EL COMPRADOR DEL TIEMPO

      El carillón señalaba las doce de la noche, no sonó,se había parado.Vicente notó la ausencia de su melodía a  la cual estaba acostumbrado desde niño. Ahora en su vejez, contaba los tiempos acompasados en su memoria, notando, como ese silencio  le  advertía de las horas que había desperdiciado con gentes vacías, con glorias olvidadas…          

    Vivía solo, en el caserón  que había heredado de sus padres. Su niñez había sido fantasiosa,feliz, a pesar de no haber tenido amigos cercanos. Tal vez su relación con otros fue distante,cuando jugaba con estos en el recreo y de vuelta al bus que lo llevaba  y traía a su casa, intentaba estar solo en los asientos traseros.

    El primer reloj que  tuvo se lo pintó su padre en la muñeca con un bolígrafo, marcando las diez y diez; una sonrisa dibujada por las varillas en la esfera…sentía  la sensación  de que todo se detenía cada vez que miraba su pequeña muñeca y los días pasaban lentos,alargados, desde las mañanas a las noches.Este dibujo se tatuó en el alma.

    Cuando se enamoró de Susana, los primeros años fueron veloces y las manecillas giraban  ligeras hasta parase a las dos de la noche,donde Vicente la acompañaba a casa y a la vuelta al caserón, notaba como la maquinaria del reloj de su muñeca resultaba pesada,lenta,fraguándose en un pequeño movimiento perpetuo. 

   Vicente iba notando que las manillas de los relojes calcaban cada uno de los tiempos que se le escapaban  , y se propuso  tener un cuarto lleno de relojes en cual, pudiese revelar cada uno de sus anhelos, de sus sentimientos.Tenía algunos averiados, otros con las pilas gastadas  y también los que daban las horas en ciudades en  las que nunca había estado.

    Cuando miraba uno de los que estaban estropeados, en particular, uno que marcaba las cuatro y cuarenta , se afligía tanto que que sus ojos se abatían en alguna que otra lágrima…Susana cogió el tren a la misma hora. La soledad se acordó de él. La había perdido y se abrumaba en el recuerdo del destino bufón que se reía de él. Las manecillas del reloj eran tristes y sórdidas.

  Después de todo,los años corrieron velozmente, solo. Aunque había instantes en el que se ilusionaba con encontrar a alguien,  en enamorarse de nuevo.Pero esta idea  se desvanecía cuando se acordaba que desdeñó alguna que otra oportunidad, cuando se obstinaba en que Susana volvería.

    …. Y mientras tanto el tiempo lo mataba,sucumbía en él, de tal manera que su vida solo era un cúmulo de circunstancias pertrechadas en momentos, en horas, en ir detrás de las manecillas del reloj, donde no se detiene nada.

                                                                       

                                                                                                Autor: Pedro Salgado García.

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