Dominoes. Syd Barrett.

La rosa caía dando pequeños círculos, el niño lloraba al no poder atraparla, ella solo caía, más muerta que viva, más viva que roja, más verde que ausente. La rosa caía y nadie se sentaba a verla con detenimiento, mientras tu llorabas al no poder atraparla, tu más pálida que humana, mas ida que feliz, más melancólica que muerta. La rosa caía y la mancha en sus almas no les permitía verla, era una comedia bastante gris, pues la rosa se resignaba, la rosa palidecía, pero los relojes no daban tiempo para verla, los templos no nos permitían creer, y con justa razón, que ella se salvaría. El niño templaba sus dientes, se rasgaba sus facciones con sus uñas mal cortadas, el niño no entendía, el niño también caía, el niño había envejecido. Los insectos se detenían, los insectos se embriagaban, pues si la rosa cae ya nada importa, ellos danzaban, ellos mentían, ellos usaban mascaras. El tiempo pasaba lento, las corrientes de aire pasaban avergonzadas, había humo, había verdes, había grises, el tiempo, el niño, tu, los insectos, ¿alguien puede pensar en la rosa? Más pálida que roja, más vieja que real, más sensual que muerta. Sonaba una sinfonía descompuesta entre la fatalidad de megáfono que anuncia tristes noticias, catástrofes violetas, había algo de vino en la sangre, había un paso, solo un paso al ritual de las rosas que caen, el nuevo orden, el nuevo sueño, ellos también caían. Había risas, había quienes se burlaban de la rosa, había quienes creían que el mundo podría seguir siendo el mismo una vez la rosa tocara el suelo, pobres imbéciles. Era una tragedia anunciada, como no, todos sabíamos lo que ocurriría, pero tratábamos de seguir riendo mientras ella aun no llega a las planicies eternas de la humillación de la tierra rojiza y la arena, pues las rosas no nacieron para caer, ellas están en la planta o en ningún otro lado, mientras viven, es su naturaleza por historia. Pero esta vez el mundo se detuvo porque vimos a una caer, porque el niño ya moría, porque los insectos danzaban tristes y perdidos, porque tú estabas más pálida que ayer, más transparente. Yo pudiera salvarte rosa, yo podría extender mis alas y darte un suspiro, yo podría colocarte otra vez en la planta que te dio la vida, un suspiro mío podría clavarte otra vez a un tallo o a una hoja o a la cabeza de alguien, pero no quiero, por primera vez la existencia del universo depende de mí, y solo lo veré derrumbarse, solo lo veré fragmentarse hasta que la nada reine. Rosa perdóname, rosa no es mi intención, rosa me duele créeme, yo también quisiera que fuera de otra manera, ¡maldita sea! esto no es fácil, y cogiendo un poco de valor de mi propia desesperación, me haré a un lado, echare para atrás y saldré corriendo, estaré lejos cuando caigas, toseré mariposas de sangre de eso estoy seguro, habrá circos de ilusiones agonizantes y fosforescentes del otro lado, y yo mismo clavare las uñas en mi cabeza y en mis ojos, pues ya no soy niño, pues ya he envejecido, pues ya no estoy aquí, ya la muerte se derrite ante mis restos que aun respiran.

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