Una neblina sucumbió desde lo más oscuro en lo profundo de todo, la oscuridad no dejaba ver con claridad ni los mínimos detalles de tu figura, no existía la sombra que se ocultaba en un resplandor tenue que existía solamente en tus adentros. Todo estaba pero no se dejaba ver, todo constaba pero no se podía tocar. Y si, se sentía la presencia de muchos al andar, el calor los suspiros, ecos lejanos que quizás eran voces en lo profundo del abismo. Confusión era lo único presente, equivocaciones y errores, transgredían aquella mente atormentada de faltas de sufrimientos perdidos pero que seguían sintiéndose. Ahí estaba yo, como una sombra inexistente. Sin sol para vivir, sin resplandor para conspirar con mi existencia. En un momento cuan determinantemente perdido en el tiempo inexistente que era eterno. Nada es atrás nada es lo que era. Todo era inexistencia en ese plano que paradojaba la existencia de otros en sentidos contrapuestos. Ahí estaba completamente a oscuras rodeada de luz. Quizás ahí era el escondite perfecto, ahí en lo más profundo de las inconstancias. Ahí en ese lugar sin tiempo sin dichos y sentimientos un escondite perfecto de los adentros.

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