Mar, azul, mal

Siento el portazo y aún no has huido. El amor como esta tristeza que me parte en dos y me paraliza.

Siento el cuerpo lleno de agua azul en la que nadan peces que lloran y me desbordan los ojos. Las flores también se están ahogando, y a falta de luz…

Siento el corazón como una bola de cristal que pretende y crea un paisaje nevado. Así de frágil. Así de silencioso. Desearía tener las manos cosidas a las rodillas para no olvidar nunca que tengo que abrazarme. Desde aquí hasta el sol.

Quiero borrar mis huellas dactilares y que renazcan pétalos que sí quieras abrazar. Quiero renacer canción y reencarnarme mar.

He huido todo este tiempo pero ha sido hacia delante así que dudo que alguien se haya dado cuenta. Creo en el futuro a largo a plazo como refugio y no entiendo ni creo en lo eterno, entendiendo eternidad como quedarse estancado y no poder nadar más.

A mi yo de hace cinco años le pido paciencia y que no se muerda la lengua cuando algo suena feo (que más tarde será equivalente a morderse las uñas ansiosamente); a mi yo de dentro de diez, que no olvide los dieciséis.

Siento que somos un montón de voces en mi cabeza y que ninguna nos vamos a llegar a conocer nunca. Nos despreciamos y nos estamos desentendiendo, como si tuviese un alma distinta en cada pulmón y sonasen Sol Mayor y Mi Menor, ambas luchando por brillar. Y yo, que no voy a dar de lado a la soledad, tan azul, tan cercana, tan sola… siento que en cualquier de los dos bandos voy a salir perdiendo.

Futuro será refugio porque futuro no va a llegar. Deja de abrazarme como si estuvieras a punto de irte, como si no tuvieras todas las vidas para seguir haciéndolo. Qué manera más fea de decir Adiós. Ojalá se haga el silencio y me sorprenda arañandome los huecos de entre las costillas en el autobús de vuelta a casa, rimando que eso cuenta como abrazar.

Cómo hacerte rimar si quiero que te vayas pero que me dejes huir a mí. Que no me recuerdes las manos siempre frías, los pies pequeños, los hombros gachos, los codos gastados. Que plantes semillas en mi cabeza y florezcan siempre en Febrero (que dejes la puerta entornada, que se vacíe el mar y el cielo)

Desearía ser capaz de rasgar mis propias cuerdas vocales para hacerlas sonar al fin, luego inventar una cometa con ellas y dejarlas volar.

Llegue donde llegue, al cielo o al fondo del mar, van a seguir dentro de mí como raíces de una flor horrible y racional que anuncia Primavera aunque siga nevando.

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