Píldoras Negras

Píldoras Negras

Anartz Kereda

31/05/2017

Metamorbosis

Mis pretendientes me suelen durar mucho, demasiado; ocho o nueve días. Siempre es por culpa de mis excentricidades, lo sé; o, más que excentricidades, llamémoslos gestos, ademanes, taras…cada cual tiene las suyas. Y, la mayoría de las veces, no se pueden evitar, son meros impulsos. Yo, al menos, soy incapaz. Puedo llegar a evitar pequeñas minucias que suelen echarme en cara, como el andar con los brazos recogidos o el hacer crujir el cuello girándolo en exceso, pero morder…sí, morder…morder me gusta demasiado, sobre todo mientras les hago el amor. Me gusta ponerme encima, dominarlos. Así es más fácil hacerlo cuando llego a correrme; matarlos, digo. Lo difícil viene después, cuando la cabeza hay que conservarla bien en la despensa para que no se eche a perder antes de tiempo. Y aprovecharla; en poco más de una semana se pudre, y no suele servir ni para caldo. Mis compañeras de piso, y de habitación, y de vida, son mucho más eficientes y glotonas; les basta un solo asalto para culminar. Mis pequeñas religiosas…lo contentas que se ponen cuando les llevo un buen macho para que sacien su hambre…yo también empiezo a tener hambre; de ti, de vosotros. Voy de caza.


Crudo

No se callan. Maldita sea, no dejan de graznar. No los veo, ni los noto, pero los siento. Debe de haber decenas ya. El primero llegó al poco rato de la caída, y desde entonces no ha hecho más que reclamar a sus compañeros. Algún que otro ya me ha sobrevolado para cerciorarse de que no supongo ningún peligro y, afortunadamente para ellos, es así. Debo de haberme roto la nuca, porque ni las piernas, ni los brazos, ni la voz, ni siquiera los ojos, me responden. No puedo más que mirar el triste parche de cielo que ha tenido el desgraciado honor de convertirse en mi cadalso, mientras mis verdugos revolotean alrededor; eso, y sentir el miedo. El miedo no entiende de nervios, y tampoco se achanta, sino que se crece, frente a los picotazos que los cuervos, ya menos tímidos, comienzan a propinar a mis ojos. Poder gritar acallaría mínimamente el grotesco sonido del masticar, del deglutir, que hacen los malnacidos, pero ni eso me conceden. Solo me permiten echar un último vistazo al infinito, para ver que al infinito le han crecido alas. Los primeros buitres ya trazan su perversa espiral, bailan al son de mi réquiem…


Velorio

¿Saldrá Toñito? Yo creo que sí, creo que saldrá de la caja. Hace tiempo que no jugamos, y eso que soy su mejor amiga. Sí, Toñito y yo jugamos mucho, sobre todo a los médicos; pero a él no le gusta hacer de médico, le gusta hacer de enfermo. Dice que tiene una enfermedad, que muchas veces se queda como muerto, sin que el cuerpo le responda, y que por eso tiene que ser él el enfermo. La última vez que jugamos le pasó, y vinieron sus papás, y mis papás, y fuimos al hospital de excursión, y me dijeron que Toñito estaba muy muy cansado y que tenía que dejarle descansar de entonces en adelante. Y luego fuimos a una sala a decirle adiós a Toñito, y todos lloraban, y yo lloré porque Toñito no quería despertarse pero me agarró la mano como cuando quiere que el juego de los médicos se acabe, y les dije a todos que Toñito quería despertarse, les grité, chillé, pero solo me abrazaron y me dijeron que Toñito ya no se quería despertar. Y yo sé que es mentira, y ahora veo cómo le meten vivo en un agujero. Y no podré jugar.


Doce menos cuarto

Me llevaba bien con el viejo lapidario. Como mi casa queda cerca del cementerio, siempre me pasaba a última hora para acompañarlo hasta el cruce del vado, desde donde ya se ve el campanario del pueblo. El nuevo es más arisco, al menos de entrada; como, tradicionalmente, cada nuevo empleado cincela la lápida del anterior para el día de su entierro, últimamente se está quedando hasta tarde para terminar el trabajo. Así que, para entablar cierta amistad, bajo hasta la pequeña cripta donde suelen trabajarse las futuras tumbas, con algo de comida para que pueda cenar. El anzuelo surte efecto, y me hace pasar al pequeño taller. Mientras engulle, me paseo por la cripta hablándole de cualquier cosa, serpenteando por entre las piedras dispuestas en un orden tal que me llevan hasta la mesa del fondo, donde se está labrando la lápida del…un momento…ahí pone mi nombre…y…y mi fecha de nacimiento, seguida de la fecha de hoy…y ya no oigo a nadie masticar pesadamente…sólo se oye el tañido de la campana, marcando alguna hora cercana a la medianoche, sentenciándome, matándome…y concediéndome una última mirada a mi propio epitafio, firmada por el viejo lapidario.


Yo-yo

Me dicen que soy nervioso, o que estoy loco. Depende del día. Pierdo trabajos, rompo con parejas, cambio de ciudad, de región, de país, de vida…da igual. Siempre me persigue, y me acaba encontrando. Dondequiera que vaya. Ésa es la verdadera razón de mi paranoia, de mi miedo, de mi instinto de supervivencia. Sé que intenta matarme, me odia, lo puedo sentir dentro de mí. Solo que no ha conseguido darme alcance todavía, o no nos hemos conseguido dar alcance. Hasta ahora he logrado ser más astuto que él, o simplemente he tenido más suerte. Sí, creo que he tenido tanto buena como mala suerte a la vez. Pero me va conociendo de a poco, al igual que yo a él. Y ya no se contenta con seguirme, necesita atraparme. Y yo necesito enfrentarme a él. Sé que es fuerte, ya nos hemos peleado antes. Pero lo único que sacamos en claro de las broncas, hasta que llegue el puñetero día en que nos terminemos matando, son heridas, golpes, sangre…y espejos rotos, espejos rotos por doquier.


Oniromancia

Otra puerta sin número en otra calle sin identificar. Es lo que tiene estar en el programa de protección de testigos; constantes cambios de ubicación. Para evitar el pequeño problema de que te maten, y tal. En fin, entro. Pasillo largo, cocina y baño a la derecha, salón a la izquierda, habitación al fondo. Típica disposición de los pisos de la ciudad. Qué harto estoy de esto…me echo en la cama, acobardado, cansado, asqueado. Hace tiempo que no puedo dormir con la luz apagada, así que la dejo dada y permito que el sueño me gane la partida, un sueño que me muestra una calle sin identificar, con un soportal sin número. Me suena el lugar, sé que la puerta estará abierta; entro a un pasillo, cruzo dos puertas a la izquierda, otra más a la derecha, llegando hasta la habitación iluminada del fondo. Me acerco, despacio, sin prisa, saboreo el momento mientras voy deslizando el puñal por la manga, deslizo la mano, acciono el interruptor…y tengo que despertar, me fuerzo a despertar, me despierto. Espera, un momento, alguien ha apagado la luz…todo está negro. Solo veo un leve destello metálico, que se acerca con un vaivén malicioso…


Zea Mays

La luna, cabrona, lo delataba, y le era imposible alejarse de los jadeantes chuchos que lo perseguían. No podía seguir así; por la carretera, no. Saltó impulsivamente hacia el costado, zambulléndose en el maizal. Alguien silbó a los perros para que se detuvieran. Algún otro se reía. A él tanto le daba, que se rieran lo que les viniera en gana; le sobraba con correr. Y seguir corriendo. Y no parar. Ni siquiera para darse cuenta de que la puñetera delatora era la luna llena de julio, ni del agudo siseo de las hojas que apartaba con su cuerpo, que repetían como un eco aquella risa burlona que había creído dejar atrás. Se percató demasiado tarde de que las mazorcas brillaban demasiado traicioneramente bajo aquella luz, de que había tratado de huir a través de un campo de cuchillos. Se miró los brazos que la luna había teñido de negro, y comprendió: maizal, estival, puñal. Aquello rimaba, y rimaba por algo. Ni siquiera el miedo le servía de morfina, ya no, ya había corrido mucha distancia, ya había corrido bastante sangre. Basta de que corrieran cosas. Agarró el filo que más a mano tenía y se lo llevó al cuello.


Nigromante

Escalpelo. Palpa el pecho, dibuja los huesos con tus dedos…ahí está el esternón. Bien, ahora despacio, con cuidado. Con la zurda mejor, vas más suave con ella, te tiembla menos. Tájalo rápido; un corte certero siempre es más fácil, el chorro de sangre te coge desprevenido y no tienes tiempo a disfrutar de él. Traza la cruz, eso es; inspira, necesitarás aire, que ya te están fallando las fuerzas, y vas a tener que hacer palanca para abrirlo medianamente. No cierres los ojos, eso agudiza el oído, y el ruido del desgarro es muy desagradable. Mejor mira para otro lado. A la de tres vas con un golpe seco y tratas de no desmayarte. Un, dos…y de tripas corazón. Joder…ya empiezas a perder la cabeza; lo que daría por que todo esto no me pusiera tan a tono…pero hacer de tripas corazón, todas estas vísceras en mis manos, y el músculo, poderoso, que late, y late, y late, y late…mierda, se me está nublando la vista. A lo mejor, con algo de morfina, puedo bajarme un poco las revoluciones, o a lo mejor me paso y termino durmiéndome, y se acabó el espectáculo, kaput. Ojalá no me doliera tanto.


Hielo

Por fin en casa. Si supieras lo de menos que te he echado hoy…y más con este calor. Demasiado calor, como siempre. Es esta sucia ciudad, que me corrompe; es este puto trabajo, que me satura; y es esta mierda de ropa, que me la voy a quitar, y a meterme en la cama, contigo, donde siempre estás, donde me esperas tan diligentemente. Paso de la cena, tengo hambre de comerte. Quién necesita árticos ni antártidas teniéndote. Yo no; yo, que me contento con que me enfríes cada noche, y que te conviertas en mi invierno particular. Pero no en cualquiera, no. Más bien en un invierno quieto; sí, uno que se mantenga en calma, y callado, y desolado, aun cuando caiga la nieve. Igual que tú. Y que me dejes hacer, entrarme dentro de ti, penetrarte; que me dejes quedarme dormido en tu muerto interior, en esas entrañas tuyas que ya ni sienten ni padecen, y en tu cara, que mira sin verme, ve sin mirarme, ni mira ni ve, solo contempla. Sí, por favor, miénteme, haz que siempre sea así, no sigas consumiéndote; hazle alusión a tu nombre. No en vano te bauticé como Hielo cuando te maté.


Akelarrea

Cueva habla, habla cueva negra, cueva de piedra; que habla, que habla, despacio. Invoca, susurra, invoca con susurro; invoca a cuervo, a bele, a aker, a beltz, a akerbeltz. Que baga, que biga, que higa, laga, boga, sega. No más susurro, ya canto, ya grito, ya trueno, condeno. Condeno a nosotras, nos condeno, que fuimos, que somos, que seremos. No bruja, no mujer, no; seremos hambre, seremos sexo, seremos sed, y muerte. Caldos de risa, bebe; tripas de grito, come; cabra negra, fornica; Dios-cabra, sesga, termina, mata, culmina. Ya no hay canto, ni grito, ni rayo, ni trueno; hay baile, fuego, juego, aire. Que arma, que tiro, que pun. Crápulas y orgías, vicio y bacanal, sapos, ranas, abracadabra final, sopas de sangre, ojos perdidos, bocas que buscan, muerte nupcial. Cueva calla, cabra huye, luna ríe, sale sol. Ya estamos, ya bajamos, acechamos, penetramos. Y no podréis, no podréis con nosotras; con nosotras, nunca. Nosotras, mujeres de cabra, madres huérfanas, que os damos a luz, os damos ya muertos. Vivís entre velas, ni nos veis acercar, os guardáis con llamas, nos hacéis quemar. Pero queda poco, sol se irá, luna es bruja, eta ez ahaztu…sorginak gara.


Bob & Rob

La función ya ha terminado, Rob. Ya han bajado el telón. Y ésta era la última. Dijiste que no pasaría, y ha pasado, se nos ha acabado, nos han echado. No, Bob, no digas eso. No ha acabado nada. Sí, sí ha acabado. Y aquí estamos, mirándonos. Tú esperando a que yo no cumpla mi palabra, y yo queriendo cumplirla. Volverán, pronto tendremos tanto público como antes, ya lo verás. No, no lo tendremos. Ya no eres nadie, Rob. Solo me estorbas, me limitas; no puedo cargar más contigo. Por favor, Bob, te lo ruego, ¡por favor! Una última oportunidad, una nomás. Tengo ideas, las tengo, ¡lo juro! No lo hagas todavía; aún nos queda, nos queda camino por recorrer. No, se acabó. Hace tiempo que me decepcionaste, que te volviste un artista anquilosado, sin originalidad, siempre repitiéndome con los mismos números, las mismas tretas, los mismos chistes…es hora de terminarte, de que me busque una nueva voz. ¡Basta! ¡Tú no eres nadie para sentenciarme! ¡Basta de amenazas, no eres más que una mano mal disfrazada! No te atrevas a insultarme, Rob…tú me diste vida, me diste poder. Solo soy tu mano, sí; pero soy tu mano izquierda, tu siniestra…


Nanas

Repásalo, por última vez. La de la cocina la has apagado primero, luego los baños; la del pequeño corredor que queda entre ambos ha ido justo antes de la del salón. Queda la de la entrada, y es la última. La última…y después a tu habitación. Si todo fuera tan fácil…entre el interruptor de la entrada y la habitación está el maldito pasillo, que no hace más que alargarse en la oscuridad. ¿Seguro que no hay otra forma de hacerlo? Podría ser salón, pasillo, baños, cocina, habitación…no, la cocina queda demasiado lejos…a la oscuridad podría darle tiempo a crear monstruos a placer. ¿Y cocina, salón, pasillo…? ¡No! ¡Basta! Has pasado por esto mil veces, sabes que ésta es la única forma. Céntrate en el cuarto, lo has dejado con la puerta abierta y la luz dada por algo. Bien, primero roza el botón, sin prisa. Rózalo un poco más, ahí está el borde saliente…¡aprieta! Queda correr, pero algo ha salido mal, el truco no te ha funcionado. Los monstruos cada vez son más rápidos…ahora sólo ves la franja de luz entre la puerta cerrada y el suelo, una franja quebrada que te dice que algo te espera al otro lado…


Distracciones

Y ya está bien de juegos. Niño vete fuera, que hay que recoger la mesa, y saca siega, saca hacha, saca hoz. Hay que labrar. Sí, sí, ya voy, deja que me cambie, dé de comer a las gallinas, mire cómo están los perros, y la boca del depósito, que no funciona, y el motor del tractor, que no tira. Y ahora las vacas, una que me quiere parir y está revuelta, revoltosa, la muy bicha. Y dale, chucho, no molestes, que ya te puse la comida. Aparta, aparta. Pero no, vamos, a donde las gallinas no, que te meto una patada…anda a correr tras los gatos, esos traviesos que no te dan paz…bueno, en lo del tractor estaba, que no, que no va, habrá que llevarlo al taller. El depósito parece que sí, pero sale marrón el agua; sí, sí, tú dale al mugir, que sé que te duele. Pero qué le voy a hacer, todavía te faltan semanas. En fin, al menos hay agua, se podrá trabajar la tierra. Empiezo con la siega, y ya huele a hierba. Recién cortada. Y a algo más. ¿Dónde estará el niño? Lo mandé afuera…y huele a hierba, a metal, a sangre.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS