Nunca me preguntaste por qué me gustaba mirar el cielo. 

Siempre te hablaba de las estrellas, de las galaxias y de nuestros viajes a las nubes. 

Tu me llevabas allí en cada una de las salidas, en cada uno de los dos minutos que se alargaban a dos horas, pero que me encantaba. 

Algún día me cansaré de escribir en pretérito y te borraré de mis días, algún día seré capaz de no mirarte y morirme; algún día nos cruzaremos por la calle y te voy a poder saludar como cuando hacíamos ver que no existíamos en ninguna otra realidad paralela, algún día dejaré de escribirte, algún día volveré a hablarte de las estrellas, de las galaxias, pero lo haremos con los pies en el suelo, sin viajar, ni una vez más, a las nubes, a las nubes de nuestro cielo. 

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