CARTA A LAURA

Laura:

Ayer cuando nos encontramos y aceptase a regañadientes aquel café, no pude expresar casi nada de lo que en realidad querría haberte dicho.

Por una parte, porque sabes que tu presencia siempre me produce un nudo de deseo que hasta me ahoga, y más ayer, que venías (como siempre) hecha una diosa.

Por otro, porque después de lo pasado, siento que todo lo que diga hace daño y el único bálsamo posible ya es el silencio.

Pero tienes que saberlo todo, porque mañana podemos ya no estar aquí y el dolor también es vida.

Y, si mis palabras son puñales, te los quiero clavar todos ya que, por no merecer, no merezco ni cargar yo solo este dolor.

Quiero que sepas, porque no lo sabes, que fuiste lo mejor en todos los sentidos; lo que nunca soñé que existiese.

Quiero que sepas que la marca que me queda de ti jamás se borrará, como no se pueden borrar los cauces que oradaron los glaciares.

Y que, teniendo tu recuerdo, nunca tendré que buscar nada más para alimentar mis más íntimos y delirantes sueños.

Y también sé que estuve mal y me fui.

Tú nunca entendiste qué infiernos ardían dentro de mí ni qué miedos me asfixiaban y, aunque te los contase, te parecerían insuficientes.

Y, lo que es peor, no quiero ni pensar en que tú tenías los tuyos y aún así me quisiste.

Encontré lo mejor en el peor momento, como el náufrago que encuentra la isla perfecta y no consigue llegar hasta ella porque lo aleja una corriente contra la que no puede luchar.

Sí… es verdad que hoy tengo otra vida y vivo en otra isla y no quiero pensar que eso te duele pero sin embargo no sabría aceptar que no te importase.

Así de contradictorio es todo lo que tiene que ver contigo.

No quiero releer esta nota porque sé que no consigo decir palabras que no supuren gotas de egoismo y representen espinas para ti y sé que es inevitable que esté plagada de ellas.

Yo sé que es tarde para ambos.

Pero tú…Laura…

Tú fuiste y serás lo mejor.

Carlos.

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