Día de niebla

Mañana jodida ésta, che. Levantarme bien temprano, desayunar y «rajarme para el laburo».

Todo está húmedo, hasta los fósforos, menos mal que encontré un encendedor para prender la cocina y calentar el agua en la pava para el mate.

Cuando me vestía la ropa me dio un escalofrío, que lo tiró.

Para salir cacé la bicicleta, la niebla me envolvió, me costó pedalear, con este tiempo me duelen las piernas hasta que ando un rato, tengo que apurarme que voy a llegar tarde.

Salgo al camino, los árboles gotean, el día empezó como la mierda.

Avanzo lentamente y me lamento, por momentos no se ve nada, sigo por ese túnel gris de memoria.

Hace tanto que hago el mismo recorrido…

En un punto del camino diviso a tres compañeros de trabajo, que van a pata, tienen el calzado embarrado y seguro los pies mojados. Entonces es cuando pienso que no debería sentirme así, por lo menos voy en bicicleta y mis zapatillas son casi nuevas y no pasan la humedad. Además los días así a media mañana sale un sol radiante.

¡Entonces de que me quejo, caracho!

De pura costumbre «nomás».

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