CUARENTENA Y OTROS DÍAS

CUARENTENA Y OTROS DÍAS

Marhel

05/05/2020

JANKON YIN, ARIGATO CHUM, ASUMA SEN JAN YUM, escucho a los hijos de los vecinos jugar. Al parecer son chinos. (Un Chino mandarín incompresible para otro asiático) En menos de 3 minutos me recorrí América latina y fui a China. Pero entre ellos se dan órdenes, se enseñan y se divierte. Yo también suelto una sonrisita. Me asomo por la ventanilla de la cocina y los veo tan inocentes, enajenados a la realidad de lo que está pasando y los envidio un poco. Ellos no están preocupados, ellos aún no tienen preocupaciones. Tal vez no les gustan las matemáticas. O a lo mejor su mayor preocupación es levantarse muy temprano para ir a la escuela y estos días es un alivio porque no hay escuela. Y de alivios y tranquilidad , pienso, que …para unos, sí que es un alivio. Así como el lado bueno,  existe la otra cara y estoy segura que para otros es una tortura. Me imagino, mientras ellos ríen y son felices. Otros niños no tienen que comer, son maltratados, violados y hasta el peor de los casos asesinados. Imagino los castigos que alguna mujer debe estar soportando en silencio, sumándole a esto el hambre, el desempleo y el encierro. Nadie merece eso. Dado que el único lugar donde pueden estar “seguro” es el último lugar en donde quieren estar. También pienso, lo irónico en lo que se ha convertido este drama. Los animales andan libres en un mundo para el que nacieron vivir en libertad y los observamos desde nuestras casas y nos compadecemos, los fotografiamos y filmamos esos momentos que llamamos; “hermosos y únicos “. Y en eso, no nos equivocamos, porque, en la mínima oportunidad de volver a la “normalidad “(a lo que conocíamos como normalidad), ellos se van a sentir atemorizados en el único lugar que podrían estar tranquilos. Queriendo no estar. Al igual que la sensación que se me atraviesa cada mañana en la que quiero no estar, pero estoy. Esa misma sensación que veo en el rostro de mis padres; de flaqueo, desespero y frustración de no saber qué hacer. Y nos miramos fijamente y ambos fingimos una sonrisa que dudo mucho sea de cariño. Una sonrisa que se aprende para no mostrar que nos quebramos por dentro. Y es que he aprendido a descifrar miradas, como cuando tienen un mal día en la venta de frutas. Es una de esas ocasiones en la que sus miradas me dicen ¿qué hacemos? y yo… ya estoy aprendiendo , a no mirar fijo para que ellos no hallen la respuesta que no quieren escuchar. Nos sentamos a la mesa tratando de olvidar y lo conseguimos por unos minutos, mientras disfrutamos del festín.

-Pásame el pollo, dice mi padre.

– ¡Cual pollo! reniega mi hermana, hostigada.

Pollo de acelga, les digo; es que ahora somos vegetarianos. Trato de armonizar cuando los pequeños momentos de alegría nos invaden… intento sostenerlos, como trato de que nos perdure la acelga que se marchita como mis sueños.

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