Parecía alcanzar
el sol con los dedos,
la luna
con la boca.
Parecía salirme el gozo
por la piel aun salvaje
y suave de amor,
a borbotones.
Parecía el agua correr
por el sendero correcto
y detenerse a calmar
el ansia eterna.
Más no iba a ser fácil.
Nunca lo fue.
Tuve que aprender
a vivir conmigo,
y a perdonarme la vida
para compartirla contigo.
A lavarme las heridas
con el llanto,
a estrujarme el amor
y ya no me dueles tanto.
Tuve que arañarme los ojos
para ver fantasmas,
los tuyos y los míos
soñaban que no tenían frío.
Tuve que aprender
a saborear la vergüenza,
a dormir
con el orgullo y la certeza.
A ver a la guapa, guapa
y a la fea, fea,
y a pesar de ti
perdonarme las ofensas.
A convivir
con el arrepentimiento,
con tu miedo
con mi odio,
con el desprecio;
con los cuerdos
y con los locos
aquí,
donde unas tanto
y otras tan poco.
Tuve que lavarme las heridas
con el llanto
y estrujarme el amor.
Pero ya no me duelen tanto.
A veces
de mí reniego;
otras
me quiero.
A veces vivo
algunas muero,
también sucumbo;
muchas me enfrento.
A veces te acompaño
otras te reto,
muchas te adoro
y algunas te detesto.
Soy
a veces valiente
algunas dudosa,
otras torpe
muchas mañosa.
A veces puta
a veces madona,
algunas buena
muchas “cabrona”.
A veces aprendiz
algunas profesora,
unas payasa
otras señora.
A veces niña
a veces doña,
algunas bruja,
siempre Persona.
He salido a la calle
y he visto gente,
la misma que habla
cuando miente.
He visto cardos
he visto flores,
ríos de odio
y mares de amores.
He visto sabios
con ropas de mendigo,
y trajes elegantes
disfrazando asesinos.
Un vecino que despierta
su triste letanía,
y otra que no duerme
su patética melodía.
Una mujer rumana
a la que ni siquiera miras,
y un hombre pobre
que escupe crisis y economía.
Hay días que las piedras
te parecerán panes,
y cuchillos afilados
las palabras más suaves.
Algunos disfrutarás la vida
y otros llorarás sangre.
Quiero que me pillen despierta
las zarzas y las ortigas
y que llames a mi puerta,
a desnudar con tus besos
mi traidora melancolía.
Palabras.
Atragantadas con el miedo de
amores y desencuentros
pelean por gritar en el suspiro.
Imposibles de callar
como en la luz la sombra.
Insomnes de dolor
y libres
al grito de revolución.
Agitadas las aguas
que empujan
sin freno posible.
Irremediables gargantas
que despiertan.
Descansaremos luego,
cuando los oídos
arranquen voluntades.
Libertad que quiere huir sin alas
que en su vuelo impasible
me arrastra y me quema.
Libertad de espumas blancas,
libertad que huele a canela.
Horizonte de lenguas y besos.
Horizontes valientes de anhelos.
Horizonte sin ojos, sin boca,
línea infinita de nieve y fuego.
¿Libertad qué escondes
tras tu estela de caramelo?
¿Son muñones para los mancos
o lentes para los ciegos?
¿Son océanos para los barcos,
castigos para el orgullo
o eternos muros de acero?
Perpetuo devenir de incertidumbres,
que es a mí a quien más temo.
Más no me podrá la cobardía
y en carne viva,
a la libertad me entrego.
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