Vió el lujo ante su rostro, un cuerpo de oro. Caballo en la luna, todas sus sombras de cara al mar. Acorraló al pacto y extendió su mano al sol.

El camino de piedra estaba ya humedecido por la hierba que se asomaba entre las grietas de la olímpica ciudad, atravesada por seda y flor.

– Entre mi fantasma y yo habíamos confabulado un ardid. Queremos extraer de tí la mejor limonada del universo y venderla tan cara como fresas blancas del Japón. Naturalmente, primero enrumbaremos el crecimiento de un fruto parecido al limón. Ahí en tu interior va naciendo ya desde hace un segundo. Una vez haya tomado color y gusto solo tendrás que entregarme el primero que caiga en tu mano izquierda. Puede tomar tiempo…

Solo asegúrate de no andar regalando limones a todo mundo. Podría afectar el negocio.

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