El silencio nos confunde, el silencio nos aísla, nos asusta y nos une. Muchas veces tememos al silencio, nos asusta sentirnos solos, incomprendidos. Tenemos la sensación de que estamos en una sala llena de gente, gritas, lloras…pides atención, pero no sale sonido alguno de tus labios, solo hay silencio.

Otras personas simplemente lo que buscan es eso, estar en compañía única del silencio. Sentirse un ciudadano de la soledad, un alma en la soledad de cualquier espacio; una habitación, un bosque, incluso una tienda en el centro de la ciudad. A veces lo que necesitamos es eso precisamente, silencio.

Cuando nos sentimos mal con algo o con alguien, sin un motivo aparente lo que buscamos todos automáticamente es ¨perdernos¨. Salir corriendo sin rumbo hasta que las piernas se agoten. Huir de todo y de todos.

Cuando un ser querido fallece, lo que buscamos es desaparecer de la vista de todos aquellos que alrededor tuya dan ánimos vacíos. Quieres aislarte de todos, parar el tiempo y procesar todo…El silencio une a las personas rotas, pero también es capaz de separarlas. El silencio es como un niño caprichoso.

Algunas veces aparece con una cara amiga, como una ayuda. Otras veces nos arrastra hacia un rincón oscuro y nos retiene ahí, alzando un muro a nuestro alrededor, impidiendo a cualquiera que lo intente entrar.

El silencio es un agradable dolor.

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