Mi mundo es aburrido, sin color, iluminado con los rostros de aquellos que han crecido olvidando su niñez, pálidos reflejos sin atisbo de alegría, siempre ciegos buscando, no ven el paraíso, siempre fluyendo en mares que agonizan; felicidades que lloran, palabras que expiran y tragos amargos. Solamente los que ríen, no lloran.

Hermanos, amigos, ¿por qué me arropáis con un mar de lágrimas? La mediocridad me abruma, me empaqueta como a un regalo vacío. De repente, en mi caminar, mientras pienso ¿Qué hago aquí? ¿Qué soy? ¿O quién soy? Un escalofrío me recorre el cuerpo llevándose mi sosiego hasta las puntas de los pies, mi cuerpo se vuelve liviano, sólo escucho susurros vanos y mi voz se pierde entre tumultos callados. Me asusto por el impacto de este extraño sentimiento, pero solamente lo justo, se me pasa rápidamente. Me vuelvo intangible, nadie lo nota. Mi presencia es ignorada como el devenir de una hormiga que cruza el moribundo asfalto. No me es extraño, no me intranquiliza, soy consciente de mi soledad y me gusta. Cuanto más os reunís jóvenes viejos, crece más mi felicidad, os veo tan lejos estando a vuestro lado. Esta alegría morbosa invade lenta pero segura mi alma. Un niño brilla entre la condenada muchedumbre, sonríe y se dirige hacía mí, sin borrar su expresión me ofrece la mano y me hace de guía en medio de la multitud. Me habla y su voz es tierna. Lo bastante perceptible como para agradarme y acomodar mi extrañeza delante de este espectáculo absurdo.

– No sigas a los que pretenden vivir estando muertos. Consigue las respuestas, las imprimes en cada huella que dejan tus pasos por eso no las ves pero siempre van contigo, es la única manera que tienes de abrir mi camino. Y yo, Soy tu compañero de viaje.
El silencio volvió pero el chico no estaba conmigo. Mi ser, mi yo vuelve a moverse aletargado en un estado al que definiré por ahora, como “somniótico” y compruebo que los demás a mi alrededor se deshacen al mínimo contacto con mi cuerpo, se parten como carne quemada, su existencias corren peligro y su decisión, hace tiempo fue tomada. Es la resignación del que quiere vivir muriendo.

Una nueva sensación se apodera de mí, un calor que me es familiar me observa está justo frente a mí, a dos pasos cercanos una muchacha me mira. Ella también brilla y destaca como el chico, me dominan mis deseos y un torrente de emociones anhelan tocarla. Mi mano brilla como su figura, una luz me envuelve y la chica me canta. De su boca se forman notas que acarician mi alma, me llena de gozo y el tiempo parece parar en la estación de los sueños. Los labios se encuentran, acallando una canción cuyo concierto continúa en nuestros corazones, quiero pensarlo. Y por fin, cuando miro la belleza de sus ojos de una simplicidad que enternece con tal fuerza que derrite en mi alma cualquier resquicio de hielo, sólo entonces, me atrevo a hablarle con voz pausada y le susurro.
– Más que nada en esta vida quiero sentirme vivo. Vivo, para entrelazarme contigo hasta el infinito.

*La fotografía de la portada es mía.

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