Todas las mañanas, a las 6.30 sonaba el despertador, «bip,bip,bip» y todas las mañanas Penny pensaba «¿Por qué siempre me resulta tan sumamente penoso levantarme? odio levantarme, odio las mañanas, odio salir de la cama… .» Se daba una ducha de agua fría, se arreglaba y después de hacerse perfectamente la cama iba a desayunar. El desayuno era la comida más importante del día para ella y hasta que no lo tomaba con tranquilidad y sin ruidos, no era capaz de tener pensamiento más desarrollado que el de «duchar», «hacer cama» «masticar tostada». Un café bien cargadito, una tostada con aceite y jamón, un plátano y un yogur natural azucarado. Ella no se consideraba una persona con manías, simplemente se definía como «mujer de costumbres» y bien arraigadas, por cierto.

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