Fuiste deseo, sueño, proyecto, realidad.

Entregar la vida, las esquinas de la pasión, las luces de la felicidad; dejar el alma hecha dobleces, las manos siempre blancas para la caricia; entregarte todo, como quien dejara de latir al compás de la brisa más lenta y tibia; que si tengo que morir para que vivas, a eso he venido.

Yo mujer, yo viviente, yo tormenta, amante, hermana, ser de alma y huesos, carne de humanos defectos jamás me olvidaría de tu existencia; en las más oscuras noches te sostendría las manos para que te entregues al sueño, yo, a eso he venido. A dejar lo mío, robarle la piel y los sueños a cualquiera y dejártelo todo en el alma, que te llegue como un derrame de locura todo el amor en cuatro palabras: «Te amo hijo mío»

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