Mi avetura, mi emoción. -Una historia de amor-

Mi avetura, mi emoción. -Una historia de amor-

A Gustavo Morra

22/06/2017

Mi aventura y mi emoción

-un destino sin final-

Quizá esta no sea una historia como las narradas por Julio Verne y no tenga el misterio de los diarios de Ana Frank o el suspenso de los cuentos de Edgar Poe. Quizá no pueda recrear un mundo como la ha hecho Tolkien, y quizá no pueda volar mi imaginación como lo ha hecho el célebre autor del principito. No tendré la rima de un poeta, no seré profundo como Borges ni sincero como Sábato, pero lo que sí se, es que a pesar de no asemejarme a su escritura divina, se asemeja más a las tragedias de Shakespeare, no por lo escrito sino por el contenido…

No es fácil describir en palabras muchas veces los sucesos de la vida, pero sólo hay que abrir la ventana para que el viento entre, sople y haga que todo se renueve, y él sea la pluma que escriba cada palabra.

Hay un mundo que no nos pertenece, hay un planeta al que quisiéramos ir pero nunca llegaremos. Hay una realidad que no es virtual pero al ser tan real se esconde casi en un mundo de fantasías en un horizonte al que parece que nunca podremos llegar. Hay un lugar que es más grande que el universo entero, más profundo que cualquier abismo y más grande que cualquier cielo. Pero es ese lugar al que, llenos de esfuerzo y valor, seguramente no habrá posibilidad de entrar. Es contemplar las estrellas al borde de un hermoso mar viendo como brilla en tus propios ojos el amor profundo de alguien tan especial.

Es una experiencia, es una forma de vivir la vida, es una fantasía caótica que de repente, sin saber el cuando, el donde y el como, nos toma de improviso, nos sacude, nos saca de nuestro mundo diario y nos hace empezar a caminar hacia un lugar incierto del que sólo nos queda seguir la brújula que está en nuestro interior.

Es una batalla sin fin en la que el soldado de la primera fila corre el riesgo de ser el primero en morir, pero muere con la certeza de ser aquel que dio su vida primero antes que los demás por defender el reino, por crear historia, por abrir caminos, por conquistar imperios.

Quizá no sea un soldado sino un mero vasallo sin importancia de un reino perdido en medio de la nada. Quizá no tenga espada ni lanza, sino solo la alforja y el arado para cultivar la tierra. Pero llega ese momento en que el imperio pone el vasallo en la fila de guerra para defender su reino. Llega ese momento cruel del destino en el que te pone cara a cara con una verdad anhelada pero nunca querida. Llega ese momento en que el arado se convierte en lanza y la hoz en espada. Llega ese momento en que no queda otra alternativa que subirse a la aventura sabiendo que allí se anula la antigua vida porque puede empezar un nuevo rumbo o puede ser apagada en la batalla.

Un simple vasallo que decide entrar en un mundo distinto, decide entrar en las líneas frías de la batalla para defender su reino. Decide tomar la espada, decide dejar el arado, decide vestirse de hierro para poder defender a su Reina y su Rey. Decide decirle adiós a todo lo pasado para empezar una nueva historia.

Soy ese simple vasallo que cautivado por la belleza de la Reina GIdeva decide dejar la hoz y el arado para tomar la espada y la lanza, vestirse de hierro y coraza, salir a la batalla. Sabiendo que la Reina nunca mirará hacia la primera fila. Salgo al campo de la batalla con el mismo grito del jefe de batalla, guiados por su caballo brillante de virtudes. Salgo con la armadura y las armas corriendo a luchar para defender mi reina, para luchar por ella para que no haya imperio que haga de ella un vasallo, sino que siga con su corona fúlgida, llena de perlas y diamantes.

Salgo a la batalla sabiendo que quizá nunca volveré a tomar la hoz y el arado. Lucho por ella para que nunca sea movida de su cabeza la corona que tanto le pertenece.

Llega la noche previa a la batalla. Como toda noche previa, reina la calma. Los hombres atemorizados por el destino aterrador que les espera al alba de la mañana, las mujeres consternadas por el temor de que los suyos quizá ya no vuelvan. Todo está listo, sólo queda esperar la hora justa. Esa hora que no llega más, pero que pasa más rápido que la flecha de un arquero. Es esa noche en que el Rey toma fuerza y desde su carpa de batalla da las últimas instrucciones junto a sus jefes de escuadrón. Pero, sobre todo, es ese el momento en que la Reina pasa por entre los soldados y da su saludo de batalla.

Allí pasa ella, vestida de colores que resaltan su belleza. Camina erguida, llena de señorío y de realeza. Pasa, imposible no mirarla, imposible no quedar cautivado por su hermosura. Allí va caminando hacia la tienda del Rey, a dar su saludo de batalla final.

Pasan las horas y se empieza a borrar del cielo el manto de estrellas que cubría nuestras cabezas. Sale el capitán de su tienda revestido de armaduras de batalla. Suena el cuerno del reino avisando la preparación de los guerreros. Se acerca el jefe y empieza a golpear con su espada a cada uno de los que ya están alistados como saludo de guerra.

Son minutos que pasan fugazmente. Son momentos en los que uno se da cuenta que ya su vida de vasallo ha quedado atrás. Ahora sólo queda la batalla.

Alistado para la guerra, sólo un rostro se pone ante mis ojos, el rostro de la Reina, hermosa como la luna, brillante como el sol. Su sonrisa era un arte de lo divino, del cielo, sus ojos eran las puertas del océano, sus caricias la brisa de la mañana y sus palabras una eternidad.

Suena el cuerno de guerra, aterrador pero dulce a la vez. Cuerno que da inicio al momento de euforia y de inseguridad. Llegó el momento, en la primera fila, el rey llena el predio con su grito de buen augurio, choca las espadas cabalgando su caballo. Suena el cuerno una vez más. A lo lejos se ve un soldado, yo nunca lo había visto, pero tenia un aspecto particular, nadie lo notaba, solo yo podía sentir que ese soldado estaba fuera de lo normal. No era como los otros, había algo especial en él.

Se lanza el movimiento de los guerreros, cabalga el rey y detrás los caballeros honorables de montadura, detrás nosotros, en primera fila humana, con espadas y lanzas en las manos. Llenos de temor pero dispuestos a dar todo por el reino y, en mi caso, todo por mi Reina.

El batallón contrario cada vez está más cerca pero mis ojos siguen a aquel guerrero especial que nunca antes había visto, algo fuera de lo normal escondía.

Se acerca la batalla, es cuestión de segundos. Sólo se escucha el trote de los caballos y nuestras pisadas sobre la tierra. Se produce un silencio más grande que el de los abismos, como si el mundo se detuviera y, un segundo después, se escucha el ruido aterrador y estridente del choque de las espadas y las lanzas con los escudos.

La batalla empezó, la suerte está echada, el destino ya está jugado. Se acerca cada vez más el momento de pegar con la espada y defenderse con el escudo. Se acerca, ya vienen, y ahí es donde comienza la batalla.

Cruzan las espadas por doquier, cortes en cada parte del cuerpo, miles y miles de guerreros intentando salvar su propia vida y la del reino. Sólo se escucha el cuerno del Rey implorando ayuda en su sector de batalla, se escucha el cuerno de los comandantes pidiendo ayuda en otro sector. Una batalla que se va a la ruina, un imperio que se pierde entre las espadas de aquellos que sólo sabíamos manejar un arado y una hoz. Un imperio que se duerme en la arena de la batalla derramando su sangre por defender su reino. Una ciudad que comenzará a estar en ruinas por no haber podido defender aquella guerra.

Aquel guerrero especial, del que no podía sacar la mirada, tenia una fuerza descomunal, nadie podía vencerle, todos caían ante sus pies. No había guerrero que resistiese a sus golpes, todos morían a su paso.

Pasa el tiempo y sólo quedan las fuerzas para mirar a lo alto e implorar a los dioses que se apiaden de nosotros. Ahora les toca batallar a ellos, ya no quedan fuerzas, ya todo está cayendo. La única fuerza que motiva mover la espada es el haber podido contemplar una vez bien de cerca la belleza de la Reina, su cabello largo, tierno y suave, algo nunca antes visto; su mirada profunda de ojos marrones que eran las puertas a un mundo nuevo, sus labios que derraman dulzura, que apresan a cualquier rey o vasallo, su cuerpo tallado por las manos de los dioses, su luz que irradiaba era signo de ser producto de afrodita.

Pero ya no quedan fuerzas, no queda más que ponerme al lado de aquel guerrero especial que no podía soltar su mirada. Pero es ahí, en ese momento cuando el destino cruza la espada en mi vientre. Es ahí cuando aquel caballero especial sin saber como me traspasó, me embistió y penetró tan hondo que traspasado por esa espada comencé a ver el fin de mi historia ante mis ojos.

Fue en ese mismo momento en que ese guerrero especial detrás de su casco me miró con estupor. Conocí sus ojos y él conoció mi armadura. Supo que era uno de los suyos, supo que había herido uno de sus compañeros de batalla.

Miro sus ojos y no puedo más que recordar aquellos ojos marrones que me cautivaron. Sí, era ella misma. Ese guerrero especial del que no puede nunca correr la mirada, era la Reina Gideva. Vestida para la batalla, peleando como uno de nosotros. Pero era ella.

Reina que se había vestido de guerrero para luchar con los suyos, pero que en mí producía algo especial. Reina que había decidido ocultarse detrás de la armadura porque así iba a salvar su imagen y figura.

La Reina prefirió ser un guerrero antes que esperar que en su propio reino se le sea arrebatada la felicidad. Reina que prefirió dejar de serlo para vestirse de guerrero. Dejó de ser lo más preciado que tenía, dejó la corona y el cetro, por el casco y la espada, se vistió de hierro sin saber que ella era el hierro. Se vistió de guerrera sin saber que ella era la guerrera. Se vistió de brillantes sin saber que ella era la que daba brillo a los diamantes.

Pero ahí estaba yo, atravesado por su espada. Allí estaba ella con la espada en la mano y mirando lo que había hecho. Ni ella ni yo lo entendíamos, pero el destino ya estaba echado. Yo debía morir de manos de aquella que con su hermosura me había cautivado y me había hecho capas de ponerme en las filas de batalla. Prefería morir de su mano a que no poder estar contemplando nunca más de cerca su belleza.

Yo sabía que quizá nunca lograría conquistar su corazón pero al menos luchar para que su reino no se caiga era motivo de felicidad para mi, porque verla feliz era el motivo de saber que al menos como vasallo podía darle su felicidad. No como hubiese querido pero sí al menos ser motivo de su feliz destino.

Pero ahora ahí estaba ella parada frente a mi y yo inclinado ante su hermosura. Se acerca y me toca con sus manos y con sus dulces labios me da un beso en mi frente. Sentir su frescura fue el poder entrar a contemplar a los dioses. Me abraza y me habla susurrando al oído, y es ahí, en ese mismo momento, cuando mis ojos terminan de contemplar la belleza que los dioses habían puesto ante mi rostro y sólo me quedaban fuerzas para decir una palabra, una expresión de antaño, un sentimiento profundo del corazón, sólo me quedaban fuerzas para decir: Te amo!…

Es en ese momento tan determinante de mi historia donde la reina tenía la posibilidad de arrebatar mi vida y ponerla en las profundidades junto a los seres oscuros o intentar salvarme.

Es en ese momento cuando ella toma la espada con su mano, la saca de mi vientre, caigo tendido en el suelo ardiente de la batalla, mi sangre corre y se esparce por sus manos. Ella pone su mano en mi vientre, acerca sus labios, besa los mios secos de vasallo y dice susurrando: sila lumen (estrella brilla), es ahí donde veo el cielo abrirse y los dioses mirando mi llegada.

Suena el cuerno de batalla y es en ese mismo momento donde mis ojos se abren y veo que era todo un simple sueño previo a la batalla…

Miro alrededor y sólo veo guerreros, el rey en su tienda junto a los jefes. Miro a un costado y ahí contemplo venir caminando a la hermosa reina del imperio tal cual la vi en ese sueño, corro a sus pies y de mi corazón brotó decirle una simple palabra:

Un amor escondido, un amor en silencio, un destino sin esperanza, una firma sin acuerdo…es el amor un rehén del destino que te lleva al desierto y te consume por dentro en el corazón…Buscaré en el invierno el calor de tus besos, miraré en el cielo el amor de tu pecho…correré en el desierto, buscaré tus secretos aunque te vayas lejos moriré en tus deseos…Es el amor un rehén del destino que te lleva al desierto y te consume por dentro en el corazón.. Dame tu amor que lo siento, acaricia mi pecho, si el destino me lleva al desierto, dame tu aliento…

Allí, a sus pies, solamente me quedó esa opción. Sabía que iba una batalla de la cual no podría regresar y sólo me quedaba el poder decirle lo que mi corazón sentía cada vez al mirarla.

Sabía que jamás entraría al simple hogar de un vasallo, pero sabía que así ella seguiría siendo reina al menos en un imperio chico pero profundo como el universo y lleno de vida como el cielo. Sabía que así ella podría seguir siendo reina al menos de mi corazón, sabiendo que ella se empezaba a preparar para la batalla.

Es ahí en ese momento, cuando luego de recitar mi poema, ella toca mi mano, la acaricia y la convierte de áspera en una felpa de cordero. Es allí cuando ella de sus dulces y tiernos labios desprende un beso hacia los secos y ásperos de este pobre vasallo. Es ahí, cuando mi corazón siente que la reina toma posesión de su trono en un nuevo imperio. Es en ese momento cuando en mi corazón se le entrega la corona, es ahí en ese mismo instante, cuando veo que ella renuncia a ser reina para vestirse para la guerra.

Yo no sé si será mejor en las líneas de batalla o en el cetro. Sí sé que al menos en mi corazón seguirá siendo reina. Seguirá siendo para lo que los dioses la han traído al mundo. Nunca podrá ser guerrera, siempre seguirá siendo reina, en mi corazón está su corona y su cetro, por más que quede devastado su real imperio. Ella es reina y al menos así mi corazón la seguirá amando sabiendo que, a pesar de no poder tenerla en mi humilde tienda de vasallo, al menos así la haré feliz

El destino ha cruzado los caminos de la existencia. Dos mundos paralelos, de una reina y un vasallo. Un vasallo que la ama como un primer amor que quizás tuvo, un amor que había olvidado de sentir por estar entre la hoz y el arado. Un amor que le volvió a nacer al llegar a ese imperio donde una reina hermosa, cautivó su corazón. Sólo queda ser rehenes del destino, dejarnos llevar por sus riendas a ciegas, dejar vivir el poco momento en que el vasallo está frente a la reina, sentir su piel, sus labios y su voz, sentir que al menos por un momento ella es su reina y él su rey.

Quizá parezca que ya estoy perdiéndolo todo y me quede sin nada, pero sí se que muchas veces la soledad va a golpear la puerta, la tristeza entrará y el frío se apoderará de todo, porque es un amor que se convierte en imposible, en un grito silencioso que es capaz de convertirse en un águila para volar su cielo. Quizá llorando, anhelando y pidiendo su amor, pero ver que sólo llega la ilusión, de ser un pedazo de una historia, de un cuento en el que muchas veces quisiera ser el reino y el rey pero saber que el destino sólo en esta historia fue cruel, sólo fue el que hizo de una historia un grito silencioso en medio del mar, porque en esta historia el vasallo dejaría la hoz y el arado, sólo si la reina gobierna su corazón.

Pero sabiendo que hay un mundo entre los dos que pone la distancia, una vida que no nos permite vivir una historia, sólo será en el corazón donde esta historia se hará realidad porque es imposible vivir sin ella. Por eso el vasallo sería capas de cambiarlo todo y detener el tiempo del mundo entero por vivir, aún en sueños, sin importar si es rey o mendigo, esa historia que lo haría cambiar el rumbo.

Es así como comprendo sólo mirando al cielo y viendo las estrellas de la calma antes de la batalla, que en dos mundos diferentes es posible el amor que se ilumina con la mirada de la reina, que vuelve a despertar, y es ahí donde comprendo que nunca me esperaba que como un simple vasallo iba a enamorarme de ella, la reina, y es ahí donde puedo comprender que vuelvo a vivir. Ella entró sin permiso en mi vida, llenó de sentido cada mañana, volvió a hacerme vivir, yo creía que todo lo tenia pero ahora descubro que tengo un corazón, porque pasó algo que jamás me imaginé como simple vasallo: que de amor iba a vivir, y es ahí donde tengo la mayor fortuna, aún sin ser el rey, porque soy un hombre nuevo que mira el cielo y en cada estrella y en la luna poder verla, pensarla y sonreír. Muriendo en sus manos es como vuelvo a la vida.

Sabiendo que fue un día común cuando algo mágico pasó, que nunca voy a olvidar, donde su sonrisa me hizo esclavo y sin preguntar me robó el corazón con una simple mirada, cambiando mi vida de un simple vasallo en alguien capaz de creer, en alguien en quien los miedos se fueron por contemplar esa hermosura que no se encuentra en la tierra, por eso día y noche pido a los dioses que aquel amor que cambió la vida de este pobre vasallo, que iluminó su propia vida como el sol al amanecer, no apague nunca su brillo de amor y dulzura. Y así una sola palabra puedo decirle mirando a las estrellas: Te amo.…mi corazón es tu reino y por ti cambiaría el rumbo, mi vida en un segundo para darle una tregua a este amor, aunque parezca que entre los dos hay un mundo que nos aleja, porque seguramente ese mundo puede ser el que nos termine de acercar. Yo no se si en esta vida o en la otra pero si estoy seguro de que el amor, cualquiera de las dos, va a unir a este pobre vasallo con la hermosa reina que le devolvió la vida a su corazón, se convirtió en mi aventura, mi emoción y mi inspiración. En su esclavo me he convertido. La amo y no importa ser su mendigo, su esclavo o su rey, aún congratulándome con las migajas que caigan de su corazón, y gracias a los dioses por al menos darle la oportunidad a este corazón de vasallo la capacidad de amar, de poder decir: al fin te encontré y teniendo la certeza de que en mi vasto reino ella ya tomó posesión de su trono y de mi corazón es la Reina….

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