El Campeón

Que es un Campeón para ti? Tal vez alguien que logra alguna hazaña o triunfo deportivo o también aquel que se sobrepone a la adversidad

Esta es una pequeña historia, Alberto hoy tiene un buen pasar junto a Mariana, pese a que no ganó ningún título mundial, si le pudo ganar a la vida finalmente, sobrevivió a la noche santiaguina y a sus excesos, hoy tiene una vivienda propia sin deudas, un par de vehículos de carga en alquiler, y un pequeño negocio de abarrotes, llamado el Osornino, el cual le había comprado a un viejo rival boxeril, hoy lo atiende junto a su esposa y nieta.

Decía que la vida siempre te da oportunidades, y que debes saber cuándo tomarlas, en su pieza tiene todavía pegado algunos recorte de sus peleas y que eran cubiertas por un diario capitalino, un par de viejos guantes colgados un poco apolillados con olor a naftalina y un par de trofeos de bronce, muy opacos de sus eventuales triunfos como amateur, mientras me narraba su historia prendía una vieja radio a pilas, para escuchar un programa del recuerdo…..algo así como entre _ Milongas y Tangos_ y que era auspiciada por esa tienda… ¿Cómo se llamaba? haber déjame pensar un poco, era esa Cocilamp, la del genio del crédito, y por la quinta de recreo El Rosedal. Sin dudas Alberto, a punta de puñetazos logró ganarle a la vida, es por lo tanto sin dudas el campeón.

Aquí comienza su historia

Don Alberto Orellana Effenberg, el viejo Beto, o para otros el alemán como se le conocía, una parodia de su baja estatura, había nacido en el sur del país, en la hermosa localidad de Linares, en la séptima región, hacía ya muchos años atrás, él fue el primogénito de siete hermanos, de una familia muy modesta que vivía en las afueras de la ciudad de minera de Lota, en la octava región, se habían mudado más al sur buscando trabajo para el jefe de hogar, este se empleó como pirquinero del carbón, en una de las tantas mineras informales de la zona en este hermoso país, llamado Chile, Alberto a muy temprana edad tuvo que dejar su escuela, de aquellas pequeñas y rurales, esas donde cuesta hacer buena letra y cambiar los juegos de infancia, por el arado y la tierra.

Debía que ayudar en los quehaceres a su madre y ayudar en la crianza de sus hermanitos, ya que su padre, ganaba un modesto salario del cual, casi nunca se beneficiaban, debido a que su progenitor muy esporádicamente llegaba con algo en los bolsillos y casi siempre traía problemas y no mucha ayuda, era famoso por meterse en peleas propias y también ajenas defendiendo a eventuales compadres producto de largas borracheras en las que participaba, el exceso de alcohol siempre fue la arista visible en ese un disfuncional hogar.

Alberto era un niño muy pálido, de pelo negro, y baja estatura, muy rebelde, que trabajaba como mocito para los mandados en el único almacén que había en toda la manzana llamado “La Esperanza” propiedad de la señora Virginia López Hernández, una mujer viuda, también debo reconocer que era muy hermosa, que precisamente había perdido su esposo e hijo único, en uno de los tantos accidentes mineros de la zona, famosos porque no había muchos procedimiento de prevención de riesgos, y si los había eran rápidamente olvidados, en pos de bajar más aun los costos de las faenas.

Aunque su anhelo fue vivir en la capital, sabía que no podía dejar sola a su mamá, también una mujer muy agraciada de rasgos teutones, su aporte como hijo mayor era vital, para la delicada situación económica familiar. Se las ingeniaba para almorzar a cambio de ayudar a otros en mandados eventuales y algunos pitutos que hacía en su mal tratado triciclo, además vendía cigarrillos sueltos, los que eran muy apetecidos por los lugareños y cualquier otro artículo que llegaba de vez en cuando de contrabando desde el puerto. Además arreaba las vacas a los establos en la tarde, a cambio de leche y correteaba y contaba las gallinas de una pequeña granja avícola a cambio eventualmente de algún pollo o huevos frescos, todos estos trabajitos esporádicos, le aportaban también algo de dinero extra y también sustento para su familia, tenía una huerta familiar muy bien abastecida de verduras y hortalizas de estación, siendo las papas su mejor producto.

Los fines de semana jugaba en segunda serie, en el club deportivo hermanos Carrera, pese a que no tenía virtudes futbolísticas, si muchas ganas, era el único escape que podía tener algunos días, allí volcaba toda su ansias, rabias, esperanzas.

Cuando el lluvioso clima del sur de nuestro país no le daba respiro, puesto que inundaba completamente las canchas, practicaba boxeo en un modesto, club de barrio, que dirigía don Luis Tobar Carrasco, el viejito Lucho muy conocido en el sector, era un antiguo profesional de la época, que no figuro mucho en los ranking, puesto que una pulmonía muy mal diagnosticada había puesto termino temprano a su carrera, así que empezó a enseñarlo a los muchachos de los alrededores, entre ellos se destacaba Beto, quien no tenía muy buena técnica pero sí, una pegada envidiable. Primero la izquierda, y luego la derecha, le decía su eventual entrenador, éste comenzó poco a poco a dejar el fútbol, por el deporte de los puños, allí golpeaba durante horas un viejo saco de arena, quien era el único testigo de la furia con la que Alberto, le pegaba a la vida.

En cierta ocasión, cayó en sus manos un viejo diario, donde narraba paso a paso, los triunfos de un púgil capitalino, que estaba próximo a combatir por el campeonato del mundo, ojeaba y observaba con atención el ajado articulo deportivo, como queriendo encontrar alguna frase no leída o alguna que se le hubiera escapado producto de su entusiasmo, en la tarde de ese mismo día, el viejito Lucho lo invito a mirar por la televisión, una velada de box que se transmitía directamente desde el teatro Caupolicán, también recuerdo que era complicado poder obtener una buena imagen, se debía prender a lo menos 15 minutos antes el aparato de marca Philco para que se calentará, puesto que era a tubos, además de mover en forma constante la antena ubicada en el techo al final de una larga vara, que el viento del sur movía a voluntad, perdiendo eventualmente la señal, entonces había que salir a reposicionar la señal una y otra vez.

Comenzó el combate, don Luis narraba a su pinta, el duelo, se paraba y esquivaba los embates del contrario y le enviaba un contraataque de ganchos, jabs, y otros golpes, mientras tanto su joven pupilo estaba atento a las imágenes y a las indicaciones del dueño de casa, Sin embargo al final del tercer round un de los boxeadores caía por nocaut, Pese a que al parecer el perdedor era el favorito, argumentaban que había sido una buena pelea, y que Alberto debía aprender mucho de ellos y así fueron pasando los años, sin mayores novedad, solo se sobrevivía a diario…..

El tiempo fue pasando rápido, tal como el amanecer cuando no es

esperado, el futuro de pronto comenzó a golpear a su puerta, se venían cambios en el horizonte, y él sabía que su tiempo estaba llegando.

Pronto llegaron a esa localidad, don Cristian Vásquez y su esposa Marice Ortega, dueños de una pequeña empresa de transportes, y que cuya ruta siempre comprendía viajes a la capital, razón por la cual Beto, sabía que debía amistarse con ellos, nuestro protagonista abandonó el puesto en el almacén, y se dedico a trabajar como peoneta en los vehículos de carga, sus hermanos ya estaban mayores y habían seguido un poco sus pasos, trabajando en lo que viniera, por lo tanto también aportaban su resto de dinero a la casa, como decía él, en su lenguaje tan propio, y por lo tanto su antigua idea de irse comenzaba a ganar fuerza, pero esta vez tenia mas fundamentos, ya no eran solo anhelos, le pidió consejo a su antiguo mentor don Luis, quien le argumento, muchacho sigue tus sueños, trabaja duro, y no pares.

Tras varios viajes de trabajo, comenzó a preparar su partida definitiva, conversó con su madre, quien entendió que pronto ya no estaría con ella, ni con sus hermanos, por lo tanto un noche cualquiera preparó una modesta cena para los suyos, donde les comento sus planes, se despidió de todos y en una fría madrugada decidió en el reparto de esa semana, que por fin emigraría.

Pues bien, llegó a la capital, su gran sueño se había concretado por fin, Santiago, le ofrecía una lluviosa y gélida mañana, su primera parada fue la Vega Central, después de terminar de descargar y estibar el mismo camión, se despidió de su antiguo patrón, don Cristian quien le pagó generosamente y tras un fuerte abrazo, le dijo cuídate muchacho. y buena suerte, Beto caminó un poco recorriendo el lugar y pronto el hambre le gano a sus fuerzas y se fue a desayunar a una picada, donde “La Tía Toñita” una famosa cocinería del sector, se tomó un caldo de patas, una taza de café y un sándwich de ave mayo, conversó un poco informalmente con la locuaz locataria, contándole brevemente que era de provincia y que además era su primera vez en la ciudad, que había venido a probar suerte, le pidió algunos datos donde poder arrendar una pieza barata, para pasar esos días, mientras se acomodaba en algo mas definitivo, también aprovecho de pedir algún trabajo o pololo, la obesa mujer, atendió sus súplicas, recomendándole una comadre que lo podía acomodar, le indicó que le dijiera que iba de parte de ella, y también lo envió donde un sobrino, un joven jefe de obra quien necesitaba obreros en una nueva faena que comenzaba recién por esos días

Pronto se acomodo en una pieza de un cité, en la avenida San Diego el cual era habitado por muchachos sureños, damas de la noche y también, algunos extranjeros

Comenzó como jornal en la construcción, por algunos meses, mas tarde como repartidor y suplementero de diarios y revistas, que vendía a viva voz, en la estación Mapocho a los viajeros eventuales y transeúntes que pasaban frente a los kioscos del lugar, también trabajó de mozo en un local del mercado central, allí conoció a un comensal habitual a quien le contó de su pasado boxeril como amateur, este señor llamado don Julián Casas , quien le recomendó un club de box, donde podía entrenar.

Sin embargo Alberto, eligió otra alternativa, poco a poco comenzó a caer en la tentaciones de la bohemia santiaguina, el alcohol, las fiestas y la música, comenzaron a tener prioridad en su vida diaria, se despreocupo de entrenar, por lo tanto pronto comenzó a ganar peso, producto de las borracheras, en las que terminaba muy a menudo y que compartía con amigos y conocidos ocasionales, ya no mandaba dinero a su hogar, todo parecía indicar que sería absorbido, por el monstruo de cemento, quien reclamaría otra víctima más, para su larga lista de aquellos que se rinden sin pelear por sus sueños, sin embargo un hecho logró despertarlo, y remecerlo por completo un día cualquiera se inscribió en un club llamado “El Ring de los Campeones”, justamente el que le había sido recomendado algún tiempo atrás, un local modesto pero muy bien mantenido, a un precio muy razonable para sus aspiraciones, fue ahí donde conoció a la hija del administrador, Mariana Torres Carbonero.

Una muchacha hermosísima, de ojos azules muy intensos, que lo conquistaron, su mirada le entrega la paz, que él necesitaba, poco a poco comenzó a entrenar muy duro después de trabajar, ahora tenia un gran incentivo, el amor había llegado a su vida, ese elemento tan extraño e incombustible que llenó su vida y vacío interior, pronto comenzó a tener combates como aficionado los que ganó sin muchos inconvenientes, salvo en una sola oportunidad empato al confiarse demasiado de su rival, su gran pegada le ayudaba a sobrellevar las peleas más duras, pero más que nada comenzó a ganar su pelea más difícil, contra la vida misma, ahora el futuro se observaba más promisorio que nunca, tenía esperanzas y proyectos en mente que quería explotar, se acordó que los grandes campeones nacen siempre bajo condiciones muy modestas.

Luego terminó de entrenar, se aseó y se fue caminando hacia el centro, de la mano de Mariana…


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