Llegaste a mí como un latido,
palpitando en mi pecho prisionero.
Un despertar al mundo sin sentido,
un beso de amor sin compañero.
Estás aquí, danzando por mis venas,
mi espíritu de nuevo se ha rendido.
Bebiendo estoy el cáliz de mis penas
¡Amargo fruto de besos prohibidos!
Y permaneces, aunque yo no quiera,
dentro, muy dentro de cada poesía.
Como las flores en la primavera
¡Y el arco iris en la lejanía!…
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