La clase de relato erótico

La clase de relato erótico

La clase de relato erótico

Eran las seis de la tarde delcinco de febrero. Mi primera clase de relatos estaba a punto de hacerse realidad. Me había apuntado a un taller de escritura con la ilusión de perfeccionar y aprender todo lo posible sobre la manera de plasmar en el papel tanto las vivencias comolasocurrencias que, a veces, uno desea explicar y duda de si sabrá hacerlo correctamente y con un mínimo de interés.

Entré en el aula y ésta ya estaba ocupada por cinco alumnos que , al parecer , llevaban ya tres meses con el curso iniciado, por lo que mi aparición resultó un tanto discordante en la acalorada y diría que traviesa conversación que estaban manteniendo, aunque yo no sabía aún sobre que trataba.

Me presenté con cierta timidez y de inmediato llegó la profesora, que saludó a todos y me introdujo brevemente.

-Os presento a este nuevo compañero que se incorporará hoy a este grupo…y ya, para entrar en materia,…¿habéis traído el relato que tocaba presentar hoy?.

Yo sonreí con mi aspecto de novato y los demás también sonrieron, pero lo hicieron entre ellos y con una mezcla de rubor y algo de malicia traviesa en sus miradas.

-Ya sabéis que el género a abordar hoy es el “relato erótico”¿ no?.

En ese momento se meaclararon las dudas iníciales. Los alumnos comentaban sus experiencias al entrar yo en clase y sus sonrisas, a la pregunta de la profesora, lo eran por la siempre original y, adiviné, excitante temática que iban a abordar, el sexo.

-¿Quién quiere empezar? – les animó sonriendo-.

Me pareció que nadie se atrevía a romper el hielo y adiviné que incluso mi presencia les coartaba algo, dado que, por lo menos, todos ellos se conocían desde hacía tres meses y cierta camaradería, frente a mi aparición, existía entre ellos.

Antonio tosió llamando la atención de todos y apuntó:

-Ya empiezo yo.

-Bien Antonio. Adelante-le animó la profesora- te escuchamos

Antonio empezó a describir una aventura de infidelidad entre una mujery el jardinero de su chalet. Al poco de comenzar su lectura, en la misma, una desgarrada blusa ya habíaperdido sus botones en un impulsivo abrazo del muchacho, cuyos pantalones se habían hinchado salvajemente al tiempo que unos pezones femeninos aflorabanenrojecidos y turgentes, frente a los atributos del individuo, que, para más detalle, era negro, africano y parece ser que muy bien dotado- según aclaraba Antonio en su relato – y muy experimentado en geranios, fresones y otras frutas…

Yo, sorprendido y en cierto estado de shock, en ese punto de la lectura de mi nuevo compañero, empezaba a no saber donde depositar mimirada, que trataba de ser lo más escépticae imperturbable posible, haciendo gala de una gran madurez y templanza de juicio. Mi zapato derecho resultó ser un refugio extraordinario, ocupando exactamente una baldosa del suelo en el que hundía mis ojos y por la que hubiera deseado escaparme.

La historia finalizaba con un crimen, fruto de la infraganti aparición, en pleno revolcón de cuerpos manos y apasionados gritos – detalladamente descritos por Antonio – del marido engañado. Éste conseguía poner fin a esa relación, al negro y por suerte para mi, al propio relato , cosaque me permitió recolocarme en mi silla, beber agua y mirar el reloj como ajeno a la caldeada situación creada.

La profesora, fría y profesionalmente, criticó algunos aspectos del escrito, incluso el repentino final, del que, ya digo, agradecí su llegada.Mientras yo la miraba a los ojos tratando de no asentir, siquiera, ni negar. Realmente en esa primera clase yo, tan ajeno a todo y a todos, no sabía lo que estaba bien o mal. Ni siquiera sabía si me había equivocado de lugar, de clase y de grupo.

-¿Quién más quiere leer su texto? Sí, tu, María. Adelante

María era una señora respetable, más bien entrada en los setenta, clásicamente vestida y de maneras elegantes.

Empecé a desear no estar allí y no asistir a la lectura de un relato erótico de una señora que conseguía asemejarsea mi madre en mi imaginación y que se disponía, tras tragar saliva y respirar hondamente, a poner en el ambiente los besos húmedos de una pareja de lesbianas que siempre se habían deseado y soñado con sus respectivos cuerpos, tan sedosos, aterciopelados y…húmedos

La señora, con la voz segura y potente, trajo a aquella habitación el amor lésbico más encendido que yo he escuchado. Digo escuchado porquerelatos así unolos ha leído ya alguna vez,pero quizá no relatados, y tan bien relatado como aquel.

Finalizadas las dos páginas de abrazos y desnudeces también apasionadas y el cometario pertinente de la profesora, y expresada la opinión de algún alumno, yo empecé a dibujar en el papel que tenía frente a mí. Grafiaba las iniciales de mi nombre en diferentes tipos de letra y adornos al uso, tratando de hacer creer que tomaba apuntes, totalmente concentrado en ello y rogando por que no fuera requerido mi parecer sobre el texto leído que, por otra parte, hubiera sido incapaz de expresar.

Seguidamente Carmen trajo,en su libreta, a un exhibicionista, enamorado a su vez de una exhibicionista, que se citaban ventana a ventana de sus edificios, enfrentados y algo distantes, -a las ocho de cada tarde- con la descripción de susgestos y rituales, descripción que consiguió que la profesora mandara apagar la calefacción de la sala y abrir las ventanas, tratando de atemperar aquella habitación, que en esos momentos era un brasero encendido bajo una mesa camilla.

De la lectura de la morena Ana, una joven y guapa alumna sentada a mi derecha,descubrí , seguidamente, posiciones amorosas muy originales; posicionesincluso frente y con el ordenador, de parejas lejanas en el espacio real y próximas en el virtual, a través del “ciber-sexo” –anoté la palabreja -practicado por lajoven protagonista del relato. Ana advirtió al comenzar a leer que a sus amigas, su texto, “las ponía”, expresión que dada la juventud de su dueña y el argot al uso, anunciaba que el relato en cuestión sería, seguro, excitante. Efectivamente; excitante y electrizante. Tanto por los detalles erótico-cibernéticos relatados, como por el peligro de electrocución de tantos artilugios eléctricos y electrónicos que presentaban los experimentos frente a la pantalla del ordenador de la protagonista de la historia.

Así fue como, dos horas después de comenzada mi primera clase del taller de escritura, habiéndome demostrado a mi mismo ser capaz de escuchar cinco historias de amor y sexo prohibido, lésbico, informático y voluptuoso imperturbablemente,volví a casa absolutamente motivado y convencido de que eso de escribir en un taller de escriturame iba a gustar.

Juanmi

22-04-16

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