Miro tus ojos cansados de tanto llorar.
Miro tu rostro dolido de tanto penar.
Ahora es la hora de mucho orar,
de mucho pedir y de ser bendecido por la divinidad.

A tus penas y a tus lágrimas quisiera yo decir:
nunca es tan negra la noche
como cuando la alborada está por llegar.

A un nuevo día abre tus brazos, tus ojos y tu alma.
A un nuevo día en el que tus penas y tu llanto sólo nada serán.
Porque sólo la nada deja el espacio necesario
para un nuevo amor.

Un amor verdadero, perdurable a través de los tiempos,
del candente paso de los siglos,
de saber que sólo la divinidad tiene las respuestas
en medio de esa nada en que se encuentran nuestras almas
esperando un nuevo amanecer,
una alborada con el canto del zinzonte,
con las flores de rocío húmedas y
de nubes como querubines,
rosa y oro contra el cielo azul.

20.6.99

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