Se paró el reloj: las 3:33

Se paró el reloj: las 3:33

Nerea Ganfornina

07/05/2017

Querido Sky:


He decido por fin escribirte esta carta. Me ha costado mucho esfuerzo tomar la decisión, sobre todo después de todos los años que han pasado. Aquí todo sigue igual, sigo buscándome la vida como siempre, intentando sobrevivir y ser feliz de vez en cuando. El cielo siempre está gris desde que te fuiste. No ha pasado ni un solo día en el que no recuerde tu rostro y la manera tan tierna que tenías de acariciarme con la mirada. Jamás podré olvidar la manera en que me hacía sentir, como si fuera única en el mundo, como si fuera perfecta, como si solo estuviéramos tu y yo, y el resto del mundo hubiese desaparecido. Cuando estabas aquí todo era luz, ahora siempre es de noche.

Sabes que después de aquello tuve que seguir adelante con mi vida, ¿que podía hacer sino? Me mudé a aquella ciudad gris y contaminada y me encaminé a luchar por mi sueño, un sueño que creía mío pero que con los años se marchitó. No te preocupes, porque todo lo que viví durante esos años me sirvió de mucho, aprendí de la vida. Pero jamás te olvidé. Conocí a otra persona y formamos lo que se podría llamar una relación formal, pero era todo fachada, no podía dejar de pensar en ti ni un solo día. Con los años fué doliendo menos, cada mes, cada semana, cada día. Ya apenas lloraba por ti y habías ido desapareciendo de mis sueños. Esos sueños que me han atormentado tantos años, haciéndome creer que volvías a buscarme y todo lo sucedido en realidad solamente era una pesadilla de la que había despertado. Pero no. Ahí estaba esa cruel realidad de tu ausencia y tu, solo estabas en mi sueño. Aprendí a vivir con ello, créeme.

Cuando volvía a recorrer las calles por las que había vivido tanto contigo, ya no me dolía, sonreía melancólicamente aceptando que fuiste una parte de mi vida y que te tuviste que marchar, pero fuiste la parte más bonita. Y la más dolorosa. Pero como sabes, yo siempre tiendo a recordar solo los momentos hermosos. Para mi eran como una especie de miel amarga que saboreaba a diario.

No te creas, si te conseguí olvidar, (o eso creía yo) porque conocí otras personas, viajé por el mundo, visité otras ciudades, probé cosas nuevas. ¿Recuerdas cuándo me prometiste que me llevarías algún día a Roma? Me estuvo torturando mucho tiempo aquella promesa. Pero en un momento dado decidí tomar las riendas de mi propia vida y olvidarte como pude. Me fuí a Roma, con otro chico y no me acordé de ti ni una sola vez estando allí. Pero en mi corazón siempre ibas conmigo y muchas veces, después de volver, en mi mente venía una y otra vez la idea de que había ido sin ti, igual que tu fuiste sin mi, y me traicionaste. Nos traicionamos el uno al otro.

Viajaste por Sudamérica, Europa y muchos otros lugardes del mundo, te hiciste nómada, cambiaste de vida y ahora ya no se quién eres. Pero se quien fuiste y lo que me quisiste. Se lo que nos quisismos y eso nunca cambiará.

Hace unas tres semanas te pusiste en contacto conmigo, después de seis años. Se paró el reloj, las 3:33. Una sola frase que demostraba que querías saber algo de mí. Estuve una semana en shock. Creyendo que había vuelto a aquel sueño recurrente en el que volvíamos a hablar y todo era como antes, no podía creer que tu habías aparecido en mi vida de algún modo, para mi era algo completamente inconcebible. Se dió la casuística de que sucedió de verdad, lo inesperado y entonces, no supe como reaccionar. Reaccioné de la manera más normal posible, una respuesta insulsa, sin más, simple, escueta, indiferente, que guardaba dentro de sí un universo entero apunto de explotar. Un mar de sensaciones a las que no estaba dispuesta a dejar salir, por lo menos tan a la ligera. Me habían hecho mucho daño en todos estos años, estaba muy escarmentada y no iba a permitir destapar mis cartas a la primera de cambio. Y después de mi respuesta… silencio. Un silencio ensordecedor, un silencio que grita, un silencio que duele, que paraliza, que quema, que no se mueve. Ahí esta, entre nosotros, una barrera que tu has querido poner después de abrir un abismo que llevaba cerrado años. Y ahora me das la espalda de nuevo, como hace años, como siempre y a mi me sigue sorprendiendo. Me sigue doliendo como si no hubiera pasado un solo día desde que te fuiste.

¿Por qué me torturas con tu indiferencia? ¿Por qué me buscas y luego te alejas? Yo que había seguido con mi vida, que ya no me dolías.

Pero ahora, si te acercas un poco más creo que me podré quemar con tu fuego y con tus cenizas. Porque me hieres y no puedo sacarte de mi cabeza, se que me perseguirás toda la vida y no se por qué haces esto. No puedo seguir más tiempo así.

A veces siento que te odio, por ignorarme, por tratarme así, no me merezco esto y sin embargo sigo ahí. A veces me odio a mi misma por seguir pensando en ti cada noche, y sintiéndote en cada latido de mi corazón. Pero, ¿sabes qué? Ya no habrá mas lugar para el odio ni para el rencor, ni si quiera para los reproches ni para los recuerdos, ya no puedo retenerte más conmigo, me haces demasiado daño. Ahora ya debo marchar y tienes que dejarme ir, tengo que dejarte ir. Con todas sus consecuencias. Hay mucho aquí que me ata, ya lo sabes. Tu eres una de esas cosas, pero hay muchas más. Sin embargo, se que si no me voy ahora, no podré ser libre nunca, ¿lo entiendes? Esto es algo más que un viaje, esto es una liberación, una ruptura de cadenas conmigo misma donde no puedo estar cerca de la gente que me quiere, que me protege. Porque solo ahí encontraré la libertad. Déjame ir, déjame marchar te pido, porque este dolor me esta matando y sabes que si me quedo ahora, me ahogaré para siempre. A pesar de todo, no voy a olvidarte nunca, porque te odie o te ame (o las dos) siempre te tendré en mi corazón, pero a veces es mejor dejar ir.


Con todo mi amor, por siempre tuya.


Save.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS