PIGMALIÓN Y GALATEA

Pintura: Jean-Léon Gérôme

Luego de ofrecer sus plegarias a Afrodita, Pigmalión regresa a su estudio cabizbajo. Son muchos años ya, dedicado a la creación de esculturas de mujeres de piedra y de marfil, en su encierro habitual y entregado a la profesión, se halla sumido en la más profundad soledad. Con su paso lento se mueve entre las tristes figuras, hasta colocarse en mitad del cuarto de trabajo, allí, frente a frente, su obra maestra: soberbia, magnífica. Su Galatea ha emergido impoluta del marfil. La admirable perfección de la figura le introduce en un éxtasis que no puede controlar y se lanza frenético hacia la escultura en la que deposita un arrebatado beso. Los labios de la figura se humedecen y el duro material metamorfosea en piel y carne. Por la gracia de Afrodita, respira la mujer de marfil y la flexibilidad novedosa de sus músculos le permite fundirse en un abrazo agradecido a su creador.

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