LA ESTUFA DE CARBÓN

El último viernes de cada mes, a eso de las siete de la noche, una vez mi querida madre alzaba la loza, mi padre, al abrigo del calor que genera una estufa de carbón, contaba vivencias o historias de miedo, que por nuestra edad, nos hacía tiritar los dientes

Una luz mortecina alumbraba la cocina. Había piedras grandes que servían de sillas y a la vez estampaban en el piso figuras dantescas. Varios chiquillos nos sentábamos sobre ellas, con ansias infinitas de conocer la historia de la noche. Era para nosotros más interesante, estas narraciones que la televisión.

Mi padre, un campesino con once hijos, siete hombres, cuatro mujeres, fue un andariego desde su niñez. De la mano del abuelo recorría planicies y llanuras de la cordillera central de los departamentos de Bogotá, Tolima y Boyacá, pernoctando en las casas de amigos donde lo cogiera la noche. Eran tiempos de confianza y seguridad. La gente dormía sin tranca en las puertas, acogían al forastero y daban la mano al samaritano sin malicia alguna.

En dicha travesía, recogía historias que posteriormente devoraríamos con nuestros ojos y daríamos vida acorde a nuestra imaginación.

Mi madre, preparaba para esos eventos, chocolate artesanal. Tostaba los granos y en su punto, los pasaba por el molino; le agregaba azúcar y leche a la harina.

¡Hermosos y deliciosos momentos!

Todos teníamos ruanitas para el frío de la noche.

Y decía mi padre: Hoy les contaré la historia del pájaro silbador.

Mitos y leyendas. El pájaro Silvador.

Dicen los abuelos, “ que en la niebla espesa que cubre los bosques y montes tenebrosos, mora el espíritu maligno del pájaro silbador. Ave de mal agüero, que reposa a la sombra de los muertos y lleva las almas de los malos al abismo del infierno. Este pájaro esta poseído por el espíritu del mal, le encanta el manto lunar y vive bajo la sombra de la obscuridad. Juzga a los difuntos y acecha a los vivos. Cuando se le ve volar por los llanos calurosos y las altas montañas, le acompañan búhos de mal presagio, buitres y cuervos mortuorios” Se cuenta que éste animal, siembra la discordia, el odio y la violencia.

De la cocina a la alcoba, había un pasillo sin luz, por ende, terminada la historia, nos tomábamos de la mano y a la carrera pasábamos por dicho lugar.

El aire vestía la noche de crepúsculo nocturnal y un viento tibio recorría nuestras mejillas. El aroma a chocolate y la imaginación armando rompecabezas, formaban una ola de misterio y aroma inolvidable.

Desde la cocina se divisaba el cielo tachonado de luceros, cual imán en cada suspiro del relato nos obligada a mirar. Una noche, cuando de las entrañas del aire se escuchaba su crujir, voló en lo alto del firmamento, un ave. Era grande y de sus alas y boca salía fuego. Pasó como una ráfaga. Mi padre que conocía los misterios de la naturaleza invitó a la tranquilidad. Del manojo de niños y niñas quedo un racimo de miedo. La extensa manta que abrigó nuestros cuerpos, se hizo diminuta

El tiempo pasó y con él, la magnitud de aquel momento. Hoy yace en el recuerdo el dulce aroma, la luna llena y ese tibio temor que se expandió en el firmamento.

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