Ella es Lizzy, reina de un mundo mágico y único. A veces suele ir al mundo de los mortales, para seducir a alguno y llevarlo a su gloriosa tierra. O al menos eso hacía, hasta que un día todo cambió.
Los aldeanos comenzaron a preguntarle a su reina el porqué de la escasez de mortales. Estaban aburridos de lo mismo, querían de nuevo el placer y el asombro de éstos. Pero Lizzy no respondió, no quería revelar su cambio repentino.
Los aldeanos le suplicaron que trajera al menos un mortal, pero su reina se negó a ir por su cuenta. Así que mandó a dos de sus doncellas para que hicieran el trabajo por ella, que no necesitaban a la gran y poderosa reina de la seducción.
Volvieron las doncellas, pero sin éxito.
Los aldeanos, desilusionados, fueron con su reina con un reclamo; la lealtad y compromiso que les prometió cuando la corona tocó sus cabellos morenos.
Decepcionada por no cumplir su promesa, se quitó la corona, abriendo el portal del glorioso reino y los mortales, para sus aldeanos. Se disculpó y sonrió, «no volveré a traer mortales aquí, ellos ya no serán bienvenidos. Pueden irse si lo desean, no son prisioneros».
Los aldeanos se alegraron y la tierra de los mortales fue invadida por ellos.
Las doncellas, leales a su reina, le dijeron: «Sabemos porqué ya no quieres traer mortales, lo vimos con nuestros propios ojos, mi alteza».
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