Se reconocía cada vez más intransigente y también más brusca e insoportable.
La reunión con el principal cliente de la agencia había sido un éxito. Mantendría su cuenta otros tres años más. Y eso simplificaría el deseado traspaso de poderes en la empresa. Henry le había asegurado que ese año se jubilaría y ella esperaba que, por fin, fuera cierto.
Había quedado en reunirse con él para darle detalle de lo sucedido, pero se sentía agotada y decidió darse un respiro en el lujoso Spa del Hotel Brooklyn Bridge. No le dolía reconocer que se había convertido en adicta a lo que allí le ofrecían.
Al entrar en la sala de cabinas del Spa notó que las dos mujeres que recogían sus cosas entre risas, se quedaban en silencio y la escudriñaban. Le saludaron. Ella sorprendida contestó al saludo, y las reconoció como vigilantes de seguridad del edificio Empire Stores donde estaba ubicada su agencia “The Media Opus Associates.”
Una sonrisa venenosa empezó a dibujarse en su rostro, al comprender, por el lenguaje corporal de las mujeres, que había algo sexual entre ellas, pero se le quedó congelada cuando vio que ellas, a su vez, la miraban y con descaro murmuraban y sonreían cómplices.
Airada desvió la mirada y empezó a desnudarse, mientras que, con fastidio, recordaba que esas chismosas habían sido testigo de cómo Henry había acariciado sin disimulo su culo al salir por el torno de control del trabajo unas tardes atrás.
Siempre había sabido que al final terminarían pillándoles en alguno de sus jueguecitos eróticos, pero lo cierto es que ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a ellos.
Incómoda se anudó el cinto del albornoz mientras se preguntaba hasta donde llegarían sus sospechas respecto a la relación ilícita que mantenía con su jefe.
Porque Henry era un icono de honorabilidad en la comunidad y no se podía permitir que su imagen pudiera quedar mancillada. No solo había conseguido cruzar el río Harlem para salir del Bronx y amasar una fortuna, sino que además sus profundas creencias religiosas le habían encumbrado como uno de los miembros más destacados de la congregación Hillsong de Nueva York, donde sus donaciones le garantizaban un espacio y un trato privilegiado. Y no podía permitirse que se conociera que llevaba más de treinta años viviendo una doble vida.
Y luego estaba ella. Una mujer, hija de emigrantes, que, como hija única, había cuidado hasta el final de sus ancianos padres. Y que había renunciado a una vida decente por el amor que le arrastró al conocer a Henry. Eligió entregarle su vida y dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo. De esa manera hizo realidad sus dos grandes ambiciones; por un lado, convertirse en la mano derecha de Henry en la agencia, y por otro, satisfacer sin límites su obsesión inconfesable por el sexo divertido, lujurioso, peligroso y pleno que ella necesitaba y en el que Henry era un maestro.

Pero reconocía que, con los años, el amor que había sentido por Henry se había ido transformado en rencor. En el fondo no le perdonaba que, después de treinta años de relación entre ellos, él nunca hubiera dado un paso hacia ella y siguiera anclado a un matrimonio fantasma y a una vida de espejismos y palabras vacías.
La amargura le había ido envolviendo y la hostilidad se había convertido en su moneda de cambio. Pero había algo que estaba nítido en su voluntad, no estaba dispuesta a perder la herencia que se le había prometido. Y esa herencia era la presidencia de la agencia.
Era curioso que hoy, a pesar de todas las precauciones tomadas durante años para no levantar sospechas, esas dos arpías habían demostrado que sabían su mentira perfecta.
¿Y qué, si hubiera sido así?.- Se preguntó “Quizás, después de todo, ya es hora de terminar con esta gran farsa y que cada cosa quede en su sitio.”-Se dijo.
Reconoció que había llegado a odiarle. No podía llegar a comprender como a pesar de haberle regalado su vida a aquel hombre, él siempre la hubiera postergado al último lugar.
Recordó a su padre postrado en la cama, poco antes de morir, y el daño que le causó escuchar sus palabras. “Hija, me voy con tristeza. Me voy sin haber conseguido verte feliz ni un solo día de tu vida. Ni tu madre ni yo hemos llegado a comprender porque te entregaste a ese hombre infiel. Le diste tu juventud y tu vida y él no ha sido capaz de corresponderte. ¿No ves la herida que ello te ha causado en el alma.? Lo peor es que te ha creado un resentimiento hacia todo y hacia todos que te ha dejado sola. Hija, ya has superado las seis décadas y después de toda tu vida trabajando, has conseguido ahorrar algo de dinero. Debes intentar darle un giro a tu vida. Viaja. Olvídate de ese hombre y de ese trabajo. Tienes que sacar de tu vida a Henry que ha antepuesto todo y a todos por encima de ti. Debes intentar ser feliz.“
Recordó que lágrimas traicioneras se habían escapado de sus ojos al escuchar a su padre, mientras que ese dolor que siempre había mantenido oculto y atado con argollas en el cuarto oscuro del silencio se asomó dejando a la vista la gran cicatriz deforme y grotesca en que se había convertido su vida.
Apartó esos pensamientos tóxicos de su mente y nerviosamente volvió a anudarse el cinto del albornoz. Ya quedaba poco. No tiraría el esfuerzo de toda su vida por el retrete. Solo tenía que aguantar unos pocos meses más y la agencia por fin sería suya.

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