Con un pie en el vacío y otro en el suelo

Con un pie en el vacío y otro en el suelo

Yanara

22/04/2020

Algunos días nos sentimos sin ganas de inspirar al mundo a tener toda la positividad que se requiere para pasar por esta vida, pero aún sigue existiendo en algún lugar de nosotros una parte que todavía quiere dar pelea a las batallas, pero la que se lleva todo el protagonismo en este momento es la parte nuestra que se encuentra agotada…

Hay años que realmente se sienten duros, donde sentimos que no podemos contar con los dedos de la mano las veces que quisimos tirar la toalla y dejar de sentir, aun así, le ponemos el pecho a las balas, pero sentimos que ya no podemos más.

Es cierto que todo pasa por algo, inclusive las cosas malas, pero hay veces que necesitamos una tregua, un momento de plenitud donde podamos volver a sentirnos bien, porque nos sentimos colapsar.

Seguramente estás haciendo todo lo que dice tu librito inventado sobre la “superación”. Meditas, vas a terapia, lees, escribís, lloras si lo sentís, te mentalizas con frases positivas, pones en práctica la ley de atracción, intentas vivir el momento y te empeñas en comprender que todo lo que nos sucede es más grande que nosotros, te convences con que va a llegar el día en el cual comprendas por qué te pasó todo lo que estás viviendo, pero hoy estas al borde de la rendición

En estos momentos pareciera como si fuésemos una bolsa de boxeo, donde la vida se está sacando todas las ganas, nos está dando para tener y archivar.

Obvio que el punto es que seamos más fuertes, por un lado, lo somos, pero por el otro, necesitamos alguna señal que nos indique que todo esto está valiendo la pena, porque tenemos el corazón tan roto que cuando juntamos dos pedazos, se nos parten veinte más, los volvemos a juntar, lo pegamos, pero cuando se termina de secar, se rompe de nuevo en veinte partes más, y así sucesivamente.

Todos los años tienen cosas buenas y malas, pero algunos se sienten como un volcán de tristezas sin fin donde nos sentimos solos y vacíos. Es como si nadie pudiese entender como nos está costando vivir, como está doliendo. Por momentos no tenemos con quien hablar más que con nosotros mismos.

Seguramente les tocó ver cómo gente que los lastimó, sigue adelante como si nada hubiese pasado. Se siente como si alguien te pisara con un coche y retrocediera cien veces para asegurarse de que estás bien muerto, que no te vas a poder levantar. Quiero creer de que no lo hacen con esa intención, porque alguna parte de mi me dice que a veces actuamos de la forma que mejor nos sale, pero ¿tan mal les sale a algunos?
Intentamos protegernos el corazón de todas las tormentas que podemos. Si lo protegemos demasiado, le fallamos a esa idea de fluir con la vida, pero si lo descuidamos un poco, alguien viene, nos lo rompe y nos demuestra que no queda nadie en quien confiar. No quisiera pensar en eso, porque prefiero creer que todavía queda gente en la cual confiar, aunque no la estemos encontrando.

Pensamos, le damos mil vueltas a la cabeza tratando de entender dónde está el problema, la gran falla que deberíamos cambiar. Si el problema está en lo que somos, ¿Cómo dejamos de serlo?

Si el problema está en otros, no podemos manejar ni lo que dicen sentir ni cuando dejan de sentirlo. No hay que creer en palabras, aunque a veces pareciera que «desconfiamos de», pero si somos más racionales y dejamos de lado al corazón, nos damos cuenta que no se puede confiar en casi nada…

Algunos días nos sentimos en la cornisa de nuestros propios pensamientos, en donde no sabemos dónde disparar porque podemos escapar de todos, menos de nosotros mismos.

Hay que ser cautelosos a la hora de relacionarnos, hay que darse tiempo de sentir y a la hora de expresar algo, estar seguros de decir lo que realmente sentimos para no generar en los demás cosas que no existen o que no estamos seguros de sentir.

Lo que idealizamos de los otros, no es su problema, pero si tienen algo de culpa, porque nadie idealiza nada que no haya tenido una pizca de realidad. Por ejemplo, si vos te cruzas con alguien en el banco y te lo chocas, no idealizas que te vas a casar (ejemplo básico, pero creo que me hago entender). Es decir, el otro pone su grano de arena para que uno cree cierta imagen.

Es bueno que podamos abrirnos el alma a nosotros mismos, decir todo lo que nos pasa por dentro. Después de llorar por horas y preguntarnos “qué hacemos mal” o pedirle al universo una señal, entendemos que sólo nosotros nos estamos escuchando. Es importante que saquemos todo el dolor que tenemos dentro para que no se nos pudre ni se acomode para quedarse ahí para siempre.

Parece sencillo lo fácil que uno se vuelve reemplazable. A veces pareciese que estamos dando al aire, ya que no vemos retribuciones, no es reciproco. No creo en esa loca idea de que uno da y no le importa recibir nada a cambio. Nadie puede discutirme que uno da porque lo siente, pero le llenaría el alma que los demás te devuelvan más que sólo migajas. Es horrible que nadie ceda ganas o tiempo para retribuirte un poco de lo que les das. Me cuesta entender la idea de los reemplazos, porque, a pesar de que tengo claro que nadie es indispensable, jamás en la vida me la pasé remplazando personas como si fuese que te encontras gente buena a la vuelta de la esquina.

Hay que tener claras nuestras metas, tenemos que ser personas transparentes, sin dobles intenciones en lo que decimos sentir. Supongo que eso nos vuelve un poco incomprendidos, porque la gente no está acostumbrada a lidiar con personas que hablan a corazón abierto, que no esconden lo que sienten.

Claro que no debemos permitirnos el lujo de llorar toda la vida, y victimizarnos como si todo lo malo sólo nos sucediese a nosotros, ya que a todos nos pasan cosas malas, o nos sentimos miserables alguna vez.

Sé que nos encantaría una señal de que estamos haciendo lo correcto, de que valen la pena tantas lágrimas, de que vale la pena haber dado tanto y recibir tan poco, de que van ya van a llegar las buenas. Sino estaríamos perdiendo la razón por la cual luchar, y no se puede vivir sin al menos una razón para seguir.

Tal vez no se note, pero sé QUE LO ESTAS INTENTANDO CON TODO TU CORAZÓN, CUERPO Y ALMA. Sé que intentas todos los días, al levantarte y antes de irte a dormir,  tratas de decirte que ya van a venir las buenas. Intentas dejar de darle vueltas al destino, porque sabes que siempre te demostró que todo tiene una razón de ser.

Somos como un volcán en ebullición constante, nos sentimos como una baldosa de avenida, todos nos pisan constantemente, aunque siguen caminando sin mirar atrás, sin fijarse en los restos de nosotros, sin ver que seguimos acá. No queremos ser más ese “tiempo libre” de los demás. No queremos volver a ser temporales para nada ni nadie más.

Quizás creemos que no estamos dando el mensaje indicado a las personas.

Lloremos todos los mares que hagan falta, pero tenemos que permanecer acá, al pie del cañón. Uno siembra lo que da, nuestro jardín va a brillar en toda la maldita tierra, y todos lo van a ver.

Nadie se fue de esta vida sin pagar sus deudas, y si alguien tuvo la dicha de hacerlo, en la próxima vida les tocará…

Siembren amor, no se sientan mal si alguien no supo ver todo el oro que eran. Nunca crean que seguir a sus ideales está mal, seguro perdamos mucha gente en el camino, la mayoría se va cuando te elegís, pero siempre elegirse es el camino correcto.

Ténganse fe siempre. Tenemos permitido caernos un rato, siempre y cuando, no elijamos quedarnos llorando la vida entera, porque hay que seguir luchando. Confío en vos y en mí. Las buenas ya están por venir…

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