monedas de chocolate y reparten entre todos. Los ancianos son como los niños, y exclaman ilusionados:

¡Los Reyes Magos!

CAPÍTULO XXXVI

EL ZANJÓN.

Colmos esta cansado de tanto pensar. ¿Cómo salir de esta emergencia? Su salvación es Román el hijo de “La Pide Pide”, la desgraciada que le desfiguró el rostro y le sacó el ojo. La indigente que bebía aguardiente y consumía piedras como una condenada.

Comenzó a recordar a la mujer, ¿Quien la preñaría? La barriga la cambió por un tiempo, se le notó cuándo ya tenía como seis meses. Y poco después nació el muchacho. Para él era una loca miserable más.

Se quedó cavilando en cómo atraparlo ahora, que La Pide Pide se murió, y todo debería ser más fácil. Pero las cosas estaban más peligrosas y extrañas.

Ayer había tratado de convencer a “los de arriba” del valor de las coronas de los tres Reyes, del Down que les podría servir para algo, y la seguridad de entregarles al niño que a nadie comprometería, del otro niño que tiene que ser hijo de gente poderosa, y que tal vez esté secuestrado o escondido en ese barrio. Todas las oportunidades se las pintó frescas, pero no le creyeron. Sobre todo con lo de las joyas. Hasta les recordó que gracias a él ellos tenían todo el territorio bajo su poder, nadie más suministraba material, sólo ellos a través de él. Enfurecieron, ya no había prórroga.

Escuchó fuertes golpes en la puerta que lo sacaron de sus pensamientos. La voz que más escuchaba era la de “El Johnson”, el sicario encargado de cobrar las deudas de “los de arriba”. Escuchó gritos, golpes, disparos, mientras apresuradamente se escabullía por entre los cuartos.

Salió de su casa por una ventana que da hacia el Zanjón o barranco, en la sala yacía el cuerpo de Dolores sin vida, “los de arriba”, los que le facilitaban la mercancía, le estaban anunciando que se terminó el plazo, o pagaba, o pagaba.

Aun se asomaron por el ventanal del comedor. Ese amplio mirador hacia el barranco les dio oportunidad de localizarlo. Los tiros sonaron como el aguacero que cae sobre los techos de zinc anualmente en octubre, denominado “El cordonazo”. ¿De donde sacaron tanta bala? ¿O eran ametralladoras?

De los ranchos, esquinas y hasta de los callejones que se divisan desde el ventanal, salen hombres y hasta algunas mujeres armados. En esta comunidad, como en muchas otras, habitan quien sabe cuántas bandas de delincuentes, que confundidos con los tiros dirigidos hacia la humanidad de Colmos, no para matarlo, si no para asustarlo, salen a defenderse. Y en pocos minutos se genera un caos.

Se oyen gritos y sollozos repentinamente. Una mujer sale desesperada con una niña muerta en sus brazos. De otra vivienda salen dos ancianos. Uno de ellos cae muerto a la quebrada que los separa del barranco por donde huyó Colmos. En una enramada que está detrás de una de las pocas casas de bloque, se observan tres cuerpos inertes. Son los cadáveres de tres estudiantes que a esa hora se encontraban preparándose para una prueba de física. El papá de uno de ellos les acomodo una lámina de tablopan y la pintó adecuadamente para que les sirviera de pizarrón. Ahora parece más bien un colador.

La policía llega, El comisario en especial se percibe contrariado. Tiene tiempo tratando de “limpiar” el sector, pero no encuentra pruebas suficientes. Le preocupan los menores de edad. Él también es padre. Ordena que se metan en el monte, allanan casas, sacan esposados a cuánto muchacho u hombre les parece sospechoso. Consiguen armas en casi todas las viviendas.

Un joven, estudiante de ingeniería, al sentirse acosado injustamente, le reclama al inspector respeto. Se lo llevan y aparece abaleado horas después del incidente.

Nadie va a ver la casa de Colmos. Dolores yace en el piso por horas, hasta que allanan la vivienda y también él es solicitado.

CAPITULO XXXVII

VENEZOLANOTE

María contempla a su bebé, desde que dio a luz no hace más que mirarlo y dar gracias a Dios por haber confiado en ella. También ahora su amor y admiración por José han crecido, él ha sido su apoyo y consuelo. Sabe que estarán unidos por siempre, que

nunca la abandonará ni será capaz de ofenderla. Su esposo es el mejor hombre del mundo, él los protegerá y guiará.

Entra a la sala, donde están reunidos. Apenas se asoma siente la atención sobre ella. Ya no es la muchacha que llegó a Guarerá aquel día. Durante este tiempo su rostro y su presencia han ido transformándose en un algo incomprensible, pero que provoca tocar, acercársele en silencio para sentir.

¡Les presento a Jesús! Dice con ilusión, mostrando al bebé.

¡Un niño Jesús criollito y buena gente! Comenta don Luís ¡Bien venezolanote!

¡Tremendo muchachote! Exclama Graciela.

¿Venezolanote? ¡Verdaderamente!

¡Hay que llevarlo a pesar y a vacunar! ¡Yo te acompaño Mary! dice disponedora y confianzuda Morela.

¡Por mi parte se pueden quedar todo el tiempo que quieran! ¿Verdad Graciela?

¡Como otro nietito de nosotros! Pero… Cae en cuenta de lo absurdo de lo que está pasando. Mejor es no pensar ¡Siéntese mija que usted está recién parida!

¿ Ya le traigo el hervido de gallina! Se ofrece Morela.

Y comienzan a servir y comer en alegre compartir entre vecinos. El comedor está seguido del recibo, hay lugar para todos.En la puerta, con timidez, se asoman Cipriano y Román. Anoche regresaron solos al puente, pues sus amigos se quedaron en el hospital junto a María, José y el niño. Casi no durmieron con la emoción, pasaron de la media noche conversando; por eso se levantaron tarde. Ahora se presentan a la casa de los viejitos a saludar

Éstos últimos días don Luis los ha puesto a lavar la camioneta, y en medio de las faenas, los deja curiosear, conversar y preguntar hasta el cansancio. La palabra es ley, y según los escuchó, pudo también conocer sus pensamientos y adicciones.

Don Luis sabe, por propia experiencia, que lo que se dice se cumple. Y los dos jóvenes, sobre todo Román, tienen una espectacular concepción de lo que debe ser su mundo. Por eso se revela ante la injusticia y lucha por sobrevivir a lo que le puede pasar.

Él está a creando su propio camino. Don Luis lo observa y escucha. Saca sus conclusiones:

– ¡Que carajito tan vergatario! Cualquier otro habría caído en la droga, o no estaría tan resteado con el destino que quiere.

También es admirable como, sin pensarlo mucho, arrastra a Cipriano hacia lo que piensa es “La verdad”. Y lo ayuda a mejorar su mundo.

Definitivamente, hay que tener oídos para oír. Y eso no depende de la inteligencia. Continúa pensando el anciano. ¡Avanza el que quiere! Concluye. ¡El que tiene guáramo! ¡Como éste muchacho!

Por su parte, Román y Cipriano la pasaron demasiado bien, sobre todo por la especial personalidad de don Luis, que tiene una particular fascinación por la mecánica, y los puso a ayudarlo a acomodar su taller, ¡Como se divirtieron con sus ocurrencias! Es todo un personaje que enseña a través de ideas y expresiones entretenidas. Siguiéndole la palabra a Román, repite que “Querer es poder”

Concretamente Román, que necesita de orientación y afecto, ha quedado en paz consigo mismo.

-¡Voy a poder Pide Pide! ¡Tú vas a ver mamá! ¡Yo soy mi propio jefe! ¡Voy hacia adelante! Por eso ahora vienen a ver al recién nacido, esa también es la casa de sus amigos.

¡Adelante muchachos, vengan a tomar sopa y a cargar al niño!

Cipriano y Román, con sus humildes vestiduras y la ilusión por compartir con personas como aquellas, pasaron calladitos, con una sonrisa de alegría.

¡Yo estoy limpiecito! Dice Cipriano. Y se acerca al niño, que está en brazos de Melchor. Para los ancianos, Román es un encargo de Dios, sienten que ellos son parte de la solución a su problema, y han permanecido atentos a cuánto escuchan que le ocurre. En su corazón está presente el destino de este niño.

María contempla ahora el ambiente de forma diferente, ve a aquellos hombres, mujeres y niños con una sensibilidad y madurez celestial, y ellos a su vez, le dan un trato amistoso, pero impregnado de admiración. Está más bella que nunca. Desean agradarla.

Al terminar de comer comienzan a recoger la mesa, se respira armonía y felicidad por el nacimiento de aquel que trae la luz al mundo renovando la fe de quienes se le acercan. Román y Cipriano miran a Jesús con adoración, están arrodillados a los lados de María y José, que se lo muestran felices.

CAPÍTULO XXXVIII

LA SAMPABLERA

Alguien interrumpe la mágica reunión. Entra sin pedir permiso, aterrando al grupo, con la ventisca que levantó con sus enormes alas.

Alguien se llama aquí José.- Pregunta el recién llegado, que cayó sin control en el centro del recibo.

Si, Yo soy José. ¿Y usted quien será?

¡No hay tiempo para presentaciones. He venido a decirle que en nombre del Señor, recoja a su mujer y al niño por que corren peligro…

José va a preguntar algo, mientras los vecinos están aun pasmados, pero…

Los disparos suenan como truenos, la confusión es extrema, muchos gritos y pasos de los transeúntes que buscan donde guarecerse para evitar la muerte. Los únicos que están de pié, confundidos con los hechos, son los visitantes bíblicos, que miran el pánico del cual se ha apoderado súbitamente el lugar. El Ángel por su parte, sale disparado por la puerta del patio y de allí desaparece.

-Agáchense amigos! Puede alcanzarlos una “bala perdida”. Grita desesperado Juan Manuel.

¡Cuidado con el bebé doña María.-Y Morela se levanta del piso, abraza a la joven madre y la obliga a desplazarse rápidamente hacia el cuarto, agachadas para protegerlo, tras ellas, Graciela y la abuela Pancha. El viejito Luis en ese momento está en el interior de la vivienda, buscando otra botella de ponche crema.

Los vidrios del ventanal, floreros, materos y lámparas, incluyendo el arbolito de Navidad que decora el pasillo de la casa, vuelan en mil pedazos. Hasta la corona de

Melchor sale disparada por los aires, así que sin titubeos, se tiran al suelo. Cipriano y Román están acurrucados debajo de la mesa, temblando como hojas en medio de la tempestad.

La puerta de la casa esta abierta de par en par. Tres sujetos armados irrumpen violentamente en el lugar. Colmos es el primero, y de una vez ordena a Los Reyes despojarse de sus prendas y a los dos jóvenes colocarse frente a él. Los otros dos sujetos vienen encapuchados. Son “El Johnson” y “El Chusco”, Colmos les sugiere que entren al cuarto, allí debe estar el niño. Tienen que apurarse, los hermanos de Dolores y sus amigos están afuera, vienen a vengar su muerte. Es un enfrentamiento peligroso, más vale salir rápido de allí con el botín y los rehenes. Directo al lugar donde nadie los encontrará.

Los dos delincuentes entran decididos, ya observaron las alhajas y son verdaderas. Están convencidos del cuento de Colmos, ¡Menos mal que no lo mataron! ¡Pero se tuvo que venir con ellos! ¡Si la cosa sale bien, lo protegerán, si no, no responden por su vida!

Afuera se escuchan disparos, la operación debe durar solo dos minutos y medio, ya llevan uno. Ismael Bonilla, “Delirio” o el “Individuo Clave” terminó por convencer a don Colmos de la maniobra “Duelo entre pandillas”. Llegar disparando a todos lados para alborotar a los delincuentes. Según los datos aportados por él mismo don Colmos, allí tiene enemigos. La jugada es mantener la incertidumbre mientras se realiza el secuestro del menor de edad, lo sacan y ya. Es solo agarrar al chamo y salir. Todo esta bien planeado. Hace horas que observan el lugar.

Colmos sabe que en esa casa nadie tiene armamento, conoce a los viejitos desde siempre; tiene enfrente a la mayoría de los visitantes, adentro sólo están dos mujeres jóvenes e indefensas, sobre todo una que recién dio a luz., dos ancianitas y el viejito, Así que quienes podrían ocasionar problemas están bien vigilados por Colmos. Un ruido tras otro lo pone en alerta. ¿Qué pasa allá adentro?

CAPÍTULO XXXIX

PAN COMIDO.

“El Johnson” y “El Chusco” entran confiados, esa misión es “pan comido”. Traspasaron la puerta que da hacia el estar, dos metros más allá esta la puerta donde debe estar el bebé que secuestrarán.

El par de batazos cayó simultáneamente sobre los cuellos de ambos. No tuvieron tiempo de accionar las armas porque no vieron desde donde vino el ataque. Apenas “El Johnson” hizo mención de levantarse, recibió un planazo, y otro el Chusco, ¡Claro! Por si acaso.

La abuela Pancha y Graciela, armadas con un bate cada una, y don Luís con el machete acaban de anular a dos temibles delincuentes. El anciano tomó en sus manos el arma de “El Chusco”, y ordenó trajeran algo para amarrarlos.

Todo se realizó con la mayor discreción, para que afuera no se escuchara nada. Morela agarró la extensión de la plancha y se la lanzó, pero “El Johnson” se levantó y se lanzó sobre María, para arrebatarle al niño.

-¡Ni se te ocurra acercarte a mi bebé¡ Acto seguido, aquella frágil, risueña y bondadosa muchacha lanzó un solo manotazo al rostro del hombre que lo dejó confundido, colocó al niño en la cama y se le lanzó encima, así que ni pensar en disparar, ya era hombre vencido.

Aun estaba acorralado en un rincón tratando de golpearla, y ella no lo dejaba atinar, solo defenderse.

– ¡A los niños se les respeta!- Y se tuvo que apartar, porque Gracielita le metió un último batazo en la cabeza, por si acaso cobraba fuerzas- ¡Esta va por Román!

Y terminó de caer sin sentido.

CAPÍTULO XL

ELLA RECORDÓ.

Ya pasaron otros dos minutos. Las prendas están dentro de un morral, los dos rehenes listos, el resto de las personas en el suelo, acostados uno junto al otro. Ahora tienen que salir los dos delincuentes con el niño, y se marchan victoriosos a toda velocidad en un vehículo que debe llegar en treinta segundos, conducido por “Delirio”, que ya debe estar cerca, y cree firmemente que todo este operativo es legal, él ahora da órdenes y mantiene a todos en zozobra. Llegará en el carro, se subirán y… ¡Trabajo concluido por los momentos!

Lo que venga será cosa de organizarse: Lo sacaran del país, o se esconde mientras mueve algunas influencias… ¡Lo que sea! ¡En el banco hay real suficiente! Para eso mandó a Dolores con el paquete donde tenía guardados los millones parejos. La recordó, ¡La pobre! ¡Pagó los platos rotos! ¡Pero el negocio habrá sido un éxito!… ¡Y su venganza cumplida!

Delirio ya debía estar a escasos segundos del lugar…le había adelantado unos reales, solo eso. Se desharía de él en lo que todo concluyera. ¡Individuo clave! ¡Ja! ¡Pobre tipo!

¡Apúrense! ¡Tiempo preciso! ¡La operación ha sido un éxito!

Los dos malhechores se asoman exactamente. Pero vienen atados de manos

¿Qué está pasando?- Pregunta acobardado Colmos, levantando el arma peligrosamente, pero es María con el niño quien da un paso adelante. Colmos deja caer el arma, no tiene fuerzas para soportar su mirada.

¡Se me agachan los tres con las manos en la cabeza! Ordena el viejito Luis, con una de las armas en la mano, y un machete amarrado al pantalón ¡Y mucho cuidado con trampas porque estas mujeres tienen mal carácter!

Gracielita toma al bebé, mientras Morela trae otra pistola y la otra abuelita el bate en alto, listo para cualquier emergencia. El grupo se va acomodando en el espacio, observando sorprendidos como los tres delincuentes comienzan a llorar sin consuelo. Jesús ha nacido también en sus corazones, llenos de amargura y crueldad, de egoísmo y odio. Por eso vino al mundo hace 20011 años en aquel lugar donde solo las bestias acompañaron a María en el alumbramiento. Y por eso este año, ante un nuevo siglo, vino a nacer en Guarerá en medio de gente humilde y buena, para redimir corazones y ayudar a un niño que invocó a la historia con fe.

¡De verdad usted tiene carácter mija, mira que enfrentársele a ese bicho para defender al niño! Exclama la anciana con admiración, mirando a la dulce María ¡Para mi que a su marido nunca se le va a ocurrir contrariarla!, ¡Después de todo esto!

-¡Que ni piensen acercarse a ningún niño! ¿Me oyeron? Dice la joven con autoridad, acomodándose las mangas del vestido y arreglándose el cabello ¡Abusadores!

Los dos delincuentes asienten obedientes, mientras Colmos aun está confundido.

Este también es del grupito ese que le gusta molestar a los niños María. Señala la anciana, refiriéndose a Colmos, quien intenta levantarse con el escaso sentimiento de rebeldía que le queda, pero José lo obliga a regresar al piso, propinándole un manotazo.

María los mira fijamente, su rostro, hace unos segundos bien decidido y con una expresión de temple, refleja ahora un inmenso amor, el ambiente se torna silencioso, recorre con la mirada a los tres delincuentes y se les acerca. Colmos vuelve a sentir el extraño sentimiento que lastima mucho en el pecho, le falta el aire, baja la mirada. Está conociendo el valor del arrepentimiento, y duele demasiado.

Los tres le deben sus vidas torcidas y equivocadas al desamparo, a la ignorancia, al desamor. Todo quedó atrás, en la infancia. Y al llegar a la adultez, no tuvieron voluntad ni formación suficiente para decidir un nuevo camino. Faltó más disciplina, más orientación, más conocimiento sobre el valor de la existencia en cada ser, sin la apariencia de lo material. Más buscar el conocimiento para concebir la vida de una manera distinta a la que los rodea, para llegar por medio de él a la abundancia, a una mejor calidad del mundo. ¡Salir de las tinieblas!

María los observa, recuerda su encuentro con el Ángel, el compromiso ante Dios, el largo viaje a Belén. Miró a sus amigos de hoy. Escuchó el llanto de Jesús.

El niño tiene hambre. Dice Graciela.

Los senos también le reclaman al niño. Entonces recordó y recordó…”Y una espada atravesó su corazón…”

¡Que se le va a hacer! Piensa compasiva Y colocando sus dedos sobre los labios les indica silencio ¡A callar! Escuchen su corazón y piensen. Están a tiempo.

Y los tres obedecen. Ahora están postrados bajo la amenaza de sus propias armas… ¿O rendidos ante sus faltas? Porque lloran desconsolados.

Faltan veinte segundos para las siete de la noche. Se escuchan las sirenas de la policía.

CAPÍTULO XLI

EL INDIVIDUO CLAVE.

Al otro extremo de Guarerá, “Delirio” va en su automóvil a 120 Kilómetros por hora. Colmos le dio dinero como para darse un poco de la vida que le gustaría tener. Ser el personaje que creó para si mismo. A su lado, una mujer escucha embobada su conversación sobre un negocio que tiene que atender. Ella es ingeniero y le podría convenir trabajar con él; así que la invitó a tomar unos tragos para conocerse. Él puede ayudarla a consolidar su empresa. En caso de que esté interesada en sus servicios, entonces se hablará de costos. ¡Sus servicios valen mucho por ser excelentes!

Emocionado le comenta sobre sus viajes al extranjero. Su próxima misión en Lisboa y el viaje pendiente en helicóptero a Pamplona, donde tiene millones de hectáreas con ganado para mantener a todas sus esposas e hijos. Don Colmos Urdaneta tiene el compromiso de reunirse con él para cenar juntos y hablar de negocios pendientes a las siete en punto sobre un caso internacional, asuntos secretos.

Ya tiene tiempo trabajando en la cuestión, fue él quien diseñó la operación. O cumplen con las estrategias cabal y oportunamente, o los manda a todos al infierno. Hoy se decide el caso.

Faltan diez segundos para las siete, pero esta ocupado con sus “delirios”, y como suele suceder cuándo algo lo cansa o ya no le interesa, olvida sin remordimientos el compromiso, ¡Que se las arreglen con lo del rescate del niño! ¡Que solucionen a las siete! El trabajó bastante y tiene ante sí un prospecto de negocio. Y se ocupa de otra nueva aventura sin la más mínima preocupación. Su naturaleza eléctrica e inmadura lo obliga a pisar el acelerador y comenzar a hablar sobre un nuevo tema, y sin saber por que ni conocer mucho del contenido habla de la fe en Dios y el comportarse de acuerdo a sus leyes. Pone a la bondad y la veracidad como sus líneas de conducta personales. Surge un nuevo personaje, atractivo, altamente responsable, digno de consideración y confianza, bonachón, ocurrente y muy paciente, con una gran inteligencia y un talento especial para llevar optimismo y fe en el futuro a quienes tienen el privilegio de conocerlo.

Baja el pié del acelerador y comienza a hablar de otros proyectos, y se aleja de Guarerá con el corazón henchido de paz y amor para siempre, por que hasta él llegó el milagro de ésta Navidad.

Desaparecen los delirios y surge ante la realidad, tiene que dejarse de tanta pendejada y comenzar a trabajar en serio. ¿Para que tanto embuste? Mejor vivir en la verdad. Se despide de la dama y emprende un nuevo destino. ¡Por fin es él mismo! ¡Dios protege a los soñadores!

CAPÍTULO XLII

SE LIMPIÓ EL BARRIO.

Afuera continua el tiroteo, Por la otra esquina, dos tipos más, enemigos de los familiares de Dolores, también disparan como locos para vengar la muerte de uno que cayó tiroteado en medio de la confusión.

No saben que está pasando. Pero tienen armas y quieren participar. Cualquier causa suena justa.

En pocos minutos se acaba el problema. La policía llegó por los cuatro lados del sector y tomó el dominio de la situación.

De cada lugar sacan esposados a los bandoleros. Entran a casa de los viejitos y toman declaraciones.

Miran con extrañeza a los Reyes, pero continúan con los interrogatorios. Total, en Venezuela La Navidad vuelve locos a los ciudadanos, por lo menos a estos les dio por ahí.

¡Tremendo expediente le van a levantar a éste tipo! ¡Secuestro y demás!

¡Por fin te pusimos el guante encima Colmos!- Dijo satisfecho uno de los agentes- Esta vez es para siempre. ¿Oíste?

¡Atrapamos un botín! Comentó otro- ¡Se limpió el barrio “La Sampablera” pues!

¡Hasta Guarerá! Dijo otro. ¡La mafia que tiene este bicho es directamente apoyada por los jefes de éstos dos “cuarto bate”. ¿Verdad muchachos?

Gavilán está contento. Tiene tiempo pisándole los cayos a ésta lacra. Y al fin lo agarramos con “las manos en la masa”.

El comisario Román García Rojas, a quien nombran con admiración como “Gavilán”, mira con sorpresa al niño que está sentado frente a él, explicándole a su manera lo sucedido, la persecución de “Colmos” y como los vecinos lo habían ayudado. Pero “Gavilán” no quita la mirada del morral verde aceituna. Es único, lo reconocería en cualquier lugar.

Sabes que puedes contar conmigo para siempre, cuando termine todo esto vengo a ver que puedo hacer por ti, ya que tu mamá no está. ¡De hoy en adelante cuentas conmigo carajito! Y se retira pensativo ¡Hay que ver que la vida tiene vainas increíbles!

Gavilán se paró frente a la casa, junto a la patrulla, y habló por el parlante, dirigiéndose a los mirones que estaban apostados en las aceras y a lo largo y ancho del callejón.

¡De aquí en adelante deben organizarse como comunidad para evitar hechos como éste! ¡Los ciudadanos tienen que cuidarse mutuamente, y mucho más cuándo se trata de los menores de edad! ¡Todos somos responsables!

CAPITULO XLIII

NAVIDAD VENEZOLANA.

Ya es casi media noche, el susto quedó atrás, fuera de tiempo, es hora de construir, de crecer, de solucionar. En torno a la mesa están reunidos aun los vecinos.

Afuera se hace repentinamente de día. ¡Un eclipse! exclama Juan Manuel.

¿Eclipse? dice distraída la abuela Pancha, que no se ha querido ir a dormir porque siente que ahora tiene más que nunca energías para ayudar.

Baltasar se levanta y mira por la ventana, contempla la estrella refulgente que los trajo hasta aquí. Se acerca al grupo, y con autoridad, responsable, anuncia:

¡Es hora de partir!

¡Lo haremos juntos esta vez! Dice Melchor.

Fue la mejor aventura en busca del Mesías que hemos hecho desde su nacimiento, hace muchos años. Confiesa sincero Gaspar.

¡Un momento! Graciela y yo les queremos participar que desde hoy, Román y Cipriano se quedan a vivir en nuestro hogar. Ya estamos algo mayores, pero ellos nos darán el calor de su juventud. Nuestros hijos están de acuerdo.

Dios les va a otorgar muchas bendiciones! Dice María abrazándolos.

Los aplausos fueron generales, Juan Manuel, Francisca que acaba de llegar, y Morela se ofrecen a ayudar.

Cipriano y yo estamos muy agradecidos de Dios. Esta Navidad hemos recibido el mejor de los regalos, ¡Un hogar! y le entrega a Gracielita el morral verde aceituna. Allí están mis papeles. ¡Y los de mi mamá! ¡La Pide Pide!

Cipriano se levanta emocionado y abraza a los viejitos- ¡Y yo voy a ser mecánico como mi papá Luis! ¡Yo estoy aprendiendo mucho con él!

¿De verdad don Luis?- Pregunta incrédula Morela.

¡Ese va a salir de aquí para La Nasa, porque me han resultado muy inteligentes los dos!

¡Una bendición del Niño Jesús!- Responde la mujer.

El bebé pasa de brazo en brazo. Es un niño sano, vivaz y gordito. Está bien cuidado y consentido.

Te acuerdas de colocarle el remedio en el ombligo, y cuando se le caiga lo guardas. Morela iba a decir que para hacerle un amuleto, pero recordó que era Jesús, El Divino Niño que ha venido milagrosamente a cumplir una bella misión a Guarerá, a una de las comunidades mas humildes y más peligrosas de Venezuela.

Se despiden de los viajeros con abrazos y besos, los hombres se palmean fuerte las espaldas, al estilo venezolano; ya se habían preparado para este momento. La Estrella los esta llamando para regresar al lugar del tiempo desde donde seguirán año tras año recordándole al mundo la llegada de Cristo.

María le pone en las manos a don Luis aquella bolsa llena de billetes que una mujer le entregó en el mercado. La tenía guardada mientras averiguaba su significado. Es mucho dinero, Suficiente si se sabe invertir y administrar.

-Tome don Luis. ¡Es para asegurarle a Román sus estudios!

Se van alejando a lo largo del callejón 21 del barrio. Poco a poco se han ido asomando todos los pobladores, algunos ven a La Estrella, muchos se acercan con lágrimas de emoción, otros tienen tiempo de despedirse de lejos, agitando las manos o con pañuelos.

Al pasar frente a la casa azul con la mata de Falcón en el jardín, María detiene al grupo y se dirige a la puerta, donde está Nina asomada, junto a su batallón. María la abraza tiernamente y le muestra a su hijo.

Nina sonríe, piensa en todas las cosas lindas que le han ocurrido en su vida. Vale la pena vivir. Está feliz con su mundo, compartido en mil pedacitos de cariño para todos. Aunque nadie lo note por lo calladita que es. Abraza a la muchacha y le dice,

Bueno pues, gracias por la compaña; y agrega ¡Tápale la mollera, que se te puede resfriar!

¡Vamos a ser amigas por siempre Nina!

Don Luís los sigue un trecho, poniéndose las manos en la boca para que lo escuchen bien.

¡Vayan tranquilos y tengan mucho cuidado! Siguiéndolos ¡Que el gran poder de Dios los acompañe!¡Mucha paciencia, mucha paciencia!

Los presentes siguen sus pasos. Asintiendo a sus consejos.

¡Dale teta al niño para que crezca sano! Aconseja Gracielita.

¡Toma avena y atol, para que te baje bastante leche para que el chino engorde rápido! Grita Morela.

¡Y no te serenes mija, mira que tu estás recién parida y te tienes que cuidar! Aconsejó la abuela Pancha ¡José, póngale la manta a María en la cabeza y tape al niño!

Sorpresivamente, y como un regalo divino, llegan los Angelitos con alitas de mil colores y diferentes tamaños a acompañar la dulce despedida, alegrando con sus cantos dedicados al niño Dios esa noche decembrina.

Algunos rodearon a Nina, otros se acercaron a los vecinos y vecinas, que con lágrimas de felicidad los reconocieron y bendijeron. Entre todos aquellos angelitos de tan variados tamaños y edades, se escapó una mariposa con alas multicolores. Su presencia sorprendió al grupo. Y más aun cuando se posó sobre la mano de Román, que con una amplia sonrisa y mirada traviesa dijo: ¿Será que tú eres mi mamá? Y la mariposa elevó su vuelo, no sin antes rodearlo varias veces.

Poco a poco el alegre grupo se va retirando.

¡Que molleja de Navidad tuvimos éste año!- Exclamó Baudilia.

¡Es que todito fue maravilloso!- Exclamaron con mucha alegría, mientras corrían a sus casas riéndose porque un fuerte aguacero los sorprendió, y los divinos visitantes desaparecieron en aquella noche donde los truenos y las centellas, la brisa y los goterones parecían mas bien una armoniosa sinfonía de efectos naturales.

FIN

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