Y cuando finalmente lo comprendió, las lágrimas cayeron de sus ojos por última vez, para nunca más verse llorar por un amor mal correspondido, porque amar es un acto de generosidad, no de control del ser amado. Nada obliga a corresponder a un cierto amor.

Más los milagros ocurren, y quizás, si se es afortunado, amemos y nos amen en la misma medida, con la misma lealtad, devoción e incondicional amor.

Cuando ese milagro ocurra, libre y feliz vivirás. Nada ni nadie te pedirá cambiar, te aceptarán como eres, como sientes, como, en la diversidad, aportas a los demás.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS