“La sangré comenzó a murmurar en las venas, como una ciudad pecadora despertaba del sueño para oír su sentencia de muerte
James Joyce


He estado sumergida en la tierra inhóspita que ocupa mis párpados. Nada he conocido distinto a la noche, a la sombría oscuridad de mis formas. Soy sólo un cuerpo orientado por la imprecisa necesidad de fluir.

Completamente desatada, despojada de temores. Contemplo en la lentitud de mis manos el tiempo mezclándose en la arena. Recurro a las mismas palabras como visitando espejos. Cierro un círculo en la arena, recorro el desierto en espiral. No sé cuánto llevo aquí.

En mi memoria llevo el viento que se quiebra entre los árboles como un gemido, una postal de la ciudad donde se dilatan las despedidas. Como sílabas sordas llega a mí la palabra instinto, y con ella la imagen de un ermitaño que me observa en la lejanía. 

Mi extravío padece la sed implacable del desierto. Elegí el abandono. No pude sanar. Llevo  dentro de mi tanta oscuridad y aquí nadie conoce mis límites. 

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