En otra vida amor mío.

En otra vida amor mío.

Pao Torre

09/06/2017

Y así fue como te conocí, como me enamoré de ti, como sufrí por tí, así fue como acepté que no serías para mí. Sin embargo, el destino o la vida, hizo que nuestros caminos se volvieron a cruzar intempestivamente. Y si no es en esta vida, se que tenemos la esperanza de otra, amor mío.


Él, era perfecto para mi. Tal y como me gustan. Alto, brazos fuertes, piernas de roble, un característico humor, mirada seductora y labia inigualable, cualquiera podría rendirse a sus pies, labios inexpicablemente perfectos para embonar a los míos y su belleza no era como la de otros, en realidad, no era tan bello. Pero mis ojos, lo vieron así.

Y así, por cuestiones del destino o de lo que está escrito en nuestro libro de la vida, te conocí.

Nos hicimos amigos, buenos amigos. Era tu confidente, haciamos locuras, simplemente éramos el uno para el otro. El único problema es que tu ya habías encontrado tu otra mitad y yo la mía.

Compromisos y promesas por cumplir. Creíamos haber encontrado el amor, cada uno por su parte, hasta que nos conocimos. No creía en la perfección de una relación hasta que llegaste a mí, con tu peculiar sentido del humor, tu forma de ver la vida, ver el lado positivo a todo, llevar las cosas al punto máximo de exigencias para lograr tu propósito y reír ante toda situación, tenías una peculiar forma de ver la vida.

Vivimos un amor a escondidas, por algunas horas nuestro mundo era perfecto, tu y yo tomados de la mano siendo felices en un pequeño lugar donde éramos plenos. Después venia la realidad. Regresar a nuestra vida rutinaria, a nuestros compromisos, porque la gente no podía dudar que éramos felices cada uno por su lado.

Y llegó el día que nuestra felicidad se opaco por estas palabras que salieron de tu boca:

– Me tengo que casar con ella.

¿Por qué? Yo estaba dispuesta a dejar todo por él. Estaba a punto de dejar mi estabilidad por él y no fui suficiente, por que: ¡Tenía que casarse con ella!

Abatida, envuelta en un mar de pensamientos, de recuerdos, de preguntas sin resolver… ¿Jamás me tomó en serio? A caso todo lo que decía sobre amarme y que era todo para él, ¿no fue realidad? ¿Porqué me engañó? ¿Porqué jugó conmigo? ¿Para qué hacerme ilusiones con él? Soñábamos juntos en un día poder tomarnos de la mano delante de todo mundo sin miedo a ser juzgados y señalados. Pero no fue así, nuestro amor no fue suficiente para él ¿qué dirá la gente? Su mayor preocupación.

Acepté su decisión y me alejé de él, sin embargo nunca dejó de buscarme. ¿Para qué me haces sufrir? ¿Porqué dices amarme y al final te casarás con ella? No fui suficiente para ti y tu no serás quien irrumpa de nuevo en mi corazón.

Decidí dejar toda mi estabilidad, decidí alejarme de él, de todos nuestros recuerdos, de todos nuestros amigos y de mi familia. Necesitaba tiempo a solas para vivir nuevas experiencias y nuevos amores, que me hicieran olvidar a mi gran amor.

Viajé, conocí personas interesantes, hice el amor muchas veces, pero jamas alguien como él, que me hiciera sentir protegida.

Recordaba su mirada penetrando en la mía profundamente, observando más allá de mi ser, adentrado en mi alma, sintiendo su corazón latiendo al mismo son del mío, jamás sentí otra vez unos brazos tan fuertes que me estremecieran el alma, que me hicieran sentir segura, sentir una respiración agitada y excitante como la de él jamas, y no decir de esos besos y caricias que me estremecían, conocí muchos amores en el camino pero ninguno como él.

Pasaron los años, me enamoré y me casé. Si, me enamoré como no lo había hecho en muchos años atrás. Sabia que él era perfecto, carismático, trabajador, cariñoso, de carácter fuerte y con sonrisa encantadora, él era el indicado para mí, lo sabia. Tu recuerdo se había esfumado casi por completo, en ocasiones me recostaba y pensaba que habría sido de ti, de tu vida, habrás tenido hijos, seguirás casado, pero estos 10 largos años me hicieron más fuerte y más feliz de lo que fuí contigo.

Regresé al pueblo que nos vio nacer, al lugar donde me enamore de ti, a los lugares que me recordaban y me hacían sentir vacía sin ti, pero esta vez no fue sola, no me sentía sola, estaba con un hombre que me amaba y me hacía plena. Al menos eso me decía incansablemente.

Que cruel el destino, me jugó un papel muy traicionero, mi esposo tenía un nuevo trabajo y mejor pagado, tenía que acompañarlo, aunque no fuera mi lugar favorito, tenía que apoyarlo.

Caminaba por la noche de la mano de mi amor, cuando te vi pasar en la otra esquina junto a dos pequeños niños, mi corazón se agitaba, mis manos temblaban, mi voz se quebraba y mis lagrimas a punto de salir. Me esforcé para parecer que no me importabas, decidí no mirarte más. Pero tú, me miraste y quedaste inmóvil ante mi presencia. Pasamos justo enfrente uno del otro y ninguno se atrevió a decir : ¡Hola!

Pasaron los días y mientras la mudanza terminaba de llegar a mi hogar, trataba de no pensar en ti, pero era casi imposible en esa soledad que me durante todo el día.

¿Quiénes serán esos niños? ¿Acaso serán sus hijos? ¿O serán sus sobrinos? ¿Qué habrá pensado de mi? ¿Por qué no me saludo? ¿Me habrá reconocido?

Tantas preguntas revoloteando mi cabeza y mis sentimientos reprimidos por miedo a ver la realidad, te seguía amando o quizá jamás te dejé de amar.

Mi esposo, un hombre ejemplar, siempre metido en su oficina, lo extrañaba, contaba las horas para llegar a casa y cenar juntos, pero durante el día mi cabeza se ocupaba de cosas y recuerdos que me hacían sufrir.

Pasaron los días y seguía pensando en aquella noche en que te volví a ver, después de 10 largos años. Y fue entonces mientras caminaba por aquellas acera empedrada, en las que caminamos alguna vez con el deseo de tomarnos de la mano, que te volví a ver. En esta ocasión ibas solo, igual que yo.

– ¡Hola! Te vez hermosa. Te extrañé.

Fuero la primeras palabras que escuché salir de tu boca, después de aquella noche en que decidí alejarme de ti para que fueras feliz con aquella que debías casarte.

Fue una tarde llena de emociones, nos sentamos en un café cerca del parque. Aquel parque al que imaginábamos llegar juntos tomados de la mano para caminar, bajo un sol veraniego. Las horas se fueron en un abrir y cerrar de ojos.

¿Qué sería lo primero que le preguntarías a tu gran amor después de 10 años de no verlo?

Yo le pregunté: – ¿Eres feliz? Dime que valió la pena alejarme de ti.

Duras palabras, fuertes preguntas y un mar de emociones envueltas en ellas. Esperaba ansiosa tu respuesta, más sin embargo no fue lo que quería escuchar o quizá lo era pero lo ocultaba.

– No, no lo fui y no lo soy. Al menos hasta hoy, no lo era.

Mi corazón latia agitadamente, quería lanzarme a tus brazos y llenar todo tu ser de besos y caricias que me hicieron falta estos últimos años. Pero me contuve, recordé mi presente y me serene, poco, pero al menos lo intente.

Contaste tristemente tu historia, tu trágica historia y tu equivoca decisión de dejarme partir. Tu felicidad duró solo un par de años, o lo que pensabas que era felicidad. Los reproches, los gritos, la falta de interés y el amor que aun sentías por mi, hicieron de esos años un calvario.

– Los niños con los que me viste la otra noche, eran mis sobrinos. Son mi adoración y yo la de ellos.

Mi corazón se detuvo, aún no tiene familia, aún tenemos esperanza, aún puedo ser feliz con él. Fueron mis pensamientos llenos de esperanza.

Le conté de mi vida, de mi matrimonio, aún no tengo hijos le confesé. Y mientras decía eso una evidente sonrisa invadió su rostro. Sé que el deseaba preguntarme eso.

Pasaron las horas y mientras recordábamos una y otra anécdota pasada de nuestro mundo de locuras, entre risas y alguna lagrima derramada entre conversación, fuimos interrumpidos por una voz femenina:

– ¡Amor, ¿que haces aqui?

No pude evitar ponerme blanca del susto, temblorosa de pensar que estaba haciendo algo malo, espera un momento, dijo: ¿Amor? Acaso hay algo que no me había terminado de contar?

Efectivamente, enigmatico y cauteloso como siempre, guardando las sorpresas para el final. Se había divorciado pero estaba comprometido con alguien más.

Me presentó como una vieja amiga, recién llegada de nuevo al pueblo. Debo admitir que ella era hermosa. Pero entonces, ¿qué hacemos perdiendo el tiempo recordando viejas aventuras, romances y pasiones?

No pude más, no pude tolerar verla a ella cerca de él acariciando su brazo, haciéndome saber que él era suyo. Aquel lenguaje corporal que solo las mujeres logramos entender. Ella estaba marcando su territorio.

Me despedí abruptamente, él sabia que estaba incomoda, me conocía tan bien que solo una mirada entre los dos le hizo entender mi sentir. Agradecí la platica de amigos, me levante y me despedí. Como todo un caballero el pidió acompañarme hasta mi auto, dejo a su prometida sentada tomando un café y me acompañó. Se que solo quería unos minutos más a solas conmigo, ¿Para qué? Si ya todo estaba dicho, no éramos más que unos viejos amigos, que se ponían al día después de 10 años sin vernos.

– Quiero seguir viéndote. No te alejes de mi, ya no más.

Fueron las palabras más confusas que había escuchado desde hace mucho tiempo. Pero dentro de mí, sabía que quería seguir viéndolo. Le di mi número y ahí comenzó todo de nuevo.

Era inevitable que con el paso de los días, de los meses, tuviéramos la necesidad de sentir nuestros cuerpos desnudos cercas, sintiendo aquellas emociones que hace años me hacían vibrar.

Sentir su respiración agitada a la mía, sus brazos rodear mi ser, sus labios recorre mi cuerpo cálidamente, sintiéndome como hace 10 años atrás, nuestros cuerpos tiene memoria, sabía que algún día se volvería a encontrar, si no era en esta vida, sería en otra vida amor mío.

Pasaron los meses y era inevitable seguir sintiéndome cada vez más necesitada de ti, quería hablar todo el día contigo, quería sentirte cerca a la más mínima insinuación, éramos como unos jóvenes, locos, apasionados llenos de una sexualidad reprimida por muchos años.

Pero entonces, todo cambió. Tu boda se acercaba y otra vez, como hacía varios años, mi corazón se rompió en mil pedazos.

No podía seguir así, viviendo nuestro amor a escondidas, ya no éramos unos jóvenes, teníamos responsabilidades, vidas independientes y sobre todo éramos más los que sufriríamos ante el descubrimiento de nuestra relación amorosa.

Y te casaste, te fuiste de luna de miel, me alejé de ti. Decidí no contestar tus llamadas, tus mensajes, decidí dejarte ir de nuevo. Por que si no fue en esta vida, se que nos espera otra vida, en la que no te dejaré partir, en la que serás solo mío y no deberé compartirte con nadie, en la que serás plenamente mío y de nadie más.

Regresaste de tu viaje de bodas, me buscaste y te negué verme. Pero no podía más, tenía que enfrentarte y cerrar de una vez por toda este capitulo de mi vida.

Te cité en el café donde nos vimos por primera vez a mi regreso solo bastó decirte unas cuantas palabras para que entendieras o al menos me hicieras creer que comprendas mi situación.

– ¡Estoy esperando un hijo! Formaré una familia con él, por que para él lo soy todo, su vida, su universo y soy sobre todo la primera elección. Ya no soporto, no tolero compartirte con nadie, te amo y se que me amas, pero este amor fue imposible hace años y lo sigue siendo ahora. Es momento de cortar de tajo, es momento de que madures, de que enfrentes tu vida, que aceptes las decisiones que tomaste, pues al final, estas donde estas a causa de tus decisiones.

Vi correr un par de lagrima de tus ojos, dijiste muchas cosas, decías amarme, que jamas me olvidarías, pero que no podías dejarla a ella, porque también estaba embarazada. Lo supiste antes de la boda, pero no lo mencionaste, por miedo a que te dejaría, pero ahora que estoy por ser madre no quieres interferir en mi vida y mi destino, ese destino que formamos con nuestras decisiones, ese destino que ya esta escrito para los dos.

Y así con un beso en los labios me despedí de ti, con un abrazo eterno de esos que jamás se olvidan, con lagrimas en los ojos como aquellas que muchas veces me hiciste derramar, nos despedimos. Sin antes decirnos, en otra vida amor mío, en otra vida será nuestro amor.

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