El Fantasma de la Puta

El Fantasma de la Puta

Rafael Medrano

22/07/2017

La lluvia caía estrepitosamente y comenzaba a escurrirse por las comisuras de las láminas de Zinc. El sonido que producía el goteo se escuchaba por toda la casa, y resultaba molesto para el viejo Marco. Luego de perder los estribos se levantó de su maltrecha cama de madera, buscó en la oscuridad sus viejas chinelas hasta encontrarlas, se las colocó en sus cansados y disminuidos pies y comenzó a buscar los fósforos para encender la candela: de tanto palpar sin éxito por todos los recónditos lugares de su habitación, decidió ir al baño a tientas. Caminaba despacio por el corredor de su casa, sintió cómo algo corría despavoridamente entre sus pies; supuso que era un ratón. Siguió hasta sentir las sabanas que cubrían la entrada del baño, con su mano izquierda apartó las telas y de un salto brincó el tradicional charco de agua que había en la entrada, sin esperar un segundo metió la mano en el estuche donde guardaba la marihuana y sacó una cajetilla de cerillos. Y de una vez por todas un poco de luz iluminó la casa. El viejo Marco encendió todas las candelas, se sentó en su mecedora, enroló un puro y comenzó a fumar.

El humo se había esparcido por toda la sala, el olor de la marihuana le resultó nauseabundo al viejo Marco; apagó el porro y comenzó a rascar sus rancios testículos. Alzó un poco la vista y veía cómo el humo comenzaba a escapar por los orificios del cielo raso. Ya no llovía, y eso le permitió escuchar que llamaban en la entrada de la casa. Él se levantó, olió su mano y abrió la puerta: detrás de la oscuridad apareció el rostro de Carmen la puta, quien con su cigarrillo en la boca le sonrió al viejo Marco.

-Hola, mi amor -dijo Carmen-. ¿estás listo para tus tres platos?

-hoy no, cariño, estoy un poco cansado.

-Dale, viejo picha floja, te la mamo por 100 pesos.

El viejo pensó que no podría rechazar semejante oferta. Pasó su lánguida legua por sus fisurados labios, se agarró la quijada y abrió la puerta para que Carmen pasara. Ella llevaba un vestido blanco muy corto el cual dejaba ver sus portentosas piernas y resaltaba su titánico trasero, sus verdosos ojos fueron golpeados por las luces de las candelas y su rostro de ángulos finos lucía de una manera hermosa gracias al marco que formaba sus cabellos crespos. El viejo Marco la examinó de pies a cabeza, de culo a tetas, y decidió que un trabajo completo sería excepcional para aliviar sus malestares nocturnos.

Carmen se sentó en la mecedora, abrió de palmo a palmo sus piernas, dejando ver los labios de su vagina. El viejo Marco la observó fascinado y en su mente se instalaron recuerdos de cuando Carmen la Puta era una niña. Se sacudió de su cabeza esos pensamientos con un movimiento abrupto, y después de cinco minutos de reflexión dio inicio a su interrogatorio.

A ver, Carmen, ¿Cuántos palos de has comido en esta semana?

-viejo hijueputa -dijo Carmen-, vine a trabajar no a que me preguntaras babosadas.

-bueno, Puta, entonces no quiero tus servicios.

-tranquilo, Marquito. Yo sé que te gusta el juego previo. Lo que pasa es que tengo mucha hambre y no me acompaña ni un peso; eso me pone de mal humor.

-ok -dijo Marco-. Contesta mi pregunta.

-hay un problema: es que no recuerdo. Hace dos semanas estuve con un viejo gordo. Él me dijo que era empleado de los dueños del país. yo no le creí, así que no pregunté nada y acordamos que me cogería, nada más. Me llevó en su carro a un previo baldío, me dijo que me fuera para atrás y sacó una bolsa con algo blanco de su cartera. <<Mira, jodidita, con esto te voy a moler toda la noche>>, me dijo el viejo cerdo. Yo no le puse mente y dejé que me la metiera.

Después de una hora él seguía templado, ya me ardía el gancho. Yo quería que parara, pero me daba miedo decirle. En una de esas me mordió duro una teta y le golpeé la cara, él se dio vuelta y me dijo: <<¡cálmate, perra! ¡Este es tu trabajo, hijueputa!>>. Luego de eso comenzó a sacudirme la cabeza contra la puerta del carro y después solo recuerdo que me pegó un cachimbazo en la trompa.

Creo -no estoy segura- que cuando desperté lo hice por un cauce que pasa por el Huembés. Le pregunté a una señora que vendía tomates el día y la hora, me dijo que era viernes y que eran las 4 de la tarde. Me di cuenta de que ya había pasado dos semanas. Me ardía el pellejo y no traía ni un peso, por eso vine a buscarte.

Marco estaba impávido ante el detallado relato de Carmen. Su pene había pasada de ser un mástil a convertirse en una frágil y diminuta estilla. El Viejo comenzó a percibir un olor a putrefacción, y de inmediato se encarnó en su mente. Empezó a buscar de dónde provenía la pestilencia. Recorrió la casa de lado a lado, y terminó sentado en el inodoro. Cagó un largo rato mientras fumaba un cigarrillo. Recordó que Carmen lo esperaba, se mojó en repetidas ocasiones la mano para limpiarse la mierda del trasero. Se levantó, subió sus calzoncillos, salió y le pidió a Carmen que se bañara. Ella entró a bañarse, él se fue a buscar su puro de marihuana.

Llegó a su mecedora, se sentó y encendió su puro de hierba. Fue a la cocina por un poco de ron. Se sirvió una pequeña porción en un vaso, lo vio y decidió llevarse la botella. Se sentó a esperar, beber y fumar. Se quitó el pantalón. Media hora después Carmen estaba desnuda y de rodillas. Ella lo miró directo a los ojos, el viejo Marco sintió que no había nada detrás del iris verdoso de los ojos de Carmen. Él deseaba ver su alma, pero no encontró nada más que el inescrutable vacío. Sintió cómo esas frías manos recorrían sus pálidas piernas, arqueó su espalda y estiró su mano para tomar el mojado cabello de Carmen. Ella le bajó los calzoncillos, acarició el pene del Viejo y empezó a degustar lentamente sus testículos. Carmen lamía artísticamente el capullo del viejo Marco, mientras él fumaba y sentía cómo eyaculaba en el rostro de la puta. Luego ella bebió de la botella de ron, y de repente soltó un cacheaba al Viejo.

-Dale, viejo -dijo Carmen-, hoy si que vas a moler.

Lo besó en su hedionda boca, Marco la tomó de las nalgas. En un minuto ya estaba empalmado. Carmen lo montó y dejándose caer con una precisión inaudita, logró que el Viejo la penetrara fuertemente. El viejo chilló y Carmen le mordió el labio inferior. Ella empezó a moverse de arriba hacia abajo, las nalgas le rebotaban en los testículos a el viejo Marco, mientras ella lo besaba metiendo su lengua en la boca de su anciano cliente.

Marco se sentía en una obra de teatro y disfrutaba el sonido de los aplausos. <<Estoy brindando un gran espectáculo>>, decía para sí mismo. Carmen se había venido, sus piernas le temblaban y su flor parecía que estuvo expuesta a torrenciales de lluvia. El viejo ya estaba llegando al orgasmo, sacó su erecto pene y dejó caer sobre el abdomen de Carmen diez legiones de viajeros.

La labor de Carmen concluyó Fructíferamente para ambas partes: El viejo Marco se sentía muy aliviado y más tranquilo; Carmen había recibido sus quinientos Córdobas, y con ese dinero podría al fin disfrutar de una buena comida. Ella se vistió y usó el baño para orinar, salió cinco minutos después llevando un cigarrillo viejo y maltrecho, El Viejo Marco le ofreció uno Marlboro y ella lo rechazó: <<tranquilo, viejito, me gustan los cigarrillos para hombres>>, le dijo con su mirada escrutadora, y al instante encendió un Casino Rojo mientras salía por la puerta. El viejo Marco se sentó, y con su mano acarició sus testículos para sentir el olor de la vagina de Carmen; puso su mano cerca de su nariz llena de puntos negros, inhaló y apartó rápidamente su mano: el olor a putrefacción estaba en ella, el Viejo se levantó para bañarse. Terminó en media hora y se dispuso a escribir su aventura de la noche anterior, pero luego de una botella de ron, unos cuantos cigarrillos y uno puro de marihuana decidió que escribir sobre cogerse a una puta hedionda no era interesante.

El anochecer cayó rápidamente. El viejo Marco se encontraba en el patio de su casa viendo las estrellas mientras fumaba un cigarrillo. Tomó uno de esos periódicos amarillista, lo desenrolló y le sorprendió ver de qué índole era la noticia “de mayor importancia”. En primera plana estaba la fotografía del cadáver de una mujer que poseía un físico muy agraciado. La instantánea la mostraba de espaldas, y su vestido hecho girones dejaba ver sus nalgas. El viejo Marco leía desparramado las líneas del asqueroso texto, pero un párrafo le llamó la atención: “Carmen Montalván Rosales es la quinta mujer que es asesinada en este mes de enero. La occisa era trabajadora sexual, vivía en el barrio Carlos Fonseca y fue encontrada detrás de del edificio de Transito Nacional por los pobladores de dicho barrio. ‘la hallamos el martes, golpeada en la cara y toda hecha paste´ dijo Fernando Sánchez, quien realizó el llamado a las autoridades policiales”. El Viejo Marco tiró el periódico, se levantó y lavó su cara en el lavandero. Caminó apresurado a la bodega para buscar su vieja máquina de escribir, la encontró y preparó. Buscó su marihuana y su ron; fumó y bebió. Se sentó y pensó: <<ahora sí vale la pena contarlo; ¡me cogí a un fantasma y además le pagué! Ja,ja,ja,ja>>, dijo con su gutural voz. Lo más complicado para él sería definir si lo escribiría en primera o tercera persona. No lo pensó mucho, inició golpeando las teclas con fuerzas desmedida, mientras fumaba, rascaba sus testículos y bebía. Terminó su relato, se inclinó hacia atrás, viendo la tenue luz de su mesa de estar encendió un cigarro y decidió emborracharse y dijo en voz alta: <<soy tan feo y asqueroso que hasta los fantasmas me cobran un polvo>>.

Por Rafael Medrano

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