Me sentía adormecida, los brazos palpitantes, mi mirada inimaginable .Las luces del autobús aturdían mis pequeños ojos, con lagañas, no los pida abrir todo al mi alrededor era extraño, solo escuchaba el sonido y los mordiscos de esa señora de 90 años que comía lentamente, un rico y delicioso pan de piña podía oler su mirada al ver como lo disfruta, recordé como yo podía saborear el dulce de mi alma en las noches, estaba segura de que había nacido para, estar en ellas la mayoría de cosas que había aprendido y los sentimientos más extraños que me había ocurrido pasaban en las ocurras noches de la ciudad. Me reflejaba en las sombras podía ver mi pequeño rostro sonreír sin sentido por aquellos amores nocturnos.

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