Mi cuadro

Mi cuadro

alexia

03/05/2020

Me desperté en mitad de un gran charco de sangre.

¿ Cómo había llegado aquí?

¿ Donde estoy?

Me duele la cabeza.

Me incorporo como puedo.

Me resbalo y caigo. Me doy un golpe con la mesa y de repente, lo veo.

Tiene los ojos abiertos, inertes.

La tripa abierta en canal y múltiples cuchilladas por todo el cuello y brazos.

Entonces, me rió como no lo había hecho antes. Con ganas y fuerza.

Por fin.

Recuerdo mi hazaña.

Se sorprendió de mi llamada a las dos de la mañana.

Me abrió la puerta somnoliento y con unos calzoncillos que apenas cubrían nada. Sentí repugnancia.

Me preguntó si pasaba algo. 

No contesté. Sobraban las palabras. 

Me sacaba una cabeza y era corpulento, pero yo tenía algo que él no: un cuchillo afilado entre mis manos y rabia, mucha rabia.

Me creí Picasso pintando un cuadro.

Me dediqué en cuerpo y alma a pintar todo su cuerpo de rojo obsequiándole con multitud de rajas. Era mi regalo y quería ser generosa. 

Cuando le clavé la primera, abrió muchísimo los ojos. Dijo algo, pero no le entendí.

Tampoco lo pretendía. Nada de lo que dijera o hiciera iba a cambiar lo que estaba pasando.

Todo fluyo solo.

Una cuchillada por aquí… otra por acá…

Sentí tal frenesí, que me desmayé.

Una vez en casa, me doy una larga ducha donde vuelvo a recrear cada cuchillada dada.

Por cada golpe…

Por cada ruido…

Por cada grito…

Por cada palabra no escuchada…

Ahora solo habrá silencio.

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