-Mamá creo que estoy delirando que aún existo. No quiero escupir más una paradoja cuando acabo de mirar mi gato encerrado en las grises paredes.

-Cambia el canal de la idiotez constante y ¡habla claro!

-Cómo claro? 

-Si habla de lo tuyo, hija, eso que solo ahí adentro se encubra, se mezcla, te revoluciona y me hace temblar.

– ay ma, hoy no, aparece por favor de nuevo mañana, en la mañana iluminada por claroscuros pensamientos imberbes que planean con alas rotas y sueltan sus dientes al azar. 

-Andá a payasear a otro lado que este títere se canso de mover las piernas sin sentido, pensá que lavar no importa si adentro es pura mugre. Asco me dan tus rabietas asustadizas. Asco la tiza del borrador que nos quito el pasado y terror una pulga que se rasca ese felino hambriento, ¡dale de comer!

-Me canse de tirar comida, el solo vive de caricias, como si eso diera los frutos. No sabe nada.

-Mira hija, te desconcentras, estudia la vida y las leyendas que son lo mismo q decír «hola vecino», vos podes.

-Pará qué? si esta charla ya la tuve no voy a repetir la historia, es irrepetible.

Y en eso, no se acordaron de comprar para la comida y se acostaron, adultas las dos, con hambre otra vez.

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