Hoy por fin conocí a Cortázar. Es un buen sujeto. A pesar de estar siempre con esa mirada tan formal y ese tono tan melodramático. Debo admitir que posee una gran imaginación y un vocabulario extenso y grato al oído, usando palabras que provocaron en mí la sensación de estar usando el idioma incorrecto, aludiendo a mi necesidad de llevar conmigo un diccionario cuando me encuentre en su compañía. ¡Vaya complicación que resulta su diálogo! Debo admitir: no es su culpa hablar así (yo lo haría si fuese de su época), la culpa es nuestra por desprestigiar tanto nuestro lenguaje.

Escuché de él hace tiempo, y por sentirme impuro no me atreví a conocerle. Hoy en día le guardo un lugar especial junto a Llosa, Neruda y Gabo, por si se le ocurre quedarse una tarde, la semana entera o quizás toda la vida.

Somos de tiempos distintos y a pesar de ello nos une algo eterno: el amor por la escritura. La única diferencia es que él era un maestro y yo soy un simple aficionado.

Lo admiro, en verdad lo admiro. Podría desear parecerme a él, pero no, es mejor seguir siendo yo y recurrirle siempre que necesite consejo, así me lo ofreció un día.

En fin, me está llamando de nuevo, lo dejé sobre el buró de la sala. Ansía que continúe dialogando con él, sin embargo no tiene prisa por ser terminado, antes le gustaría seguir siendo el favorito temporal de mi biblioteca junto a nuestros amigos en común, los que viven para siempre en tinta y papel.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS