ETHERUM
La travesia de la bruja
F.A SAGASTIZADO

Pesadillas y amarguras.

“A Dios, padre, madre, hermano y amigos,
los únicos que aún creen en los sueños después de las pesadillas”

ETHERUM.
La travesía de la Bruja.
F.A. Sagastizado.

PROLOGO.
De pesadilla y amargura.

Una sombría pesadilla le perturbaba desde hace ya mucho tiempo, y es que hasta el día de ahora carecía de mayor sentido, pero la sensación de miedo inminente a medida que el discurso de aquella persona se acercaba a su fin, le erizaba la piel. Aquel hombre con traje negro hablaba y hablaba del control de la energía oculta y de su verdadero propósito.
El chico, se ocultaba detrás de la masa interminable de personas que escuchaban atentos las palabras del sujeto, cuando pasaban a su lado un grupo de personas con capuchas y capas carmesíes. Los sujetos, que eran más y más a medida que se habrían paso a través de la multitud, se veían como rodeaban poco a poco a aquel hombre que no paraba de hablar de una persona muy especial. En la cantidad de veces que había vivido aquel sueño, él muchacho había memorizado la mayoría de las palabras del discurso hasta el irremediable final, el cual desconocía, porque algo le despertaba antes del final, pero suponía que no debía ser algo bueno por aquella sensación de terror absoluto con la que se despertaba cada mañana.
El hombre vestido completamente de negro se quitaba su sombrero en señal de respeto a la multitud, su cara es la de hombre viejo de piel blanca como hoja de papel, sus ojos muestran furia y su voz demuestra amargura, pero al mismo tiempo, como un dictador; poder.
– ¡Los oráculos muestran lo que los reyes quieren que vean! -empezaba su memorable catedra-. ¡Yo eh visto lo que no quieren que se muestre, porque la luz de una vela se ve en la obscuridad a Decas de distancia; una luz que insisten en apagar…! ¡Nuestro Dios es una Almacea como nosotros; como yo, como tú, como tu vecino, como tu padre y madre, como el negociante de la esquina, como los niños que corren y juegan en la plaza, como el señor que forja la espada, como la que teje las canastas de Ninil, como cualquier bebé que nace, y como cualquiera de nosotros; él puede morir! ¡¿Entonces que ocultan los reyes?! ¡¿Porque la información que cualquier Almacea debería comprender, desde que empieza a usar su conciencia hasta que termina de perderla; se nos es negada?! ¡Ese hecho me perturba y le debería perturbar a toda aquella persona con una pizca de inteligencia en su ser…! ¡Damas y caballeros, el Dios que rige este mundo incrédulo; sangra como cualquier ser vivo existente!
En este punto la multitud empezaba a entrar en estado de histeria por las blasfemicas palabras de aquel hombre.
– ¡Que le ahorquen! -empiezan a gritar- que le arranquen los ojos y le lancen al desierto con las Adrellantes!
El hombre detiene un momento su discurso para dedicarle a la gente, una media sonrisa, alza las manos y luego las baja en ademan de calma para luego continuar.
– ¡Hay persona que, aun teniendo dos ojos en óptimas condiciones, no ven porque los cierran con gran fuerza, fuerza que deberían utilizar para entrenar sus mentes empobrecidas y ensombrecidas por la ignorancia! -Seguía aquel personaje su discurso-. ¡Yo soy la luz en aquella oscuridad y ustedes son esa oscuridad! ¡La verdad duele, pero más duele la mentira, por eso yo traigo a ustedes la luz y la verdad, y de ustedes, personas incrédulas, depende si se vuelven a la portentosa luz o se siguen hundiendo en la más obscura inmundicia de ignorancia! ¡¿Que seremos para nuestras crías sino un charco de pantano en la cual se hundan?! ¡¿Cuantos ciclos, cuantas generaciones se seguirán perdiendo?! ¡¿Que el hambre y la guerra que se nos avecina no es más que suficiente para tomar de los poderes forzados por los reyes?! ¡Hagamos meditación en mis palabras, que es como terreno pedregoso para el político prominente pero suave pasto para el buen entendido! ¡¿Que no nosotros deberíamos ser quienes pongan y quiten reyes?! ¡¿Así como nosotros deberíamos de ser los que pongan y quiten Dioses?!
Los hombres de carmesí se acercaban más y más, y a medida que se acercaban, la multitud clamaban por que le callasen la boca a aquel hombre, mientras el alzaba más la voz para que nadie se quedara sin escuchar su peligroso mensaje.
– ¡Somos la leña que alimenta el fuego eterno de los infiernos -Seguía, aquel hombre mientras caminaba de un lado hacia otro del escenario que habían montado-, un fuego que a su vez mantiene el Etherum fluyendo a través de la magnamateria que nos compone a nosotros y que nos permite modificar los estados de la misma y por lo tanto usar energía para sanar, lastimar o crear! ¡Sin el alma de los condenados el agua de los mares empezaría a retroceder, se empezarían a secar los ríos, se perdería el ciclo de los días y si fuera de día seria de día siempre, lo mismo si fuese de noche pues el sol jamás volvería a salir! ¡La naturaleza perdería la energía para permanecer verde y para que las hojas se mantengan pegadas a las ramas; la vida no llegaría pues la muerte no despejaría el camino! ¡Los vientos dejarían de soplar, los volcanes darían su ultimo respiro, la tierra se empezaría a enfriar y ya nada podrá volver a vivir sobre ella, quedando desolada eh inerte; acabando, de una vez por todas, ¡con el ciclo! ¡Pero yo eh de deciros, que energía tenemos para que este planeta viva por millones de años! ¡Entonces, ¿para qué quemar más almas?! ¡Yo eh de deciros el porqué: El Dios, los reyes, los vilores, los magos, las brujas y los supuestos espectros con alas a los que llaman falsamente; Angelux, de este mundo lo único que buscan es el más preciado de los elementos de esta existencia: el…!
En ese preciso momento es cuando vio saltar a los hombres de carmesí de entre la multitud, primero uno, luego dos más y luego eran una veintena los que estaban en el aire con espadas que deslumbraron sus destellos por los últimos rayos de sol de la tarde. Allí es donde su última pesadilla lo había dejado. Luego viene aquella extraña sensación de que algo no andaba del todo bien en ningún sentido, como cuando se presencia algo traumático, pero no puedes recordar que, solo queda la sensación de miedo profundo y malestar en el pecho seguido de una ansiedad que perdura a lo largo de todo el día, convirtiéndolo en un tormento difícil de lidiar.

Capítulo 1: Despertar

Evan, llevaba tres días atrincherado en su cuarto, solo apenas comiendo unas frituras pasadas de vencimiento, unos pedazos de pizza verde del moho y tomando sorbos de agua de la nieve que derretía, y que tomaba de las hojas del árbol que daba a la ventana de su cuarto. Se la pasaba todo el día durmiendo, al menos dieciséis horas en intervalos, en las que se pasaba sus horas de vigilia viendo la calle desolada de su avenida cubierta por un leve manto blanco. En momentos determinados, prendía su computadora para intentar enfocarse su mente en otras cosas. Veía videos de animales graciosos, paisajes del mundo y documentales, los cuales le permitían tranquilizarse un poco de la terrible depresión y ansiedad que desde hace ya unos días había alcanzado su punto más alto. Llevaba ya diez días sin asistir a las clases y el director ya lo había amenazado con expulsarlo en varias ocasiones, lo que hacía que su madre a diario tratara de convencerlo de terminar la preparatoria para, si lo deseaba, buscar un empleo o seguir con una carrera universitaria como lo había hecho su padre, pero Evan la ignoraba aun así llorase en la puerta, y aunque le provocara unas ancadas de dolor en el estómago por los remordimientos de no ser lo que su madre deseaba que fuera, por ser en exceso débil.
Esa noche, había llegado la mejor amiga de Evan y la única que había podido mantener a pesar de la actitud un tanto antisocial del chico. Su madre se acercó a la puerta para dedicarle unas palabras, como lo venía haciendo siempre, en busca de reactivar la motivación de un Evan devastado, que había perdido incluso las ganas de vivir de un día para otro…

-Evan, mi amor, abre para hablar con Aura, no seas mal educado con ella, ya es la quinta vez que te visita, al menos baja para saludarla… -anunció la madre, tocando su puerta- ¡Maldita sea! ¡Deja de comportarte como un niño inmaduro! ¡Al menos dile que ya no quieres verla, que deje de perder su tiempo en traerte los apuntes de los días que has faltado, que vas tirar por la borda tus sueños y los sueños de tu madre, y que vas a dedicar tu vida a ser un don nadie…!
Evan, se acurruca pegado a la puerta y escucha como la voz de su madre se desgarraba. – ¡Anda! ¡Demuestra el coraje de un hombre, que ya se acerca tu cumpleaños dieciocho… demuestra lo miserable que serás el resto de tu vida! -Su madre se acurruca en la puerta, mientras abajo, una Aura solo se limita a escuchar mientras se le hace un nudo en su garganta-. ¡Evan, hijo, debo tres meses de renta, tu padre me ha dejado de mandar tu manutención y en mi trabajo no van las cosas muy bien! ¡Qué vamos a hacer, ¿eh?! ¡No tenemos dinero, vivimos con lo último de mis ahorros ¿y luego ¿qué? Lo único que quería era, que terminaras la maldita preparatoria ¿tan difícil es eso…? respóndeme maldita sea!
La madre se rompe en llanto amargo y al otro lado un hijo hace lo mismo, pero tratando de no hacer ruido. Había fallado como persona y él lo sabía muy bien. Había caído al pozo más profundo, y había perdió de vista la salida.
– ¿Tan mal estamos? –Pensó Evan.
El sonido de una puerta que se abre, la hace salir de su sollozo y asombrada se voltea para ver a aquel niño que una vez dio de amamantar, que una vez escucho sus primeras palabras y por primera vez vio cómo se ponía en dos pies y empezaba a correr en los partidos de futbol con su amiga Aura. Aquel que llegaba sucio por las peleas de la escuela, el niño que había pasado con ella los mejores dieciocho años de su vida. Aquel niño creció de una vez por todas y veía en sus cansados ojos; una chispa que nunca había mostrado antes.
Evan le ayuda a reincorporarse a su madre y protectora, le seca sus enrojecidos ojos con sus dedos, no puede evitar darle un beso en su frente, y abrazarla fuerte.
-No pensé que llegaríamos a este nivel… -Le dice Evan a su madre suavemente al oído mientras la apretaba más entre sus brazos.
-Está bien. Mientras estés a mi lado siento como una fuerza que no puedo describir me alcanza y me llena de alegría y gozo. Verte me hace una mujer feliz, así como feliz quiero que sea tu vida también.
Evan suelta el escueto cuerpo de su madre, al que le pudo sentir un poco los huesos de sus costillas. La noto más delgada, quizás por las angustias que guardaba en su pecho.
– ¿Yo provoque esto?, por favor: perdóname, mama -se lamentó, Evan-.
-Basta de esto, estoy bien ahora. Ve con Aura y discúlpate con ella tambien -sollozo la mujer-. Trátala bien, que será la única que va estar contigo aparte de mí.
Su madre, ya serena, sabía que estas eran las situaciones que forjan carácter de personas fuertes, y que en un futuro no habría necesidad de repetir estas experiencias, pues ella sabía que había criado a un buen hombre, que no va a iba a dar su pie al resbaladero, y jamás se saldría del buen sendero en el que lo había metido desde niño.
– ¡Evan…! – exclamo, su madre-
– Si…
En sus ojos se notaba el brillo de una persona completamente nueva.
– ¡Cásate con Aura de una vez por todas y dame muchos nietos -dijo con una sonrisa, dándole una palmada en el hombro.

Evan, se quedó enrojecido y sorprendido por el comentario tan espontaneo que le había lanzado como bomba, aquella dama. Con una sonrisa infantil le contesto:
– ¿Por qué querría casarme con la mejor amiga que eh tenido en mí vida? Te apuesto lo que quieras a que ella te dirá lo mismo que yo sin dudarlo ni un segundo.
-De hecho, ya me lo dijo -Le contesto su madre- De verdad, ¿Que tienen en la cabeza ustedes dos?

Aura Rousseau, era la única persona que había podido estar al lado de Evan desde que tenían ambos, cinco años. La única que podía seguirle el paso a aquel niño hiperactivo que inventaba estúpidas soluciones a los problemas más estúpidos, lo que, casi siempre, terminaba en tardes llenas de carcajadas al pie de la cascada, al final de los bosques de Aroostook.
Al principio, Evan creía que Aura era un niño al igual que él, lo que siempre provocaba que ella le diera unos golpes muy fuertes en su hombro cada vez que se lo recordaba.
Aura, le contaba historias fantásticas que hacían volar la imaginación de Evan, contándole sobre reinos perdidos, tierras desoladas, bosques de colores, ríos inmensos de color escarlata, ciudades interminables, castillos de hielo y torres que rosaban la bóveda de los cielos. Evan, buscaba impaciente un relato nuevo de Aura, todos los días, al punto de escaparse por las tardes para buscarla. Los fines de semana era cuando le solían dar rienda suelta a los dos diablillos, quienes, no desperdiciaban tiempo en hacer una que otra travesura antes de que la mama de Evan llegara enfurecida buscándolos. Todo era felicidad recordaban, todo hasta que las lagunas mentales hacían acto de presencia en la cabeza de Evan, provocándole jaquecas muy fuertes que terminaban por tumbarlo en la cama.
La chica, sentada en el sofá, había puesto sus libros a la par de ella y había tomado uno para fingir que estaba entretenida en ello. Evan bajo las escaleras junto a su madre, y la chica dejo lo que hacía para ponerse de pie.
– Vallan, salgan un rato, hablen, entiéndanse, pero regresen antes de la cena… -les dijo la madre de Evan.

Los muchachos, salieron juntos a intentar despejar sus tomentosas mentes. Después de todo, de verdad necesitaban nuevos aires. Por lo que decidieron salir con rumbo al parque desolado de Aroostook. A Evan, aun le deslumbraba la claridad fulgurante de fuera, provocado por el tiempo excesivo que pasaba en la obscuridad. Afuera empezaban a caer los primeros copos de nieve sobre su cabeza, parecía como si fuese a nevar fuerte muy pronto.
– ¿Porque no recuerdo ni la mitad de lo que me cuentas?
Aura se le quedaba viendo al chico, al que no parecía importarle que estaba vestido como para ir a la playa, mientras el cielo empezaba a nublarse y un aire frio les recorría todo el cuerpo. Evan había olvidado abrigarse adecuadamente, pero sabía que eso no portaría mucho si solo iban a dar una vuelta. Su madre había insistido y Aura tambien, pero el chico no era de los que entendía a la primera.
-Se que eh sido muy feliz en estos años, pero, ¿porque se me viene a la mente una amargura de la que no puedo recordar procedencia? Como la pesadilla que te conté, me queda ese regusto amargo.
La chica volteo su mirada al cielo, alzo su mano y atrapo un copo de nieve.

-Tus recuerdos deben ser como este copo, una vez que se derrite deberá fluir hacia el olvido. No todo debe ser tragedia -manifestó, Aura-, también debe haber comedia y por lo tanto risas. Así que no seas aguafiestas y ríe; lo pasado paso.

La pareja de amigos, después de una pequeña caminata, llegaron al pequeño parque que se encontraba a unas cuadras de la casa de Evan, en el cual recordaban aquellas batallas de bolas de nieve con los de la otra cuadra por el control de aquel parque que se encontraba algo en ruinas por la falta de mantenimiento. Evan tomo asiento en una de las viejas bancas y Aura se sentó a su lado, justo en frente de los columpios ya viejos y oxidados por el paso del tiempo.
-Ya no vienen niños a este lugar -le dijo Evan a Aura mientras hacia una bola de nieve con una pequeña piedra en su interior. Aura le vio y no pudo evitar soltar una risa sorda la cual Evan no noto.
-En los sueños que tienes, ¿nunca nadie te ha hablado? – inquirió, la chica- digo, como una voz aguda en tu cabeza que de repente suelta algo relacionado con tu condición física o algo relacionado con niveles de algo, no sé….
Evan se quedó algo intrigado por la pregunta.
-Lo dudo -respondió-, al menos no que yo recuerde.
Aura tomo una roca y la puso dentro de una bola de nieve al igual que había hecho Evan.
– ¿Nunca has creído en la magia o fuerzas invisibles? -Le pregunto Aura-
Evan no sabía que responder al cuestionamiento de su amiga, ni sabia al punto al que quería llegar con ello, sobre todo con lo desacorde del tema, por lo que decidió seguirle el juego solo para ver hasta donde llegaba el juego de su amiga. Talvez planeaba darle algún sermón o terapia psicológica, como solía hacerlo de niños, inventando historias fantásticas.
-Si, claro, creo en la magia y también creo en las fuerzas del universo y todo eso… -respondió, un tanto inseguro.
Aura se alegró y pensó que ya era el momento, no cabía duda en ella. Ya tenía la edad que estipulaba su libro, por lo que debía hacerlo creer en lo que dijera de ahora en adelante. El tiempo se agota y debía preparo. Ya habría tiempo después para tratar su crisis existencial.
– Me alegro que se preocupará tanto por mí, al punto de quererme contar sus cuentos, pero ¿qué pinta todo esto con lo que me está pasando? -pensó el chico, recostándose un poco.

En la colina, cerca de la preparatoria Bodwell, se divisaban cinco sujetos vestidos de carmesí, que se dirigían al este de la ciudad con dudosas intenciones. Los sujetos, que caminaban con llamativo atuendo, no parecían llamar la atención de las pocas personas que transitaban, es más, parecían ignorar por completo su presencia.
Su maestro de misión era, ni más ni menos que el caballero asesino de brujas, Sir Leonel DeLapadua, o como se le solía conocer en su círculo de subordinados: “Inmaculado Filo”, por la cantidad exorbitante de brujas a la que su espada había segado de forma tajante.
Le seguían en su misión los hermanos Víctor y Vernon Wallaby, conocidos por la aniquilación de los pueblos herejes de las montañas Atioquitas. Los hermanos sabían matar, porque de pequeños se les fue entregado su destino segador de manos de los viejos espíritus sabios; Armel, Metrakael y Ermael. Los dos mataban desde que tuvieron el uso pleno de su conciencia.

Se le encomendó al Asesino de Bardavieles: Ezio Hemingway, que sirviera como guía en la misión, por su amplio catálogo de búsquedas concluidas de forma exitosa llevadas a cabo en las dimensiones que rige el Dios omnipotente de la tierra.
Y por último les seguía: Alegra Daldeonore, quien serviría como el médico de la misión. Aunque por su poca experiencia, se le asigno al “Guardián de las rocas”, espíritu protector, para que cuidase de la inexperimentada muchacha.
El grupo se movía por encima de los techos de las casas bajo un manto de invisibilidad, dirigidos por las coordenadas provistas por el control general espiritual, las cuales habían previsto la posibilidad de una en mil, de que lo que buscaban se encontraba en ese pueblo nevado y aislado de todo lo demás. Habian revisado cada rincón de los pueblos aledaños sin tener suerte, ya las provisiones mermaban, así como empezaban a mermar las fuerzas.
-Me parece que aquí encontraremos lo que buscamos -dijo Ezio, sobándose las barbas congeladas-. Tengo una pequeña corazonada de que por fin nuestro esfuerzo de semanas termina hoy, y mañana estaremos de vuelta triunfantes en nuestros hogares.
-Pues eso espero -le contesto Alegra-, el frio me está matando. ¡Odio el frio!
-Tranquila señoritas -replico Vernon-. como Ezio dijo, mañana estaremos de vuelta en los parajes tropicales de playa de Dormes tomando Aguapura noventa, hasta desmayarnos.
-Que Dios te oiga, hermano -les respondió Víctor tomando un sorbo de su agua congelada.
Alegra, creía que de todas las misiones que había llevado a cabo, aquella era quizá la más importante.
– ¿Quién asigna cuatro semidioses barbaros con ética moral cuestionable a buscar algo que nadie sabe qué es? Solo puede significar que se gesta algo muy grande en los cielos para hacer algo como esto – meditaba, Alegra-. Estamos en este mundo alejado del nuestro a una distancia incalculable, sin más que pocos soportes de Etherum, es decir, cada día que pasamos aquí perdemos Ether por el simple hecho de respirar. Si seguimos así una temporada más, corremos el riesgo de quedar inhabilitados por años al regresar. No es un mundo especialmente hostil para nosotros, pero el simple hecho de quedarnos más tiempo correríamos el riesgo de quedarnos dormidos para siempre.
La chica, acomodaba sus cosas, pues la nevada iba a empezar y no quería que nada saliera volando como la primera vez que experimentaron eso, y todo su botiquín quedo desperdigado por toda la zona.
-El control general nos dijo que la misión era relativamente fácil, por el hecho de que íbamos a un mundo con un nivel de control Etherum o “Magia” infinitamente bajo
-Maquinaba en silencio, la joven chica-, es decir, que si lo que buscábamos usa Ether, brillara como lampara en la obscuridad a Decas de distancia. Aunque eso es una teoría, la verdad es que no hemos encontrado ni indicios de poderes menores ni nada particularmente llamativo. Este mundo es jodimente aburrido, en otras palabras.
Alegra, pensaba que la vida sin el uso de la energía natural no era sino una vida completamente vacía carente de cualquier sentido y que tarde o temprano cobraría la factura.
-El “Ser humano” cambio su espiritualidad por “Tecnología” cómo cree el humano hacerles frente a amenazas mayores con tanques y bombas que no hacen más que daño a ellos mismos más que a sus agresores? ¿Ellos son realmente inteligentes? -Pensó Alegra, ensimismándose cada vez más- ¿O quizás sus “teléfonos inteligentes” guardan escudos anti energía o algo así? Viéndolo desde mi punto de vista ellos son especialmente vulnerables a todo. Si hasta los pájaros del cielo gozan de mayor uso de Etherum que los humanos, pero eso me lleva al siguiente punto: ¿quién les da esa energía a los animales? ¿su Dios?

La chica reviso entre sus cosas si estaba la medicina para el resfriado que había hecho con las plantas del bosque, pues noto que uno de los muchachos estaba a punto de enfermar.
-El control general nos habló del Dios regente de esta realidad paralela a las nuestra. Dijo: <<El Dios de los humanos es un ser que alcanzó un nivel de divinidad extremo capaz de poseer todo dentro de sí mismo bajo un control absoluto y pulcro. Por lo que cuando lleguen deberán ofrecer tributo de cordero y hacer la “señal de la cruz”; Primero pongan su dedo pulgar por encima de su índice luego lleven de esta forma, la punta del pulgar primero a la frente luego a una distancia del ombligo, luego a su hombro izquierdo seguido del derecho y terminen dando un beso a la cruz de sus dedos. Esto servirá como pacto de que no se lastimará este mundo de forma agraviante ni se lastimará sin razón a los que están bajo su omnipotente manto>>.
Era un curioso ritual que a algunos les pareció no grato y una ofensa a sus dioses, por lo que terminaron haciéndolo a regañadientes. Alegra se paró a visualizar la nieve que caía, que poco a poco se tronaba más copiosa.
A pesar de que eran asesinos por naturaleza, a Alegra no le fue difícil acostumbrase a aquel ambiente de hombres de mediana edad que hacían chistes sexuales todo el tiempo, atragantándose con licor que robaban a las licorerías, usando el manto de invisibilidad. De hecho, esos asesinos sin ética tenían más respeto del que una persona como ella podía esperar. Cuando le ofrecieron la primera vez la misión, Alegra no dudo ni un segundo en rechazarla al escuchar los nombres de aquellos carniceros, pero al final, la termino convenciendo el propio príncipe Bermoth diciéndole que era primordial que estuviera presente, porque la misión incluía un grave peligro, que, de salirse de control, sería el fin para los muchachos.
– ¿Peligro? ¿Para quién? -le repuso Alegra, al príncipe- ¿Para el Inmaculado filo, asesino de brujas? ¿Para los Wallaby, asesinos de masas de herejes? Con todo respeto príncipe, pero las personas que has enviado me parecen más que aptas para desempeñar la misión sin más contratiempos. ¿Qué pinto yo allí? ¿Que podría ser tan importante o peligroso como para necesitar de mis humildes servicios médicos?
El Príncipe se le quedo viendo a los azulados ojos de la pelicorta chica, esbozó una sonrisa y le contesto con serena calma:
– Una “Bruja Carmesí” no es algo que se deba tomar a la ligera.
La chica sintió como se le helaba la sangre de pies a cabeza al escuchar sus palabras.
-Así es, necesito al mejor médico que tengamos a la mano -Prosiguió Bermoth-, y no puedo pensar en otra persona más apta que a la prodigio medico de Malamasa.
La chica no pudo sentirse más alagada y no pudo disimular el color rojizo que tomo su rostro, y es que recibir un alago de persona más prestigiosa que el príncipe Bermoth no era algo que la pálida chica se tomaría a la ligera, por lo que entre palabras cortadas, acepto el trato, con el pensamiento de que quizá se arrepentiría luego de pasado el bochorno.

A Evan se le empezaban a congelar las mejillas y no pudo evitar cruzar los brazos para intentar agarrar un poco de calor.
-Creo que deberíamos irnos ya -le dijo a la pelinegra chica-, está empezando a nevar y creo que ya debería estar la cena de mama.
Evan, lanzo su bola de nieve a los columpios, y el impacto de la piedra dentro de la bola hizo resonar el metal de estos. El chico, gustaba de hacer eso cuando eran pequeños, pues los chicos de la otra cuadra lo solían hacer con sus bolas tambien para hacer más daño a la hora del impacto.
Aura, le vio que Evan empezaba a temblar más de la cuenta y no pudo dejar escapar una carcajada. La tormenta parecía iniciar y los jóvenes ya llevaban un rato contemplando el vacío con mirada perdida.
– ¿Que es tan gracioso? -Le pregunto, Evan-
-A quien se le ocurre salir así en plena temporada invernal -Le repuso, Aura-.
La chica se levantó de su asiento y lanzo su bola de nieve, y esta se estrelló con una pequeña explosión y partículas de metal que salieron y se apagaron casi instantáneamente. El impacto rompió uno de los eslabones de la cadena del columpio lo que hiso que se callera de lado y se hundiera la mitad en la nieve. Evan, vio esto y no pudo dejar de sentirse asombrado por lo que trato de restar merito a lo que acababa de ver. Se voltio y con evidente menos frio no pudo evitar preguntarle:
– ¡¿Qué demonios hiciste?! es decir, ¿Como lo hiciste?
El chico, claramente excitado, no le cabía en su mente lo que sus ojos habían visto, por lo que soltó una bomba de preguntas que terminaron por colmar a Aura la que no pudo evitar reprocharle:
– ¿No te querías ir ya? Dijiste que sentías frio -dijo con voz serena-.
– ¿Después de eso? no tendría ningún problema en quedarme a aprender toda la noche.
La chica, vio cómo su ingenuo amigo se empezaba a comportar como un niño hiperactivo que ha comido demasiado dulces y que hasta le costaba expresarse de la emoción de un nuevo truco, lo que le hizo recordarle, tambien, al Evan de hace diez años, aquel que siempre tenía una sonrisa radiante y ojos brillantes; ojos de alguien que acaba de recibir un regalo muy esperado y no puede esperar a abrirlo. Ella, también experimento aquella felicidad durante ese momento.
– ¿Dime, guardas alguna arma en tu abrigo? -Insistió, Evan- eso se vio más como un disparo de un arma de fuego.
-No creo que yo tenga un arma. -le contesto ella con una sonrisa entre risas- Dijiste que creerías en la magia, pues eso fue magia.

-A donde quiere llegar con lo de la magia? ¿Es en serio? -Pensó Evan- solo era una piedra que rompió un viejo eslabón. ¿Por qué decir que fue magia? Ella no es así…

– ¿Evan, tu no crees en esto verdad?
El chico volvió de la voz de su cabeza con una cara un tanto desencajada.
-No le veo la gracia a la insistencia de algo que ambos sabemos que no existe -Evan le respondió con una fría voz- Así que, por favor, no es la forma de animarme. Ya te dije que volveré a retomar las clases. Además, ayudaría más, ser sincera conmigo. Ya no somos niños, al menos ya no finjas frente a mí. Solo lo haces para animarme, pero créeme, ya estoy de vuelta no hace falta hacerme retroceder tanto en el tiempo de los cuentos. Así que, vamos hermana, muestra la maldita arma.
Aura, le clavo la vista de la forma más fría que Evan había sentido en su vida, ni la de su mama lo hacía temblar tanto como esa mirada que se le clavaba como alfileres en sus ojos. Casi pudo ver como se le saltaban las venas de su frente sin contar el color rojizo que tenían ahora sus ojos y su cara, del coraje que empezaba a acumular.
– ¡¿Me viste sacar un arma, imbécil?! -Aura le respondió de forma violenta, como queriendo meterle un puñetazo en la nariz al idiota de su amigo – ¡NO verdad! Me viste tirar una roca ¿verdad? ¡Grandísimo imbécil!
La chica se apresuró a quitar la nieve de un montículo de piedras que había a la par de ella y tomo la más redonda que pudo encontrar.
– ¿Ves la maldita piedra? -Aura le puso la piedra cerca de la cara a Evan tan velozmente que pensó que lo iba a golpear y este no pudo evitar hacer una mueca de dolor – Es una simple piedra, no hay más ciencia.
La chica, tomo la piedra con los dedos de su mano izquierda y con el índice de su mano derecha toco la superficie de esta. Un pequeño destello rojizo paso de su dedo a la roca en una fracción de segundos y de forma casi imperceptible. Aura, puso la roca en la mano de su incrédulo amigo, quien la veía con cierta desconfianza.
– ¡Vibra! -dijo el, asombrado-
– ¡Si, vibra! -dijo ella con una sonrisa- Ahora lánzala a la cadena restante ¡No falles!
Evan sintió como la piedra vibraba inexplicablemente como si tuviera uno de esos bíper, y vio como la furiosa de su amiga le hacía ademan de lanzarla piedra y este no pudo decir que no a tan amable propuesta. Apunto como el mejor de los lanzadores de beisbol la tiro y esta dio directo en el eslabón que estaba al pegue del tubo metálico, con una pequeña explosión que genero una pequeña oleada de chispas y humo que se disipo casi de inmediato. El columpio termino así de caer y terminarse de enterrar en el montículo de nieve.
-Ves, no fue tan difícil ¿cierto?.
Evan no podía salir de su asombro y no pudo dejar de preguntarle casi en tono de broma.
– ¿Eres alguna especie de bruja o algo por estilo?
Aura salió de su trance asesino de amigos, y Evan pudo ver como esta se calmaba por fin del coraje le hacía tener cada vez que hablaban de ciertos temas.
-No estás muy lejos de la verdad -le contesto, claramente más calmada- Talvez no seas tan idiota como pensé.
La chica, sabía que el tiempo se acercaba y más valía tener a un Evan preparado que a uno frágil que se rompiera con cualquier cosa.
-Déjame contarte una historia -Aura le empezó a hablar a Evan mientras ella se sentaba en la banca nuevamente y Evan buscaba asiento en la fría nieve. Parecía que el frio que sentía se había esfumado-. A veces cuesta entenderlo, sobre todo por lo chocante que se puede oír, pero si tuvieras un poco de fe, me sería más fácil hacerte entender mis palabras. Deja que entren mis palabras en tu corazón y cree lo que digo porque no hay mentiras ni presunción en ellas.
Evan, pudo sentir como empezaba a hablar una persona a la que creía conocer, pero que, al escucharla, sabía que no lo era. Su cara se tornó aún más seria y su corazón se calmó para poder escuchar por primera, vez las palabras de la chica.
-Imagina una cantidad ilimitada de universos -Empezaba Aura mientras Evan se acomodaba mejor en su montículo de nieve-, en una cantidad ilimitada de realidades, algunas similares, pero otras muy distintas entre sí. Imagina que el destino se encargó de mantener dos piezas de una misma maquina en dos lugares distintos, por ende, la maquina no funciona como debería. ¿Qué haces entonces? Pues, vas y buscas la pieza y la juntas con la otra y así la maquina vuelve a su ciclo perfecto. Pues la máquina de la que hablo perdió esa pieza; pero en vez de buscarla y devolverla, se añade una pieza que igual que encaje y forzamos la máquina para que funcione. Funciona sí, pero no de la forma en la que debería. Tarde o temprano la maquina se va a estropear y repararla será peor que la primera vez.
– ¿Es una maquina muy vieja? -pregunto Evan-

-La máquina está funcionando desde el principio de los tiempos -contesto Aura-, pero desde el momento en que la pieza se perdió, los ciclos de la maquina se estropearon. Esa pieza estuvo perdida en un sinfín de universos sin poder ser localizada, hasta ahora. Con unas posibilidades casi absolutas, te puedo decir sin temor a equivocarme que he encontrado la pieza faltante. Aquella que completara los ciclos regulares del universo.
-Me alegra que repares al fin tu máquina, pero, eso no me explica por qué vibra y estallan las piedras -interrumpió, el chico-.
-A eso voy. Ten paciencia -Prosiguió la chica-. Mis padres dejaron en mi alma inscrito bajo los mandatos de un Oráculo, que deberé criarme y mantenerme alerta hasta tener la seguridad absoluta de lo que estoy buscando este frente a mis ojos. Cuando no haiga duda en mi corazón y cuando todo esto pase, deberé traer la pieza conmigo y colocarla lo más pronto que me sea posible, para que la maquina funcione correctamente una vez más y así poder terminar el ciclo erróneo actual, y empezar el ciclo correcto.
-Debe ser una maquina muy importante esa de la que hablas -le pregunto, el chico-.
Evan, se empezó a cuestionar si habría sido buena idea el preguntar tanto o solo debió de aceptar lo que vio como un mero truco de magia como tal.
-Si sabes que mis padres son adoptivos ¿verdad? -Pregunto Aura-.
-Creo que lo mencionaste alguna vez, pero nunca me ha gustado inmiscuirme en la vida de los demás y respeto, sobre todo, tu persona -replico-.
-Me alegro escucharlo, pero quizá nunca mencione que conozco el lugar donde viven mis padres reales y que se cómo llegar a ellos.
-Mira, yo como una opinión personal, te aconsejaría que nunca los busques, es decir, ellos te abandonaron. Además, tus padres adoptivos te aman mucho. ¿Por qué buscarías a esas personas tan ingratas? Y perdona que te lo mencione, pero, ¿qué tiene esto que ver con lo de la piedra?
-A eso voy, Evan. Nadie me abandono, solo estoy aquí para cumplir mi misión, nada más.
-Perdóname, pero nadie abandona a una niña para cumplir ninguna misión – le reprocho Evan-.
-De donde yo vengo estas cosas son comunes, sobre todo cuando naces predestinada.
Evan, no era capaz de comprender el porqué de la insistencia y rodeos de su amiga, aun abriendo su corazón no era capaz de entender su punto por lo que dejo que continuara su historia, que, muy en el fondo, sabía que ella daba lo mejor de sí para tratar de explicar todo al detalle.
La tormenta de nieve comenzaba a volverse más fuerte y Evan sintió esto en cada uno de sus huesos, le sugirió a Aura que volvieran a casa, pero esta se negó.
-Si sientes frio no te preocupes, yo lo soluciono -Le dijo a su friolento amigo-.
Junto sus manos y susurro algo incomprensible, luego las separo y exhalo un aire muy caliente que casi de inmediato los rodeo a ambos como una pequeña cúpula de aire en torbellino suave que impedía que los copos de nieve los tocasen, y el frio termino por ceder alrededor de ambos.
– ¿Mejor?
-Mejor -le respondió claramente sorprendido -.
Evan, noto como su montículo de nieve se derretía poco a poco, lo que lo termino de asustar por el hecho de sentir frio hasta hace unos segundos a sentir un incómodo y bochornoso calor con olor a menta ahora.
– ¿Ya puedo seguir?
-Adelante, tienes toda mi atención.
La chica sonrió y le mostro a su amigo la faceta más femenina que él hubiera visto nunca.
-Quizá si sea una chica después de todo y no un monstruo sádico –pensó Evan-.
-Me predestinaron al nacer; ya no puedo hacer nada más que aceptar la carga -la chica siguió contándole a un, cada vez más interesado, Evan-. Me dejaron en las puertas de la iglesia de Santa Magdalena con el libro que contenía las instrucciones de extracción de mi objetivo. me recibió el Padre Maximilien Orossco, quien, al ver el incomprensible idioma que contenía, quemo mi libro inmediatamente cuando me recogió. Me criaron las monjas del convento junto a los demás huérfanos y a la edad de tres años me adoptaron, aquellos a los que ya conoces como mis padres: Peter y Marie Rousseau, quienes se convirtieron en mis figuras paternales hasta el día de hoy, y a los que estaré eternamente agradecida hasta el día de mi partida. Solo Dios sabe cuánto los amo a todo ellos pues representaron en mi vida lo mejor de ella.
A la chica se le salieron un par de lágrimas y Evan no pudo evitar sentirse un poco incómodo por el malestar que la acongojaba.
-A los cinco años, recibí de un ave muy peculiar la copia del libro con las instrucciones que el padre había quemado, dándome una segunda oportunidad de lograr mí cometido. También logre la liberación de todas mis anclas y la liberación del amigo protector que ha evitado que yo callera en depresión todos estos años, pronto lo conocerás. Este amigo me enseñó a interpretar lo que había en el libro y me ayudo a comprender, por fin, mi origen y me mostro el camino que debería recorrer. El libro me daba las instrucciones precisas para llevar a cabo mi misión sin mayores contratiempos. En este indica que mi sujeto, deberá eclosionar de su capullo sin mayores problemas a la edad indicada. Según este libro, el cuerpo humano es más débil y por lo tanto su maduración sería mucho más atrasada que las de los cuerpos de seres más desarrollados. Si de ser posible, debería poder desanclarlo manualmente, pero teniendo en cuenta la posibilidad que su cuerpo no aguante, entonces deberé parar el doloroso proceso lo más pronto posible para no perjudicar la pieza o semilla faltante que en él se encuentra…
-Aja… Y eso que buscas, ¿es una persona, entonces? -le interrumpió Evan al ver que su amiga se estaba excitando de más y no se daba cuenta que el no entendía nada de lo estaba hablando-
-Si, lo es… -respondió ella-
-Hubieras empezado por allí desde un principio y nos hubiéramos ahorrado los rodeos.
Evan, se levantó y noto que su trasero estaba húmedo por la nieve derretida así que se lo sacudió un par de veces.
-Usas magia, eso me queda más que claro -el chico se acercó un poco para contemplar la cara de esa persona completamente distinta a la de su amiga, y ella también le clavo los ojos, pero esta vez mas serenos y hasta un poco fríos-.
-Sabía que te sorprenderían mis palabras, Evan, pues desconoces quién eres aún. -le dijo la chica, sin dejar de verle a la cara-
-Me preocupa más, saber quién eres tú. -replico, el chico-

El grupo de búsqueda ya había sentido el Etherum usado de una forma tan tenue que de haber algún tipo de interferencia externa, por minúscula que fuera, esta se hubiera perdido sin que nadie le hubiera dado alguna importancia, pero al estar en este mundo en donde el Etherum era casi inexistente, facilitaba mucho las cosas, por lo que el uso del Ether brillaba a millas de distancia.
Ezio, fue el primero en darse cuenta, su sentido de la detección del Ether estaba a un nivel muy por encima del de los demás, lo que le facilitaba el buscar de forma más certera. El segundo fue Leonel quien voltio inmediatamente a ver a Ezio, a quien le dio señal afirmativa con su cabeza. El sir dio la señal de haber encontrado algo y los hermanos tomaron sus pociones a los costados del grupo. Alegra, por su parte, retrocedió hasta quedar a una distancia en la que apenas eran visibles aquellos hombres. Leonel quedo en medio, mientras que Ezio fue a la vanguardia.
-Bien muchachos, por su seguridad y la nuestra debo recordarles las indicaciones -el sir, doblo el paso por encima del techo de las casas mientras la tormenta empeoraba cada vez más-. La bruja tiene que ser la primera en ser abatida, así que lo primero es identificarla y acabarla sin demoras. No debo recordarles lo doloroso que es su Ether sobre el tejido vivo, y es que haría que el morir se sintiera como balde de agua sobre quemaduras de aceite, así que no lo olviden. Lo segundo es el sujeto, si tenemos suerte, y sé que así será, deberá estar con ella, por lo que las instrucciones son claras: dejarle inconsciente para una extracción más segura. Por ningún motivo deben herirle mortalmente hasta que se confirme su identidad. Por lo demás, aniquilar al que se oponga, ¿Entendido?
Víctor y Vernon estaban con la mayor ansiedad que hubieran experimentado en sus vidas. Estaban a punto de conocer la muerte por primera vez y sentían como les empezaban a temblar las manos, y esta vez no era por el frio que se avecinaba.
-Te tiembla el semblante. No lo hagas, al menos no en mi presencia -Víctor, el mayor de los gemelos Wallaby, le hablaba mediante contacto psicológico de baja intensidad a su hermano para que no le mermara el pulso, pues sabía que un error y todo se podía ir al infierno-. Trata de imaginarte que solo es una de las tantas caras a las que les dibujaste una sonrisa bajo su cuello. No tiene por qué ser distinto esta vez. El filo igual resbala por su garganta, no lo olvides.
Vernon trataba de controlar su mano, pero esta no dejaba de temblarle incontroladamente. Sabía que no era el temblor característico de aquel éxtasis que le provocaba ir a la guerra y armar una carnicería; no, era completamente distinto, quizás lo más parecido que hubiera experimentado al miedo profundo.
– ¿Miedo, es miedo? -pensó Vernon mientras su pie casi se resbala del borde de un techo-.
– ¿Dudas? ¿otra vez? ¿Tú no eres mi hermano el que disfruta de hacer correr sangre por el filo de su espada? -le reprochó a su hermano menor quien estaba mostrando señales de pánico muy evidente- llama tu cuerpo a la calma de una vez por todas, deja de pensar en “eso” como algo terminante en nuestro camino. No, será el principio de nuevas confrontaciones en que los Wallaby harán sus aquelarres de costumbres. Piensa en toda el aguapura que vamos a tragar a cantaradas, piensa en el reconocimiento legal de nuestro rango militar por el rey, vamos, piensa en el honor que vamos a recibir además de la jugosa paga que nos aguarda. Son, al menos para mí, razones suficientes para despedazar y quemar a esa bruja.
-Si, despedazar y quemar a la bruja -Vernon empezó a mostrar más confianza y sus manos se lo mostraron, dejando por un momento de temblar -.
Víctor, sabía de antemano los horrores de las brujas carmesí, pues eran aterradores los relatos de las personas que habían sobrevivido a una, bueno, de los pocos que lo han realmente podido hacer. Los hombres contaban que cuando se les atacaba con la bruma roja, se podía sentir el sabor de la sangre seguido de un ardor inimaginable que bajaba hasta el estómago y los pulmones destrozándolos por completo hasta el punto de morir al cabo de poco tiempo sin dar tiempo siquiera de desenvainar la espada.
El sir, sabía que lo que se avecinaba quizá no era lo más fácil de afrontar, pero al ver la cara de sus compañeros en un estado de shock, casi como si fueran muertos, no dudo en intentar levantarles la moral.
Leonel, paro al grupo un momento para intentar calmar las aguas, pues este veía que sus compañeros estaban aceptando algo que aún no sucedía y que no tenía el por qué suceder, al menos no de la forma en que ellos pensaban. Él sabía que tener dudas podría ser fatal para el grupo. No quería fallar, por lo que decidió asegurase antes de tomar decisiones precipitadas.
– ¿Ezio, tú que eres el guía de este grupo, dime, ¿qué posibilidades hay de que lo que llamo nuestra atención sea necesariamente el sujeto al que buscamos y no alguna otra cosa? -pregunto aquel hombre-.
-Pues viéndolo desde mi perspectiva y viendo que este mundo carece completamente de lazos espirituales de algún tipo. Tomando como referencia esos datos tan redundantes y viendo que lo que llamo nuestra atención es, posiblemente Ether, te puedo decir casi con seguridad que lo que vamos a encontrar más allá, es una persona con conocimiento en el mismo y por lo tanto nuestro sujeto estará cerca, si es que no es él, la fuente del Ether. -Ezio se acomodó el fino bigote eh indico con su dedo hacia el norte-. Caballeros, lo que hay a media deca, quizá sea el sueño de cualquier suicida; por lo que recomiendo estar preparados.
Las palabras de Ezio, no hicieron más que comprobar el mal presentimiento que el grupo tenía, pero Leonel no iba a permitir que su grupo mermara en el camino, no mientras él estuviera a cargo.
-Ya todos sabíamos lo que podíamos encontrar, a nadie se le oculto la verdad y yo fui sincero siempre -Leonel, preparo su espada: Amardamiel, sacándola de su vaina y pasando sus dedos suavemente por el borde del filo- Yo estoy a cargo de esta misión y es mi deber salvaguardar la integridad de este grupo, a toda costa debo asegurarme que el día de mañana lleguen a casa vivos. Por esto, seré el primero en ir a la vanguardia y su deber será proteger mi espalda. Yo seré la espada y ustedes serán mi escudo. Si pasa cualquier cosa, siempre estará Alegra escondida en un lugar a la retaguardia preparada para sanar nuestras heridas, por algo mandaron a la prodigio con nosotros, por lo que, de pasar alguna desgracia, y espero en Dios que no será así, la chica debe sobrevivir. ¿Entendido?
Todos asintieron con la mirada fría en derredor, como perdidos en sus propias penas y pensamientos que les nublaba el corazón más que la convicción. El clima no ayudaba, pues la visión disminuía a cada minuto que la tormenta empeoraba.
Alegra, pudo experimentar por primera vez el estrés de la antesala a la batalla, lo que hacía que sus piernas temblasen y se debilitaran por la presión de una primeriza. La chica estaba acostumbrada a la vida de las grandes escuelas de medicina, artes, música, jardines, y estar en esas circunstancias la ponía al tope de su resistencia física y mental.
-A pesar de que el clima no se vea favorable, déjenme decirles que no podíamos estar en un mejor momento -Leonel, empezó a darles las indicaciones finales a sus compañeros para evitar cometer errores fatales que acabase con la misión de forma desfavorable -. La sorpresa será nuestro regalo para la bruja. La muerte debe ser instantánea y fugaz, sin dar tiempo de reacción al objetivo. Yo iré a la vanguardia a partir de este punto y seré el primero en atacar. La misión de los Wallaby, será el brindarme apoyo; en dado caso el primer ataque falle y si por alguna razón me veo envuelto en algún ataque a la psique ustedes deberán sacarme del trance de inmediato, pues si de algo es bien conocido de las brujas carmesíes, es la potencia con la que actúa su gas nervioso. Si todo esto no es necesario, entonces y si solo entonces yo no vea puntos ciegos, y tenga que neutralizarla mientras yo aun este con ella, ustedes deberán corta su cabeza aun si eso implica cortarme a mí.
Los Wallaby afirmaron con la cabeza. Desenvainaron sus espadas; Tetras y Metras respectivamente y chocaron sus filos.
-Ezio, tu trabajo será el de proteger a Alegra, si en dado caso te necesite en el campo, pues te llamare para soporte. Si todo falla, entonces tu misión será sacar a la chica y mandar la señal de que la misión ha fracasado. Tú y la chica deberán volver a casa y reportar que encontramos al sujeto pero que fallamos en extraerlo, así que pedirás refuerzo y tendrás que regresar a vengarnos si nuestro señor así te lo permite.
Ezio, afirmo con su cabeza, y desenvainando su espada de mitril, peino con sus dedos, por última vez su bigote y vio a la chica como se ponía completamente pálida. No pudo sentir un poco de lastima por la desafortunada joven.
-Estas son mis ordenes finales – le dijo Leonel a su grupo poniendo su espada en lo alto en señal de Victoria-. Sobrevivan a cualquier costo, el aguapura, las mujeres y la fortuna nos esperan mañana al amanecer del nuevo día. Cuando lleguemos, nos estarán haciendo nuestro desfile de bienvenida en la fulgurante ciudad de Aantis; y si no, les espero en los infiernos para un buen juego de Caetone. Es un placer para mí, dirigirlos hacia esta misión. Gracias hermanos.

La chica, se levantó de su asiento, mirando en todo momento a Evan quien la veía también, como quien intenta interpretar el pensamiento del otro.
¿Ya sabes a quien busco verdad? -le pregunto Aura-.
-Se, que no es a mí -Le respondió Evan-.
-Te contare la última historia y si después de eso tu no cambias tu opinión entonces no me dejaras más opción que…
– ¿Qué? ¿Qué vas a hacer? -Evan, se empezó a molestar por la insistencia que mostraba la chica-.
– ¡Nada, nada! -le dijo la chica moviendo las manos en negación-
-Es un lugar muy distinto ese del que dices que vienes. Quiero que sepas que me sigue pareciendo absurdo todo y cuanto me has contado. No creo que sea la forma correcta de decirme que usas drogas alucinógenas muy potentes. Mira, veo que tienes poderes especiales que nunca habías enseñado, pero lo demás no deja de ser completamente, chocante. Trata de entenderme, te quiero mucho, pero no me dejas muchas elecciones. Mejor vámonos, que la comida de mama aguarda y no quiero que nos reclame, vamos…
Aura sintió como le hervía la sangre después de todo lo que se había empeñado en tratar de expresarse, y ambos sabían que ella no era la mejor en eso. La chica sentía como poco a poco la cólera se apoderaba de ella y sus manos se empezaron a mover solas, se les saltaban las venas de la cabeza, sus ojos se empezaron a enrojecer y su presión se empezó a subir hasta que no lo pudo soportar más y le asestó un puñetazo directo en los dientes y la nariz. El golpe lanzo a Evan al suelo aturdido con sangre que le bajaba de la nariz, y este al tocársela, pudo sentir como le chorreaba sangre tibia por la mano, lo que hizo que se enfureciera en contra de su amiga, quien todavía le veía con furia desmedida.

– ¡Te voy a matar, maldita zorra! -Exclamo Evan, levantándose completamente aturdido y con la visión borrosa, apenas distinguiendo el suéter rojo de Aura-
Evan, había recibido golpes de otros hombres durante su etapa rebelde, pero ninguno le había dolido tanto como el de aquella chica. Pero si apenas podía percibir siluetas atreves de la ventisca de la contusión que le había provocado.
– ¡Pues ven y mátame, marica! -grito la chica- ¡Te voy a ensenar quien es la loca drogadicta!
Evan se le abalanzo a Aura quien se lo sacudió como cualquier matador de toros no sin antes trancarle los pies para que Evan volviera a lamer la nieve de la que el sabor se le venía haciendo conocido. Él chico, se intentó levantar, pero a la chica no le pareció que eso fuera a ocurrir por lo que le puso la suela de su bota en la mejilla y la retorció un poco.
La chica, se le acurruco en su pecho y empezó golpearlo mientras gritaba:
– ¡Siempre fuiste mi perra, oíste! ¡siempre! ¡Nunca has podido conmigo y nunca podrás!
Acto seguido, le escupió un gargajo en medio de la frente como todo un abusador de secundaria, dejando de lado el papel femenino que hasta hace unos segundos había mantenido.

Evan, permanecía noqueado en el suelo mientras una Aura lo arrastraba hacia el pequeño chalet del parque buscando resguardarse de la ventisca que se aproximaba. Estando allí, lo acostó en la banca para intentar parar la hemorragia de su nariz con un pañuelo blanco y un poco de nieve blanca.
Aura, volvió a crear aquella esfera de aire caliente para mitigar el frio y se sentó al lado del adolorido chico y este, en su delirio, empezó a murmurar algo:
-¡Menta, te huele la boca a menta!
La chica lo acomodo de forma que Evan pudiera estar un tanto más tranquilo después de la paliza que había recibido, dejando de lado el hecho que esta vez quizás si se había pasado un poco con su amigo de toda la vida.
-Cuando te conocí hace ya tantos años, no pensé que fueras especial, es decir, llorabas por todo… -empezó la chica a hablar a un cansado Evan -. No había nada que dijera: “oye mira, la persona a la que buscas está aquí” No, eras normal como los demás niños. Quizá lo único que te diferenciaba de los demás era tu corazón. Siempre ayudabas a los demás, sin importar que te lastimaran. No eran las cualidades que yo estuviera especialmente interesada, sino más bien una cualidad de bondad que nadie más poseía en tu entorno…
Evan, voltio su mirada hacia la tormenta como intentando evitar las palabras de la chica. Le dolía mucho la cara, y era como si un boxeador le hubiera partido la cabeza en dos. Evan, nunca imagino que Aura tuviera tal fuerza en ese cuerpo tan pequeño, si era cierto que ella era muy atlética, pero la termino subestimando de más.
– ¿Te acuerdas de la pandilla de Marcel? -Le pregunto, Aura-
Evan, no le contesto.
-Lo tomare como un sí. ¿Te acuerdas como terminaron los cinco niños aquellos?
Evan, siguió en silencio, solo se movió para acomodar su codo pues llevaba mucho tiempo incomodo, y no solo por las palabras de la chica que empezaban a mermar en su cabeza.
– ¿Te acuerdas? Los mataron de forma salvaje e inhumana, desperdigando sus cuerpos por la orilla del rio. Mataron a los que te molestaban todo el tiempo al salir de la escuela, ¿recuerdas? A aquellos que te martirizaban todo el tiempo y que hicieron que consideraras el suicidio como una posible salida a tus males…
Evan se encogió completamente, tomo sus rodillas con sus brazos y las apretó completamente sobre su pecho, tomando una posición fetal.
– ¿Te gustaría saber que paso allí? ¿Quieres saber en dónde me di cuenta que tú eras esa persona especial a la que me mandaron a buscar?
-No quiero saberlo… porque sé que tú los mataste… – Le respondió Evan-.
En aquel momento hubo un largo silencio incómodo, solo roto por las potentes ráfagas de viento que cada vez se hacían más fuertes.
– ¡No! ¡Tú lo Hiciste! -Exclamo Aura, mientras se levantaba y caminaba hacia uno de los postes de aquella estructura para apoyarse sobre su hombro.
A Evan, se le helo la sangre de tal forma que perdió los colores del cuerpo, dejando abrir sus ojos de par en par, como en estado de shock por las palabras tan repentinas.
– ¡¿Que dices, Aura?! ¡Por favor, esto tiene que parar! -espeto Evan, mientras se ponía de pie, sobándose la adolorida cara por la mala posición- ¡¿Hasta dónde llegaras con esto?! ¡me estas volviendo loco!
Evan, abruptamente se acercó a la chica y la tomo del brazo de forma violenta, y quien solo se limitó a esquivar su mirada.
– ¡Solo te digo la verdad, tu mataste a cinco niños en frente de mí y ni siquiera lo recuerdas! -confeso Aura, liberándose de Evan-
– ¡Basta de toda esta mierda!
Evan, alzo su brazo, y con el puño cerrado se lo acerco a la cara muy rápidamente, pero se detuvo justo antes de tocarle las coloradas mejillas de su piel blanquecina.
– ¡Adelante, ten los huevos en su lugar para golpearme y te juro por Dios que te envió a descansar de una buena vez! -grito, Aura-
Al chico, no le alteraban las palabras de la chica, sino más bien el hecho de que el pudiera siquiera llegar a tener esos sentimientos de odio hacia la que él consideraba como una hermana mayor para él.
La tormenta arreciaba tanto, que fue imposible ver más allá de unos pocos metros al frente de ellos. Aura, elimino su burbuja de aire y en poco tiempo se llenaron en poco tiempo de helada nieve y el viento frizante les empezaba a congelar las blancas mejillas de ambos.
Evan, se quitó su endeble suéter, quedando en su camisa blanca de algodón e intento cubrir a su amiga, pero esta lo rechazo esquivándole en su intención.
La chica, se fue hacia la tormenta y se perdió al poco rato, bajo la mirada melancólica de un amoratado y adolorido Evan, quien solo se limitó a la fiereza de la tormenta, y aunque se congelaba hasta los huesos, no tuvo la valía de irse a su casa dejando a la chica sola.
Agacho la mirada y vio sus manos llenas de su propia sangre viniéndose al instante horribles recuerdos a su mente de algo que no recordaba haber vivido, pero que ahora, que se le presentaban como imágenes intermitentes, imágenes horripilantes que le terminaron por causar una sensación de nauseas severas que hicieron que él chico se tuviera que sentar un rato, a la espera de que acabara aquella pesadilla. Se sentó, se tomó la cabeza, y espero a que pasara la horrible sensación.
Aura, a unos metros le vigilaba, en una pequeña estructura para cubrirse del sol durante la época de calor compuesta por apenas unas vigas de madera, pensando en la forma menos invasiva y abrupta de llevarse a Evan sin provocarle algún trauma más pesado que el que ya le había provocado. Ella, pensaba en darle, ahora sí, un puñetazo que lo durmiera el tiempo suficiente para hacer los rituales de apertura de las puertas que los llevarían fuera de ese mundo. Aunque en el fondo ella sabía que por más que el chico la apreciara, no iba a perdonaría otra de aquellas situaciones.
A Evan se le hizo imposible dejar de temblar, pero es que la tormenta era la más fuerte de la temporada que habían tenido es el lugar, de hecho, era la más fuerte que el muchacho recordara en años.
– ¡El sistema meteorológico la volvió a cagar otra vez! -se dijo a si mismo con voz temblorosa y abrazándose para conservar calor-

Aura, se preguntó si ya había sido tiempo suficiente para llevarlo a casa o debía dejar que se congelara un poco más, aunque esto significase que la madre de Evan se enojara con ella. Evan no se movía del mismo lugar y la chica pensó que quizás se había muerto por fin.
Creo que ya fue suficiente de hacerlo sufrir. Lo llevare ahora a su casa y quizá mañana, comprenda mejor lo intente darle a conocer -considero, la chica-.

El chico, se repetía una y otra que vez, que las imágenes de su cabeza solo eran de películas que quizá había visto de pequeño y que ya no recordaba, pero eran tan realistas que esta vez no pudo evitar que el almuerzo de porquería frita y soda se le saliera por la boca y la nariz.
Se recordaba caminando a las orillas del rio solo, angustiado, completamente sucio y tratando de escapar de alguien. Recordaba a Aura frente a él mirándolo fijamente sin razón aparente, solo estaba allí viéndolo con su apariencia de niño, sostenía un peluche de color rojo que parecía que le hablaba a ella. Aura corrió hacia la dirección de la que Evan venia huyendo, y él le grito, pero ella no escucho. Evan trato de avanzar a través del rio para huir de lo que lo perseguía, pero la correntada lo evito y casi se lo termina por arrastrar. Evan, sentía tanto miedo que sentía como las piernas le falseaban para correr. Lo siguiente que recuerda es como la banda de Martel, Joan, Víctor, Macareno y Diego, traían consigo a una maltrecha Aura a la que lanzaron al rio frente a él. En ese momento sintió como se le mojaban los pantalones con un líquido tibio. Lo último que recordaba era como los chicos lo agarraron lo desvistieron y lo lanzaron al agua sin este saber nadar. Lo demás es completamente confuso y hasta carente de sentido.

-Me lo voy a llevar ya. Siento que se dejó de mover, y si se muere su mama me va a matar… -Se dijo Aura, a si misma mientras se disponía a recoger a su amigo-
La chica, repentinamente, sintió un extraño pesar en la nuca, como un muy mal presentimiento de algo que se aproximaba, pero de lo que no estaba segura…
Cuando se voltio, pudo ver como se acercaba una hoja de metal cromada muy fina a una gran velocidad. Por su mente, en ese momento solo pasaba ruido blanco. Repentinamente se le tensaron los músculos de tal forma que hasta le llego a doler un poco. Se agacho a una velocidad bestial y el filo del espada corto de tajo el soporte de madera que sostenía el techo de lata del lugar en que estaba.
Aura, se movilizo en un solo salto fugaz hacía unos metros de aquella persona que perecía tener una armadura muy cromada debajo de sus ropajes rojos.
A esa distancia se le dificulto distinguirlos pues la tormenta parecía una cortina blanca muy tupida. La chica se preparó, muy a su pesar, pues parecía que iba a tener que mancharse de sangre las manos como ya lo había tenido que hacer desde que conoció al chico.

Leonel, señalo con su espada a la pelicorta chica, quien se encontraba a unos metros de él, apenas visible. Los Wallaby interpretaron la señal como su objetivo y se precipitaron a gran velocidad con sus espadas dispuestas en forma de tijera, pero no contaban con la agilidad evasiva superior de aquella chica, cual reflejos sobrehumanos les esquivo sin problemas rodando hacia uno de los costados. Aura, estaba muy furiosa y ansiosa de ver a aquellas personas atacarle a traición, y por su mente solo pasaba la forma de llevarlos lejos de Evan pues sus adversarios no parecían de este mundo y se veían muy peligrosos como para empezar combate en ese lugar.

Evan escucho un estruendo como de algo que metálico que se cayó en la dirección en donde se había ido la chica.

¡La bodega! -pensó- ¡para allí se dirigía Aura!
El chico, muy exaltado, se levantó y corrió atreves de la fuerte ventisca para cerciorarse de que todo estuviera bien.
Aura, libero una fuerte explosión de aire en contramedida de la tormenta que hizo que los caballeros se cubrieran. La tempestad de aire que se liberaba atreves de la chica se empezó a tornar de un color rojo muy suave que se tornó mucho más fuerte a medida que de la cabellera de la chica empezaba a emanar sangre a borbotones que mojaban todo su cuerpo hasta cubrirla por completo y también cubrir la nieve alrededor de la muchacha.
– ¡Quienes quieran que sean, definitivamente no es su día de suerte! -les grito una sanguinolenta Aura, quien se agacho y metiendo su mano en la roja nieve, saco una pulida espada negra muy larga con relieves de cuervos y leones-
Leonel al ver esto, se quitó de un tirón su capa carmesí y empezó a prepararse también pues en su interior ya sabía que veía la muerte frente a sus ojos y no le iba permitir llevárselo sin pelear un poco. Los Wallaby hicieron lo mismo se separaron para perderse entre la ventisca.
Evan, vio a través de la intensa ventisca, una mancha roja que a medida que se acercaba iba mostrando una forma que al muchacho casi hiso que perdiera el aliento.
– ¡¿Aura?! -El chico se acercó más para corroborar lo que sus ojos temían-
Aura, al verlo venir, le grito muy fuertemente casi como si se le desgarrara la garganta.
– ¡No te acerques más! ¡Maldita sea!
El caballero de la barba vio al chico y supo casi de inmediato que era la persona a la que debían extraer al ver la devoción de la bruja por protegerlo. Viendo eso Sir Leonel se precipito a velocidad extrema en un abrir y cerrar de ojos, pero Aura y su larga espada se interpusieron a mayor velocidad, asestándole un golpe sobre su pechera que hiso que el Sir saliera disparado hacia la pared norte del parque, rompiéndola un poco.
Los hermanos Wallaby, no perdieron el tiempo y en seguida intentaron nuevamente en envestir a Aura, pero esta con los reflejos de un felino que trata de proteger a sus crías, les rechazo chocando su espada con las de ellos y aventándolos a los restos de la bodega caída. Sin perder el tiempo, tomo del brazo a Evan y con su otra mano toco el suelo abriendo en un parpadeo un boquete en el que lo introdujo y que rápido se tragó al muchacho y se volvió a cerrar así de rápido como se había abierto.
Sir Leonel, sintió como si le había envestido un Domalante y lo había dejado inconsciente por un par de segundos. Le dolía la cabeza un poco, pero eso no le impidió que rápidamente se pusiera de pie.

-Increíble las habilidades de una bruja carmesí -Pensó el Sir-, que me imagino, nunca había tenido un combate enserio, hasta ahora.
Aura, se le acercó al Sir a tal velocidad que se le fue imposible esquivar el golpe de su espada por lo que decidió amedrentarlo con un pequeño escudo de nueve capas, y de las cuales siete cedieron por el impacto rompiéndose en forma de cristal y desaparecieron al instante. El Sir se alejó rápidamente de Aura para recobrar fuerzas, pero esta se le pego muy cerca. Por suerte ya los Wallaby estaban íntegros y salieron al soporte de su capitán. Ezio, aprovecho que la chica no los vio a tiempo y este le asesto con su espada en el dorso haciendo que Aura se retorciera del dolor y escapara a través de la ventisca.

Evan, solo recordaba a una Aura completamente bañada en sangre, sintió como esta lo tomo de su brazo y pudo sentir la viscosidad de esta, de allí solo recuerda que cayó a un agujero y todo se empezó a tornar negro, hasta caer al fondo de algún lugar y este se empezó a encoger de tal forma que no le dejaba muchas opciones de movimiento. Intento tocarse el brazo que Aura de donde lo había tomado y este pudo sentir el intenso olor a hierro de la sangre.

Los hermanos Wallaby, empezaron a usar Ether de rayo contra las siluetas difusas de Aura a través de la nevada. La chica usaba todas sus fuerzas para moverse lo más rápido que se pudiera y así esquivar los estruendosos rayos que le lanzaban el par de hermanos. Leonel, viendo que sus chicos acorralaban más y más a la herida bruja, no dudo ni un segundo en situarse detrás de ella para intentar asestarle una puñalada, pero se las esquivo todas y cada una de ellas.
Aura, al no tener más remedio, se preparó, empezó a generar más sangre de su cuerpo para que esta cayera a borbotones de sus extremidades, y al tener un tamaño de dos cuartas, estas se solidificaron como cristal, así estuvo hasta tener veintiún agujas de cristal rojo.
Leonel, se apresuró al encuentro de la chica, pero esta al verlo lo recibió con diez agujas de las que le impactaron dos en el brazo y una en la pierna. La chica al ver que había conseguido asestarle, le detono las agujas y estas le explotaron provocándole un grito de dolor que lo hiso que se cayera en la nieve dejando una mancha de sangre en ella.
Los hermanos, al ver que su capitán había caído, no dudaron en abalanzarse sobre Aura, pero esta los repelió lanzándole el resto de sus agujas, y de las cuales ninguna fue certera, quedando clavadas en la nieve. Los Wallaby, en conjunto, se le acercaron para lanzarle un estruendoso y segador rayo que la chica pudo dirigir con su espada usándola como pararrayo y dirigiendo este al suelo, provocando que explotara él suelo y este, por la presión, terminara por ser lanzada al tronco de un árbol. Los hermanos, se prepararon para lanzarle otro rayo, pero Aura logro mover las agujas que estaban en el suelo con su Etherum y hacer que se lanzaran a los Wallaby, asestando dos en el pecho de Víctor y una en el pie de Vernon. Aura cerro su puño y las agujas explotaron haciendo que Víctor cayera sin aliento al frio suelo.

El chico, empezó a transpirar en aquel agujero, que a medida que pasaba el tiempo se empezaba a quedar sin aire. Por la mente solo se le pasaba Aura y sus historias fantásticas, pero le era casi inmediatamente interrumpido por la imagen de la chica completamente ensangrentada mientras el caía al agujero, lo que le provocaba un inmenso vacío en el estómago que a su vez detonaba la ansiedad de volver a ver a su amiga. Entre el silencio de aquel hueco se empezó a escuchar como la tierra empezaba a ceder y dejaba entrar un frio que hacía que el sudor se empezara a congelar de inmediato y al mismo tiempo dejaba entrar una luz que lo segaba. Pudo sentir como un brazo fuerte lo extraía de forma abrupta de aquel agujero y estando por fin en la superficie, cuando por fin se le aclaro la visión, pudo ver como un hombre alto y delgado, algo viejo y con un fino bigote, lo llevaba arrastrando sobre la fría nieve.

Sir Leonel, había sido herido por una mocosa que apenas y sabia usar Ether, pero que lo usaba también como cualquier niño que encuentra la ballesta de su padre. El sir, se levantó adolorido por los fragmentos de cristal que había en su cuerpo los cuales empezaban a quemar como si tuviera hierro fundido y al rojo vivo dentro de sí. Tomo su espada y trato de afinar su visión para intentar ver, o al menos, sentir el Ether de la bruja, y en efecto lo encontró junto al de Vernon, pero no pudo sentir por ningún lado el de su hermano, Víctor, lo que le pareció extraño. Tomo su espada e impulsándose mediante su Ether de viento, se acercó de un golpe a la batalla.
La chica, se apresuró a buscar su espada, mientras un Vernon, fuera de sus cabales, le atacaba con rayos y espadazos a diestra y siniestra hasta que llego su grandulón y barbón amigo para decirle algo que la chica no pudo descifrar. Aura encontró su espada, pero al tocarla se pudo percatar que estaba perdiendo fuerzas muy rápidamente. La chica nunca se había tenido que enfrentar a otro usuario del Ether y mucho menos a tres. Bueno, al menos uno de ellos ya no se levantó, por lo que solo le quedaban dos. La chica pensó en usar aquello que había practicado, algo del libro de maniobras, pero que no tenía claro cómo usar. Por seguridad trato de solidificar unas cuantas agujas de sangre, pero solo le alcanzo para tres nada más. Sabía que, si empezaba a usar su propia sangre estaría en verdaderos problemas.
Mientras tanto, Sir Leonel trataba de calmar a un descontrolado Vernon que trataba por todos los medios de soltarse del agarrón de su capitán.
– ¡Contrólate! ¡Vamos a atacar en conjunto! – le dijo Sir, mientras se preparaba para atacar a la bruja- estoy herido, pero aun puedo distraerla para que la mates. Así que, concéntrate…
Vernon asintió con rabia contenida.
-Las circunstancias habrían sido diferentes si la batalla se hubiera llevado a cabo en nuestras tierras –
pensó el Sir-. La chica inexperimentada no hubiera tenido ninguna oportunidad si hubiésemos tenido nuestras energías al cien. Pero, que esta sea nuestra batalla más memorable, no me cabe en la cabeza.
Aura, vio como el barbón se le acercaba en una explosión de aire, así que rápidamente expulso una ráfaga de aire lo suficientemente fuerte, que detuvo al grandote, pero este insistió y logro penetrar la esfera de aire circular hasta pasar el filo de su espada cerca del estómago de Aura, la cual logro esquivarlo por poco. La chica alzo su espada para tratar de perforarlo, pero un dolor pulsante le atravesó el pecho. Aura, vio la hoja cromada de una espada salir de su pecho. Se quedo perpleja al darse cuenta de lo que en realidad había pasado, y el dolor que aquel hecho traería. El grandote, no perdió el tiempo y enseguida dirigió el filo de su espada para cortarle el cuello, pero esta tomo la hoja de metal que le perforaba el pecho con su mano derecha y con la otra, reforzada por un pequeño escudo de apenas tres capas de un cristal salido del aire, pudo parar la primer envestida de su espada, pero sabía que no iba a parar una segunda si aquel decidía insistir.

Evan, era jaloneado por un tipo al que no paraba de escupirle cuanta grosería se le viniera a la cabeza. El tipo solo se le quedaba viendo con su raro aspecto, llevaba una capa con capucha que le recordaba los hombres de la pesadilla que le atormentaba, eh incluso tenía su espada similar. Evan, pensó que tanta casualidad no podía ocurrir, así como así. Quizá debió prestar más atención a las palabras de su amiga, pero es que todo había sido tan repentino, que apenas habian dado oportunidad para reaccionar. Ahora están en esa situación tan repentina de la que no lograba entender absolutamente nada. En su cabeza solo estaba la idea de volver a ver a su madre y a su amiga, así que, tomando eso como su fuerza, tomo una piedra del tamaño de la palma de su mano y se la arrojo en la cabeza a aquel hombre, el cual solo se limitó soltar un pequeño alarido. El hombre se voltio, lo soltó y lo empezó a patear en el suelo. El muchacho solo se limitó a encogerse en el suelo mientras le daban de puntapiés una y otra vez.

La chica tomo la espada de su pecho, muy fuertemente, impidiendo que aquel hombre se liberara. y cuando el barbón se disponía a dar el golpe de gracia, con su con su mano casi destruida, tomo el filo de la espada del Sir.
– ¡Los tengo! -les grito Aura, esbozando una sangrienta sonrisa- ¡Despídanse de su cordura!
La chica, claramente demacrada, empezó a emanar de su cuerpo un vapor de color rojizo, con un olor sutil a flores de verano. La chica, claramente adolorida, veía el rostro del sir, quien solo se limitó a mostrarlo de forma seria mientras el otro: de terror.
Los dos caballeros, sintieron el olor de las verdes praderas y de las flores de los campos, muy parecidas a la de su tierra. El Sir, sintió como llegaba a las puertas de la taberna de Dom Tirome y pedía su aguapura con extra ajenjo para refrescar la garganta, las personas le cantaban los “canticos del gran guerrero” mientras chocaban sus adres. Vernon, veía a su hermano saludarle, dándole su palmada en la espada en señal de aprobación y juntos seguían el camino de la pradera para saludar a los huérfanos del convento de Santa Cecilia, mientras les llevaba obsequios de la tierra y piedras brillantes de los campos de batalla.
La chica, solo se limitó a sentarse en el suelo mientras sacaba la espada, con gran dolor, y con su única mano buena, de su pecho. Vio como los hombres se retorcía, gritaban y pataleaba del inmenso dolor que les provoco su vapor rojo, agonizando…
– ¡El imbécil de Evan!

-se dijo, lanzando aquella espada ensangrentada al suelo-
Los hombres, dejaron por fin de gritar y de moverse hasta quedarse en un desolador silencio, solo roto por el sonido de la violenta ventisca.

El chico, tomo la pierna del sujeto y la jalo con tanta fuerza que este cayo y se golpeó la cabeza. Evan, se abalanzo encima y empezó a golpearlo mientras este se intentaba proteger con sus brazos de la insistencia del muchacho. El hombre dejo caer su espada sin percatarse, y el chico la tomo, desenvainándola en el acto, y cuando se disponía a apuñalarlo, una roca le impacto en el pecho al chico quien salió disparado a la vereda de un riachuelo. Era el guardián de Alegra quien había disparado aquella roca a una velocidad asombrosa y con gran exactitud.
– ¡Rápido, anestésialo y llevémosle! -le grito a Alegra, quien solo se limitó a quedarse estupefacta- ¡No te quedes allí parada! ¡Rápido!
Alegra, se apresuró al encuentro del inconsciente muchacho, pero cuando se disponía a tomarlo, una espada muy larga y obscura se le acercó a la garganta dejando sentir su filo. Ella pudo sentir la frialdad de aquella hoja, pero el rostro de la persona que la blandía quizá fue quizás más frio. El guardián de las rocas no pudo hacer más que retroceder al ver la situación.
– ¡Todos están muertos! -grito la ensangrentada Aura a una atemorizada Alegra- ¡No queda más por que pelear! ¡Ya todo acabo! ¡Váyanse o también los tendré que matar!
Ezio se levantó, se sacudió la nieve y le dijo:
-Si eso es cierto, no nos queda más nada que hacer aquí. Recojamos y vámonos. Es obvio que perdimos esta batalla… ni ella ni yo estamos capacitados para enfrentar a la bruja…
La chica, casi rompió en llanto frente a Aura, pero pudo aguantarse.
– ¡Maldita seas, bruja! -le grito amargamente-
– ¡Ya vámonos! -Le ordeno Ezio-
El guardián desapareció y Alegra retrocedió. Aura tomo al chico entre sus brazos y se desapareció entre la ventisca. Los caballeros restantes solo les quedo recoger los cadáveres de sus valientes aliados quienes en ningún momento mostraron su debilidad a los enemigos, pero que hoy cedieron sus vidas a la bruja, y ya nada más se pudo hacer más que resignarse.

La ventisca empezaba a ceder, dando paso a una neblinosa noche, alumbrada por las tenues luces de aquel parque que se empezaban prender una a una. El furor de la batalla había terminado y ahora venia el tan anhelado descanso. Los dos chicos se encontraban ya bajo la obscura protección de una cúpula. La chica, bajo a Evan quien a regañadientes le venía pidiendo que lo bajara, que no era una doncella en aprietos, pero esta no lo hiso hasta que llego a una de las bancas.
– ¡Mírate, estas hecha un asco! – despotrico, Evan- Tanto por nada… para la próxima solo deja que me lleven y no te vuelvas a poner en peligro; mi vida no importa tanto como la tuya.
La chica solo se resignó a sentarse a su lado mirando el bello paisaje que la nevada había dejado, viendo como las luces, casi como si un evento festivo hubiera ocurrido, se prendían, celebrando la victoria que había obtenido a costa de un poco de dolor.
-¡Mírate, estas toda herida y hecha polvo, todo por salvar a un inútil como yo! – sollozo el chico, a quien se le empezaban a caer unas lágrimas, pero que intento disimularlas poniendo su brazo frente a su rostro.
La noche caía, y el frio había desaparecido momentáneamente por las dosis de adrenalina liberadas al torrente sanguíneo, dejándolos en un estado de reposo que amenazaba con cobrar factura al día siguiente.
-No vale la pena… – le dijo a la chica, secándose las lágrimas-. Estas herida ¿Qué demonios hacemos aquí descansando? ¡Vamos a un hospital!
– ¿Para qué? -pregunto la chica.
-Pues, para que te curen las heridas… ¿para qué más? -Evan, se incorporó y vio a la chica que le salía vapor de sus heridas y estas desaparecían. Como un evento que debía durar días, frente a él, solo duro segundos.
-Yo me preocuparía más, por el imbécil depresivo con el pecho rojo – dijo, la chica mientras se paraba y se ponía frente a él.
A Evan, le había impactado una roca más grande que su propio puño a gran velocidad, tanto que sintió como se le había salido el alma por el dolor del impacto. Se había quedado noqueado casi de inmediato lo que le impidió recobrar el conocimiento hasta sentir los delgados brazos de alguien llevándolo, como si de una doncella se tratara. El chico iba a recordar ese día por el resto de su vida.
La chica, puso sus manos en su pecho y casi de inmediato este sintió un calor que poco a poco hacia desaparecer la hinchazón y también el dolor. Pudo sentir como le reincorporaban las costillas a su lugar una a una. La chica culmino su acto, dándole una palmada.
– Tienes que ensenarme ese truco – bromeo Evan, mientras se palpaba el pecho.
Aura, desapareció todo rastro de sangre de sus ropas haciendo que esta se evaporara y Evan solo contemplaba sus habilidades mágicas. Por su cabeza solo pasaban los momentos angustiosos de hace rato y pensó que ya era muy tarde y debían regresar a casa, que su madre debía estar preocupada, o sabiendo como era ella, debía estar pensando cosas malas.

– ¿Los mataste? – le pregunto Evan.
-Solo los hice descansar -le respondió Aura-. Solo descansan. Dejémoslo así, que se me revuelve el estómago.

Los chicos tomaron rumbo a sus casas mientras persistía la dudad de si volverían a buscar a Evan o se darían por vencido.
-Lo más probable es que vuelvan. No son del tipo de personas que se den por vencido por lo que deberemos estar atentos de ahora en adelante -la chica agacho la mirada-. Además, no es la primera vez que lo intentan…
– ¿Hubo otras anteriores?
– Ya lo creo…
– ¿Quiénes son y que querían?
-Eso ya te lo dije…
La chica, se detuvo para contemplar las iluminadas calles. Las nubes empezaban a dejar ver un cielo estrellado que hacía que los ánimos de los muchachos se elevaran un poco.
-La persona a la que tengo que cuidar hasta que madure… – revelaba la chica viéndole a los ojos, los cuales le brillaban mucho- …es a ti, pero eso ya lo sabias, ¿o no captaste?
Evan, solo se limitó a decirle:
-Si, claro… solo quería estar seguro…
-Ahora que ya lo sabes… ¿Te iras conmigo?
-No estoy preparado para esta relación, Aura. Creo que mereces algo mejor -bromeo el chico, con una sonrisa pícara en su cara.
La chica le dio un fuerte golpe en el brazo a su amigo, que sintió que se lo desquebrajaban.
-Si vas a estar comportándote como un pendejo, te voy a tener que mandar a dormir una semana. Estoy hablando enserio, Evan -amenazo, Aura.
El chico, se sobo el adolorido brazo.
– ¡Ok, ok! Pero dime, quien soy y por qué la importancia de llevarme… a donde quiera que quieras llevarme…
La chica, se adelantó unos pasos para ponerse frente a su amigo.
– Eres especial, de eso no hay duda, Evan. Quiero volver a casa con la pieza faltante, la semilla de los dioses -revelo.
El chico la detuvo.
– ¡¿Espera, soy un dios?!
La chica se adelantó un par de pasos más y se volvió a voltear, dejando iluminar su rostro por una infantil sonrisa.
– No lo creo, pero tienes algo que ver con algún poder divino. Quizás seas el detonante de un Dios, pero no uno como tal. ¿Me entiendes? Como un tronco que acelera el fuego…
– ¿Algo así como un sacrificio? -replico el chico, viéndole fijamente a los ojos.
-No lo sé… -respondió, quitando la sonrisa-. Mi libro no es claro en eso. Lo siento.
– Entonces… ¿puedo negarme?
-No, no puedes – gruño Aura, poniéndose seria-. Te voy a llevar de todas formas.
La chica se empezaba a molestar, ella le fue sincera desde el principio, pero el solo mostraba ironía e incredulidad. Ya no le importaba nada, si el libro decía “llévalo a la fuerza”, pues sería a la fuerza.
Aura, frente al chico, empezó a hacer brotar sangre de su cabello, que la termino por dejar toda empapada de aquel líquido, hasta gotear todo el suelo. Y del suelo hiso emerger una espada muy larga, casi tan larga como su estatura. Evan solo se quedó serio, viendo aquel espectáculo sangriento, completamente fuera de este mundo. La chica, solo se le acerco con la estilizada espada de frente y le puso la afilada punta en el cuello.
– ¡¿Alguna objeción?! – pregunto en tono soberbio.
– ¡No iré! – le contesto rotundamente.
El chico, serró los ojos fuertemente haciendo una mueca como de dolor, dejando sentir casi al mismo tiempo una intensa brisa que le lleno todo su espacio. Cuando los volvió a abrir, ya Aura se había esfumado.
Esa noche, Evan, solo se limitó a volver a su casa a través de las congeladas calles. Su mama le esperaba con la cena caliente en la mesa, preguntando el porqué de su tardanza sin tratar de insistir mucho en la respuesta.
Se fue a dormir pensando en los problemas que le aguardaba a la mañana siguiente. Esa noche no soñó en nada. Aquella obscuridad fue, quizá, el sueño más placentero que había tenido en años.

Capítulo 2: Dudas.

Un director enfurecido había condenado a Evan a tratar de salvar el año escolar, cumpliendo clases adicionales en la sala de castigos junto a una veintena de los mejores alumnos que el año había dejado , entre los que se encontraban algunos de los grandes gañanes, bullís, desgraciados y demás personas de alta estirpe que, al igual que él, se jugarían el todo por el todo en una serie de examen y pruebas para intentar obtener, al final del año, un título de educación media que les permitiría, en otras instancias, conseguir un buen trabajo como cajero de algún restaurante de comida rápida, aportando así un poco de lo que la sociedad les había otorgado. Evan no se enorgullecía de estar allí, pero sabía que, si le daban una última oportunidad, la tomaría fuese cual fuese.
El clima de aquel día era completamente fresco, nada especialmente frio, fresco como primavera; un clima más que perfecto para la celebración anual del festival del deporte que ese celebraba a lo largo de la semana y que debía culminar ese día con la “gran final”
El joven, tenía claro que Aura estaba compitiendo en voleibol y en futbol soccer de la liga femenil, ya que la habían elegido como la capitana de ambos equipos. Lo que la convertía en la chica más atlética de aquella escuela y quizás la chica más energética de todo aquel pueblo.
Evan, asistió a clases recuperativas desde la mañana mientras que los demás estaban ocupados viendo los diferentes torneos a la intemperie, apoyando a sus equipos, ayudando con el evento, o simplemente pasándola bien con el resto de compañeros. Lo que, si era un hecho, era que el ruido no le dejaba concentrase para nada en lo que estaba haciendo.
El chico, se encontraba en la última planta del complejo, viendo desde allí, la multitud de alumnos conglomerados en las canchas, acababa de terminar el torneo de voleibol y estaban en un receso en lo empezaba el de futbol. Evan pensó que, desde allí, talvez, podría ver a Aura jugar y celebrar desde sus adentros las anotaciones. No era fanático de ningún deporte en específico, pero siempre que su amiga jugaba le gustaba apoyarla dese la galería, siendo que a veces lograba hacer sonrojar a la chica con algunas de sus patentadas animaciones a bases de mímicas.
El maestro Domenic, de bioquímica termino su exasperante clase, cerrando de golpe su libro y dirigiendo a su sequito de maleantes unas simples palabras para animarlos un poco:
-Saldremos treinta minutos. Al terminar exactamente ese tiempo, se deberán reportar con el maestro Albán, para registrase en sus clases el fin de semana. La persona que no se presente el fin de semana, quedara expulsado de la institución y se le redimirán sus calificaciones a cualquier otra escuela que los acepte ¡Feliz receso!
El maestro culmino con una sonrisa su discurso, al mismo tiempo que los maleantes salían de forma ordenada.
Evan, no era del tipo de personas que tuviera una cantidad grande de amigos, pero de lo que si podía jactarse era de que tenía a la chica más temida de la escuela como amiga cercana, lo que le daba cierto aire de popularidad; aunque no precisamente entre las mujeres. A diario se le acercaban hombres pedirle el número de Aura, a lo que él siempre tenía que responder: “Deberás hermano, no querrás que me maten ¿Cierto?”
Evan, se dirigió con paso perezoso, a la cafetería para intentar almorzar algo. El hambre lo venía matando desde la mañana, donde se lamentó no haberse levantado diez minutos antes para terminarse los panqueques que su mama le había preparado, con la cara de Mickey Mouse. Había salido como rayo a intentar alcanzar el autobús de las 7:30 am, pero su retraso lo hizo perderlo y tener que esperar por el de las 8:00 am, lo que acarreo una serie de regaños de parte del director Shepart y un ultimátum que le obligaba a asistir, sin descanso, todas las semanas posteriores.
– ¡Una falta más y fuera de mi escuela! – le grito el viejo panzón.
Si por Evan fuera no le habría importado en lo más mínimo el terminar en algún trabajo de mala muerte, pero él sabía que la condición en la que se encontraban no era de lo mejor, además, su mama se había esmerado tanto, para que por lo menos, terminara los estudios intermedios. Evan no era de las personas a las que no le importaran los sentimientos, y menos si provienen de su madre. Él, quería hacer lo correcto y por eso, dejaría hasta la última gota de sudor en tratar de obtener su título, entraría a una universidad y se convertiría en abogado como su padre, bueno ese era su plan.
Al llegar a la cafetería se encontró con lo peor que pudo haber imaginado en ese momento de hambruna: “Cafetería cerrada el día de hoy por mantenimiento” La cara de Evan se arrugo por la furia de no haber traído almuerzo y de saber que todavía faltaba la mitad del periodo además de un par de horas extras como refuerzo.
¡Maldita sea! ¡¿Que nada me va a salir bien hoy?! ¡Sabía que debía de quedarme en cama! No, no debo decir eso otra vez… -reflexionaba Evan, mientras se quedaba un rato en frente de la puerta cerrada – ¡Mierda! ¡Se me acaba el tiempo y no hay otro lugar donde ir…!
-Eh… Evan… -La vocecita de una compañera de Aura resonó en los oídos de Evan- Eh… Aura, me dijo que, si tenías hambre, podías ir a donde estaba nuestro grupo. Tenemos sándwiches, sodas, jugos y agua, por si querías venir.
Solo Aura podía entender a profundidad la idiotez de aquel muchacho. Las palabras de la chica le supieron a dulce. Evan, le pidió amablemente que le condujera hacia ese paraíso de sodas y sándwiches.
– ¡Gracias Aura! ¡Sabías que tu amigo peca de estúpido a diario y tu vienes y siempre me tiendes la mano con sabor a jugo de arándanos y soda dietética!

El partido estaba por empezar y Aura ya se había puesto el uniforme negro de las “Black Arpies” con el número ocho en la espalda de un color rojo vivo. La chica no se veía nada cansada a pesar de haber estado en la final de voleibol, en donde salieron victoriosas, dándole su tercera medalla consecutiva en toda su carrera escolar. Estaba a punto de empezar el partido y Aura tenía reunidas a todo el equipo para unas palabras finales de aliento. Cuando la chica volteo, pudo ver en una de las bancas a su amigo, devorándose tres sándwiches y una lata de jugo de arándanos y no pudo impedir el impulso de sacarle el dedo corazón. Cuando Evan la vio, casi se atraganto con el suave pan, y no dudo el dedicarle un saludo con su mano y un silencioso: “gracias”

Su tiempo se había terminado y Evan debía acudir a clases de la tarde. Sabía que desde la última planta tendría la mejor vista del partido, por lo que intentaría no perderse ningún detalle de aquel juego decisivo, deseándole siempre la mejor de las suertes a su amiga.
Debo esforzarme. Debo dar lo mejor de mi ahora en adelante. No permitiré que ellas me vuelvan a cuidar, yo cuidare de ellas. -Evan se dirigió a las escaleras que daban a la segunda planta- No las defraudare, seré la mejor versión de mí, así tenga que sacrificar todo. Se que seremos felices de una forma u otra. Al final del túnel, siempre hay una salida muy brillante, lo sé…
El chico, al llegar a la segunda planta, escucho el parloteo distintivo de cierta chica que le hacía acelerar el corazón, sudar las manos y hablar en lenguas consigo mismo. Alguien tan especial para él, por haber sido, para él, el semblante real de la alta categoría y belleza; su deseo más profundo, algo que estaba allí pero que no podía tomar.

Por el pasillo de la segunda planta se acercaban tres chicas a las que Evan y toda la escuela conocían por ser siempre el centro de atención de todos los eventos sociales de alta alcurnia de Aroostook. Quien no sabía de la hija menor de una de las familias más acaudaladas de aquella pequeña ciudad fronteriza, y de sus primas y grandes amigas.
Vestían con el uniforme de deportes, con la piel un poco requemada por el sol, un tanto diferente a como acostumbraba, ya que por lo general tenían la piel blanca como servilleta, y unos ojos de color azul y unas cabelleras rubias clara casi blanca que hipnotizaban al paso. Su elegante porte y su considerable altura las hacia verse como modelos en una pasarela cada vez que caminaban. La que siempre destacaba más, era Marianne Avangrade con sus orzuelos y su sonrisa, hacían que cualquiera se detuviera por el impacto de su belleza. Sus primas Leonore y Siville, estaban juntas casi todo el tiempo, lo que al principio hizo que creyeran que eran hermanas, por su increíble parecido, aunque Marianne siempre terminaba destacando por encima de sus primas.
Evan, se quedó escondido detrás del borde de una pared, hasta que el sequito de chicas bajo por las escaleras. Cuando las chicas se hubieron alejado, Evan logro escuchar un poco de lo que hablan:
-Esa Aura se cree la máxima estrella solo porque nos ganó en la final…
– ¡Perra…!
– ¿Quién es ese tipo con el que siempre anda…?
– ¿Seré yo? – se preguntó el chico- Aura es popular incluso entre los populares…
Cuando se hubo dirigido a la escalera que daba a la última planta, afuera escucho una multitud gritaba: ¡gooool! de forma enérgica. Cuando Evan se asomó, su amiga celebraba por la primera anotación del partido
– ¿Tan rápido…? No lo puedo creer – se asombró Evan, mientras seguía su camino hacia su salón, esbozando una sonrisa de felicidad al ver que su amiga se convertía en toda una estrella.
Desde la vista privilegiada que le otorgaba la tercera planta, pudo ver como la chica anotaba una y otra vez, al mismo tiempo que todos entraban en euforia. Kenny, uno de los veinte maleantes que compartían clase con Evan, le hacia un ademan a Evan para que le dijera de quien había sido aquella anotación, a lo que el chico solo le devolvía un movimiento de cabeza, para que los chicos de más al centro, supieran que Aura lo había hecho una vez más. Fueron cinco en total las joyas de la corona que Aura se colocó en aquel partido haciéndolas a ella y todo su equipo inmediatamente ganadoras absolutas de aquel torneo.
Desde tan alto ya no pudo ver la celebración de las “Black Arpies”, pero si logro ver como Kenny se embolsaba buena pasta de las apuestas entre los malandros compañeros de clase.
-Recuerden que de ahora en adelante tendrán un horario mucho más apretado. Una falta y van para afuera, así que traten de siempre dar lo mejor de ustedes. Feliz tarde -El maestro termino la última clase de la tarde guardando sus libros-.
-No fue tan malo después de todo. Pude ver el partido de Aura, una chica popular pregunto por mi… bueno… eso creo, comí unos deliciosos sándwiches –reflexiono Evan-. Debo esforzarme más si quiero cumplir con mis expectativas. Sí aura puede dar todo de sí; yo tambien lo hare…

Evan, terminaba de bajar las escaleras a la primera planta de la escuela, cuando vio a una chica esperándolo en la puerta.
-Quizá no sea a la que esperabas, pero algo es algo ¿no? – le dijo Aura, quien cargaba un pesado libro de color azul, quizás más pesado que el diccionario de la biblioteca-. Vamos, te mostrare algo.

Al chico no le quedó más remedio que seguir a la despeinada chica, quien todavía tenía su uniforme de deporte. Estaba toda sucia y su piel mostraba el pegajoso sudor de la jornada.
-Siento lo del mal olor, pero no tuve tiempo de ducharme -comento, la chica.
-No es algo que me moleste – le replico Evan.
La pareja tomo rumbo por las desoladas calles de la última avenida que daba justo al rio en las inmediaciones de Aroostook. Por las veredas desoladas llenas de luciérnagas que alumbraban el camino de una obscuridad casi total, pasaron los chicos mientras que un Evan cada vez más temeroso, buscaba la forma de romper el profundo silencio que los abarco hasta llegar a la cascada. La brisa helada se empezaba a sentir más en sus adentros hasta casi calar en los huesos, el aura de misterio de aquella cascada obscura como el cielo, que tambien reflejaba las estrellas, le hacía sentir en aquel momento una profunda sensación de depresión inexplicable.
La chica, tomo el pesado libro con las dos manos, y este como por arte de magia, empezaba a emitir luz al punto de iluminar todo a su alrededor, pero como el flash de una cámara, este se apagó solo dejando brillar sus runas.
Evan, saco de su mochila una pequeña lampara que sirvió para que el chico se iluminara en toda aquella obscuridad.
– ¡Apágala! -le ordeno la chica- ¡Rompes la atmosfera, maldita sea!
Evan, sin más que decir hacia la amable propuesta de su amiga, apago y volvió a meter la lampara a la mochila, casi tan deprisa como la había sacado.
– ¡¿Listo para una historia?!
El chico, pensó que si se negaba, quizá Aura ahora si tendría la molestia de empujar la punta de su espada en su cuello, por lo que solo se limitó a afirmar con la cabeza.
El silencio de la noche se rompía por el ruido del agua que caía de la cascada y del sinnúmero de bichejos que le pasaban zumbando por el oído. Evan, se sentó en la tierra y Aura hizo lo mismo, poniendo su libro frente a ambos.
El libro empezó a pasar las paginas sin que nadie las pudiera parar, hasta detenerse casi en las últimas. Las letras empezaron a brillar en un tono carmesí, lo suficientemente intenso, como para iluminar los rostros de aquellos chicos con su fulgor. La chica, tomo la mano de Evan y lo dirigió hacia las palabras que más se iluminaban. Aura, solo se le quedo viendo.
– ¿Que dice? -pregunto.
Evan se le quedo viendo al párrafo en busca del significado de aquellas extrañas palabras, pero por más que lo intento, no pudo siquiera adivinar una letra. El chico termino negando con la cabeza.
– ¡Concéntrate! ¡vamos! -insistió la chica- Solo, ve a través de las palabras y dame su significado. Solo concéntrate y veras que si sabes interpretar estas runas.
Evan vio, y por más que se esforzó, no vio más que garabatos sin sentido.
La escuálida y pálida chica quería que Evan viera más allá de esas extrañas runas sin sentido aparente, para saber de una vez por todas si estaría preparado ya para partir, pero solo veía en sus ojos negación, como si lo que vivieron no fuera ya lo suficientemente extraño como para que intentar encontrarle sentido a garabatos maltrechos sea una tarea simple.
– ¡Una vez más! -Insistió, Aura.
El chico, frunció el ceño como si de una cagada épica se tratase, pero por más que lo seguía intentando para cumplir con la aparente tarea fácil de su amiga, no hacía más que realzar el brillo de aquel párrafo desconocido.
-Mira, te mostrare como lo debes hacer. Si fallas una vez más, te voy a dejar amarrado al árbol de allá – le dijo Aura, con una sonrisa casi malévola, señalándole un árbol al otro lado del rio- No ¿sabes qué? Te voy a golpear en la cabeza como la última vez, eso va a estar mejor.
– ¿Ultima vez? -reprocho, Evan- ¿Cuándo fue la primera?
Aura, se empezaba a molestar por la actitud de su amigo. Lo tomo de la oreja y lo puso en medio de las páginas de aquel libro, tan bruscamente, que solo le dio tiempo de soltar un apagado alarido de dolor.
Evan lo intento una vez más. Se concentró todo lo que pudo en aquellas letras y después de tanto, algo extraño paso; las que habían sido letras hechas por algún infante en su libro de colorear, empezaron a tomar forma y se presentaban como un déjà vu de hace años, y repentinamente, como si de una patada directo en la cien se tratara, pudo entender lo que allí estaba escrito como si fuese su idioma natal.
– ¡Lo hiciste! Ahora, dime que dice palabra a palabra.
Al joven, se le formo un nudo en la garganta, casi como que si toda su saliva se hubiera secado en un instante. Sintió como su corazón se empezaba a acelerar de forma descontrolada, como si se fuera a salir de su pecho.
La chica, noto que su amigo se empezaba a poner cada vez más y más pálido, empezaba a sudar y se ponía cada vez más nervioso, como si hubiera visto algún cadáver, pero fue en ese momento que supo por fin, que había entendido el mensaje.
-Es… -balbuceo Evan, con vos temblorosa- ¡Es una lista de compras!
La chica sintió como la tenue sonrisa se tornó en una mueca de furia absoluta. Le dejo ir un golpe a la cabeza tan fuerte, que espanto a los pájaros que dormían en las cumbres de los árboles, que salieron tan despavoridos sonando insistentemente sus alas, en medio de la noche. Aura se paró, se quitó los zapatos y se acercó a la orilla del rio y poniendo un pie en esta, se lanzó al agua fría.
Evan, se quedó viendo mientras se sobaba su cabeza del golpe. Pensó en aventarle los zapatos al agua, pero se detuvo al acordarse de que, con magia o sin magia, la chica podía matarlo si así lo quisiera. Tomo el pesado libro y lo ojeo un poco para terminar de darse cuenta que podía entenderlo todo y cuanto estuviera allí escrito.
El chico, se quedó durante largo rato leyendo el libro, pero cuando se dio cuenta que Aura no salía del rio se empezó a preocupar, así que se quitó los zapatos y la camisa y cuando se disponía a ir a buscarla, un sonido metálico sonó frente a él, seguido de una Aura completamente empapada que emergía del agua intentando tomar aire. Evan tomo su lampara para ver que era y se sorprendió al ver lo que allí había a sus pies.
Una espada enmohecida yacía en el apedregado suelo, tenía pinta de haber estado allá abajo un montón de tiempo pues lucia hasta un poco verde de la lana del rio, tenía tambien, unas muescas grabadas a lo largo del filo que apenas eran visibles. Aura se acercó y tomo la espada de aspecto un tanto simplista, quizá casi tan simple como uno de los cuchillos de su casa, pero claramente más largo. Puso el filo de la espada en el pecho de Evan, y este se espantó al ver que su amiga no perdía el tiempo en amenazarlo con cualquier cosa puntiaguda que pudiera matarlo.
-Creo que ya pasamos por esto, Aura… -le dijo Evan mientras alzaba las manos en señal de rendición- Ya no me están gustando estas amenazas creo que deberíamos…
Aura, antes de que el joven terminara, empujo la espada en el pecho del pálido chico quien solo se limitó a pegar un grito de dolor desconcertante. Un haz de luz emergió de su pecho, iluminando los alrededores como si del intenso flash de una cámara se tratase, tragando en su totalidad aquella cuchilla mohosa y un tanto verdosa. El chico cayó a los pies de la chica agarrándole los tobillos, con una sensación de muerte en su cuerpo.
– Puedes dejar de fingir ahora, Evan – dijo, la chica, quitándoselo de encima.
Evan, se reincorporo y al palpar su pecho, noto que no tenía nada. El chico confundido se le quedo viendo a Aura como preguntándose: “Qué demonios paso?” Su cara de susto solo hizo que a la chica se le escapara una risa muda que termino por molestarlo.

– ¡Respóndeme! ¡¿Qué me hiciste?! – grito Evan, mientras se levantaba y agarraba del brazo a la chica- ¡Me tiene arto estos juegos! ¡¿Dime A dónde quieres llegar?!
Evan, claramente enfurecido, intento jalonear a Aura, pero esta se sacudió su mano con mucha brusquedad. Se volteo y con los ojos empapados en sangre y le respondió:
-Lo que eh estado tratando de explicar desde aquella tarde; tu y yo manejamos energías que solo los dioses pueden. Por lo tanto, tu y yo no pertenecemos aquí, debemos irnos y las puertas se abrirán pronto. Necesito tenerte preparado para que no seas una carga para mí. ¿Tanto cuesta entender que puedes leer las runas sin siquiera haberlas visto en tu vida? ¿Como explicas qué te eh atravesado con una espada y sigues intacto como si nada? ¿Eh? Y créeme Evan, si dejaras de ser escéptico, podrías hacer muchas otras cosas fantásticas, como aguantar la respiración por más de diez minutos. ¿De qué otra forma lo entenderías mejor, genio?
-Dime, ¿Dónde está la espada ahora mismo? – Le pregunto el chico, quien solo se limitó a bajar la mirada-
-En su vaina, por supuesto -le respondió Aura-
– ¡Sin retórica! ¡Maldita sea! ¡¿Dónde está la espada?!
La chica, vio el disgusto de su amigo, quien mostraba mucho descontento por su actuar, pero ella sabía que era por su bien todo y cuanto hiciera de allí en adelante.
-Di las palabras que leíste… palabra a palabra…
Evan, trato de calmarse, pero de no hacerlo tomaría el fino cuello de la chica y se lo torcería de modo que pueda ver su espalda sin espejo. A regañadientes, termino por acceder.

– “Evan Siegfried von Delussia, el octavo. Por la importancia de su alma, traer en su cuerpo o sin el. Vivo o muerto, no importa. Se pagará en cristalys al portador del alma.

Aura se le quedo viendo con una marcada sonrisa, casi como si fuera a estallar en risa. Le tomo de ambas manos, aprobando su valentía y celebrando el paso que había dado su amigo a un nuevo mundo. El chico solo se limitó a mirar el suelo con mirada perdida en la oscuridad.
-No soy esa persona de la que hablas… -murmuro Evan, mientras se quitaba las manos de Aura- Ese no es mi nombre. ¡Yo soy “Evan Blanc”! ¡No Siegfried von lo que sea!
Evan, le quedo mirando a los ojos de Aura con furia. La chica tambien se le quedo viendo y sin dejar su risueña sonrisa le dijo:
– Temo decirte, Siegfried, que, si es tu nombre, así que vete acostumbrando.
– ¡El pináculo de la locura, lo alcanzaste hoy! ¡Te dije que mi nombre es Evan Blanc!
El chico, tuvo las fugas deseo de salir corriendo, pero algo en su interior le dictaba que no lo hiciera pues Aura iba a insistir hasta el cansancio, lo que no podía lograr hoy lo lograría mañana sin dudarlo, por lo que todo lo que tenían que discutir, tenían que hacerlo esta noche….
La luna empezaba a emerger de entre los árboles, previéndoles de una muy tenue luz que daba la impresión de que la sombra de los arboles cobraban vida. Los animales del bosque se hacían sentir, emitiendo toda clase de ruidos, que, si hubiera sido en otro momento, hubiera parecido molesto, pero esa noche eran todo lo contrario; como quien canta las canciones de cuna para un sueño muy pesado que amenazaba con abducirte.
-Tu nombre real, aquel que te han impuesto los dioses, es ese… – revelo Aura, mientras se volteaba nuevamente y tomaba una pequeña vara del suelo y empezaba a agitar el agua como de niños solían hacer-, eso y que eres el octavo. Lo demás lo escribí yo. Así que no te preocupes por lo demás, solo estaba divirtiéndome.
El chico tomo una piedra y la lanzo al agua muy cerca de donde estaba la chica. Seguido, pronuncio unas extrañas palabras.

Explotte ixe forte!” acto seguido: sucedió una pequeña explosión a los pies de Aura que hizo salpicarle la cara a la chica quien enfurecida le respondió:” Aqua Exilare”. La chica tomo un cumulo de agua que parecía gelatina y se la lanzo en toda la cara a Evan.
-Me alegra que hubieras leído algo por primera vez en tu vida – ironizo Aura sin poder ocultar su felicidad al ver que Evan, poco a poco y a pesar de su incredulidad, mostraba que poseía habilidades con el Ether- ¡Sabia que eras tú, Siegfried von Delussia!
– ¡No me vuelvas a decir así! ¡Sabes cómo me llamo!
– Lo se Evan. Solo bromeaba – dijo la sonriente chica, saliendo de la fría agua, y tomando sus tenis poniéndoselos con un crujir de la humedad de sus pies. La chica solo se limitó a hacer cara de asco-. Ya no me caben dudas, Evan Blanc. Eres tú, lo sabía desde la primera vez que te vi sacar la espada, aquella a la que llamaste Klarissa, y empuñarla en contra de los cinco inocentes niños. Fue tan divertido. Yo estaba muy cerca de allí. Casi me salpicaba sangre, fue grandioso, como esos juegos de video que tanto te gustaban.
-Ahora si no entiendo nada. ¿Hablas de aquellos chicos que nos lanzaron al agua cuando éramos pequeños?
-Si, exacto. Esos que asesinaron en el mismo lugar en el que te encuentras… allí y allí tambien… -señalaba, Aura- Fueron muchos pedazos. No recuerdo muy bien, pero sé, que tu sí lo harás.
Las palabras de Aura eran fuertes en la cabeza de Evan, pero, sin embargo, no hacían que el chico pudiera ver a través de las gruesas nubes que tapaban su memoria. Era como si los hubiera suprimido de tal forma que no pudiera ni recordar el hecho de haberse salvado, cuando ni siquiera sabía nadar. Todo después de que cayó en el agua fría le eran solo unas amalgamas de borrones de un misterioso color rojo.
-Se me dificulta mucho creerte – señaló Evan, poniéndose muy serio-, sobre todo cuando algo así sería muy fácil de recordar.
La chica sabía que decir algo así sería traumante para cualquiera, pero era para ella prioridad el que un Evan más fuerte le apoyara, pues por lo visto el lugar al que irían no sería un campo de flores precisamente.
-Mira, tratare de narrar más o menos el cómo fue, pero una cosa si te digo, no será precisamente bonito ¿estás de acuerdo?
Evan, sabía que había algo que le amargo los años en que eso había ocurrido, pero no sabía si era por el trauma de que sus verdugos fueron castigados, la brutalidad con la que lo llevaron a cabo o por cualquier otra cosa. Aunque a esa edad, tener esos recuerdos no debe ser, para nada bonito. En el interior le daba miedo enterarse de algo que le impidiera ver a la cara a su madre.
-Creo que mejor nos vamos, Aura, ya es muy noche y no quiero preocupar a mama más de la cuenta. Recuerda que quiero ser mejor de ahora en adelante y eso incluye estar en casa estudiando antes de la ocho -le contesto Evan en tono un tanto depresivo.
En el interior de la chica, algo le dictaba que debería haber otras formas de hacer que Evan se diera cuenta de lo que era en realidad, pero tambien sabía, que entre más rápido se diera cuenta, más tiempo le quedaría para aceptarlo y realmente olvidarlo de una vez por todas.
-Está bien Evan, si quieres sentarte, hazlo… – sugirió Aura, poniéndole su mano en el tembloroso hombro de Evan-. De aquí no nos iremos hasta que las almas de aquellos descansen.

Al chico se le intensificaron las ganas de salir corriendo, pero sabía que en el estado en que se había puesto no llegaría muy lejos. Solo le quedo sentarse a los pies de la chica y tratar de calmar las náuseas que le empezaban a invadir, seguido de aquella sudoración fría que le helaba el cuerpo de pies a cabeza.
-Aquel niño que lanzaron al rio, no se quedó allí -Empezaba Aura el relato más triste que Evan se hubiera imaginado-. Un enfurecido niño cuyos ojos se tornaron del color de la miel, dorados sin igual, salió de un brinco, tan brusco y violento que envió una ola de principio a fin del rio. Aquellos chicos solo pudieron sentir la pesada vibración de un cuerpo muy pesado. En las manos de aquel Evan, que parecía más un demonio surgido de las profundidades del infierno, llevaba la espada a la que él se refirió como: “su Klarissa”. Pareció que, a aquellos desdichados niños solo les dio gracia la apariencia de aquel niño y se empezaron a reír. Ellos tomaron las piedras más pesadas que pudieron encontrar y se las lanzaron a Evan, pero este tenía una protección muy especial, la cual hacía que las inertes piedras cayeran hechas polvo a los pies del muchacho. Dijiste algo después de eso, pero no pude entenderlo, me imagino que fue algo así como un: “los matare a todos” porque después de eso no dejaste de agitar a tu Klarissa, y como un loco los despedazaste a todos. Era como ver a alguien partir mantequilla. Solo alguien fuera de sus cabales, o en su defecto, un prodigio del Ether, podía siquiera haber hecho la mitad de lo que vi aquella vez.
– ¿Por qué obvias los detalles?
– Porque sé que, si sigo, algo en ti va a despertar… algo que no será bueno.
– Creo que algo en mí ya despertó – dijo Evan rechinando los dientes.
– Entonces proseguiré con los detalles… – dijo la chica, quien ya tenía lo que quería, ahora solo bastaba con reafirmarlo- Te diré justo lo que quieras escuchar…
Un Evan, abatido en el suelo, empezaba a experimentar oleadas de dolor intenso en todas las extremidades, como si hubiera corrido todo el día, se empezó a sentir agobiado por las imágenes que se le presentaban, como si las nubes se despejaran una a una, dando paso a la terrible realidad que su subconsciente se había asegurado de mantener guardado y que ahora empezaba dejar salir como un veneno que amenazaba con matarlo desde sus adentros.
-Evan grito: “¡Corta, Klarissa!” y al pequeño Diego le voló los dedos de un tajo, tambien el pecho y la cadera, cayó al suelo partido completamente rebanado, seguido de la cascada de sangre que salió, mojándolo a él y a los chiquillos, quienes veían como una parte de Diego caía a un lado y la otra, a los pies de Evan. Los niños salieron despavoridos, pero Evan y sus ojos de miel no los dejarían. El segundo fue Macareno, quien solo logro gesticular un alarido ahogado, pues Evan lo había rajado desde su hombro izquierdo, hacia su glúteo derecho. El tercero y cuarto, a la vez, fueron Víctor y Joan quien uno se quería escudar en el otro mostrando aquella desgarradora cara de espanto absoluto, vieron como Klarissa los rebanaba por la mitad, Evan vio como las mitades de torso aún se movían así que les perforo la frente a ambos para que dejaran de hacerlo, y, sobre todo, llorar. El último fue Martel, a este le quito primero las piernas y luego le mando a volar la cabeza de una patada tan fuerte que tardaron tres días en encontrarla la mitad. Fue todo un espectáculo digno de los gladiadores de antaño. Evan siguió mutilando los cadáveres hasta que finalmente cayo, quizás víctima del cansancio, o quizá su energía se había agotado por su uso desmedido, no lo sé. La cuestión fue cayó al suelo desmayado, con su corazón a mil. tuve que salir de mi lugar en primera fila para socorrer al indefenso niño y termine por lanzar a Klarissa al rio. Intente lavar la sangre de la ropa, pero como me fue imposible, solo te la quite y la queme. Luego le pedí a mi compañero que te llevara a casa. Y así fue como sucedió todo. No fue tan difícil ¿cierto? entender que no eres cualquier tipo, el hecho de que tus manos están tan manchadas de sangre como las mías, el saber que eres alguien tan especial, que te aclaman en las tierras de donde soy. Si yo fuera tú me sentiría muy alagado por lo que te estoy contando, sobre todo por el hecho mismo de que no estás solo.
Evan, dejo de moverse, de temblar de todo y se había quedado en posición fetal. La chica se le acercó para intentar moverlo, pero este no parecía responder a los estímulos.
– Está bien, descansa. Ya todo terminara.
– ¡No me vuelvas a tocar, maldita bruja! ¡sucia basura, que crees que puedes manipularme! – le grito Evan en un tono de voz casi demoniaco.
Aura, sintió la felicidad por fin de una buena misión cumplida. Ahora solo faltaba tratar controlarlo, calmarlo y enviarlo a dormir, por lo demás se encargaría su madre…
Evan, levanto su mirada, pero esta vez sus ojos no eran negros, esta vez tenían un tono amarillento, con la cara completamente arrugada por la furia, emitía una especie de energía Etherum como nunca había visto aquella chica en aquellas tierras. La energía era tan fuerte, que las piedras de aquel lugar se empezaron a ablandar de tal forma que formaban formas puntudas y un tanto irregulares, el agua se empezó a agitar como si vibrara de todas partes. Las hojas de los arboles caían de sus ramas, para terminar, dando vueltas alrededor del remolino de viento que se formó en aquel chico. Parecía como si toda la naturaleza retumbara de miedo y tratara de repelerlo. Evan miro a Aura, como había visto a aquellos niños, y empezó a murmurar palabras que ella no lograba entender.
– ¡Habla más fuerte, que no te escucho! – rugió Aura, quien se empezaba a cubrir de sangre de su cabeza hasta sus pies.
Evan, seguía murmurando palabras inentendibles que no hacían más que incrementar los efectos de la naturaleza circundante hasta el punto de que los arboles empezaban a doblar sus gruesos troncos, los arbustos se despegaban de raíz y las piedras más grandes empezaban a mal formarse tambien.
Aura trajo a su larga espada, a la que llamaba: Drakker, la cual saco de la tierra. Se puso en posición de combate en espera de que su amigo se moviera, pero este seguía sin moverse mientras los efectos del su Ether masivo, se hacían cada vez más fuertes, al punto de parar completamente el flujo de la cascada. La chica empezó a dudar de que eso fuera para bien.
Evan comenzó a mover sus manos y en un acto consecuente, las piedras más grandes se levantaron de sus puestos, y más de una treintena de rocas un poco más grandes que la cabeza de Aura, se le acercaron como proyectiles, a gran velocidad con un sonido de explosión de aire, chocando, una tras otras en el pequeño escudo de Cristalaire que la chica había logrado convocar, rompiéndole capa a capa. Luego del primer ataque, y Evan al ver que no le había hecho nada a la chica, busco inmediatamente algo un poco más pesado para quebrarle su protección, y lo vio. Al pie de la cascada había una roca un tanto más grande que su estatura, la piedra estaba medio sumergida en él agua. Hizo un gesto con su mano derecha como quien levanta un objeto pesado, pero en sus manos no había nada, lo volvió a intentar un par de veces hasta que la piedra que estaba a unos metros de él, empezó a vibrar de forma muy violenta.
Aura, vio todo lo que acontecía y pensó que algo así no lo iba a poder detener con un vano escudo de Cristalaire común, por lo que tomo su espada muy fuertemente e impulsada por una onda de aire se abalanzo, buscando perforar a su amigo quien, con un golpe tan rápido y brusco, la mando al pie de la cascada. Ya la pesada piedra estaba a unos metros por encima de la superficie del agua. Evan solo la dirigió al lugar donde había caído Aura y la dejo caer con fuerte estruendo que hizo salpicar agua a varios metros en el aire seguido de una ola circular que hizo rebalsar aquel rio.
Evan, al ver que su ataque había dado en el blanco, se le escapo una media sonrisa de satisfacción un tanto maniaca poco común en él muchacho. Miro que de la piedra emergía gran cantidad de sangre, así que para rematar a la chica y dejarla confinada a su tumba acuática, le lanzo otra treintena de piedras entre grandes y pequeñas a velocidad de un proyectil, impactando en el agua, Y, para terminar, con un gesto casi de exhalación de aire, con sus manos juntas frente a su pecho, y luego bajándolas poco a poco, hizo que la gran piedra se hundiera en el agua completamente, dejando solo la mancha de sangre cada vez más grande, en el agua.
Completamente ensimismado, había dado por hecho que la chica había muerto en él acto. Su mente se había convertido en un torbellino de ideas que no lograban conectar una con la otra y que solo se habian hecho una maraña incomprensible de imágenes en sucesión, de las que no lograba recordar nada mas que un instinto primitivo por la sangre.
Evan, se acercó a la orilla para ver su obra maestra y vanagloriarse de ella. Sus ojos color dorados brillaban al ver la mancha que había quedado de esa bruja. En el agua, un reflejo de la luna y las estrellas que hacían que el chico se perturbara, sentía como un puntazo en su cabeza, como si algo no estaba bien, como si intentara convertirse en otra persona. Pero el insistía en quedarse un poco más, si no que para siempre. No quería volver a ser aquel que derramaba lágrimas, quería provocar que los demás llorasen. Era como si fuera una persona nueva a las que las culpas no hacían mella, y que por lo tanto le impedían tener empatía con aquella chica que estaba bajo aquella piedra, quizás destrozada…
No estaba consciente de lo que había hecho, pero en el interior se libraba una lucha aún más fiera contra su instinto natural, talvez heredado de otro mundo. Era como si se sintiera muy solo, y luego de sepultar a esa bruja, se había sentido aún más solo. Él no lograba entenderlo.
-Es decir, matas o te matan, no tiene gran ciencia… ¿Entonces porque mis ojos empiezan a llorar? –
sollozo tapando su cara, sin lograr entender el por qué.

La piedra empezó a emerger poco a poco y sin vacilar, vibrando de forma intempestiva, Evan no lo había visto porque seguía preguntándose a sí mismo preguntas sin respuestas en un ciclo interminable de ideas sin sentido. La idea de que había estado dormido durante demasiado tiempo no se le quitaba de la cabeza
– ¿Que paso aquí? estaba un tanto más pequeño hasta hace unos instantes… ¿o fue que quizá mi alter ego tomo mi lugar durante demasiado tiempo? – pensó.
La piedra siguió emergiendo hasta estar completamente por sobre el agua. La tempestad que había provocado poco a poco cedía lugar a la calma, pues ya se había quitado de encima a la bruja agresora y no veía por qué detener más defensas.
No tenía sentido estar allí más tiempo del necesario, así que se apaciguo, se sacudió el polvo del pantalón y voltio para ver el extraño libro que se encontrara debajo de un arbusto el cual dedujo que era de la chica, así que se dirigió a recogerlo, pero cuando se disponía a levantarlo, una pesada piedra le cayó en la cabeza haciéndose polvo al contacto con el joven, convirtiéndose en una nube de polvo.

Una chica completamente fuera de sus cabales, salto del agua, completamente ensangrentada. Se lanzo contra la nube de polvo que provoco, buscando con su espada el cuello de Evan, el cual ya había traído de vuelta la espada tambien. Aura, despejo el polvo por la velocidad a la que se aproximó y Evan solo mostraba una extraña sonrisa, siendo que con su espada detenía la de Aura la cual golpeaba una y otra vez haciendo salir chispas violentamente de ambas.
La chica buscaba herir al chico quien solo se limitaba a protegerse de los feroces ataques que aura ejecutaba en sucesión interminable. Era como si adivinara todos y cada uno de sus movimientos, pues el chico atajaba cada golpe con una exactitud milimétrica. Aura, golpeo una vez más, con fuerza de tal forma que hizo retumbar el agua por la onda de expansiva del impacto, pero cuando Evan le atajo el golpe, Aura le lanzo otro puñetazo a la mandíbula, y cuando Evan parecía como que, si se fuera a comer de lleno aquel golpe, el chico, con su mano libre, lo atajo sin más problemas.
Evan, con la mano de la chica completamente agarrada, voltio y le amarro con su propio brazo, el cuello. Tomo su espada de sus manos, se la quito y la termino lanzando al agua.
Cuando Evan forcejaba con la chica, quien solo se limaba a moverse sin control tratando de que no la ahogaran con su propio brazo, Evan tomo ambas manos con una sola y con la otra tomo la cadera de Aura, acto seguido la empezó a traer con fuerza a hacia su entrepierna, como si de en un acto lascivo se tratase, mientras que al mismo tiempo intentaba besarle el ensangrentado cuello.
– ¡Me das asco! -le grito Aura, mientras lo levantaba por sobre su cuerpo y lo terminaba de estrellar, de tajo en el suelo.
Aura, tomo la espada de Evan y se la clavó en el pecho mientras que el chico solo se quedó estático, mirando el cielo mientras le brotaba sangre a borbotones de su boca, los cuales caían al cráter que había dejado su impacto en el suelo. Aura retorció la espada en el agujero del pecho una y otra vez hasta que estuvo contenta, luego la saco para clavársela en la frente, pero cuando la punta de la espada iba a tocarlo, el chico despertó apagando el color dorado de sus ojos:
– ¡Aura! -le grito el agonizante Evan – ¿Por qué?
La chica se quedó estupefacta al ver lo que había hecho, como si un rayo le cruzara por toda la columna hasta la cabeza.
– ¡No quiero morir! – se estremeció Evan, quien se ahogaba en su propia sangre y dolor punzante- ¡No lo hagas, por favor!
La chica, quedo estupefacta al ver a su amigo temblando, sufriendo; muriéndose y termino por reaccionar. Saco la espada de su pecho y sin vacilar tapo el agujero con ambas manos para intentar parar la hemorragia, mientras un Evan caía desplomado al suelo siendo detenido por la chica. Sus manos empezaron a irradiar una luz blanca muy potente y caliente que rápidamente hizo que Evan dejara de temblar para solo quedarse viendo el cielo con lágrimas en los ojos. Solo le alcanzo a susurrar a la chica, quien intentaba salvarlo desesperadamente mientras sentía como la vida se le escapaba:
– ¿Aura? – alcanzo decir el chico con su último aliento.
– ¡No hables, descansa! ¡mierda! -le dijo la chica, con voz temblorosa- ¡Saldremos de esta… o tu mama… esta vez sí me matara…
– ¡Aura!
– ¡¿Qué pasa?!

Evan, volvió a esbozar una sonrisa de una forma casi maquiavélica de oreja a oreja, seguido del cambio brusco, nuevamente, del color de sus ojos a un amarillo muy encendido.
– ¡Yo no confiaría mucho en los amigos! – gruño.
Evan, le agarro las manos a la chica y mientras se levantaba la lanzo contra un árbol con violencia, cayendo al suelo muy mal herida. Tomo su espada y se le aproximo paso a paso, riendo como poseído.
– ¡Nunca creí que tuviéramos esa clase de lazo, linda! – exclamo Evan, mientras arrastraba la punta de la espada en el suelo, haciendo surcos desiguales a medida que avanzaba- Así que soy importante para ti… pero quizá no lo suficiente como para dejar que me restriegue contra ti… Interesante relación…
Aura, estando a duras penas consciente, atrajo su espada de las manos del joven como si de un imán se tratara, y la cual salió dando volteretas en aire hasta llegar a su mano, bajo la mirada siniestra de una persona a la que creía conocer, pero que ahora se había convertido en un monstruo.
El joven saco de su cuerpo, aquella espada mugrienta que Aura había sacado de su pecho. Aquella a la que el chico había llamado Klarissa, y la misma con la que había asesinado a cinco niños durante un trágico paseo de aventura por las veredas de un rio.
Evan, sin prestar mayor atención a ese hecho, palpo su pecho con su mano y pudo sentir como había desaparecido aquella herida además de que el dolor se había esfumado casi por completo, así que sonrió diciéndole a la chica: – ¡Déjame devolverte el favor, mi querida amiga! – acto seguido empezó a correr a gran velocidad desperdigando una nube de polvo tras de sí, y cuando estaba muy cerca, Aura difundió su vapor de sangre por todo el lugar haciendo que Evan fallara la estocada final. El vapor era tan pesado que una bocanada había sido suficiente para marearlo y mientras agitaba su espada hacia todos lados, la chica le asesto un puntapié en la espalda que hizo que cayera al suelo abatido por el dolor del gas nervioso, y cuando por impulso tomo la siguiente bocanada de aire, este ya este había perdido completamente el conocimiento.
Aura, al ver que todo había quedado en silencio, disipo el vapor y arrastro a Evan, dejándolo reposar sobre el tronco de un imponente árbol. Con un sorbo de su boca muy cerca de la de él, regreso el vapor restante a su cuerpo, tragándolo por completo. El chico solo mostraba muecas de terror por las pesadillas que le provoco el veneno de aquella chica.

La chica, cristalizo cuatro agujas de dos cuartas cada una y se las clavo al chico, una en cada mano y una en cada pie, a modo de que había quedado completamente clavado al suelo. La chica lo despertó a cachetadas y puñetazos en la cara con lujo de barbarie, hasta que despertó con un inmenso dolor en todo el cuerpo.
– ¿Que paso? ¿Por qué me duele todo el cuerpo? -balbuceo, experimentando su peor caso de lagunas mentales en aquel instante – ¿Porque no me puedo mover?
La chica, se alegró al ver que sus ojos, y su amigo, volvieron a la normalidad. La tempestad paro completamente y el chico no parecía recordar absolutamente nada, otra vez. Era como volver al inicio del todo nuevamente, para alivio de la chica.
Rápidamente se apresuró a curar sus heridas de nueva cuenta, pues estaban provocando que el chico se desmayara a cada momento en una agonía que le había dejado el rostro sin colores. La joven Aura, pasaba la cálida mano por todas las heridas del chico, haciendo que estas desaparecieran al instante y dejando la piel sin cicatriz alguna, como si nada hubiera pasado.

El reloj de Evan ya casi daba la medianoche y su teléfono no dejaba de sonar por la insistencia de una madre preocupada. Aura, quería que el chico estuviera completamente bien para poder llevarlo a casa, pero el chico no despertaba aún, así que opto por despertarlo por la fuerza pues ya lo había dejado descansar lo suficiente. Ya era bastante tarde y sus padres no dejaban de llamar a la chica tambien. Después de moverlo un poco, este solo se encogía más a pesar que estaba acostado en el suelo lleno de piedras, el chico parecía dormir más plácidamente que en su propia cama, lo que al mismo tiempo hiso enojar a Aura, la cual le termino de dar con su pesado libro, en la cabeza.
– ¿Ya es hora de irnos? -dijo Evan, de forma pesada y casi quejumbrosa- Hoy es domingo, hoy no hay escuela, deja de fastidiar, Aura.
La chica, tomo una de sus tetillas y se la retorció haciendo que el chico diera un brinco seguido de un grito de dolor parecido al de una dama.
– ¡¿Sabes qué hora es?! -reprocho una furiosa Aura, quien le mostraba su libro como queriéndolo reprender- Es hora de irnos a casa. Tu mama y mi mama me han estado llamando y no eh tenido el valor de responder a ninguna de ellas. ¿Qué les voy a decir? ¿Qué estamos en la cascada los dos solos a la luz de la luna? ¡A tu mama le encantaría, pero a la mía no!
– Cálmate, primeramente, y trata de explicarme todo lo que paso aquí poco a poco, para que mi cerebro trate de procesar bien y no me quede dormido otra vez. Por cierto, me siento muy mal ¿que hicimos aquí? que parece como que si hubiera pasado un huracán.
-Dime que te sientes mejor, para que podamos irnos -le dijo una ya muy cansada Aura- Ya no aguanto el frio y me gaste el poco Ether que me quedaba en curarte. No te puedo cargar. Ya me duele todo el cuerpo, así que, por favor, dime que te puedes poner de pie.
El chico se le quedo viendo a la ojerosa chica, aquella que le había cuidado todo este tiempo sin dudarlo. Tarde entendió lo que ella sacrifico por él. Evan no pudo evitar derramar unas lágrimas al recordar ahora todo lo que la chica había hecho por él desde inicios de su amistad hasta ese preciso momento.
– Gracias -susurro Evan, secándose los ojos.
-De nada -le contesto Aura-, pero, me lo tendrás que pagar de ahora y en adelante.
Evan asintió con la cabeza, y ayudando a la chica a ponerse de pie le dijo:
-De aquí en adelante, yo seré el escudo que te proteja y tú serás la espada que ataque a los enemigos. Cuando lleguemos al Terrapilar, tú serás mi guía. Me dejaras en el lugar que te indicaron y de allí en adelante no le deberemos ningún favor a nadie. Una cosa si quiero dejar en claro: a pesar que mi alma es del Terrapilar, mi corazón es de esta tierra. Por lo tanto, después de que tu cumplas con tu pedido y seas libre; yo tambien seré libre. Si te quieres quedar, será tu problema, yo regresare a mi lugar de nacimiento desde donde sea que valla.
La chica, con mirada melancólica en la luna, la cual se reflejaba en aquellas apacibles aguas, asintió con la cabeza y los dos terminaron por regresar, por fin, a sus casas.

En el amanecer del nuevo día, Evan se levantó al escuchar la cháchara que se tenían en la planta baja. Con los ojos adormitados y sin tener una perspectiva clara de haberse levantado, se puso sus pantuflas azules favoritas y bajo inmediatamente a ver que se tenían. Cuando hubo llegado al final de aquellas escaleras, la voz de su madre y su amiga le terminaron de despertar con un fuerte: “Sorpresa”. Evan, con el corazón acelerado por el grito de aquellas dos mujeres, se trató de calmar y no tratar de matarlas por el susto que le habían dado. Sonrió y abrazo a ambas, viendo con nostalgia el pastel que le habían hecho con todo su cariño.

-Gracias -alcanzo a decir Evan-. De verdad… No era necesario.
Las dos se le quedaron viendo para luego verse entre ambas.
-Aura te trajo un regalo -le dijo su madre-. Vamos, ábrelo.
-No -contesto rápidamente Aura-. Primero el de ella.
El chico, muy alagado y un tanto sonrojado, solo se limitó a decir:
-Ni el uno, ni el otro. Los conservare así hasta probar el pastel.
Su pastel era de chocolate, con betún cremoso de mantequilla con un toque de vainilla. En su parte superior ponía: “Felicidades, hijo y amigo, en tus 18 años”. Evan, experimento una gran felicidad que le hizo brillar el semblante con una sutil sonrisa, como cuando eran pequeños y esperaban aquel día para probar el delicioso pastel y abrir los regalos, comer dulces y jugar todo el día en el bosque. Ese momento, se lo llevaría intacto por siempre en su corazón.
-Ya Aura me lo conto todo – revelo su mama, cambiando su tono a uno más melancólico-; Te iras con ella…
El chico, súbitamente, borro la tenue sonrisa que esbozaba, para quedar completamente desalentado por las palabras que salían de la boca de su madre.
Corto y tomo su rebanada de pastel, y se sentó en el sofá rojo de su sala. Las chicas hicieron lo mismo, pero Aura se quedó en la cocina.
-Solo es temporal, mama -explico Evan, sin poder verle la cara-. Regresare en cuanto pueda. Te lo juro.
-No es necesario – dijo su madre mientras se le quedaba viendo a su pequeño con un nudo en la garganta-. Ya me la veía venir… Desde aquella noche en que los dos vinieron tarde a casa…
– ¡Espera ¿Qué?! -reacciono Evan, parando a su madre, pues no le gustaba el camino que estaba tomado la conversación.
-Ya me dijo Aura lo que paso, y créeme que… lo acepto. De hecho, me alegra mucho. Era algo que espera desde hace mucho, es decir; ustedes siempre fueron muy unidos…
Evan, voltio a ver a la cocina donde una Aura se escondía detrás de una pared. Al chico le pareció que ella se estaba riendo al ver la situación en lo que lo había metido.
-Y… ¿que hicimos exactamente; según Aura? -pregunto, con una cara sonrojada.
La madre se sonrojo tambien y se limitó a decir, solo lo que considero políticamente correcto:
– Ustedes se declararon su amor en aquella noche, y ahora van a formar una familia juntos, es lo que me dijo. Parece ser que aquellos sentimientos afloraron de una vez por todas y yo no podría estar más contenta.
Evan, no pudo tener más ganas de matar a una persona como ese día. Sentía que le hervía la sangre al ver como tendría que desilusionar a una buena madre, que quizás, tenía demasiada fe en su propio hijo.
¿No era más fácil decir que nos íbamos a un campamento?
No le cabía en la cabeza así que, levantándose repentinamente, se fue a la cocina donde una Aura trataba de esconderse detrás de la mesa central. El la jaloneo hasta la sala y le obligo a decir la verdad, o en su defecto, otra mentira que limpiara o tapara la cagada que había hecho.

La chica, le termino contando que irían a un curso del ejercito sin tiempo estimado, que sería como sus estudios superiores pero gratuitos y que había mentido porque creía que se impondría por el hecho de estar al pendiente del llamado a la guerra. La madre solo se quedó viéndolo a ambos y no tardo en preguntar: – ¿Y, es lo que quieres? A lo que el chico solo se limitó a afirmar una vez, con la cabeza.
-Dejemos esto, entonces. Vamos abre el regalo de Aura – le dijo su madre, con una sonrisa de orgullo- quiero ver que es lo que te dieron.
El chico, tomo la pequeña caja y con la curiosidad de los tres allí presente, se destapo una caja negra con terciopelo. Al abrirla se encontró una, no muy gruesa cadena de plata con una palabra tallada en el pendiente: “Evan”
El chico sonrió al ver él detalle y le dio un fuerte abrazo a su amiga.
-Gracias. De verdad…
-De nada. Ahora el de tu mama. Vamos quiero ver que te dio.
El joven, tomo la segunda caja forrada con papel de estampado de ositos. y al abrirlo, era una pequeña navaja de supervivencia con su nombre inscrito en ella. Esta tenía un mecanismo simple, para rápido uso, un mango con un pequeño dragón que habría la boca, que parecía que la hoja salía de la boca.
– Es hermosa, mama. Otra más para la colección.
La madre sabía que tenía un hijo torpe y que le fascinaban ese tipo de cosas, y aunque en su interior sabía que podía clavársela en un ojo, tambien sabía que solo las coleccionaba en la pared de su cuarto. Cuando era pequeño siempre decía que quería un arma como la que tenía su papa: una espada catana original del Japón que tenía escondida debajo de su cama.
-Me alegro que estés formando tu futuro… – le dijo su madre mostrándose orgullosa de su niño- eh, pero casi se me olvida. Tu papa envió esto para ti.
La madre saco de su bolso una caja pequeña de color negro, que entrego al chico. Evan, lo vio y dudo en abrirlo. Su mama insistió y el chico accedió con dudas, pues su padre no era del tipo de persona que recordara ese tipo de cosas.
Al abrirlo solo era una libreta negra con pasta de cuero y una pluma dorada, muy profesional que tenía inscrito unas extrañas runas, que es su momento no pudo interpretar.
– Típico de papa… -sonrió el chico.

Después del amargo trago de tener que aclarar la situación, y después de abrir aquellos regalos, no quedo otra cosa que contar anécdotas vergonzosas de la vida de Evan, para reírse un poco. Su madre era la encargada de hacerlo pedazos; recordándole las tonterías que gritaba cuando no se podía bajar de los árboles, las veces que lo tuvo que seguir, para que se pusiese el pantalón o las veces que se bajaba los calzoncillos para terminar cagandose en todas partes.
Para terminar aquella mañana tan emocionante, Evan termino de lavar los platos y recoger la basura, limpio un poco y luego le indico a Aura, quien se encontraba viendo fotos con su mama, para que salieran un rato a las viejas sillas de su patio para terminar de aclarar los preparativos. La chica asintió y ambos salieron.
– ¿Cuándo será? -pregunto Evan.
-Sera pronto – contesto.
– Un poco más específica, por favor ¿Será este año, o el próximo?
-Sera pronto -insistió la chica-. No tengo muy seguro los tramites así que, déjamelo a mí.
– ¿Tramites? ¿Necesitaremos pasaporte?
-Espero que no.
Evan volteo a ver a su mama, quien todavía estaba sentada viendo el álbum de fotos familiares, sonriendo de oreja a oreja.
-Asegúrate que el boleto sea de ida y vuelta ¿quieres?
La chica se quedó ensimismada en el más absoluto silencio, viendo con la mirada perdida el vacío, como imaginando algo desconcertante que aquel chico no podía ver. Evan le agito su mano por enfrente para llamar su atención.
-Ya se dé dónde vengo, al menos ya se de donde proviene mi “poder” o lo que sea… Pero para mí es importante el regresar, ¿entiendes? Quiero volver. Con el tiempo quiero que me aclares algunas cosas que, aun rondan mi cabeza y no me dejan dormir por la noche. Se que tu llevas más tiempo con esto y sé, que me sabrás dar respuesta. Te ayudare, como tú me ayudaste tantas veces. Se qué es esto por lo viniste a parar a este lugar, y no ha sido del todo fácil para ti, lo entiendo, pero, aun así, considero este como mi verdadero y único hogar. Esa que está allí, es mi madre y la amo con todo mi ser, para mi será muy triste si no la vuelvo a ver; así que asegúrate que pueda volver.
La chica se le quedo viendo un tanto triste, como desanimada. Sabía que ni siquiera estaba segura de poder encontrar su punto de llegada ni su punto de partida.
– Quizá debí interrogar a esos sujetos -pensó la chica-. Pero ya era tarde, además, hacer eso hubiera sido arriesgarse de más…
Quiso mostrarse segura ante un Evan que mostraba un nuevo semblante completamente distinto, como alguien que sabe la verdad de todos sus secretos, pero que aun así no mostraba soberbia. Ahora la que tenía más dudas que respuestas; era ella.
– Volverás… si así lo deseas -le contesto Aura, evitando la mirada de Evan.
Evan, sentía en su interior que algo no iba bien, aun si la chica dijera lo contrario. Sabía que la chica tenía algo que le ocultaba, pero, aun así, le dedico una media sonrisa fugas, para solo terminar viendo ambos: el infinito que se alzaba por sobre sus cabezas.

Capítulo 3: Llegada

En un país tan hermoso como lo era Etnamos, en medio de sus hermanas naciones que se disputaban todo el tiempo por conquistarse mutuamente, la nación se alzaba soberbia, presumiendo sus años de prosperidad a sus hermanas, quienes, intensificaban cada día, sus represalias entre ellas, mientras Etnamos crecía como pueblo y hermandad.
Su rey, se erguía ante su pueblo, prometiendo proteger a toda costa la paz de sus tierras, lo que llevo a hacer un pacto en el que Etnamos se declaraba completamente neutral, y no se tendría que inmiscuir en batallas ajenas; siempre y cuando se le respetara su soberanía.
Para estar seguros de que el pacto se respetara, el rey Alexander, levanto muros de piedra, tan alto como la vista permitía, y tan grueso como lo era el rio Mila. Acordando así, los límites del país y al mismo tiempo mantener a la población al margen de la guerra. Los muros eran más altos en el norte donde estaban los llamados cuernos y eran más bajos a medida que se acercaban a las costas, hasta ser casi inexistentes en estas.
El país limitaba al sur, con el imponente mar de Baltimore, conocido en leyendas como uno de los más peligrosos del mundo, habiendo sido victimario de cientos de embarcaciones de guerra, por lo que país gozaba de protección por ese lado geográfico. A lo largo de su historia, solo la republica de Exaparamos había intentado un ataque a gran escala, usando las embarcaciones más modernas de aquellos tiempos, fracasando estrepitosamente, al punto de haber enviado setenta y seis embarcaciones de guerra con más de Quince mil soldados; de las cuales, solo llegaron veinte con apenas, un puñado de hombres, y solo para terminar siendo rescatados. El mar de Baltimore no había sido dominado por ningún Almacea, desde los reinados de los grandes magos, hace ya más de setecientos años, de quienes se dice que ofrecían almas a cambio de dejar pasar las embarcaciones.
Al Oeste, limita con la republica de Exaparamos; nación brutalmente golpeada por su historia de guerra que han dejado la nación, al borde del colapso desde hace ya cien años. Sus presidentes, se empeñaron en querer robar los recursos de sus vecinos, a los que ha intentado de amedrentar con sus poderosos ataques de parte de sus Magos Arkanos, con la capacidad de matar a legiones de Almaceas. Desde que la Republica fue fundada, el presidente más prominente que tuvo esa nación, logro arrebatar miles de kilómetros de tierras, hasta casi llevarse la mitad de Vilas y casi una cuarta parte de Etnamos; dejando a los países con una fuerte alianza, que logro forzar a las tropas del ejército negro, a retroceder, hasta dejar el mapa a como se ve en la actualidad.
Al Este, Limita con el Reino de Vilamikone, apodado por su gente como Vilas. Fue el Reino más próspero hasta el asesinato de su Rey: Deras. El reino cuenta con la mayor población militar de todos los países subyacentes, lo que le daba superioridad en combate. Su caída llego por una sucesión de asesinatos a sus regentes, lo que provocó la deserción de más de la mitad de sus hombres. Desde entonces, el reino sufrió de las peores derrotas en su historia, que casi le cuesta la extinción de la nación. Desde la llegada del Rey: Máximo, se ha podido apreciar, por fin, la mejora sustancial de la economía de su pueblo, impulsado por la venta desmedida de la “Madre Piedra”, la cual es procesada hasta producir un polvo inestable que se podía moldear fácilmente y poder, tambien, ser utilizado como combustible bruto para todo tipo de vehículo.
Gabrelea, es la capital de Etnamos, que, a su vez, forma parte de las cuatro grandes ciudades principales del reino, la principal fuerza de trabajo labora en estas, principalmente en Gabrelea, que, a pesar de que no es la más grande, en ella se llevan a cabo las actividades más importantes del reino.
La ciudad cuenta con una forma parecida a las de las telarañas de arañas en cuanto a su disposición de calles y caminos, siendo el punto central: “El palacio de los Reyes”. Su principal regente, desde los últimos veintidós años, ha sido, Alexander Vermillion, quien tomo el poder al asesinar al antiguo regente de la casa: “Delussia”, decapitándolo en la plaza pública frente a miles de espectadores que lo vitoreaban.
Desde aquellos años en los que la guerra azotaba sin control a las tres hermanas naciones, su nuevo rey se tomó muy enserio el dejar el ciclo de odio, por lo que después de la terrible batalla de los “Cuernos”, que logro menguar gran parte de los ejércitos de las involucradas, Alexander dejo en claro el paso de la nación, hacia la neutralidad total. Luego de esta se firmó el convenio entre naciones, en la que se estipula que; “Etnamos se retiraba completamente de la guerra, rompiendo así, un ciclo de más de trecientos años”
Como su primer gran trabajo, el rey levanto los muros que delimitaban los “Cuernos” para que se respetara el limite territorial y evitar las secuelas de la guerra. Se tardo, aproximadamente diez años, para que los muros fueran lo suficientemente altos y gruesos. Aun así, los habitantes de los cuernos no se salvaron de ser víctimas de los desenfrenados combates, en los años en el que el muro no había sido terminado. A pesar de esto, no se actuó ni se levantó aviso a las naciones, para evitar más contratiempos a la paz que se quería forjar.
Los disturbios que se libraron luego del asesinato del rey Delussia, en un intento de desestabilizar al nuevo reinado, fueron prontamente apagados por las nuevas fuerzas militares de la casa Vermillion, con los que se añadían a las brujas como una fuerza más del reinado de Alexander. La nueva división, que incluía toda la gama, desde Verdes a Carmesíes, fue llamada: “División Exalon” la cual se encargó de aplacar las revueltas en cuestión de días haciendo uso de Ether clasificados de las que no existe mayor reporte, y que fue el detonante para que la resistencia se fuera a las alcantarillas y los callejones más recónditos para seguir con la guerra de forma no directa.
El rio Mila, es el que da el principal sustento de los pueblos aledaños al ser el principal punto de pesca de estos. Desde que se expandieron los cauces del rio, se pudo llevar agua a los pueblos más al norte. Desde hace apenas ocho años este paso a ser la principal fuente de poder, que da sustento a las presas hidroeléctricas: Manaceas, Terafor y Excélsior, para dar electricidad a las principales ciudades de Etnamos y una cantidad limitada de pueblos y ciudades más pequeñas.
El Reino de Etnamos ha sido el que más ha disfrutado de los tiempos de paz, que han sido casi inexistentes entre las demás naciones del continente. Al ser la única nación con neutralidad de la historia, se le tacha a su gente de cobardes sin honor, a lo que su rey ha sido enfático en responder: “Mi gente no conoce la cobardía; lo que si conoce son los tiempos de paz, para lo que no se necesita valentía, más que para defenderla día a día.”
Con un claro énfasis en los tiempos de paz, Alexander se toma muy enserio las faltas a esta; dejando podrir en las cárceles a los principales agresores de los valores del reino y que ponen en peligro la estabilidad de su gente. Las penas por irrumpir la paz son: encarcelamiento de por vida, trabajo forzado, mutilación e incluso la muerte. La intolerancia de su rey se debe, principalmente a sus políticas pacifistas, para poder mantener una Utopía en medio del infierno de la guerra, y como quien tiene la potestad del único abrevadero del desierto, lo defiende con la contundencia de su espada.

La oficina era grande, con su piso ornamental de lozacristal traída de los páramos interiores, con una mesa de escritorio frente al vitral. Tenía vista total en la torre más alta del palacio, en donde se quedaba largo rato viendo el tiempo pasar durante sus días libres, que, por lo general, eran pocos. Su escritorio, siempre lustrado, tenía en los bordes las palabras: “Del Terrapilar, a la bóveda más alta de los cielos”. Los vitrales eran limpiados a diario, pues eran del cristal más limpio y puro, que, de no ser por la suciedad, podrían ser fácilmente invisibles. En los costados, tenía los estantes de fina madera, llenos de libros sobre energía Etherum, alquimia básica, libros de antigua geografía y otros de medicina natural. La puerta que mantenía cerrada durante la mayor parte de sus jornadas, tenía grabados en finos relieves, una escena de la guerra de los cuernos, con su rey frente a las multitudes de soldados siendo arrasados por su espada, arriba, las aves fénix escupiendo fuego, y más abajo, los arcanos lidiando con las bestias y las hordas de soldados. Arriba de la puerta, por fuera, se lee: “El primero de las eras de paz”.
Frente al vitral estaba Alexander, con la mirada perdida en el horizonte, había puesto una mano sobre el cristal y con su dedo dibujaba algo. Vestía su armadura plateada con la capa roja, en la pechera, con relieve tenía al cuervo blanco con las flamas del fénix, atrás de su capa solo tenía, en suave color negro, la espada con las aras. Su reluciente armadura le cubría todo el cuerpo y se adaptaba como un exoesqueleto a él, lo que le otorgaba gran movilidad y defensa. En su cintura, cargaba su espada, “Lux”, la que le fue asignada a su alma y que le había servido desde el primer día que la materializo.
– Señor, su hijo está aquí -le indicaba una chica de tez blanca y cabello negro, que fungía como su secretaria personal-. Dice que quiere tratar con usted, lo que usted ya sabe…
Alexander se voltio para ver a la chica, quien se había arrodillado ante él y agachado la cabeza, mostrando su respeto a la máxima autoridad.
-Para ti no es necesario rendir honores, ya te lo eh dicho – señaló Alexander mientras se acercaba a la hermosa mujer, poniéndola en pie y limpiándole las piernas, sutilmente con un paño blanco -. Dile a mi hijo que es mi día libre, y no es licito que lo atienda si gusto de hacerlo. Por lo que se puede marchar, hacer una cita, y con gusto, talvez, lo atenderé en un futuro.
– Mi señor. Dice que es algo relacionado con la “octava caldera”
Alexander, cambio abruptamente su cara al escuchar a la mujer decir aquellas palabras. Se dirigió a su escritorio y se sentó en su silla completamente ensimismado.
-Dígale que… -se detuvo Alexander, teniendo una obscura premonición-. Dígale que mañana, puede ir a visitarme después de…
-Señor… – le interrumpió abruptamente, la mujer – Jasper ya entro al Terrapilar… ella ya está aquí, mi señor.
En aquel instante en la que la mujer soltó aquellas palabras, Alexander sintió un agudo dolor, que le hizo retorcerse, como si le molieran los huesos. El rey, sentía que su trabajo de años, culminaría más pronto de lo que él esperaba. Aquella felicidad le invadió justo después de los dolores punzantes en las manos.
– ¡¿Jasper está aquí?! ¡¿Y… trae acompañante?!
La mujer, asintió con felicidad, tratando de ocultar las lágrimas que empezaron a brotar.
-Le dije que la chica lo haría, no había duda en eso. Mi corazón dictaba que ella lo conseguiría -Alexander, se levantó de su silla para ver la ciudad a través del vitral-. No era necesario usar fuerza ni invocar “Multiformos”, solo una niña, eso es todo.
La mujer, asintió con la cabeza, muy feliz. Su cara se había tornado roja por la emoción y se le había corrido un poco el maquillaje. Alexander se le acerco nuevamente y le dio, amablemente, su pañuelo para que se limpiara.
– Gracias… ¡¿Pero es que no le hace feliz la noticia?! – señaló la mujer, disgustándose un poco por la cara fría que mostraba su rey.
-La verdad es que… quizá yo sea la persona más feliz de este mundo – respondió, mientras se acercaba a la mujer.
Alexander, paso su mano por la cara de la bella mujer y con unos gestos sutil de sus dedos, limpio su cara y restableció su maquillaje con su Ether. Paso luego sus dedos por su barbilla para luego pasar por su cuello hasta llegar lentamente hasta su escote. Cuando se dirigía más abajo, la mujer le agarro su mano de forma brusca y rápidamente se la quitó de encima.
– ¡No es el día ni la hora, mi señor!
– Tiene razón. Hoy descanso de cualquier actividad física – replico Alexander, mientras se recargaba sobre el escritorio-. Es solo que quizá me emocione de más con la noticia y pensé en celebrarlo…
Cambiando el tema, la mujer le hizo hincapié en el extraño objeto cilíndrico que había en el vitral que, a su parecer, tenía una forma, demás, obscena.
– ¡Debería dejar de dibujar falos en las ventanas y tratar a con su hijo los temas que acontecen! – expreso la mujer cambiando de tema y de tono abruptamente- ¡Oh, y debería decirle a su esposa que le atienda sus necesidades en la cama, para no estar molestando a las demás personas!
– ¡Mira que le hablas fuerte a tu rey, mujer…! Pero contra usted no tengo argumentos más que el aclararle que lo que hay en el vitral no es un falo; es una próxima torre de poder Etherum. Solo quería asegurarme de que no molestara la vista de mi paisaje.
– ¡Para sus horribles dibujos hay papel de sobra, deje de ensuciar las ventanas – rugió -!
A Alexander se le antojaba cerrar esos labios impertinentes con los suyos mismos, quitarle su ropaje lentamente, acostarla en su escritorio y tomarla, pero recordó que tenía un impertinente hijo que atender. Además, seria precipitado mostrar bajas pasiones en su oficina, sabiendo que había demasiados testigos. Pero es que, al ver a aquella mujer, se le antojaba devorar sus carnes todo el día y la noche hasta quedar seco y moribundo pidiendo clemencia.
La mujer, chasqueó los dedos dos veces, lo más fuerte que pudo, para sacar al rey, del trance en el que se había metido mientras le observaba las tetas. Tenía la cara de un alguien que no había probado filete en largo rato, como el perro de callejón.
– ¡¿Es que no se puede concentrar en lo que está pasando?! ¡Pero si es que, es el rey más caliente que haya atendido! ¡Compórtese de acuerdo a su rango, señor! -le regaño, la mujer –
– ¡¿Que has atendido a otros reyes?! ¡Dímelo con sinceridad, que vas hacer que me cabree!
La mujer, completamente ruborizada, tuvo que contener sus ganas de volarle la quijada de un golpe, nada más porque recordó que hablaba con la máxima autoridad de su país.
– ¡¿Como pudo llegar a ser rey alguien como usted?!
-Política, nada más política -le respondió el rey-. Además, de las pocas personas que conozco, eres a la única a la que le eh permitido hablarme de tal manera. ¡Pero ni a la reina se lo eh permito!
-Miente de forma tajante pues su reina me ha contado que siempre hace lo que ella le dicta, y si no, le manda a dormir con los sirvientes al sótano o a los calabozos.
Alexander dejando de lado el tono cordial y claramente interesado en la perspicacia de la mujer, le pregunto:
– ¿Y… que más te le ha contado la perra esa?
-Muchas otras cosas… – replico la mujer, cruzando los brazos y esbozando una picara sonrisa.
La puerta principal se abrió poco a poco dejando ver un guantelete muy estilizado, luego una cara de fino porte, una armadura completamente negra y una capa roja como la sangre. Nadie se percató que el tipo llevaba largo rato escuchando.
-Bien dicen los rumores, que el rey tiene otras reinas a las que atender… – comento aquel sujeto, entrando a la oficina.
Alexander y la mujer voltearon a ver a aquel joven, quien se dirigía directamente a él.
– Disculpe mi señor, los dejare solos -dijo la mujer, claramente avergonzada.
Los hombres se quedaron viendo, como con repudio el uno para con el otro.
-No será necesario, señorita Lafountain, usted es igual de importante. Se quedará aquí. Lo que vallamos a tratar, tambien le concierne -ordeno, el rey.
El joven, hizo un gesto de desagrado, como quien prueba la hiel. Alexander lo vio y sintió unas repentinas ganas de tirar al muchacho por el vitral, allí por donde estaba dibujado el falo.
– Veo que ahora tratas a la servidumbre como a nosotros. Pronto dirás que la mujer vale más que la familia – despotrico, el joven.
El rey sintió como se le elevaba la presión cardiaca, al mismo tiempo que evitaba perder el control y matarlo por la impertinencia de ofender a tal dama. Aquel muchacho que había criado y entrenado, pronto estaría a punto de sacarlo de sus cabales, a punto de liberar demonios que el trataba de ocultar. Pero el rey se controló para evitar dar espectáculos, no sin antes imaginarse lo que le haría Miki si se enterara que había tirado a su hijo, por la ventana cual bolsa de basura.
– Por tu bien y el mío, más te vale evitar decir algo que no debas, joven príncipe.
-Le aseguro su alteza, que valdrá la pena cada segundo – dijo el chico, sonriendo.
Bermoth, se sentó en una de las dos sillas que estaban frente al escritorio de Alexander, y este hizo lo mismo. Le hizo un ademan a la señorita Lafountain para que tomara la otra, pero esta se reusó con un gesto de manos. El joven saco un cigarro de su pequeña maleta y cuando se disponía a encenderlo, Alexander se lo evaporizo con un chasquido de sus dedos.
– ¡No en esta oficina, pequeño! Ya fueron suficientes ofensas por el día de hoy… – se molestó su padre.
El joven, volvió a guardar su encendedor, mientras le dirigía una cruda mirada a su papa. La desmaterialización de su cigarro le llevo una fina capa de piel de los labios, que no era lo suficientemente grande como para sangrar, pero no era lo sufrientemente pequeña como para no sentirlo en forma de palpitaciones de dolor. Bermoth, tomo eso como una ofensa que le cobraría en el próximo entrenamiento que tuvieran ambos.
-Su aman… su asistente, ya le habrá dicho más o menos de que va mi visita -ironizaba-. Créame que, de no ser urgente, no estaría quitándole el tiempo para profanar mujeres de la calle, como viene siendo su costumbre desde hace ya tanto tiempo, su alteza.
– Joven príncipe, solo le recuerdo que, de la puerta del palacio hacia adentro, yo soy la máxima autoridad que existe en este país, y créame que no me tiembla el pulso para enviarlo a las celdas de tortura, para que le enseñen un poco de modales y buena etiqueta. Estoy seguro que a su madre no le importara en lo más mínimo…

La señorita Lafountain, sintió como el ambiente se tensaba, por lo decidió irse por su propia cuenta, pero Alexander lo impidió con un gesto de su cabeza. La mujer sabía que las reuniones entre padre e hijo, casi siempre, terminaban en los patios interiores, chocando espadas.
– Señorita, sea tan amable de traerme un té de betalcaron con una cucharada de jarabe de alfares, lo más rápido que se pueda, por favor -le ordeno Bermoth, de forma arrogante.
Alexander, al ver que lo querían cabrear antes de la fiesta. Puso agua en una fina taza, un poco de hierbas que saco de uno de sus cajones, lo batió con su dedo, acto seguido paso su mano por encima y esta empezó a hervir casi de inmediato. Alexander, puso la taza frente al joven, quien seguía sonriendo.
– No es necesario, señorita Lafountain. Miré, ya le di su te, al muchacho.
Lo único que la mujer observaba; era la bomba de tiempo en la que se había metido. Como pudo se intentó escapar, pero el rey insistió en que se quedara cerrando las puertas con su Etherum. Un chasquido salió de las puertas, avisando que nadie se iba.
-No tendría problemas en tragarme esa porquería; si no fuera por el detalle de que no sé dónde estuvo ese dedo. Por lo que yo sé, pudo haber estado dentro de la señorita…
Alexander, como el relámpago de una tormenta, le empezaron a brotar flamas rojas de los hombros, tan altas y tan fugaces, que como vinieron desaparecieron en un santiamén, no sin antes elevar la temperatura de la oficina a niveles inaguantables. El rey azoto su puño sobre el escritorio rompiéndolo en dos pedazos, los papeles y los adornos que allí se encontraban se resbalaron hacia el centro, dejando una pila de basura.
– Le sugiero que, de aquí en adelante, escoja una a una sus palabras. Si para mis oídos no es grato lo que diga, le voy a encerrar en los calabozos, eso solo si no me es grato; si en cambio hace que pierda los estribos y su boca vuelve a mancillar el nombre de esa mujer: entonces le mandare a ejecutar.
-Me parece perfecto, señor. Mi boca no hablara más que lo debido de aquí en adelante -dijo Bermoth, en tono completamente serio.
Alexander, levanto las dos piezas del escritorio y pasando dos de sus dedos por la rajadura, volvió a unirlas de forma instantánea, dejando los papeles en el suelo, tirados. La señorita Lafountain se acercó para intentar recoger el tiradero, pero Alexander se lo impidió.
– Después. Ahora tome asiento a la par de mi hijo, por favor… -ordeno.
La bella mujer, se sentó a regañadientes, no sin antes pensar en lo encabronado que se había puesto su rey, como cuando estuvo en aquella gran batalla de los cuernos. Su rostro le recordó al Alexander de hace tiempos, aquel que se enfrascaba en cada batalla en la que era llamado, sin reprochar se encaminaba hacia el campo como quien iba a una fiesta de gala cualquiera. Siempre con su armadura de hierro puesta, su espada, su escudo, su casco, y por supuesto; su Megalon. Siempre mostraba una sonrisa antes y después de cada batalla en la que casi siempre dejaba en cada campo una verdadera charca de sangre que se extendía a grandes distancias. Los poetas de aquellos tiempos le describían como “Algo que no pertenecía a este mundo” Las leyendas sobre él, dictaban que los campos verdes se tornaban rojos después del paso del sublime filo de su hoja, que, al ver las heridas de los soldados, estas parecían hechas con bisturí, que al poner juntas las partes, estas se volvían a pegar sin más.
– ¿Como alguien así pudo siquiera tener el valor de llamarse a sí mismo, pacifista? – pensó la mujer, cruzando sus piernas.
Intento ver hacia otro lado, mientras los dos hombres cruzaban sus miradas con rencor.
– Me gustaría haber empezado mi día libre justo ahora, pero dado las circunstancias que nos acontecen, me temo que tendrán que esperar, y quizá mucho… – dijo Alexander, serenando el tono para dar paso su hijo para que diera su reporte.
-Ya tendrá tiempo, se lo aseguro – asevero Bermoth, apaciguando su tono tambien-. Hoy me dieron la noticia del hecho.
– ¿Hoy? ¿Desde cuándo somos tan eficientes? – ironizo el rey.
– Desde que cruzar tales barreras fue un delito serio, digno de condena severa -le contesto Bermoth-. Cruzar la frontera terrenal es una cosa… -se quedó Bermoth.
-Pero cruzar la espiritual es otra – interrumpió Alexander-. Eso ya lo sé. Nadie viene al Terrapilar de otras entidades, sin pasar los filtros de seguridad de las Potestades divinas que cuidan las entradas y las salidas. Eso sería suicidio para cualquiera que lo intente.
-Bueno, al parecer alguien logro pasar sin más ni más – informo Bermoth mientras se acomodaba en su silla -. Como quien tiene nuestra misma sangre corriendo por sus venas.
La mujer cambio su rostro a uno de preocupación. Alexander lo noto, y con una mirada le indico, que se calmara. Ella se sentía inmensamente incomoda y quería salir corriendo de ese lugar lo más pronto posible.
– ¿Y dónde están ahora? -pregunto el rey- si ya están aquí, dime donde, para mandar a recogerles. Entre más rápido más tiempo tendremos para los preparativos.
-Me temo que eso tendrá que esperar – explico-. Porque no se encuentran en estas tierras; ellos están en el punto más alto de nuestra hermana nación: Vilas. Enviar por ellos sería suicidio para la paz que tanto profesa, señor…
Ciertamente las palabras del joven no concordaban con los planes que tenía Alexander. Claramente de su puño y letra salieron las claras indicaciones para llegar al Terrapilar sin mayores contratiempos. Toda interrupción abrupta del camino de migajas que había dejado, no seria otra cosa que mano de alguien más. Claramente el libro de la chica contenía en su interior las especificaciones en su más ínfimo detalle, para que pudieran entrar por las puertas de la potestad que cuida la entrada a Etnamos, quien ya había recibido indicaciones de dejarles pasar sin mayores problemas.
Los puntos más altos de Vilas, que Alexander conocía, eran las montañas de los querubines, las torres del Antiabismo y el gran palacio de Amionita. Todos eran lugares extremadamente peligrosos para los extranjeros por ser sagrados para su gente, por ser su conexión con el cielo. Alexander, pensó que, de haber caído en alguno de esos lugares, sus oportunidades de sobrevivir serian prácticamente, nulas. Alexander veía la importancia de extracción de esos sujetos de la forma más rápida que se pudiera, intentando mantener el anonimato en todo momento. De encontrarlos y ser interrogados podría ser inimaginablemente peligroso para la seguridad del reino. Un error y todo iba a explotar. Si los sujetos se encontraban cerca de las fronteras, sería más fácil el decir que se extraviaron, pero si no, tocaría dar demasiadas explicaciones, además de la guerra estaba demasiado intensa cerca de esos lugares por ser de especial importancia, como puntos estratégicos. El rey había sido claro en el libro de instrucciones que le dio a la niña, con las coordenadas correctas para caer en puntos poblados, despejados, y, sobre todo, dentro de los dominios de su reino.
– ¿Que fallo, entonces? -se preguntó el rey, mientras se sobaba la frente.
Alexander, se fijó que la mujer se empezaba inquietar, por las malas noticias, entre comillas, sobre todo por lo que implicaba tener a los chicos en tierras extranjeras.
– ¿Entonces, en dónde están los chicos realmente? -le pregunto el rey, un tanto temeroso de la respuesta.
-La verdad es que no lo sabemos con exactitud -explico-. Solo sabemos que están en un punto muy alto de Vilas, nada más… En algún sector cercano a el cuerno Este, muy por encima de los bosques.
– Cerca de los bosques, no hay puntos tan altos, ni siquiera montañas – agrego Alexander, al revisar rápidamente la cartografía del lugar en uno de los antiguos mapas que tenía en el tiradero de papeles-. No hay ni ciudades, pueblos, villas, nada, no hay nada…
-Se equivoca, señor. Si hay un punto muy alto que pocos conocen, porque ni siquiera toca el suelo. Ese lugar no aparece ni en mapas cartografiados actuales – aclaro Bermoth, a un, cada vez más angustiado, rey-. Solo los magos conocen este punto, es como su lugar de meditación, muy por encima de las nubes…
Le había parecido escuchar sobre ese lugar, pero Alexander siempre fue reacio a los mitos, sobre todo a los de sus compañeras naciones. La cantidad de energía que se necesitaría para elevar tal lugar, por pequeño que fuese, seria descomunal, y por lo tanto inviable. De haber parado Jasper en aquel lugar, podría ser tanto beneficioso, como peligroso.
-Mi equipo de inteligencia, pudo detectar la anomalía singular que emano de ese punto en específico. Tratamos todo el tiempo de mantener vigilados las vibraciones anormales de Etnamos y de las fronteras vecinas -prosiguió Bermoth-. De no haber sido por eso, quizá no nos hubiéramos dado cuenta de nada. Quizá hasta hubiéramos perdido la oportunidad de rescatarlos.
– Pues que estamos esperando. Manda un grupo encubierto a recogerles por aire -le ordeno Alexander mientras se ponía de pie-. ¡No perdamos más el tiempo! ¡en marcha!
-No es tan fácil, su majestad. Tenemos vigilada la zona dentro de Etnamos y parcialmente las fronteras, lo suficiente como para darnos cuenta de que el enemigo tambien nos vigila desde afuera. Cualquier movimiento de soldados, centinelas, ya sea por tierra o por aire, seria avistado por Vilas, y, por lo tanto, seria declaración de guerra. La única oportunidad que veo más viable, quizá sea el de mandar a un grupo infiltrado, que de preferencia no sea de Etnamos. Si me permite sugerir… contrataremos mercenarios de Vilas, a los que contactaremos desde aquí.
El plan de extracción, perecía el más viable, aunque tuviera algunas fallas, como el hecho de contratar a personas que matan por dinero. A Alexander no le quedaba de otra más que aceptar la propuesta del joven, que, aunque temeraria, sería lo más lógico en aquellos momentos en el que actuar rápidamente seria la clave para traerlos con vida. Claro, no sin antes condicionarlo…
– No veo una solución más lógica, por el momento. Vamos a tratar con tu plan en lo que pienso en alternativas más “ecológicas” En todo caso, la misión será de máximo secreto. En ningún momento se debe decir el nombre de la sagrada patria, Etnamos. Todo y cuanto se vaya a hacer deberá ser condicionado a Vilas. Por ningún motivo se debe mencionar nada de lo que aquí se dijo.
El joven Bermoth, le lanzo una fugaz mirada a la mujer sentada a su lado, quien no dejaba de ver la pared contraria como ensimismada.
– Por eso insistí en el hablar solos, su majestad – dijo Bermoth poniéndose de pie.
– No has de preocuparte por la mujer, sus labios están sellados. Ahora vete.
Bermoth, dio media vuelta y cuando se disponía a girar la perilla, un rey le interrumpió para terminar de dejar en claro lo que se había hablado.
-No esta demás destacar que no debe haber errores de ningún tipo; Los recogen y los entregan en la frontera por punto ciego ¿Queda claro?
El joven esbozo media sonrisa, y sin voltear le dijo:
– No se preocupe, majestad. Considérelo hecho -Bermoth salió y cerró la puerta tras de sí.

Pronto tendrá a sus mocosos; bueno solo a uno de ellos.

Algo le quedaba perturbando en la cabeza al rey, algo que no concordaba, es decir, había sido estricto a la hora de dar las palabras correctas, los niveles, todo. ¿Que pudo haber fallado? Tan claro como pedir a la potestad permiso para caer sobre el Terrapilar, justo donde se alza el reino. Alexander no creía que tal error lo cometiera una deidad. Algo no estaba bien, algo no cuadraba.
-Me alegro que podamos conocer, por fin, a Jasper… – imaginaba aquella mujer, con los ojos brillosos llenos de una luz que contagiaba a Alexander – Me pregunto cómo estará. ¿Será que nos reconoce? ¿A quién se parecerá? ¿Tendrá a alguien especial ya?
Alexander, no pudo dejar de soltar una sonrisa al ver a aquella mujer tan feliz, quien se había sumergido en un mundo de fantasías, completamente ensimismada, sin que la pudiera sacar de allí en el rato en que aquel lugar había quedado en completo silencio.
Hizo de nueva cuenta un té amargo como el que le había hecho a Bermoth, y su cara fue de asco absoluto al probarlo. Se levanto de su silla y fue al vitral, perdiéndose el tambien en otro mundo.
-Me pregunto si nos guardara rencor… – le dijo Alexander a la mujer, limpiando la ventana con un paño blanco-. Creció sabiendo la verdad desde un principio, no hubo engaños. Ella acepto su destino y su misión…por eso está aquí ¿no? De otra manera, hubiéramos tenido que perturbar el balance de su lugar y el nuestro. Fue un precio bastante económico comparado con eso.
-Yo creo que, si aguanto hasta este punto, es porque en su interior no hubo dudas desde un principio – manifestó la señorita Lafountain, levantándose de su silla y se dirigiéndose a la salida-. Ella está aquí para reclamar lo que le prometiste: un reino donde vivir, una espada, un linaje… un padre, una madre… Cuando estés frente a ella, dale muchos abrazos y mucho amor. Reponer el tiempo no se puede, pero al menos deberás reconocerla como tu sangre. Ah… y dile que la amo con toda mi existencia…

Los jóvenes, llevaron consigo un par de mudas de ropa en sus equipajes, un cepillo con su respectiva pasta dental, unos caramelos mentolados, ropa interior extra. Aura llevo con ella su pesado libro y Evan llevo sus regalos con él. No tenían ni mapa ni idea de cómo cruzar la puerta hacia el otro lado, por más que Aura lo intentaba y lo volvía a intentar, no podía abrir el portal de entrada. Fue hasta el décimo agotador intento que Aura logro visualizar un destello de luz, pero se esfumo rápidamente. Fue desde las seis hasta bien entrada la tarde que pudo abrirla el tiempo suficiente para poder cruzar, ambos.
Evan, había estimado que cerca del rio, detrás de la cascada, sería el punto energético, lo suficientemente fuerte como para cruzar. Pero Aura le había insistido en que fuera cerca de las colinas a la entrada de los bosques, cerca de un antiguo altar de las tribus que habitaron aquel lugar, pero Evan le aclaro que esos lugares eran para sacrificio, y que podían terminar abriendo portales hacia otros lugares menos apetecibles. Entonces Aura sugirió las cavernas de la gárgolas a lo que Evan respondió diciendo que necesitarían, al menos, medio día para llegar, por lo que decidieron al final que sería la cascada, pues Evan ya había notado la potencia que emanaba de detrás del manto de Agua desde su batalla en aquel lugar.

Desde que Evan despertó en aquella batalla, se había vuelto extremadamente sensible a
los flujos de energía, lo que le sorprendía a la misma Aura, quien llevaba mucho más tiempo percibiéndolas que él. Desde esa vez, Evan no había sonreído ni había hablado con Aura más que cuando se veían en la escuela, de ahí en adelante el joven se había vuelto frio al punto que incluso pudo sacar las materias pendientes sin más ni menos que con la mejor calificación de su clase. Aura incluso juraría que lo vio hablando con una chica y Evan la había ignorado por completo. Desde aquella batalla, algo despertó en aquel muchacho y no solo era su poder.
Aura, con lágrimas en los ojos, se había despedido de sus padres con todo el dolor de una despedida para toda la vida de aquellos que le brindaron todo su amor y comprensión a una niña que no hiso más que ensimismarse en un encargo procedente de otros mundos, que la niña no sabía si creer o no hasta que conoció a Evan. Fue en el momento en que vio al niño llorón, que se dio cuenta que lo que las palabras escritas en aquel libro gigante para ella, era verdad y que había nacido con ese propósito, y que tambien, si quería conocer a sus padres biológicos, tendría que hacer lo que dictaba a si le gustase o no.
Los jóvenes, pudieron cruzar hacia el otro lado luego de muchos intentos, en los que quedaban más que exhaustos. Cuando por fin habian logrado mantener un portal medianamente bueno, los chicos, tomaron cada quien un lado de la pequeña abertura y con sus manos jalaron hacia afuera, como quien rompe una manta. Aprovechando esto, pudieron abrir un agujero lo suficientemente grande como para que los dos cruzaran en cuestión de segundos.
Al llegar al otro lado, todo era obscuridad y silencio, no había nada y el suelo parecía pegajoso como trampa para ratas. Cuando los chicos encendieron una lampara, esta encendía, pero no alumbraba, como si el entorno no permitiera la difuminación de la luz, como que si la impidiera y al mismo tiempo la repeliera. Evan, busco a Aura a ciegas, moviendo sus brazos frente a él, como si de un ciego se tratara. Cuando por fin la encontró, sintió aquella fina piel completamente lampiña, que siempre le había parecido antinatural, y le busco la mano, pues la obscuridad era absoluta y no podía ver ni su nariz. Evan, le pregunto que, si todo ese lugar era normal, a lo que Aura respondió que sí y deberían caminar hacia donde creyeran que se encontraba la salida, como guiados por él instinto.
Fue entonces que una voz profunda y tenue se escuchó de repente, a lo lejos, como rompiendo la obscuridad. Una voz que parecía no quererlos allí vocifero:
– ¡De buen porte veo dos jóvenes, tan claros como el agua que cae del templo más alto de mis jurisdicciones! -La voz parecía estar en las cabezas de los dos jóvenes pues venia de todas direcciones-. ¡Veo vida, pero no veo lugar en estas tierras para uno, más el otro debe volver a su casa!
– ¡¿Quién o que eres?! -grito Evan, a la obscuridad sujetando fuertemente a la chica.
– ¡Son foráneos, y gritan en mi propia casa! – le respondió la voz, muy molesta, haciendo retumbar todo aquel lugar.
– ¡Muéstrame la entrada al Terrapilar, oh gran deidad! – grito Aura- ¡te traigo como ofrenda: una gota de mi sangre!
Aura, tomo la navaja de Evan y se cortó el dedo índice. La gota de sangre cayó al suelo con un pequeño flash de luz que resplandeció mostrando el fondo completamente negro. Aquella sustancia parecía petróleo crudo que engullía cadáveres de personas, que al igual que ellos, intentaron cruzar al otro lado. Todo estaba cubierto por aquella sustancia negra que mostraba, cadáveres desmembrados en su interior, esqueletos, armaduras y una que otra espada a medio sumergir, joyas, diamantes y lingotes de oro en un paisaje de riqueza manchada de negro.
Frente a ellos, se mostró la gran entrada al Terrapilar. Sus puertas completamente negras, tenía en relieves: Siete lunas distribuidas entre sus dos puertas, más al centro tenía al Terrapilar, a sus costados, un montón de bestias que parecían caballos con cuernos, todo esto muy detallado en una obra de arte única perdida entre un mundo y otro.
Detrás de la puerta, por encima, estaba el guardián que les impedía el paso. Era inmenso, como la puerta que custodiaba, tenía una máscara dorada, con tres pares de brazos y unas inmensas alas negras que salían de detrás de la amalgama de brazos. Con dos de sus manos sostenía la puerta, con su par siguiente sostenía dos inmensas espadas que reposaban la punta en la materia negra, con el ultimo par, sostenía la pesada mascara. Llevaba una armadura dorada que le cubría la totalidad de su cuerpo, a excepción de su cara, como el exoesqueleto de un insecto. Las alas eran como las de un cuervo, completamente obscuras y tenían gran envergadura. Al pie de la puerta estaba una escalera de apenas tres escalones que en ellos se encontraba en relieve, más caballos con cuernos y lo que parecían caballeros con espadas montándolos.
El destello de la sangre empezaba a menguar su luz, pero la deidad encendió unas inmensas antorchas por todo aquel lugar.
– ¡Has nacido en el Terrapilar! ¡a ti te dejare pasar, pero tu acompañante nada pinta aquí! – vocifero con aquella voz tan profunda que haría temblar al más hombre.
– ¡El viene conmigo! ¡Una gota de mi sangre es suficiente sacrificio, para la entrada de una legión de hombres! -grito Aura-. ¡Abre la entrada te lo ordeno!
Evan, tomo la navaja de las manos de Aura y se cortó la muñeca haciendo caer sangre a borbotones en aquella materia parecida al crudo.
– ¡Mi sangre como sacrificio para la entrada de mil legiones de hombres!
La deidad se retorció al ver la Azaña del joven. Saco del suelo sus inmensas espadas y las puso en el cuello del joven tan rápido que Aura solo pudo agacharse. Evan se quedó estático mientras las espadas le rozaban el cuello, deteniéndose apenas a milímetros de la piel.
– ¡¿Que eres, humano?! ¡Que no has nacido en estas tierras, pero tienes tal sangre!
Evan, sin inmutarse, se le pusieron sus ojos de color dorado intenso.
– ¡Soy el eje que da balance a la energía Etherum: soy el nacimiento de la omnipotencia! -anuncio Evan dirigiéndose a la deidad en forma soberbia -. ¡Abre esa puerta, aberración!
La inmensa Deidad, empezó a temblar al escuchar el tono de aquel individuo, y al ver el tono de aquellos ojos centellantes de un color más brillante que la luz de una estrella.
– ¡Aberración me dicen los que intentan cruzar al Terrapilar; mas todos han probado el filo de mis espadas, pero, ¡tu… tu insolente humano tu eres la peor de todas las especies que ha venido ante mí…! ¡Me dices aberración; pero de cierto te digo que la peor eres tú!
La gigante deidad, retiro lentamente las espadas del cuello del joven al mismo tiempo que los ojos de Evan volvían a su color natural. Aura, por su parte, se volvió a poner en pie, tratando de quitarse la horrible melaza del trasero.
– Creo que lo hiciste enojar -susurro Aura-. Quien sabe que habrá las puertas ahora…
-No te preocupes por eso -le respondió Evan, sin dejar de ver a la deidad-. El abrirá, su vida depende de ello.
La deidad volvió a enterrar las espadas en el fango. Muy a su pesar los tuvo que dejar vivir, pues las palabras del joven eran una verdad absoluta que solo unos pocos conocían, y que de cierta forma demostraban que aquel sujeto no bromeaba. Temblaba de solo pensar que el alma de aquel joven hubiera quedado allí y su sangre en sus hojas, muy posiblemente le sacrificarían o le obligarían a vagar sin rumbo por aquella obscuridad por toda la eternidad.
– ¡Dime tu nombre, guardián! – pregunto Evan, en tono autoritario.
– ¡Bardiel, lo es! ¡Más de nada sirve saberlo! -le contesto el guardián.
– ¡Bardiel, mi nombre es Evan y el de ella es Aura; ella es de linaje noble y yo de linaje celestial! ¡Entonces, si sabes quienes somos ¿Por qué nos niegas la entrada al Terrapilar?
La deidad se quedó atónita por el tono que tenía aquel muchacho, como alguien al que él conocía, y al que no le gustaba hacer enojar. Evan, con Aura tomada de la mano, se dirigió hacia la puerta y cuando se encontraba próximo al primer escalón de la escalera, la deidad reacciono.
– ¡Retrocede, joven! ¡Tu entrada y la de la chica está asegurada, pero aléjate para que la pueda abrir! -Dijo aquel monstruo mientras dejaba ver la envergadura total de sus alas-. ¡Los eh reconocido! ¡oh hijos del Terrapilar!
El monstruo, abrió las alas en su totalidad a la misma vez que sacaba de nueva cuenta, las espadas, las cuales introdujo con violencia entre las puertas, haciendo palanca, mientras las que las que sostenían la puerta, halaban hacia afuera para abrirlas.
Cuando las puertas estuvieron abiertas completamente, Evan y Aura sintieron una brisa muy fresca con olor a humedad, al fondo de la puerta se visualizaba un pequeño punto de luz. Los jóvenes cruzaron la puerta y cuando estuvieron dentro, la deidad el cerro inmediatamente al ver que los cadáveres empezaban a moverse.
– ¡Recuerden: el Terrapilar no es tierra de débiles! – advirtió la deidad, de detrás de la puerta.
Evan, no se había percatado que todavía sostenía, muy fuertemente, la mano de Aura la cual estaba temblando incontroladamente. El chico, se voltio para asegurarse que todo estaba bien, y al verla, ella estaba empezando a llorar.
– Ya pasamos, no te preocupes… Mientras yo esté aquí, te protegeré como tú lo has hecho conmigo hasta ahora -asevero, intentando calmarla.
-Que no se te suban los humos. No lloro por eso; lloro de felicidad por estar de nueva cuenta en casa -le respondió Aura al mismo tiempo que se zafaba de la mano de su amigo-. Cambiaste mucho en muy poco tiempo. Dime, ¿Qué has recordado?
Evan se le quedo viendo con la poca luz que les entraba de aquel túnel.
-Recordé lo suficiente como para convertirme en otra persona, alguien distinto al Evan con el que frecuentemente hablas. No lo puedo explicar con palabras, pero una cosa te digo: esto me seguirá pasando a mediada que sigamos adelante, así que, por favor, trata de comprenderme, Aura. Ni siquiera sé cuántos habremos aquí adentro…
Siguieron avanzando por aquel túnel, hasta que empezaron a notar que el suelo se volvía cada vez más fangoso.
– ¡No me digas que es esa cosa negra de antes! -le dijo Aura a Evan a medida que seguían.
El chico frunció el ceño, pensando lo desagradable que se sentía tener una placa de lodo en los zapatos, que te hacían sentir los pies más pesados. El olor húmedo y el ruido de agua se hacían notar aún más a medida que se acercaban al final. Evan iba adelante, y cuando sintió que se sumergían sus pies hasta los tobillos, no dudo en detener a su amiga
– ¡Espera! – le grito Evan a medida que se empezaba a hundir cada vez más.
La chica, rápidamente lo tomo de la mano e impulsada por una presión de aire que ella misma provoco, logro sacar a Evan de aquel lodo.
Evan, saco lampara de supervivencia que llevaba, y al encenderla, se percató de su mayor miedo: no tenían salida alguna pues un estanque de agua les impedía avanzar. Ni por los costados se podía.
– Tendremos que nadar. Serán a lo mucho, seis, siete metros – calculo, Aura.
Aquel era un nacimiento de agua tan pura como la que nunca había probado ninguno de aquellos muchachos. La cristalinidad era digna de darle sorbos tras sorbos.
– Deberíamos llevar un poco – sugirió, Aura mientras probaba aquella agua.
– Después de salir de ella – le reitero Evan.
Los muchachos se lanzaron al agua, y nadando lo cruzaron hasta llegar al otro lado. El pequeño nacimiento daba partida a un riachuelo que seguía asta cruzar todo el resto del túnel. Los muchachos siguieron avanzando hasta llegar a la salida, y deslumbrados por la intensa claridad del exterior, pudieron apreciar el cielo de aquel nuevo mundo.

Salieron de la cueva, y al ver aquel paisaje les pareció, en definitiva, que ya no estaban en la Tierra que ellos conocían. Los chicos pudieron apreciar, cuatro lunas blancas que se veían a diferentes profundidades en el cielo azul, al lado del riachuelo, estaba un árbol de no más de tres metros con una forma que, ni Evan ni Aura hubieran visto antes. Al horizonte, una inmensidad de nubes que se extendía hasta donde la vista pudiera, estas estaban abajo de donde se encontraban los muchachos, lo que las hacia parecer un océano blanco interminable.
-Algo no cuadra. Las nubes deberían estar arriba de nosotros; no abajo -recalco, Evan-. A menos que…
-A menos que estuviéramos en un punto muy, muy alto… – complemento Aura- En su defecto: la cumbre de una Montaña.
Evan se acercó al borde, en donde el riachuelo se convertía en cascada. El viento era muy fuerte y él joven se lanzó al suelo, y agarrado del borde pudo ver la realidad en la que estaban.
– Aura, me temo que no estamos en una montaña…
-Entonces…
-Esto es como si flotáramos sobre las nubes… Ven a ver si quieres, aunque no te lo recomiendo. ¡Esto es como una piedra que surfea las nubes!
Evan, se retiró del borde lo más pronto que pudo y se fue a sentar a la par de Aura, debajo de la sombra de aquel árbol.
– ¡¿De verdad es una piedra que esta sobre las nubes?!- exclamo Aura, sorprendida por la descripción de su amigo-. No tiene sentido. Deberíamos estar en alguna pradera o cerca de alguna ciudad, pero en el suelo, no en las nubes…
-Pues ve a ver y me dices si eso de abajo es una pradera, una ciudad o una gran nube; porque a mí me parece lo último – espeto, Evan.
Aura, no entendía el hecho de que muchos datos de su libro estuvieran errados en algún sentido. Desde que entraron en los terrenos del Terrapilar, nada les ha salido bien.

Los jóvenes, esperaron por alguna idea que les ayudase, pero por más que le daban vueltas, no lograban imaginar una forma de bajar de aquella piedra flotante. Evan, sugirió lanzarse una vez que supiesen que tan alto estaban, pero, aquellas nubes no se quitaban. Aura, quiso esperar a ver si la venia a recoger, pues en su libro decía que una vez entraran, inmediatamente se darían cuenta, por lo que enviarían por ellos inmediatamente.

Los jóvenes, empezaron a sentir hambre cuando la tarde empezó a caer para dejar paso a la fría y ventosa noche, haciendo que las tripas le gorgoteaban. Las pocas golosinas que Evan había traído, se las habían devorado en la mañana cuando buscaban abrir aquel maltrecho portal.
-Yo sugerí amablemente que sería prudente llevar algo más, además de frituras, nueces y cacahuates – empezó Evan-, pero no… la señorita dijo que nos recibirían como reyes y nos darían un banquete digno de tales. Incluso mama me preparo el almuerzo, pero yo le dije: “no, a donde vamos hay mucha comida”.
– ¿Ya…? -le replico la chica-
– “Hijo llévate un abrigo, solo llevas ropa como para ir a la playa” -seguía, Evan- “Pues, mama, nosotros vamos a la playa y ya no hace frio”
– ¿Ya terminaste…?
– “Pues mira que verdes son los campos del reino de la eterna primavera, que casi parecen nubes – seguía Evan, molestando a la chica quien se empezaba a cabrear – ¡Que calor hace aquí, deja me quito el…!
Cuando la paciencia de la muchacha había acabado por fin, le dejo ir una palmada en la cara, seguido de un golpe en el hombro con tal intensidad que hizo que aquel diera un brinco de dolor y tambien diera un alarido.
Aura, se levantó y miro hacia arriba de aquel árbol, el cual noto que tenía unas pequeñas bayas negras con puntos marrones que crecían muy escondidas y pegadas al tronco principal.
– Mira allí arriba, ayúdame a subir y veré si podemos comer esas bayas – dijo la chica.
Aura, se subió a los hombros de su amigo, quien todavía tenía la cara roja del palmazo y cuando hubieron bajado un puñado de aquellas bayas, Aura fue la primera en probarlas.
-…Y bien. – le pregunto su amigo, al que le empezaba chillar las tripas de forma incontrolable- ¿Saben bien?
– Como comer gusanos de goma -le respondió la chica, bajándose de un salto -. Si, digo que, no moriremos de hambre después de todo. Ten tu parte.
Aura, le entrego la mitad de aquellas bayas negrimarrones al chico, quien, al degustarlas, le supieron a pollo, y al probar la otra les supo a patatas fritas. Aura se le quedo viendo incrédula, pero cuando ella misma lo comprobó, la baya le supo al estofado que solía hacer su mama.
– ¡Las bayas adquieren el sabor de la comida que imaginemos! – se asombró Aura -. Sí, definitivamente, es lo que pasa.
Evan, tomo una e imagino caviar, pero cuando lo probo esta le supo a mierda.
– ¡Imagine que la baya sabia a caviar, pero me supo a rayos!
-Tu nunca has probado caviar, pero mierda de seguro sí. Solo funciona con algo realmente hayas comido en tu vida. Si crees que el caviar sabe a mierda, entonces a eso sabrá.

La noche era demasiado fría como para tolerarla con los pedazos de tela endeble que había traído. Los chicos se fueron al pie de la pequeña montaña, en una formación de rocas que hacía de escudo contra el inclemente viento frio. Evan, saco todas sus ropas de su maleta y se las tiro encima. mientras que Aura hacia lo mismo.
Aquel frio inclemente, seguía aumentando a medida que la noche se hacía cada vez más obscura, llegando a un punto en que se volvía insoportable pasarla.
Evan, intento dormir, pero no lo pudo conseguir por lo que se paró y se fue ver el paisaje para ver si podía acumular más cansancio y que dormir se le facilitara más adelante. Aura, por su parte, se quedó a intentar seguir durmiendo, aunque en su interior sabía que no lo lograría.
– Entre más rápido acabe esto, más rápido estaré en casa -se dijo a sí mismo, Evan-. Tengo que averiguar cómo bajar de este lugar lo antes posible.
Aura, le había prestado su libro, para que más o menos supiera el cómo estaba el asunto. Lo leyó de principio a fin en apenas dos días, memorizando y aprendiendo los hechizos, que el considero que le serian útiles en su jornada, anotando en su libreta aquellos que el considero que se le podían olvidar, además de uno que otro que no pudo dominar.
Evan, saco la libreta y vio entre sus primeras páginas, el que los podría ayudar para disipar las nubes, aunque era relativamente fácil, tambien es cierto, que no era lo suyo probar aquel tipo de magia o Ether.
-Intentar no está de más…– pensó, en lo que se ponía en posición.
Separo ambos pies, se agacho un poco, puso ambas manos delante de si, y con un suave movimiento, separo sus manos al mismo tiempo que pudo percibir como logro mover un poco aquellas nubes, pero el manto era tan grueso que fue casi imperceptible. Lo volvió a intentar una vez más, pero con mucha más determinación. Él sabía que la intención lo era todo a la hora de mover objetos a distancia, lo demás era ejecutado por aquellas fuerzas a las que este mundo llama: Etherum, de forma casi automática. A medida que la noche avanzaba tambien lo eran las nuevas lunas que se le presentaban como un reloj, cambiaban sus posiciones en el espacio, unas más rápido que otras, hasta quedar tres en frente y una en lo más alto de la bóveda.
– ¡Si mi determinación de mover las nubes no es suficiente; la de volver a casa si lo será! Evan tomo aquella posición nuevamente, y a la hora de separar sus manos, pensó en el rostro de su madre y en la calidez que este le provocaba. Cuando aquella imagen cobro vida en su cabeza, Evan noto que logro abarcar mayor superficie.

– ¡Una vez más…! – exclamo su amiga, quien había estado allí detrás desde que empezó con su rutina- Lo haremos juntos esta vez. ¿Estás listo?
Evan, voltio espantado al escuchar aquella voz tan familiar y se le quedo viendo a la despeinada chica de la que provenía.
– Mejor sigue durmiendo -le dijo el chico, mientras tomaba aquella pose nuevamente-. Yo me encargo de todo aquí.
Aura, tomo la misma pose a la par de su amigo, haciendo mímica de sus movimientos.
– Una vez más, Evan, pero esta vez piensa en algo que desees más que volver a casa – dijo la chica, completamente enfocada tambien en irse de ese lugar.
Ambos muchachos, separaron sus manos al mismo tiempo, y esta vez lograron movilizar una cantidad exorbitante de aquella nube, más aun no fue suficiente para poder visualizar nada.
– Quizá lo hacemos mal – suspiro Evan, sentándose de golpe a descansar del esfuerzo-. Al menos logre entrar en calor. No pensé que esto fuera tan debilitante.
– ¡Vamos, una vez más y nos vamos! – dijo la chica extendiendo su mano a su cansado amigo-. Si no funciona, mañana será otro día y lo volvemos a intentar. Piensa en algo que desearías para ti. Tienes que tener algo que realmente desees…
– Y te sorprendería saber lo que es, Aura -pensó.
Evan, volvió a tomar su posición junto a la chica, quien le daba ánimos para seguir, aun estando muy cansado.
– Esta vez lo haremos como cuando forzamos el portal, como que si rompiéramos una tela o como si abriéramos una puerta muy pesada -dijo Evan-. Vamos a imaginar que una línea se extiende de aquí hasta el horizonte. Esa es nuestra puerta y la debemos abrir. ¿Qué te parece?
– Perfecto. – respondió la chica-. Lo estás haciendo de maravilla, pero que no se te suba a la cabeza, ¿está bien?
Los chicos, separaron sus pies para mantener el balance, y cuando juntaron sus manos como quien mete los dedos entre una puerta; jalaron con toda su fuerza y entonces fue que las grandes masas de nubes cedieron desde donde estaban, hasta el horizonte. Se hicieron a un lado aquellas masas de gas blanquecino, dando lugar al panorama más desalentador que los muchachos pudieron haber imaginado, pero, al mismo tiempo, comprobando sus temores. Es que no podían creer la altura a la que se encontraban. Simplemente era irracional para los chicos pensar que aquella gran roca, de la que salía aquella cascada que dejaba caer sus aguas a aquella nube, se encontrar tan lejos de su lugar natural: el suelo. Los ánimos empeoraron, pues una caída a esa altura los mataría sin lugar a dudas.
-Bueno… no es que no lo supusiéramos antes – se desalentó Evan, volviendo a tomar asiento mientras contemplaba aquel paisaje-. Ni es pradera ni es ciudad, ni habrá banquete de bienvenida. Fue todo mentira…
-Esto… no es verdad. – se entristeció Aura, mostrando una cara desolada-. ¿qué fallo? ¿Qué hicimos mal? No lo entiendo…
-Relájate. Eras tu quien me daba ánimos a mí – trataba Evan de ser entusiasta -. ¿Tan rápido cambiamos de papel? Ya lo veíamos venir ¿no? Déjame ojear tu libro, a ver si encuentro algo que nos ayude.
-Solo hay uno que veo conveniente, si lo aprendemos los dos y lo coordinamos, talvez podamos bajar de aquí – se apresuró Aura a buscar su libro-, pero si fallamos… todo habrá terminado siquiera antes de comenzar…
Evan, se paró de su lugar, y sobando su barbilla vio como la masa de nubes se volvía a unir dejándolos a ciegas de nueva cuenta.
Un bosque y un rio, una pradera y unas montanas ¿cuál será el lugar más indicado para aterrizar? – pensó Evan.
Era clara las intenciones de los jóvenes de ponerse en suelo firme a cualquier costo, pues en el lugar en donde se encontraban estaban más que imposibilitados para avanzar.
El rio era quizá la mejor opción, porque amortiguaría la caída, un poco; aunque era demasiado angosto y apuntarle sería una tarea imposible pues la piedra se movía y quizá mañana ya no estarían ni remotamente cerca. La pradera daba bastante lugar de aterrizaje, aunque si fallaban, estarían muertos; lo mismo con la montaña y el bosque. Si estuvieran cerca del mar seria otra historia, y aunque Aura no sabía nadar; tendrían más oportunidades.
– Aquí esta… – dijo Aura mientras señalaba en aquella hoja de su libro, un hechizo– “Aeris Causa Satani” o este: “Aeris uim arcerent”, son los que veo que prometen más.
– No eran esos en los que estaba pensando, pero si, se ven prometedores – opinaba el chico mientras se rascaba la barbilla y señalaba en la otra hoja un hechizo-. Pero este es al que me estaba refiriendo: “Volitaire in Aere”
– ¡¿Al menos te has te has puesto a pensar en el nivel de Ether que exige el simple hecho de usar esa habilidad!? ¡¿por lo menos un minuto?! – increpaba la chica, quedándosele viendo a Evan- Es simplemente absurdo. Con mi nivel y el tuyo, apenas si planearíamos. Al menos caeríamos inconscientes antes de tocar el suelo. Los dos “Aeris” que te mostré, son instantáneos y tendríamos más posibilidades.
Aura, sabía que lo único de lo que tendrían oportunidad de hacer, antes de llegar al suelo, sería un oportuno “Aeris”. Pero Evan insistía en el “Volitaire” como uno mejor controlable y menos echado a la suerte.
– Pues si puedes con él, muéstramelo… – discutió Aura, sobre el hechizo.
Evan, no sabía ni por dónde empezar, pero sabía que de dominarlo; caerían de forma más certera en la pradera o cerca del rio, dándoles mayores posibilidades de sobrevivir.
-Una vez lo intente, porque me pareció interesante la idea de deslizarse por el aire – le expreso Evan- Termine muy cansado después de unos intentos. Aunque si tenía claro que había un truco para no gastar inconmensurables cantidades de energía. Lo intente desde el suelo que es diferente, pero desde el aire es otra muy distinta, porque se puede usar solo para planear de forma ligera, como cuando cae una hoja del árbol.
– Entonces ¿Que sugieres? soy toda oídos. ¡Oh gran, señor de los vientos! -se burló Aura de las palabras de Evan y de su extrema simplificación del Ether-. ¡Volaremos por los aires como todo un ultraligero!
-Si, pero será mañana. ¡Oh doña, sarcasmos! – ironizo Evan mientras echaba un último vistazo al libro y tomaba unos últimos apuntes-. Estoy cansado de tanto intentar abrir un mar de nubes. Aunque eh de decirte que logre calentar mucho y quiero aprovechar ese calor para conciliar el sueño antes de que me enfrié.

Evan, se acostó lo más cerca de la pared que pudo, se echó toda su ropa encima y al cerrar los ojos se durmió casi de inmediato. Aura, por su parte hizo lo mismo pero pegada a la pared contraria de modo que quedaba un trecho de un paso entre ambos. La chica, deseo haber traído ropa más gruesa y no los trapos ligeros que llevo que poco o nada tapaban de aquel frio. Cuando por fin pudo conciliar el sueño, fue por el estar dándole vueltas al asunto de la situación en la que se encontraban y del como fallaron todas sus predicciones de forma estrepitosa.
Evan, se despertó de súbito, como si algo le avisara de que algo no iba bien. Al voltearse vio como una temblorosa Aura, se ponía es posición fetal con gran fuerza para tratar de agarrar un poco de calor en una danza de espasmos descontrolados. Sin pensarlo dos veces la cubrió con toda la ropa que traía. Puso sus manos frente a su boca y soplo; casi de inmediato un aire caliente los cubrió a ambos en una especie de vórtice ligero de aire caliente, como el que aura había utilizado aquella vez para calentarlo a él. Cuando vio que la chica dejo de temblar, paro completamente el hechizo y se acostó en su lado. Evan sabía que la energía de ambos, era muy limitada y que debían economizarla lo más que pudieran, pero tambien sabían que el hecho de no comer bien, tampoco ayudaba a la situación. El chico se quedó largo rato viendo aquella estrellada noche a esperar que el sueño le invadiera, pero para ese momento ya todo su cuerpo estaba muy frio como para poder lograrlo.
El no poder mantener o usar Etherum de mayor nivel y mayor tiempo, les iba costar caro a ambos. Si querían salir de allí con las pocas reservas que le quedaban, iban a tener que ingeniárselas lo mejor posible. Aunque si bien se sentían débiles, tambien sentía que aquel lugar emitía una extraña energía que los recargaba muy lentamente, algo que sería imposible en la tierra de dónde venían, donde el Ether parecía no existir. Solo debía concentrarse en su ambiente, las piedras, el aire, el agua, todo a su alrededor contenía o emitía, pequeñas cantidades de aquella extraña energía. Solo debía tratar de conectarse con la materia para poder así, manipularla a voluntad; era algo que estaba en sus memorias y que le hacía creer que todo le era posible, algo que despertó después de aquella batalla con Aura y que le había implantado en su ser, otra personalidad perimetralmente distinta, aunque en el fondo, seguía siendo: Evan Blanc.

Cuando Evan despertó, justo antes del amanecer, pudo sentir como todas sus energías habían sido instauradas en su totalidad, como si nada hubiera pasado; cosa contraria hubiera sido en la tierra donde unos segundos usando Ether y Evan sentía como si fuese a desfallecer. Aunque el hambre era cosa obvia, no se dejaba amedrentar por esas pequeñeces. Se dirigió hacia el riachuelo para poder lavar su cara, no sin antes darle un vistazo a su amiga quien seguía envuelta en la maraña de mudadas que le había tirado, y con lo que parecía ser uno de sus bóxeres en la cara. Quizá se lo puso sin querer en aquella obscuridad, pero si Aura se llegaba a dar cuenta, aunque estuviera limpio, puede que le diera otra cachetada. Con toda la cautela del mundo, se lo quito y lo hecho en su mochila sin despertarla.
Cuando vio su rostro en la cristalina agua, no pudo dejar de pensar que el reflejo suyo, en realidad era de otra persona. Tomo de aquella agua tan pura como ninguna otra que hubiera probado, y casi de inmediato sentía como le curaba y le restauraba no solo el cuerpo, sino tambien él alma como si de una poderosa medicina se tratara.
-Definitivamente, todo aquí es muy distinto… – pensó el joven, secándose con una pequeña manta que había traído.
Subió a aquel árbol, como lo solía hacer con los arboles de la tierra, y bajo tantas bayas como pudo. Al bajar, guardo la mitad a su amiga y otra se la comió el, pensando en el estofado de cerdo que solía cocinar la mama de Aura para las fiestas Navideñas, que para Evan era lo máximo; aunque su mama no se quedaba atrás con sus famosos Troncos de carne.
Cuando el joven había terminado de comer su ración diaria de bayas, contemplo como el sol empezaba a salir, y junto a el: unas tres lunas pequeñas. Tomo una posición de yoga que había visto en la televisión y trato de conectarse con el ambiente que le rodeaba. Evan creía que el secreto de ese mundo, era el balance de la gente con su entorno para el uso de aquella extraña energía, como quien dice “fuego” e inmediatamente aparece una llama. El secreto del Ether, estaba en entender el proceso que conllevaba, ya que no solo por decir “Hielo” inmediatamente se congelan las cosas. No. Él sabía que para que hubiera fuego, las partículas deberían enloquecer, más si algo se congela es porque las partículas hacían lo contrario: se ralentizaban. Usando ese principio básico, Evan trato de visualizar todo, como una amalgama de partículas unidas por una fuerza inquebrantable, a la que le llaman Ether, y que, al entrar en contacto con el suyo propio, la fuerza más grande modificaría al otro como arcilla.
Evan, respiro profundo un par de veces e imaginando que sus brazos se volvían inmensamente grandes, tomando como referencia aquella línea imaginaria que cruzaba desde donde se encontraba hasta el horizonte, y como una puerta, se imaginó que la habría con todas sus fuerzas. Evan poco a poco se empezó a poner completamente colorado por el esfuerzo, le empezó a brotar sudor que le empapo completamente la cara y la camisa y le hacía ver su cara como si estuviera en el baño haciendo un sobreesfuerzo tremendo.
Vio como poco a poco se empezaban a abrir. Con la imagen de su pueblo, de su casa, de aquel parque, de la cara de su madre, con todo esto en su cabeza, aparto completamente la masa, de nubes dejando ver el paisaje nuevamente, todo ahora bañado de la cálida luz del amanecer.
Ya no estaban en la misma posición que ayer, se habían movido un poco. El rio estaba más cerca y la pradera mas lejos. Ahora solo estaba el bosque como una pista de aterrizaje más viable pues estaban sobre él, más a su derecha estaban unas casas que desde su altura, eran casi imperceptibles a simple vista. A su izquierda, se encontraba una pequeña colina llena de flores con basta vegetación que llamo la atención de aquel chico.
Evan, sabía que debía pensar rápido pues sus provisiones a bases de bayas ya casi se les acaban. A pesar de que no era la comida más nutritiva, si era cierto que apaciguaba el hambre con efecto placebo.
En todo aquel lugar se podía sentir como si la batería se recargara rápidamente, a pesar de no recibir los nutrientes necesarios, se sentía que se podía aguantar mucho tiempo solo alimentándose de aquella extraña energía que rodeaba y conformaba el todo.
– “Etherum…” ¿la energía que de la que está conformada la materia…? -pensó.
Las nubes poco a poco empezaron a cerrarse nuevamente dejando en Evan un sentimiento de duda acerca del mundo sobre el que pisaba.
– Como quiera que sea: era ahora nunca…

Una Aura se lavaba la cara detrás del ensimismado muchacho, tratando de arreglar su hermosa cabellera negra completamente despeinada. Vio al muchacho, quien claramente se había estado esforzando de más otra vez, mirando al horizonte al vacío que se alzaba delante.
– No intentes arreglar el mundo tu solo… – se dirigió la chica a Evan-. Gracias por lo que hiciste anoche, por cierto… fue un bonito gesto.
-Te la debía, así que ahora estamos a mano.
– ¡Ja! Para que estemos a mano, te falta mucho. – espeto Aura, mientras se sentaba a la sombra del árbol, donde encontró un papel que envolvía bayas.
– ¿Qué es esto?
– Tu desayuno…

Evan debía cubrir todas las posibilidades para tener una mayor tasa de éxito y no morir en el intento. Iba a tratar con el “Volitaire” primero, e iba a dejar a los dos “Aeris” como su plan “B” y “C”, en dado caso uno falle. Le quedaban muchos detalles sueltos, pero eso se los dejaría a la suerte. Debía ensayar un par de veces antes de siquiera intentar asomarse al borde de la piedra, por lo que pedirá la ayuda de su siempre singular, amiga.
– Evan… encontré unos bóxeres en mi cara me imagino que estaban limpios cuando los me los pusiste. ¿Cierto…? ¡¿Cierto?!
A Evan, le empezó a brotar sudor frio al ver la fría mirada de Aura que se le clavaba en la cara, con una sonrisa atemorizante. Evan, percibió que quizá le había dejado caer otros bóxeres aparte del que le logro quitar. Él sabía que todos estaban limpios, pero Aura no era de las que interesara ese echo en particular, si no, el simple hecho de despertar con unos en su cara. Eso era completamente inaudito para ella, por lo que quizá una cachetada lo arreglaría.
-No importa… Gracias de nuevo por el gesto; pero si me entero que lo hiciste a propósito te voy a dar mil cachetadas, así tardemos todo el día – advirtió Aura tomando sus bayas de desayuno imaginándose unos huevos con tocino.

Al horizonte lejano se apreciaban unas extrañas aves gigantes con extraños bultos en la espalda, eran completamente negras como la noche y se aproximaban cada vez más a la roca donde se encontraban los chicos. Aura las vio, y no pudo evitar señalarlas.
– ¡Allí! ¡¿que será eso que se aproxima?!
Evan, volteo rápidamente y al percatarse, no le gusto lo que vio.
– No lo sé, pero no me está gustando, Aura.
El chico, rápidamente se dirigió a su escondite a buscar sus cosas, y pudo notar que Aura le había doblado muy bien la ropa. Tomo la mochila de Aura tambien y se dirigió hacia donde se encontraba su amiga.
– ¡Toma! ¡Nos vamos ahora, con “Volitaire” o con “Aeris”, que la suerte elija! – dijo el joven, lanzándole la mochila.
– ¡Espera! ¡Qué tal si vienen a ayudarnos! – repuso, su amiga.
Evan, noto algo extraño, pues los bultos que se veían: eran hombres con espada.
– ¡Aura! ¡Nos vamos, no se diga más!

A gran velocidad se dirigían hacia la roca flotante que dejaba caer sus aguas sobre aquella masa inmensa de nubes que la rodeaban. Sobre pájaros de gran envergadura con plumas entre naranjas, negras y una que otra azulada, con picos tan grandes como una persona y tan puntudos como lanza, con sus patas gruesas y toscas de un color obscuro, con inmensas garras negras, pero que lo que al final llamaba más la atención de aquellas aves, eran sus ojos de color rojo prendido y su gran cresta de plumas multicolor.
Se acercaban cuatro de aquellas aves y encima de cada una llevaba a tres hombres vestidos de gabardina negra con una ligera armadura de piel, que a sus costados llevaban espadas de mitril, hachas y arcos tambien. Uno llevaba escudo y una lanza de gran tamaño. El pájaro de adelante, llevaba a dos únicas personas, una con espada y la otra, sin nada. Las aves emitían un sonido ensordecedoramente aterrador que a medida que se acercaban se hacía cada vez más insoportable.
– ¡Aura!, ¡¿qué esperas?!… ¡Vámonos! – le gritaba Evan a su amiga, quien solo se quedó viendo cómo se acercaban aquellas aves.
– ¡No! ¡Esperemos a ver sus intenciones primero…!
La chica quería estar segura de sí venían en su ayuda, para así impedir cometer una locura.
– Tú estás conmigo y yo contigo, de alguna forma u otra llegaremos a nuestro destino. Así que solo asegúrate de cuidar mis espaladas, que yo me asegurare de cuidar las tuyas, Evan.
Habiendo terminado de decir estas palabras, la primera ave aterrizo, trayendo una ventisca tan intensa que tiro a Aura a los suelos, y Evan se apresuró a ayudarle a incorporarse. El segundo, se posó encima del singular árbol, quebrándole el tronco, en el acto. El tercero, Aterrizo sobre la cumbre de la roca, por encima de la entrada a la cueva. El cuarto se quedó dando vueltas por encima de ellos, mientras que dos de los hombres se aventaron hasta caer con gran impacto sobre la piedra mientras que uno se quedó el en el aire con el ave.
Todos aquellos hombres, llevaban extrañas mascaras con caras de monstruos mal formes que infundían miedo por lo bizarras que llegaban a ser. Aura se quedó al frente, mientras que Evan le cuidaba la retaguardia, esperando a desenvainar sus espadas.
Uno de los dos hombres que estaba en el primer pájaro que aterrizo, el que no llevaba arma alguna, se bajó y camino hasta estar enfrente de la chica. Cuando levanto un poco su cabeza, ella pudo apreciar el detalle de su máscara: era blanca con detalles muy finos en relieve, tenía tambien, piedras preciosas alrededor de colores estrambóticos; era la única que parecía humanamente aceptable pues las otras le causaban asco. La chica se le quedo viendo a los ojos de aquel hombre que era, ciertamente, muy alto y delgado, y noto en ellos un color que jamás había visto en la tierra; un color rojizo completamente natural.
El hombre, tomo la mano de Aura para intentar darle un beso, pero Evan se le abalanzo para arrebatársela bruscamente, lo que hizo que los demás desenvainaran y se prepararan. El hombre les hizo un ademan para que se tranquilizaran y los hombres atendieron el llamado de inmediato.
– ¡Mi princesa, me arrodillo ante usted…! – dijo el hombre, al mismo tiempo que se postraba ante Aura-. ¡Oh Dios salve al Rey y a la Reina de Etnamos! ¡Que se les de innumerables años a su vida! ¡Oh Alexander, gobernante entre los gobernantes, que sería de nosotros sin tu vara

de hierro con la que riges tu reino! ¡Oh reina que has parido a tan hermosa princesa, con singular poder de bruja entre las brujas! ¡Ahora que le has entregado su carne virgen a los perros hambrientos, ¿quién será su salvador?!
Cuando el hombre hubo terminado aquellas frases, su máscara cayó al suelo dejando ver un rostro completamente desfigurado por quemaduras, su boca mostro una maquiavélica sonrisa que a Evan le helo la sangre. El hombre al mismo tiempo que su máscara tocaba el suelo, de sus manos surgió, casi instantáneamente, una cuchilla de metal brillante que el hombre dirigió sorpresivamente a la muchacha, con obscuros fines. Evan al verlo, siendo lo más rápido que sus músculos permitieron, halo a Aura hacia atrás de él y desenvainando, en el acto, su espada. Cuando los hombres iban a abalanzarse sobre Evan, el hombre hizo nuevamente el ademan de detenerse, todos a acepción de los tres arqueros acataron la orden. El desfigurado hombre, se incorporó, ocultando nuevamente su cuchilla.
– ¡No me malinterpreten! ¡Nunca fue mi intención herir a la princesa de Etnamos! – vocifero el hombre, volviéndose a colocar la máscara-. Aquí en Etnamos, amamos a nuestra realeza más que a nuestros propios hijos. Déjenme mostrar el recibimiento de un Etnamense.
Aura, tomo su fase de batalla, desenvainando su larga espada y cubriéndose completamente de sangre. Evan, por su parte trato de analizar la situación, pero por más que lo veía, estaban cubiertos por todos los flancos. Además de la desventaja numérica, tenían esas aves que no precisamente se veían amigables. Los hombres estaban en sus tierras, y, por ende, saben cómo se mueve todo aquí; un par de foráneos no serían gran cosa para ellos. Su líder, el de la máscara blanca, era el que quizá les diese más problemas, así que eliminándolo quizá tuviesen una oportunidad.
– ¡¿Que desean tan amables caballeros?! – se dirigió Evan a los hombres en tono irónico-. Que no ven que ha llegado su princesa, y aquí nadie más que este hombre le rinde honores…
Los demás empezaron a murmurar entre ellos:
– ¿Eso es la princesa de Etnamos…?
– ¿Una bruja roja o carmesí…?
– ¿La podemos violar primero…?
– ¡Huelo su virginidad a decas …?
– Yo pido primero…
– ¡Cállense, escorias! ¡¿Que no ven que el niño está hablando?! – ordeno el hombre, callando abruptamente a sus vasallos con un simple ademan-. ¡Veamos si entienden realmente la situación en la que están…!
Evan, sin dejar de mantener a sus espaldas a la chica, vio en aquellas personas una intención clara de no dejar viva a Aura; así que mientras él estuviera en la línea de fuego no habría problema para ella.
Si tenemos a nuestra disposición la cortina de sangre de Aura, eso quizá serviría como una buena distracción. Lo siguiente seria pasar a través de aquellas personas. – empezaba a maquinar, Evan– El punto más frágil seria la izquierda, calculando bien, hacia esa dirección se encontraría ahora mismo el valle. Lo demás, será pura suerte.
– ¿Aura, confías en mí? – le susurro Evan a la chica quien lo vio con ojos asustados.
– Quieres que los mate ¿cierto? -le respondió Aura en voz baja-. Confió en ti…
-No… Aura, no… nos matarían sin hacer gran esfuerzo. Solo quiero que estés preparada y que por ningún motivo te despegues de mí. Cuando yo te lo diga, haces tu cuerpo lo más blando que se pueda. ¿Entendiste? Confía en tu amigo…
La chica, asintió con un movimiento de cabeza, mientras se ponía en alerta en lo que Evan trataba de hacer tiempo. Los hombres, en definitiva, no venían a rescatarlos al menos no a ella.
– ¡¿Que les trae por aquí a tan amables caballeros?! – se dirigió Evan a los hombres de nueva cuenta-. ¡La princesa les perdonara la vida si solo se arrodillaren ante ella!
– ¡Evan…! – refunfuño Aura, tirándole de la camisa.
– ¡Arrodíllense, y yo personalmente pediré al Rey por sus vidas!
– ¡Evan, basta…!
Los hombres, se le quedaron viendo a través de aquellas máscaras, con ojos enrojecidos. Cuando el chico hubo terminado, todo se quedó en completo silencio, solo el silbido del viento se escuchaba. El hombre de la máscara blanca empezó a reír descontroladamente y a contorsionarse, mientras se agarraba la máscara, inmediatamente aquella escena se volvió un mar de carcajadas.
– ¡El Rey de Etnamos nos perdonara la vida muchachos! ¡Alégrense mis camaradas! – grito el tipo de la máscara blanca, quien se voltio para dirigirse a su sequito de hombres-. ¡esto es de celebrarlo con aguapura!
Evan, le dirigió una mirada, y la chica inmediatamente guardo su espada y retrajo toda la sangre que le caía por todo el cuerpo. El muchacho se tensó todo lo pudo.
– ¡Que están esperando, escoria! ¡Traigan al bocón y maten a esa bruja! -les ordeno el de la máscara blanca.

– ¡Aura, ahora…!

Evan, con todos y cada uno de los músculos de sus piernas, completamente tensados hasta sentirse dolorosos, con un movimiento rápido, rodeo la delgada cintura de Aura, mientras que con un impulso ejercido sobre la tierra y ayudado con fuerza del viento, como una explosión supersónica, en un milisegundo alcanzaron una velocidad extrema logrando abrirse camino por el costado izquierdo. Con el filo de Clarissa, Evan, logro cortar a la mitad a uno de los hombres, dejando la cascada de sangre mientras Evan y Aura abandonaban la roca bajo la mirada atónita de aquellos hombres que no dudaron ni un segundo en intentar abalanzarse sobre ellos, siendo ya muy tarde.
Aura iba agarrada muy fuertemente de la cintura de Evan, tratando de ocultar su rostro, apoyándolo sobre la espalda del joven quien veía como se acercaban al suelo a una velocidad estratosférica.
– ¡Por nada del mundo te sueltes de mí! ¡Oíste! – le alcanzo a gritar a la chica quien seguía agarrada como un koala del árbol.
– ¡¿Que?! – alcanzo a gritar, Aura.
Los hombres, al ver su gravísimo error, se montaron en sus aves para intentar perseguir a los muchachos y se lanzaron a por ellos.
El paisaje le parecía malo pues solo veía valles desolados con apenas naturaleza donde ocultarse. Por un momento deseo estar más cerca de los bosques, que ahora, se veían lejanos en el horizonte.
Debo hacerlo… piensa en las partículas de aire como partículas de agua, piensa que eres más ligero que el aire, piensa que repeles el aire… -¡¡Volitaire in Aere!!
Inmediatamente las palabras activaron el universo, y los chicos empezaron a caer mucho más despacio casi de forma instantánea. Evan dirigió todas sus fuerzas hacia adelante, ayudado por la energía que le proporcionaba, Aura, lograron hacerse más ligeros que el aire, en otras palabras, planeaban. Evan, estiro los brazos como un avión y no pudo dejar de soltar un grito de victoria seguido de una lágrima de felicidad. Aunque le duro poco pues una oleada de flechas casi les impacta. Cuando voltearon, tenían a la parpada de aves de rapiña detrás suyo.
Evan noto que el hechizo les consumía demasiada energía a ambos y opto por su última carta en aquellos momentos de desesperación.
– ¡Aura, dame lo último que te queda de Ether, cuando yo lo pida…!
La chica lo abrazo lo más fuerte que pudo, y cuando Evan sintió que aura poco a poco se soltaba, la garro fuertemente. Él, supo entonces que le había entregado todo y cada porción de su energía.
Fijo todas sus esperanzas en un último impulso bestial, y como un avión supersónico, provoco tres explosiones que hicieron que Evan y Aura aceleraran a una velocidad hipersónica que superaba con creces a la de hace ratos. Evan, con la mirada puesta en los bosques, vio como rápidamente se acerca a la copa de aquellos.
Cuando observo, con la mirada borrosa, un lugar lo suficientemente bueno para aterrizar, desacelero, creando una bolsa de aire lo suficientemente poderosa como para que desaceleraran, haciendo que se precipitaran al fangoso suelo. Evan, con las ultimas fuerzas que le quedaban, se aferró a Aura, sirviéndole como colchón en todo el aterrizaje. El chico sentía como cada piedra, cada rama, cada metro de aquel suelo le lastimaba la espalda, lacerándola. El dolor se volvía cada vez más fuerte como si lo azotaran con miles de látigos al mismo tiempo, pero en ningún momento soltó a la chica quien tambien se llevaba su parte de daños, pero solo mayormente en las piernas.

Cuando se hubieron detenido, quedaron a las veredas del rio que habían visto desde aquella gran roca. Evan quedo inconsciente, con la cabeza media sumergida en la tierra mojada de aquel rio, mientras Aura se encontraba a solo unos metros de él, cerca de unos arbustos de bayas completamente inconsciente.

Los hombres, guiados por el de la máscara blanca, monitoreaban la zona, pero los jóvenes se les habían perdido completamente.
– ¿Viste eso…?
– Si… ¿Como es posible que ese niño pueda hacer algo semejante?
– No nos dijeron que tratábamos con un mago de alto calibre…
– No lo entiendo. ¿Cómo se convierte un Almacea en un proyectil de esa forma?
– Definitivamente lo eh visto todo…
-!!Cállense!! -Les grito el de la máscara blanca, mientras aterrizaban cerca de la entrada a los bosques.
– Bermoth, maldito. No, me contaste que tratábamos con esa clase de gente… lo de la bruja carmesí ya era de por si demasiado, ¿y ahora me sales con lo del hechicero de alto nivel? Debí de haberte cobrado siete veces más… –Maquinaba el de la máscara blanca- Por algo te viste muy alegre por la miseria que te estábamos cobrando, maldita basura…
– Señor, ¿qué hacemos? -interrumpió uno de los hombres.
El de la máscara blanca cerro su puño con gran fuerza y frustración.
– Que Allucardo contacte con Bermoth, que renegocie el precio a diez veces. Que los hombres se preparen para arrasar el bosque y todo lo que interponga. Lleven todas las protecciones que tengamos, agua ultra bendita, farufanes, todo el armamento pesado. ¡Nos vamos de cacería señores! todo lo que se mueva se muere a excepción del muchacho, ese es “cristalidas” pura… Nadie se ríe de nosotros, nos mata un compañero y espera vivir mucho tiempo…

Capítulo 4: Sagastiel.

En un hermoso salón octagonal que tenía un brillante piso de terracristal blanco y ocho inmensos pilares en cada uno de sus lados, con unas cortinas rojas que caían de cada una de los pilares. Se encontraban dos inmensas figuras frente a una mesa circular que mostraba un mapa milimétricamente exacto de cada fragmento de tierra del Terrapilar habitado por los seres que contenían almas. Al fondo, detrás de cada uno de las inmensas figuras, se encontraban dos cuadros que mostraban las escenas de feroces batallas con seres alados de diferentes formas y tamaños, con armaduras blancas y lanzas, en las imágenes tambien se veía como devoraban personas con sus bocas escalofriantes de dientes aserrados. Al centro y al fondo, estaban una serie de tres estatuas femeninas cubiertas por un manto, de las cuales, una tenía una espada, la otra un arco y la del medio; una balanza. Arriba de las estatuas, una cortina de color rojo con runas inentendibles de color negro. En el techo, gravado en relieve, las siete lunas girando alrededor del Terrapilar. En el contexto de la escena se encontraban aves de fuego, dragones, caballeros, ojos entre otras figuras bizarras de aterrados aspectos. En cada una de las lunas, ponía un nombre; en la primera: “Alphareos”; en la segunda: “Hexinos”; en la tercera: “Metakaelos”; en la cuarta: “Bipolaris”; en la quinta: “Exis”; en la sexta: “Tetrakaelos”; y en la última: “Paradisso”.

Los seres humanoides, estaban frente a aquella inmensa mesa cuadrada con aquel mapa que mostraba puntos de luz en cada extensión, siendo el área más iluminada: Etnamos. Uno de aquellos seres, cargaba una gruesa máscara completamente lisa de color dorado que parecía estar atornillada en su cara a lo largo de la mandíbula, su cabello rubio entre blanco le caía por debajo de los hombros. Esta tenía un porte muy marcado por los músculos como si los tuviera calcinados a su piel. La otra tenía una máscara atornillada tambien, pero esta dejaba libre un ojo con un iris de color verde muy claro, para poder ver, su cabello completamente negro y liso le caía hasta los pies; a diferencia del de máscara dorada, este no tenía tanta masa muscular, casi como la contextura normal de un hombre. Ambos llevaban su parte superior descubierta, pero en su parte inferior llevaban una especie de faldón de piel marrón que les llegaba hasta las rodillas, dejando al descubierto unas botas articuladas de metal blanco.

El de la máscara dorada tomo asiento mientras el del ojo, se posaba frente al mapa. Con un largo dedo se dispuso a señalar un área de tierra que parecía estar en el país de Exaparamos, e inmediatamente el área señalada empezó a brillar de un color rojo intenso. El ser deslizo su dedo hacia otro punto más cercano a Vilamikone, haciendo que se marcara tambien.
Aquel ser que se había sentado, y con los cinco dedos de su mano derecha, marco un área inmensamente más grande que abarcaba a todo Etnamos.
– El área por donde comenzaríamos seria allí – dijo el de la máscara dorada, con una voz que retumbo en toda aquella habitación.
-No. Te dijeron que Etnamos no… – replico el del ojo- primero los demás y luego Etnamos, Vardiel.
– ¡No entiendo el porqué de esa decisión tan absurda, si solo es un Almacea común! – rabio, Vardiel-. ¿No sería más licito empezar por la zona más problemática, Sagastiel? Es decir, no habría problemas en enviar a unas legiones a que calienten el área…
– ¿No escuchaste a tu amo?: “No será Etnamos” – le respondió de forma tajante, Sagastiel.
Vardiel, azoto su puño con gran fuerza sobre la mesa, provocando una onda que sacudió los pilares y las estatuas al fondo.
– ¡Solo era un Almacea! ¡No lo entiendo! ¿Por qué tenemos que respetarlo? – replico Vardiel.
– Tengo mis dudas acerca de ello tambien, pero… son las órdenes de tu señor. – le dijo, Sagastiel al mismo tiempo que se sentaba- ¿O te revelas ante tu amo?
Las dudas invadían a Vardiel, tanto que quería ir a verlo con sus propios ojos que la máscara tapaba en su totalidad. Se paro de su silla y cuando iba a llamar a su armadura, un Sagastiel con tono serio se lo impidió.
-No. No puedes… – llamo su atención Sagastiel a Vardiel.
– ¡¿Te me opones?! – empezaba Vardiel a perder los estribos.
– No seré yo el que lo haga…
Vardiel tomo la mesa y la lanzo a las estatuas con fuerza descomunal destruyéndolas en el acto en una nube de polvo y escombros que se esparcían hacia todos lados. Sagastiel, materializo una espada muy larga que termino por cortar dos de los pilares que se encontraban detrás de Vardiel quien a buen tiempo se agacho perdiendo en el acto, un par de cabellos.
– ¡No puedes hacer lo que quieras, Vardiel! – puntualizo Sagastiel, al mismo tiempo que volvía a desmaterializar su espada-. ¡Tenemos lineamientos que nos rigen!
Vardiel, en un flash de luz, llamo parcialmente su armadura de las manos y el pecho, y cuando se disponía a traer el resto, un orbe de metal cruzo el techo hasta quedar al nivel de aquellos seres.
– ¡Hay una sala especial para desplantes…! – vocifero una voz ronca, resonando del orbe de metal.
Vardiel y Sagastiel cayeron sobre su rodilla en señal de respeto hacia el objeto que se alzaba ante ellos.
– ¡¿Que debatían los guardianes esta vez, que no dejan descansar?!
– Mi señor, disculpad el escándalo, pero se acerca la hora de la recolección y queríamos tener todo listo. – expreso Sagastiel con la cabeza agachada, al orbe.
– Mi señor, ha sido mi culpa y de mi mal carácter, pero es que no hemos comido desde hace diez tiempos – revelo Vardiel.
– ¡Una vez que me sea entregado el octavo eje, el hambre y todas las necesidades mundanas de aquellos que están aquí, se terminara! – le explicaba el orbe con aquella vos profunda que hacía vibrar las paredes-. ¡Antes de esta recolección, me será licito deciros que ha llegado la semilla del jardín del Edén al Terrapilar! ¡Estáis ante la puerta al paraíso! ¡Una comida mundana más y el hambre habrá desaparecido de sus deseos! ¡Mandad a traer la octava alma!
Aquel orbe, se desmaterializo en miles de partículas, dejando a aquellos dos seres con una tarea descomunal que implicaba los preparativos finales para la entrada a su paraíso prometido.
– Así que ya estamos en el final… – suspiro, Sagastiel.

En los inmensos campos de batalla de Hexinos, sobre la soberana nación de Danatea, los últimos vestigios de las Almaceas: 17,000 legiones de soldados de todas partes de Hexinos marchaban hacia la batalla final de la que no había retorno para ninguno. Unos iban contentos otros llorando, algunos con un nudo en la garganta. Proteger a la nueva reina era el deber de todos y cada uno de aquellos hombres que marchaban hacia el final del todo, para ellos. Diecisiete generales al frente de mil legiones cada uno. Cada general fue proclamado Rey en algún momento, pero hoy solo eran un peón más al servicio de la Reina mundial: Lilianne Odandelos, de apenas 10 años de edad, quien se alzaba sobre el monte Merialucas, custodiada por el ultimo batallón de brujas y hechiceros de más alto calibre de ese mundo. Del lado contrario de las legiones que representaban a la Almanidad, 5,000 legiones de voraces Lunarios de armadura blanca con sed incontrolable de devorar sus carnes y sus almas.

Lilianne, se encontraba con su padre: el comandante Einar, quien debía proteger a como diera lugar a la niña, quien se encontraba con los últimos preparativos para el ritual de unción, en la que se le tatuarían runas exaethericas en todo su cuerpo para sellar su alma en caso de que todo saliera mal.
Einar, por su parte, dirigía la guerra mediante su tablero en el que se mostraba todo el campo de batalla, con luces de color azul representando a los batallones de Hexinos, mientras que con puntos rojo se mostraba a los Lunarios invasores. En un borde, mostraba las cantidades exactas de almas en el campo de batalla, tanto de caballeros como de Lunarios. Al lado de Einar se encontraban otros dos ancianos estrategas de las más grandes batallas de Hexinos, asesorando a Einar.
A las afueras del palacio del monte Merialucas, se encontraban defendiendo con Solare de alto nivel, las brujas más experimentadas de la historia, cuyas edades iban de entre los doce hasta los ciento doce años de edad, todas capaces de enfrentar hordas de caballeros. Adentro en el primer nivel, estaban trece magos arcanos con sabiduría en todos y cada uno de los hechizos de cada uno de sus países natales. En los niveles intermedios, se encontraba un el Rey de Experian: Magnasea Aristóteles, quien estaba en una silla de ruedas y custodiaba la penúltima sala, su experiencia en combate a extremadamente largas distancias lo convertían en el veterano de guerra más temible de todas las naciones.

En la sala de control, se estaba terminando el ultimo sello de la cabeza de la niña. Lilianne estaba al centro de una pequeña fuente completamente desnuda, mientras un sequito de hechiceras, gravaban a distancia los últimos detalles.
– ¿Por qué devoran nuestras carnes…? – pregunto, Lilianne-. ¿Por qué nos azotan de esta forma? ¡¿Que le hemos hecho?!
Una de las mujeres que tallaba con Ether su piel, le indico que callara pues incomodaba a las demás. Una de aquella rompió en llanto y tuvo que salir de esa habitación.
– Yo solo quiero plantar bosques en los desiertos como lo hacía mama… ¡¿Por qué nos truncan los sueños?! ¡¿Por qué así…?! –pensó, la niña.

Mientras, en los campos, los Lunarios empezaban a moverse de forma lenta. Las legiones hacían retumbar el suelo con sus pesadas armaduras blancas. En la cara tenían una protección que dejaba a la vista la boca reptiliana de boca aserrada. Sus escamas eran de color gris mientras que sus cabellos de color dorado. El par de alas seudo emplumadas, estaban siempre retraídas sobre toda su espalda, pero cuando estos las habría, su envergadura era tres veces la altura de las bestias. Habían de tamaños variados, yendo desde los que median las seis cuartas, hasta los que median las treinta. Sus espadas tenían formas variadas tambien, yendo desde las que tenían cierras hasta los que parecían más un martillo o una guadaña. Todos formados y preparados para el banquete que les habian preparado…

Aristóteles, tenía como único guardián a su sirvienta, Madeline, de la misma edad que él y que le había servido desde que tenía memoria. Tras de sí, guardaba una inmensa cantidad de bala de canon hechas de un metal más pesado que el iridio. Delante del envejecido Rey, había una cortina de metal muy grande con un dispositivo de Solare que la habría.
– Cuando la cortina se habrá, estaremos a solo minutos del fin -anuncio, aquel hombre.
– Lo se… -replico, la delgada mujer.
– Espero reencarnar en otras tierras y volver a encontrarme contigo, Madeline…
Aristóteles, quería decir todo y cuando sentía en su pecho, pero él sabía que con ella no tenía que fingir pues ya sabía de antemano lo que estaba pensando, antes siquiera de pensarlo. Un silencio invadió aquella habitación en penumbras, dejando a aquellos dos como un par de sombras en la obscuridad.

Un puñado de niñas correteaba por todo derredor, “jugando al tú la traes” mientras las mayores debatían el tipo de defensa que sería más efectivo. Ula, las más veterana de aquellas brujas, sugirió una defensa que sea un ataque tambien, pero una de las jóvenes sugirió usar defensa absoluta.
– Si me dejan opinar. Creo que, combinación Diamante y Destaririlo serian lo más efectivo.
– Destaririlo y Rocas de Ahuada…
– Metal de Testaroca, capas tras capas de Testaroca…
– ¡Caramelo – grito una de las niñas!
– ¡Si, caramelo y electro dulce – dijo otra de las niñas!
– ¡Basta! – ordeno Magdalena, la bruja de acero- Vamos a hacerlo todo a la vez. Siempre y cuando abarque del pie de la montaña, hasta la punta del templo.
– !!Si!! -Gritaron todas al unísono.

Trece arcanos mayores sentados en una mesa de Mitril, debatían el cómo harían para defender a la última gran Reina. Los hombres ya estaban bastante mayores, pero aun guardaban en ellos, aquel destello de los jóvenes vigorosos que se enfrentan en batalla por primera vez.
-Como ya no importa si vemos el amanecer del próximo día, propongo tomarnos todo el aguapura para entrar en calor lo más rápido que se pueda.
-Yo, estoy completamente de acuerdo con el…
-Y yo tambien…
-Yo quiero agregar que tambien debemos acabarnos el vino en flor…
-Si, y el aguamiel…
Los ancianos, habían ya debatido que la mejor forma de frenar a un caballero lunario sería una serie de ataques consecutivos de agua y rayos hasta dejarlos completamente sin defensas, entonces deberán usar todo lo que tuvieran, para intentar desintegrarlos a un nivel del que les sea imposibles volver a regenerarse. Por su parte todos estuvieron de acuerdo y siguieron al tanto del avance de aquellas bestias aladas mediante el tablero que tenían al centro de la mesa, idéntico al que tenían en la sala superior.

Ya en la sala de control de la última planta, los más vitoreados estrategas de la historia de aquel mundo se habian reunido por las órdenes del consejo superior de reyes, para que ellos controlaran la última guerra.
– De nosotros depende el que mañana tengamos otro día para vivir, por lo que hay que hacerlo bien una última vez, señores… – les dijo Gardas a sus compañeros de estrategia.
– Propongo que nos centremos en la estrategia de nuestros antecesores que combatieron lunarios en aquellos tiempos. – les sugirió, Dandees –
-Si, pero en aquellos tiempos solo eran apenas una punada que no sobrepasaban los cien sujetos, para lo que se necesitaron más de diez mil hombres para diezmarlos. Incluso si tuviéramos el doble de tropas, seguiríamos en severa desventaja – expuso Einar-. A lo que voy es: estamos ante la mayor amenaza de Lunarios de toda la historia y estamos expuestos por donde lo veamos.
– Entonces usemos el poco conocimiento que tenemos para hacer que los números nos favorezcan – agrego, Dandees.
– Lo que sabemos es que son especialmente vulnerables ante el rayo, que son extremadamente resistentes y que regeneran a gran velocidad – añadió, Gardas.
– Pues pongamos a todo el que pueda usar Solaris de rayo al frente, los rompe escudos a la par y los caballeros detrás. Tenemos doce dragones: ocho escupen solo fuego y los demás; rayo. Los reyes van a la vanguardia y se estarán moviendo por el campo a mediada que avancemos o retrocedamos. Las brujas harán de defensa y ataque, y estarán pendiente de los heridos. Por último, tenemos al fénix, quien estará repartiendo fuego en los aires – les explicaba Einar, señalando los puntos en el mapa-. En caso de que todo falle, sellaremos a la reina y será un empate seguro… Otro milenio para replantear las cosas. ¿Qué piensan?
-Tenemos artillería aérea, debemos darle uso a cada soldado que pueda cargar una espada tambien – repuso, Gardas-. El lunario es especialmente vulnerable cuando vuela, por lo que hay que estar preparado para cuando alcen el vuelo, los magos deberán traer lluvias de truenos y rayos para los que decidan volar.
– Hay que decirle a Aristóteles que prepare su artillería antiaérea. Cuando vea puntos blancos, que los vuele en pedazos. Si para algo es bueno ese vejete es para matar pajarracos -añadía Dandees-. Tenemos las bombas, minando todo el derredor del monte si algo atraviesa caminando, perderá mucho más que una pierna.
-Nunca habíamos combatido con enemigos tan implacables. Incluso los reyes están temblando… – se inquietó, Einar-
-Si, puede que sea lo último que hagamos, pero… ¡qué demonios! ¡tuvimos buena vida! Esto será un infierno de principio a fin, y hay que ir riéndonos… – dijo Gardas.

Gardas, les sirvió a aquellos hombres una copa de Aguapura en sus cuencos de madera, se rasco las barbas y vio por la ventana como la tormenta se empezaba a formar. En aquel ambiente se respiraba la sangre como si estuvieran rodeados por aquella sustancia. Einar se quedó pensativo al mismo tiempo que veía con mirada perdida su cuenco casi vacío, cuando una voz que lo perseguía a donde el estuviera hacia acto de presencia una vez más para quitarle lo poco de lo que le quedaba de tranquilidad.
– No será beneficioso el dar como ofrenda a tantas almas que no son, si no, un postre en mis banquetes –vocifero, aquella voz-. De que me sirve comer tanta comida chatarra si no tengo el plato principal a mi merced. Un ciclo que seguirá y seguirá hasta que alguien se canse, mejor poner punto final y dejar entrar a todos al descanso eterno, a la espera del verdadero paraíso. Te daré vida y poder en inconmensurables cantidades. Te daré lo que pidas. Dame entonces lo que yo te pida a ti; tu hija. Serás un rey en mis palacios y vivirás hasta el fin del tiempo, además de ser el primero en entrar al Edén. Solo entrégamela y todo habrá terminado antes siquiera de haber comenzado.

En los campos, los guerreros con la moral alta por entregar su vida, esperan por la orden de marchar hacia el monte Xeon donde se encontraban aterrizando los lunarios en unos haces de luz extremadamente intensos, como meteoritos que se aproxima a gran velocidad. Los reyes, mediante la comunicación mentoverbal, se ponían de acuerdo si sería licito empezar el ataque.

El desierto era basto en su planada, con una cordillera pronunciada al frente, justo antes de llegar al monte Xeon. El clima empezaba a sentirse cada vez más fresco una vez que caía la tarde en aquel desolado lugar carente de mayor vida que la que se acababa de formar sobre ella. Los tambores de guerra se mantenían a un ritmo inconstante y despacio, a la espera de la señal de partida. A medida que avanzaba aquella tarde, las tropas eran formadas a disposición de los generales, como una danza masiva de personas.
El Rey Mikel, formaba a sus hombres de tal manera de que puedan hacer frente a la amenaza, poniendo a los magos al frente y a los caballeros sagrados justo detrás con apoyo de los lanzallamas. Mientras, por el otro lado, el Rey Valdelord, se ponía a sí mismo a la vanguardia montado en su Megalon acornado, con su lanza del trueno lista para servir de pararrayos. El comandante Eldermen, junto a su comandante se rascaban las barbillas, viendo el orden más justo de acuerdo a la información que había recibido del control general. Por la otra parte, las reinas en general, estaban en medio de todos, como contramedida a las bajas que puedan suceder, ellas darán impulso a la segunda oleada y serán las comandantes supremas en dado caso los reyes caigan.
El domador de dragones, sir Avertulio, daba las instrucciones a sus niños antes de entrar a la batalla. Unas inmensas moles de piel escamosa y gruesa armaduras exoesqueleticas, con aquel cuello largo característico, con aquellos cuernos que se alzan imponentes al cielo. Tenían las alas y colas emplumadas como las de las aves, de un color que variaba en la gama de los grises a los azules pálidos con ciertas pintas negras con un aceite olor canela que los impregnaba, que servía como impermeabilizante y antillamas. Las ocho bestias, formadas en derredor, mirando con sus ojos completamente negros esperaban a su amo.
– ¡Escuchad mis ordenes finales, mis grandes amigos! – vocifero, Avertulio- ¡Todo lo que no sea Almacea debe ser calcinado hasta los huesos! ¡La batalla aguarda en los suelos y los cielos! ¡Después de que todo esto termine, serán libres de elegir su camino…! ¡Ah, y gracias por todo…!
Avertulio, se subió encima del dragón dominante a la espera de la orden de salida. Las bestias impacientes se prepararon encima de las cordilleras adyacentes, ocultas por la tupida naturaleza.

Marina, la bruja del rayo, se quedó en la torre del castillo abandonado, que estaba cerca del monte Xeon, esperando la orden del control general para dar el primer paso. Le acompañaba el fénix de Ferroxnita. Ellos servirían como la señal principal de salida, solo tenían que marcar el cielo con fuego, para que las tropas supieran que tenían que empezar marchar. Al mismo tiempo, querían probar la eficacia del fuego masivo en los Lunarios.
– Sera la primera vez que monte a un fénix, y se… que será la primera y última vez que te dejes montar, – le dijo, Marina al fénix-, pero tambien sé que lo haces por nuestra tierra. Incluso la naturaleza está con nosotros. Mira como el viento se mueve a nuestro favor. Todo lo que tiene vida sabe, que puede perecer si nosotros fallamos.
– En parte es eso. En parte es mi conciencia la que no duerme. Si me quedo sin hacer nada sería peor que si me quedara a verlos fallar. Por lo que, si hemos de lamentar algo, que sea el no ver las hermosas flores florecer, otra vez – le contesto el fénix, avivando sus flamas.

Dejaron de llegar los destellos brillantes del cielo y los Lunarios se habían formado al pie del Xeon a la espera de que se les diera señal de partida, todos ellos con hambre voraz de carne viva. Su platillo favorito aguardaba al cruzar la cordillera y ya la ansiedad se hacía cada vez más evidente. En su extraña lengua se decían cosas los unos a los otros y los demás enloquecían sonando las espadas contra los escudos. Aquellos dientes parecidos a los del tiburón blanco, se rechinaban de la emoción de probar el sabor de la sangre, y el probar aquellas almas de distintivo poder era una verdadera delicia para ellos. Su capitán, con la armadura blanca con detalles en dorado, su escudo y su espada cromados, esperaba por la señal de exterminio que debía llegar en los próximos minutos en una cuenta regresiva que se tornaba eterna.
Terminar de menguar sus fuerzas era su principal misión. Sí lograban llegar a la reina, seria incluso mejor pues ya todo estaría acabado incluso antes de comenzar, lo demás seria pan comido. Hexinos no aguantaría más de una semana, máximo dos, para que toda la vida se extinguiera en su totalidad, así que la reina sería una mejor opción, aunque los demás esperaban con ansia aquel día por lo que cortarles el royo no sería oportuno. Su capitán iba dejar que una pequeña porción se fuera por la reina mientras que a los demás los dejaría comer a gusto.
– ¡Los que irán a la vanguardia, pasen al frente…! – les ordeno el capitán, en su extraña lengua- ¡Ustedes comerán primero!
Un grupo de no más de veinte flacuchos lunarios, pasaron al frente con las alas completamente extendidas. Fuertes no parecían, pero agiles si, aunque un tanto más pequeños que los demás. No cargaban escudos, solo puntiagudas lanzas del doble de su tamaño.
– ¡Segundo grupo de avanzada: los rompe defensas!
Ahora un grupo de más de un millón de aquellos monstruos retumbo a su paso al frente. Todos tenían porte de marcados músculos, no tan grandes como lo primeros en altura, pero lo compensaban con su complexión. Cargaban todos pesados escudos de grueso metal, no más grande que ellos en altura, con pequeñas espadas.
Retumbaron la espada contra los escudos produciendo un escabroso sonido metálico que resonó en todas aquellas montañas. Sus bocas achatadas se relamían de la emoción al mismo que gritaban con decoro.
– ¡Caballeros, alzad sus espadas y pasad al frente!
Un grupo masivo de aproximadamente diez millones de monstruos aberrantes, se formaron detrás de los rompe defensas, alzando sus bestiales espadas, que iban desde las normales hasta las realmente grandes. Hojas de todo tipo, totalmente cromadas, se alzaron por sobre los pequeños escudos circulares. Todos especímenes de buen porte, ninguno bajaba de las veinte cuartas de altura, con las melenas cortas y cascos que cubrían toda su escamosa cara.
– ¡Valquirias, a formación!
Un grupo de mujeres blancas de cabello rubio, se levantaron, y su número sobrepasaba los cinco millones. Todas con armaduras que cubrían toda su piel a excepción de su boca, la cual era como la de una mujer común pero que, al sonreír, se podían llegar a notar los dientes finos, aunque al acercarse, se le llegaban a notar las escamas de los alrededores de la boca, completamente emblanquecidas. Sus alas eran las más hermosas de todas, como las de un ángel. Sus armas eran arcos, de un tamaño un tanto superior a su altura, quince cuartas, con flechas doradas con cristal en la punta y plumas amarillas. Su porte parecía el más sencillo y tranquilo, pero en los campos era todo lo contrario.
– ¡Primerizos, a sus lugares!
Y el grupo conformados por los que entraban por primera vez en combate se formó a la retaguardia, y su número sobrepasaba los diez millones. Sus aspectos eran los más refinados de todos los soldados toscos de aspecto reptiliana del frente. Estos llevaban armaduras parecidas a exoesqueletos, muy pegadas al cuerpo, con aspecto casi al del hombre común, de una altura que sobrepasaba las diez cuartas de altura. Sus alas no se retraían de la misma forma que la de los del frente, sino más bien como las de los pájaros. Asimilándose a los ángeles. Con cascos que tenían cuernos de cabras, que no dejaban puntos libres a excepción de los ojos, que en su mayoría eran de color azulado, verdoso o hasta de tonalidad purpura.
Todos formados, empezaron a alzar la voz en una amalgama de gritos guturales, chillidos y voces que asemejaban a las del mismo demonio. Estaban listos para el banquete que les habian preparado, de allí en adelante, solo les quedaba comer hasta reventar. Ellos no sabían hasta cuándo podrían volver a probar bocado alguno…
El dormir durante largos periodos de tiempo, no hacía sino aumentar su voraz hambre. Aquella dulce sensación de la sangre escurriendo de sus bocas, aquel sabor de la carne, el de su alma siendo devorada, hacía que se impacientaran cada vez más. Lo único que los detenía de romper las filas, era el miedo a que los castigasen dejándolos sin cenar.

Unas nubes completamente negras se empezaron a formar por encima del Xeon, seguido de unos relámpagos incesantes. La poca luz que les quedaba de aquella tarde fue completamente menguada por aquella gruesa capa de nubes que traía consigo unas endebles gotas de agua, parecida a la neblina, dejándolos casi completamente a siegas.
Al otro lado del campo, magos de todos los rangos se formaban para traer la tormenta más grande que se hubiera formado, cubriendo casi en su totalidad el país entero. Los magos evocaban una amalgama de conjuros de lluvia eléctrica, para intentar tener todo listo para la señal de partida.
-Se avecina la tormenta, los Lunarios han tomado sus puestos. – maquinaba, Einar-. Me sorprende que tengan la mínima noción de disciplina. Los ataques que habían perpetuado antes, eran completamente desorganizados y carentes de sentido más que el de devorar todo y cuanto se les pusiera enfrente. Quizá sea por la presencia de su señor. En todo caso, nunca imagine que hubiera tantos. Ni trayendo a todos los niños y mujeres que estuvieran en pleno sentido de usar una espada, ni aun así tendríamos la ventaja que necesitamos. Lo único que nos queda es la fe…
Einar tomo un trago de agua pura, para calmar un poco los nervios.
No. Ni siquiera con los números a tu favor tendrías la más mínima oportunidad de siquiera recibir el primer embate – le empezaba a hablar la misma voz en su cabeza- ¿Por qué solo contigo me comunico? Simple. A mi parecer, serias la persona más sensata para entender lo que trato de explicar. Me das lo que quiero, y a cambio recibes tu salvación…

– ¿Que tengo yo de especial? ¿Qué puedo yo hacer si ya los todos los demás ya decidieron su destino…?
– Es por eso mismo. Tu no has decidido tu destino. Quieres vivir para ver crecer a tu hija, créeme yo tambien lo querría… La única persona que no ha decidido su destino en una guerra que se puede evitar, ese eres tú. Por eso solo contigo me puedo comunicar.
– ¿Qué quieres realmente, entonces…?
– Simple… Dámela y te aseguro que te daré lo que me pidas. Hoy mismo estarás en mis palacios, portando fina seda y corona de oro… El precio es justo, para justa petición…

El ejercito Lunario, empezó a marchar con paso constante, con rumbo hacia el Merialucas. El grupo de avanzada alzo el vuelo a estrepitosa velocidad, hasta sobrepasar las espesas nubes negras. Las demás legiones debían ir a vuelo mediano hasta sobrepasar la cordillera. Al estar en lo alto, se podría ver con un poco más de claridad la cena que este mundo los preparo. Hombres, mujeres, niños, todo sabía bien para las bestias aladas.

El fénix recibió la orden, y en cuanto la bruja estuvo montada sobre él, alzo el vuelo desde la torre cual bala de cañón. Retumbo la explosión sónica de un objeto acelerándose. Al estar frente a las montañas, aumento su fuego corporal a tal intensidad, que el calor se sintió hasta los grupos más lejanos. La señal de fénix fue vista a gran distancia, aun así, estuviera seminublado, la señal brillo como un sol en el horizonte. Aunque la temperatura subió a niveles muy altos, no surgió ningún efecto en la bruja montada, pues el fénix elige que quemar con su fuego, y que no. Subió a lo alto y se dirigió hacia el Xeon. Cuando hubo visto a las bestias detrás de la cordillera, la bruja mando un choque eléctrico de gran magnitud hacia las bestias que empezaban a subir, pero su número era tal, que le era imposible abarcar gran cosa.
La señal dio pie a que los magos empezaran la tempestad. La lluvia empezó a invadir los campos de batalla. Cada gota de agua que caía, eran tan grande como el dedo de un hombre común y terminaba siendo doloroso al contacto con la cara. El ejercito aguardo hasta que la primera etapa estuviera terminada. La lluvia y los relámpagos, dificultaban la vista a gran distancia y provocaban el temor en los soldados, pero una voz en su cabeza le llamaba a la serenidad hasta que pasara la tormenta.
La segunda etapa, lleno de estruendosos rayos los campos detrás de la cordillera. Uno detrás de otro, como cañones disparando sin cesar desde el cielo. Los hombres agachaban su mirada y tapaban sus oídos con gran fuerza hasta que se les dijera. Aquella apocalíptica escena venia acompañado de un fénix de fuego surcando los cielos en medio de la tormenta y de los rayos, mientras una bruja desde su lomo, les lanzaba su solare de rayo tambien. El agua no parecía afectar las flamas de aquel animal fantástico, pues su fuego era sagrado, y debía perdurar hasta el fin de los tiempos, el agua no hacía sino pasar de él.
Los estruendos y la lluvia cesaron de repente, y un silencio abrumador se apodero de aquella tierra desértica. Los hombres vieron como las nubes se desvanecían poco a poco y frente a ellos: Las asquerosas criaturas, desarmadas, calcinadas, y a medio destrozar, devoraban la carne la carne de los de vanguardia, incluyendo a los magos. Las bestias desfiguradas, empezaron a avanzar por entre los soldados sin ningún problema, destrozando todo lo que se les interpusiera enfrente. Los gritos de dolor, repentinamente, llenaron aquel silencio abismal.
Con espada, martillo, arco y escudo se lanzaban contra aquellas criaturas que no tenían ningún problema en destrozar un cuerpo como si fuera de mantequilla dejando tras de sí, pozos de sangre y partes de cadáveres por todos lados. La neblina ahora era de color rojo intenso.
Los grandes reyes, uno a uno iba cayendo, llevándose consigo, a varios monstruos. Su poder no era ni remotamente parecido a la de los Lunarios, aun atacasen con solare o peleando cuerpo a cuerpo, nada parecía afectarles realmente.
Los de más atrás, solo veían como el mar de sangre poco a poco se acercaba a ellos, lo que los dejaba completamente pasmados, al ser en su mayoría primerizos en batalla. Ver aquella escena, resulto en que varios se sentaron y otros solo se limitaran a llorar, pero peor eran los que aun querían pelear, tomaron su espada, corrieron, gritaron y se precipitaron contra su propio destino.
Un fénix, surcaba los cielos, repartiendo inconmensurables llamas de fuego; al mismo tiempo que unos dragones se le unían haciendo lo mismo. Aquel campo paso de tener una suave brisa marina, a tener la mismísima temperatura del infierno. Los lunarios, volando se les acercaban, pero la bruja los bajaba con intensa oleada de rayos.
Los grandes capitanes poco a poco cedían ante la voraz hambre de aquellas criaturas que devoraban todo aquel que estuviera a su alcance. Los campos parecían de trigo, y los Lunarios eran como la plaga que devastaba el cultivo. En la cabeza de aquellos hombres, que a la distancia veían como el océano de sangre se expandía cada vez más hacia ellos sin poder caerle frente de ninguna forma, cruzaba la idea del suicidio.

En el control general, los hombres se quedaban pasmados al ver como los números de sus hombres bajaban a gran velocidad, mientras que los de los contrarios parecían haberse detenido.
– Era de esperarse – les dijo Dandees, mientras tomaba haciendo y al mismo tiempo un sorbo de Aguamarga-. A este paso llegaran en un mínimo de dos tiempos. Hay que proceder a sellar a la niña…
– Le ruego que esperemos… – insistió, Einar –, aún tenemos grandes guerreros en la retaguardia…
– Yo estoy de acuerdo con Dandees -Agrego, Gardas. -Era obvio desde un principio que nos iban a joder… nos confiamos, pero, si sellamos a la niña…-
– Ellos van a esperar, buscarán a otra alma en otras partes y luego volverán. ¿Cuánto nos da eso como mínimo? ¿Unos Temporeos más? – exclamo, Einar- Necesitaremos más que eso para reponer, si quiera, una tercera parte de los hombres que tenemos ahora. El hecho de que la sellemos ahora, no hará retroceder a los ejércitos Lunarios. Ellos vienen aquí a comer. ¡No debemos dejar que la vida de nuestra gente se pierda en vano…!
Una alerta en el tablero salto de repente, avisando que bestias se acercaban a gran velocidad por los cielos. Einar, vio esto e inmediatamente dio orden de comenzar su protocolo de defensa.
– ¡Avisen a las chicas que preparen la defensa! – les grito Einar, moviendo las manos-
Inmediatamente.
Mientras, un Gardas le dio aviso a las brujas para que empezaron los ritos de defensa, al mismo tiempo que les mandaba la señal de alerta a los magos. Dandees, por su parte, alerto a Aristóteles para empezar el ataque.
– ¡¿Cuántos vienen, Einar?! – pregunto, Dandees-
– ¡Veinte! ¡Se mueven muy rápido!!por el oeste!, – le respondió-
– ¡son veinte! ¡Al oeste! – grito Dandees por el intercomunicador-
En las ventanas de aquella torre, al horizonte, unas flamas inmensas se mostraban, perdiéndose en los colores del atardecer.

Todo esto va muy rápido – Pensó Einar, mientras una oleada de sudor frio bajaba por su frente-. No nos dio tiempo ni siquiera de ilusionarnos con una posible victoria… nada. Un ejército tan basto… devorado en cuestión de minutos. No. Aún quedan ellos. Mientras estemos vivos habrá esperanza. Si no hay salida; habrá que inventarse una…
– Tan elocuente como siempre – interrumpió la voz-, pero te recuerdo que ya casi cae la mitad de tu ejército. En tan poco tiempo, casi cuarenta millones de vidas en tus manos. Muertos de forma tan salvaje y voraz. Si yo fuera su Capitán, ya me hubiera perforado el estómago en señal de derrota. Es lo menos que puedes hacer para compensar un par de vidas.
– Muéstrame tu cara, bastardo, y en estos momentos al que le perforaran el estómago será a ti… Ten la valía de refutar tus palabras, y muéstrame que tú eres el que controla a las bestias.
Si, déjame despejar las dudas de tu corazón. Sé que tomaras la decisión correcta… Yo te mostrare al amo que adoraras como tu Dios y único señor por el resto de tu existencia…

Una cortina de metal se habría en el piso de abajo. Aristóteles, se preparaba junto a su sirvienta para abatir a las criaturas que se aproximaban.
Con su poder, la mujer hizo levitar alrededor de su Rey, doce balas negras que empezaron a dar vueltas muy lentamente. Una plataforma de metal se extendió frente a ellos dejándola como una terraza por donde la sirvienta empujaba a su rey hasta dejarlo casi al borde. Desde aquel lugar, se veía toda la planada desértica llena de cactus, árboles secos y demás arbustos de un color verde muy obscuro. La poca luz que les quedaba, daba paso a sombras enlarguesidas que se juntaban formando patrones en el suelo. Al horizonte, muy al horizonte, unos pájaros amorfos se acercaban a gran velocidad, dejando sus alas, estelas de viento. De fondo las inmensas llamaradas del fénix, quien seguía luchando a favor de los ejércitos.
– Veo puntos borrosos a lo lejos, pero sería mejor que tú me indicaras – le sugirió Aristóteles a su sirvienta, mientras ella con un dedo marcaba sus posiciones en el aire.
Unos destellos salieron frente a Aristóteles, marcando la dirección a la que debía apuntar.
– Veamos si todavía queda algo de mi viejo yo, en este envejecido cuerpo – dijo Aristóteles, eligiendo una de las doce balas, y parando a las demás en el aire-. Y… tres, dos… Uno…
Aristóteles, marco la bala de canon con su dedo índice y medio, haciendo que esta empezara a girar sobre su propio eje a una velocidad tal, que provoco un pequeño torbellino. Acto seguido, a la distancia de los dos dedos, la golpeo muy suavemente con el puño, y aquella bala salió propulsada con tres estallidos de sonido, a una inconmensurable velocidad, desestabilizando un poco la plataforma en la que se encontraban.
La bala surco el cielo y alcanzo el ala de una de aquellas bestias, el brazo y la cabeza de otro asiéndolo caer al suelo. Las nubes que tambien logro alcanzar, cedieron dejando un enorme hueco en ellas. La bala solo siguió hasta perderse.
– ¿Le dimos a algo? – pregunto el viejo, sobándose la espalda.
– ¿Uno callo, pero los demás aumentaron su velocidad? – le respondió la mujer, usando un pequeño telescopio de poca capacidad –. Ajustaremos el Angulo y le agregaremos efecto explosivo ¿quieres?
-Sera a mi señal entonces. Tres… dos…uno…
Aristóteles, volvió a hacer lo mismo, pero esta vez le dio unos pequeños golpecitos con el dedo índice antes de enviarla.
Cuatro veces rompió la barrera del sonido en un pequeño tramo de distancia, dotándola de una mayor velocidad. La onda de choque resonaba en aquellas montañas aledañas, los árboles y los arbustos se sacudían en cada explosión, haciendo que estos se contorsionaran violentamente. Cuando la bala estuvo a una pequeña distancia de las bestias, estas se apartaron rápidamente, evitándola en él acto.
– ¡Ahora! – le indico la mujer, al mismo tiempo que el viejo serraba el puño.
Una inmensa explosión se vio a lo lejos, seguido de una onda expansiva que sacudió abruptamente todos los alrededores, con un sonido estruendoso. La explosión abarco una buena parte del cielo de aquel horizonte, y la bola de fuego, seguida de una metralla de escombros fue sentida en todo aquel valle, devastando gran parte del panorama.
– Dime que hubo suerte esta vez – inquirió Aristóteles, mientras se acomodaba las barbas – o dime si tendremos que aumentar el poder y la velocidad o el ángulo.
– Fue un tiro perfecto, pero las bestias reaccionaron antes. Creo que dos ya no están, y el que bajaste, ya se reincorporo, aunque ahora están más dispersados – informaba la mujer, viendo a través de aquel artefacto.
– Bien, vamos a dar múltiples disparos de una sola… – alcanzo a decir Aristóteles, siendo abruptamente interrumpido por Madelin.
-Se detuvieron… no se mueven ¿Por qué? – dijo la mujer, sorprendida mirando por el telescopio.

Dales una muerte sin tanto dolor a los soldados restantes ¿que no te compadeces del dolor ajeno? – seguía insistiendo aquella voz dentro de la cabeza de Einar -. Mira por la ventana. Chequea el tablero. Mira que mi ejército se ha parado en seco. Yo les eh ordenado que no movieran un dedo. Si yo les digo: vuelvan a casa; ellos volverán. Si yo les digo: mueran; ellos mueren. Mi poder no conoce las barreras…
– ¡¿Quién eres…?! –
reacciono Einar al ver lo que estaba pasando en la ventana. A lo lejos se veía las bestias inmóviles en el aire, sin batir las alas, pero sin caer al suelo. En el tablero, los números se habian detenido completamente del lado de ellos.
– Tu ya lo intuiste.
– Dios… eres el Dios de este mundo…

Repentinamente, una oleada de explosiones, un tras de otra, llenaron los cielos de bolas inmensas de fuego. Los escombros, como metralla, bombardeaban los campos desérticos dejándolo todo envuelto en una nube de volvo. Un par de escombros cayeron en las ventanas agrietando los gruesos cristales de la última planta y los pisos inferiores.
– No lo entiendo… -se dirigió, Gardas al tablero – nos dicen que en el campo se detuvieron las bestias de repente. Están recibiendo daño sin moverse.
– No sé qué está pasando, pero, puede ser nuestra oportunidad de repuntar – agrego Dandees- ¿Einar, estas escuchando?

– Entonces… vienes a mí, o voy por ti… -le dijo fríamente aquella voz-
– Aun tenemos la mitad de nuestra gente, no permitiré que mis hombres mueran en la deshonra. Seas quien seas realmente, debes saber que aún me quedan dos reyes, seis reinas y soldados más que aptos para la batalla… – contesto tajante, Einar.
-La estupidez de tu gente no tiene límites, veo… déjame ensenarte la verdadera cara de mis hijos.
– ¡¿Einar? ¿Estás conmigo?!
Einar, salió de su pequeño trance sacudiendo la cabeza como quien saca agua de sus oídos.
-Si, te escucho. Vamos a seguir el plan. Que las reinas se preparen para atacar. Díganle a Aristóteles y a Madeline que suba a lo alto de la torre con sus balas, y se prepare para usar su metralla una vez más. Que las brujas preparen la barrera más poderosa que tengan y cuando yo se los ordene la activarán y la mantendrán. Díganle a uno de los magos que le de soporte a Aristóteles cuando llegue a la torre – Einar, se tomó la cabeza con ambas manos y los codos los recostó sobre el tablero-. ¡Que Dios nos proteja…!

Aristóteles, se empezaba a dormir cuando repentinamente Madelin fue contactada.
– Y bien…
– Nos vamos a la torre. August, nos estará esperando allá.
– ¿Como va la situación, Madeline?, sin ocultarme nada, por favor.
– No muy bien por lo que oigo. Ya cayó la mitad…
– ¿Tan pronto?
– Si, era de esperarse. Nunca tuvimos ventaja – retrajo Madeline su telescopio-. Al menos tendré la dicha de morir junto a mi señor… no esperaba menos…
– Y yo junto a ti, viejo amor… pero aún falta dar lo último…

En medio de una charca de sangre llena de partes de cadáveres, brazos, piernas, torsos, cabezas, todos por separados desperdigados por todo derredor, se intentaba erguir un único hombre, severamente lesionado y completamente empapado de sangre. Alrededor de aquel hombre en un perímetro no muy cerrado, un millar de bestias deformadas abrían sus fauces llenas de dientes como agujas, gritándole al hombre que luchaba por ponerse de pie. Su porte era de un fisicoculturista, con sus músculos bien definidos, su armadura, casi destruida en su totalidad, mostraba un tono plateado, y en su capa rota mostraba un escudo de una serpiente aprisionando un águila y mordiéndole el cuello. La espada que cargaba, era fina, muy larga, y levemente curvada y en pecho, tenía la herida de una mordida abierta que supuraba sangre.
El hombre, que tenía hipnotizadas a las bestias hasta hace unos minutos, vio como estas dejaron de moverse repentinamente y sin razón aparente, solo se le quedaban viendo con las fauces abiertas sin más. Claramente abatido el hombre pensó que sería el fin. En cuanto empezaran a moverse de nuevo ya todo iba a acabar. Se paro erguido y con la espada alzada, les grito:
– ¡Pagaran por lastimar la tierra del hombre! ¡no seré yo quien dé su juicio, pero les aseguro que serviré como testigo! ¡vengan a mí y reúnanme con mis soldados en las calderas!
Su espada se empezó a tornar de un color obscuro profundo, y como el petróleo, empezó a gotear materia obscura.

La hermosa reina Matilde, con su brillante armadura plateada, cabellos rojizos y sus ojos color amarillo amielados, veía desde la distancia como los lunarios habían detenido su matanza, dando oportunidad a que los soldados repuntaran y tomaran más valor. Más a lo lejos: un circulo de bestias hambrientas rodeaban al único hombre de la vanguardia que quedaba en pie, el único que pudo hacer frente a tantas aberraciones, solo.
– ¡Aguanta un poco más, Mambaros! ¡Ya estoy casi lista para salir en tu ayuda! -Maquinaba, Matilde-. Sera un largo trecho el que deberé cruzar, pero no hay nada que no pueda hacer cuando él está conmigo.
– ¡Los lunarios dejaron de moverse, y aun recibiendo daño, no se mueven! – dijo la voz de un soldado la cual la trajo a la realidad-. ¡Estamos haciéndolos trizas, pero nos faltan magos que ayuden a quemarlos o pulverizarlos para que no vuelvan a sanarse! ¡Hacen lo que pueden allá adelante con el milagro que recibimos de Dios, mi reina!
– ¿Quiénes son los Reyes que aún quedan? – pregunto Matilda al soldado.
– Tenemos noción de en el campo solo queda nuestro rey, pero está rodeado por animalejos – respondió el soldado.
Matilde, quería salir corriendo y matar a cuanta alimaña se le pusiera en frente, pero en el interior sabia, que sin la ayuda de su amigo; seria abismalmente imposible. Era su amado al que tenían acorralado, la persona que siempre había estado allí para ella, el único capaz de hacer frente a ejércitos de hombres, el solo.
– Dime que ya estas listas, Abi. Sal del retardo te lo imploro, dame tu fuerza -imploraba, Matilde a su amigo interior-. Te juro que será la última vez. Además… ¡Si yo muero, tu tambien lo harás…!
– Lo sé, y créeme que no lo hago por gusto, pero es que no estas preparada – le contesto una vocecilla chillona en su interior-. No quieres morir, y sobre todo… no quieres que el muera. Eso es una barrera muy grande para mí, que no puedo saltar. Entrégate a la desesperanza, y te juro por la vida de ambas, que en un instante estarás con tu amado…

En los controles, los tres hombres frente al tablero se quedaban asombrados al ver como el número de las bestias disminuía y el de sus soldados se quedaba completamente estáticos. Un evento sin precedentes lo que acontecía en aquel campo tapizado de cuerpos mutilados.
Einar se quedaba con los brazos cruzados, preocupado por las palabras de aquella voz que no lo dejaba concentrarse. Debía encontrar la forma de salir de esa situación sin tener que recurrir al sello de Lilianne. Lo único en lo que podía pensar era en que su pequeño milagro durara un poco más de tiempo para intentar ganarle terreno a las bestias.
– Me temo que la ventaja se acabó… – se manifestó aquella voz– creo que una centésima de un tiempo valía lo suficiente como para hacerte reflexionar ¿no es así?
– ¡Espera! ¡Dame más tiempo para pensarlo mejor! – replico, Einar.
-Suficiente fue el tiempo. Si muevo a mis hijos, la oferta la tendré que retirar. Además, ya ustedes están acabados. Ya falta poco…
– ¡Espera! ¡No habrá ganadores si mueves al ejército y llegas hasta aquí!
-Puede ser. Pero a quien le tomaría más tiempo prepararse para una nueva ronda ¿a mí? No. Créame que cuando digo que obtendré lo que quiero, es porque lo obtendré, ya sea en esta vida o en la otra, en esta generación o la siguiente, en esta realidad o en las otras… El hecho de que yo considere el usar una estrategia, un tanto pacifica, no es sino otra forma más de llegar a mi fin… Si yo le preguntara a cualquiera de los hombres que están con usted, créame que usted ya estaría muerto desde hace mucho. Pero, ¿de qué me sirve tener esas sabandijas en mis aposentos? Yo quiero que el gran “Einar, el Mago de Aplogia” se siente junto a mí y me ayude a reinar en los altares del cielo por los siglos de los siglos.
– ¡¿Que sería de mi en los siglos de los siglos, si traicionara a toda mi gente?! ¡¿un rey con corona de traición…?!
– Las caras de los que verían esa corona no recordarían absolutamente nada, y si recordaran, no dirían nada pues es mi velo el que te cubriría. Mi poder genera guerra, pero tambien la detiene…
– ¡¿Qué clase de Dios eres?! – reprocho.
– Uno benevolente, pero… que su paciencia se empieza a acabar…
En la ventana agrietada de aquella torre, en aquel horizonte cada vez más obscuro, los monstruos que se habían quedado estáticos, ahora empezaban a aletear de nuevo y se dirigían a una mayor velocidad hacia ellos.

En los campos, los gritos de aquellas criaturas resonaron ensordecedoramente en todas las montañas en derredor. El espantoso grito que llego hasta los controles, aun estando a kilómetros de distancia, se escuchó como si les gritaran a la oreja.
Los tableros se habian vuelto locos, haciendo que los números de los soldados empezara a bajar de forma caótica.
– ¡No puede ser! – exclamo, Gardas.
– ¡Se acabo todo! – replico, Dandees.
Einar, completamente desanimado al ver como las balas de Aristóteles no paraban a los engendros que cada vez se acercaban más y más. Pensó en la posibilidad de quitarse la vida por el garrafal fallo de todas las medidas y decisiones que había tomado.
– ¡No! ¡¿Por qué así?! – se lamentó Einar, aguándosele los ojos.
– Incluso si volviera a parar mi ejército una centésima más de tiempo, no sería suficiente para repuntar. Nunca hubo tal ventaja. Si hubiera querido, todo ellos hubieran volado hacia al monte y en un momento lo hubieran destruido hasta los cimientos, pero mis niños tienen que comer, y la carne de la gente es más que suficiente proteína paras ellos. ¿Qué no se dio cuenta? Nunca hubo posibilidad de nada, absolutamente nada… Ahora que ya no quiero nada de usted, supongo que puedo acabar esto de la forma más brutal. Lo veré en el otro mundo; se lo aseguro.

Tres de aquellos lunarios llegaron primero, seguido de otros dos, luego tres más. Se pararon en la última torre, donde se encontraba Aristóteles, Madeline, y August, el mago. La superficie era circular, muy espaciosa, sin más que una salida con una puerta atrás del grupo. Las ocho bestias alargadas, se pararon frente a Aristóteles, esbozando una sonrisa, tras de ellos, una barrera amalgamica se empezaba a alzar del pie del monte hasta lo más alto del cielo, hasta cerrarse en una bóveda dejando atrás a los últimos dos que se acercaban. La barrera había sido alzada muy tarde, ya estaban las bestias dentro y no quedaba más remedio que enfrentarlas a todas a la vez.
– Estas cosas poseen una de las resistencias más abominables que haya visto – les dijo Aristóteles, mientras veía a los lunarios con apenas roces, y una que otra cortadura.
– No esperaba tener que volver a verlas otra vez, y, sobre todo, tan de cerca. ¡Han aguantado tanto daño de mis ataques, son verdaderos monstruos, ya lo veo! Pero eh de decirles que este cuerpo envejecido todavía guarda sorpresas…
– ¿Cuál será el proceso? – le pregunto Madeline a Aristóteles, claramente poco sorprendida de los animalejos.
– Sera simple. ¡August! – se dirigió Aristóteles a su camarada, mago.
– ¡Si señor! – le respondió, cuadrándose el hombre, que no pasaba de sus cuarenta.
– ¡Eres mi carta bajo la manga! ¡Madelin será mi escudo, mientras que yo seré la espada! ¡Entendido!
– ¡Si, Señor! – grito aquel mago, mientras que Madeline solo asintió.
– Ahora. Nuestra prioridad será el ataque sin parar – dictaminaba, aquel viejo. Media vez el enemigo nos tenga en sus garras, todo habrá acabado, por lo que apreciar nuestras vidas será un acto más que egoísta, teniendo en cuenta que millones de hombres ya cedieron sus vidas. No tengo remordimientos, se hacia dónde vamos. Era de esperar que tarde o temprano esto tenía que pasar, por lo que dar nuestras vidas en la batalla, será el honor más grande que se le puede entregar a los poseedores de un alma…
Madelin, empezó a mover aquellas balas de cañón desde los pisos inferiores hasta lo alto de aquella torre. Las balas quedaron suspendidas en el aire, dispuestas circularmente, girando alrededor de ellos. August, por su parte, creo una inmensa barrera en forma de cono inverso que se conectaba con la barrera de las brujas, de tal forma que cercaran en área para que no hubiera escapes.
– De lo único que me podría arrepentir seria de no haber estado ante los ojos de la gente con la mujer que realmente amo… – se puso Aristóteles de pie por primera vez en décadas. Se quitó el manto rojo que le cubría y se sacudió un poco las piernas-. He fallado como hombre, pero definitivamente no fallare como Almacea…
Aristóteles, empezó a materializar sobre sí mismo una brillante armadura plateada, exocorporea que le cubrió de los pies hasta el cuello. Del suelo emergió una pesada alabarda de un material parecido al fino marfil, más alta que el mismo, de un color blanquecino con incrustaciones de runas inentendibles. El casco que se materializo sobre su cabeza tenía la forma de un jaguar ensenando los dientes, con dos pequeños cuernos puntudos. La capa, de un color purpura muy atenuado, tenía la imagen de un zorro casando un cuervo en su parte trasera en color negro. El estar de pie con aquella armadura y aquella pesada arma, le exigía trabajo extra a sus adormecidas piernas, las cuales trataba de controlar usando parte vital de su energía, lo que al mismo tiempo lo terminaba de limitar aún más.
La agonía de haberse puesto de pie se manifestaba en forma de un dolor punzante en cada una de sus piernas. Para trata de rendir en el combate, trataría de aniquilar a las bestias lo más pronto posible. Sera una carrera contra el tiempo en donde intentara demostrar que no es simplemente una sombra del portentoso caballero que algún día fue.
La mirada de aquellos monstruos que se alzaban soberbios, se clavaban en él y solo el, como quien ve hambriento su comida servida en un plato. Eran ocho los Lunarios; con solo uno que lograra escapar, ya todo habría acabado. Solo tenían una sola oportunidad y para nada tenían ventaja. Como el inicio de esta lucha, no habría sino un sentimiento de fe absoluta que despejase las dudas. Aristóteles, volteo a ver a Madeline, quien tenía ya todo preparado para dar todo de si, todo para protegerlo de cualquier embate que quisieran hacer en su contra.
-Así es como todo termina… una excelente historia, a decir verdad – Aristóteles, tomo su alabarda, un arma que muy pocas veces había tenido que usar en su vida pues su especialidad siempre fue el ataque a distancia.
Sus balas habían segado la vida de infinidad de personas y estas, al mismo tiempo, sabían que cuando se mencionara el nombre de aquella persona, el combate automáticamente subía su categoría a uno de supervivencia.
– ¡Hoy quizá no vaya a ser el día en que salgamos ilesos de la situación como lo hacíamos en tiempos de antaño – se dirigió a sus ayudantes-, quizá ya ni siquiera exista el mañana por lo que daremos todo de nosotros: hoy! ¡Que el miedo no se apodere de nuestros corazones! ¡Den todo de ustedes, pero menos sus almas!
– Elocuente como siempre -expreso, Madeline.
– Nadie como él -replico August.
Aquellos animalejos estirados arrojaron los cacos al suelo, para dejar ver sus reptilianos rostros blancos, y abriendo sus bocas llenas de dientes se les caía la saliva que les resbalaba por los costados. Guardaron sus alas, prepararon sus espadas y emitieron un alarido, que fue tan estruendoso, que los caballeros tuvieron que cubrirse las orejas muy fuertemente, al punto de ponérseles completamente rojas.
– ¡Aquí vienen! -grito, Aristóteles preparándose-. ¡Preparen…!
Antes de que pudiera terminar la frase, un Lunario estaba a muy poca distancia de él, pero este choco con los escudos de Cristalaire que había materializado Madelin, justo en el momento.
– Me descuide… -pensó, Aristóteles.
Venían tres más de una sola vez a gran velocidad. Aristóteles, tomo del cuello al primero y con gran fuerza lo alzo al aire.
– ¡Ahora! – le ordeno a August.
Un rayo segador, invocado por aquel mago, cayó del cielo perforando la armadura exoesqueleticas de aquel monstruo y aventando las partes en derredor, dejándolo expuesto. Lo bajo, y con gran fuerza, se lo tiro a los que venían en camino chocando con dos en el camino. El siguiente que se acercó con el fin de penetrarlo con su espada, fue igualmente tomado, alzado y alcanzado por aquel rayo. A este lo bajo al suelo y al tenerlo allí, le corto el cuello con la alabarda, atravesando aquella gruesa piel escamosa. Lo lanzo hacia Madelin, y esta lo envolvió rápidamente en capas de Cristalaire, acto seguido, una serie de luces salieron de aquel capullo de cristal.
Dos venían en vuelo con rumbo al viejo y rápidamente sus bocas cayeron sobre los hombros de Aristóteles, provocándole grandes heridas y haciendo que este se retorciera del dolor. Madelin, sin perder el tiempo, saco dos lanzas, invocándolas desde el suelo. Con la prisa de un jaguar, les clavo las lanzas a las bestias una a cada una en la cabeza. Aristóteles, grito nuevamente: – ¡Ahora! – entonces el mago dudo un segundo, pero al final accedió. El rayo se partió en dos y termino chocando con las lanzas y haciendo explotar las cabezas de aquellos animalejos. Aristóteles, los agarro y se los lanzo a Madeline, quien los paro en el aire para envolverlos en capas y capas de aquel cristal. Nuevamente, destellos muy brillantes inundaron a aquellos capullos.
Aristóteles, se quejaba del inmenso dolor que le provocaron aquellas mordidas, que apenas si le daba oportunidad de tomar su alabarda. Con el dolor de sus piernas y de sus brazos, el estar vivo le provocaba, desear la muerte más que nada.
– ¡Aun no puedes morir, oíste! – le gritaba una muy preocupada Madeline, quien se acercó a tratar de aliviar su dolor.
– Lo sé, aún le queda mucho para dar a este vejestorio -expreso entre quejas.
August, trato de mantener a las bestias alejados tratando de atinarles rayos desde sus manos, pero estas los esquivaban con certera facilidad.
Madeline, termino de parar la hemorragia, pero para ese momento, ya tenían a dos de aquellas bestias cerca. Aristóteles, empujo a Madeline hacia atrás, cerca de aquellos capullos de luz, que ahora dejaban escapar alaridos de dolor.
– ¡Vamos de nuevo! – grito aquel barbón guerrero.
Dos Lunarios se le lanzaron con la boca abierta. Aristóteles, le logro detener con su alabarda, pero su fuerza era tal, que lo estaban haciendo retroceder. Las bestias, con sus espadas libres, perforaron los costados del rey quien volvió a soltar un grito. Los tomo del cuello y fuerte mente los sostuvo gritando – ¡Ahora! -. August, dudo un instante, voltio a ver a Madeline y esta se afirmó con la cabeza. Aquel mago, dejo ir un vistoso y estruendoso rayo que mando a volar a los lunarios por los aires. Aristóteles, se llevó gran parte de aquel impacto, dejándolo inmóvil en el suelo un momento. Tres de las criaturas aprovecharon la vulnerabilidad para intentar envestirlos, pero Madeline los rechazo con un fuerte escudo de Cristalaire. La mujer corrió nuevamente a intentar curarlo, pero el abatido hombre le indico con su mano, que se quedara en su puesto.
– ¡Estamos cerca, no debo fallar! – pensó, al mismo tiempo que se ponía de pie.
Cuando se hubo terminado de incorporar, una bestia lo tomaba por sorpresa, pero Aristóteles con los reflejos de un fiero animal, lo agarro de los hombros, y lo golpeo en la mandíbula un par de veces, para terminar lanzándolo a Madeline, quien repitió el proceso de los anteriores.
En el instante en que el rey y Madeline se descuidaron, dos pasaron a su lado a gran velocidad con las espadas desenvainadas. Se dirigieron hacia August, quien intento atinarles, fallando en su totalidad todas las veces, entonces, con las espadas le cortaron el tórax y el cuello haciendo que la sangre brotara como fuente a presión hacia lo alto.
Aristóteles, se quedó pasmado viendo aquella escena, sin poder creerlo. Cuando los dos asesinos voltearon, se lanzaron contra Madeline al mismo tiempo que los dos restantes se lanzaban por él. Aristóteles, tomo e hiso levitar los capullos mientras corría hacia ellos a gran velocidad. Madeline, intento crear una barrera, pero las bestias ya estaban muy cerca de ella. Aristóteles, logro tocar un capullo a tiempo, y este tomo el impulso de una bala la cual salió disparada hacia los dos que estaban cerca de la mujer lanzándolos a inconmensurable velocidad hacia los bordes provocando una estruendosa gran explosión. Los dos que venían de atrás, lograron morderlo nuevamente, pero esta vez uno en la pierna y el otro en el cuello. Apretaron, los dientes desgarrando las carnes de aquel desdichado, provocándole un agonizante dolor. Madeline, trato con todas sus fuerzas de abrir las fauces de las bestias, pero le fue imposible con las pocas fuerzas que aquella mujer tenía.
– Ahora sí, es el fin -suspiro, Aristóteles.
Madeline, abrazo a su rey, y este la presiono contra su pecho al mismo tiempo que las balas de canon se empezaban a mover con mayor velocidad. Las bestias, desgarraban la piel del rey provocando ancadas de dolor que poco a poco le hacía perder el conocimiento.
– Lamento mucho que nuestra historia solo nosotros la hubiéramos sabido; pera hubiera sido más hermoso el darle a conocer a los demás que te ame, Madeline.
– Siento que no perdimos nada; vivimos como lo quisimos, y al final no nos perdimos de nada – mascullo, Madeline, al mismo tiempo que dejaba escapar una sonrisa mientras reafirmaba el campo que se desvaneció después de la muerte de August-. Lo amo, mi señor…
Mil balas de cañón cruzaron el aire hasta impactarse todas sobre la pareja, provocando una inmensa y estruendosa explosión, que cuya bola de fuego casi logra agrietar la barrera de Cristalaire que dejo aquella mujer…

Cuando el humo se hubo despejado, la torre norte había desaparecido en su totalidad.

La potencia de la detonación, provoco que toda la infraestructura se moviera bruscamente, rompiendo algunas ventanas y agrietando una que otra pared. En los pisos inferiores, las brujas mantenían la barrera lo más fuerte que se podía, para evitar que las dos bestias restantes lograran entrar.

La noche llego por fin a aquel paramo desolado, dejando tras de sí, la masacre más grande de la historia de aquel mundo, y que amenazaba con ser peor a cada minuto que pasaba. A pesar de la ventaja numérica de los aliados, poco o nada hizo para inclinarles la balanza a su favor. Los lunarios seguían avanzando, mientras que los ejércitos lanzaban véngalas al aire para poder iluminar las tinieblas que se les avecinaba. Los hombres, despojados del miedo que infundían aquellas malformadas bestias, se resignaron a solo saber que serían la comida de un monstruo. Algunos optaron por suicidarse, cortando sus gargantas, otros, por el contrario, prefirieron ser una traba más para los objetivos del enemigo, aun fuese minúscula la ayuda, partirían de ese mundo con una sonrisa en sus rostros.
La noche trajo consigo una malgama de sensaciones en aquellas personas para quienes la obscuridad les facilitaba aceptar su inevitable destino.
Los sonidos de aquella guerra eran como ninguna otra que recordaran los guerreros más experimentados, es decir, escuchar el horrible chillido de un millar de criaturas, no daba tiempo siquiera para intentar poner la mente en su lugar. Los sonidos de los hombres gritando mientras eran devorados, el sonido de los huesos quebrándose ante la presión seguido de un grito que se clavaba en la cabeza como espada, era el terror nocturno de todos los que iban quedando.
Las partes de cuerpo, salían volando al mismo tiempo que una cálida brisa con olor a sangre impregnaba todo alrededor con el característico sabor metálico. Los rostros de aquellos hombres paso a ser del color carmesí de la sangre, cual demonio.
Ninguna profecía dio aviso de lo que se les iba a venir encima. Sin saber, se enfrascaron en una lucha generalizada para salvar su mundo de los obscuros deseos de alguien al que no le importaba la vida de nada en lo más mínimo.

El fin estaba cerca, ya las personas se preparaban para lo peor. Los ánimos decayeron por fin; ahora solo quedaba esperar la hora final…

Einar, dio la orden de huida a las tropas, pero estas no hicieron caso. Querían irse con el honor intacto de un caballero. Los hombres aquellos, tomaron más valor, aun cuando devoraban a sus compañeros frente a ellos, eso no se convirtió en ningún impedimento para lanzarse a la acción sin mirar atrás. El dolor, la agonía y la resignación, además del absoluto terror eran los sentimientos más comunes en aquel campo.

Como en cámara lenta sucedía todo a su alrededor de forma casi surrealista, al nivel de casi perder la percepción de la realidad; creía estar en un sueño que rápidamente pasaba a ser un terror nocturno. Matilda dialogaba con la entidad que estaba en su interior, pero esta parecía hacer caso omiso a los llamamientos de la chica.
– Se nos acabó el tiempo, el ya no soportara otra envestida – se dijo a sí misma, mientras dejaba caer sobre sus mejillas, una lagrima-. Iré por él, a como dé lugar.
La chica, concentro toda su energía en las piernas, en sus flacuchas y escuálidas piernas. Iba a poner todo su esfuerzo en llegar hacia Mambaros, apartando todo lo que estuviera de frente, amigo o enemigo, nada la iba a parar. Tomo su espada, Titanum, y se preparó como quien empieza una carrera. Sus ojos siempre sobre el objetivo al frente, unos dos kilómetros al horizonte.
¡Espera…! – exclamo Abi-. ¡No vas a llegar…!
– No lo sabré si no lo intento – le contesto sonriendo.
– Bien, es suficiente prueba para mí. Tu mirada lo dice y tu cuerpo lo grita… ¿Lo quieres? Te lo daré… de todas formas no veo la posibilidad de salir de este lugar infernal…
Del pecho de la muchacha salió una fuerte luz que ilumino aquella obscuridad en todo el alrededor, como quien tomara una foto con el flash encendido. Salió lo que parecía ser un pequeño muñeco de peluche, con un trajecito de color rojo y un cabello desordenado en puntas, con los ojos de un color amarillo fuerte. El muñeco parecía levitar frente a Matilda, quien se volvió a preparar para salir.
– Yo ajustare todo, tu solo has lo que digo, ¿captas? – indico aquel ser de forma extraña.
– Está bien Abi, confió en ti… siempre lo eh hecho.
El ser volvió al interior de nueva cuenta al cuerpo de Matilda. Cuando Abi estuvo dentro, los ojos de Matilda pasaron a cambiar su tonalidad, a un amarillo muy fuerte, que parecían emitir luz propia.
Solo para que lo sepas: Te voy a generar dolores más allá de los que sentiste la vez anterior – le aviso, Abi-. Así que, trata de aguantar, pues vamos a romper todos tus límites establecidos. ¿Entendiste? A partir de aquí, no existe el retorno… ya no existe el yo soy, solo el nosotros podemos ¿está claro?
Matilda, afirmo con la cabeza a lo que sabía que sería el dolor más grande que hubiera experimentado en su vida.
Voy a dirigir casi toda tu energía a las piernas, pero no vas utilizarlas para correr. No. eso nos tomaría más tiempo. Vas a saltar y cuando estés allá arriba, vas a patear el aire en la dirección opuesta… ¿Entiendes? Bien, vamos…
Una explosión de aire elevo a los aires a la chica a una velocidad desbordante que la termino impulsando a una gran altura por encima de la multitud. Cuando estuvo arriba, se volvió a impulsar con otra explosión de aire, que termino por retumbar en las montañas aledañas. El impulso la hizo desplazarse atreves de la masa de guerreros quienes luchaban en vano por mantener a raya a la oleada de aquellos lunarios bañados en sangre. Cuando hubo llegado por encima de las bestias, Matilde, desenvaino su espada y con un gran impulso, se dejó caer encima de ellas, mandando por los aires a un par de docenas de animalejos. Matilde, levando su mano, y de ellas salieron un par de luminosos rayos que pulverizaron en su totalidad a los lunarios del aire. Las bestias se le quedaron viendo un momento, y luego se precipitaron sobre ella con las fauces abiertas.
Matilde, noto rápidamente que cada acción que hacía dejaba grave secuelas en su cuerpo, muchas de las cuales quizás no tuvieran sanación, entonces fue que entendió que estaba provocando un inmenso estrés sobre su cuerpo. El dolor era evidente, más aún no lograba sentirlo en su totalidad. Ella sabía que no habría retorno después de traer a Abi.
Todo le parecía ir de forma evidentemente más lenta. Tomo del rostro a una malformada bestia, apretándola y casi destripándola como un tomate, le quito su espada junto con el brazo, lo mismo hizo con el otro que estaba a su lado. Se dispuso nuevamente a correr, pero se le ocurrió una mejor idea que esa. De un impulso de aire sobre el suelo, se disparó hacia donde estaba Mambaros, quien no parecía que fuera a aguantar más.
El hombre agitaba su ennegrecida espada, sin sentido, por lo que Matilde asumió que el tiempo se le acababa a él tambien. Usando al lunario como la parte delantera de una locomotora, Matilde, iba a la máxima velocidad que podían otorgar sus piernas sin destrozarse en el camino. Por el camino por el que se habría paso, las bestias salían volando del impacto de la chica, quien se había convertido en un proyectil, cuya contundencia apartaba a todo y cuanto se le pusiera de frente.
Mambaros, el último rey sobre los campos, se lograba sostener a duras penas. Las bestias a las que había herido con aquella espada, poco a poco se deshacían emitiendo dolorosos alaridos. Para lo único que no existía recuperación, era para la quemadura que emitía la espada negra de Mambaros, la cual se comía vivos a sus víctimas, convirtiéndolas en masa obscura inerte. Para los lunarios no parecía ser un hombre del todo común, así como no era común aquella bestial arma. La materia obscura los hacia desaparecer al cabo de unos minutos, lo que provocó que las bestias de alrededor tomaran precauciones a la hora de acercársele, pues podía ser la última cosa que hicieran.

Mambaros, ya no podía seguir; sentía que las fuerzas poco a poco lo abandonaban, y él sabía que eso podía tornarse en su fin. Los lunarios, intuían que a aquel hombre ya no le quedaban más fuerzas ni para mantenerse de pie, por lo que esperaban pacientes, cual víboras, para intentar llevarse un pedazo de la persona que destazo a más de cien de su especie.
Su visión era borrosa. La sangre, tanto de él, cómo de sus víctimas, le escurría por todo su cuerpo tornándolo muy pegajoso. El olor a hierro era nauseabundo al punto de provocar nauseas en aquel hombre, quien ya empezaba a perder el conocimiento de por sí. Cada vez que cabeceaba, una de aquellas bestias aprovechaba la ocasión para acercársele, pero él lo alejaba agitando su espada desesperadamente en un intento infructuoso de demostrar que todavía podía con aquella batalla, de por si perdida…
– Mis esfuerzos fueron en vano. Desde que perdí a mi batallón, todo se fue al garete. -Murmuro, Mambaros dejándose caer sobre la laguna de sangre-. Solo espero que al menos te encuentre en el otro mundo, Matil…
Mambaros, cayo junto con su espada en aquel charco rojo de pestilente olor a hierro, y dejo que la sangre penetrara poco a poco a sus pulmones.
– ¡Aun no es tu hora! – Grito la chica, mientras sacaba la cabeza del abatido hombre del charco.
Abi, salió como un flash de luz de la espalda de Matilda, y se dispuso a disparar intensas oleadas de rayos desde sus diminutas manos, que terminaban por hacer explotar a las bestias que tocaban.
– ¡No hay tiempo! ¡Me quedo sin recursos! – les grito una desesperada Abi, quien usaba la poca energía de Matilda, intentando amplificarla lo más que se pudiera, para evitar provocar que la chica muriera fulminante mente.
– Abi, usa hasta la última gota de solare… Hasta aquí llegamos… – le ordeno Matilde, tomando la cabeza de un abatido Mambaros, quien a duras penas reconocía el rostro de la mujer que lo sostenía.
Con la mano ensangrentada, acaricio la mejilla de Matilda, esbozo una leve sonrisa, y dejo caer su mano sobre el charco otra vez.
– En un minuto estaré contigo, no te preocupes… – susurro Matilda, mientras abrazaba el cadáver de Mambaros con todas sus fuerzas y se le resbalaban lagrimas amargas de dolor.
La chica, se quedó allí mientras los lunarios se le abalanzaban encima, uno tras otro, cayeron amontonándose como un volcán sobre la pareja, intentando rasgar un poco de sus cuerpos, pero una tremenda explosión eléctrica lanzo por los aires los pedazos quemados de los lunarios, seguido de otra, y una última que termino despejando una buena área de terreno.
Abi, desde el aire, vio como Matilda seguía abrazándolo, al mismo tiempo que ella se desintegraba al ritmo de los últimos latidos del corazón de la chica…

En el control general, los tres hombres veían con asombro y desaliento, como las tropas llegaban rápidamente a números rojos. Sus fuerzas fueron diezmadas más rápido de lo que pudieron haber imaginado cualquiera de ellos.
– En unas centésimas de tiempo, estaremos completamente acorralados. No habrá escapatoria – pensó, Einar, mientras trataba de no perder el control.
– Eh ordenado que las personas de los refugios sellen sus almas. No les daremos el gusto de provocarles más dolor – se dirigió Gardas, a sus compañeros, viendo por la ventana como los dos últimos lunarios eran abatidos por cuatro magos-. Eso es todo… ¡Einar, ordena lo mismo para tu hija! ¡No debemos permitir que se la lleven!
Einar, se quedó viendo el piso, sudando en grandes cantidades, pensando en la cara de su niña. Viendo en ella el rostro de su difunta esposa reprochándole el haberle fallado a todos.
– ¡Nos quedamos sin cartas! ¡Vamos a proclamar la derrota, y por consecuencia, la extinción de la tierra de Hexinos! – exclamo, Dandees-. ¡No tardaran en alzar el vuelo y venir hacia nosotros! ¡Vamos a sellar nuestras almas, y aunque no alcancemos el descanso eterno, no les daremos la satisfacción de utilizarnos a su antojo!
– ¡No lo hagas! ¡Le provocaras un inmenso dolor a la niña! – le decía la voz en su cabeza- Ya todo estará bien. Una vez que mis niños terminen su cena, vendrán por ustedes; el postre. Solo mi orden los puede detener ahora…

Einar, se levantó bruscamente de su silla, y atravesó la puerta, tirándola fuertemente. Se disponía a ir por Lillian, para verle el rostro una última vez más.
Apresuro el paso, y al llegar a las escaleras, una bruja salió a su encuentro.
– La niña, se ha ido, señor…
– ¡¿Qué?! – grito, Einar-. ¿¡Como paso?!
– La niña estuvo al tanto de todo, todo el tiempo y…
Einar, se enfureció mucho. Quito a la bruja del camino y se dirigió a las salas inferiores.
– Diles a tus camaradas que deshagan las barreras y huyan o sellen sus almas – le ordeno, una última vez-. A partir de ahora no existen los rangos, reinas o reyes. Hagan lo que les parezca más correcto.
La mujer afirmo con la cabeza, y siguió su camino.
– Ahora, veras la verdadera pesadilla… Como castigo, le dejare experimentar en carne propia; la desaparición de su mundo. Pero antes… a la niña…
– ¡No te atrevas a tocarla! – le ordeno Einar, a la voz-. ¡Si te encuentro, te matare yo mismo, te lo juro por esta tierra que has mancillado!

En los campos, el ultimo dragón cayo, precipitándose sobre los lunarios aplastando a algunos. El fénix, debilitado, aún seguía escupiendo lo último que le quedaba, pero al final, tambien cayó sobre los lunarios provocando una potente explosión de fuego que se elevó hasta lo alto del cielo, quemando hasta las cenizas en un amplio rango de distancia.
La última reina sobre el campo, ordeno la retirada de los que quisieran irse, más ninguno hizo caso, y siguieron peleando hasta que la última gota de sangre se les fuera drenada de sus cuerpos.

Unos orbes que emitían una cálida luz blanquecina, empezaron a brotar de aquellas charcas interminables de cadáveres y sangre, siendo recolectadas por aquellas bestias. En sus alas extendidas parecían quedarse pegadas después de salir de los cuerpos inmóviles, mientras los que aún no se habían satisfecho seguían engullendo grandes pedazos de carne.
Los últimos fueron atormentados. Los desmembraban pieza a pieza, siendo cuidadosos de no matarlos, hasta que los gritos agónicos, que llenaban aquel paramo, cesaban al cabo de unos minutos para dar paso al crujir de huesos. Un lunario, tomo la cabeza del guerrero que le había arrancado una de sus alas, para mostrarla a los demás, los cuales con gritos trataban de quitársela. Al mismo tiempo, el general, recibía las ordenes finales de ataque, y estas fueron muy específicas y precisas:
– Dejen todo. Ya termino el banquete. Nos vamos por la reina… y luego por las bodegas…
Aquellas bestias, abrieron sus alas llenas de pequeños orbes blancos, todos al unísono. Empezaron a alzar vuelo, y su número final fue de más de la mitad de la tropa original. Todos volaron por sobre la hilera de montañas, y a la distancia se veían como un hermoso desfile de millones de luces que se perdían entre la noche estrellada. La luna ya había aparecido de fondo e iluminaba toda la planada desértica dibujando sobre el suelo, extraños seres humanoides. Las nubes se habían dispersado casi en su totalidad, y la noche era tan clara como el día.

Desde la torre más alta de aquel inmenso castillo, sobre el pararrayos, se equilibraba sobre uno de sus dedos del pie, una niña de ojos color verduscos, con un camisón que le cubría hasta los pies. Su cabello, negro completamente, llegaba fácilmente hasta la altura de las rodillas.
El viento empezaba a venírsele encima, desbalanceándola hacia los costados. La niña alzo sus brazos a la altura de sus hombros, y se levantó por sobre la punta de aquel pararrayos, un par de metros. De fondo veía asombrada, como un millar de estrellas habían levantado vuelo del suelo y se aproximaban a gran velocidad hacia ella.

Einar, preocupado, ordeno a todos en aquel castillo que buscasen a la niña inmediatamente, mas no la pudieron encontrar hasta que una de las otras niñas, señalo hacia arriba de la última torre.
¿Como llego hasta allí? – se preguntó a sí mismo.
Einar, hizo un ademan con sus manos para que los que se habían quedado, escucharan unas últimas palabras:
– No hace falta que nos quedemos todos. No es necesario ceder la vida con dolor… Yo iré tras Lillian para sellarla. Los demás… pueden retirarse o pueden sellarse a sí mismos de una misma vez. Hacernos los valientes no traerá de vuelta ninguna vida, así que, gracias por todo, ya nos veremos todos al otro lado del seol.
Dandees y Gardas, dieron un fuerte abrazo a Einar al mismo tiempo que todos los demás salían del castillo por las salidas traseras, desalojando aquel castillo, rumbo a las bodegas.
-Iremos tambien a las bodegas para asegurarnos de que ya se hayan sellado todos – le dijo Dandees a Einar-. Trataremos de hacer lo mismo tambien. Te esperamos allá.
– Increíble que todo hubiera acabado ya – expreso, Gardas-. El sacrificio de todos esos guerreros no será en vano; dieron el tiempo suficiente para que todos en las bodegas tuvieran el tiempo de una muerte más digna.
– Lo sé. Ahora solo falta mi hija y ya todo habrá acabado… -agrego, Einar.
– ¿Quieres ayuda? -le pregunto, Dandees-
– No. Será mi última acción como padre y la quiero llevar a cabo solo. Ustedes adelántense, los veré en las bodegas…
– ¿Estás seguro…? Te ves pálido…
Einar, insistió y mando a sus compañeros, quienes le dieron la última muestra de apoyo y se dirigieron a las bodegas por los conductos secretos de aquel castillo.
Un único mago se quedó en las sombras sin que nadie se diera cuenta. Viendo desde la distancia a Einar, quien se mostraba desolado.

El aleteo impregnado de horribles alaridos de bestias se escuchaba a lo lejos, pero cada vez más cerca. Los cimientos de aquella estructura, y de la montaña se sacudían, quizá temiendo lo que se avecinaba.

La pequeña Lillian, desde una gran altura por sobre la torre principal, veía como los pájaros a la distancia se acercaban rápidamente batiendo sus alas llenas de luces.
Que hermosas criaturas… lastima de su naturaleza – pensó.
Lilian, sentía como el viento aumentaba cada vez más a medida que se acercaban, haciéndole ondear la ropa y su cabello.
– Ustedes, al fin y al cabo son malos, se han comido a tanta gente ya… y ahora vienen por más… – murmuro la niña-. Los tendré que castigar a todos…
El viento empezó a soplar de forma repentinamente más violenta, seguido de la formación de nubes obscuras encima del castillo girando en forma circular de forma muy rápida. Los verdes ojos de aquella inocente, se tornaron al color amarillo encendido, cambiándole completamente el semblante; ahora su inocente mirada mostraba un odio que no le cabía en el pecho. Sus pensamientos se tornaron leves destellos en una gruesa neblina, lo único claro que tenía enfrente era: la venganza.
– Ustedes van a recibir dolor, mucho dolor… – murmuro.
De aquellas nubes salieron, uno tras otro, rayos luminosos que impactaban a la pequeña en una sucesión masiva y apocalíptica sobre su pequeño cuerpo. Cuando aquello hubo terminado, la niña, alzo su mano derecha y con el dedo índice, señalo al cuerpo inconmensurable de bestias que se aproximaban. – ¡Mueran! – les grito, al mismo tiempo que un estruendoso rayo salió de su diminuto dedo, impactándose de lleno hacia la masa de lunarios, haciendo que algunos pocos cayeran.
Una vez más volvió a disparar aquel potente rayo impactándolos de lleno. Lo volvió hacer una tercera vez, pero esta vez les dejo ir una docena de potentes rayos en sucesión. Puso sus manos juntas, y una vez más hasta que se empezaba a sentir satisfecha de dolor que les estaba provocando, aunque no parecía hacer gran cosa ni mucho menos parecía que los detenía, por lo intento probar una vez más, pero esta vez con fuego.
Dispuso a poner sus manos formando un triángulo frente a su boca, acto seguido, soplo a través, provocando una inmensa llamarada de fuego que se extendió a kilómetros de distancia. Como un lanzallamas masivo, le hecho las intensas llamaradas de lleno a la masa de bestias que caían en picada vueltas bolas de fuego. La niña, soplo hasta el punto de que las llamas se tornaron en un hermoso color azul.

Einar, abajo en un tejado contiguo, se dispuso a marcar un circulo hecho de sal, con una estrella de dieciséis puntas, una extraña mascara al centro y dieciséis velas, que Einar materializo en cada una de las puntas. Al borde de este, coloco extrañas runas y símbolos inentendibles. Cuando hubo terminado, coloco sus manos juntas frente a su pecho, y empezó a recitar un extraño canto en lengua rara. Sus manos, repentinamente empezaron a temblar, su cara empalideció, y las náuseas se apoderaron de él, al punto de hacerlo vomitar en medio del circulo. Tomo nuevamente su pose, y empezó de nuevo aquellos ritos.
– No vas a poder solo… – le interrumpió una voz.
Gardas, con un sequito de magos y brujas interrumpió los canticos de Einar.
– ¡Les dije que se fueran! – despotrico.
– Lo sé, pero alguien nos avisó que se te salió de control las cosas… – le dijo, Gardas alzando la mirada para ver a aquella niña expulsando inmensas cantidades de fuego-… y de qué manera.
– ¡Van a morir, ya la horda se acerca! – les grito, Einar-
– Por eso mismo con más razón nos quedaremos a terminar esto… – estableció, Gardas-. No parece que puedas tu solo, además, si la niña es capturada, habría sido todo en vano ¿De que serviría tanto sacrificio, entonces?
Eran un total de ocho las personas que se quedaron, las cuales se dispusieron alrededor del círculo, todas tomadas de la mano.
– Y bien, ¿cuál era la invocación? – pregunto, Gardas.
– Lo único que puede parar a Lillian en su estado actual: “Shiveel”

La niña en las alturas, paro la llamarada al ver que no era del todo efectiva; por lo que decidió probar con algo más contundente que fuera capaz de hacer mucho daño. Torno sus manos al frente, y con su dedo índice señalo a la horda masiva. Debajo de todo, unas piedras gigantescas empezaron a temblar al punto de desprenderse y empezar a elevarse poco a poco, hacia arriba. La niña levanto su dedo, y casi por efecto instantáneo, aquellas rocas aceleraron a velocidad de proyectil, dando de lleno en las bestias haciendo que algunas se precipitaran al suelo. Al ver que lanzarles rocas era un tanto más acertado, decidió lanzarles una gran cantidad de estas que estaban sueltas en el suelo, haciéndolas impactar de lleno contra las hordas de bestias.
Al ver que su número no llegaba a disminuir tanto como ella hubiera planeado, se empezó a enfurecer aún más. De aquellas nubes repentinas, empezaron a bajar estacas hechas de hielo en gran cantidad, y cuando su número parecía ser el indicado para ella, con un ademan, las disparo todas al mismo tiempo en una lluvia de hielo.
Los lunarios no parecían detenerse ante ninguno de aquellos ataques, ellos sabían que el objetivo se les había puesto enfrente, y quien la entregara obtendría mucho más poder. El calor los había desfigurado a algunos, otros perdieron sus alas por los impactos de las rocas, unos ya no estaban protegidos por su armadura, y uno que otro llevaba incrustado en la cara, un pedazo de hielo. Nada les hacía sentir mejor que un poco de dolor después de haber comido. Parecían disfrutar cada momento de su estadía en aquel planeta.

Einar, y los demás terminaron de hacer el rito, cuando aquel castillo tembló violentamente hasta los cimientos.
– ¡Ya están aquí! – les grito una de aquellas brujas.
Frente a ellos apareció una enorme criatura alada de un color negruzco, que alzo vuelo una vez se terminaron los canticos de aquellas personas.
– ¡Oh Shiveel! ¡Te imploramos que la niña sea entregada a los dioses! – se le encomendó.

La bestia que invocaron, poseía un cuerpo musculoso lleno de cicatrices, unas alas de un color gris suave, con una tonalidad de piel color purpura muy fuerte. Su cara era de una forma estirada, con una barbilla muy pronunciada y unos ojos de color rojo intenso. Tenía el cabello liso y muy largo, con un aspecto grasoso. Tenía la altura de tres hombres con una cola del doble de largo. Cuando hubo terminado su materialización al mundo, abrió las alas de forma violenta, y de un tirón se elevó por los aires frente a las personas que lo invocaron.
Einar, esbozo de sus labios un: “gracias… y perdónenme…” Seguido de la materialización de una larguísima espada, la cual paso a la altura del cuello de todos los presentes, haciendo caer todas las cabezas al centro del circulo. Una sucesión de cascadas de sangre emergió a presión, haciendo desplomar los cuerpos al suelo completamente inertes.
Einar, se empezó a sentir mal. Al punto de que las náuseas pudieran más, dejando salir todo el contenido de su estómago encima de las charcas de sangre.
No tenía que ser así… – pensó, Einar- …no quiero morirLillian, eres lo más preciado para mí, sé que lo comprenderás, porque para mí siempre serás primero… como cuando tu madre, antes de que tu nacieras, se convirtió en mi centro, ahora tu tomaras su lugar, mi niña…

La niña, desde la altura seguía atacando ferozmente a la horda de bestias, sin darse cuenta de que detrás de ella, una criatura aún más siniestra, le tomaba de los brazos, zarandeándola a una gran velocidad. Cuando la niña volteo, del morado pecho del monstruo se habría una boca desde el cuello hasta el ombligo engulléndola. Lo último que vio, fue la gruesa obscuridad en la que se sumergía.
Aquella inconmensurable plaga de bestias aun hambrientas, empezaron a chocar en las paredes de la estructura hasta desmoronarla por completo. Rápidamente el castillo cedió a la presión, y todo se vino abajo en una nube de polvo y escombros que salieron despedidos hacia todas partes.
Al final, todos velamos por nuestros propios beneficios, y este día no fue la excepción. Lo que los seres consideran importante, no es sino un montón de pensamientos superfluos en un espacio en blanco – expreso la voz dentro de la cabeza de Einar.

Einar, se levantó de la pila de escombros, se paró frente a los lunarios envuelto en la nube de polvo, al mismo tiempo que estas deshacían las ultimas piedras de aquel castillo ignorando completamente su presencia.
– ¿Que hay para mí, entonces…? – susurro al viento- ¿Qué le espera a un traidor como yo…?
Un profundo silencio se apodero de aquella escena; el viento parecía haberse detenido y los lunarios parecían haber dejado de moverse. Einar, cayó al suelo de rodillas cubriéndose el rostro con las manos. Entonces una voz que provenía de algún lugar de aquella espesa polvareda, le hablo:
– ¡Te espera el paraíso, junto a tu hija! ¡Todo el poder que te prometí tambien estará allí, pero, como el dios justo que soy, para mi es imposible perdonar la traición…!

Un extraño ser muy alto, cubierto completamente con una sábana blanca, apareció frente a Einar, cargando un pesado martillo, unos clavos y una máscara de metal. El ser levanto el rostro del hombre, coloco la máscara en su cara y se la clavo con seis clavos en medio de los gritos descontrolados de dolor de aquel desafortunado hombre…

Capítulo 5: Búsqueda.

Aquel lugar era húmedo obscuro y envuelto en una espesa neblina que cubría todo, dando poca visibilidad a la ya de por si tupida vegetación que se alzaba a lo alto, impidiendo a su vez, que la luz del sol alcanzara el suelo.
Un árbol se alzaba en un páramo de luz, rodeado de extrañas luces blancas no más grandes a una mota de polvo. La obscuridad y la niebla era cortada en un radio de unos cuantos metros en relación a aquel árbol envuelto en musgo verdusco, marrón y un poco amarillento en las raíces. Tenía un pequeño riachuelo que se partía a la mitad en donde se encontraba plantado para luego volverse a unir y seguir así su camino hasta perderse de nuevo. Unas enredaderas caían desde lo alto de las ramas de aquel árbol, cuyas hojas se asemejaban a un corazón de un tamaño no más grande que la mano de una persona adulta. Al acercarse al tronco y ver hacia arriba, se podía percibir el aroma dulce que emitía su fruto, el cual estaba escondido entre la amalgama de ramas y hojas, y al final se divisiva por su color un tanto amarillo chillón, de aspecto parecido al durazno.
Al pie del imponente tronco, rodeado por un extraño rocío fluorescente, y un haz de luz que parecía apuntar especialmente hacia ella, haciendo resaltar su peculiar color azulado, se encontraba aquella flor en forma de campana que estaba allí siendo resaltada por todo alrededor, incluso opacando a su protector árbol.
A un lado, sumergida un poco en penumbras, hojarascas y ramas caídas, se encontraba toda llena de lana verde una pequeña casa de madera, muy rustica, que daba la impresión de que saldría algún duende mítico de las puertas de no ser porque parecía abandonada desde hace ya mucho tiempo. Dentro, había dos personas envueltas en raíces que los mantenían aprisionados de pie a cabeza, dejando libre solo la boca. Parecían haber estado inconscientes desde hace ya mucho rato pues no lograban articular más que leves quejidos de vez en cuando.

Una niña, no más grande que el metro convencional, estaba sentada sobre el piso batiendo el contenido de una olla muy sucia. Era una sopa de tono marrón con detalles negros que no tenía aspecto de ser comestible. Aquella niña, no parecía tener más de diez años. Poseía unos ojos de un color verde muy suave, rodeado por un circulo marrillo, que le daba un aspecto extraño. Su cabello, negro, complemente lleno de suciedad, ramas, hojas y bichos, era de un color negro, que, de no ser por lo maltratado de aquel, bien se vería muy elegante con el tono pálido que tenía su rostro. Usaba unas ropas verdes de una textura parecida al musgo, que le cubría el cuerpo entero asimilando unas mallas desde su mandíbula, hasta sus pies. En algunos sectores llegaba a tener flores multicolor que parecía que habían florecido en ese lugar naturalmente.
Aquella chiquilla, tomaba de una bolsa, una variedad de animales muertos, insectos, musgo, y yerbas, que terminaba agregando a la ya de por si asquerosa sopa. La batía y la batía, la probaba, y cuando parecía que le faltaba algo, agregaba más insectos; orugas, escarabajos, ciempiés, y su ingrediente secreto: un animal parecido a una sanguijuela, que, según ella, le agregaba el toque culinario digno de los dioses. Cuando la mezcla estuvo lista, por fin, en un cuenco de madera muy sucio, puso dos cucharadas de menjurje humeante, se acercó a uno de los dos prisioneros, y con una ramita remojada en sopa, le acerco un poco a la boca, dejando que poco a poco el sabor le llegara al paladar. La niña siempre decía que para ser un gran cocinero había que experimentar con todo lo que hubiera en la cocina, que al final algo bueno o malo tenia

que salir, y que de intento en intento se lograba ser mejor cada vez.
La espesa sopa caliente, bajo por el esófago de aquella persona, que cuya mueca de asco le hacía contorsionar los labios en un intento de escupir aquel maloliente lodo de alcantarillas. La niña preparo, una vez más, la rama en forma de cuchara, colmada hasta el tope de sopa y se la acerco lentamente a la boca, pero este la cerro con todas sus fuerzas, cerrando los dientes y forzando la mandíbula a modo de que la mescolanza de olor pútrido, no avanzara más a través de su cuerpo. El hombre escupió los restos que le quedaron en los labios, en la cara de la niña, lo que provocó que esta se pusiera roja de la cólera. Con sus diminutas manos, hizo unos sutiles gestos en el aire, y al mismo tiempo, las raíces se empezaron a mover a su son. Estas asimilaron dos manos con dedos alargados que le tomaron de su mandíbula para abrirle la boca, dándole oportunidad a la pequeña de meterle el contenido entero de su bol de sopa, haciendo que este casi se ahogara intentando escupirla, siendo que aquellas manos se lo impedían siempre, cerrándosela cuando intentaba regurgitar. La chica, se sentó frente al sujeto con su carita risueña, esbozando sonrisas y una que otra carcajada, viendo como aquel hombre se ahogaba en su propio vomito.

Una pequeña campanita resonó de algún lugar de aquel bosque, inmediatamente alertando a la pequeña, quien se apresuró a tomar una lanza hecha de madera, con punta de metal afilado que estaba al pie de la hoguera. Salió de la casa por una trampilla trasera que se encontraba completamente llena de una maraña de maleza y enredaderas. Corrió a través de las ramas de los arboles con un estilo parecido al de los monos arañas, llevando su lanza con un cordel atravesado.
Llego a la rama más alta de un árbol para intentar visualizar a lo lejos, los intrusos que habían osado cruzar por la gruesa barrera de árboles que había plantado con el fin de mantener afuera a los habitantes de las aldeas y pueblos aledaños, que tanto daño le hacían su ecosistema. Eran tres personas las que se colaron a sus dominios para intentar robar el agua de sus riachuelos, venían con ropas verdes, con ramas en la cabeza y un montón de hojas pegadas en el cuerpo, intentando pasar desapercibidos, pero, para engañar los ojos de aquella pequeña se necesitaba más que un disfraz bien elaborado, además de tratar de ocultar el olor característico de los Erguidos, como ella les decía; se necesitaría métodos más elaborados.
La pequeña, se acercó un poco más hasta que los tuvo de espaldas sin que aquellos se percataran de algo. Habían terminado de llenar el ultimo cántaro forrado de un material llamado Ninil; que era muy parecido al mimbre. Tomaron los cantaros y se los echaron al hombro, y cuando hubieron volteado, la pequeña, con rugido, les hizo arrojar los recipientes al suelo rompiéndolos y haciendo que el agua se derramara sobre el pasto. Los hombres, enfurecidos, desenvainaron sus espadas contra la niña, pero esta rápidamente se les escabullo por las ramadas tupidas de los imponentes árboles. Cuando hubo llegado a la copa, desde allí arriba le ordeno al bosque que desechara a los intrusos, poniendo su frente en la corteza reboza del árbol y recitando unas palabras inentendibles.
Aquellos hombres, con las espadas en las manos buscaron a la escurridiza niña, sin saber que, entre la vegetación, unos seres hechos de tierra, barro, ramas y hojarascas, no más altos que un hombre, pero mucho más robustos, se encontraban detrás de ellos, sosteniendo gruesos troncos de madera podrida. Los hombres se acercaron a los arbustos silvestres a intentar encontrar a la niña canalla que les había robado la oportunidad de beber un sorbo de agua a sus familias, mas no la encontraron pues cayeron completamente inconscientes al fangoso suelo, por un golpe contundente en la cabeza de un tronco de madera.

Alla en la tarde, al pie del grueso muro de árboles, despertaron aquellos desafortunados, con un dolor de cabeza inaguantable, sin espadas, sin ropa y sin su preciada agua.

La niña, regreso a su casa inmediatamente arreglado el asunto con los infractores, se volvió por las ramas de la copa de aquellos majestuoso árboles, agarrándose fuertemente, sin ver que una de las que le esperaba al frente estaba completamente carcomida por termitas, y al tomarla se rompió haciendo que cayera. Por suerte, su conexión con los bosques era absoluta y por ningún motivo iba está a dejar caer a la niña en las piedras que le aguardaban al pie de los troncos y raíces del fondo; por ende, las ramas bajas se movieron todas al unísono, para entrecruzarse y lograr hacer una red lo suficientemente fuerte como para aguantar la caída del pequeño cuerpo de aquella risueña niña, que soltaba carcajadas de felicidad al mismo tiempo que saltaba como trampolín sobre las ramas, que botaban sus hojas como lluvia al suelo.

Un Evan, aprisionado fuertemente por raíces, intentaba desesperado comunicarse a gritos con Aura, quien estaba frente a él, pero que parecía no haber recobrado la conciencia, pues al tener su boca libre no contestaba a los gritos de Evan. El muchacho trataba de zafarse a como diera lugar de su fuerte prisión, pero a medida que este forcejeaba, estas lo apretaban aún más, al punto de asfixiarlo. Evan, al oír que alguien entraba, se hizo el dormido nuevamente, relajando su cuerpo para que las raíces tambien se relajaran y lo soltaran un poco.
La pequeña, vio el tiradero que había hecho su prisionero con la sopa que con tanto empeño había hecho para ellos, y no pudo dejar de sentirse decepcionada, además de tener unas ganas inmensas de empezar la tortura con el hombre antes que con la chica.
– Quizá ya sea la hora… – pensó la niña, al mismo tiempo que hacia un ademan para que las raíces le soltaran el rostro a Evan, quien abrió los ojos con un poco de dificultad por la pegajosa sabía que se le había impregnado en el rostro.
Con dificultad, vio por primera vez la cara de aquella niña, la cual no le pareció para nada peligrosa, más pensó que debería proceder con cautela, solo por seguridad.
– Una cosa te voy a decir antes de empezar: – advirtió la pequeña, alzando un dedo por enfrente del rostro Evan-. Si llego a percibir mentira en tus respuestas, te quebrare una costilla por cada una ¿entendido?
Evan, asintió un tanto perturbado por las palabras que estaban saliendo de la boca de la niña, quien a su parecer, no debería pasar los doce años de edad.
– ¿Puedo hacer la primera pregunta, yo? – solicito, Evan.
La pequeña, asintió con la cabeza después de un momento de pensarlo.
– Pero si detecto que vas a decir un conjuro, hechizo o cualquier otra cosa que no sea una pregunta: te quebrare la mandíbula ¿entendiste?
Evan, estaba empezando a sentirse un tanto más preocupado por Aura, quien parecía que aun dormía, completamente ajena a la situación en la que se encontraban. Las palabras de la pequeña no eran comunes de alguien de su edad, y por lo que había visto hasta ahora; no parecía estar bromeando.
– Está bien, entiendo. Quiero agregar una cosa más, antes de empezar: la chica que esta frente a mí, no tiene culpa de haber sido involucrada en mis asuntos por lo que todo castigo que le quieras aplicar a ella, deberá recaer sobre mí ¿entiendes?
– La proteges, ¿eh? – murmuro la pequeña.
Se acerco entonces a la chica…
– Tienes mi palabra de que, si lo que escucho me parece verdadero, no tocare a la chica más de lo debido, pero, si mientes… le quebrare una costilla a ambos ¿Qué te parece, hechicero?
Evan, se le quedo viendo a los ojos muy seriamente tratando de entender la situación en la que estaban. Le parecía extraño ser rehén de una pequeña niña que hablaba como todo un adulto. A leguas se veía que la niña no mentía, por lo que trataría de tener un poco de tacto a la hora de contestar a su pregunta; no parecía ser de las personas que tuvieran mucha paciencia por la forma en que le metió la sopa por la boca.
Evan, le pidió que por favor le descubriera el rostro a la chica, a lo que la pequeña accedió sin más problemas. Un par de gestos con los dedos de su mano derecha, y las raíces descubrieron el rostro de Aura, quien aún no recobraba la conciencia.
– Déjame decirte que, aunque tú fuiste el que más daño recibió de la caída – le comunico la niña-, al parecer la chica se pegó en la cabeza con alguna roca y por eso no eh logrado que despierte, en cuanto a tus heridas, te puedo decir que sanas bastante rápido; esas heridas en la espalda estaban muy feas…
Evan, le agradeció y estableció, de entrada, que no venían a hacerle daño a nadie.
– Eso lo decidiré yo en un momento – replico, la pequeña-. Primero, ¿cuál es tu nombre…?
– Mi nombre es Evan y el de la chica es Aura -contesto, Evan-. Ahora que sabes nuestros nombres, quisiera saber el tuyo…
Lo sabrás, pero antes quiero saber algo más antes ¿Vienes por el Argentum…?
Evan, se le quedo viendo con cara de duda, pues nunca en su vida había estado en ese lugar como para querer buscar otra cosa que no sea su salida de ese mundo, por lo que preguntar si estaban buscando algo cuyo nombre no le sonaba a absolutamente nada, le parecía absurdo.
– Dudo que lo queramos sea el Argentum, pequeña. Preferiría más un vaso de agua.
La niña se acercó a unos barriles que tenía en el fondo, y con un pequeño cuenco, saco un poco de agua un poco sucia. Se acerco a Evan y le dio a beber toda el agua, la cual le supo muy acida, tanto así, que no pudo evitar arrugar la cara, como quien toma zumo de limón.
– ¡Esto está demasiado amargo! – exclamo- ¿No hay agua del riachuelo, un pozo o de algún otro lugar que no sea un limón?
– ¿Limón? No, es agua de Nitarato. La mejor de todo los bosques. Esto es un verdadero manjar en estas tierras. ¡Que afortunado eres de tomarla!
Evan, agradeció el gesto de la pequeña, quien ahora le parecía un poco más acorde a su edad, incluso su risa le empezaba a parecer contagiosa, como la risa de su media hermana con la solía jugar los fines de semana cuando su papa la traía para verlo. No la volvió a ver, así como su papa tampoco volvió a visitarlo nuevamente.
– Mi nombre es… Lili – susurro.
– ¿Perdón?… -replico, Evan.
– Lili, me llamo Lili… pero me gusta que me digan “Li”.
– Mucho gusto entonces, Li.
– Basta de presentaciones entonces y sigamos con lo nuestro – dispuso, Li- Ustedes vinieron del altar de los cielos ¿No es así…? Si es así ¿Cómo llegaron hasta allí? Nadie que no sea un hechicero, mago, monje o bruja, puede siquiera acercarse a esa piedra flotante. Quiero saber tambien el motivo de su visita a mis dominios…
Evan, se le quedo viendo a los ojos seriamente, y de la misma forma le contesto:
– Me creerías si te digo, que no pertenecemos a esta tierra…
– Por sus nombres lo supuse… Ustedes son de Etnamos ¿cierto?
Evan sonrió.
– Cuando me réferi a esta tierra, me refería al Terrapilar. Somos de un lugar más allá…
La pequeña, dudo por un segundo de la respuesta del joven, y pensó que era el momento de un poco de dolor, solo para estar segura. La niña, novio su dedo frente a Evan en señal de que no le había gustado lo que escuchaba.
– ¿Qué hay más allá del Terrapilar? Quiero saber – insistió, la pequeña con escepticismo-
– ¿No me crees? Toma lo que hay en mi bolsillo y veras si miento…
Lo dudo por un segundo, pero al final accedió. Con un gesto de sus manos le ordeno a las raíces que despejaran el área de la pelvis, donde estaba su bolsillo. Metió su mano y sintió aquella sensación de tener un cristal rectangular, un poco golpeado, entre las manos. Cuando lo saco y lo vio, se quedó completamente impresionada por nunca haber visto algo parecido antes. Aquel objeto de color plateado atrás y completamente negro al frente, reflejaba su rostro en todas direcciones; como un espejo.
– Es un teléfono celular, y por lo que veo no hay muchos por aquí -comento, Evan.
– Nunca había visto nada igual ¿para qué sirve? – se maravilló.
– Con ese artefacto, puedes comunicarte con las demás personas a grandes distancias, además de poder capturar retratos de todo lo que se puede ver, nos conecta con todo el mundo; es muy útil para nosotros.
– ¿Que clase Ether usa?
– No creo que use eso exista en mi mundo…
– ¿Entonces, este artefacto hace tanto sin Ether? Talvez deba quedármelo hasta saber cómo funciona… en cuanto a ustedes, les daré esto.
Una de las raíces del pecho de Evan, se levantó y rápidamente le pego de lleno provocándole un inmenso dolor, seguido de un desgarrador alarido.
– ¡¿Por qué?! – grito, Evan.
– Solo fue un recordatorio de que no debes mentirme. Además, no provoque gran daño; tu costilla está bien. Prosigamos… Si no vienes por el Argentum ¿entonces a qué? ¿es solo por agua?
– Créeme que, si fuera por nosotros, nunca hubiéramos tenido que visitarte – contesto Evan, entre quejidos de dolor -, es solo que, tuvimos inconvenientes con unos sujetos que nos querían molestar.
– ¿Quiénes eran esos sujetos y que querían de ustedes? ¿Se veían peligrosos? –
– No lo sé realmente, y la verdad si se veían muy peligrosos – contesto, Evan.
– ¿Como eran?
– Solo vi que se movían en aves gigantes, y todos llevan mascaras horribles.
La pequeña, se quedó un rato en silencio, analizando lo que acababa de escuchar, mientras con su mano les ordenaba a las raíces del pecho de Aura, para que le golpearan las costillas.
– ¡Espera! Es todo lo que querías saber ¿no?! – le grito, Evan- ¡No hay necesidad de dañarla…!
-Lo sé, pero, necesito estar segura de tus palabras – replico, al mismo tiempo que las raíces golpearon a Aura, haciendo que esta despertara con un grito de dolor inaguantable.
Evan, le grito a la chica para que se tranquilizara, mientras veía como le bajaban unas lágrimas de sus ojos.
– ¡¿Evan?! ¡¿Evan?! ¡¿Qué está pasando?! – tartamudeo, Aura-. ¡Me duele todo el cuerpo!
– ¡Aura, tranquilízate, estoy aquí…! – le grito Evan, intentando que la chica se calmara, mientras en su cabeza maquinaba una forma de salir de esto sin lastimar a nadie-. ¡Vamos a calmarnos, ¿está bien?!
Aura, voltio a ver a la pequeña quien ahora mantenía una lanza apuntándole al pecho, siendo en ese mismo momento, que dedujo que ella era la causante de su dolor.
– ¿Evan, donde estamos…? – le pregunto, Aura, pero la pequeña rápidamente le puso la lanza cerca de la boca con cara de enojada.
– Yo hare las preguntas aquí, así que, nadie intente nada tonto – dijo la pequeña bajando su lanza y dirigiéndose contra Evan, quien tosía sangre del dolor.
– ¡La matare…! – refunfuño, Aura.
– ¡¿dijiste algo?! -espeto, Li.
– ¡Nada, no dijo absolutamente nada…! -interrumpió, Evan, entre quejidos.
Aura, completamente fuera de sí, le era imposible soportar el dolor que la pequeña niña le había provocado, queriendo ponerle las manos en el cuello y estrangularla.
Busco milimétricamente el momento exacto en que la pequeña se volteaba para, con su boca, recitar palabras, pero la pequeña se dio cuenta y rápidamente le tapó la boca con sus raíces seguido de un fuerte golpe de estas a sus costillas, provocándole que dos se le partieran en pedazos. Aura chillo amargamente, al mismo tiempo que Evan, trataba de calmarlas, pero estas no parecían hacer caso. Aura, lloraba de dolor e intentaba contorsionarse, pero su fuerte amarre se lo impedía, incrementando su impotencia. Evan, por su parte, trataba de desviar la atención de Li, hacia él, pero esta se empecino en torturar a Aura con otra embestida de sus raíces, solamente que esta vez aura ya no pudo y se terminó por desmayar.
Esto no está bien, esta niña va a matar a Aura… –pensó, Evan-. ¡Maldita sea!
Li, se voltio hacia el muchacho y cuando hubo hecho esto, una explosión detrás de ella lanzo por los aires los restos de raíz y escombros de las paredes, cuando la pequeña quiso voltear, una neblina de color rojo la rodeo completamente. Evan, rápidamente, conjuro un hechizo de aire volando por los aires, el tambien, sus amarres, pero al mismo tiempo despejando la neblina carmesí que se avecinaba. Cuando todo hubo terminado, Evan, mantenía el filo de la espada de Aura que se dirigía al cuello de Li, con su mano izquierda, mientras que, con la derecha, la punta de la lanza de la pequeña que iba al costado de Aura.
– ¡Nadie va a morir hoy ¿está bien?! – puntualizo Evan, con las manos ensangrentadas-. ¡No somos malas personas!
Aura, se dejó caer sentada sobre el suelo, al mismo tiempo que intentaba curarse lo más rápido posible, quejándose en todo momento del acto que cometió Evan.
– Tú has matado niños, y no me quieres dejar a mí que elimine a una pobre mocosa- Murmuro Aura, sobándose las amoratadas costillas.
Evan, le devolvió la lanza a Li, quien no salía de su asombro de lo que acababa de vivir, es decir, no había estado tan cerca de la muerte desde aquella vez en los montes. La pequeña, se limpió los restos de la sangre que le habían caído en la cara, las cuales se sentían como si quemaran, es más, por un momento sintió que, si respiraba aquella niebla, hubiera muerto tambien. Fue en ese momento que lo dedujo por fin: la mujer si era una bruja; le habían mentido y
ella había caído redonda, como una niña tonta.
– ¿Quiénes son ustedes? – les pregunto Li, ahora nerviosa-. Me dijiste que en tu tierra no había Ether, entonces… ¿Por qué tu mujer usa Ether, y sobre todo, uno tan peligroso?
– Ella es mi hermana, no mi mujer, y si te escucha se va a enojar muchísimo – le dijo Evan a la pequeña, agachándose para estar a su altura-. En cuanto a lo del Ether, como explicarlo… es una cuestión muy complicada y no creo que tengamos tiempo; mira, no tenemos intención, recalco, en hacerle daño a nadie que no lo mereciera ¿está bien? Solo queremos llegar a la capital de este país, es todo.
Li, se volteo a mirar a Aura, quien todavía se sobaba las costillas, y pensó:
Si realmente hubiera querido matarme, lo hubiera hecho sin dudarlo, pero este chico es distinto. Tiene algo que no puedo explicar.
La pequeña, puso sus diminutas manos en los costados de Evan, y un resplandor, seguido de una sensación de calor empezó a invadir al muchacho seguido de un gran alivio del dolor. Sintió exactamente lo mismo de las veces en que Aura lo curaba; era relajante al punto de casi quedarse dormido.
– Se que a veces suelo ser muy brusca, casi antipática al dolor de los demás, pero mi prioridad es la subsistencia de este hábitat a como dé lugar – aclaro, Li-. Los hombres vienen, a veces buscando agua; buscando comida o simplemente explorar, pero otras, vienen por lo que esconde este lugar…
– ¡Evan! Si ya terminaste de hablar ¿podemos irnos ya? – le grito Aura, desde el otro lado de la sala-. ¡Dile a esa enana que la matare si se opone!
Evan, le hizo un ademan con las manos a Li, para que no se lo tomara enserio, dejando ver las heridas en ellas, la niña le se las tomo e hizo lo mismo para curarlas, no eran profundas las heridas, pero con eso pagaba el gesto de haberla salvado.
– Tu hermana es insoportable, ni siquiera le interesa sanarte tus heridas…
– No, ella solo esta furiosa, y cuando esta así, no ve la situación con claridad. Espera y veras, ella es muy distinta a lo que pinta…
La pequeña, termino de sanar las manos de Evan, y se volteo para tomar un pequeño barrilito que estaba llena de agua pura de manantial, para dársela a Evan, cuando del otro extremo de la sala se escuchó la voz de Aura:
– ¡Evan, ven para que te cure!
– Lo ves… -musito, Evan-. Así es ella cuando se le pasa la cólera.
– Ya veo – sonrió la pequeña.
– Estoy aquí, ven para que hablemos… – le exclamo a Aura.

Evan, Aura y Li, se sentaron en unos troncos que estaban en aquella sala; Aura, reviso las heridas de la espalda de Evan, notando que estas casi habían desaparecido por completo, luego se sentó sin despegarle la vista a la niña, quien se sorprendió al ver la forma en que la pequeña estaba vestida de aquel extraño musgo verde que le cubría casi todo el cuerpo. Li, por su parte, trataba de evadir lo más posible la mirada asesina de la mujer, quien se notaba que le guardaba un inmenso rencor. Evan solo se limitó a estar sereno en su tronco, tratando de que todo se mantuviera en paz.
– Somos de otro lugar, mucho más alejado del Terrapilar, eso ya lo había aclarado, pienso yo – empezó, Evan-. No venimos, en ninguna medida, a tratar de molestar a nadie, solo da la casualidad de las circunstancias que, caímos en tus dominios. De antemano: lo sentimos si sentiste que íbamos a robar en tus jurisdicciones, o lo que sea que pensaras que íbamos a hacer. Nuestro único objetivo, ahora, es llegar a la capital de este país: ¿Gabrelea?
– “Mascullana” – le aclaro, Li-. Gabrelea es la capital de Etnamos. Mascullana es la capital de este país; Vilamikone.
– ¿Esto no es Etnamos…? – pregunto, Aura algo perturbada.
– Ni de cerca – respondió Li.
Evan, tuvo ese mal presentimiento que le había invadido desde que cruzaron aquellas puertas. Nada le parecía encajar con las descripciones del libro de Aura; había sospechado desde un principio que no estaban ni remotamente cerca de su objetivo.
– ¡No habrá banquete de recibimiento! – se dijo a sí mismo.
La pequeña se levantó y se dirigió hacia un pequeño cajón que tenía en la esquina del cuarto, y de él, saco un pequeño papiro muy viejo con unos dibujos de lo que parecía ser un mapa muy antiguo, la niña lo sacudió e inmediatamente se los mostro a la pareja.
– Estamos aproximadamente aquí – indico la niña, poniendo su pequeño dedo sobre una zona algo cerca de la frontera.
– Ustedes quieren llegar a Gabrelea, la cual se encuentra a miles de Decas de distancia; llegar allí no será fácil si van a pie, eso si logran pasar primero la frontera…
– Evan, este mapa nos sería de gran utilidad si queremos llegar allá – dijo Aura.
– Si, nos sería de gran ayuda, pero… – replico Evan.
– …Pero, no se los daré – aclaro, Li.
Evan, se quedó pensando un momento, hasta que algo le surgió.
– ¿Y si lo cambiamos por mi cristal mágico? – inquirió, el joven.
– ¿El qué es mágico…? Oh, tu cristal Ether… Lo siento, pero eso ya es mío. Tendrás que ofrecer algo más.
– ¿Cual cristal mágico, Evan? – cuestiono, la chica.
– Mi teléfono… – le susurro al oído.
En primer lugar. Ustedes son mis prisioneros, por lo que no están en posición de negociar. En segunda. Ustedes no se irán de aquí, ahora que se lo que son. Y en tercera…
– ¡Esta niña me hace enfadar mucho…! – interrumpió Aura. ¿Puedo…?
– No, no puedes… – le respondió tajante, el joven, poniéndole su mano sobre hombro.
Evan, se quedó pensando en las posibilidades más viables para su situación; el veía que la pequeña no era tan mala, solo un poco caprichosa, pero por lo demás parecía ser una buena niña. Sus peculiares ojos mostraban algo que le cautivaba de grata manera.
– ¿Qué quieres por nuestra libertad entonces? – le siguió el juego.
Li, se sentó en el suelo frente a la pareja, viéndolos fijamente con sus ojos llenos de brillo.
– Siempre eh tenido una gran interrogante en mi vida: Quiero saber lo que es el amor…
Aura, se sonrojo como tomate al escuchar las palabras que salían de la boca de aquel ser que parecía ser inocente, pero que al conocerla se le puede fácilmente confundir con algún tipo de maniaca, sádica, pervertida o algo por estilo. Evan, por su parte, vio a través de las palabras de Li, claramente lo que significaban en realidad; lo que intentaba expresar.
– Yo te mostrare el amor entonces, pero para eso tienes que acompañarnos en nuestro viaje – persuadió, Evan-. Abandona todo y ven conmigo. Para mostraste lo que es el amor tendré que ensenarte primero a amar.
Aura, enfurecida por las palabras sin sentido de Evan hacia la pequeña, no dudo ni un segundo en darle un duro golpe en el hombro para intentar hacerlo reaccionar de la sarta de estupideces que le salían de la boca.
– No pensé que tuvieras esas inclinaciones hacia las niñas, pero mientras este yo cerca no vas a dejarte llevar por la libido -Regaño, Aura, a su estúpido amigo.
Evan, trato de explicarle lo que la pequeña trato de decir, pero Aura seguía insistiendo de que en sus malas intenciones.
– Mira, ella solo se refiere al amor que conforma todo lo que vemos, de hecho, explicar el amor como una filosofía, tambien encaja en la definición del Ether en general; en otras palabras, entiendes el amor: entiendes el Ether – explico, Evan-. Basados en la teoría de que dios es amor, y que por lo tanto dios está en todo lo que vemos, no es difícil entender tambien que el Ether tiene relevancia con el amor… No veo otra cosa en las palabras de ella, Aura.
– Puede ser que lo que Evan dice se acerca lo más posible a lo que quiero saber en realidad, pero quisiera que las dos cosas no se mezclaran nunca ¿entiendes? – aclaro, Li.
– Pero entiendes que para eso tendrías que ir con nosotros a Gabrelea, para que… Evan te explique sobre el amor… y de paso me lo explique antes a mí, para saber que no intentara pervertirte, antes de que yo intente matarte… – bromeo, Aura.
– Yo preferiría que lo hiciéramos aquí, además, no creo que un atraso de unos días afecte mucho a su travesía. Luego, yo prometo guiarlos hacia la frontera personalmente. – sugirió, Li-. Les daré el mapa y su cristal “mágico”, aunque no creo que necesiten el mapa porque: si logran cruzar el muro, dentro de Etnamos sobraran personas que les indiquen hacia donde deben llegar.
– ¿Y tú…? -pregunto, Evan.
– Yo seguiré aquí, cuidando el Argentum y al árbol Vociferum – le respondió, Li.
– Ven con nosotros a Etnamos – insistió, el joven-, quiero saber tu historia tambien…
– ¡No, ya te lo dije! – contesto tajante.
La niña, se paró abruptamente volteando a ver la pared frontal de su casa, se dirigió hacia la puerta, y salió dejando solos a la pareja.
– ¿Porque insistes tanto…? – cuestiono, Aura-
– Hay algo más de trasfondo, algo que me perturbo desde que la vi a los ojos… algo más allá de mi entendimiento -explico Evan, viendo a la chica- No sé, pero, el hecho de haber caído aquí no fue mera casualidad. Todo en este mundo tiene un porque, dejando a la casualidad como algo inexistente. Mi perspectiva de todo cambio desde que desperté, bueno, desde que me despertaste. Siento como si hubiera estado viviendo aquí toda mi vida, y no solo aquí; si no tambien en otros lugares, todo viene a mi como fugases recuerdos alborotados sin orden aparente. Incluso el nombre que se me ha asignado: Siegfried, es como si yo hubiera nacido aquí desde un principio.
– Que quieres hacer ahora, entonces, ¿Vas a insistir en que se valla con nosotros o te quedaras aquí? Yo, por mi parte, no tengo muchas elecciones, y todo se basa en lo que tu decidas. Si sientes que debemos esperar hasta despejar tus dudas, pues nos quedaremos.
La pequeña, Li, se metió nuevamente, con su cara completamente seria. Se quedo un rato mientras Evan y Aura se le quedaron viendo con igual semblante.
– ¿Que sucede? – inquirió, Evan.
– Vienen unos hombres con unas características como las que mencionaron.
– Entonces debemos irnos… – ordeno, el joven.
– No, debo eliminarlos, ustedes deben irse… ¡YA!
– ¡No lo creo! ¡Aura, prepárate, nos quedaremos! – dispuso Evan, materializando su espada.

La pequeña soltó unas lágrimas, mientras que su cuerpo temblaba, y con cara arrugada de impotencia e ira descontrolada, apretaba los puños fuertemente.
– Los ejércitos de Gastormorfos no van a aguantar tal embate…
-pensó, la pequeña-
Los hombres venían quemando todo a su paso, matando sus árboles, sus arbustos y sus plantas a medida que se acercaban a su preciado Argentum y Vociferum.

El grupo llego a una gran barrera de árboles que les suponía un problema menor para el equipo que traían; un montón de lanza llamas, cierras, hachas pesadas y un montón de explosivos. Los hombres reunidos al pie del muro de árboles empezaron a abrirse camino, tumbando con las sierras y las hachas los árboles que les impedían el paso. Aquellos arboles cayeron con su característico estruendo, pues eran muy pesados y altos; dejando la entrada para que aquellos hombres de máscaras bizarras siguieran su camino a las profundidades del bosque, en busca de los muchachos que se les habían escapado.
– Si avanzamos más por esta dirección, tarde o temprano nos encontraremos con nuestro objetivo, mi señor – dijo el de la máscara parecida a un cerdo deforme-. En algún lugar de esta zona, se siente su olor y un tanto su Ether.
– ¡Perfecto! A partir de aquí podemos empezar a tumbar todo, siento que tarde o temprano ella aparecerá – expreso el de la máscara blanca-. Así que no se atrevan a limitarse, ¡vamos a quemarlo todo, muchachos!
El de la mascará blanca, saco de su pecho una espada de un color negro con detalles en rojo, muy gótica, y la prendió en un fuego intenso. Saco de la bolsa de su pantalón un cigarro largo sin filtro, y con el fuego de su espada lo prendió; se quitó la máscara, y poniéndolo en sus labios le dio un tirón, llenando sus pulmones a tope de humo, para luego dejarlo salir todo.
– Vamos a ver porque eres tan importante para Bermoth, que accedió fácilmente a pagar tanto por tu cabeza: Evan Blanc… – susurro entre bocanadas de humo-. Si eres importante para ese estúpido, quizás tambien lo seas para su nación; lo que significaría que aun podemos negociar un poco más, ¿verdad?
Los hombres empezaron a exhalar fuego con sus potentes maquinas, prendiendo en llamas aun a la planta más verde de aquel bosque. Las llamaras que lanzaban se expandían a metros de distancia, logrando cubrir una extensa cantidad de terreno en poco tiempo. Aquel calor se sentía como estar frente a las puertas de un horno a toda potencia, haciendo que respirar se tornara en una tarea casi imposible. El viento no ayudaba en nada, pues su dirección hacia expandir el incendio hacia el centro del bosque. Aquel hombre que llevaban las hachas y las sierras, iban junto al de la máscara blanca a la vanguardia tumbando todo a su paso.
– Mi señor, se aproximan formas de vida, en gran cantidad por el frente.
– ¿Formas de vida? ¡Se más específico, por favor!
– Me temo que no podría describirlas, mi señor…
– Dejemos lo del señor, ¿quieres? Solo llámame por mi nombre.
– Como guste… mi… – se paró en seco-. Kruger, señor…
– Así está mejor, ¿o no?… Markus.
El hombre de la máscara de cerdo, llamado Markus, asintió, mas no podía dejar de sentirse intimidado cada vez que se dirigía a su señor, pues él había presenciado de primera mano de lo que había sido capaz de hacer por cometer su fin. Sus ojos siempre tenían esa mirada calmada, que al intentar quedársele viendo uno no podía dejar de sentir aquel escalofrió desde la espalda hasta los tobillos pues, había en ellos obscuridad y algo más, que la gente terminaba por describirlo como demonios que carcomían el cuerpo hasta la mismísima alma.

Aquel paisaje de una hermosa gama de verdes se tornó rápidamente en naranja, y paso de sentirse una fresca brisa a un completo infierno en cuestión de minutos. Los pájaros que se alojaban en las ramas de aquellos arboles salían disparados en parvadas hacia el cielo a ponerse a resguardo de las llamas que avanzaban a velocidad aterradora. De los recovecos salieron avispados, en busca de refugio, gran cantidad de animales, que se dirigieron al centro de los bosques donde las llamas no habían llegado aún.
A lo lejos, marchando, se aproximaban una treintena de pequeños golem de madera, todos con sus troncos, listos para el encuentro con los invasores. Marchaban a un solo compas intentando llamar la atención golpeando los troncos de los arboles con gran fuerza, queriendo que se fijaran en ellos, y al final lo lograron.
Kruger, junto a Markus quien llevaba una pesada hacha sostenida con las dos manos, interceptaron al mini ejército, cayendo desde las alturas hacia el centro de los golem. Kruger con sus espadas de fuego abatió a los desafortunados que se le pusieron en frente quemándolos hasta las cenizas; al otro lado, Markus, destrozaba a otro grupo con un solo movimiento del hacha. Los golem restantes, se les abalanzaron encima, compartiendo el destino de sus compañeros siendo pulverizados rápidamente. Cuando solo quedo el ultimo de aquellos golem, Kruger le corto los brazos y las piernas, y tallándole en el pecho su nombre, bajo la mirada inexpresiva de aquel ser, se empezó a reír descontroladamente.
– Se acercan las llamas, Kruger, ¿Qué debemos hacer ahora?
– Seguir hasta que las alimañas salgan. Si siguen hacia delante, en unos días estarán topados con un muro inmenso, y si vienen hacia aquí se toparán con un muro de fuego – explico, Kruger-. Si por el contrario deciden irse hacia los costados, tendrán que pasar por los hombres que contratamos a las afueras del bosque para qué vigilaran, les prometí un pequeño botín a cambio. Son solo ratas, ladrones de poca monta. Por donde quieras que lo veas, tarde o temprano los encontraremos…
– ¿De verdad vas a quemar el bosque entero? – cuestiono, Markus-. Si se entera el gobierno, y nos atrapan, muy posiblemente nos condenen a morir en los abismos.
– Mi cabeza ya cuesta: dieciséis millones de Cristales brutos; el equivalente a veinte cadenas perpetuas, y una muerte más que digna en los abismos, en otras palabras, nada cambiaria mi situación. Un bosque, un genocidio, una violación, realmente nada importa ya… Soy el verdadero hombre libre.
Los hombres siguieron adelante al ver que los del lanzallamas se acercaban.
– Ordena tirar las bombas, hay que hacer más ruido – ordeno, Kruger, esbozando una sonrisa maquiavélica.
Unas series de potentes explosiones se escucharon a lo lejos provocando fuertes ondas expansivas que terminaban por botar las hojas y una que otra rama seca. Kruger, saco de su bolsa un explosivo de mecha, y con un cigarro encendido le prendió fuego, lo vio, espero y cuando fue el momento exacto, lo lanzo al aire, seguido de una explosión que tumbo toda la copa de los arboles alrededor, cayendo pesadamente los cuerpos desmembrados de algunos animales que se refugiaban allí.
– Apreciemos la hermosa vida que se quema en este infierno que me eh complacido en traerles – celebro, Kruger-. Como un regalo a la princesa que se esconde en los bosques y a su hechicero estrella, les traigo un pacto divino de la paz que se debe beber muy caliente.

Kruger, remembraba su bonita infancia en las montañas, cazando animales para comer, siempre añorando tiempos mejores, añorando una familia a la que amar y que esta lo amara. Viendo al cielo, una vez se propuso, que lograría todo lo que de su cabeza surgiera, se convertiría en un comandante de los ejércitos de la realeza, quería que la gente le sirviera, que estuvieran a sus pies, y cuando tuviera el poder suficiente, retaría a su rey. Mataría a todo el que se opusiera frente a él, sin dudarlo. Aunque al final logro sus metas más añoradas, su sentimiento de vacío no hiso, si no, agrandarse hasta el punto de ser una carga inaguantable. Las acciones más básicas le suponían todo un reto. Algo faltaba.
Kruger seguía avanzando quemando todo a diestra y siniestra, mientras le daba sorbo tras sorbo a su cigarro, llenando de humo sus podridos pulmones. Markus, su subordinado, iba junto a él, destruyendo la naturaleza con los potentes cortes de su hacha, extendiendo el filo más allá del largo de esta, pensando siempre en encontrar el más mínimo rastro de Ether de aquellos jóvenes.

El pequeño Kruger, había llegado a la ciudad de Corintos a la corta edad de quince años, cargando solamente una maleta con sus ropas y una cajetilla de cigarrillos artesanales. Buscaba al maestro de su padre, quien lo había entrenado en los ejércitos antes de la última gran guerra con Etnamos. Su padre siempre decía que de no estar el para entrenarme, habría alguien que, si lo podría hacer, que, para encontrarlo, solo debía mencionar su nombre a los escoltas del palacio real. Kruger estuvo frente a esos guardias gritando el nombre de su padre toda la mañana sin que aquellos se inmutaran en lo más mínimo. Cuando hubo llegado la noche, ya no tenía voz, había un frio que congelaba el agua, y tenía muchísima hambre. Hubo tres cambios de guardia durante el periodo en que estuvo parado allí, y ninguno reconoció el nombre de su padre. Cuando desmayo por el hambre y el frio, un hombre le recogió para llevarlo a su casa, un pequeño cuarto en el noveno piso de un edificio casi en ruinas, donde vivían muchas de las personas más miserables de aquella gran ciudad.
– ¿Qué haces aquí pueblerino? ¿De quién es el nombre que le gritabas a esos guardas? y, sobre todo: ¿Qué viniste a hacer a Corintos si no traes ni una nuez? – le reprocho aquel anciano.
A Kruger le chillaban las tripas del hambre, y cuando aquel hombre le ofreció un austero plato de sopa, este se lo devoro sin importar que estuviera realmente caliente.

Cruzaron aquel riachuelo, que se sintió realmente fresco a los pies de aquellos mercenarios, comparado con el infierno que traían detrás el cual avanzaba a mayor velocidad cada vez. Sonaron tambien a lo lejos, las potentes explosiones de los hombres de los costados, que intentaban hacer salir corriendo todo lo que tuviera pies, sacando a Kruger de su ensimismamiento. El hombre, se reclino un momento del tronco de un árbol, saco un nuevo cigarrillo, lo prendió y empezó a remembrar de nueva cuenta.

El anciano, le dio a conocer algo sobre su padre, pero que no le termino de quedar claro, pues hablaba de las funciones que había desempeñado su padre en el reino realmente: Su papel en la última gran guerra de tres frentes, había sido el de un aguatero, solo quedarse a ayudar en las funciones que no involucraban el combate, y que el arte de los asesinos lo vino a aprender mucho después de manos de “El inmaculado filo”, mucho después de esa batalla.
El joven Kruger, conoció a un maestro que, si bien no había sido el que su padre había indicado, si fue el que sentó las bases de la persona que era ahora; un sangre fría. Su maestro le enseño el arte de la tortura y la sodomía, le enseño tambien a matar sin dolor y tambien dejar a las personas al borde la muerte, sumergidos en un limbo de dolor inaguantable. El joven cambio su bolsa llena de ropa vieja y sueños, por una llena de cruda realidad más plausible y, sobre todo: más posible.

Kruger, siguió caminando hasta encontrarse con un pequeño nacimiento de agua muy pequeño, al pie de un majestuoso árbol inmenso. Coloco su cigarro prendido encima de una roca; probo de aquellas cristalinas aguas, y le supo a la pureza en su máxima expresión, tomo otro sorbo para llevarse el recuerdo con él, antes de que todo se volviera cenizas. Su subordinado, Markus, solo se limitó a vigilar desde la saliente de una piedra elevada.
– Creo que esto podría tener consecuencias aún peores, Kruger – aviso, Markus, viendo cómo se salía de control aquel incendio-. Puede que el reino mande soldados a ver la situación; si eso pasa, los atrapados seremos nosotros…
Kruger, se sentó en la roca, retomo su cigarro, le dio un par de sorbos, y dejo salir el humo sobre las aguas de aquel nacimiento.
– Me preocupara si la victima fuera cualquier otra cosa, pero, hablamos del encargo de Bermoth; príncipe de Etnamos, caballero de vanguardias de la corte real, hijo de Alexander el Dragon, asesino, genocida, carnicero y todos los títulos se le venían sumando… -exclamo, Kruger-. No hablamos de cualquier cosa, estamos hablando de un asunto que le pertenece a la realeza misma. Ellos pagaran, veinte veces más estoy seguro, lo vi en las intenciones de ese principillo. No les interesa el dinero en lo absoluto, no, lo que quiere es al chico; quien intuyo que ha de ser un poderoso hechicero, caballero, mago, o algún hijo del mujeriego de su padre. Quién sabe. Cuando lo intercambiemos, podremos por fin comprar nuestro boleto a la utopía, incluso estoy pensando negociar nuestro ingreso a Etnamos de forma legal…
El fuego se acercaba, voraz, comiendo todo a su paso, convirtiendo todo en cenizas que el viento terminaba por elevar hacia el cielo.
Kruger le indico a Markus con una señal de su mano, reanudando el camino hacia el centro del bosque, dejando atrás aquel pequeño abrevadero de aguas limpias, que poco a poco se ensuciaba por la ceniza. Markus había visualizado a lo lejos, la leve hilera de humo que salía de una casita al pie de una loma, y le indico a Kruger, quien asintió con la cabeza.
– No vamos a perder el tiempo tocando la puerta así que, deja que yo me encargue de esto ¿quieres? – estableció, Kruger-. Nunca hemos sido precisamente sutiles en nuestro trabajo, y no vamos a empezar ahora.
– Señor, digo, Kruger. ¿No cree que es una casa muy pequeña como para albergar a alguien de la estatura de una persona normal?
Al acercarse, notaron que era más pequeña aun, como la mitad de lo que necesitaría una persona para entrar. Kruger se acercó y vio por la pequeña ventana, una familia de Gastormorfos, asustados refugiados del peligro, pensaban ellos. Kruger, se levantó y con gesto de desaprobación le indico a Markus.
– ¿Qué hacemos? – pregunto, Markus-
Cuando hubo terminado de decir esto, un montón de esas criaturas parecidas a castores, se les abalanzaron encima, pero Kruger con una exhalación de humo de sus pulmones, lleno todos los alrededores, al punto de no poder ver nada. Los Gastormorfos, equipados con pequeñas armaduras de madera y espadas que habían fabricado a base de pedazos de metal, quedaron rápidamente desconcertados. Kruger, con una sonrisa, prendió la mecha de tres explosivos que termino por lanzarle a las criaturas, que, al estallar, destrozo a más de la mitad e hirió a gran porcentaje de la otra.
Kruger, coloco los dedos de sus manos formando un triángulo, y soplando a través de este, exhalo una inmensa llamarada, calcinando a los sobrevivientes.
Kruger, disipo el humo con un soplido para poder apreciar con detalle la majestuosa escena: un montón de cadáveres encendidos, algunos de aquellas creaturas todavía chillaban de dolor, y la pequeña casa quedo arruinada completamente. El olor a carne chamuscada le llego a sus narices haciéndolo arrugar la cara y escupir en él suelo. Markus, se quedó detrás de un árbol a cubierto, siempre pensando: “Su crueldad no tiene límites…”
– ¿Cómo están allá atrás? – pregunto, Kruger-
– Todo bien, siguen avanzando sin mayor problema, Kruger -respondió, Markus, saliendo de su cubierta-. El fuego se esparce a gran velocidad. Kevin, dijo que se encontraron con algunos Gastormorfos tambien, pero ya se encargaron de eso.
Kruger, se sentía como la primera vez que fue en una misión con su mentor; extasiado por cada muerte que acometía.
– Bien dicen, que la primera y la última misión de un asesino, son las más emocionantes -dijo, Kruger, terminándose su cigarro y sacando inmediatamente otro-. ¿Como olvidar la primera vez que segas una vida? Imposible. El olor metálico de la sangre, las vísceras, el cerebro, los huesos; que dicha ¿No crees?
Markus, quedo en silencio analizando cuidadosamente lo que decía su señor, pues lo que describía rozaba más en un descuartizamiento, que solo a un simple asesinato. El mataba, pero era por trabajo meramente, y si no había necesidad de hacerlo, pues no lo hacía y listo, pero su jefe describía todo como si no tuviera el más mínimo respeto por la vida.
– Si, ¿Cómo olvidar algo tan esencial? -respondió.
Kruger, noto que su actitud le molestaba a su compañero, así que pensó en amonestarlo de forma ejemplar más tarde.
Los dos hombres siguieron hasta encontrar un sendero rodeado de espesa vegetación, que llegaba a formar una cueva, en donde no se llegaba a distinguir pronta salida. Kruger se quedó viendo un rato, para luego prender un explosivo que termino arrojando hacia dentro, se tapó los oídos, tomo un sorbo de humo de su cigarro, arrugo un poco su cara para recibir la onda expansiva de aquella potente explosión.
– No creo que hubiera nada allí dentro – le dijo Markus.
Kruger, voltio a ver lo con aquella mirada que le helaba la sangre, aquella con la que veía a sus víctimas antes de convertirlas en su patio de juego. Una mirada que Markus, que había permanecido con él más tiempo que los demás, conocía de primera mano. Su corazón se aceleró.
– Me preguntaba quién me iba a clavar el puñal. Siempre supe que serias tu… o talvez Jürgen, uno de ustedes dos, malnacidos… ¡¿Te molesta que me divierta?! ¡¿te molesta que no te hubiera dejado violar a aquella chica?! ¡¿o fue por lo que le hice a esposa…?!
Markus, había lidiado con los ataques mentales de Kruger desde la primera vez que lo recluto allá en su pueblo: Natale. Siempre hablaba cosas sin sentido, cosas que jamás ocurrieron o, a veces, sobre pesadillas que había tenido y que le había contado. Pero esta vez había algo que le hiso retroceder por primera vez; una mirada fría, como un animal que se preparaba para envestir con los cuernos , o un dragón preparado a exhalar fuego. Markus, le hiso un ademan para que se calmara, pero Kruger se la tomo y la apretó con fuerza haciendo quejar del dolor a su compañero quien daba palmadas en el hombro de su señor para lo liberara de su poderosa tenaza. Kruger sonrió y le dejo ir una asfixiante nube de humo en la cara a Markus, quien empezó a toser descontroladamente, tratando en todo momento de zafarse.
– ¡La pena por traición es la muerte, tu bien lo sabes, amigo! – le recordó, Kruger.
Kruger, le puso la punta el filo de la espada en la garganta a su compañero, quien trataba de poner distancia con el mango de su hacha, al mismo tiempo que veía la posibilidad de usar su espada tambien. El reflejo de Kruger se veía en el hacha de Markus, con aquella sonrisa macabra, cuando los matorrales se empezaron a agitar sin control a su alrededor. Kruger se percató de eso, y rápidamente lanzo a su compañero hacia atrás, al mismo tiempo que entre ellos se cruzaba una amalgama de enredaderas dispuestas a golpearlos. Kruger, prendió su espada, y agitado, busco el responsable de tal ataque, pero no logró divisar nada.
– ¡Markus, dile a los demás que estén precavidos! ¡Ahora! – le grito.
Markus asustado por las reacciones tan espontaneas de su señor, y por todo lo que acababa de pasar, puso sus dedos en su sien para conectarse a distancia con sus compañeros de la retaguardia, dándoles instrucciones de estar alerta pues algo grande podía suceder.
– Puede que sea lo que esos pueblerinos que matamos dijeron… – expreso, Kruger siendo nuevamente envestido por un montón raíces y enredaderas del suelo -. ¡Maldita, muéstrate!
Kruger, coloco sus manos en posición, para luego exhalar una inmensa bola de fuego hacia arriba, alcanzando las copas de los arboles aledaños, le siguió una treintena de raíces tratando de atraparlo, pero Kruger salto a las ramas de un árbol que se quemaba desde arriba.
Markus, abajo, había sido atrapado desde los pies, pero rápidamente corto las raíces para ponerse a cubierto en una roca que estaba cerca, mientras las llamas poco a poco consumían el árbol.
Kruger trataba de concentrarse para encontrar el origen del Ether, sin suerte.
– ¡Markus, déjate agarrar, es una orden! – le ordeno a su subordinado.
El hombre, desde las rocas lo escucho, mas no le hizo caso fingiendo sordera. En su lugar, agudizo sus sentidos para encontrar rápidamente al atacante antes de que su señor le ordenara alguna otra cosa descabellada que se le ocurriera. Los ataques no venían de una dirección en específico, sino más bien; de todas partes.
Como latigazos, sonaban los golpes al aire, Kruger lanzaba pequeñas bolas de fuego de su boca, en un intento de quemarlas, pero cada vez eran más, al punto de no dejar suelo al que pisar. Las llamas casi llegaban a Kruger, por lo que pensó que quizá debía ser más precavido para la próxima. Le dio un último sorbo a su cigarro para dejar caer la colilla y antes de que esta tocara el fondo, Kruger mando una nube de humo que abarco varios metros en derredor, dándoles tiempo a ambos de escapar hacia más al centro, casi llegando al núcleo de aquel bosque.
– Estuvo cerca ¿verdad? – bromeo Kruger, con una sonrisa, ahora infantil, a su amigo Markus, quien a través de la máscara se le notaba el pánico en los ojos-. Que suerte tienes de tenerme a tu lado, ¿O no, amigo?
– Me alegra su presencia señor… – contesto, Markus-, pero, ¿que produjo ese ataque?
Kruger, se le quedo viendo fijamente, sonrió una vez más, y le contesto.
– ¿No dijeron los pueblerinos de antes, que este lugar lo cuidaba una mocosa?
– Creo..
– Pues esa mocosa ahora esta tras de nosotros…
– ¿Cree realmente que una niña puede hacer eso? Es decir, puede tener ciertas habilidades, pero manejar el Ether de la forma en que lo acabamos de presenciar, me cuesta creerlo. Para que alguien más podría estar tras de ese ataque; quizá el hechicero que buscamos.
– Puede que no seas tan estúpido después de todo. Y yo aquí juzgándote. Claro ¿cómo puede una niña siquiera mover una rama con Ether…? Puede que te sorprendas…

Ocultos en los matorrales interminables, al borde un risco de varios metros de altura, se encontraban ocultos aquellos dos hombres, esperando que el atacante diera muestras de vida. Kruger, pensó seriamente la idea de usar nuevamente a su compañero como carnada para intentar atraparlo más fácilmente, pero aquel hombre no pareciera querer seguir obedecerlo por lo que quizá tendría que obligarlo. Verse acorralado no era la situación más común en la que pudiera meterse a diario, de hecho, no recordaba el haberlo estado nunca.
El poder que habían experimentado no era común, por lo que tomar precauciones no estaba de más. Kruger se asomó y cuando lo hizo, los matorrales empezaron de nueva cuenta a contorsionarse sin que hubiera un viento lo suficientemente severo como para hacerlo de la forma en que lo hacía, entonces Kruger, lo vio: un tronco se le acercaba disparado a una gran velocidad, que, de no agacharse a tiempo, se lo hubiera llevado con todo y matorrales. Markus, se abalanzó sobre el costado contrario y huyo hasta perderse en los bosques profundos dejando a su señor completamente solo; cuando pensó que estuvo a salvo, alerto a sus compañeros, los cuales no contestaron más…
Las flamas, se acercaban peligrosamente, obligando a Kruger a salir a descubierto en dirección contraria a estas, siempre pensando en las mil y una manera en que torturaría a los desertores si los llegaba a encontrar primero.
Otro tronco el doble de grande que el anterior busco impactarlo, seguido de otro, y luego otros dos en incesante sucesión. Kruger, saco su espada en llamas y le grito a la naturaleza:
– ¡Muéstrate, basura…! – y cuando hubo terminado de decirlo, un proyectil salió de la nada y le partió su cigarro en dos.
Kruger, se quedó petrificado, consumido por la ira, pero sin saber qué hacer. Se formo el triángulo con sus manos y soplo a través de él, provocando que una inmensa llamarada cubriera varios cientos de metros en lo parecía ser un volcán haciendo una muy violenta explosión, que lo calcino todo a su paso.
Cuando Kruger se dispuso a lanzar de nueva cuenta su flama, una raíz se alzó desde el suelo para darle un golpe directo en la barbilla, impidiéndoselo en el acto. Kruger, tomo la raíz y con espada la corto y la tiro. Saco un cigarro de su cajetilla, lo prendió con un dedo envuelto en llamas, y le dio un portentoso sorbo.
Frente a él, una niña vestida de verde, de pelo enmarañado se le quedaba viendo con la mirada enfurecida, un tanto aguada, con el ceño fruncido, como con ganas de matarlo. Esa sensación que le transmitía, le traía grandes recuerdos de antaño, como cuando veía a las victimas impotentes querer matarlo sin poder hacerlo, viendo como torturaba a sus familias, un padre viendo como degollaban a su hija, un hijo viendo caer abatido a un padre; que placer sentía en aquel instante. Se regocijaba en el dolor ajeno, casi pudiendo saborear los líquidos que emanaban de los cuerpos de aquellas personas, que, si bien algunas no merecían morir de la forma en que lo hicieron, estuvieron en el lugar equivocado y pagaron por ello.
– Veo en tu mirada demasiadas emociones negativas, casi como si de verdad pudieras entenderlas – le expreso, Kruger, con una maquiavélica sonrisa-. No veo la necesidad de arrebatarte la vida. Estas aquí porque quizás tus padres te abandonaron, no dudo que, quizá hasta hubieran abusado de ti, tu mirada me grita algo que no logro descifrar, quizá… estás pensando cosas no dignas de tu edad. Quizás, hasta te afecte que todo se esté quemando… ¿es eso…? Las cosas se queman para que otras cosas nuevas tomen su lugar de forma poética sobre sus cenizas.
La pequeña, haciendo caso omiso de la sarta de tonterías que salían de la boca de aquel payaso, pensó en si valía la pena realmente la pena quitarle la vida, pero luego se dijo a sí misma, que si este hombre se tomó la libertad de quemar todo y cuanto por lo que había vivido tantos años, lo menos que podía darle era la muerte más dolorosa que se le pudiera ocurrir…

Cuatro hombres con espadas se preparaban para la envestida de un mini ejército de Gastormorfos equipados con pequeñas armaduras de madera y espadas de metal muy pequeñas, intentando en todo momento de impedir que los hombres se siguieran adentrando más al bosque, pero parecía ser que sus esfuerzos no terminaban de alcanzar, pues aquellos hombres los repelían sin mayor problema.
El de la máscara parecida a la de un pájaro, le ordeno a los demás que terminaran la batalla usando Ether. Los hombres asiendo caso empezaron a lanzarlos por los aires para terminar de atravesarlos en el aire con agujas de metal. Uno de aquellos hombres, el que llevaba la máscara parecida a la de un perico, lanzo una ráfaga de proyectiles; piedras ramas, cualquier cosa que no pesara mucho para terminar de matar a las hordas de animalitos que luchaban para defender su hogar. El otro, el que su máscara parecía un perro chato, hizo caer sobre ellos una nube de hojas afiladas, empalándolos sobre el suelo, y así matar al último de aquellos seres.
Entonces fue que una nube de color rojo se empezaba a formar a lo lejos, cuando el dé la máscara de pájaro se percató, aviso inmediatamente a sus compañeros para que estuvieran alerta.
Uno de aquellos hombres casi se termina de resbalar con uno de los cadáveres, cuando algo lo tomo de la pierna, y al percatarse de que todavía respiraba aquel animal antropomórfico, le estrujo el cuello hasta rematarlo. Inmediatamente, aquella nube de humo se acercó a una gran velocidad, y antes de siquiera darle tiempo de desenvainar la espada, la nube estaba sobre el hombre que remato a la criatura; los hombres al ver que la nube roja consumía a su camarada, estos retrocedieron rápidamente y al ver que este no venía con ellos, uno lanzo una pequeña ráfaga de aire para intentar disiparla, pero esta no fue suficiente para hacerlo.

Aquel hombre, el que remato al pequeño animal, se quedó estufectato, pues lo último que recordaba era que estaba dentro de una nube de color rojo, que tenía un intenso olor a sangre y cloroformo, quizá tambien un poco a arena mojada, y ahora estaba en casa, sin explicación.
Todo aquel bosque que se quemaba a sus espaldas con aquel calor infernal, ya no estaba. Ahora estaba frente al edificio de departamentos frente a la puerta 12B: su hogar. Al abrir la puerta, sus niños corrían a abrazarlo y el hacia lo mismo; su esposa preparaba el almuerzo, que olía magnifico
– Estofado de Mongolia, mi favorito…- pensó.
Aquellos niños lo dirigían a la mesa para sentarlo en la silla principal, aquella que había ocupado solo un par de veces en la última temporada pues el trabajo se había acumulado. Ya todos sentados en aquella mesa, con los platos colmados de estofado, su mujer le hace una seña para que el hombre dijera unas palabras antes de empezar.
– “Me alegro de haber llegado a tiempo, pero, me temo que no estaré con ustedes nunca más… perdónenme…” – dijo, mientras toda aquella escena se tornaba obscura y aquel hombre se quedaba solo en un abismo de obscuridad…

La cabeza de aquel hombre, salió despedida de la nube roja hacia donde sus camaradas estaban, dejando tras de sí un montón de sangre. Los hombres se espantaron, y entre todos lanzaron una ráfaga extremadamente fuerte, lo suficiente como para disiparla, por fin, dejando ver la horrorosa escena, una que ya habían anticipado: La mujer, completamente bañada en sangre, los veía con mirada serena, sin moverse, dejando caer el pesado cadáver de su compañero al suelo. Cargaba una espada muy larga que terminaba por arrastra por el suelo, y alrededor de ella cargaba una veintena de agujas de cristal rojo malformadas. El suelo por el que se había movido estaba completamente lleno de sangre. Entonces sin moverse, y mirándolos a los ojos les dijo:
– ¡Pronto estarán con su compañero…!

Evan, esperaba paciente detrás de un árbol caído, a que uno de aquellos hombres con lanzallamas se acercara.
El tipo cargaba una máscara parecida a la de un conejo, uno especialmente feo. El, se acercaba a Evan prendiendo y apagando, intermitentemente, aquel artefacto que lanzaba fuego a grandes distancias, más largas que las que Evan hubiera visto en películas, juegos, o documentales en la televisión, pensando al mismo tiempo en si esas cosas utilizaban combustible o Etherum.
El chico esperando, con su espada en la mano, vio como aquel tipo le lanzo una llamarada de fuego muy cerca de donde se encontraba. Sin que aquel hombre se percatara, Evan se abalanzó sobre él, cortándole las manos con las que sostenía el tubo por donde las llamas salían, haciendo que este bramara con un desgarrador grito de dolor. Evan, lo arrincono contra el tronco de un árbol, sin percatarse que el fuego se aproximaba peligrosamente a ellos.
– ¡No, espera, te daré lo que me pidas, pero no me mates! – exclamo.
Evan tomo su lanzallamas, y quitándole la máscara se percató que era un tipo de su misma edad, incluso, talvez, más joven.
Le devolvió la máscara, pero el lanzallamas se lo coloco.
– Vamos a hacer algo ¿quieres?: – explico, Evan- te dejare ir, pero no hacía tus compañeros, no. Te iras en sentido contrario. Me dirás como usar esta cosa, y te dejare que te lleves tus manos. ¿Qué piensas de mí propuesta…? Y di que tuviste suerte…
El joven, rápidamente le dijo el cómo se utilizaba el artefacto, y una vez le explicase, Evan le indico que tomara sus manos, y con los muñones las tomo como pudo para terminar corriendo hacia el bosque central.
Evan tomo la máscara y se la puso. Con la mirada en las flamas que se veían a la distancia se acercó rápidamente con un intenso impulso de aire, casi como si despegara del suelo.

El hombre, cuya mascara asemejaba a la de un mono babuino sintió como todo alrededor de él, se empezaba a tornar borroso, su cuerpo se le tornaba pesado al punto de sentir como impactaba con la cara en el suelo.
Evan, tomo las cosas de aquel hombre y las tiro hacia las llamas provocando una intensa explosión, cuya bola de fuego casi lo alcanzo. Tomo al inconsciente hombre y se impulsó nuevamente hasta sentir que donde estaba no llegarían el incendio con tanta facilidad, tomando las cintas de los zapatos del hombre, le amarro los pulgares con un nudo especial que le había ensenado su padre en las pocas ocasiones en que lo visito. Dejo al hombre inconsciente bajo la sombra de un inmenso árbol, y a la par de dos rocas inmensas. Cambio su máscara por la del de mono y nuevamente salió en busca del siguiente, quien se encontraba a unos doscientos metros, sin haberse percatado que su compañero había sido capturado, quemando todo.
Evan, impulsado por presión de aire, logro estar frente al siguiente sujeto, cuya mascara parecía la de un águila calva. El chico se posiciono detrás de él, formando en su trayecto una gran “U” inversa. Cuando estuvo cerca, listo para clavar la espada la espada, Evan sintió como de un golpe en la mandíbula lo mandaban un par de metros contra una pared de lodo, aterrizando de cabeza. Evan sintió como el aparato que llevaba en la espalda empezaba a emitir un silbido seguido de un intenso olor a gas. El joven, desesperado, intento sacárselo, cuando vio que aquellos hombres le lanzaban explosivos, que terminaron detonando casi al instante, provocando una llamarada de fuego inmensa que alcanzo varios metros en aire.
El de la máscara de águila, se le quedo viendo al otro, cuya mascara asemejaba a un gato. Le indico que se sacara su máscara para corroborar que era realmente su compañero, y al este negarse, le apunto con el lanzallamas. El de mascara de gato hizo lo mismo, preguntándole si en realidad no era el, el infiltrado. En la trifulca, no se percataron que un Evan se levantaba de entre los escombros, sacudiéndose el polvo de los hombros.

Aura, sentada sobre el suelo, veía como aquellos hombres se retorcían en el suelo pidiendo clemencia al tormento que estaban viviendo. Le había clavado las agujas envenenadas a cada uno en el pecho, lo que les termino afectando el sistema nervioso provocándoles un dolor inmenso en todo el cuerpo.
Los hombres estaban consientes, viviendo en carne propia el infierno, pidiendo la clemencia de la muchacha quien los veía indiferentes.
Uno de ellos se intentaba poner de pie, pero casi inmediatamente caía al suelo.
– No te preocupes, ya pronto pasaras – dijo, Aura -. No me gusta provocarles dolor a las personas, pero ustedes se lo ganaron a pulso, así que traten de aguantar un poco más.
La chica, pensó por un instante el mostrarles piedad, pero el montón de cadáveres de aquellas criaturas que solo querían defender su hogar, tirados en el suelo, le hacían amarrarse las manos para que el veneno hiciera lo suyo por sí mismo.
– Les hubiera provocado un buen sueño como al de su amigo, pero me imagine que este sería un mejor castigo para personas como ustedes – se lamentó, Aura, mientras dibujaba en el suelo con una ramita-. Me imagino que ninguno de ustedes se paró a pensar en el dolor de esos animales, ¿o sí? Mostrarles piedad seria como escupirles en la cara a ellos, eso no está bien por donde quieras que lo mires; así que reciban esto como su purga al otro mundo…
La chica, sentía levemente la presencia de Evan, casi como si no hubiera usado nada de Ether. Desde que llegaron al Terrapilar, se le había facilitado de gran manera el reconocer masas de Etherum a distancia medias, cosa que se le era imposible en su mundo. la presencia de Evan, siempre la había podido percibir, pues era la única por encima de lo normal de las personas de Aroostook, como una flama que emitía una luz más fuerte que el de las demás personas. Cuando entraron al Terrapilar, todo aquello aumento considerablemente, tanto los niveles de Ether como los sentidos en general, tambien había podido sentir como su aguante estaba mejorando.
Aura, pensó que, de quedarse en ese mundo, podría saber realmente hasta donde podía llegar, algo que sería imposible en la tierra; por lo que intentaría convertirse en la mejor versión de ella.
El hombre que trataba de levantarse, dejo de moverse repentinamente, al mismo tiempo que una explosión muy fuerte se escuchó de la misma dirección en donde estaba Evan, haciéndolo desaparecer completamente. La chica se paró inmediatamente con el corazón acelerado pensando lo peor, se sacudió el polvo y antes de que pudiera dar un paso, uno de aquellos hombres le tomo la pierna con la mano en un intento desesperado por detenerla. Aura, saco su espada y cuando iba a proceder a cortarlo, una vos le grito que se detuviera, una voz que ella conocía muy bien…
Un Evan, envuelto en sangre, estaba parado detrás de ella haciéndole un ademan para que dejara su espada. La chica, se sacudió la mano de aquel moribundo con facilidad, haciendo que esta cayera al suelo pesadamente, al mismo tiempo que el otro tambien dejo de contorsionarse.
– ¿Están muertos? – pregunto, Evan, dejándose caer sobre el suelo.
– Si, ya cruzaron… – respondió la chica, acercándosele.
Aura, le dio un poco de agua de una pequeña botella que llevaba, y con el resto le limpio los restos de sangre y mugre de la cara. Inmediatamente lo examino en busca de heridas para terminar notando que no tenía ninguna de gravedad.
– ¿Que paso allá atrás? – pregunto a Evan.
– Todo voló en pedazos; yo solo aproveche el impulso… – replico el joven, soltando una media sonrisa- creo que no hay forma en que podamos detener el incendio, hay que tomar a Li, e irnos.
El voraz incendio seguía su infernal paso, expandiéndose en todas direcciones, comiendo todo lo que se encontrara en su camino.
Evan y Aura se dirigieron en la dirección en la que se sentía la presencia tenue de la pequeña, Li, para intentar evacuarla, así ella se resistiera.

Li, atacaba con las raíces que salían del suelo, las cuales rompían el aire como lo hace un látigo. Kruger, por su parte, solo se limitaba a esquivar la multitud de esas cosas que no le daban oportunidad de estar ni un segundo en el suelo sin que le golpearan, o intentaran agarrarlo. Agarrado, a unos metros del tronco de un árbol, se aferraba Kruger, pero la pequeña tambien tenía potestad sobre aquellos árboles, que lo intentaban agarrar con las ramas o al menos intentaban tumbarlo, a modo de apresarlo y matarlo.
Las llamas que Kruger había provocado, poco a poco se acercaban, dejándolos al borde de un precipicio. La pequeña noto esto y se apresuró a intentar eliminarlo, pero Kruger se resistía con todas sus fuerzas, cortando con su espada en llamas, todo lo que se le acercaba. Cuando el hombre noto una pequeña abertura en la defensa de raíces de la pequeña, no dudo ni un segundo en abalanzarse sobre ella, mas esta lo lanzo nuevamente hacia atrás con un contundente golpe de su pequeña mano, el cual retumbo en todo alrededor con una pequeña onda expansiva. Kruger, clavo la espada en el suelo para no seguir retrocediendo y no caerse por el barranco de varios metros de altura, pero, Li se le abalanzo para intentar captúralo, más este no se dejó, tomándola del pequeño brazo con gran fuerza que le hizo emitir un chillido. Li, le dio una mordida en la muñeca para que el hombre la soltara, pero, Kruger le dio un fuerte golpe dejándola inconsciente sobre el suelo al mismo tiempo que aquellas raíces volvían hacia la tierra nuevamente.
– Ahora, veamos qué tan mala eres ahora, niñita – rabio, Kruger acercándose a la pequeña- ¿Debería amarrarte a un árbol y quemarte? O ¿Quemarte y tirarte al barranco…?
– ¡Deberías cuidarte los pies, maldito loco…! – le grito la niña, poniendo sus manos sobre el suelo y agarrando la tierra con gran fuerza-. ¡“Vociferum amatista”!
Un temblor sacudió violentamente el lugar, haciendo que parte del borde se precipitara sobre el barranco, seguido de una violenta estampida de raíces que salieron del suelo, agarrando a Kruger y apresándolo a decenas de metros sobre el aire.
– ¡Ahora sí, se te viene el peor dolor que puedas imaginar, hijo de puta! – gruño, Li.

Kruger, reaccionó al fin, sin dar merito el fuerte golpe que lo sacudió hasta el alma, notando la gran altura en la que estaba, y sintiendo que no podía mover ni un musculo, haciéndolo gritar de rabia.
En su desesperación, hizo arder su espada de tal forma que rápidamente toda la punta de aquella amalgama de raíces empezó a arder descontroladamente como si de una antorcha se tratara. Los gritos de dolor, al poco tiempo desaparecieron dejando solo el sonido del fuego consumiéndolo todo.
Li, con un gesto de sus manos, hizo que poco a poco las raíces fueran bajando al hombre, quien aparentemente había preferido morir por mano propia.

Evan y Aura, se habrían paso a través de las violentas llamas para llegar al lugar en la que se sentía la presencia de Li, y al llegar al borde de un precipicio y notar que el camino se les corto, voltearon a ver hacia su izquierda, hacia una saliente que se encontraba no muy lejos de ellos: la niña, frente a una conglomeración de gruesas raíces que se alzaban al aire con fuego en la punta, hacía que estas fueran bajando con simples ademanes. Evan, noto que de aquella flama salía una figura carbonizada poniendo sus manos frente a su boca.
– ¡Li, arriba! – grito, Evan desgarradamente para que la niña lo escuchara, pero este solo volteo hacia ellos, al mismo tiempo que una llamarada descendía violentamente hasta envolver a Li, sin que esta tuviera la mínima oportunidad de reaccionar.
Evan, se preparó para dar un salto desde donde estaban, pero Aura lo detuvo con fuerza.
– ¡Suéltame! – le ordeno.
– ¡Te quemaras, imbécil! – respondió.
Evan, materializo su espada, y apuntando con ella al sujeto, se la lanzo con gran fuerza impactándole de lleno en el pecho, haciendo que este cayera como meteoro al precipicio.
El joven dio un salto, impulsándose con una explosión de aire, para llegar a intentar apagar el cuerpo de la pequeña, quien ardía sin moverse, parada sin hacer nada.
Cuando estuvo frente al Li, rápidamente se sacó su camisa y la empezó a golpear repetidas veces para intentar apagarlas. De una patada la tumbo al suelo y tomándola con la camisa, la hizo girar. Evan no se percató que lo que estaba intentando salvar, no era más que un pedazo de madera hecho con raíces carbonizadas.
– ¡Pero! ¡qué…! – exclamo, viendo para todos lados, intentando encontrar a la pequeña, sin percatarse de nada.
Aura, le señalo desde la distancia, que volteara a ver hacia arriba. Evan, confundido, volteo y vio a la pequeña incrustada en el manojo de raíces, hundida, dejando solo su sucio rostro al descubierto. Evan, se dispuso a subir por ella, pero aquella conglomeración de raíces se lo impidió dejándole caer dos latigazos y aventándolo al borde del precipicio.
Aura, se preparó, tomando distancia para saltar, y de un solo impulso llego rápidamente para ayudar a reincorporase a su amigo.
– Ella está bien – le dijo, Aura, levantando de un tirón a Evan-. Quizás debamos dejarla allí e irnos, es decir; esta mejor protegida por su naturaleza ¿no crees?
– ¡De ninguna manera! El fuego ya está cerca del Vociferum y el Argentum… no los vamos a dejar aquí, además ya murieron suficientes.
– ¿Escuchas lo que dices? Que es un Voci… lo que sea, y ¿cómo planeas apagar un incendio como ese, si a duras penas pasamos hasta aquí?
– ¡Vamos a traer lluvia! – interrumpió, Li, desde arriba- ¡Debemos salvar el núcleo! ¡Si el Vociferum muere, nunca volverá a crecer nada en este bosque! ¡Se acabará todo!
El fuego se acercaba de forma intempestiva, dejando como única vía libre pasar nuevamente a través de ellas o lanzarse al vacío.
Evan decidió quedarse para ayudar a Li, extendiéndole su mano a Aura para que esta se quedara y ayudara, y a quien no le quedaban más opciones; si Evan moría, ya nada iba a pintar su presencia en ese mundo, quería ver a su padre y a su madre con la mirada al frente, sabiendo que había cumplido con su encargo.
Li, bajo para encontrase con los aquellos jóvenes que había tratado mal pero que ahora estaban allí por ella, preocupados por su seguridad; no había tenido esa sensación desde hace ya mucho tiempo y los tuvo que terminar reconociendo como buenas personas.
– Vamos a hacer una invocación masiva… – dijo, Li, quitándose un poco de mugre de la cara.
– ¿Y qué vamos a invocar? – pregunto, Aura.
– Nubes, muchas nubes de agua… – respondió, la pequeña, al mismo tiempo que dé del barranco se alzaba una flama hasta caer cerca de aquellos con intenso destello y calor. El hombre, cargando dos espadas, y claramente chamuscado, emanaba un intenso olor a carne quemada que hizo que los chicos, se taparan la nariz inmediatamente, al mismo tiempo que las llamas se le apagaban dejando una estela de humo negro.
– ¡Aun, no acaba…! -dijo, Kruger, sosteniendo su espada y la de Evan.
Evan, se puso al frente tratando que las chicas no se involucraran, pero, Li, lo hizo retroceder esbozando una sonrisa en su cara.
– ¡Ya sé que eres bueno, así que, solo apártate para que yo lo termine ¿quieres?!
Evan, vio el rostro de la niña, más madures de la que él, o Aura, habían mostrado en toda su vida, dejando en claro que ella no solo era lo que aparentaba.
Li, puso ambas manos frente a su boca formando un triángulo, y bajo la mirada atónita de Kruger, soplo a través de él, provocando una intensa flama de fuego rojo que poco a poco pasaba a ser azulada, que se terminó por extender a varios cientos metros desapareciendo a Kruger bajo un grito de dolor, acabándolo de una vez por todas.

Las nubes negras se empezaron a formar, emulando una manta que cubría todo aquel bosque y las aldeas aledañas. Cuando el manto fue lo suficientemente espeso, se dejó caer la lluvia intempestiva sobre la naturaleza que se quemaba, sofocando aquel incendio que llego a devorar más de la mitad de aquel bosque.
Aquellos hombres se llevaron consigo una gran cantidad de vidas, que ahora formaran parte del abono de los nuevos árboles, matorrales y plantas variadas, dando paso, la muerte a la vida como una irónica ley de la vida.

Evan, Aura, y Li, se resguardaban de la lluvia, bajo el cobijo de una cueva, no muy profunda, esperando a que todo volviera a la calma.
Aura, se acostó al fondo intentando guardar el calor, temblando bajo la mirada de un Evan, que dudaba si acercarse y abrazarla o seguir avivando las llamas de la fogata que Li, prendió. La pequeña, descansaba sobre su cómoda cama hecha de hojas y ramas, que se había echado, tambien encima, apenas asomando un mechón de pelo de su desbaratado pelo.
El joven se acercó a la chica a ofrecerle su cuerpo para calentarse, a lo que la chica le respondió:
– Si te vuelves a acercar con esas intenciones, te voy golpear.
Aura quizás había sacado de contexto sus palabras, por lo que le sugirió que se acercara a Li, para que se calentaran mutuamente, a lo que la pequeña solo se limitó a decir:
– No me voy a acercar a ella y tampoco quiero que se me acerque…
Evan, volvió a su lugar sobre una escueta piedra, viendo la mejor forma de pasar la noche, sin que estuviera que estar temblando todo el resto de esta.
– ¿Evan…? – llamo, Li
– Si… – replico el joven.
– ¿Puedes hacer que la lluvia pare? Por favor.
Aura, al igual que Evan, se quedaron viendo al montículo de hojas y ramas, de donde había hablado, Li, preguntase el porqué de sus palabras cuando era obvio que, Evan, no tenía ni la remota idea o habilidad de hacer tal cosa.
– Entre más pronto lo hagas, más pronto estaremos en casa comiendo lo que sobro de la sabrosa sopa que hice para ustedes… – dijo, Li-
– Si lo supiese, claro que ya lo hubiera hecho – respondió, Evan-. Tambien me quiero ir a descansar un rato a un lugar medianamente cómodo.
– Entonces nos quedaremos aquí un buen rato porque esas nubes estarán escupiendo agua hasta mañana… – añadió, la pequeña-. Tú y tu hermana, juntos quizás lo logren, así que busquen la forma. Traten de recordar la manera en que lo hicimos la primera vez.
– Creo que nos estas tratando de timar. Ni él ni yo podríamos hacer semejante cosa. -Alego, Aura, levantándose de su lugar-. Y tambien creo que esta niña aun nos odia. Eso de que cree que somos buenos, ¡no son más que patrañas!
Li, enfurecida, se levantó de su cama aventando todas las hojas, y se dirigió hacia Aura y con cara seria le refunfuño:
– ¿Quién fue el que creo ese enjambre de tormenta? ¿Yo? ¿Todavía creen que me quedo algo de energía después de chamuscar a ese desgraciado? – despotrico, Li-. Apenas si podía mantenerme en pie. Dormí mucho esta vez, y en vez de darme energía, el bosque me la quito casi toda. Por eso, no dejaba entrar esos seres que se acercaban solo para chupar el Etherum del Bosque. Esos que vivían a las afueras y entraban solo a chupar y a chupar hasta dejar seco al Vociferum, con la mentira de que solo querían agua. Ellos casi le cuestan la vida al Vociferum y al Argentum. Si el bosque hubiera tenido suficiente Ether, las flamas nunca hubieran pasado de la primera hilera de árboles. Yo solo indiqué el camino, ustedes lo siguieron; por lo que la tormenta les pertenece en su totalidad, yo no hice nada…
Evan y Aura se quedaron atónitos por las palabras de Li, quien se volvió a tirar al suelo, se hecho un manto de hojas y se fue a dormir una vez más.
– Si tienen dudas, me preguntan, pero asegúrense de hacer la pregunta correcta o no les hare caso – dijo, la niña.
Evan, se preguntó si realmente lo que decía era para inspirarlos o solo se quería ir dormir. Aura se acercó a la salida de la cueva, cruzo sus brazos y pensó:
Si para traer agua se necesita interactuar con un montón de elementos en orden; entonces volteando los factores, obtienes resultados adversos. Si Evan y yo lo intentamos, quizá, podríamos prescindir de la ayuda de la mocosa malcriada, nos iríamos a su casa a dormir mejor que este lugar.
Evan se le quedo viendo a Aura, quien estaba ensimismada, creyendo que seguramente ya sabría cómo sacarnos de aquí. A pesar de haber recibido daño en combate, Evan pudo notar como sus heridas cada vez sanaban más rápido, además que el Etherum de viento lo empezaba a dominar a una mayor escala, bueno, al menos le servía como un propulsor, lo que no estaba mal para ser un novato.
El muchacho se acercó a la par de Aura y cruzando los brazos le dijo:
– ¿Ya lo descubriste, cierto…? ¿la forma de detener la tormenta? Descubriste que podríamos estar aquí toda la noche intentando y no, lo lograríamos sin el factor que conoce, Li, mejor que nosotros. Aura, volteo y muy seriamente le contesto:
– Tú y tus patrañas del amor, con esa pequeña y su Voci… no sé qué, están más tontos de lo que pensé. Mira que arriesgarse de esa forma para salvar algo que puede volver a regenerarse con facilidad, algo que, por cierto, jamás pasara con la vida ¿Cómo pueden ser ustedes dos tan imprudentes?
– Aura, entiende el punto de Li. Ella lleva aquí más tiempo que nosotros, ¿Quiénes somos nosotros para juzgar sus actos? si estamos más locos que la pequeña, y bien lo sabes. – le dijo el joven, viendo el agua que reflejaba la luz de las dos lunas que habían salido ya-. Mira, entre más rápido hagamos esto, más pronto estaremos descansando y, a más tardar Mañana, estaremos de partida a Etnamos, y si Dios lo quiere, estarás cumpliendo tu misión más pronto de lo que te imaginas. De solo imaginarme los manjares de tu país, se me hace agua la boca, créeme.
Aura, de solo imaginarse la palabra manjar sintió como su estómago empezó a grujir con fuerza, a lo que la chica trato de disimular agachándose a jugar con una varita y tomándose el estómago con su otra mano, muy avergonzada, sin darse cuenta que Evan estaba haciendo exactamente lo mismo a su lado.
– ¿Aura, se te facilita matar? – pregunto, Evan, evitando su mirada.
– ¿A qué viene eso? ¿Por qué el cambio de tema? – inquirió, la chica-. Claro que para mi es natural matar, lo eh hecho por ti todo este tiempo, para alejar a los que te buscaban, ¿crees que aquellos hombres fueron los primeros…? no, fueron unos de tantos…
– ¿Yo soy el por qué, entonces? ¿por mí, machas tus manos?
– No veo a otro aquí que valga la pena. No me lo tomes a mal, Evan, pero si tu no fueras importante para mí, en términos de ser mi paquete de entrega; no tendría por qué matar.
Evan, se levantó, alzo una mano para tocar el manto de agua que caía en aquella cueva.
– ¿Así ha sido siempre? pero, ¿un paquete? ¿solo eso? ¡¿Matas para cuidar a tu paquete?! Quizás ahora el paquete ya no quiera seguir, y quizá busque irse hacia su casa, es decir, una cueva es un excelente punto para abrir una puerta de regreso. Con la energía que tengo ahora, no me sería imposible.
– ¡Evan Blanc, si haces cualquier pendejada enfrente de mí, te juro que te cortare las piernas y te llevare por la fuerza, y esa niña se puede ir a la mierda con sus delirios!
– Entonces, vamos a decidirlo con un duelo, sin Ether, solo espada: si ganas me voy contigo, si gano, te vas a la mierda, me iré a casa con la niña.
Li, se levantó y viendo a la pareja de supuestos hermanos discutiendo, noto como pequeñas capas de metal brillante empezaban a emerger de la nada, en sus manos, eran pequeñas, imperceptibles para alguien sin experiencia, pero para la niña supo que eso no era tan bueno como pudiera parecer. Las capas esas, solo pueden significar una cosa: el inicio inminente de una exoarmadura manifestándose por las emociones negativas que los jóvenes estaban experimentando. Algo que en cualquier otra ocasión podría llegarse a considerase el inicio de un caballero. Ya tenían sus espadas, luego su armadura, luego quizá un poderoso escudo. La cuestión era que no iban a empezar a pelear con algún enemigo, si no con ellos mismos.
La pequeña, al ver que aquella situación no pasaba de unas cuantas capas minúsculas y que de allí no pasaban, pensó en dejarlos discutir un rato más, pero una acción de Aura se lo impidió: su rostro, inconscientemente o no, se empezaba a llenar de sangre, lo que suponía que podía llegar a ser una tragedia si no se hacía algo.
– ¡Eh, ustedes dos! ¡¿Qué les pasa por la cabeza?! ¡¿Cómo es posible que, siendo hermanos, puedan siquiera pensar en matarse?! ¿o es que en realidad no guardan parentesco alguno? – reprocho, Li, en tono serio-. No son hermanos ¿verdad? Está bien, son camaradas; eso debería bastar como para no alzarse sus espadas mutuamente. Me empezaba a gustar su presencia en estos bosques. Evan, me dijiste que me enseñarías el amor, pero hasta yo que lo desconozco, se, que lo que están a punto de hacer no es correcto en ninguna medida.
Aura, se dirigió a la pequeña y agachándose para estar a su altura, le dijo:
– ¿Que sabes tú?, si a leguas se nota que eres un monstruo que se esconde en el cuerpo de una niña. Yo que no crecí en este mundo, no necesito ningún libro que me diga lo que usas. Veme a la cara, y de monstruo a monstruo te diré: que te puedes ir al infier…
– ¡Aura! ¡Basta!… -interrumpió bruscamente, Evan-. Ya no digas más, o me enojare realmente contigo, y con el dolor de mí alma te tendré que cerrar la boca.
Li, se dirigió caminando hacia donde Evan se encontraba. Saco sus pequeñas manos para tocar el agua que seguía cayendo a cantaradas en las puertas de aquella cueva y con un gesto de sus dedos, provoco una violenta onda expansiva que detuvo la lluvia por unos segundos, apago el fuego que tenían y termino por tumbar a los dos jóvenes al suelo, quienes vieron con asombro lo que acababa de hacer, Li. Luego de eso, la pequeña se desmayó.

– Evan, ¿te iras conmigo o te quedaras aquí a cuidar al pequeño monstruo? – pregunto, Aura-. Si salimos a buscar refugio en otro lado, para mañana podríamos seguir nuestro rumbo hacia Etnamos; luego puedes irte a tu casa si quieres.
– Aura, si quieres que sigamos juntos en este camino, no quiero que vuelvas a matar sin sentido, no le vuelvas a decir monstruo a Li, si se lo dices a ella tambien me lo dices a mí, y sobre todo, debes dejar de ser fría contigo misma; el amor es inmensamente más poderoso que el odio, odia y serás poderosa, ama y no habrá alguien que te pare. Quiero que entiendas el conocimiento del que soy portador, y que poco a poco se va manifestando…
Evan, salió de la cueva hasta quedar a unos metros de la entrada y, a la mirada de la chica, alzo los brazos, y chasqueando los dedos, provoco una inmensa presión de aire en forma de una violenta onda expansiva, logrando que la lluvia parara completamente.
– Ella me lo dijo, sin decir ninguna palabra… – revelo a la estufectato chica-. Mira el poder del Etherum. No poseo más poder que tú, ni mucho menos que Li, pero el conocimiento que trato de entender me lo dicta a cuenta gotas.
… Y la lluvia comenzó nuevamente.

Capítulo 6: Juicio.

La sala era inmensa, llena de pilares en dirección al fondo de un largo pasillo, con unos ventanales inmensos que dejaban ondear las cortinas blancas como capas por el viento. El piso, de un fino material parecido al marfil, dejaba ver cada detalle en su reflejo como fino espejo. Al fondo del todo, una puerta inmensa de color dorado, con unos relieves que mostraba a doce personas sobre altos estrados, juzgando a otros al pie de la puerta, sobre el todo se encontraban las siete lunas del Terrapilar, y al centro, unas palabras: “iutitia de caelo in terrapilare”.
Esperando en unas sillas al pie de la gran puerta, se encontraba Alexander, vestido de traje negro formal, leyendo un libro del que no despegaba la mirada. Lucille, su asistente, estaba sentada a su lado, esperando a que las grandes puertas se abrieran para dejarles pasar a rendir ante los siete sabios oráculos en unas tediosas sesiones de interrogatorio que no hacían más que quitarles el tiempo.
– ¿Porque están tan impacientes esta vez? ¿Eh? Los has hecho enojar nuevamente; es lo más seguro – susurro, Lucille-. Por lo general nos daban una sesión al año, esta vez ya van cuatro en lo que va este…
Alexander, cerro el libro que tenía en las manos, para ponerle más atención a la mujer.
– Lo único que buscan los sacos de huesos esos, es que termine de una vez por todas con el supremo tribunal – le dijo, Alexander-. Seguro han visto en sus visiones algo que los ha perturbado hasta los cimientos. Solo buscan estar seguro de lo que les dictan las deidades.
– Que digas eso solo me hace sentir más insegura de entrar… – se inquietó, Lucille.
– De hecho, es algo bueno. Cada vez que nos llaman, hacen las mismas preguntas y yo doy las mismas respuestas, solo quieren asegurarse de que nada cambie, lo más seguro es que nos sigan citando hasta finales de temporada.
– No le veo el beneficio de preguntar lo mismo una y otra vez – comento la mujer.
– Velo de esta forma: ellos en sus visiones han visto algo que atente con la tranquilidad del reino, como una vía posible, algo que puede y no puede pasar. En esta realidad, no hay problema alguno, el rey vive para su pueblo y el pueblo para su rey, bien, ahora, ellos han visto una posibilidad infinitamente pequeña y muy poco probable de ocurrir, de que ocurra un hecho aterradoramente trágico. El camino se bifurca en dos direcciones, un camino bueno y uno malo, por el camino en que nos movemos, lo más probable es que nos dirijamos por el buen camino, hasta aquí todo bien, pero que pasa cuando aparece un factor que hace que por alguna otra razón el otro camino se vea como una mejor opción.
– Entonces, al tu ser el regente del reino, ¿ellos solo buscan estar seguros de que te encaminas por el buen camino?
– El poder de los viejos oráculos, ha servido para encaminar reyes por el buen camino desde hace centurias. El poder viene del cielo, de donde vienen sus visiones. Este tribunal lo creo un rey que creyó que sería beneplácito que el regente le rindiera a los cielos a través de oráculos, todo porque su hijo, su sucesor, estaba empezando a movilizar tropas hacia la teocracia extinta de Beliam. Ese hijo sucesor, fue el responsable del genocidio en masa de los habitantes de aquella teocracia. Mas tarde, se le fue quitado el cargo por los oráculos y dado el título de rey a su hermano menor, y al rey asesino se le condeno a la horca.
– Así que para eso sirven los vegetes esos…
– No, ya no tienen tanto poder. Ahora su única tarea es conectar al rey con los mandatos divinos del cielo. En cualquiera de los casos, solo estamos aquí por mero protocolo.

Los bordes de aquella gran puerta, empezaron a dejar escapar una intensa luz que al poco rato se apagó, dándoles la señal para que se pusieran de pie frente a ella. Alexander, dejo su libro sobre la silla y ayudando a Lucille a ponerse de pie, se acercaron a esperar a que las puertas se abrieran automáticamente.
– No lo entiendo, ¿Qué no debería estar Mikaela contigo en vez de mí?
– Pues eso lo hubieras dicho antes de haber asistido a todas estas citas conmigo – dijo Alexander-. Además, a Miki no le gustan este tipo de cosas, de hecho, las detesta. Ella hubiera abierto las puertas de un golpe y hubiera exigido que la atendieran ya. Eres mi asistente, mi brazo derecho, por ende, una reina tambien, solo que nadie te lo va a decir por miedo a que Miki los mate, pero la gente del centro sabe quién eres y por eso actúan como si tu fueras mi voz. ¿o no eh mandado órdenes a mis comandantes a través de tu palabra? A veces lo hago por fastidiarlos, pero… bueno tu entiendes…
Lucille, no pudo evitar golpear el brazo de Alexander, y viéndolo a los ojos le dijo:
– Lo único que has logrado con eso es que más gente me odie, tu esposa me odia, tu hijo me odia, las personas en las oficinas me odian… Todos parecen saber lo que pasa realmente. No quiero ser reconocida como la amante del rey en los libros de historia.
– Eso es lo de menos, tu no rompiste nada que no estuviera roto ya. Las personas se puede tragar su opinión con melaza de astur. Si tienen algo que decir, lo tendrán que decir en mi cara, para que yo los condene. Tú has estado conmigo en las peores situaciones, es obvio que le daré poder a lo que digas; Tu palabra es la mía, así de simple… Eres como “la reina de las sombras” por decirlo de una forma un tanto poética, así lo describieron unas personas que se quedaron heladas al ver que estaba detrás de ellas, lo hubieras visto, fue hermoso.
– De eso es lo que hablo, a ti parece chistoso, pero a mí me afecta, a la hora de trabajar, de comer, de volver a casa, en las reuniones. A todos les da asco ver como una “prostituta tiene más poder que ellos a la hora de tomar decisiones. No quiero…
Alexander, le puso las manos en los hombros, volteándola para quedar frente a frente los dos, y dejo caer un ligero beso sobre los labios de la mujer quien no pudo evitar sonrojarse toda su cara, al mismo tiempo que una sensación de calor recorría todo su cuerpo, dejándola pasmada.
– Como dije: si alguien tiene objeciones, que venga y me las diga; yo con gusto lo mandare a los calabozos a pulir los pisos de terracota. Hasta el día de hoy, ni Mikaela, ni Bermoth, ni ningún subordinado se ha opuesto a una decisión absoluta mía. ¿Quieres ver el poder del rey en todo su esplendor? Pues mañana declarare el día de Lucille, y veras como todos lo celebran…
– De verdad que me quieres ver muerta, ya te dije que dejes de hacer tonterías…
– ¿Cuándo te eh dicho algo que no fuera cierto? ¿le tienes miedo a Mikaela? ¿a Bermoth?
Ellos siempre hacen lo que les digo, aunque no lo parezca, Miki tiene puntos débiles de los que nadie sabe que, sabiéndolos explotar, la dejan como una muñeca de trapo.
– Dejémoslo así ¿quieres…? Y deja de hacer tonterías, no me metas en más problemas.
Las pesadas puertas se empezaron a abrir con un ruido sordo que se difuminaba por las paredes. Alexander tomo la mano de Lucille, pero ella lo rechazo con un leve golpecito en la palma, Alexander, sonrió y la mujer se volvió a ruborizar.
– Ella estará con nosotros pronto. La pequeña que me diste está aquí, de vuelta en casa – le susurro al oído de Lucille-. Después de esto, iremos a ver a Bermoth para saber cómo está la situación, sé que no me fallara…
-Aura, ella es fuerte, lo sé, pero no puedo dejar de preocuparme…

Alexander, cruzo el portal junto a Lucille, y al estar adentro, las puertas se cerraron tras de sí, con pesado ruido. Alexander, cruzo el pasillo hasta el estrado y Lucille se sentó, como testigo, en unas sillas a su derecha.
La sala era toda de fina madera, rodeada por palcos a su derecha e izquierda, al centro estaban los siete ancianos en siete sillas forrada de fina tela de color rojizo, bajo los estrados las tablillas con sus nombres. Arriba de la gran sala: Un relieve de Etnamos rodeado de líneas que asemejaban rayos de luz. Al fondo y detrás de los ancianos, el escudo de Etnamos; Un ave Carpenteo, encima de un escudo de donde salían una infinidad de espadas, en el escudo, en su parte superior decía: “Que la paz nunca nos falte”, en su parte central, el relieve de un dragón escupiendo fuego. Al frente de los siete, y al centro de toda la sala, Alexander se encontraba parado frente al estrado.
– ¡Oh gran rey de Etnamos; Alexander Von Vermillion! ¡El azote de los campos de batalla! ¡guerrero excepcional que rige con la vara de plata! – vocifero el anciano, cuya placa ponía: Amón-. ¡Los cielos se abrieron una vez más para asegurarse que el Rey tenga una vida prospera!
Alexander, esbozó una sonrisa por las palabras de aquel anciano.
– Henos aquí una vez más, con los mismos argumentos -recito, Alexander-. Para mi es fácil decirles que la sesión se posterga hasta el fin de los tiempos, pero mi curiosidad puede más, y me hace venir otra vez para ver si hay buenas nuevas, pero veo que será otra vez lo mismo…
Los ancianos, empezaron a hablar entre ellos, un tanto disgustados por las palabras de Alexander. Lucille, le llamo la atención para que tratara de guardar prudencia y respeto a las figuras a las que rinde testimonio, a lo que Alexander le respondió con un guiño.
– Si no fuera por el bienestar de todo el reino, no sería prudente el llamar a tan ocupado personaje – dijo el anciano, cuya placa decía: Baal-. Todo lo que atañe la tarde tendrá su propósito ante los tribunales de los cielos…
– Por eso veo estas sesiones como un día libre más, en mi atareada agenda – expreso Alexander-. Que las decisiones pendan de la cordura de un solo hombre, pone en riesgo la paz cuando se presenta la demencia o la traición, pero nadie ama más a su gente que su benevolente rey aquí presente…
– Sabemos que nadie ha traído más paz, que su majestad, pero es licito que en el cielo no quepan dudas de su palabra – hablo el anciano, cuya placa decía: Azazel- Esto no es un juicio, pues enjuiciar al rey traería ruina al reino, y sobre todo, ruina a nosotros…
– Cae el rey, cae el reino -replico, el rey-. Sobre mis hombros está el peso de toda mi gente, por eso, siempre eh buscado el equilibrio desde que inicie el reinado hace ya tanto tiempo, por ende, mis decisiones buscaran siempre que todo se mantenga en perfecto balance, siempre.
– Nadie aquí ha dudado de eso nunca, solo buscamos la aguja que cayó sobre el pajar – aclaro el anciano, cuya placa decía: Abigor-. Aquello que hace dudar hasta al hombre más recto…
– Lo que buscan entonces, es una partícula de polvo en el basto mar de Etnamos – replico, Alexander- incluso si existiera esa posibilidad, tendríamos que pasar en los estrados toda la vida.
– Puede que así sea, pero los cielos quieren verdad, y verdad les daremos – decreto el anciano cuya placa decía: Abddona-. Se nos ah susurrado, que los tiempos están a punto de terminar, que alguien lo va a terminar de improvisto…
-…Lo que coincide con la llegada de poderosas energías ajenas al Terrapilar – complemento el anciano cuya placa decía: Brulefer…
– …Energías que se mueven con fiereza atreves del cuerpo de una sola persona – añadió el que en la placa decía: Cherem-. Lo que coincide con cada llamado de atención del cielo…

Alexander, tuvo un repentino presentimiento parecido a una amargura de hiel en medio de su pecho, lo que le hizo que se le escapara una gota de sudor por su frente. El cuerpo se le entumecieron y se le pusieron las manos completamente frías, por un momento pareció que los ancianos obtendrían lo que anhelaban desde hace varias sesiones. La compostura pudo más, aunque no dejaba de sorprenderle la veracidad con la que se enteran los cielos de las acciones en la tierra, quizá debería empezar a creer en dios de una vez por todas…
– Hay sobre el Terrapilar un solo hombre que es capaz de perturbar lo cielos de tal forma, y ese soy yo – contesto, Alexander-. no existe otro a parte de mi persona capaz de manejar tales cantidades de Etherum…
Abigor, alzo la mano para detener el discurso de Alexander.
– Nadie nunca ha dudado de eso, su alteza, pero a lo que nos referimos es a una perturbación en sí, en el manto de Etherum que cubre todo lo que existe y lo que no; a un Almacea le es imposible perturbar tal abismal cantidad de Ether, así sea la persona más poderosa que hubiera existido sobre el Terrapilar….
– Lo que nos confirma que sabe de lo que hablamos, y que oculta algo que puede poner en riesgo la vida misma sobre la sagrada tierra que pisamos los vivos… – complemento, Baal.
Lucille, noto que los ancianos habían cambiado todo el discurso, lo que se había convertido en una sesión monótona, en la que se le repetían las mismas preguntas una y otra vez, ahora parecía un linchamiento. Alexander, ni siquiera se molestaba en ensayar sus respuestas, pues se la sabía de memoria. Todo había cambiado desde la llegada del muchacho que traía Aura. Su corazón se alteró, pues empezaba a tener malos pensamientos acerca de la situación de Aura.
Espero que expliques esto sin tener que recurrir a la intimidación, Alexander… – pensó, Lucille-. El chico quizá sea más importante de lo que me explico la primera vez, aunque dudo realmente que me haya dicho toda la verdad desde un principio…
La forma en que reacciono, me hace pensar que esa alteración puede ponernos en peligro… – dijo. Cherem-. Hace pocos días, los temblores en la energía Ether, pasaron a ser violentos espasmos incontrolables; como un animal asustado por que su verdugo lo va pronto a segar…
– Alexander, ¿Qué es lo que sabe el rey, que no saben los cielos, que quieren averiguarlo a como dé lugar? – pregunto, Abddona-. ¿Quién es el azote del Etherum? ¿Dios…?
Alexander, voltio a ver a su Lucille, y con una sonrisa trato de calmarla, pues sintió la perturbación en su corazón, al cual se conectó desde la primera vez que la conoció como aquel hilo rojo que los mantenía unidos hasta el día de hoy.
– Si bien es obvio que una sola Almacea le es incapaz de perturbar el manto de Ether, de tal forma que sea perceptible a niveles divinos, tambien es cierto que ya hemos tenido esas vacilaciones antes. En ninguna de esas ocasiones, el tiempo se ha detenido, ni catástrofes mayores a una guerra han ocurrido, entonces, ¿Por qué darle tanta importancia a uno de tantos sucesos habidos y por haber? Además, algo como las conturbaciones esporádicas del manto, no afectan en nada al uso del Etherum, en ninguna medida. No sé el por qué, de la importancia, de haber dicho esto antes, quizás hubiera tenido que posponer las sesiones hasta el fin de los tiempos…
– Todo tiene un por qué. Si lo que dice es correcto… – manifestó, Azazel- no tendría que
haber dicho que las conturbaciones eran provocadas por el poder desmedido de su alteza, cuando es más que obvio que nunca podría ser así…

Hubo un silencio desolador que envolvió a toda la sala. Los ancianos empezaron a hablar entre ellos, mientras Alexander trataba de organizar todo en su cabeza, para que lo próximo que saliera de su boca sea una sentencia fallida que haga serrar todo y mandarlos a todos a arresto o a los calabozos, por cualquier estúpida razón. Volteo nuevamente a ver a una nerviosa Lucille, quien no salía de su asombro por las palabras de juicio contra su rey, pues lo que decían ponía en grave riesgo la credibilidad de Alexander si se llegara a saber ante las demás estirpes del estado.
La mujer, trato de animarlo haciendo la señal que Alexander bien conocía y que hacía que paralizara todos los órganos del reino para estar con ella. Alexander solo le dedico una media sonrisa que más que de felicidad parecía ser de incertidumbre.
– Voy a decir, que, de cierto es, que las fluctuaciones anormales del manto Etherum, son provocadas por la persona que hasta hace unos días no existía en el Terrapilar, pero que su póstuma llegada era esperada con desanimo, pues el fin de una era se acerca con él… – Empezó, Alexander-. Es licito que lo que empieza, termine de una buena manera. No soy el mejor preparando finales, pero mi amor por la gente a la que descanso bajo mis alas, me impulsa a buscar los medios necesarios para llevarlos a todos a la paz eterna…
Los ancianos debatieron un momento, tratando de procesar correctamente lo que sus miedos les habían advertido desde hace ya varias sesiones.
– Alexander, lo que tratas de advertir es, ¿que el fin justificara los medios, aun así, sean descabellados y hasta suicidas los caminos…? – indago, Azazel.
– Lo que trato de decirles es, que mi amor por mi gente me llevo a proveer todos los caminos para que el viaje sea menos cansado, y evitar así llegar a la situación a la que llego Hexinos – contesto, Alexander, en tono serio.
– ¿Por qué meter mitología fantástica? ¿acaso nos va a decir que nuestro rey cree cuentos de hadas? – pregunto, Abddona-. Hexinos, solo existió en los cuentos de Malavero, y estaban basados en la última gran guerra del extinto reino de Aristacias, ¿o me equivoco?
– Perdón que discrepe, pero, Hexinos y su última gran batalla están en los pergaminos de la biblioteca “Magistrado”, los cuales provienen de una tierra que ya no existe, completamente ajena al Terrapilar -replico, el rey-. Si lo que eh estado investigando desde que mis padres me contaron esa historia, cuando yo apenas empezaba a entender las palabras, fue que Hexinos existió en el mismo espacio que ocupa el Terrapilar hoy mismo…
Los ancianos debatieron entre ellos, ya que las palabras del rey les parecían demasiado redundantes como para creerlas. Declararlo loco hubiera sido suficiente para ahorcarlo tiempo atrás, pero hoy sería una condena, pero para ellos. Buscar la forma de tratar esta situación tan delicada, sin mandar una carta declarándolo inepto para gobernar, a los doce comandantes, y que estos acataran, les hacía estar entre la espada y la pared.
– ¿Que podríamos hacer entonces? -pregunto, Amón, a sus compañeros
– Si lo que los cielos confirman, Alexander puede estar siendo víctima de creencias absurdas que nos pondrían en eminente peligro a todos – puntualizo, Baal, a los demás.
-Los cielos nunca se equivocan, nos tomó bastante pero al fin lo tenemos… – anuncio, Abigor-. Solo tenemos que hablar con los doce y convencerlos de destituirlo. Ni el más grande rey ha podido con el poder de doce comandantes…
– ¡Tonto! Eso es lo de menos. Los doce nunca entraran en discordancia con Alexander, pues ellos más que nadie lo conocen bien: pelearon por Etnamos en antaño.
Intentar revocar la voluntad del rey sería un suicidio para los ancianos, por lo que dejar las cosas en buen término era el objetivo. Los ancianos bien sabían que no podían hacer mucho más que intentar que su majestad no erre sus pasos. Intentar el golpe implicaría desestabilizar la utopía que tanto tiempo llevo formar con el esfuerzo de tantas personas que murieron en las últimas guerras que dejaron lastimado al reino y que poco a poco se ha ido remediando. Alexander, tendría razones de sobra para hacer lo que hacía. La confianza ciega es lo que al final les traería la tan ansiada conformación del estado más próspero del continente.
– Quien si no nosotros estamos para ver por el reino a través de las visiones de los cielos -exclamo, Brulefer-. El rey es la espada, mientras que nosotros seremos la prudencia para con quien la usa. ¡Pedimos que los doce comandantes se enteren de lo que aquí se ha hablado…!
– ¡Objeción! ¡los doce están al tanto de todo! – increpo, Alexander-. ¡Ellos, al igual que yo buscamos el mismo fin; la paz eterna del reino…!
Los ancianos, discutieron entre sí, asombrados de lo que Alexander les comunico:
– ¡¿Los doce son cómplices?! – pregunto, Baal, sorprendido.
– ¡imposible! – exclamo, Amón-
– ¡¿Qué es esta cloaca que hemos destapado?! – inquirió, Azazel-
– ¡Silencio! Si lo que dice es cierto, no tendría por qué negar que la próxima sesión sea con los doce, presentes -mascullo, Abigor-. ¡Los llamaremos a todos, y veremos si Alexander, puede refutar las palabras que su boca escupe!
El mayor de los ancianos, y el que se sentaba al medio de todos, Amón, se levantó de su asiento y viendo a Alexander, le dijo:
– ¡Su majestad, Alexander, si lo que dice es verdadero y correcto, no le importara traer ante el supremo tribunal a todos los que están por debajo de usted, como testigos de lo que aquí se ha hablado! Haremos la última de las sesiones con los palcos llenos de personas honesta con criterio pulcro, y si se puede, lo transmitiremos al reino entero…
El segundo a la derecha de Amón, Abddona, se levantó y dijo unas palabras finales:
– ¡Pedimos a su majestad, tambien, que acepte los trece retos que se han emitido a lo largo de la temporada, y que ha rechazado tajantemente!
– ¡Objeción! ¡No permitiré derramamiento de sangre real! – increpo, Alexander-. ¡Doce de los trece retos provienen de un caballero que apenas empieza a usar la espada! No tiene ni la más remota idea de lo que ha hecho, por eso es, licito para mí negarme a tal absurda propuesta. El otro reto, fue de Aquiles, quien pide morir a manos del rey, pues ya su vida le pesa. En ninguno de los dos casos eh visto la necesidad de aceptar los retos. ¿acaso creen que con eso me pueden sustituir?
Lucille, nunca pensó que los ancianos buscaran con desesperación, y por todos los medios, la sustitución de Alexander; lo veía imposible. Buscaban la forma más correcta de lavarse las manos, aunque quizás llegaran a pecar de ignorantes.
– ¡Aceptare todo lo que aquí hemos hablado, a excepción de los retos! ¡Si alguno de los doce quiere retar después de la última sesión, ese reto si lo aceptare, de otra forma; me niego tajantemente! – vocifero tajante, el rey- ¡Que el cielo se pierda en tinieblas pues a partir de hoy, nada de mi sabrá, ni pasado, ni presente, futuro! ¡Yo soy la justicia que cae como azote al Terrapilar, y ni ustedes ni nadie va a impedir que el pueblo descanse en la paz eterna…! ¡Esta sesión termino!

Bermoth, caminaba cruzando los jardines del gran palacio conformados en forma de una gran cruz que se entrelazaba con una inmensa fuente de agua en él medio. Iba acompañado por el anciano Andotas, su asistente, quien le rendia las ultimas noticias, mientras Bermoth aceleraba el paso para intentar alcanzar a su padre antes de que se pierda con Lucille luego de su sesión.
– Mi amo, mi señor Bermoth, me temo que los mercenarios que contrato para la misión de rescate que dijo… – anunciaba, Andotas-. han provocado un enorme enrollo en los bosques, mi señor: han quemado grandes hectáreas de bosque, contaminado la fuente principal de los ríos y han asesinado a especies sagradas de los bosques; los Gastormorfos…
– ¿Lograron al menos matar a la mujer…? -pregunto, Bermoth en tono sereno.
– Mi señor, me temo que lo único que se de los hombres, es que solo tres sobrevivieron, y fueron apresados por las fuerzas de Vilas, para ser condenados a muerte inmediatamente… contesto-. Si alguno llega a mencionar el nombre de Etnamos, en alguna corte, su majestad Alexander se enojará muchísimo; Sobre todo si tiene que dar la cara para aclarar el enrollo que se salió de las manos. Esto puede llegar a ser una situación demasiado tensa, la extensión del incendio es inmensa, mi señor…
– ¿Entonces, no sabes si la chica está muerta? – insistió, Bermoth.
Bermoth y aquel anciano, llegaron rápidamente a la gran fuente, en donde Bermoth se detuvo a tomar un poco de aire e intentar poner en orden la información. Le daba vueltas en la cabeza la idea de cruzar ese muro e ir el mismo por el par de jóvenes, pero pensó que ya el problema era lo suficientemente grande como para quererlo hacer peor.
– Averigua si hay alguien que pueda asesinar a los hombres sobrevivientes, primeramente, – Ordeno, el joven-. luego manda a vigilar la zona del muro más próxima al incendio, y da la orden de matar al que logre cruzar, no importa quien sea, y asegúrate que el cuerpo caiga dentro de Etnamos. Otra cosa, ni una palabra a mi padre hasta estar seguros de que todo esté bien ¿entendido?
– Como ordene, amo.
– Yo me encargare de que la información sea más digerible…
Bermoth siguió su camino a través del hermoso sendero, rodeado de flores que cambiaban su color hasta cuatro veces al día, con unos árboles de fruta de Keron, fruta parecida a la pera, pero con un sabor mucho más acido. Al fondo se veían los hermosos rosales de Akarosa, que su madre mando a plantar para darle un mejor estilo, pero que a parecer de Bermoth, solo hacían una saturación de colores que mataba el paisaje.
– ¿Que sabe la reina de todos los embrollos de mi padre? – pregunto, Bermoth.
– Absolutamente todo, mi amo. No hay nada que el rey le oculte a su majestad, la reina -replico, Andotas-. Ella está al tanto de todo, pues su red se extiende hasta la cabeza del reino.
– ¿Y aun así está de acuerdo?
– La reina guarda su rencor hacia su padre hasta que sea licito sacarlo, mi señor. Ella no le perdona ofensa a nadie, pero cuando se trata de su padre, pareciera que lo permite todo. No creo que sea el poder de Alexander lo que le impide actuar, sino más bien un amor que va más allá de los rencores más arraigados.
– Mi madre ha sido así desde siempre, aunque diga que no siente nada. Yo sé que guarda sentimientos más profundos que el rencor en su pecho, lo que la hace sufrir en silencio. No perdonare a ese bastardo nunca, y cuando sepa que pueda ganarle, lo retare, lo decapitare y le entregare la cabeza como tributo a la reina, ya que ella se sigue negando a hacerlo…
Bermoth, siguió hasta llegar a una amalgama interminable de pasillos vacíos, y cruzando por ellos , llego a la primer escalera de una de tantas que se encontraban antes de llegar a la última planta en donde se encontraba la suprema corte, en donde se encontraba Alexander rindiendo testimonio por quinta vez.
Bermoth, sabía que lo que llevaba entre manos, su padre, podría llegar hasta ser peligroso y poner en riesgo la seguridad del reino para con las demás naciones. Le había preguntado a su madre en una reunión privada, los planes que realmente hacían que Alexander, empezara a ser severamente cuestionado por los oráculos; pero su madre se había convertido en una tumba y de ella no había obtenido mayor información. Bermoth, llego a pensar que su padre la había amenazado, pero la sola idea de eso fue descartada pues ella nunca daba su brazo a torcer ante nadie, por lo que las razones solo ella las sabrá…
– ¿Qué hay acerca de mi hermana? – pregunto al anciano, que a duras penas podía seguir los pasos del joven- ¿Cuándo estará lista para ver la luz?
El anciano sentía que cada paso que daba subiendo los escalones, se convertía en un completo infierno. Había estado en las trincheras de la última guerra, y sus rodillas había severamente lastimadas por el bastón contundente de unos de los caballeros de Vilas, lo que lo había dejado impedido para combatir, de por vida.
– Mi señor, me temo que la princesa, no ha mostrado mejora desde la última vez que hablo usted con ella… – contesto, Andotas-. Ella no es apta para gobernar la sagrada patria, por lo que aunque el rey no lo quiera, el cargo debería caer sobre usted; a menos que aceptara algún reto de alguna de las doce familias reales, y perdiera, cosa que yo veo: imposible, no le veo inconveniente en que usted ascienda al trono, en dado caso los viejos oráculos actuaran.
Bermoth, y el viejo llegaron a la segunda planta en donde encontraron infinidad de pasillos llenos de puertas de cuartos que nunca se habían usado, pero que cada día les tocaba a la sirvientas limpiar hasta la última mota de polvo.
– ¡No necesito que un montón de viejos me ayuden a ascender; yo mismo lo hare a punta de espada! – contesto, tajante-. Él sabe que lo retare cuando llegue el momento. No dejare que este rey muera de viejo. Lo hare pagar la impotencia de mi madre y la desgracia de mi hermana…
Andotas, se paró para tomar un poco de aire mientras Bermoth, seguía con paso ligero hacia la escalera que lo llevaría a la tercera planta en donde estaban las cortes del pueblo.
– Mi señor, con todo respeto, su majestad, a la edad que tiene no ha mostrado deterioro de su capacidades físicas y Ethericas, por el contrario, está comprobado que se ha hecho aún más poderoso que cuando estuvo en las trincheras – revelo, Andotas, entre jadeos-. Yo sé que usted tiene gran poder y habilidad, pero comparado con su padre, aún le falta mucho. Con esto no quiero decir que le será imposible alcanzarlo, no, lo que quiero decir es que, si mañana lo retara, no obtendría más que una mancha de sangre en las manos de Alexander…
Bermoth, se detuvo al finalizar Andotas su discurso.
– Lo se… sé que por más fuerte que sea mi devoción y mi convicción, para mi es imposible acercarme, siquiera, al rey en toda su manifestación – acepto, Bermoth, dando un sordo golpe en la pared-. Ni siquiera eh logrado alcanzar al Kidon; Por eso busco poder. Quiero poder para destruir todo lo que representa mi padre. Quiero que pida disculpas por su doble cara, que se humille ante mí, ante los pies de mi madre, ante los pies de mi hermana, y, sobre todo: ante los pies de este reino. Por eso le entregare el regalo que representara el principio del su fin; la cabeza de su bastarda en charola de Cristalium.
Bermoth, siguió su paso acelerado sin importarle que el pobre anciano a duras penas y podía seguirle el ritmo. Llegaron prontamente a la siguiente escalera que los llevaría a los juzgados del pueblo. Las ventanas eran inmensas, finamente decoradas con detalles de color dorado sobre un fondo blanco perla, aquellas escaleras de una fina madera de Kanakaste negro resaltaban los detalles en color blanco de los diseños minimalistas que poseía. Bermoth, siempre insistió en que se les instalaran unos elevadores, pero, su padre siempre se negó a alterar el fino diseño que habían tenido desde los primeros reyes de Etnamos. El joven, siempre pensó que era necesario modernizar un poco las instalaciones para dar a conocer a la gente que su país avanzaba hacia el futuro, pero su padre siempre se negó.
– La bastarda, junto con su encargo, deben estar aun esperando a las afueras del muro, dándose cuenta que pasarlo rodeando les tomará una eternidad, y saltarlo será suicidio. Con la cantidad de Etherum que debe poder manejar después de haber pasado su vida en aquel lugar en donde tal cosa no existe, debe ser minúscula; no entiendo por qué una parda de asesinos profesionales hayan fallado, no una, sino dos veces, es decir, su acompañante tampoco debe poseer gran cosa…
– Ellos se encargaron con relativa facilidad de los primeros que envió, que eran grandes caballeros… – comento, Andotas-. Aun habiendo pasado tanto tiempo en aquel lugar, sus habilidades debieron haber sido suficientes para encargarse de una bruja principiante y un chico común y corriente, por lo que la única explicación que le veo, es que ellos no sean completamente inofensivos como creemos, además, la chica describió a una bruja carmesí en plenitud.
Bermoth, se detuvo en la intercepción de dos pasillos, tratando de recordar algo.
– ¿Dónde está la chica? – pregunto, Bermoth.
– En los calabozos. Al otro lo ahorcamos como usted indico; por traición al reino – contesto, Andotas, sobándose la espalda.
– No creí que lo que conto la chica hubiera sido del todo cierto -expuso, Bermoth, pensativo -, siempre pensé que había inhalado algo del vapor de sangre de la bruja, pero quizá si había dicho la verdad, y lo que acaba de pasar en los bosques, quizá lo termine por corroborar. La salud mental de la chica está claramente deteriorada, y no me explico el porqué, si ni siquiera entro en combate directo.
Los dos hombres llegaron al final de los pasillos llenos de puertas hasta la escalera que los llevaría en donde se encontraba la suprema corte, el lugar en donde los reyes eran juzgados por el cielo para beneficio del pueblo.
– Lo único que mi madre ha comentado acerca del joven que la chica trae; es que es de suma importancia para mi padre para poder alcanzar otro nivel, pero, ¿Qué otro nivel podría alcanzar con un chico que ni siquiera pertenece a este mundo? quizá la edad lo esté afectando, porque no tiene sentido…
– Su madre indico que le próximo nivel al que el rey planea alcanzar, solo podría ser de origen divino – menciono, Andotas-. lo que explicaría la importancia que se le da, incluso por encima del de su hija, me atrevo a decir…
– Entonces mis sospechas estarían en lo correcto y arrebatarle ese derecho debe ser nuestra prioridad – anuncio, Bermoth-. La explicación final del objetivo de nuestro rey, se encuentra en un montón de papel antiguo con una más antigua leyenda… ¡Cuentos de hadas, nuestro señor cree en cuentos de hadas!

Bermoth, puso una mano sobre el barandal dorado de las escaleras, y tuvo una premonición; un mal augurio que le venía pesando desde que cruzo las puertas de ese edificio. A su mente le llegaban los recuerdos de antiguos relatos que su padre le contaba cuando quería que se durmiera pronto, era algo relacionado con la fantasía de esos pergaminos, pero luego lo disipo para centrarse en lo que le iba a decir cuando lo tenga de frente. No tardaría mucho pues Alexander, junto a Lucille, se asomaban al otro extremo de la escalera, claramente con la cara del rey evidentemente completamente seria.
El rey iba diciendo unas cosas inentendibles a Lucille quien solo se limitaba a asentir con la cabeza. Bermoth, no lo había visto así, desde las profundas charlas que le hacía tener su madre para terminarle de explicar el cómo debería comportarse mientras estuviera en su castillo, lo que provocaba que Alexander se fuera por semanas a quien sabe dónde, pero siendo lo más seguro, que con esa mujer que tenía a la par.
– ¡Dichoso somos nosotros de toparnos con tan digna pareja real! – ironizo, Bermoth.
Alexander, y Lucille voltearon para ver a los hombres que llamaron su atención, a quienes seguramente hubieran pasado de largo de no ser por el carismático saludo de su hijo.
-¡No ahora, ya tengo suficiente por hoy, lo que tengas que decir puede esperar a que este en la oficina, más a gusto, y más calmado! – alego, Alexander.
Bermoth, supuso que su sesión no tuvo los resultados que su majestad hubiera deseado, quizás le recriminaron algo, quizás los ancianos ya se enteraron de los planes locos de su majestad y se lo dijeron a su cara, y eso lo enfureció. Un par de noticas malas extras, solo causaran que este de mal humor por semanas. Hacerlo, provocaría en Bermoth un poco de felicidad, pero ese no era el objetivo, el objetivo era ponerlo de buen humor para que se ilusione un poco más.
– ¡Su majestad, su pedido ya está en la puerta a la espera de usted! – anuncio, Bermoth-
Andotas, le voltio a mirar con cara de asombro, preguntándose por qué mentir de esa manera sabiendo que en poco tiempo le descubrirían, lo que provocaría que el rey los mande a ahorcar si su pedido es de suma importancia como supone su señor, Bermoth.
– Me llegaron hace poco las buenas nuevas: la pareja que viene de más allá del Terrapilar, están esperando a cruzar los muros. Eh mandado al ejercito real a recibirlos con las manos abiertas y con los honores de tal distintivas personas…
Lucille, no pudo disimular la sonrisa de auténtica felicidad al saber que dentro de poco tendría la oportunidad de redimir el tiempo que perdió para con su niña.
– ¿En cuánto tiempo estarán aquí? – pregunto, escéptico, Alexander.
– Mi señor, la pareja estará en sus oficinas a más tardar, en cinco amaneceres – le respondió Bermoth, esbozando una sonrisa y agachando la mitad de su cuerpo en un saludo imperial-. Los hombres que Andotas mando, resultaron ser muy efectivos, ellos están ahora en los bosques cercanos al gran cuerno de derecho de Etnas, esperando la señal para ser cruzados por nuestros equipos tácticos.
– Recuerda que nadie de Etnamos debe poner un pie fuera de las murallas y nadie de Vilas, debe poner un pie en Etnamos, nunca – le aclaro, el rey-. Cuando estén dentro, tráelos directamente a mí. Nadie, ni tu madre, debe interponerse con tu misión. No hay intermediarios en esto, ellos solo pueden hablar contigo y conmigo. Automáticamente estén en Etnamos, se les otorgara el rango militar más alto por debajo del rey, y nadie debe tratar con ellos si no es para acatar sus órdenes, así que, ve y díselo a los hombres que has enviado.

A Bermoth se le borro completamente la sonrisa con las ordenes de su padre, que, a su parecer, rayaban en lo absurdo. Nunca a nadie en la historia de Etnamos, por más influencias que tuviera, se ha concedido un rango militar tan alto sin ni siquiera haber pertenecido al ejército, o al reino, o siquiera a esta tierra.
Bermoth, sintió su sangre hervir, queriendo lanzar el reto en su propia cara, pero él sabía que la prudencia lo llevaría por el camino más adecuado a sus fines.
– ¡Padre, lo que pides es absurdo…! – arremetió, Bermoth-. No quiero contribuir a que los ancianos tengan más motivos para cuestionar a nuestro rey, por eso, sugiero solo darles el honor de ser invitados distinguidos. No es necesario que el ejército tenga disputas con su alteza.
Alexander, quizá se haya apresurado, pero debía darles la mayor prioridad posible a sus prioridades que, desde la sesión, paso a ser la pronta llegada de los jóvenes a sus aposentos. De no ser porque debía estar a la cabeza del palacio, sería el quien los iría a recoger, de ser posible; al otro lado del muro.
– No, se les dará el titulo honorifico hasta que estén frente a mi… – contesto, tajante-. quiero que estén ante mí a más tardar dentro de tres amaneceres, que apresuren su llegada todo lo que se pueda. Utiliza todos los recursos que tengas a tu disposición, y si necesitas mas solo me avisas.
– Así que todo empieza a tener sentido; – pensó, Bermoth-. el rey cree que el muchacho es la pieza clave para sus retorcidos planes, y hará todo y cuanto este a sus manas para tenerlo. ¿Qué es lo que buscas realmente? Talvez sería una gran lástima que nunca lo llegaras a tener
Por aquellos ventanales que dejaban pasar la blanca luz del día, paso una nube negra que dejo en penumbras a los caballeros quienes se miraban mutuamente hasta que la luz volvió a surgir. Una Lucille, preocupada, ponía en tela de juicio las palabras de Bermoth, quien claramente estaba informado de la joven que venía, y que su madre Mikaela, estaba pendiente de todo y cuanto ocurriese alrededor de su querido esposo. Algo le decía que la repentina actitud cambiante de Bermoth, no era sino una tremenda fachada que entre dientes trataba de escupirle a la cara. – Alex, pide una reunión privada con Andotas… – le susurro, Lucille, evitando la tajante mirada del joven a quien claramente nunca le ha caído del todo bien-. Hay algo que no me gusta de la actitud de tu hijo…
Alexander, claramente informado de todos los gestos que había mostrado Bermoth, a quien claramente se le veía con ganas de pelear, pero que su sentido de la prudencia estaba igualando al de su madre, y no se atrevía a lanzar el reto definitivo de una vez por todas.
– El día de hoy termino para Lucille y para mi persona, pero mañana a primera hora quiero que Andotas esté presente en mi oficina para tratar algunos asuntos…
El joven no pudo disimular el desencajo espontaneo de su cara, algo que le hizo apretar los puños tan fuertemente que no había notado que sus uñas se le estaban encajando en la palma.
– Me temo, su majestad, que Andotas es mi asistente personal, todo lo que él sabe sobre los asuntos internos del reino o personales deben pasar por mi persona tambien, por lo que solo voy a aceptar su solicitud si usted me sede una sesión privada con su asistente, tambien…
Alexander, le indico a Lucille para que siguieran su camino, y cuando estuvieron en el mismo escalón en que se encontraban Bermoth y Andotas, Alexander, sin dejar de ver al frente les dirigió unas últimas palabras para dejar en claro su postura a su hijo:
– Mis ordenes son absolutas, y como tal, deben ser cumplidas al pie de la letra. Aquí hay dos testigos de lo que acabamos de hablar, y si lo dije, se tiene que hacer… Si el príncipe se niega quizás unas noches en los calabozos le aclaren la mente…
Bermoth, no tuvo más opciones que aceptar las ordenes, pues antes que su padre, era su rey, le gustase o no, el desarrollaba su función como aspirante a la mesa de los doce comandantes. Cualquier decisión errónea que tomara, su padre se las cobraría con desdén. Por suerte, allí estaba su madre, su aliada, lista siempre para apoyarlo en todo lo que implicara desenmascarar a su padre, ante todos.
Alexander y Lucille, siguieron su camino hasta perderse en la maraña de pasillos, no sin antes aclararle a su hijo, su lugar en la cadena alimenticia.
– Bueno, pudo haber sido peor… -exclamo, Andotas.
– Fue todo lo malo que tuvo que ser, es decir, pudo habernos mandado a dormir a los calabozos… – señaló, Bermoth, mientras seguía su asenso por aquellas escaleras interminables, viendo la cara de cansancio del viejo quien no terminaba de recuperar el aliento-. Hay algo que quiero ver allá arriba, algo que me trae recuerdos de cuando era un ingenuo pequeño.
El viejo, Andotas, se reprochaba por cada escalón. El haber rechazado tajante la rehabilitación de sus piernas para, por lo menos, tener la dicha de poder subir escaleras sin sentir la muerte en cada uno que subían. En su cabeza no cabía la sola idea de seguir andando después de haber hablado ya con el rey, es decir, ¿Qué es lo que podría traer a un niño a la suprema corte de los oráculos en primer lugar? ¿que podría ameritar tanto esfuerzo?
– Mira, yo solía recorrer todos esos pasillos, abrí cada una de sus puertas, visite cada una de sus salas, me metí a los recovecos más escondidos de este lugar… – recordaba, Bermoth, llegando, por fin al último escalón-. Allí, solía sentarme con mi hermana a esperar a que papa saliera de sus sesiones anuales, para que al final nos llevara a comprar meladulces al parque. Me metía a todos los salones, incluso una vez me metí al vestidor de damas ante la mirada de las servidoras que se preparaban a su hornada; esa fue la primera vez que vi el cuerpo desnudo de una mujer, que no fueran de mi familia. Mi hermana y yo jugábamos con su esfera de metaluminum para ver quien le daba la forma más elaborada, claro que ella siempre ganaba, aun siendo menor, pues poseía un control de la energía, que ponía a temblar a los caballeros que tuvieron la dicha de verlo…
– Mi señor, me alegro que sus recuerdos de la niñez sean tan gratos, pero, si los recuerdos de su padre son tan buenos, ¿Por qué odiarlo a tal nivel? Lo que quiero decir, y me disculpo de antemano, los reyes han tenido amantes desde siempre; el anterior tenían un harem repleto de más de cincuenta de las más bellas damiselas, y eso nunca le provoco problemas.
Hubo un silencio repentino y abrumador, que el anciano empezó a dudar que su comentario haya caído en gracia de su señor. Cuando estuvieron ante la gran puerta de la suprema corte, Bermoth, puso su mano sobre el relieve para palpar la finesa de su diseño. A su lado, unos asientos que tenían sobre ellos, un libro de una portada color rojo con letras en dorado.
– No es el hecho de que él tenga una amante lo que me molesta; es el hecho de no haber cumplido ninguna de las promesas que le hizo a su familia. Mi madre, mi hermana, yo, todos. Esperábamos con ansias que el dejara su estúpida obsesión para darnos paso a nosotros en su corazón… – revelo, el joven, mientras tomaba el libro que estaba sobre uno de los asientos-. ¡Nunca le perdonare el que una estúpida historia y una ramera siempre hubieran sido más importantes…! ¡y ahora su bastarda producto de los acostones con esa perra viene a terminar de joderlo todo…!
Bermoth, leyó el título de aquel libro, y decía: “Los planes de un Dios metódico”
El joven, susurro unas palabras para que aquel libro ardiera en llamas hasta las cenizas.
– Por eso, reitero lo que me prometí a mí mismo hace años; matare a Alexander, matare toda su ideología y lo borrare de la historia de este reino…

Alexander, junto a su asistente, llegaron a los jardines interiores en donde a la sombra de unos de los árboles frutales de kororo se detuvieron para apreciar la escena de las hojas cayendo por la suave brisa del viento.
Lucille, contenta por saber que su retoño estaba a unos días para estar junto a ella finalmente, le dedico una picara sonrisa a su rey, quien seguía ensimismado con una cara de seriedad abrumadora que rápidamente se tornó muy seria, como si aquella escena, de un tono más lúgubre, se volviera completamente muerta.
– Recuerdo que en el segundo libro que le envié, eh de reconocer que tuve que desobedecer las reglas de mi señor, y escribí en él, un indicio de su verdadera familia… – revelo, Lucille, tomando entre sus mano una fina hoja-. Quería que ella estuviera preparada, y tambien quería que supiera que yo iría por ella, así fallase con su acometido. En el libro, le dije que la amamos como nadie la amara, que estaremos con ella en pensamiento, que estaba bien si fallara, nosotros la perdonaríamos de todas formas.
Alexander, le dio una palmadita en el hombro a Lucille, para indicarle que siguieran.
– A partir de mañana, se sembrara discordia hacia mi persona; las cosas pueden que pinten mal, esos ancianos van a intentar desestabilizar todo… – señalo, el rey- No quiero que ella vea el desastre en que se va a volver esto, por lo que una vez aquí, esperare un tiempo para que disfrute de la tierra que cree para ella, luego, pondré fin a todo…
Lucille, tomo de la mano a Alexander para detenerlo.
– El mundo que quiero que vea no es este, no te preocupes… – replico, la mujer. Este solo es una muestra del esfuerzo de su padre por hacer algo increíble. Al final, todo terminara bien, lo presiento, y sabes lo que pasa con mis presentimientos…
– Se cumplen… – complemento, el rey.
– Así es. Siento que vas por el buen camino, y todo lo que ocurra después, será un ladrillo más de la escalera que construyes al cielo – prosiguió, la mujer con dolorosa sonrisa-. Yo estaré contigo y ella tambien. Así que, demos todo nuestro corazón. A partir de mañana, deberás controlarte todo lo que puedas. Debes tomar las mejores decisiones…
Lucille, soltó la mano de su señor al ver que se aproximaban unas trabajadoras del palacio, pero Alexander, se la tomo nuevamente ante la mirada disimulada de las mujeres.
– No hemos mostramos nada que ellas no hubieran visto antes. Es como dije: “la reina de las sombras, la mujer que tiene tanto poder y solo lo usa para hervir tazas de café”
Lucille, esbozó una sonrisa nerviosa, seguido de una cara completamente ruborizada.
– Mikaela me mataría si viera lo que acabas de hacer, y lo que acabas de decir…

Alexander, esperaba con ansias la terapia antiestrés que Lucille le tenía preparada para los días como estos, en lo que cualquier cosa lo lograba sacar de quicio. Esas noches que hacen que el paraíso baje por unos instantes al Terrapilar para luego marcharse sin dejar muestras de regresar. Ni mil noches en su casa le hacían vivir una como las de afuera.
– Quiero que todo este perfecto para cuando nuestros invitados estén en casa; tú te encargaras personalmente de eso – le ordeno-. Prepara las mejores habitaciones, los mejores vestidos; Que los mejores cocineros hagan el mejor banquete digno de la realeza; prepara a los mejores maestros, pues tu niña será comandante lo más pronto que sea posible; la quiero junto a mí en los estrados más altos. Junto a mi nombre se deberá escribir el tuyo y es de ella, en los libros de historia.

La gente sabrá de una vez por todas lo que a venían sabiendo desde siempre; que su rey ama a otra reina, y que su fruto defenderá el reino cuando este ya no esté…

Capítulo 7: Muros.

La pequeño Li, apreciaba por última vez, aquel gran árbol que cuido por tanto tiempo. Aquel al que dedico toda su vida, para verlo crecer con el único propósito que le mantenía en pie; el Argentum. Todos sus esfuerzos llegan hasta ese punto…
Ahora que había llegado a la madurez, nada la ataba más a aquel lugar más que el amor incondicional que le tenía a la naturaleza pura, que emite su energía al cielo, para luego ser devuelta en un ciclo infinito en que la energía se transforma una y otra vez hasta el verdadero manto que todo lo envuelve, y que fluye sin control como un rio. Esa era su filosofía, y como tal ella tambien debía seguir su ciclo, transformándose, como la materia, en algo completamente nuevo.

Lili, había llegado desde que aquel lugar era un desierto sin vida, seco, sin vida: muerto. No recordaba nada de su origen, o él porque estaba allí, lo único que llevaba en su mente era la idea de volver aquel lugar a la vida, de la cual se había separado desde hacía mucho tiempo.
No sabía el por qué, pero estaba completamente desnuda en medio de la nada, soportando los inclementes rayos del sol y la sequedad del ambiente, y, aun así, se sentía llena de energía, con las ganas de traer la naturaleza nuevamente. En su mano, tenía una pequeña semilla completamente redonda de color marrón, que debía sembrar, pero no sabía el cómo. La arena no parecía surtir con los elementos necesarios para hacer retoñar nada. los terrenos aledaños solo eran piedras comprimidas de lo que fue algún día una montaña.
Aquella niña, vago por aquel desierto, desnuda, por treinta días y treinta noches, sin descanso, buscando el lugar más adecuado para su pequeña semilla, sin encontrarlo.

La pequeña, se acercó al tronco del árbol, y viendo bajo el escondite que guardaba bajo su manto, como un ave protege sus huevos celosamente, noto que la flor que escondía, había por fin llegado a su punto culmínate. Li, se acercó, y agachándose se introdujo a sí misma en aquel espacio tan reducido. Puso sus manos frente a la flor, y sintió como el calor se había vuelto muy intenso dentro, como cuando prendes una gran fogata que calienta toda la habitación, así se sentía, al punto que llegaba a ser agobiante.
Así que llego el momento que pensé que jamás llegaría –medito, Li-. llegue aquí con una pequeña semilla, y me iré con el todo poderoso Argentum, pero… ¿Qué hizo que maduraras tan rápido? ¿fue la llegada de esa mujer, o la de ese hombre, dime…?
La flor en forma de campana, empezó a emitir una fuerte luz que termino por volver aquel ajustado lugar, en un horno infernal. Li empezó a sudar, y al ver que el poder se empezaba a manifestar de tal forma, formo una pequeña barrera de tierra que cubrió completamente al Argentum para que no terminara por incendiar todo.
– Las casualidades no existen, ¿verdad? Entonces, dime: ¿es correcto que acompañe al joven? – cuestionaba, la niña – ¡No maduraste así por que sí; fue más bien algo que ya tenías planeado desde un principio! ¿será que mi fin llegará más pronto de lo que esperaba? Fuiste sembrado en la muerte para provocar la vida, como una dulce ironía…

Lili, llego a la cima de una duna de arena, y al estar allá arriba, su corazón se acongojo amargamente al ver lo que sus ojos no querían creer; un campo forrado de hombres muertos, despedazados, y algunos moribundos, que todavía se quejaban, y que habían teñido aquel lugar totalmente del tono rojo de la sangre…
A la pequeña, se le resbalaron unas cálidas lagrimas por las sonrosadas mejillas, por el dolor que había dejado el paso de la implacable muerte por aquel lugar. La semilla en su mano, empezó a emitir luz cálida que rápidamente se volvió más caliente que la arena en la cual pisaba, lo que le provoco tirarla al suelo, viendo como la arena poco a poco se convertía en cristal a su alrededor…

Evan y Aura, esperaban en la pequeña casa de Li, a que la pequeña volviera para partir, pues les había prometido emprender el viaje con ellos para servirles como guía.
Aura, se seguía negando a sumar miembros, pero Evan la tranquilizo diciéndole que la niña no sería un estorbo, por el contrario, ellos le estorbarían a ella con su bajo control. El joven calentó un poco de agua en la pequeña chimenea que tenía dentro, y puso a remojar en ella, un poco del manojo de hojas que Li les había dejado, que, al probarlas, Evan, no pudo evitar hacer una mueca de amargura. Aura, por su lado, trataba de acomodar las pocas cosas que se habían salvado del aterrizaje forzado.
El tiempo que pasaron bajo el tratamiento intensivo de hojas amargas e insectos de corteza, habían fortalecido casi al cien por ciento todas sus energías, y se encontraban listos para salir lo más pronto que fuera posible. Li, les dijo que fueran a las afueras del muro de Arboles, para darles la noticia a los pueblerinos, de que los bosques se abrirían nuevamente, y que de ellos dependerá si los recursos se acaban, o, por el contrario, se multipliquen. Aura, se negó rotundamente a inmiscuirse más de lo que debían con aquella gente, pero Evan, dijo que el iría solo después de saborear su te amargo con castañuelas tostadas.
– En lo que Li regresa, me iré a avisarles a las personas que ahora el agua estará a su disposición – dijo, Evan tomando un sorbo de té.
Aura, dejo de hacer lo que estaba haciendo, y volteando a ver al despreocupado Evan, Le dijo con cara seria:
– Haz lo que quieras, pero trata de volver a tiempo para que ya nos vallamos de este lugar.
El chico, se levantó y dando un último sorbo, que, al parecer, fue el más amargo de todos pues hizo que escupiera todo el contenido de su boca al suelo, se dirigió a su compañera:
– Aura, ya has tomado tu decisión, lo eh visto en tu mirada; No volverás conmigo a casa. Te ayudare hasta el final, pero debo informarte, que no hay nadie más ansioso por darle fin a todo esto que yo. Cada momento que estoy aquí, me dice que debo irme a como dé lugar. A pesar de experimentar el Etherum en carne propia, aun lo siento como algo antinatural. En mi cabeza hay imágenes, hay sonidos, hay conocimiento, hay música, pero, lo siento como algo ajeno a mí. Tu mejor que yo conoces al Evan que estaba siempre contigo, inseguro, despreocupado, idiota. Hay momentos en que me vuelvo a sentir de esa manera, y me entra la melancolía. No me considero un gran hombre, porque eh de confesarte que lloro demasiado; aun hoy en día creo que eh llorado más que cuando niño…
Aura, no creía lo que escuchaba. El Evan de antaño se manifestaba por primera vez desde aquella vez en la cascada. La chica sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo, de pies a cabeza haciéndole desencajar la cara un poco, pues no sabía si temer al Evan seguro y sabiondo, o al Evan estúpido y melancólico. De ambas formas puede que sea problemático…
– Evan, yo eh sido la hermana que nunca te falto, tu confidente y tu gran amiga, sobre todo, fui tu protectora por muchos años. Para mi es difícil que muestres una cara que no conozca, pero desde la vez en la cascada, te convertiste en alguien extraño, un Evan que no conocía en absoluto, te vi pasar de la inseguridad, a la arrogancia en cuestión de segundos. Yo sé que te afecta que estés en un lugar tan sumamente extraño como este, pero debes confiar más en mí, y dejar que yo te guie hasta nuestro objetivo. Llevo más tiempo que tú en estas cuestiones, y de repente pareciera que tú sabes todo sobre este mundo, no quiero decir que sea malo, pero, lo mejor es que tratemos de enfocarnos en un solo objetivo: llegar a la capital de Etnamos. No vamos a perder más el tiempo en involucrarnos con esta gente y lo mejor será partir ya, sin Li. Ella no es de confianza, mira lo que hizo con el sujeto ese…
Al joven, no le importaron las palabras de su amiga, a quien le había afectado evidentemente el poder de la pequeña, pero que, para Evan, no había sido sino una representación de lo grande que podía llegar a ser el Etherum, una vez comprendida sus bases. Juzgar a Li, es no verse claramente al espejo que ella representaba. Aura estaba cometiendo los mismos errores que él había cometido la primera vez que la vio usar su energía.
Evan, se puso en marcha a la villa, en la dirección que había indicado Li, pero antes de que pudiera dar un par de pasos fuera, la pequeña se aproximaba a lo lejos montada en un enorme caballo con cuernos…
Los potentes golpeteos de sus pezuñas, retumbaban en el suelo con tanta violencia, que Evan creyó que iba a destruir las piedras por las que se paraba.
Cuando estuvo en frente de Evan, el no pudo dejar de notar lo monstruosamente grande que era aquel animal. Era el caballo más grande que había visto en su vida, y el que más grande tenia los cuernos tambien. Li, parecía más pequeña de lo que en realidad era, sus piernas no alcanzaban a abarcar la grandísima espalda del animal, por lo que opto por sentarse de lado.
– Este es Markiel, uno de los cientos de Megalones salvajes que habitan cerca de los cuernos – dijo la pequeña, desmontándose de un salto-. Le indique a su manada, que enviara a uno de sus miembros para mi viaje, y Markiel es el que más cerca se encontraba.
Evan, paso su mano por las marcadas y gruesas piernas del animal, mientras que Li, le indicaba que se relajara, que era su amigo tambien. Pero cuando Aura salió de la pequeña casa, el Megalon entro en pánico levantando sus piernas delanteras y emitiendo un horrible rugido.
– ¡No te acerques, mujer! ¡a Markiel no le gustas para nada! -le grito, la niña.
Li, calmo rápidamente al Megalon, quien seguía nervioso por la presencia de Aura.
– ¡Aura, entra otra vez a la casa, deja que se calme el caballo…! – le ordeno, Evan.
– ¿Caballo? ¡Eso no parece un caballo! – le respondió la joven.
– ¡Que te metas! – gritaron al unísono, Evan y Li.
Una vez, Aura, dentro de la casa, el Megalon empezó a calmarse poco a poco, mas no completamente pues el animal ya la había visto y empezaba a quererse alejar. Li se acercó, y hablándole suavemente al oído, con caricias, logro que se serenara, por fin.
– Es necesario que la sangre amarga de tu hermana se le acerqué poco a poco a Markiel, si queremos irnos todos en él – susurro, Li.
– Ya te disté cuenta que ella no es mi hermana, ¿verdad? Que solo lo dije para…
– Tus razones, son tuyas. Ahora vamos a hacer que Markiel acepte a Aura.
Li, le indico mediante gestos a Evan para que poco a poco abriera la puerta, mientras ella acariciaba y calmaba al animal, pero el animal se negaba a aceptarla, así Li le dijera que todo estaba bien, el Megalon simplemente no lo aceptaba.
– No lo entiendo, los “caballos” que eh tenido la oportunidad de ver nunca han reaccionado de esa forma. – le dijo Aura, a Evan, detrás de la puerta-. Además, nos haría mejor irnos caminando; siempre le eh tenido miedo a montar esas cosas…
– Lo sé, tu mama, una vez te monto en un poni en el zoológico, y fue lo más estúpido que recuerdo que hallas hecho en tu vida… – recordó, Evan, evitando caer en risas.
Aura, abrió la puerta para darle un fuerte golpe en el antebrazo a Evan, provocando que el Megalon saliera corriendo con rumbo al interior de aquel bosque para ya no regresar más.
– ¡Ustedes dos, par de estúpidos! ¿Qué están pensando? ¡Yo tratando de llevarlos a los muros lo más rápido posibles, y ustedes lo echan todo a perder! – despotrico, Li.
La niña sabía que, de no encontrar un transporte adecuado, tendrían que pasar demasiado tiempo caminando por terrenos llenos de irregularidades, Montañas y uno que otro barranco que tendrían que rodear o saltar, cosa que lo veía imposible con la calidad de personas con las que contaba aquel grupo. De no poder llevarse al poderoso Megalon, tendrían por optar por la segunda opción, una más ingenua; fue entonces se le vino a la mente el único animal del aquel bosque que reunía las características deseadas.
– Iré por el Megalon, ustedes quédense aquí y que Aura cubra todo lo posible su asqueroso olor a sangre, que empieza a molestarme a mí tambien – ordeno, Li-. De no encontrarlo, tendremos que ir un poco apretados. Ah, por cierto, mande un ave parlanchina a avisar que los bosques interiores quedan libres para que todos los del exterior vengan por su agua.
– ¡Cabrona!, ¡¿Cómo que olor a sangre?! – grito a la pequeña quien se fue corriendo en dirección de aquel animal.
Evan le indico que se calmara, pues si querían llegar a los muros rápidamente, tendrían que confiar en la pequeña Li, quien buscaba la forma más adecuada de llevarlos sin contratiempos y sin tener que caminar tanto. Aura no parecía conforme pues se fue a una esquina de la casa a seguir ordenando todo, pensando en que todo se había ido a la mierda desde el primer minuto que pasaron por aquella puerta. Evan, por su parte, busco un poco de una yerba que Li, le había indicado para hacer las mejores y olorosas sopas.
La niña le dijo que los plantíos de aquella planta se encontraban cruzando la amalgama de arroyos, justo en frente, que el olor se sentía a la distancia. Evan la encontró, y era de un color morado muy sutil, con un pequeño fruto parecido a las vallas salvajes, el joven termino arrancando un par de manojos y se los llevó a la casa, donde Aura, se había sentado con la cabeza agachada, en lo que parecía ser una actitud de desaliento y severa depresión.
Evan, preocupado, llego con el olor de aquella planta que poco a poco empezó a impregnar el ambiente hasta hacerlo inaguantable.
– ¡Huele fatal! ¡¿Qué es esa porquería que huele a charco estancado?! – exclamo, Aura tapando su nariz.
– Es lo que evitara que un “caballo cabro mutante” nos tumbe al suelo a mitad del camino. – respondió, el chico, agitando el manojo-. Hay que poner algo de nuestra parte, ¿no crees? Vamos ponte un poco de esto. Creo que yo tambien empiezo a sentir el olor a sangre…
Aura, sabía que el olor de esa sangre, lo provocaba algo que estaba fuera de su control, y que se lo señalaran de esa forma, no hacía si no tener unas intensas ganas de matarlos a ambos.
– ¿Dónde conseguiste eso? Huele como a la sopa del engendro ese – cuestiono, Aura.
– Eso es lo de menos; lo importante es que cubrirá el olor a muerte que inspiras.
Aura, se acercó lentamente, y tomando los racimos de la planta de las manos de Evan, le dio un fuerte golpe en la cara haciendo que este callera al suelo.
– ¡Si lo vuelves a mencionar, te voy a matar a ti y a la responsable de que vayas a pasar veinte años en la cárcel, por imbéciles! – le grito, Aura, completamente enfurecida -. Creo que les falta demasiado tacto a ambos, es como si fueran niños. Lo que me gustaría saber es cuál de los dos es más estúpido…
Evan, estando en el suelo, medito sobre las amargas palabras de su compañera, y haciendo énfasis en eso, logro comprender las indirectas que Aura le escupía, literalmente, en la cara, y no pudo dejar de sentirse avergonzado y muy apenado por sus palabras.
– Bueno, ahora comprendo todo, eh… lo siento… no sabía que tu… bueno tú sabes. -balbuceaba Evan, tratando de cambiar las cosas rápidamente -, pero dejemos ya eso de lado, lo importante es que ya estamos listo para partir, y ahora sí, sin contratiempos…

Li, tenía en mente dejar de lado a los Megalones, al comprobar que podría ser demasiado peligrosos e inestables, y quería optar por algo más seguro, algo que no los pueda tumbar y aplastar en el suelo, algo que pudiera viajar rápido, pero, que, al mismo tiempo, pudiera mantener la calma al llevar a dos imbéciles escandalosos.
Entonces fue que lo vio, estaba comiendo de un árbol, las bayas que le mantenía el plumaje brilloso y suave como seda. Era grande, con un cuello bastante largo y grueso con el que podía alcanzar las bayas de los arboles más altos, tenía una poderosa espalda con unas patas flacas y ligeras, que tenían a su lado unas poderosas alas de multicolores plumas, en su cabeza un largo pico puntiagudo con unos ojos fríos completamente negros, y una pequeña cresta de color purpura, muy vistosa, su cola guardaba las plumas más largas y brillosas, las cuales alzaba en señal de peligro
– Luego del Megalon, esta sería la mejor forma de viajar – pensó Li, tratando de acercarse para comunicarle su intención.

Li, recordaba que camino a través de la pila de cadáveres cargando en su mano la semilla del Vociferum, la cual manifestaba su poder calentándose a temperatura infernal, provocándole grandes llagas en las palmas a la pequeña, quien se negaba a soltarla. Cuando pasaba a través de los muertos despedazados sin mirar más de la cuenta, una fría mano le tomo del tobillo haciendo la niña cayera tratando de sacudírsela.
– ¿Es la muerte lo que mis ojos ven? – pregunto con voz cortada, aquel hombre bañado en sangre- ¡si es así, por favor, llévame de una vez por todas! ¡¿que no ves que estoy cansado de caminar por la vida?! ya es tiempo que la muerte me cargue en sus frías manos.
La semilla del Vociferum, se calentó a tal punto que la pequeña pensó en arrojarla, pero no lo hiso. Ella sabía que sembrar aquella semilla debía ser el motivo por lo que ella respiraba aquel aire seco.
El hombre, moribundo, le suplicaba por la muerte, más la pequeña no cargaba con ninguna guadaña que segara la vida, por el contrario, cargaba vida en sus manos.
– Buen hombre, que ya disté todo de ti, no tengo la intención de arrebatarte los últimos instantes de tu tiempo sobre el Terrapilar… – le dijo, la pequeña, muy triste-. No soy a la que buscas con insistencia…
El hombre, entre nubes borrosas vio como las manos de la niña brillaban con extraño resplandor, al mismo tiempo que le sangraban de forma copiosa.
– Lo que llevas en las manos te está haciendo daño… Si no eres a la que busco, al menos me ayudaras a encontrarla. Dame lo que cargas en tus manos y pásame ese dolor, para que sea el último ladrillo que lapide mi tumba…
El calor se hizo tan insoportable, que le termino por destrozar toda la piel hasta los huesos y el cartílago, haciendo que el umbral del dolor se acrecentara a niveles jamás sentidos por cuerpecito de aquella niña. Por instinto le entrego la semilla al hombre, y este la engullo de un tajo sin vacilar.
– No existen las coincidencias en este mundo, pequeña. Un día mi mujer, en su lecho de muerte, me dijo: La vida te será concedida de las manos de una pequeña niña… Yo le dije que, después de su partida, lo que buscaría no sería la vida, si no la muerte. ¡¿de qué me sirve ya, si el sentido se lo llevo ella…?!
El hombre, cerro los ojos al ritmo de las ultima bocanadas de aire, y entro en el sueño eterno del que no hay retorno, por fin…
De su pecho empezaron a salir los retoños de unas raíces que poco a poco envolvieron el cadáver del hombre, hasta cubrirlo completamente. Empezaron a salir, tambien, las primeras hojas, y luego el pequeño tronco de un arbolito y las raíces se empezaron a clavar profundamente en estéril suelo de aquel desierto sin vida.

Evan, aplasto todas las hojas que había cortado, obteniendo un aceite mal oliente de color negro como el petróleo. Tomando un poco entre sus manos, le unto en la toda la espalda y los hombros con un masaje suave que empezaba a incomodar a la chica.
– ¡Basta! Apesta demasiado… tambien te voy a untar un poco para que estemos iguales – le advirtió, Aura, conteniendo la respiración.
– No recuerdo que el caballo se viera molesto por mi olor…
La chica lo tomo de la camisa, y molesta le reprocho:
– Te vas a untar esa mierda y te va a gustar ¿entendiste? ¡Cabron!
La chica, arrebato el recipiente de las manos del joven y unto sus manos con el apestoso aceite y se las paso por toda la cara a Evan, quien no pudo evitar tirarse al suelo regurgitando todo lo que había comido en la mañana, sintiendo en cada ancada, un intenso dolor.
La chica puso a un lado aquel cuenco, y se agacho para asistir a Evan, en su lavado de estómago, sobándole la espalda para que todo saliera.
– ¡Mierda! eso apesta demasiado… – exclamo él chico, quitándose el resto de la cara.
Evan se levantó y tomo un poco del agua de los jarrones que tenía Li, y se lavó la cara. Con un cuenco limpio, le paso un poco a Aura para que se lo quitara tambien, a lo que la chica se negó con un ademan de su mano.
– Yo me quedare así, un rato más… – le dijo, Aura negándose con un ademan.
Evan, se salió para intentar recuperar el aire, pues sintió que se le había salido el corazón hace rato. Se sentó en un pequeño tronco y espero a que, Li, volviera de su viaje.
Aura, por su lado, se sentó a revisar aquel libro que, por alguna razón, la pequeña no había podido leer, y más raro aun, no se había extraviado junto a las demás cosas que traía. Además de un par de rasguños, el libro se encontraba completamente bien.
Buscando en sus páginas, encontró lo que era para ella, el mensaje más hermoso que había leído, y que estaba segura que lo había escrito su verdadera madre, estaba escondido entre conjuros y hechizos, escrito en reverso y con color diferentes a los demás, pero, visible a fin de cuentas, para quien lo quisiera entender, y el texto empezaba así:
Niña que naciste de mí, te han dado el destino más desgarrador que se le pueda dar a una infante, pero tu sonrisa me dice que lo harás bien. Eres fuerte, por eso pedí a los oráculos que pusiera en ti, al más peligroso ser que existe en nuestro mundo; una bruja carmesí, para que nadie con malas intenciones, tenga el valor de acercarse a ti nunca, y facilitar así tu misión; de ante mano te pido disculpas, pues lo hice sin pensar. Renunciar al derecho de tenerte entre mis brazos me ha provocado pesadillas a diario, pero, debo ser fuerte tambien como tú, mi niña. Cuando estés conmigo, te daré la señal para que me reconozcas, y sepas lo que soy; pondré mi mano frente a mi cara, dividiendo mi rostro, esa es la señal de la sagrada orden de las brujas, de la que serás miembro cuando estés en los palacios de tu padre. No dudes nunca del amor que te tenemos. Todo tiene un porque y un motivo por el cual ser, así que, perdónanos, y déjanos que recuperemos el tiempo perdido gradualmente”.
El ultimo fragmento, el que se encontraba debajo del ultimo conjuro, no lo había podido descifrar, pues tenía símbolos que aún no lograba comprender. Aura, cerro el libro, y unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, cayendo en la portada. La chica abrazo el libro, dejando que todas las penurias salieran, se sentó en una esquina y sollozando, esbozó una sonrisa.

Evan, vio a lo lejos la imponente figura de un animal emplumado acercándose a una velocidad de vértigo, levantando polvo, hojas y piedras detrás de sí. El joven, pensó un momento en meterse, pero al ver lo que parecía ser Li, montada encima, galopando como cualquier vaquero del viejo oeste, se detuvo a apreciar el increíble panorama que les pintaba el destino.
– “Mama no me va creer cuando le cuente esto…” – se dijo, Evan.
La niña, paro al gran ave frente a Evan, quien seguía estufectato de ver la belleza de aquel animal, quien abrió un poco sus alas dejando ver un poco de su variopinto plumaje.
Li, inmediatamente se bajó y le indico que trajera a Aura, para ver si el viaje será placentero, o, por el contrario; una pesadilla. Evan, corrió a llamar a su amiga, quien todavía se encontraba abrazando fuertemente su libro. El chico, agachándose, le tomo los hombros a la chica quien, al levantar su rostro este estaba mojado, y tenía los ojos irritados de tanto llorar.
– En unos días estarás con tus padres, así que, animo… – le susurro, Evan, poniéndola de pie a la chica-. Ánimo, ya nos falta poco…
Aura, limpio sus ojos con la manga de su camisa, y tomando la mano que le había ofrecido su amigo, salieron a ver lo que había traído la niña, y su rostro se ilumino como el de una infanta, al ver semejante ave titánica frente a ella.
– Este es Haliwe, y es un Balpardoreal hembra, quien ha aceptado llevarnos a los muros. -explico, Li- pero como nada es gratis, tenemos que pagarle con Etherum, que es lo que sus plumas necesitan para brillar como lo hacen; en la noche lo verán. Entonces, si nadie tiene objeción a esto, partiremos ahora mismo. Si solo descansamos unos momentos, y le damos sin parar el resto; estaremos en los muros a más tardar en tres amaneceres.
Aura, se acercó cuidadosamente con su mano frente a ella, y despacio se acercó para tocar al sedoso animal quien no le importo en lo más mínimo. La chica, soltó un inocente risa y Evan lo noto, poniéndose completamente rojo. Li se fijó en esto y tambien compartió aquel momento soltando una carcajada.
– Bueno, basta de niñerías y partamos ya. De antemano les digo que debemos sujetarnos bien porque Haliwe, tiende a ser un poco brusco, pero, cuando alcanza su velocidad estándar, todo se siente como un vuelo tranquilo -indico, la niña-. Los Balpardoreales, en sí, no pueden volar muy bien, por lo que solo planean desde lugares altos. Haliwe, nos avisara cuando sea el momento de planear, por lo que, si estábamos bien sujetos, ahora lo deberemos estar mejor… ¿Entienden? Este, a diferencia de los Megalones, suele ir al doble de velocidad pues es el triple de ligero, los barrancos se los avienta sin vacilar y no le presta absolutamente ninguna atención a nada que se interponga en su camino, por lo que, si ve una roca gigante, intentara por todos los medios de seguir la línea recta; si saben a lo que quiero llegar: se van a sujetar como si no hubiera mañana.

Aura y Evan, asintieron, y Li le indico al ave con dos claketeos de sus labios para que Haliwe, se agachara. Una vez definido su lugar en el ave, se prepararon; Li, iba al frente, Aura, al medio y Evan al final. El joven, apretó fuertemente la cintura de Aura, en un sofocante abrazo y este hiso lo mismo con la niña.
– Quiero llegar al final contigo, por favor no hagas las cosas más difíciles para ti, ni para mí. – le susurro al oído de Aura-. Deja que yo cargue un poco de tu peso, que ya has cargado demasiado con el mío y se te nota la fatiga… Cuando lleguemos a Gabrelea, todo por lo has pasado habrá valido la pena, ¿cierto…? Mira sé que tú y yo no…
– Lo que buscas no te lo puedo dar, Evan, no te lastimes más. Si te sigues haciendo ilusiones, terminaras odiándome más… – susurro, la chica soltándose un poco del agarre del joven.
Li, corto de tajo la escena con tres claketeos y dos palmadas en la espalda del animal, haciendo que este se volteara en dirección a los muros.
– ¡Si ya todos están listos! ¡nos vamos! – grito, Li, seguido de tres claketeos.
El ave, emitió un chillido aterrador, y agachando un poco la cabeza empezó a caminar, luego a correr, y cuando vio que su camino estaba libre, sonó el impacto de tres explosiones de aire que impulsaron al ave como cohete a través de la extensa vegetación de terreno irregular, hacia el horizonte, perdiéndose en una nube de polvo.

Frente a los muros, del lado de Etnamos, se encontraba la pequeña villa de Maldelabia, rodeada de grandiosa vegetación. Tenía todas sus casas dispuestas en forma de una telaraña, en donde en su centro se encontraba el puesto de guardia; una torre altísima por donde se lograba divisar hasta la última casa al horizonte. Las calles, completamente apedreadas, se veía abarrotada de transeúntes en busca de productos del mercadito que habría desde los primeros rayos de luz, hasta que aparecía el primer par de lunas.
La gente se reunía en las múltiples plazas para ver a los artistas foráneos que venían de otras villas a presentarse por unas cuantas monedas. Sobre el camino de norte a sur, se había trazado un canal para que el rio pasara, montando vistosos puentes de fina piedra blanca parecida al mármol, pero mucho más hermoso y brillante. El olor dulzón de las flores sembradas en cada rincón de la villa, se apreciaba desde la distancia, logrando atrapar a los visitantes en una sesión de aromaterapia, logrando la calma total de las penas más arraigadas; por lo que convertía a Maldelabia en uno de los puntos más visitados de todo Etnamos.

Sobre la gran torre, en la última planta, un hombre nervioso, abre un sobre con los sellos reales taponados en cera. La firma del rey Alexander se leía al reverso, lo que hiso que aquel hombre se bañara en sudor, pues la última vez que había recibió una de aquellas de carácter oficial, fue para dar aviso de alerta de guerra sobre la zona fronteriza del cuerno. Esa vez, Baltazar Magnolias, capitán en jefe de la décimo quinta legión de guerra, tuvo que poner la ley marcial sobre su preciada villa, lo que le provocó una severa depresión durante los dos años que duro la alerta.
A pesar de ser un veterano de guerra, había tomado la ideología de pacifista desde muy pequeño, que las batallas que libro, solo fueron para defender el sagrado reino de la opresión extranjera, con sed de instaurar su reino de odio sobre el continente.
Para su suerte, Alexander, el hombre por el que peleo en la última guerra, había resultado ser un ferviente defensor de la paz, aunque haya derramado una cantidad bestial de sangre sobre los campos que ahora son la base de las flores de Maldelabia. El, sabia, que su rey lo hiso con nobles objetivos, que, hasta la fecha, nos han mantenido en esta utopía, que ahora gozan nuestros hijos.
Dios, no permitas que se repita lo de la última vez, no dejes que esto por lo que luchamos se vuelva a tornar obscuro – oro en silencio, Baltazar– No dejes que la sangre de tus hijos se desparrame por la inerte tierra que ya fue abonada una vez.
El hombre, ya mayor, mostraba sus canas con orgullo, y aquellas cicatrices que mostraba su demacrado rostro, no las ocultaba, sino que hacía que sirvieran como los geoglifos de las cuevas y que sirvieran para contar una historia fantástica a los niños.
Su altura nunca le fue impedimento, aunque tuviera que esforzarse el doble para demostrar que estaba al nivel de los demás, eso nunca fue un complejo para él. Su armadura de placas, tenían una combinación de colores purpura obscuro y un negro carbón intimidante. En su espalda, llevaba consigo el escudo de armas de su reino, un pequeño escudo en representación de la familia Magnolias, con una flor rodeada de flechas, y en su centro; el trueno de aplollon. Nacido caballero, logro dominar su poder Etherico a los veinte, recibiendo el título de caballero-hechicero de manos del último rey, antes de las eras de paz, y logrando demostrar su valor en batalla, en defensa del cuerno, al lado del que se ascendería a lo más altos cargos existentes en aquel reino, y se convertiría en el mejor de todos los reyes que hayan tomado cargo por la fuerza, Alexander.
Baltazar, moldeo un pequeño cuchillo con el metal que conformaba su guantelete, y con mucho cuidado, rompió aquel sobre, dejando ver el papel de su interior. Con su mano derecha lo tomo, y con mucho cuidado la desenvolvió, mostrando la letra tan distintiva de su queridísimo rey. Dejando de lado los saludos formales, empezó a leer la que resultaría ser la carta más peculiar:
“Al puesto de la villa de Maldelabia, con su jefe en turno: Baltazar Magnolias. Por la presente carta se le ordena movilizar a sus tropas a los muros, en espera de terroristas de alta peligrosidad que pueden poner en severo riesgo la seguridad de los habitantes aledaños a los muros de contención. Los sujetos son dos: un hombre y una mujer, muy jóvenes, ambos de alta peligrosidad. La chica tiene habilidades de bruja carmesí, y el otro, posiblemente las de un caballero; han provocado los recientes incidentes relacionados a la quema de miles de hectáreas de bosque de la hermana nación de Vilas, por ende, se le autoriza a usar fuerza letal en contra de los sujetos o cualquier otro que busque cruzar el gran muro. La siguiente autorización, tiene como código: rojo. Por lo que el uso de cualquier tipo de Etherum está más que permitido. Los sujetos, de ser capturados con vida, deben ser procesados y enviados a los calabozos a la espera de quien llevara el proceso en contra de los sujetos: Bermoth Von Vermillion, primero de vanguardia”
– ¡¿Me piden que use y movilice a mis tropas por dos niños?! ¡¿Qué use fuerza letal?! Pero, que… ¿en que están pensando allá arriba? – refunfuño, Baltazar.
El hombre, respiro tranquilo al leer la peculiar carta, que, de no haber sido por los sellos reales, habría creído que era una mala broma de sus muchachos. Doblo el papel y buscando el comunicador, un tubo que atravesaba la pared y llegaba hasta la sala de recepciones en donde las mujeres enviaban y recibían el correo y los mensajes de todo el reino, para poder enviar la orden de desplazar las tropas a los muros; claro que no iba a poner a toda la legión, estaba pensando en enviar solo una pequeña flotilla de veinte hombres que fueran a vigilar el muro. No iba a alarmar a la población por solo dos jóvenes que fueron a fumar al bosque.
– Marinela, llama a la flotilla de carteros del sector Dovor, y diles que vallan a los muros,
en este instante, diles que es una misión oficial y que lleven las espadas con ellos, pero solo las espadas. – comunico, Baltazar-. Diles que lleven los monotelescopios y den parte de todo lo que ocurra allá arriba. Yo estaré pendiente de todo.
La mujer, sentada en un escritorio circular junto a otras seis jóvenes, anoto el mensaje en un pequeño papel blanco.
– ¿Tiene código de color, señor? – pregunto, la mujer, al otro lado del intercomunicador.
Baltazar, recordó el color rojo, mas no pensó que ese fuera en realidad el nivel que mereciera la situación.
A lo mejor fue un error de parte de la mensajera – pensó, Baltazar.
– Solo déjalo como “rutina” ascendente a blanco -respondió finalmente.
Solo eran dos jóvenes que jugaron con fuego y terminaron quemando el bosque entero. No había la necesidad de molestar a su pacifica villa. Durante las eras de paz, cualquier pequeño disturbio se convertía en portada de los periódicos y Baltazar, no quería tener que ser el pájaro que cantara las malas noticias, nunca le había gustado en lo absoluto tener que hacerlo, así fuera una voluntad de su rey.
Había escuchado que algo se estaba quemando al otro lado, e incluso llego a visualizar algo de humo, pero no pensó que tuviera gran relevancia, además, al otro lado solían haber disturbios todo el tiempo por los conflictos bélicos que tenían Vilas y Exos; por lo que había desarrollado un gran escepticismo con lo que llegara o no pasar al otro lado.
Los muros son simplemente bestiales, nada los había cruzado antes y no creía que dos chicos alborotadores pudieran siquiera acercarse a la cima del muro. No entendía el porqué de la actitud de Alexander en cuanto a ese tema, ponerle un código tan alto solo para descubrir que el problema sea que un niño buscaba impresionar a una niña; simplemente le parecía absurdo, lo que le hiso pensar si sería licito el corroborar sus dudas mediante una carta a la secretaria del rey.
Lo único que le preocupaba era el hecho de mencionar una bruja carmesí. Baltazar, había escuchado rumores sobre ellas, pero jamás había conocido a alguien que realmente hubiera visto una con vida, por lo que, para él, solo eran rumores infundados por la desinformación.
El tirar una alerta roja sobre Maldelabia, sería como abrir viejas heridas de las que nos estábamos más que recuperados, además, tendría que movilizar a más de mil hombres, lo que supondría un verdadero engorro. Para quitarse cualquier duda, contactaría con la provincia de Malamasa, para ver si la alerta tambien les había llegado, pues si intentaba contactarse con Alexander, la burocracia se encargaría de hacerlo tardar semanas, así que esa era la solución más factible en esos momentos.
Baltazar, solicito a través de aquel comunicador, una línea segura para comunicarse con su homólogo de Malamasa, a lo que la mujer al otro lado le sugirió la espera de unos minutos para comprobar si la línea estaba disponible.
Baltazar, salió del pequeño cubículo que tenía como oficina, una habitación de cuatro por cuatro que rara vez utilizaba, pues siempre había preferido estar fuera y dejar el trabajo de oficina a los oficinistas. Se dirigió rápidamente hacia el cuarto de servicio donde su subordinado inmediato, Sir Alomedo, guardaba su armadura para irse a descansar, ya que había cubierto el turno nocturno por la falta de personal de control en aquellas instalaciones. Baltazar, entro bruscamente haciendo que el otro viejo diera un salto de la sorpresa.
– ¡Alomedo, me llego esta carta del rey, dando un código rojo…! – exclamo, Baltazar, al asustado viejo.
El viejo, tomo entre sus manos aquella carta, con el corazón acelerado por la repentina noticia que su amigo le traía, analizándola exhaustivamente.
– Parece la letra del rey – dijo, Alomedo-, pero lo que dice no es algo para tomar a la ligera.
– Lo sé, eso me obliga a movilizar a la mitad de la legión a los muros…
– ¿Y lo hiciste?
– ¡Claro que no!
Alomedo, un poco cansado por haber pasado toda la noche en vela, volvió a checar la carta, haciendo un recordatorio mental de la última que llego de forma oficial, y en él no cabía la duda de que esa era la letra de su señor.
-Es de Alexander, eso lo tengo casi seguro; Lo que me abruma es, la mención de una bruja carmesí -dijo, inquietado, Alomedo-. Nunca hemos tenido registros de nada igual en las eras de paz, ni siquiera durante la guerra eran comunes.
– entonces… ¿me recomiendas acatar la orden, así como así? – pregunto, Baltazar-. ¿Alerto a gente de habrá toque de queda? ¿les restrinjo las zonas que pueden visitar?, ¿pongo retenes como me dicta el protocolo de alerta roja?
Aquel hombre, vestido ya con su traje negro preferido, que quería irse ya a descansar en su casa a recuperar las horas de sueño que perdió haciendo su trabajo nocturno, le respondió:
– La pena por desobedecer una orden del rey, es la horca; corrobora con los de Malamasa y los de Alboron, para ver si ellos tambien recibieron la orden, si así fue, pues… hay que hacer lo que dicta el protocolo, a si lo quieras o no, viejo amigo – sugirió, Alomedo, claramente cansado.
Baltazar, intuía lo que su amigo iba a sugerir. Muy a su pesar, los dos pensaban lo mismo.
– Justamente iba a comunicarme con los de Malamasa antes de venir a verte… – vacilo, Baltazar-. No quería tener que hacerlo, pero, la horca no es la forma más patriótica de morir…
– Lo sé, pero hay protocolos que cumplir; son los que nos mantienen viviendo en orden y armonía, además, no se pierde nada movilizando las tropas sin que la gente se dé cuenta.
Baltazar, siempre confió en el delicado tacto de su amigo para situaciones delicadas; hasta el día de hoy, jamás le había faltado asertividad, era como la voz de la razón dentro de la décimo quinta legión de guerra.
Baltazar, se despidió de su compañero, y dirigiéndose una vez más al viejo comunicador, pidió una línea a segura e inmediata Malamasa.
– Lo comunicare con el jefe de la décimo cuarta legión, con sede en la provincia de Malamasa, Edmond Di Acore… – comunico, la trabajadora de línea.
– Aquí Edmon. Baltazar, cuanto tiempo ¿Cómo está la familia? – se escuchó al otro lado del comunicador-. Tengo una pequeña idea del porqué de la llamada… siempre tan precavido como siempre, viejo cascarrabias, nunca cambies eh…
La ronca voz de su antiguo camarada, le hizo recordar los momentos en que cruzaban espadas para ver quién era el más fuerte, Baltazar recordó, tambien, que tan solo una vez le había podido ganar al que fue la espada número uno durante mucho tiempo.
– Viejo amigo, de no ser por lo que acontece actualmente, créeme que no te hubiera llamado nunca… – renegó, Baltazar-. La familia está bien resguarda en la villa que cuido con ahínco desde hace ya mucho tiempo, lástima que no podría decir lo mismo si nos encontramos en el nido de ratas en que se ha convertido Malamasa… pero, dejando eso de lado, lo que me ha obligado a tener que volver a conversar con viejos recuerdos polvorientos del pasado, es la carta que me ha llegado con un supuesto código rojo de parte de tu amo y señor, Alexander. La cual avisa de unos terroristas peligrosos: un chico y una bruja carmesí. Me quiero mostrar escéptico a las órdenes del amo, pero, peor es ser colgados por desobediencia ¿no crees?
– Vejestorio, no sabes cómo odio tener que escuchar salir tanta mierda de tu pútrida boca. De no ser porque estamos en las eras de paz, no me tentaría el corazón para retarlo a un duelo a muerte, y mandarlo a descansar de una vez por todas… – replico la voz del intercomunicador- En cuanto al aviso, me temo, compañero, que desde la mañana eh movilizado mil hombres preparados para la guerra, con órdenes de eliminar todo lo que intenten cruzar nuestro amado muro. Ah diferencia de usted, yo le guardo incondicional respeto a la voluntad de nuestro amo. Ah, para ahorrarle trabajo, ya me comuniqué con el jefe de la decimosexta legión, en Alboron, y ellos han movilizado a más de la mitad de sus hombres a los muros, a la espera de terroristas…
Al final, los miedos no solo eran infundados. Al parecer estaba intentando minimizar el un problema que alguien como Alexander, había considerado de alta peligrosidad. Baltazar, tomo asiento en su vieja silla, pensando en si de verdad tenía todavía, la capacidad de cuidar de su gente, o debería solo colgar la capa de una buena vez y dejar entrar a alguien más adecuado.
– Espero no tener que volver a hacer este tipo de llamadas nunca más, viejo amigo. Ojalá y la próxima ves puedas venir a Maldelabia, y tranquilamente tomar una buena taza de té de hoha. -le dijo Baltazar-. Tratar de remembrar el pasado y convivir un poco con la familia ¿Qué te parece?
– Nada me gustaría más, viejo mierda. Haz lo correcto, no quiero que te maten antes de que yo tenga oportunidad ¿oíste? – se despidió, Edmon.
Baltazar, se quedó meditando frente a la ventana, recordando aquellos tiempos en los que aquellos sucesos eran comunes, enviarnos memos, avisos, alertas con código negro, aquellos momentos en que paralizaba la ciudad durante semanas. Aun podía ver el miedo en la cara de los niños, abrazando a sus madres en los refugios mientras los hombres luchaban para que el enemigo no avanzara más. En aquel entonces, era común que su rey viniera montado en su Megalon a apoyar a las jóvenes tropas de aquellos tiempos, infundiendo temor y respeto a ambos lados del campo.
Inmediatamente despejada toda duda, por más difícil que le pareciera la situación, Baltazar, envió la orden a la legión de movilizarse a los muros, armados y preparados como si de una guerra se tratase. La carta indicaba claramente: “vivos o muertos”, y no planeaba sacrificar ninguna vida de sus hombres, por lo que por la fuerza tendría que ser “muertos”, y Baltazar enfatizo en eso en su orden.
Bajo rápidamente hacia el comando central en la planta más baja, en donde los caballeros de la legión, se ponían sus armaduras, sus espadas y sus cromados escudos rápidamente. Baltazar los llamo a el campo de entrenamiento, y los jóvenes, un tanto sorprendidos, veían como su general ponía la cara más seria que hayan visto en todo el tiempo que la legión llevaba operando en la villa. No dudaron en vaticinar lo peor, y algunos no pudieron evitar entrar en pánico dejando caer los colores de su rostro.
Baltazar, ordeno la formación y el encuadre de sus hombres, cuyas edades rondaban los veinticinco años, muy jóvenes y sin clara experiencia real en combate.
Aquellos jóvenes, mostraban inseguros, la armadura azul obscuro del reino de Etnamos, con la espada Nicanor de sublime filo, hecha especialmente para decapitar, por delante, mostraban el escudo de su reino, cromado en un ligero tono azulado. El sol de mediodía se empezaba a sentir en aquel amplio campo de entrenamiento, repleto de personas transpirando, tanto por el calor, que por los nervios que les había provocado lo que para ellos era una declaración de guerra con su vecino: Vilas.
Baltazar, tambien estaba hecho un manojo de nervios, y no encontraba la forma más correcta de expresarles lo que su rey mandaba, sin terminarlos de asustar.
– ¡Se lo que piensan…! ¡que estamos entrando en guerra! ¡que nos invaden!… ¡pero no nos preocupemos. ¡Tratemos de guardar la calma, porque nada está más lejos de la realidad! – vocifero, Baltazar-. ¡Nuestro rey ha considerado que la seguridad del este nuestro reino, ha de estar en peligro por la llegada de poderosos terroristas a nuestras fronteras…! ¡y si nuestro rey considera a algo, peligroso, para nosotros tiene que ser prioridad el eliminarlo a como dé lugar! ¡A partir de hoy, entramos en fase de código rojo, por lo que tendremos que asegurar los muros por primera vez en tanto tiempo! ¡Nada sale, y por lo mismo; nada entra de esa frontera! ¡¿entendido?!
– ¡Sí señor! – gritaron al unísono.
– ¡A pesar de que se me obliga a decretar toque de queda en todo el alrededor, eh optado por obviarla y hacer de esta misión, algo encubierto! ¡Nadie además de nosotros debe enterarse hasta que nos percatemos de que la amenaza es lo suficiente real como para paralizar todo! -prosiguió, Baltazar-. ¡Me juego el cuello, pero, para mi representa un inmenso dolor el ver la cara de mi gente mostrando aquel miedo paralizante! ¡Que me perdonen los dioses si me equivoco! ¡Que los cielos me juzguen…! ¡Estaré coordinando todo en el campo, junto a ustedes, así que traten de impresionar con su valentía y su fuerza, mas no con su imprudencia! ¡Ahora, griten el juramento!
– ¡Mi sangre, mi cuerpo y mi alma por el sagrado reino; Etnamos! ¡Que mi vida sea el pago para la entrada al eterno paraíso! ¡larga vida al trono y a quien lo habita! – gritaron al unisonó.
– ¡Mas fuerte!
– ¡Larga vida para quien habita el trono!
Los hombres, formados, salieron de aquel campo, y su número alcanzo los mil hombres hasta antes del mediodía.

Para evitar llamar la atención con la movilización de tantos soldados, Baltazar ordeno dividir el grupo en grupos más pequeños, de unos cien cada uno, y los mando por los pasadizos subterráneos hasta las afueras de Maldelabia, una vez allí y con una separación entre grupos, de un kilómetro, subieron las escaleras hasta la cima, cuya distancia superaba los tres kilómetros.
Baltazar, logro movilizar a casi toda a la legión, mientras aparco a un número un tanto reducido, a las afueras de la villa, para no desprotegerla. Mando tambien otro grupo, a vigilar los principales caminos de entrada a la los demás pueblos, provincias, villas y ciudades principales, a modo de tener todo cubierto.
Desde los muros, se les hacía fácil planear con el par de alas extensibles de emergencia que poseía la armadura de aquellos hombres. Las armaduras tenían tambien, mecanismos preparados para brindar la mayor protección a sus ocupantes, además de tener una que otra utilidad extra, lo que la convertía en un apoyo incondicional a sus hombres. Lejos quedaban los días en que tenían que combatir vestidos de delgadas telas, y a lo mucho, una leve protección de cuero que poco o nada servían.
Aquellos que habían logrado conseguir la totalidad de su exoarmadura, gozaban de un nivel mayor de protección de los que un soldado raso podía llegar a soñar. Aquella armadura que solo unos pocos poseían y que era un fiel calco del alma de la persona que la poseía, al igual que su espada, eran el trofeo máximo del caballero, aquellos que solos unos pocos podían poseer.
Llegado el momento en que todas las tropas, cansadas de subir interminables escalones de una escalera ascendente, se reagruparon para que su capitán les diera las ordenes pertinentes.
– ¡Hace un excelente día, caballeros! ¡vamos a trotar hasta el borde del muro, a una Deca y media! – ordeno, Baltazar a sus hombres-. ¡A dos cuerpos de distancia de cada quien y empecemos ya!

Aquel bestial muro de tierra ultra comprimida, tenía una altura de poco más de tres kilómetros, con unos tres de ancho; completamente hecho con la finalidad de mantener a la guerra lo más lejos de la gente de su interior. Había sido diseñado así, por su majestad Alexander, mandando a ser vigilado día y noche durante los primeros cuatro años después de la gran guerra y luego solo durante los repuntes de la guerra entre Vilas y Exos, siendo este, impactado de violentas formas, desbarajustando pedazos por los ataques furtivos de los ejecitos de Vilas, mas no afectando en nada a la estabilidad de este. Claramente el muro exterior, mostraba los cráteres de los potentes impactos de balas de cañón de Tetramitril y los ataques de Ether elemental, que dejaban ver el porqué de la utilidad de la bestial defensa que protegía a los cuernos de Etnamos.

El calor del medio día, empezaba a mermar en los jóvenes que estaban acostumbrados a entrenar a las horas más frescas que ofrecía el día, y lo hacían vistiendo ropa ligera, nunca con la armadura puesta, la cual solo necesitaban para los patrullajes y para los desfiles de su villa. Eso, ahondado a la presión que significaba atender el llamado de una alerta roja, solo dejaban a los muchachos como una cascada de sudor. Subir aquellos escalones les había dejado adoloridos los brazos y las piernas, y no los habían dejado recobrar el aire cuando les ordenaron empezar a trotar. La armadura y la espada se les hacía demasiado pesadas, en un agónico andar hacia los lejanos bordes de aquel muro.
Uno de aquellos sofocados muchachos, cayo desmayado del cansancio y el sofocante calor. Baltazar dio un grito para detenerse, se voltio, y rápidamente recogió al muchacho, quien estaba empapado de sudor y tenía su cara del color blanco del papel. Baltazar, saco su cantimplora con agua fresca, y mojando un trapo se lo puso en la frente, dejando caer, tambien unas gotas en la boca del cediendo joven.
– ¡Una regla primordial de este ejército, jóvenes: nadie se queda atrás! Si ustedes tienen un compañero caído, y su lucha no merece una victoria significante para este reino; ¡entonces su compañero siempre será la prioridad! ¡¿entendido?! – vocifero, Baltazar- Algo que su rey siempre recalco a la corta edad a la que combatió en aquella guerra por la recuperación de las tierras que hoy habitamos nosotros y nuestras familias, fue: “La vida de mi pueblo siempre estará por sobre la mía” Eh de deciros, jóvenes, que ningún rey de los que se sentaron en su trono, había nunca puesto a alguien más por sobre sí mismo; entonces, seamos como nuestro rey…

Llegada la tarde, los hombres, exhaustos, llegaron a los bordes del muro, viendo como el sol empezaba a ponerse al horizonte, dejando ver las comunes sombras alargadas de la tupida vegetación que estaba abajo.
Un inmenso bosque se extendía hasta las montañas del horizonte. El milas, rio que abastecía todo el reino se habría paso por debajo de los muros como si de una serpiente aplastada se tratara, dividiéndose en dos caminos a lo largo del bosque. El primer par de lunas se dejaba ver una más grande que la otra, dando la última despedida a inclemente sol, que amenazaba con volver mañana, más ardiente que hoy, dejando una estela de oprimente aire caliente que poco a poco los vientos disipaban, dando lugar a la fría noche.

Baltazar, se asomó para ver los inmensos cráteres y golpes que habían dejado los combates de antaño, dejando a entrever que el odio entre Almaceas era tan destructivo como para no importar hacer daño colateral a personas que quizá no lo merecieran.
– Hagan una cadena de voz, porque a partir de hoy, no vamos a hacer ruido, así que mis ordenes serán pasadas de uno a uno… – dijo en voz baja, a los que tenía a su par, y estos, a al mismo tiempo, le decían al que tenían a su lado-. Asómense y vean los daños de la guerra; vean el daño tan destructivo de esta, y yo sé que, a partir de hoy, apreciaran más la paz de la hoy gozamos.
Los jóvenes vieron, y sus caras mostraron gran asombro. Empezaron a hablar de ellos, musitando y murmurando inatendiblemente, pero Baltazar sabía que ellos ya habían comprendido el “porque” de las cosas. Los jóvenes recordaban haber visto las imágenes del muro, impecables, en los libros de texto de la escuela, cuando la realidad era muy diferente.
– Esto es producto del control a gran escala del Etherum, algo que solo los grandes hechiceros, magos y brujas pueden manejar – expuso, Baltazar-. Si ven el cráter más grande de la derecha, que yo calculo, mide una antedeca, es claramente el ataque de una inmensa roca de teragranito ultra comprimido, lanzado a gran velocidad con Ether de aire, y quizás añadido un poco de plasma en su interior para crear una estruendosa explosión que pudiera destruir todo a Decas de distancia; pero el muro solo fue afectado a un nivel muy mínimo.
Los muchacho trataban de pasar la información lo más rápido posible, pero los soldados de al final recibían algo completamente diferente a lo dicho por Baltazar. Por pena, los jóvenes temían preguntar el hecho de que: “una bolsa de excremento había provocado la salida de aires apestosos a través del hueco ese”
– Señor, los soldados del final, preguntan sobre una inmensa bolsa de excremento guardada en los muros – se dirigía el soldado, a Baltazar.
Baltazar, se temía que su método de pasar la voz no iba a funcionar, pero, quería recordar los viejos tiempos en que sus superiores gastaban bromas de ese tipo para ver la gravedad de deformación de los mensajes a través de la gente. Era la primera vez que tenía la oportunidad de hacerlo, y le provocaba tirarse al suelo a reírse un rato, pero sabía que sus muchachos lo catalogarían de loco. Baltazar, sabía que ellos ya habían captado la información por ellos mismos, no había necesidad de dar grandes explicaciones; la guerra provoca grandes daños a todo lo que se encuentra en su paso.
Baltazar, ordeno la conexión Etherica mediante ondas mentales de corta frecuencia, para evitar interceptación del otro reino. La conexión consistía en la salida de los pensamientos del capitán hacia sus hombres, así todos escucharían las ordenes en tiempo real, pero, si los soldados querían hablar con su capitán era necesario pedir un permiso mediante la señalización en los pensamientos, y así se mantenía el orden en las conexiones sin cundir en caos de voces al azar.

La noche llego, y con ella el bestial frio que de no ser por las armaduras que mantenían el calor corporal, aquello se hubiera convertido en un cansado rechinar de dientes interminable. Baltazar ordeno que se mantuviera el espectro de distancia de dos cuerpos por cada soldado. Y tambien ordeno que se recostaran para minimizar la visión del enemigo. El único que podía estar en pie seria solo Baltazar, quien se encargaría de mantener el orden establecido, de ser necesario y para dejar que la mitad del pelotón descansara, se había previsto que la primera mitad dormiría mientras la otra vigilaría en secuencias de seis horas por turno. Dado las ordenes, Baltazar, le dijo a su pelotón que podían comer de sus raciones en lo que esperaban que la última luna se pusiera en lo alto, dando la señal de medianoche.
El viejo, ya cansado, aprovechando que su pelotón ya estaba listo, aprovecho para sentarse en los bordes del inmenso muro, y vio como las luces de los insectos de fuego se empezaban a prender como partículas de un océano invisible que inundaba los bosques, moviéndose al vaivén de la brisa nocturna. Atrás, el resplandor de su amada villa le recordaba que su misión era protegerla a costa de su propia vida, que lo único que importaba era la seguridad de la gente que habitaba en su pacifico reino; dejar la guerra fuera de ese muro era su prioridad tambien.
Baltazar, aprovecho que sus hombres se relajaban, para mandar el aviso en sus cabezas de que iba a hablar. La sensación que provocaba aquella extraña conexión era la de tener un pequeño insecto en la cabeza que picaba cuando quería decir algo y su voz resonaba con reverberación profunda.
– En los tiempos del penúltimo rey de Etnamos, cuyo nombre se nos prohíbe mencionar, los entrenamientos dictaban que debíamos recorrer la distancia que acabamos de hacer, pero, al menos tres veces al día – empezaba su mensaje, Baltazar-. Nos enviaban en pequeños grupos de no más de diez soldados, llevando una bolsa de piedras con el peso exacto de cada quien; esto era para fortalecernos lo más rápido posible, a fin de estar preparados para la interminable guerra que luchábamos en aquel entonces. Diario morían miles de hombres en los campos, así que era necesario tener reservas contantes de carne de cañón para el día siguiente. Aquellos que no tenían la oportunidad de subir de rango, vivían el día a día sabiendo que uno de esos no regresaría; era como que si cada día fuera de gran suerte para ellos. Subir de rango era el mayor anhelo pues cada escalón que lograban escalar era una fila más hacia atrás la que se recorrían. Yo pase siendo soldado durante mucho tiempo antes de que pudiera ascender de rango; me decían el chico suertudo por la cantidad de batallas en la que participe… en la mayoría solo me limitaba a abastecer a los hombres con pociones curativas de alto efecto, llevar las capsulas de Terraetherum a las salas de cañones, o simplemente surtir de agua las cantimploras, pero, había veces en las que tenía que combatir con la espada, y esos días eran los más terribles que recuerdo; ver el despiadado combate de primera mano, ver hombres siendo desmembrados, hombres que minutos atrás hablaban amistosamente contigo, y que ahora estaban en el suelo desangrándose, partido a la mitad, viendo el cielo a la espera de la muerte que se negaba a llevárselo, así estuviera agonizando e inconsciente, era cuando tenías que tomar una decisión clave, sabiendo claramente que tu compañero ya no tenía más alternativas, y entonces le cortabas el dolor junto con la cabeza viendo como terminaba esbozando una sonrisa. Peleas chocando la espada con la de tu enemigo, sabiendo que él está en la misma situación que tu; se termina volviendo doloroso, pero, es el o yo; claramente no voy a elegir a mi enemigo… En aquellos duros tiempos en los que ser llamado caballero era un verdadero honor, llegabas a las noches estrelladas como estas, te arrodillabas y dabas gracias al creador por tenerte respirando otro día más, rogando porque no te abandonase a la mañana siguiente…
El capitán, sentado sobre el borde del muro noto que las pequeñas lucecitas que se movían allá abajo, iban aumentando a mediad que la noche trascurría iluminando con su tenue luz cada árbol del que se prendían. En la villa no eran para nada comunes verlas en cantidades tan grandes, quizá por la afluencia de personas que viven allí. Era sabido que esa clase de insectos preferían estar lo más alejado de la gente que se pudiera, y no pareciese que hubiera mucha gente allá abajo, lo que posibilitaba aquel hermoso paisaje.
El primer grupo que estaba montando guardia, al que Baltazar había denominado como: “A” estaba a punto de irse a dormir y el grupo denominado como: “B” estaba empezando a despertar para seguir la vela hasta la salida del sol. Uno de los soldados se acercó al capitán, entregándole un termo lata de té de aspir, la cual solo necesitaba una pequeña cantidad de Ether para empezar el ciclo de calentado, el cual solo duraba apenas unos segundos, y listo, tenías una taza de té caliente como el infierno por dentro, pero muy frio por fuera.
– Me imagino que el capitán montara guardia con nosotros durante la toda la noche… – le dijo el soldado, a lo que el capitán solo asintió con un movimiento de cabeza.
– Si el grupo “B” está listo, empezare mi historia para estar animados, ¿Qué les parece? – les dirigió su discurso a los nuevos chicos, tratando de no molestar a los que ya empezaban dormir, cortando comunicación con ellos.
Las siete lunas se alzaban todas juntas en la gran bóveda del cielo completamente estrellado, tanto arriba como abajo, brillaban en un espectáculo hermoso que Baltazar jamás había tenido la dicha de contemplar como lo estaba haciendo. Los jóvenes soldados solo tenían la dicha de contemplar las del cielo, pero, no dejaba de ser un espectáculo alucinante, dichoso de un buen recuerdo para el futuro.
– Que grato es saber que los recuerdos de unas guerras tan sangrientas, como las de antaño, hayan quedado, por fin, en el olvido… – empezaba, Baltazar, acomodándose-. No me pesa decir que sobre mis manos gotea la sangre viva de incontables víctimas; no me siento orgulloso en lo absoluto, no. De haber tenido elección, habría optado por la paz desde un principio. Derramar sangre de otros que están en tu misma situación, es solo un acto cruel que los reinados de antaño nos hacían creer para seguir indefinidamente, hasta que solo quedaran los reyes comiendo de la misma mesa, como amigos… Es una triste realidad que te terminas asimilar cuando ya tu alma ya está más que podrida y lista para ser quemada. Entonces es cuando entra Alexander, con un tipo nuevo de mentalidad; una ideología que se basa en la paz y solo en la paz. A los veinte años ya estaba a un escalón de ser uno de los doce comandantes, esperando a fortalecerse para poder lanzar su reto contra alguno, pero, ese alguno, se convirtió en el reto que desencadenó uno de los combates más violentos que se hayan visto jamás, destruyendo la mitad de la plaza y muchos edificios de Gabrelea que fueron alcanzados por el choque de tales titánicos hombres… si, Alexander nunca llego a ser parte de los miembros de los doce; salto directamente al trono. Su sangre era la de una rama de los Vermillion, familia que había puesto en el trono a un tan solo un rey en toda la historia de Etnamos, el cual fue al poco tiempo asesinado por otro que quería el reino para sumirlo en tinieblas, y fue así como empezó la era obscura que duro más de doscientos años, hasta la llegada de Alexander quien mostraba la cabeza de su rey decapitado a la gente, en medio de ovaciones de las multitudes que ansiaban la paz. Inmediatamente habito el trono, fue retado por las demás familias que no estaban contentas con la llegada de tan joven rey, dejando a la corte de los doce con apenas cinco miembros de los que no quisieron retar al ver que el joven que habitaba ahora el trono, tenía una fuerza tan bestial, que solo podía ser comparado con la de un semi dios… Lo demás está en los libros de historia, muy mal contado y claramente adulterado para suavizar detalles…
Cuatro lunas se ocultaron, pero las otras tres esperaron en su camino lento a que el sol empezara a dar los primeros rayos de calor, bañando la verde naturaleza con la calidez de estos y dando momento de partida a los insectos de fuego que volvían sus huecos a esperar una nueva noche. Poco a poco, los sonidos se silenciaron para dar paso al cantar de las aves mañaneras que

rebosaban el cielo en la búsqueda del alimento que mantenía los plumajes brillantes. Abajo, los animales más grandes llenaban los bordes del rio para beber agua, dejando lado a lo más pequeños en una convivencia mutua solo visto en seres “pensantes” Un ecosistema que se retroalimentaba a si misma sin la innecesaria intervención del hombre, daba paso al orden natural del todo; como una máquina de relojería donde ninguna pieza es menos que otra.
– Miren los animales: viven llevados por el instinto y aun así no se matan innecesariamente… – empezaba a decir Baltazar nuevamente a sus soldados despiertos como a los que estaban despertando-. Las fronteras están trazadas por líneas imaginarias y la cadena alimenticia esta llevada por el hambre de cada animal, para su supervivencia como especie. No necesitan derramar sangre inocente para alimentar la avaricia, la codicia, la sed de poder; todo es finamente regulado por el mero instinto y la ayuda de una mano invisible que se preocupa por que cada animal tenga lo necesario para la subsistencia. El ser pensante, al que se le ha denominado como el Almacea, parece ser que no le gusta respetar a la naturaleza de auto regulación de la especie, y trata por todos los medios de secar la tierra de todo fruto que esta pueda dar, en un sentimiento tan negativo como la codicia de lo que no necesitamos. El origen de todo el mal erradica en la codicia, y en los medios que se emplean para suplirla…
Baltazar, ordeno la separación de aquellos hombres al doble de la distancia que estaba provista y mando a cubrirse con el manto de reflexión de la luz, equipado en la armadura para cubrir las posiciones y hacerlos casi invisibles a plena vista. Mando a traer grandes cantidades de agua para mantener hidratados a los hombres, y tambien un poco de raciones extra.
– Calculo que estaremos solo un par de días en la alerta roja, después seguro que la bajan y podremos mandar a la mitad del grupo a casa… – indico, Baltazar-. hacemos esto para cumplir con las expectativas que tiene nuestro rey sobre nosotros, así que tratemos de entender, además, si es una bruja carmesí lo que se viene, vamos a tener en cuenta ciertos cuidados especiales a la hora de entrar en combate. Escuchen con cuidado, porque no está de más las precauciones al momento de tenerla cerca, que por cierto es algo que nunca se debe hacer. Una bruja carmesí, es el tipo más especial de bruja que existe en este continente; la bruja roja esta especializada para matar personas, pero, la bruja carmesí, está capacitada para matar, además de personas, tambien a otras brujas.
– ah… ¿no debió de dar las instrucciones al momento que nos plantamos en los muros? -pregunto uno de los soldados
– Si… si, eso debí de haber hecho. El caso es que no tenía ninguna información precisa acerca de ellas. Lo siento. Pero les he ensenado a atacar primero a distancias largas, así que no le vi el sentido a darles instrucciones precisas, pero, ahora que me han mandado la información de lo que significa una bruja de esa calaña, veo la necesidad de ahondar en precauciones extra: La bruja carmesí, tiene su naturaleza especializada a la matanza en masa, mediante el gas nerviosos que posee la vaporización de su sangre; un solo respiro del veneno de su gas y vallan haciendo maletas al país de los sueños. En muchas instancias, las personas no se dan cuenta que están muriendo hasta que todo se vuelve obscuro…
Baltazar, había pedido instrucciones para actuar ante una bruja de semejante escala, y lo único que había recibido es un mensaje de instrucciones de combate a distancia en un papel muy pequeño. Básicamente tendrían que usar el mini cañón de mano, hecho de Tetramitril y parecido a una pistola de mano, hecho más que todo para distracción por la poca fuerza de penetración que poseía en contra de armaduras especializadas. Todos los soldados poseían una, y la usaban para cazar pequeños animales comestibles; era por ende la única arma a distancia que poseían como equipamiento.
– El veneno liquido de la bruja carmesí, es cien veces más letal que cualquier otro veneno sobre el planeta, por lo que, si pensaban en arriesgarse en acercarse temerariamente a una, desde ya les digo que quien lo haga, y sobreviva, será enviado a los calabozos al momento… – advertía, Baltazar, a su sequito de jóvenes soldados-. Su veneno viaja en forma líquida, como en forma de vapor, y su efecto es para con el sistema nervioso. El rango de efectividad del vapor de una de las brujas registradas, era de un perímetro de más de cien metros; una nube de vapor que se extendía a setenta y cinco metros, más una capa invisible de gas pirotoxico, creaban la defensa mortal más letal registrada en nuestras tierras. Por seguridad, deberemos guardar una distancia de doscientos metros de cualquier bruja que se pueda presentar ante nosotros. Los ataques no están claros, pero es casi seguro que tratara de aventar veneno. Estaremos pendientes para el uso del mini cañón de mano, a modo de tratar de utilizarla. Los únicos ataques que están permitidos son todos los que incluyan fuego, rayo, trueno, plasma y para los más especializados; el metatron.
– Si el problema es una bruja ¿Por qué no se encargan las brujas de ese problema? Es decir, ellas podrían rastrearla con facilidad e intentar darle muerte… – se aventuró a preguntar uno de los jóvenes soldados.
– Buena observación, soldado. Pero debo recordar que un etnamita, nunca debe poner un pie fuera de estos muros; ese es el tratado con los demás países. – contesto, Baltazar- por ende, ningún extranjero puede poner un pie dentro de Etnamos. Para los que se aventuren a hacerlo, les espera la muerte tambien…

Baltazar, mando a la mitad de sus hombres a patrullar los extremos de los muros, mientras que la otra permanecía oculta bajo el manto de invisibilidad que incluía la armadura.
La mañana era cálida, dejando en claro que podía ponerse muy caliente al medio día. Baltazar, sentado en los bordes de aquel altísimo muro, noto como el viento movía las ramas de los árboles, botando las hojas más secas y dejando las más verdes, como una señal de que la naturaleza se renovaba día con día. No parecía ser algo tan malo, pues las hojas secas tocarían el suelo y se convertirían en el abono de nuevas plantas, renovando el ciclo de la vida en que la muerte abre paso a la vida.
El día en que tenga que entregar la batuta, se acerca más. Quizás deba irme retirando. Mi cuerpo ya no es el de antes, y claramente mis reservas de Etherum, ya no se regeneran ni a la mitad de velocidad que lo hacían antes; mi cuerpo se siente muy pesado a veces – pensaba, Baltazar, mirando el cielo-. Debo instruir a los jóvenes, para que en un futuro sepan defender su reino, como antaño lo hicimos nosotros. Ahora que el reino goza de paz, se me dificulta expresar el conocimiento, pero sé que ellos sabrán entender a lo que quería llegar con tanta cháchara.
Baltazar, se levantó, tomo un sorbo de su te, vio a sus chicos preparados, y supo que lo que, viniera lo que viniera, iba a ser fácilmente resuelto por sus muchachos.
No habría necesidad de más guerras en el futuro. En su interior sabia, que, si tenía bien informados a los más jóvenes sobre su pasado, no habría necesidad de volverlo a repetirlo nunca más.
Los nuevos magnos regentes que entrarán a habitar sus tronos, estarán más interesados en emular la utopía que en Etnamos se ha logrado, que en seguir estúpidas guerras sin sentidos…

Capítulo 8: Antesala.

El ser viviente de la máscara, miraba con el único ojo libre una representación tridimensional del Terrapilar, mientras unas intravenosas bombeaban un líquido azulado a su cuerpo. El ser, cuyo nombre era Sagastiel, revisaba con ahínco, aquella esfera, buscando la aguja que salto al pajar, sin obtener más que decepciones.
La cosecha se acercaba y su señor le había ordenado buscar el lugar con la mayor cantidad de almas manchadas, almas primogénitas y almas estancadas, además de tratar de localizar al “alma sobre las demás” sin tener mayor suerte en su misión. El mundo parecía estar en paz, lo que le dificultaba de gran manera el realizar su labor encomendada, pues nada activaba mejor los radares que una buena guerra para manchar almas nobles.
Sagastiel le había indicado a las Almaceas de Etnamos, que su rey tramaba algo en contra de los cielos, y los hombres inmediatamente lo habían tratado de enjuiciar. El ser, tambien supo de las mismas fuentes, que lo que buscaba su rey, era tambien lo que Sagastiel quería encontrar, por lo que, tomando las medidas más apropiadas, desvió las entradas de los portales hacia los templos sagrados para Vilas, cuando se enteró que el “alma sobre las demás” se encontraba oculto bajo la protección de una omnipotencia absoluta, dificultando la injerencia de las manos de Sagastiel en su mundo, con antelación.
Lo que buscaba su rey, era el negociar con Dios, algo que en cualquier caso sería una dificultad, además de una herejía completa en contra de su señor, lo que al mismo tiempo implicaría un severo castigo para consigo mismo.
Girando aquel globo, noto que la guerra que mantenían Exos y Vilas, había casi desaparecido, lo implicaba una reducción significativa de suministros de Supraetherum a las calderas, disminuyendo, al mismo tiempo, las raciones energéticas que estaban recibiendo los Angelux. El hambre se empezaba a sentir en todas las calderas y los soldados demandaban su comida a la brevedad, o amenazaban con bajar furtivamente, así se les castigase.
Hace unos siglos, cuando los tiempos de paz llegaron al Terrapilar, un grupo de Angelux bajo, y devoro una ciudad entera sin el consentimiento de su señor, lo que desencadeno que mandara a dormir más de la mitad de las legiones por las faltas de suministros. Por suerte, Sagastiel, logro clavar la duda y la severa desconfianza en las naciones haciendo que estas se levantaran nuevamente unas contra otras, dejando como saldo, un sobre esfuerzo de las calderas.
Si Sagastiel encontrara el día de hoy al “alma sobre las demás” podría mandar a arrasar todo el Terrapilar dejando a las legiones lo suficientemente satisfechas en lo que se convertiría en su última cena, mandarlos a dormir y fusionarlos sin que se dieran cuenta con el manto de Etherum, volviendo todo al eterno mar de la nada absoluta, dejando camino para la creación del paraíso. En todo caso, ni lo uno ni lo otro había podido ser.
No había podido encontrar lo que buscaba por ningún medio; nada parecía haber brindado frutos, reforzando lo que le habían contado acerca de que habian ocultado el “alma sobre las almas” en otra dimensión. Había bajado incontable cantidad de veces al Terrapilar, en diferentes eras, y jamás había siquiera visto nunca a una persona que haya superado los límites de los dioses nunca.

Sagastiel, había recibido órdenes de no tocar Etnamos por parte de su señor, lo que le indicaba que quizá ya hubieran tenido contacto con él de alguna manera, lo que sería lo más viable, por el hecho de jamás haber recibido orden de bajar a esas tierras en toda su historia moderna. Lo único que estaba claro, era que debía estar un paso delante de cualquier otra Almacea, para evitar inconvenientes a la hora de traer el paraíso a esta dimensión, y que ellos pudieran ser los primeros en disfrutarlo.
Sagastiel, había sido extremadamente cuidadoso a la hora de escribir las bases de las historias del mundo, por lo que era terminantemente imposible el hecho de que cualquier tipo de información saltara de uno a otro, entonces ¿Por qué estaban teniendo esas dificultades? Es decir, el ciclo se había estado llevando a cabo con normalidad hasta el séptimo, pero fue hasta el octavo que todo se había descontrolado.
– ¿Alexander, esa alma cuya fascinación por los mitos antiguos te ha llevado a provocarnos tales problemas… es entonces que has hablado con mi señor…?
El ser viviente mando, a vigilar los allegados del rey de Etnamos, a manera de averiguar hasta qué punto posee conocimiento de la historia sagrada del todo.

Sagastiel, poseía su propia representación en el Terrapilar, la cual usaba para estar al tanto de cómo se movía el agua allá abajo, sin poder, hasta la fecha, provocar una guerra significativa entre Almaceas durante los nuevos tiempos que corrían. Todo apuntaba a que los tiempos de paz se aproximaban. Eso era algo que su señor nunca le perdonaría, una era de paz imposibilitaría el sustento de tantas legiones de Angelux.
Provocar una catástrofe facilitaría el buscar al alma que buscaba, pues claramente se vería involucrada de alguna manera, mostrando las capacidades que lo asemejarían a un ente como ellos.
Sus esfuerzos habían sido tumbados una y otra vez por el rey de Etnas, impidiendo que las tres grandes naciones entren en combate como antaño solían hacerlo, en las que diario recibían miles de almas para combustible de las calderas, dándole claramente su parte a las legiones para evitar que bajen al Terrapilar a provocar más problemas. Sin dudas era un predicamento en el que se encontraba por culpa de un solo hombre.
– La omnipresencia de nuestro dios, nos serviría para encontrar rápidamente a la omega sin mayor problema, pero necesitamos primero a la omega para que haya omnipresencia en nuestro dios… – medito, Sagastiel-. Sin dudas es un engorro, siendo que el omega no sepa lo que realmente es, y que seguro morirá sin saberlo. Nada la distingue del resto de almas, más que su manipulación de materia a niveles masivos, entonces, ¿cómo hacer para que la omega manipule materia a tal grado…? En tiempos de paz, muy difícilmente lo lograremos…
Sagastiel, movía aquella esfera insistentemente, tratando de buscar la aguja del pajar, sin grandes avances hasta el momento.
Quizás si sea lo que los rumores dicen, y la omega ni siquiera haya estado en el Terrapilar en primer lugar… – imaginaba Sagastiel, mientras con su único ojo libre, ampliaba los países para verlos mejor-, quizás la omega murió en la otra dimensión, dejándonos atrapados en un ciclo infinito de fracaso. No, me niego a creerlo…
El ser, tenía espasmos esporádicos en su cabeza que le mostraban la imagen de una pequeña en los brazos de un hombre. La pequeña poseía su mismo color de ojos y el hombre tambien. Sagastiel, solía tenerlos un par de veces por día, provocándole un inmenso dolor en el pecho, un dolor seguido de un nudo en la garganta y una lagrima que brotaba de su único ojo libre. El ser, pensaba que quizás sean las imágenes de su vida antes de la reencarnación en Krubin, lo que justificaría el soñar con esas Almaceas a las que no recordaba haber visto nunca.
Quizás se la explicación del por qué no puedo visitar la segunda caldera, siendo que mi rango me permite tener acceso a toda la materia de los dominios de mi señor… – pensaba Sagastiel– entonces, ¿Por qué esa caldera en especial?
Sagastiel, cerro su ojo, y apago todas las pequeñas luces que fulguraban a su alrededor, el globo terráqueo que brillaba frente a él como un holograma tambien se apagó. El líquido azul brillante de las intravenosas empezó a bombear al doble de rápido, y Sagastiel reclino la extraña silla en la que se encontraba, casi fusionado con ella, para dejar caer sobre sí mismo un sueño profundo que le privo de todo atisbo de conciencia.

Cuando volvió en sí, ya no se encontraba en aquel extraño lugar, sino más bien en un profundo bosque, perdido en medio de la intensa vegetación que apenas dejaba lugar a movimiento por lo tupida que estaba.
Sentado al pie de una saliente de tierra, protegido por dos grandes estructuras de roca, aquel ser, había perdido todas las características de un Krubin, y había tomado la forma de un Almacea común y corriente.

Alexander, en su oficina, estaba viendo pensativo a través de su ventana, tratando de poner en orden las ideas que en su cabeza hacían mella. En su mano una taza de té de azuron, de la hoja más amarga que existía en aquellos paramos, para tratar de aliviar el dolor de estómago que le aquejaba desde anoche. El día pintaba soleado, algo caloroso con probabilidad de lluvia entrada la noche, avisaba el pronóstico.
El rey trataba de procurar entrar en serenidad antes de que el trabajo se terminará apilando y tenga que llamar a su asistente a ayudarlo, cosa que no lo veía del todo mal de no ser que su asistente quizás estuviera en un estado peor que el de él.
La hora de las horas se aproximaba y necesitaba saber si sus sueños y anhelos se hacían verdaderamente en realidad, o tendría que darse cuenta que vivió una mentira desde el principio. En cualquiera de los casos, posiblemente tenga muchas cosas que aclarar, quizás hasta tenga retadores para la próxima junta de los doce, cosa que no le preocupaba tanto de no ser porque no había tenido combate real desde hace ya veinte años, y no sabía cómo reaccionaría su cuerpo a salir de la inactividad tan repentinamente.
– Las personas creen que, por vivir en tiempos de paz, los dirigentes duermen tranquilos, mas no saben que llegar y mantener son cosas muy parecidas con igual cantidad de estrés. Las espadas han cesado de blandirse, pero en su lugar se empezaron a usar las plumas como armas principales de su defensa. Tan poderosas eran las dos que, era tan fácil condenar a muerte de igual forma.

Alexander, tomo un sorbo de su taza, y este arrugo un poco la cara.
El alma que protegimos en universo paralelo está aquí, y junto a ella viene mi preciada Jasper… – pensaba ensimismado, Alexander- las dos tienen un valor incalculable para mí y debe ser prioridad que lleguen sanos y salvos. Lo único que me queda de duda es por qué su entrada al Terrapilar tuvo que ser en Vilas, siendo que especifique todo en su libro de instrucciones; dudo que lo hayan hecho mal…

Alexander, se acercó a su escritorio y presionando un pequeño botón, mando a traer a la señorita Fontaine inmediatamente ante él, a lo que la voz de mujer al otro lado le indico que no se había presentado.
– ¿Excusas…? – pregunto, Alexander.
– Ninguna, señor – respondió-. Sí me permite, puedo ser su asistente por el día de hoy…
– No será necesario, pero, me serviría que trajeses otro te de azuron, procurando que sea más amargo que el anterior. Gracias. Trata de comunicarte con la señorita Fontaine y haz que se comunique conmigo inmediatamente, trata esto como prioridad.
Alexander, tomo el último trago de su amargo te, poniendo cara de asco y aventando todo el contenido restante al basurero que se encontraba a su lado. Se sentó en su silla, y buscando una cajetilla de cigarros de su saco negro, saco uno y lo prendió con las chispas que provocaron el chasquido de sus dedos. Tomo un sorbo de humo, y lo dejo bajar a sus pulmones hasta llenarlos por completo, luego solo lo soltó, llenando todo aquel despacho del blanquecino humo.
– No hay nada más que la cabree que le olor a cigarrillo en la oficina…
– pensaba Alexander, dándole un nuevo sorbo.
Cuando su secretaria abrió aquella puerta, el humo que inundaba la habitación se dejó salir como cascada. La chica de no más de veinte años, empezó a toser descontroladamente, tratando de mantener la pose, y tratando de encontrar el escritorio para dejar su taza. La visión en aquel lugar era completamente limitada, nublada, intolerable, mientras que la vos de Alexander le daba una orden a la chica, quien apenas podía respirar:
– Cuando vuelvas a hablar con ella, dile la condición en la que esta este lugar, luego regresas con otro de té de azuron, procurando que este aún más amargo que el anterior…
Alexander, abrió la ventana, y con una pequeña ráfaga de aire saco todo el humo en un santiamén. Restregó el resto de su cigarro en el pequeño cenicero que guardaba bajo una maseta y lo volvió a esconder para evitar que ella lo viera. Se sentó y con las manos cruzadas, y pensó en las consecuencias de sus decisiones.
– Quizás me mate esta vez… – murmuro con una sonrisa.
Los oráculos habían convocado una reunión con los doce, bajo la impotencia de su rey, quien se limitaba por los protocolos de hace cien años, aunque que no se podía quejar pues esos mismos, lo tenían sentado a la cabeza del reino. La reunión tratara de sacar algún retador al trono, si no es que varios. Ellos trataran de pintarlo como un demente, como un psicópata con ideas radicales que ponen en peligro a todos. Lo intentaran de incriminar hasta por las pequeñas cosas del pasado. Quizás hasta hablen de la barbarie con la decapito al su antecesor. Buscaran por todos los medios tener un retador para fin de año, de eso estaba seguro. De no ser así, seguro le obligaban a combatir con un niñato, o un viejo en depresión severa.
Tendré que llamar a los doce un día de estos para limar asperezas. Ya va más de un año de nuestra última convocatoria, en la que tuvimos que declarar al nuevo supremo comandante –pensó, Alexander-. Si no lo hago, puede que alguno se revele y tenga que eliminarlo como antaño elimine a la mitad del consejo. No era la forma más pacifica, pero, el protocolo me lo exigía…
Eliminar personas por estúpidos protocolos siempre le había provocado cierto malestar pues en cualquier otro tipo de situación era fácilmente evitable con una simple destitución, pero al ser leyes declaradas bajo otros reinados en tiempos en que era mejor mandar a descansar al enemigo al cementerio, era lo que terminaba siendo mucho mejor para evitar mayores problemas.
– Quizás debamos reformular todo el sistema nuevamente…

Una mujer cruzo la puerta sin avisar, y entonces Alexander se dio cuenta que la única persona que se atrevería a hacerlo, solo podía ser una y solo una.
Volteo su silla para ver a una Lucille entrando, claramente cansada, con su ropa particular y con los ojos hinchados, quizás por haber llorado. Su cabello estaba desordenado y no tenía ni una pisca del suave maquillaje que usualmente usaba. En sus pies llevaba unas sandalias de Ninil y su camisa era una sudadera acompañada con un pantalón holgado. La mujer se sentó, en una de las sillas, levanto sus piernas y las cruzo. Reposo su cabeza sobre sus manos y viendo a su rey, le dijo:
– Pensé haberle dicho que me tomaría los días que no me eh tomado en estos tres años, que vienen siendo casi como una temporada entera… si no lo recuerda, le mande una carta a su correo privado. Carta que claramente bañe en perfume para que la reconociera rápidamente y la leyera.
– No, no recuerdo haber visto su carta, y si la hubiera visto, o en su caso, olido, seguramente que tendría la molestia de aventarla a la hornilla de calefacción… – respondió, Alexander.
Claramente, le había llegado el perfume tan característico de la carta de Lucille, pero venia pidiendo sus días desde hace ya bastante tiempo y Alexander temió lo que venía evitando bastante, así que la termino por romper en pedacitos y calcinándola con el plasma de sus manos.
– Lo más probable era que la carta se perdiera en el correo, lo que sería una lástima porque su olor a flores es algo con lo que puedo fantasear un rato – le dijo Alexander-, además, su apartamento está a la vuelta de la esquina, no creo que no pueda aplazar su vacaciones hasta que arribe Jasper y tener todo listo para que su estadía sea lo más confortable en este su hogar.
El olor a cigarrillo le inundaba su nariz y le molestaba demasiado. Sus pensamientos eran las de corregirlo cuanto antes, pero el pensar en lo que tenía que hacer para tenerla allí, le provocaba termino por provocar ternura. La mujer extendió la mano para pedirle algo que Alexander sabía muy bien, pero que este se negó, fingiendo demencia.
– Los cigarrillos, dámelos… – ordeno la despeinada mujer.
– No sé de qué me habla, señorita – contesto, Alexander.
La mujer insistió y amenazó con tomarse sus días de una vez por todas. Alexander, no tuvo de otra que entregarle la cajetilla de cigarros golpeada y muy vieja, a la mujer, quien la quemo con las leves flamas de su mano, y la termino lanzando por la ventana.
– Todo este lugar apesta a cigarrillo. ¿Cuántas veces debo decirle que no lo haga? -refunfuño, Lucille- No es necesario que haga este tipo de cosas, lo único que terminara provocando es que me enoje con usted…
Alexander, se le quedo viendo, y no pudo dejar de notar que la bella mujer había estado llorando pues su cara, hinchada, no ocultaba detalle alguno.
– Me dijo Bermoth, que pronto tendremos a Jasper con nosotros. Estoy un poco ansioso por ver como se ha puesto. Quiero que nos cuente su vida en la tierra. Quiero que nos diga sus aventuras. Que nos cuente si tiene a alguien al que ame. Ya pronto estará nuestra pequeña aquí…
La mujer, se acercó súbitamente a Alexander, dejando apreciar aquel olor a perfume floral que su rey tanto añoraba. Aquella droga que hacía que pudiera mandar sobre la nación con solo ordenárselo a su rey. A Alexander, le provocaba ancadas de placer, las cuales trataba de disimular cruzando las piernas para evitar darle poder a su demonio interior.
– Quiero ordenar todo en mi departamento para cuando ella llegue. Voy a llevármela un tiempo; hay algo que le quiero mostrar -le dijo, Lucille con cara melancólica-. Quiero pasar un tiempo con ella a solas para ponerla al tanto de todo.
– Se que las mujeres son muy buenas para contarse secretos, y cuando empieces no vas a terminar nunca, pero ten en cuenta que tambien quiero estar con ella un tiempo… – interrumpió, Alexander.
– Ni ha llegado y ya nos estamos peleando por ella. Increíble… – expreso la mujer.
Lucille, se sentó en el escritorio, empujando la pila de papeles a un lado y poniendo las piernas en los guardamanos de la silla de Alexander. El rey tuvo un impulso bestial por tirarla al escritorio y tomarla allí mismo. Tirar todo el papeleo a la basura y declarar día nacional de la natalidad ese mismo día, pero su cordura beneplácito se lo impedía.
– Me iré el día de hoy, pero mañana estaré aquí dispuesta a ayudarle en lo que me pida, se lo prometo. Quiero que entienda que cuando Jasper llegue, tomare mis días y me la llevare a ella… – dijo la mujer, poniendo los pies descalzos sobre las rodillas de Alexander.
Alexander, tomo sus pies y los empezó a acariciar como si fueran la cosa más delicada del mundo. La suavidad de su piel siempre le había cautivado desde la primera vez que la conoció, era como si vistiera seda incluso cuando la había tenido totalmente desnuda encima de él. En aquellos momentos en que los instintos ganaban a la desgastada cordura, la cual le hacía entrar en un estado de frenesí del que le costaba mucho salir, se superponía el autocontrol de un hombre.
– De acuerdo. Te iras después de que ella llegue, pero no antes, ¿entendiste? No antes… – le indico, Alexander-. De no obtener resultados en los próximos días, te tendrás que quedar en mi lugar unos días; e iré a traerlos yo mismo en persona. Solo unos días le di a Bermoth para traerme el encargo, incluso le di autoridad del rey para agilizar todo proceso engorroso o cualquier cosa que se tenga que hacer para ponerlos en Gabrelea lo antes posible.
La mujer se incorporó y se volvió a sentar en una de las sillas frente a el escritorio, bostezo y volvió a acomodar su mejilla sobre su mano. La mujer sabía que tenía control sobre su rey, pero que, al mismo tiempo, nunca había querido hacer uso de él, pues sabía que con calentura o sin ella, Alexander siempre terminaría haciendo lo correcto. Al menos en esos aspectos el solía ser demasiado centrado, en el aspecto de no temblarle el pulso para condenar a su propia familia. Quizás de no ser porque tenía una esposa de carácter muy fuerte, ya hubiera condenado a su hijo Bermoth, a la orca.
Era bien sabido que Alexander nunca había tenido pensado dejar el reino bajo las manos de Bermoth, que, por el contrario, prefería morir por la espada de uno de los doce, antes de entregarle el reino a su hijo. La otra opción erradicaba en la hija que oculta en los palacios profundos de Macedonia, pero de ella no se sabe más que lo poco que Alexander menciona sobre ella. De todo el tiempo que ha pasado a la par de él, las únicas veces que la menciono fueron en veces muy contadas, y a estas alturas ya debería tener la misma edad de Jasper.
– ¿Qué hay de ella…? ¿Por qué nunca la mencionas…? – pregunto la mujer-. Mikaela la sobreprotege demasiado ¿no crees?
Alexander, tenía su mirada perdida en un extraño documento que le había llegado, el cual no había notado que estaba allí. Parecía ser importante al tener los sellos del parlamento.
– Si te refieres a ella… desde ya te digo que no se nada. Si te interesa, puedes preguntarle a Mikaela. Ella la tiene en Macedonia… creo – contesto, Alexander, sin dejar de ver aquel sobre que le había llamado la atención-. ¿Tu trajiste esto, Luci?
La mujer se le quedo viendo al extraño sobre con detenimiento, y supo lo que era al ver el sello oficial del parlamento, en cera.
– Para lo único que se usan esos sobres es para declaración de guerra o, un reto oficial por el trono – contesto asombrada-. ¿Cuándo te lo trajeron?
– No lo sé, y nunca había recibido algo parecido en toda mi gestión…
– Eso es porque no ha habido guerras internas ni retos oficiales en toda tu gestión…
– Algo no está bien – pensó, el rey.
Alexander, levantándose de su silla y dirigiéndose a la silla de Lucille, le entrego aquel sobre para que ella lo abriera. La mujer, delicadamente saco la carta y la leyó detenidamente.
– Básicamente los doce te están convocando a una reunión urgente en la sala principal del parlamento para tratar asuntos oficiales con respecto al reino – puntuó, Lucille-. La carta la firman todos a excepción de Pontifacio De Borbón.
Alexander, serró fuertemente el puño y frunció el cejo.
– ¡Mierda! ¡Esos viejos ya fueron a cagarse en todo! ¡¿A qué horas llego esa maldita carta?! ¡Eso deberían de entregármelo en las manos con carácter urgente y no dejarlo apilado con la demás basura a esperar a que mi asistente la revele con el culo…! ¡mierda! ¡Si todos se revelan por la mierda que han hablado de mí esos vegetes, tendré que matarlos a todos sin excepciones! ¡Esto nos va a dejar jodidos… muy jodidos!
– Algo así sería realmente malo. Aquí no dice nada de retos oficiales, por lo que no hagas conclusiones apresuradas, Alexander.
– Tu no entiendes… si algo me pasa antes de que el muchacho llegue a Gabrelea, todo se ira al garete -señaló, claramente alterado -. No hablo de que un rey salga del trono, eso es lo de menos: yo hablo de la condenación total a los infiernos de miles de almas… Si algunos deciden retar, tendré que eliminarlos cuanto antes, serán ellos o todos los demás… yo obviamente prefiero a todos los demás. Aquí se está hablando de un problema extremadamente grave que puede terminar en un muy doloroso desenlace…
La mujer, se sorprendió al ver el estado en el que se había puesto Alexander, era como si sintiera miedo, sensación que no creía que el poseyera.
Alexander se sentó nuevamente en su escritorio, puso sus manos con sus dedos cruzados entre sí frente a su rostro, y se le quedo viendo seriamente a la mujer, quien seguía estupefacto por su comportamiento. El rey, enfurecido, dio un golpe tan fuerte a las hileras de papel que tenía enfrente, que los mando a volar y los termino por dispersar por toda su oficina. Se levanto, de nueva cuenta, y bruscamente de un tirón lanzo la silla por la ventana, haciendo que esta se despedazara sin poder quebrarla.
– ¡Dile a Bermoth que valla a buscarme a ese maldito chico, ahora…! -ordeno.
– ¡En esa actitud dudo que vayas a obtener algo; primero cálmate! – le grito, Lucille.
– Esto es malo, Lucille, y no veo que se le tome la importancia…
– Y es porque quizás no la tenga… ¡Cálmate!
Una secretaria, asustada, entro rápidamente con un par de soldados al ver lo acontecía, para ver el escándalo que se había armado, quizás creyendo que su rey estaba siendo atacado por alguien o por algo, pero lo único que había era un hombre viendo por una ventana, un suelo lleno de papeles y una mujer que veía sin inmutarse todo lo que acontecía.
– ¡Tu, tráeme un té de azuron, ahora mismo! ¡Y para la señorita, un traje oficial de los que usan ustedes… ha y ponle Aguamarga, mucha Aguamarga a ese te!
La mujer asustada, serró la puerta inmediatamente y tuvo claro la situación; su señor se había cabreado por algo y más valía atender sus demandas al pie de la letra si no querían que los mandara a todos a los calabozos.
– No me voy a quedar… – intento decir la mujer, pero Alexander se lo impidió, moviéndose hacia ella en un parpadeo, poniéndole un dedo sobre los labios.
– Usted ahora está bajo los protocolos de emergencia de su señor, toda orden que no se cumpla será severamente castigada, así sea la mismísima reina de este lugar – ordeno de forma tajante el Alexander de los tiempos de guerra que no había mostrado su horrible rostro en años -, todos, absolutamente todos están bajo mi yugo hasta nuevo aviso ¿entendió? Ahora más que nunca debemos poner al chico sobre Gabrelea lo antes posible así tenga que entrar a las naciones vecinas y traerlo por la fuerza.
– ¡Alexander, cálmate, estas paranoico…! – resalto, la mujer, quien se puso de pie para marcharse-. No pensé que “eso” fuera tan importante.
– ¿Importante? ¡En estos momentos “eso” es lo único que nos separa del verdadero paraíso, mujer! ¡Pensé que ya te lo había explicado!
La mujer se acercó a la puerta y poniendo su mano sobre el pomo, le dijo:
– Creo que tomare mis días ahora después de todo…
Alexander le tomo de la mano fuertemente.
– ¡No diga tonterías, señorita, Lucille! ¡No me haga mandarla a dormir al calabozo…!
Lucille, creo un pequeño fuego, que recorrió todo su brazo, haciendo que rápidamente estas se tornaran a un color azul fulgurante. Alexander, al ver la ofensa, sin soltarla, con su mano completamente quemada, en tirones de piel, y sin inmutarse, le dijo:
– Las llamas de tus brazos no serán nada comparada con las llamas de las malditas calderas. Mi único objetivo ha sido el bienestar de mi gente. Quiero romper el ciclo que aqueja a las Almaceas desde que ese falso dios busco la omnipotencia. Te di indicios de lo que buscaba desde un principio, entonces ¿Por qué esa mirada de miedo? ¿crees que estoy loco? ¿acaso le crees tú tambien a eso viejos de mierda? Entonces déjame aclararte que la fuente de mi información proviene del ser más confiable que existe para nosotros los Almaceas; el Kidon…
La mujer, quitándose la desbaratada mano de su señor, salió en silencio sin voltear a ver atrás, dejando a un Alexander muy decepcionado de todos, sabiendo muy en su interior que, quizás, las cosas las tendría que hacer solo y a su manera…
– Al menos no quería me abandonaras, tu… por favor… – suspiro para sus adentros.

En los jardines del palacio real, ubicado en Gabrelea, caminaba Bermoth al encuentro con su madre, la reina, quien había ordenado verle lo antes posible, y sin especificar la razón.
Bermoth, con cierto temor, atendió el llamado a tan particular lugar para tratar ese “algo” que el temía y no fuera de su agrado.
El sol de la tarde alcanzo el punto más alto al meridiano, y el calor empezaba a sentirse en toda aquella ciudad ajetreada por el caminar incesante de personas de un lugar a otro. Las carreteras, inundadas de vehículos impulsados por poderoso vapor, dejaban una estela de aire caliente que se sumaba al vapor del concreto caliente, convirtiendo aquella ciudad en un verdadero infierno.
Los jardines del palacio, contaban con un sistema de refresco que sacaba el aire caliente y lo redirigía al aire, esto y la gran variedad de árboles que este poseía, lo dejaban a una temperatura más que agradable todo el día.
Bermoth, cruzo las puertas hacia los jardines interiores, y dentro, se apreciaban la inmensa cantidad de flores que tapizaban el suelo con variopinto espectáculo de plantas. En la antigüedad, ese jardín algún día albergo un imponente Vociferum, que lamentablemente fue destruido por creerse que en el habitaban fuerzas malignas. El decimoquinto rey de Etnamos lo había sembrado creyendo que sería la redención de una antigua flor que se había extinguió hace miles de años sin llegar nunca a verla.
El joven, camino hasta el portentoso Magnavara, el árbol que nació de las cenizas del Vociferum y que ahora prestaba su sombra para los reyes modernos. Aquella copa del árbol asemejaba una inmensa sombrilla que abarcaba varios metros de diámetro, y su fruto, una esfera de color marrón que, al probarla, tenía un amargo sabor, pero que solía por general ser fermentada para obtener uno de los licores más poderosos de aquella tierra, era uno de los frutos considerado tesoros nacionales.
Bermoth, empezaba a visualizar al pegue de su tronco, la silueta femenina que le había intrigado desde que tuvo conciencia de su ser. Era una mujer tan sumamente bella, que cuyo padre solo la pudo soltar de su protección, para casarse con el máximo regente de estas tierras. Aquella mujer que fue descrita en la historia como la más poderosa que haya existido sobre esas tierras; la cumbre de la belleza en su máximo esplendor. Aquella cuyo nombre se codea junto a los máximos regentes de la historia del continente, y considerada un rey en sí misma.

Bermoth, se paró frente a ella, y su impulso fue el de arrodillarse ante la magnificencia de dicha mujer, quien alzaba su inexpresiva mirada a la nada. el joven, tomo suavemente su mano y cuando la intento besar, sorpresivamente la aparto y se voltio para evitar verle la cara a su hijo.
La hermosa mujer, tenía los cabellos de un sutil ondulado de un color blanquecino que asemejaba el de las nubes. Su cara, de finos detalles, poseía una fina nariz pequeña, con unos ojos de color grisáceos. Era alta, casi tanto como Alexander, vestía un traje real de cuerpo entero que le llegaba a cubrirle los talones de los pies, y que era de un color rojo con hermosos estampados bordados de flores muy sutiles, con pequeños detalles en hilo dorado y plata. En su cuello cargaba un pequeño medallón con el escudo de Etnamos, de Tetramitril dorado con piedras de meteora negra.
Sus manos lucían blancas, completamente cubiertas de un tipo de hielo seco blanquecino hasta los codos, cuyo vapor todavía salía de ellas, mostrándose siempre como si estuviera a punto de atacar. Su trabajo, a veces, era de vagar por los jardines matando las plagas, o simplemente moviendo influencias del bajo mundo para su recopilación de información, aunque por lo general prefería torturar prisioneros en los calabozos.
Bermoth, la solía ver por los palacios con aquellas manos blancas y frías, con las cuales le congelaban parte por parte a sus víctimas, al mismo tiempo que ejecutaba una pregunta, si la respuesta le complacía, lo descongelaba, si no, se la quebraba con un sutil golpe. El joven, Bermoth, adoraba la crueldad con la que trataba a los disidentes del reino, su madre, convirtiendo toda la parte subterránea de Gabrelea en su patio de juegos personal y en su propio reino en las sombras.
Bermoth, agacho su cara contra los pies blancos y descalzos de su madre, claramente emocionado de poder estar frente a su mayor figura de respeto, y la cual seguía sin verle a la cara. Entre lágrimas, le tomo con fuerza los pies y vocifero:
– ¡Larga vida a la reina de Etnamos: Mikaela Von Vermillion!
La mujer voltio, y sus ojos se posaron sobre el joven, sangre de su sangre, que se arrodillaba ante ella tomándole sus pies, los cuales tocaban el suave pasto que mecía la intermitente brisa. La bella mujer se agacho y con su mano congelada tomo la barbilla de su hijo y la sensación, contrario a lo que pudiera imaginar, no fue fría si no todo lo contrario; muy cálida. Le levanto su rostro para emparejarlo con el de ella, pero el chico insistía en cerrar sus ojos, se negaba a verla hasta que sobre su regazo pudiera reposar la cabeza decapitada de su de padre.
La mujer, lo termino levantando con gran fuerza, abriéndole los ojos con sus dedos.
– ¡¿Quién pidió la cabeza de ese puerco?! – exclamo, Mikaela viendo directamente a la cara de su hijo mientras este trataba de quitarse sus cálidas manos de encima lo más suavemente que pudiera.
Mikaela, lo soltó y se volvió a voltear, para a ver a las puertas de salida de aquel lugar, las cuales estaban forradas de vegetación.
– Yo solo pienso que sería una excelente joya para tu corona, madre… – mascullo-. No existe joya más hermosa que a ti se compare, mi señora.
Mikaela, puso su mano sobre aquel tronco, y casi de inmediato se empezó a congelar.
– ¡¿Quién pidió la cabeza de tu padre?! – volvió a preguntar, la mujer, y entonces Bermoth entendió verdaderamente la pregunta que su madre hacía, y justo a tiempo o lo siguiente que congelaría seria a él, como ya lo había hecho en antaño cuando él y su hermana se portaban mal y su madre venia y los pegaba con hielo seco al suelo, teniendo que soportar el atroz frio hasta que se descongelaban por sí solos.
– Los sabios han pedido su cabeza, basados en suposiciones que el cielo les ha hecho -revelo el joven-. Lo han tratado de enjuiciar varias veces este año, y solo durante la última vez lograron que hablara. Han convocado a los doce y han contado todo sobre las locuras que maquina la cabeza de Alexander, al verse ellos incapaces de poder derrocarle por si mismos han recurrido a una treta. En unos días se le convocara, para ver si hay retadores a la corona. Allí mismo los doce pueden estipular el retarlos a todos el mismo día, y si eso llegara a pasar, entonces se habrá acabado todo. Ni el más poderoso guerrero sería capaz de hacerle frente a los doce…
La mujer entre volteo y soltó un leve suspiro.
– Eso sería muy conveniente, de no ser porque esa clase de retos masivos requerirán la presencia de todos los que deben defender la corona, eso me incluye, te incluye a ti, y tambien a tu hermana.
– Claro, lo sé, pero obviamente me negare a pelear por mi rey, y sé que tu tambien lo harás. Cuando todo se haya calmado, esperamos el tiempo necesario y retaras por la corona nuevamente, así tu serias el rey.
La mujer, miro sus manos azuladas por la fina capa de hilo que las cubría. Lentamente empezó a generar calor y sus manos se descongelaron, dejando un pequeño charco de agua en el suelo, que reflejaba su cara.
– Si no peleas, serás considerado traidor de todas formas. Si todos retan para derrocar a tu padre, nuestro deber será estar allí para cuidarle la espalda, lo quieras o no… Incluso esa mujer tendrá que estar allí y demostrar su lealtad a su rey. Tu hermana deberá estar presente tambien, así sea que ni siquiera pueda meter sus manos para defenderse, deberá estar allí para proteger a su padre con su cuerpo. No hay salida para lo que se avecina.
– ¡¿Incluso ella, madre…?!
– Incluso ella. Si no la queremos ver morir ante el aplastante poder de algún caballero de los doce. Tendremos que aniquilarlos a todos, sin excepciones… tendrás que demostrar que le eres fiel a la corona, a si no quieras a tu padre…
Lo que su madre le había revelado le había dejado sin palabras. El solo hecho de ser obligado a luchar por alguien al que aborrecía le provocaba nauseas, sobre todo cuando era cuestión de ponérsele de frente a uno de esos guerreros de tal poder. Por su madre y su hermana daría todo, pero cuando se trataba de su padre solo podía sentir un inconmensurable asco.
Su madre no era cualquier persona: era la mujer más temida de la historia de ese continente, no había por qué preocuparse. Ella tendrá todo bajo control.
– Tu padre mandará a callar a esos vejetes una vez se entere de todo – menciono, Mikaela-. Él no es de las personas que tolera los errores de ningún tipo, y los contratiempos lo ponen muy mal. Él, va tratar por todos los medios de darle pronta solución a esto… como si no lo conociera… No nos va dar tiempo para nada, por lo que deberás estar preparado para el llamado. Yo tampoco estoy de acuerdo con poner mi cara por ese hombre, pero, no es que tengamos muchas opciones.
Mikaela, tomo un pergamino de uno de los pliegues de su vestido y se lo mostro. Bermoth lo tomo y lo desplego, y noto que tenía el sello de la orden de las brujas.
– A si como tu padre, tambien eh sido convocada por mis propias chicas para rendir testimonio; al parecer esos viejos la están cagando muy bien – dijo, Mikaela- Y yo que quería tener todo listo para cuando mi pequeña regresara…
– Pero si ella está en pala… oh ¿te refieres a ella?
– Si supieras cuanto tuve que indagar para darme cuenta de todo el estúpido plan de tu padre. Ese, que nos tiene en aprietos, y que lo más seguro es que nos volverá a pintar como fríos asesinos y déspotas, como antaño nos solían llamar.
Bermoth, hizo de aquel pergamino una bola de papel y la apretó entre sus dedos
– La clave está en el chico que viene con la bastarda – dijo, Bermoth, viendo el reflejo de su madre en el charco de agua helada-. Si lo capturamos o matamos antes de que llegue a manos de Alexander, habríamos jodido todo. De paso, podríamos de una vez, matar a la mocosa. Eh ordenado que se le capture de preferencia: muerta a todas las fronteras. No tardaran en darnos noticias.
– No, no debes matarlos. Quiero que los dos lleguen con vida, sobre todo la chica… – le ordeno, Mikaela- Voy a recibir a esa niña y la adoptare como si hubiera nacido de mi cuerpo.
– Madre, yo…
– ¡Basta! Debes prepárate para el derramamiento de sangre. Espero que esos continuos enfrentamientos con tu padre hayan tenido frutos…
– Eh estado a punto de tumbarlo; debo estar más que preparado… creo…
– ¡Tonto! ¿crees que él te atacaría con todo? ¡No! Él puede ser un monstruo, pero sigue teniendo conciencia de que eres su sangre; si él quisiera matarte, lo hubiera hecho sin bacilar. Si crees que las leyendas sobre tu padre eran exageradas, pues déjame decirte que son todo lo contario: cuando su Kidon está activo, puede fácilmente tumbar legiones enteras con una milésima de Ether.
– Madre, escuchar eso de tu boca me hace sentir escalofríos… ¿Quién es Alexander Von Vermillion en realidad? – pregunto, Bermoth, con el semblante serio.
– ¡Ese hombre es un demonio, asesino sin piedad! No hay nada que le haga frente cuando quiere algo. Los únicos que le dieron batalla, ahora están descansando en pedazos – exclamo, Mikaela, volteándose con los ojos fríos.
– Es curioso, madre, ya que él tiene una opinión igual de ti. entonces, ¿Quién es aquí el verdadero monstruo? – pregunto, Bermoth, sin despegar la mirada del suelo.
– Lo sabremos en unos días… – aclaro, Mikaela.

Jason Kruger, esperaba a en su celda a la espera de su resolución. Le habían capturado mal herido a unos kilómetros de los incendios, cuando le pedía agua a una mujer, quien lo veía completamente horrorizada por el aspecto que tenía Kruger. Entonces su piel se caía en tirones y la piel en su cara era casi inexistente, y que decir de su pecho, el cual exponía las costillas al rojo vivo. Perdió un brazo y el otro le había quedado con los dedos fusionados. Uno de sus ojos no veía mucho y el otro, solo nubes. El estado crítico en el que se encontraba no hizo que sus captores tuvieran alguna piedad, echándolo en un carruaje con otros criminales, cual equipaje. Los gritos de desesperación hacían que continuamente los guardias se bajaran a patearlo al son de la danza macabra que su cuerpo hacia sin que él se lo ordenara.
Lo vendaron al punto de no dejarle ni un atisbo de piel quemada, con unos vendajes sucios y llenos de una melaza de olor mentolado que al contacto con su piel le provocaba un ardor indescriptible al que Kruger solo podía reaccionar con alaridos de intenso dolor.
La celda que tenía, de unos barrotes enmohecidos, y de apenas unos metros, le permitía apenas dar unos pasos cuando su cuerpo necesita cambiar de posición cuando los calambres así lo estipulaban. Su pequeña cama, era de un metal rígido muy incómodo y extremadamente frio durante las noches, donde Kruger recurría a la delgada sabana maloliente que le convidaron para tratar de apalearlo.
Las pocas noches que había pasado allí, se habían convertido en una auténtica tortura, no solo por lo frías que eran, si no tambien por los gritos desesperados de las demás celdas y de los cuartos de tortura que habían al final de cada hilera de celdas, dándole a aquel lugar una atmosfera infernal, que poco o nada le faltaba para ser desquiciante.
No lo podía ver, pero Kruger, podía sentir el hormigueo extraño de gusanos que danzaban en sus pies, los cuales buscaban mellar las vendas para intentar comer un poco de su carne, haciendo de su experiencia en aquel lugar una tortura que poco le faltaba para convencerle de tomar la vía más fácil hacia la libertad, aquella que ya muchos habian tomado…
Lo trajeron hace unos días, y sin necesidad de tortura, ya habían adivinado su nombre, quizá porque habían capturado a algunos de sus hombres tambien. No lo había visto pero, pudo sentir que uno de sus camaradas venia en el mismo carruaje que lo traía a él; lo había llamado, pero lo único que había obtenido era una patada en la cara.

Los pasos de unos de los guardias, hizo que Kruger tomara asiento en el borde de su cama, a la espera de ver si la puerta se abría, pero no sucedió, y el guardia paso de lejos no sin antes escupirle un poco a la cara.
No me han sellado el cuerpo, puedo usar Etherum como si nada, pero…
– pensó, Kruger-, ellos deben de saber que en mi estado estoy prácticamente discapacitado, o talvez deben ser lo suficientemente astutos como para saber que intentar huir sería un suicidio.
Kruger, se levantó y se posó frente a los barrotes:
– ¡Escabelo! ¡Escabelo! – grito.
– ¡Lo mandaron a casa, amigo! – le respondió una voz a lo lejos.
Kruger, se volvió a sentar.
– ¿A casa? aquí no mandan a nadie a casa… Muerto, otro muerto. ¿pero si solo estuvo aquí por robo de unas monedas? Nunca lo entendí… ¡Mierda! Necesitaba que me describiera unos detalles de los calabozos.
Los pasos del guardia general, se acercaba nuevamente, lo podía reconocer por el inmenso manojo de llaves que sonaban al compás de los pesados pasos. Kruger espero a que pasara, y su sangre se helo cuando estos llegaron a su celda y no continuaron más.
– Jason Kruger, hoy es tu día, muchacho; te espera una sesión con la nueva: Angela – le anuncio el guardia general viendo un pedazo de papel y preparándose para abrir la celda-. Si tienes suerte, te iras a casa hoy mismo, mi amigo. Anda, alégrate, de igual forma te van a mandar a casa si llegas a tribunales.

Kruger, caminaba a duras penas para salir de su celda, y al ver esto el guardia lo tomo bruscamente y lo dirigió a al cuarto de interrogatorio. Cuando iban llegando, Kruger trastabillo sobre el suelo, emitiendo un alarido de dolor intenso. El Guardia, sin soltarlo, lo arrastro hasta estar dentro y lo soltó sobre una silla de metal incomoda, que estaba frente a una mesa de madera, que al poner Kruger sus manos sobre ella noto que estaba húmeda indagando que quizás fuese sangre por el intenso olor metálico.
– Aquí está el muchacho. Sujeto: J. Kruger, de nacionalidad Vilamita, edad: …
– ¡Basta! – exclamo, una voz chillona de mujer-. ¿Quiere dejarme sin preguntas? ¿O qué?
déjeme a solas con el señor Kruger, voy a proceder…
El guardia, salió de la habitación, cerrando la pesad puerta tras de sí.
La mujer, se sentó frente a él, en otra silla de metal.
La habitación no era muy grande; de más o menos unos siete por cinco metros, con una simple mesa en el centro. No tenía ventana alguna, solo unos respiraderos que daban a la superficie. Las paredes, estaban manchadas de sangre, así como el piso de ladrillo tambien, todo estaba manchado de aquel liquido rojizo. A su derecha, una mesa con una gran variedad de instrumentos de tortura, en los que destacaban las hojas afiladas, los palos de madera, de los cuales había muchos quebrados en la esquina de la habitación, completamente bañados en sangre. Unas botellas de vidrio, con liquido blanquecino, con olor a acido, le atrajo la atención a Kruger, por encima del de la sangre, y su preocupación empezó a crecer. En la mesa había, tambien gran variedad de tenazas de todos los tamaños, completamente enmohecidos, y de las cuales algunas habían caído al suelo, bajo la mesa. En el lado opuesto de la habitación, había una puerta que daba a los pasillos de las celdas contiguas y más adelante estaba la salida a las salas de la superficie.
La chica, muy joven, vestía un traje de goma que le cubría todo el cuerpo, hasta el cuello, y era de color marrón muy obscuro. No era muy alta, quizás un metro cincuenta con las botas de suela gruesa. Su voz asimilaba a la de una niña mimada, siendo muy chillona al punto de ser muy molesta si se le escuchaba por mucho tiempo. Su piel era algo de un color caramelo, con unos detalles finos en su cara, que le daban un toque de la alta sociedad. Su cabello le llegaba hasta los hombros, siendo este un poco ondulado y de color negro intenso.
– Muy bien, ¿te parece si comenzamos? – le dijo, la chica con una sonrisa, que Kruger no pudo ver-. Mi nombre es Angela, soy pasante, así que no eh aprendido bien el trabajo, te pido me disculpes de ante mano, ¿quieres?
Kruger asintió con la cabeza, un tanto sorprendido de la amabilidad que mostraba la chica.
– Si, es… está bien… – balbuceo con esfuerzo.
– Esta bien. Yo hare un par de preguntas alas que tú debes responder de la forma más sincera – empezaba, Angela-. Como estas todo vendado y no puedo ver tu cara, eso me deja con pocas posibilidades de reconocer mentira alguna, me enfocare en el tono de tu voz, así que, trata de contestar con tono firme, ¿quieres? Talvez quieres saber el porqué de no haber sellado tu flujo Etherico, bueno, eso es porque, dado las nuevas leyes, no podemos matar a nadie sin un motivo contundente, como vendría siendo el peligro de mi vida; así que sabiendo esto, te sugiero que no hagas nada estúpido si quieres tener una posibilidad de salir de aquí. Detrás de la puerta a mis espaldas, están unos guardias Metalcañones esperando señal para entrar y fulminarte, así que no los provoquemos ¿quieres? Bueno… que empiece la entrevista…
Angela, se paró y de la mesa escogió un palo de madera, el más grueso que encontró. Kruger le seguía con la cabeza, sabiendo en su interior que quizás lo que se venía no sería de su total agrado. Por su cabeza le paso la idea de matarla los más rápido que se pudiera y cuando los guardias de fuera entraran podría usar su cadáver como escudo temporal, pero la incapacidad de ver más que borrones le impidió dar el paso.
Angela, paso por detrás, golpeado suavemente su garrote con las palmas de sus manos, analizando la mejor forma de hacerlo sin matarlo rápidamente. El sujeto anterior apenas si había aguantado un par de contusiones antes de que empezara a convulsionar descontroladamente en el suelo, tirando toda la mesa de herramientas sobre él, y dejando un horrendo desastre que la chica tuvo que limpiar. Quería hacerle ver a ese homicida que con la ley no se jugaba, y aunque lo más probable sea que lo manden a ejecutar en los tribunales, quería sacarle todo el provecho a su cuerpo antes de que eso pase.
Destruirle la vida, y dejársela colgando en un hilo, era la forma en que le habían ensenado sus maestros. Las técnicas para provocar el mayor dolor posible eran como pintar en un lienzo en blanco, y como tal, se le dificultaba empezar la obra.
– Vamos a ver. ¿Por qué no me dices tu nombre real? – inquirió, la joven.
Kruger se le quedo viendo en la dirección de donde venia su voz.
– Mi nombre es Jas…
– ¡Antes de que sigas, pon tu mano sobre la mesa, por favor! – interrumpió.
Kruger, agacho la mirada, dudando de su respuesta.
-Jason Krug…
Angela, antes de que terminara la frase, le estrello el garrote en su mano, quebrándolo y lanzando el otro pedazo al techo, rebotando y estrellándose sobre la mesa con un ruido seco. Kruger, aguanto el aire, evitando el alarido, y evitando lanzarse a la chica, para estrangularla con la poca fuerza que le quedaba.
– Empezamos muy mal. Si no puedes darme tu nombre, me temo que voy a tener que terminar la entrevista ahora mismo… – le dijo, tomando un pequeño martillo.
Kruger, se sereno, bajo la mano de la mesa y la reposo sobre su rodilla mientras bajaba una lagrima por el único ojo que le quedaba.
– Pon la mano en la mesa, amigo, no hagas las cosas más difíciles… – ordeno, Angela, con sonrisa maquiavélica, preparando su martillo-. Voy a repetir la pegunta una vez más: ¡¿Cuál es tu nombre?!
Kruger, hiso lo que la chica ordeno, así se muriera por cortarle la cara con cualquier cosa que encontrara.
– Damien, Damien Wolff… – respondió-. Llamado más comúnmente como: Jason Kruger.
La chica, reviso los apuntes de su reporte, y evaluó que no merecía golpe alguno.
– Bien, no fue difícil ¿verdad? Ahora, Damien, bueno, señor Kruger, vera… – empezaba la chica-, lo tengo fichado aquí como asesino y como un verdadero monstruo, la verdad no creo que tenga mucho futuro en los tribunales, así llame al mejor abogado que pueda pagar… es que… lo que ha hecho es simplemente hermo… digo… horrible, si eso, horrible. De hecho, estoy pensando que lo que le paso no es nada a lo que realmente merece, pero no se preocupe, en estos momentos me encargare de escarmentarlo como una madre a su hijo después de que este botara su sopa al suelo… oh si, espero que haya guardado lugar para el postre que le tengo preparado. Voy a encargarme de que usted desee estar muerto, señor Kruger. Lástima que las malditas leyes ya no me permiten mandarlo a casa antes de tiempo. ¡Mierda!, como desearía haber nacido en los tiempos de la guerra, cuando todo era más hermoso y colorido…
Angela, evaluó la posibilidad de usar los choques a la cabeza ahora, pero luego de meditarlo, se dio cuenta que no debía dejarlo inconsciente todavía. Vio sobre el piso, recostada sobre la pared, una tijera muy grande enmohecida y completamente cubierta de sangre, la tomo y le ordeno a Kruger, que pusiera su menique, a lo que este se negó, provocando que Angela, pusiera las tijeras en la mesa y tomara uno de los garrotes, el cual termino por estrellarle en el pecho, haciendo que Kruger cayera de espaldas con su silla al suelo.
– ¡Señor Kruger, estoy siendo demasiado suave con usted! Se que le duele mucho el cuerpo, y posiblemente tenga infectado el muñón, pero si no colabora… esto se pondrá realmente feo – advirtió, Angela, esbozando una sonrisa intermitente-. Se que piensa que ya está en el infierno, pero le digo que: lo malo siempre se puede poner peor, oh si mucho peor.
Angela, levanto la silla con todo y Kruger de una zancada, demostrando que en ese diminuto cuerpo se albergaba una tremenda fuerza. Kruger, por su lado, solo se limitó a quedarse quieto, aguantando los gritos de dolor. Sus posibilidades eran nulas, y se encontraba una, no quería a echarla a perder todavía.
– Dos de los hombres que capturamos en los bosques, dicen conocerlo, y refutaron toda la información que teníamos de usted -puntualizo, Angela-. Además de otras cosas que no sabíamos, pero que estamos procesando, para que le terminen por cantarle todos y cada uno de sus crímenes en los tribunales. No te iras de este mundo sin pagar cada uno de tus pecados, eso tenlo por seguro, no mientras yo esté haciendo la maldita entrevista.
La chica, se tocó el cabello y noto que le había caído un poco de sangre, y sin dudarlo le dio una buena olfateada, poniendo la cara de éxtasis y emitiendo un sonido raro de placer. Dejo su cabello en paz y volvió a tomar la tijera, dándole la misma orden de poner su menique, a lo que Kruger accedió sin mayor problema. La chica suspiro y empezó nuevamente su interrogatorio:
-Ya sabemos que es prácticamente un genocida, eso nos queda más que claro, nos queda claro tambien que lo buscan en varios estados del reino, y que lo pintan como un verdadero monstruo, eso nos queda más que claro tambien, pero, en estos momentos, aquí no es más que un pusilánime lacayo, basura de la sociedad, un gamberro sin futuro, la partícula más insignificante del universo; aquí su vida no vale absolutamente nada. Si yo decido matarle, no me costaría demostrar que usted me ataco primero y salir impune de cualquier acto extraoficial que ejecute, a lo que quiero llegar es: usted ahora vale lo mismo que la goma que pega mis botas: nada, usted ahora es nada, y como tal, puede desaparecer como la nada en un espacio vacío. ¿entendió a lo que quiero llegar?
Kruger, asintió con la cabeza.
– ¡Dígalo, mierda!
– ¡No valgo nada! ¡no soy nada!
– Ahora que ya lo entendió, vamos a poner la cereza en el pastel. A partir de hoy. ya nada lo puede salvar de su destino. Con una tan solo una víctima de su larga lista sería más que suficiente para mandarlo a ejecutar, así que usted está más que condenado, nada lo puede salvar. Además, sus amigos ya cantaron, y sin necesidad de insistir tanto. Ahora solo falta que lo diga usted, señor Kruger ¿Quién inicio los incendios, y por órdenes de quién? ¿Qué o a qué buscaban?
Kruger, no tenia de otra, su destino no iba a cambiar, daba igual que hablara o que no, un poco de dolor adicional o no, no iba cambiar el hecho que de aquí no se iba nadie para su casa. Sus palabras pondrían en riesgo algo más que su vida. Ya sus compañeros seguro que habían mencionado ese nombre. Lo que se viniera a partir de hoy, ya no importaría para el…
La mujer, sacó una placa de cristal, el cual contenía un líquido de color azulado en su interior, y lo coloco frente a Kruger mientras bajaba la tijera.
– Dígalo claro. No se guarde nada – ordeno.
Kruger supo que sus palabras quedarían guardadas en el dispositivo, para posterior usarlo como prueba en su contra, pero el noto algo raro, es decir, si cantaba el nombre de Bermoth de Etnamos, las tenciones entre naciones se volverían a alzar, sería un pretexto más que suficiente para empezar otro conflicto, al ser un miembro de la realeza el que mando a hacerlo.
– Recibimos un pago de parte del príncipe de Etnamos: Bermoth Von Vermillion , príncipe en curso del reino de Etnamos y jefe de vanguardia de los ejércitos, por la captura y entrega de un poderoso infiltrado a nuestras tierras – empezó, Kruger-. Una decía ser hija del rey, y el otro, no sabíamos cuál era su importancia real, pero Bermoth lo quería vivo, y a la chica nos ordenó que podíamos hacer lo que fuera con ella…
– ¿Cuánto les dio Bermoth de Etnamos? – inquirió, Angela, interesada.
– Mas de lo que esperábamos, pero que quizás hubiera sido mejor negarnos…
– ¿Por qué?
– Cuando los encontramos, estaban con una extraña niña con el control Etherico más bestial hubiera visto alguna vez… – contesto.
– ¿Ella te hizo esto? –
– Si… – asintió con la cabeza.
La joven se cambió de posición para intentar analizar la información que le estaban recibiendo, de la cual no vio necesidad de dudar, pues en teoría concordaba con los reportes.
– ¿Bermoth ordeno quemar los bosques para encontrar a esa persona?
– Si, él dijo que usáramos la fuerza que hubiera que usar para entregárselos en los muros.
– Esas personas que buscaban… ¿aún están en los bosques?
– No podría saberlo. Llegar a los muros desde donde los encontramos, tomaría unos días.
La chica, rápidamente salió a la puerta, dio un par de indicaciones a los guardias y estos rápidamente se fueron.
– Le tengo buenas noticias, señor Kruger; creo que todavía no lo podemos dejar ir a casa con sus amigos – anuncio, la chica, con una sonrisa-. Usted ahora es un testigo protegido por el reino. Ahora su importancia es tanta como la de un ciudadano común. Felicidades, ahora usted es alguien. No me malinterprete, nada quita los crímenes que ha cometido, no, de hecho, desearía matarlo yo misma con mis propias manos, pero después de eso que acaba de decir, a la que mandarían a fusilar seria a mí…
La mujer se volvió a asomar por la puerta, y esta vez mando a pedir un médico para atendiera a Kruger.
– ¡Que tengo que hacer para que manden a un médico, uno bueno, de los que atienden a los guardias no esos carniceros que solo matan a la gente…! ¡mierda!
La chica se volvió a sentar frente a Kruger.
– Lo que viene a continuación será un tanto engorroso todavía. Aún falta que aclarar la muerte de veintiún personas por los incendios – le aclaro-. Debo culpar a alguien por eso, pero no se preocupe, hare lo posible que sus compañeros se vallan con ese cargo de conciencia. En estos momentos vendrá un representante del reino. Cuando el este aquí, deberás decir lo mismo que me dijo a mí, ni una palabra más, ni una menos ¿está claro? Lo siguiente será su puesta a disposición de las autoridades del rey, ellos se encargarán de usted. Seguramente tenga que ir a tribunales, pero esta vez no será como acusado, sino más bien como acusador, ¿irónico, cierto?
Angela, tomo nuevamente su cristal y al pasarle un poco de Ether, este empezó a reproducir lo que habían estado hablando. La mujer, se quedó un rato con aquel cristal pegado a su oreja, esbozando una maquiavélica sonrisa más parecida a una de éxtasis puro. Kruger, por su parte, vio la oportunidad de prolongar su vida un poco en lo que imaginaba una forma de zafarse de una vez por todas. Se quedo viendo en la dirección en la que venía la vocecita emitida del cristal, buscando entre la amalgama de nubes, los colores más vivos para pasar el tiempo sin perder la cordura.
De la puerta entraron dos enfermeras rápidamente, con un pesado equipaje, provocando que Angela se asustara y casi se le cayera su cristal. Las mujeres, vestidas de túnicas de color rojo, tomaron a Kruger, quitándole el asqueroso vendaje, que se empezaba a fusionar con la quemada piel de Kruger. Desnudo sobre la mesa, aquellas mujeres notaron el gran daño que había recibido, calculado quemadas en el cien por ciento de su escuálido cuerpo. Su muñón, completamente engusanado, tenía un color negro y emitía un olor pútrido completamente inaguantable. Las chicas, sacaron de su equipaje, dos pesados frascos transparentes con un líquido morado en su interior. Rápidamente vertieron los dos frascos en todo el maltratado cuerpo de Kruger, provocando que se retorciera y gritar de dolor, gritos que se escucharon hasta las celdas, evadiendo la insonoridad del cuarto. Angela, evidentemente excitada, veía la escena con unos ojos brillantes, emulando los niños impacientes esperando sus juguetes nuevos.
– ¡Increíble! ¡¿me dicen que se puede ayudar a la gente provocando dolor?! – chillo, la mujer- ¡creo que no me dedique a lo correcto!
Las chicas, sacaron esta vez, unos frascos de ungüento muy pegajoso y se lo untaron en todo el cuerpo de Kruger aliviando un poco su agonía. Cuando todo estuvo hecho, lo volvieron a vendar con unos vendajes completamente nuevos, volviéndolo a su forma de momia, pero esta vez limpia. Las chicas lo reincorporaron, y lo sentaron sobre su silla, aclarando que el arreglo fue temporal y que iba a necesitar otros cuidados para el tipo de quemaduras que tenía. Angela les paro el parloteo y les termino ordenándoles que se retiraran. Las chicas salieron, volviéndola a dejar a solas con Kruger.
– ¿Se sintió mejor, cierto? Solo mira la cantidad de pastillas que te dejaron, con esto tienes para dormir hasta la próxima semana – dijo la chica, poniendo la bolsa lo más cerca para que este la viera. Kruger la intento tomar, pero esta es la aparto súbitamente-. No, aun no te las daré. Falta que alguien evalué si vales para tanto, amigo…
Kruger, despejo gracias a las jóvenes enfermeras, un poco de su dolor, devolviéndole las ganas de salir de ese recinto antes de que fuera más tarde, pero la realidad de estar, quizás, en una base del estado repleta de guardias, le insistía en mejor quedarse sentado para ver hasta donde llegaría este embrollo. Al final, estaba hasta el cuello de mierda.
– Vera, normalmente la gente no coopera tanto como usted lo ha hecho, no, ellos creen que esto es juego, sin pensar que terminaran siendo los juguetes; es un embrollo – dijo, Angela- Me imagino que la cantidad de dolor que recibió ha sido suficiente tortura para usted. No me malinterprete, aun desearía arrancarle el otro brazo, pero mi percepción me decía que estaba siendo sincero, y me derrito ante la sinceridad. No podría provocarle dolor a alguien sincero; nunca lo eh hecho y nunca lo quiero hacer. Ahora, en cuanto a su situación, creo que puede que talvez solo reciba sentencia de por vida, lo que estaría mejor que morir ¿o no? Tendrá una vida entera para escribir sus pensamientos en libros, y quizás yo los compre para ver que hay dentro de un maldito maniaco asesino, genocida, torturador y violador de mierda como usted… quien sabe.

La mujer, tomo un poco de agua de un recipiente y se la sirvió a Kruger, quien acerco su mano a la bolsa de pastillas para sacar un par y tomarlas con esta.
– Valla un rato al país de los sueños… se lo ha ganado, señor Kruger… – dijo la mujer, esbozando una misteriosa sonrisa.

Capítulo 9: Inicio.

La noche obscura y apacible se posaba sobre las grandes llanuras boscosas de aquellos paramos. De fondo, al horizonte, un inconmensurable muro de tierra ultracomprimida se alzaba hasta el cielo, protegiendo el reino de Etnamos de los invasores.
Los cuernos poseían la parte con los muros más altos, mientras a medida que se bajaba hacia la costa, los muros se iban haciendo menos altos y gruesos. El muro mostraba las claras señales de combates feroces en todo lo largo de su estructura agrietada, siendo estos simples daños estéticos a este.
Las lunas, se posaban todas a lo alto de la bóveda estrellada, a la espera de la salida del astro sol de la mañana y de las cuales solo, quizás, dos queden para acompañarle hasta que esté en su esplendor en las horas de la tarde.

La bestial ave, se acurruco a los pies de Li, quien levemente le pasaba una onda de Ether invisible a los ojos, pero percibirle para los demás. La pequeña observaba con detenimiento el imponente muro, ideando una forma de escalarlo sin tener que cansarse de sobre manera, pero, algo no terminaba de cuajar en todo, había algo más que la empezaba a perturbar, eso y los malos presentimientos que había estado experimentando ultimadamente, como premoniciones de muerte inminente, que se apreciaban como una angustia en el centro de su pecho, que no la había dejado dormir todas estas noches.
Evan, había prendido una pequeña fogata y se había sentado junto a Aura en torno a esta, para intentar entrar un poco en calor. El chico, tenía su pequeña libreta que le regalo su padre y una pluma con la que se había pasado todos los momentáneos descansos echándole una mirada al libro de aura, anotando y probando los conjuros vocales que le pudieran servir en el futuro, para intentar defender a las chicas de lo que sea que se viniera.
Su énfasis le había provocado que se quemara un mechón de cabello al intentar expulsar flamas de su boca, le había provocado que un bloque de tierra le cayera en los pies intentando manipular la tierra, y se había caído de la copa de un árbol intentando impulsarse con aire hacia la copa; todo indicaba que no tenía vocación para controlar nada, o al menos no de la forma que él quería.
Li, empezaba a dudar que Evan supiera realmente algo de Ether, y empezaba a cuestionarse el haberlos acompañado en primer lugar. El chico, daba lo mejor de sí, fracasando en todos sus intentos por tratar de impresionar a Aura, quien no le había dirigido la palabra más que lo básico para pedir cosas; tal parecía que la chica estaba muy ensimismada, y no apartaba su mirada del muro.
Aura, perdida en sus pensamientos, trataba de hacerse una idea de la cara de sus padres, sonriendo cuando tenía la que creía la correcta. La espera la estaba matando, quería salir corriendo y saltar ese maldito muro, y ver la tierra que su padre construyo, aquella que se había imaginado en sus sueños, y que con ansias quería tocar con la planta de sus pies. Se sentía cansada, un poco agobiada por el hecho de haber pasado tantas horas montando en aquel incomodo animal, el cual daba demasiados brincos que los terminaba por obligar a tensar cada musculo de su cuerpo para evitar caerse, haciendo del viaje, una pesadilla completa.
Evan, se le pasaba intentando acercar una y otra vez, tal parecía que sus reiterados intentos por mantenerlo a raya solo lo terminaban motivando. Había tenido suerte de que Evan había vuelto a ser el de siempre, aquel que se mantenía al margen de todo, aquel sencillo y que era más posible de controlar con unas cuantas palabras, pero cuando empezaba a tener sus premoniciones intermitentes, un temor le invadía, pues el “Evan despierto” empezaba a asomar sus narices poéticas y filosóficas otra vez, convirtiéndolo en un arrogante sin control, en un científico, en un mal intento de casanova , y sobre todo, en alguien sin control alguno sobre sí mismo, algo que los podía llegar a poner en grave peligro llegado el momento.
Evan, no ah tenidos episodios desde aquella vez, tal parece que mientras no exista tención alguna, el seguirá en ese estado sumiso -pensó Aura, mientras de reojo, veía como el chico se esmeraba con sus anotaciones en su libreta-. Mientras no haya contratiempos de aquí en adelante, creo poder tenerlo bajo control. Debo mantenerlo lejos de la pequeña rata que hace que la imaginación de Evan empiece a volar muy alto y haga cuestionar todo…

Evan, se levantó, cerro el libro, guardo su libreta, y se dirigió hacia donde se encontraba Li, devolviéndole el libro a Aura, dejándoselo a su lado mientras ella seguía viendo el muro. Aura, se percató de las intenciones del chico y rápidamente intento llamar su atención.
– Evan, ven y mira lo hermoso que se mira desde aquí el muro. Siéntate a mi lado un rato -le dijo, tomándole de la muñeca-. Evan, la miro a los ojos, y esbozando una sonrisa, le dijo:
– Ya tendremos más tiempo de apreciarlo desde el otro lado, Aura…
El chico se soltó y se dispuso a ir con Li, pero Aura se puso de pie indicándole con su mirada a que fueran al otro lado, un lugar obscuro para hablar, a lo que Evan solo le hizo un gesto con sus manos de forma negativa y siguió su camino. La chica, muy molesta, tomo el libro y se lo arrojo con fuerza en la espalda a Evan. El chico, sin inmutarse, lo recogió y se lo entrego en sus manos nuevamente.
– Necesitamos esto. Por favor, no lo pierdas… Hay algo que quiero decirte, pero sé que por más que me esmere: nunca me vas a escuchar – le dijo, sin voltearla a ver.
La pequeña, Li, saco de una bolsa de cuero que cargaba, una galleta de color muy obscuro, la partió en dos y le dio la otra mitad al ave, la cual estaba recargada al máximo, y muestra de ello, era el intenso fulgor de color amarillento que emitían sus plumas. El ave, muy gustosa, devoro la galleta casi comiéndole la mano a Li, quien la saco del pico justo antes de que este se cerrara. Hecho al animal de su lugar para que esta buscara un poco de alimento, pues talvez partirían esa noche a Etnamos y querían que todo estuviera en su máximo estado. Sin embargo, algo no le estaba gustando. Algo no terminaba por cuajar en aquella noche.
Hay leves puntos de concentración Etherica sobre los muros, muy tenues, como evitando darse a conocer. Es raro; no creo que la frontera necesitase vigilancia de esos lados -maquinaba, Li, sacudiéndose el polvo del animal-. En todo caso, quizás solo sea mi imaginación…
El sonido de los arbustos la hiso rápidamente voltearse para ver quien se aproximaba, aunque quizás de antemano ya lo sabía; un Ether tan pequeño como el que poseía Evan, seria redundante el ocultarlo más.
– ¿Que miras? – pregunto el muchacho.
– Mis lunas… – respondió sonriendo.
El chico se sentó a su lado sin dejar de ver al frente, mientras la pequeña le veía a él.
– Estaba pensando, que quizás la mejor forma de saltar ese muro, seria buscar la montañas de allá – le menciono, señalando a su izquierda, a una hilera de altas montañas-. Tomaríamos vuelo y trataríamos de impulsarnos al final con aire, tratando de que el ave no se impacte contra el muro, y tratando de lanzarla al lado contrario. Si solo nos pudiera dar impulso a tres cuartas partes del muro, lo demás sería más fácil, si entre los tres nos impulsamos.
La niña pensó en su plan descabellado por un segundo solo para terminar descartándolo casi de inmediato.
– No te preocupes. Deja que yo me encargue de eso ¿quieres? – empezaba, Li-. Estuve pensando seriamente la posibilidad de eso, y tratar de seguir unos días hacia donde los muros se vuelven más bajos, pero, eso nos tomaría realmente una eternidad y no creo que a nadie le queden ganas de volver a montar al animal; así que no nos queda de otra que saltarlo desde aquí.
Evan asintió, mientras un silencio ahogado por los ruidos nocturnos los invadía al punto de solo dejarlos disfrutando de aquellos insectos de fuego que se empezaban a ver en cantidades exorbitantes a lo largo y ancho de aquella llanura, emulando un océano de luces.
La pequeña, en los últimos días había estado muy cercana a Evan, para intentar saber un poco más, pero siempre llegaba a la conclusión de que el pobre muchacho estaba más que perdido. La niña, sabía que Aura estaba ocultando algo de Evan, algo que no quería que el joven supiese, es decir, no era normal que dos personas que no hayan nacido en el Terrapilar poseyeran un metacardio tan desarrollado; sería imposible. El órgano destinado al almacenamiento del Etherum, Metacardio, solo desarrollado por los habitantes de esta tierra, es una pequeña capsula de energía que se rellena constantemente atreves de la absorción de los minerales en la sangre.
Quizás Evan y Aura nacieron en el Terrapilar, y posteriormente, fueron llevados a la tierra, tratando de salvarles de algo -pensó, Li-. Pero… ¿de qué?
Evan se levantó, y alzando su mano, trato de mover una de las lunas.
– ¿Crees que haya alguien capaz de hacer esto? – pregunto.
– ¿Evan…?
– Si…
– ¿Qué es el amor?
Evan se voltio a ver a Li, quien se había tapado la cara con sus piernas, y las abrazo fuertemente. El chico había aceptado contarle a la chica sobre el amor para que esta los acompañase, pero en ese momento no sabía realmente en que estaba pensando, era como que si el conocimiento oculto en penumbras en su cabeza le hubiera tomado con toda prepotencia para que diera a conocer que sabía la respuesta. Evan, sonrió y contesto:
– En paralelo, entender el amor y la forma en que actúa es saber con exactitud la forma en que actúa la energía Etherum en su medio – empezó Evan, buscando los remanentes de la respuesta en su cabeza-. Para ustedes el Etherum funciona con la intención, a lo que en mi mundo vendría siendo el equivalente de la fe. Fe y amor, son todo en el universo. Siendo el amor la energía estática y la fe es la que la pone en marcha.
A la pequeña, Li, se le salieron unas lágrimas que le resbalaron por las mejillas sonrosadas, al entender frente a quien estaba. Los días anteriores, había intentado no hacer preguntas de más, pero más que nunca era licito despejar todas las dudas, sobre todo la de seguir con el hasta después de los muros. Era una duda, que venía arrastrando, algo que le carcomía. Después de haber sido la madre de toda la vida verde que había allí, se le dificultaba despegarse de ese lugar, que, aunque su objetivo no estaba claro, ella sabía que las casualidades no existían. Si debía permanecer junto al extraño ser, que cayó del cielo, lo iba a hacer sin problemas, pero antes debía estar segura que no era un farsante que la dirigiría al abismo.
– Si yo tuviese la suficiente intención de mover esa luna, con seguridad te digo que lo haría sin utilizar mucho Ether – aclaro, Evan, poniéndose muy serio-. Si yo tuviese la suficiente fe para mover esa luna, sin negarlo te digo que no necesitaría amarla más de ya lo hago para hacerlo…
– ¿Quién eres? ¿Por qué posees a este muchacho? ¿eres su Kidon, cierto? – indago-. Este muchacho, Evan, de la tierra, posee el Kidon gestor de los reyes ¿cierto? Él es un caballero, cuya armadura esta por nacer, su espada lo indicaba desde la primera vez que la saco.
Evan, vio al cielo, intentando ocultar el destello dorado que empezaba a notársele.
– El Etherum ronda el espacio vacío, sin que nadie pueda ser realmente su dueño. Estas tierras no poseen Dios que gestione el todo – revelo, el joven-, de allí que las almas posean relativo control sobre la energía. El amor, al igual que el Ether, ha venido siendo el fin de muchas almas sin poder realmente llegar nunca a comprenderlo…
– ¡Evan, basta, deja de decir estupideces! ¡No sigas hablando…! – interrumpió, Aura.
La pequeña, se levantó aun con los ojos acuosos, y con un ademan detuvo a Aura quien se aproximaba a Evan.
– ¡No, tu basta! ¡Deja que siga hablando! ¡Quiero saber más de este chico y su extraño Kidon! – grito, con fuerza-. ¿Por qué insistes en callarlo? Él ya te ha hablado a ti y te revelado algo que no quieres que se sepa, pero, ¿por qué…? ¿Es que tú sabes la importancia de Evan Blanc para este mundo…?
– Su importancia es la misma que tenemos nosotras: ninguna. Solo quiero que se serene y que deje de hablas estupideces. Nada más. – contesto, empezándose a enojar-. El solo cree saber algo que en realidad no es absolutamente nada; solo simples sueños, eso es todo.
– ¡Mentira! ¡En toda mi vida había escuchado hablar a alguien como lo hace Evan! El posee el conocimiento de la manipulación de la materia como nadie más lo sabe. Eso solo indica que Evan seria…
– Un estúpido, eso es lo que es…
La chica levanto su mano y la dirigió a Evan como diciendo que la tomara.
– Ven y dime lo que tú quieras. Se lo que ocultas dentro de tu pecho, y quiero escucharlo -le dijo, intentando coquetear-. Dime lo que quieras allá en los arbustos. Se lo que buscas, Evan…
El joven bajo la vista de las nubes y la dirigió hacia Aura. entonces aquel destello amarillo se desvaneció, pero Evan seguía teniendo aquella mirada tan ajena a como normalmente era.
– Sabes lo que en mi pecho se oculta porque ya una vez te lo mostré. No obtuve ni remotamente lo que quería, entonces, ¿Qué cambiara esta vez? ¿Esa mirada provocadora, indica algo más? ¿O solo intentas jugar conmigo? ¿que cambiara esta dé vez de las demás, cuando es más que obvio tus intenciones?
La chica bajo su mano.
– Ven entonces y compruébalo… – provoco, Aura, mirándolo directamente a sus ojos-. Vamos y refutemos mis palabras. Al fin y al cabo, un minuto de placer será más que suficiente para ti…
Evan, se enfureció y sus ojos se volvieron a encender en fulgor dorado. Su mente se empezaba a hundir en la divagación de pensamientos de cólera sin control. El solo hecho de pensar en que aquella chica, que el tanto apreciaba, se burlara de tal forma, solo lo ponía peor. Evan, cerro lo puños con fuerza, y al Li verlo, rápidamente se acercó poniendo su pequeña mano sobre el pecho de Evan.
– Creo que Aura se ha expresado. Ella ha Dado a mostrar su obscuridad, su desamor por las cosas, su verdadera forma de la cual solo veíamos destellos pero que el interior ya intuíamos. Es obvio que ella sabe quién es Evan Blanc y se lo guarda. No de balde el rey la envió a cuidar de su preciado tesoro; tu alma.
Evan, voltio a los muros, y con un movimiento de su dedo creo un remolino hasta el cielo con los insectos de fuego liberándolos al poco rato.
– ¿Qué soy? Alma antigua, ¿podrías decir lo que los labios de Aura me esconden? – pregunto Evan-. Tú que has vivido por eones, que por tus ojos han pasado humanidades, historias enteras, tú, que te escondes en el cuerpo de una niña…
La pequeña le sonrió, muy cariñosamente, y le contesto.
– Evan Blanc, te dirán monstruo, te dirán loco, te dirán que eres un peligro, pero para mí, serás un gran amigo. No estoy realmente segura de si tú eres como yo, pero de serlo puede que este mundo este un peligro inconmensurable. Si aura ya te dijo que eres la pieza faltante, la semilla de un jardín, puede que ya te haya dicho quién eres…
Evan se le quedo viendo, recordando las palabras que le había dicho aquella chica a la que había considerado lo más especial que le había ocurrido alguna vez.
– Quiero ignorar todo lo que se muestra en mi cabeza, como una cascada de cosas que han ocurrido pero que no recuerdo haber estado allí para vivirlas -dijo, Evan-. Quiero volver a volver a ser un ignorante, y volver a odiar con la facilidad con la que solía hacerlo…
– Ya no puedes odiar, porque para controlar lo que sabes, solo amar podría llegar a hacerlo – le expreso, la pequeña, dirigiendo su mano al corazón del chico-. Esta es solo una opinión. De mí no creas mucho porque ignoro muchas cosas, que nombrarlas sería demasiado largo; tu corazón está lleno del amor de una madre, del amor de una mujer y de tu propio amor hacia todo lo que te rodea, así creas que podías odiar con facilidad, ¡mentira! Tú no puedes hacerlo.
A Evan se le aguaron los ojos.
– Solo quiero irme de aquí… – sollozó, Evan-.
– Yo tambien… -replico, Li-, pero debes cumplir tus promesas. Si le has dicho a esa mujer, que se hiso pasar por alguien especial para ti, que irías con ella, pues debes ir con ella. Ve. Yo estaré detrás de ti para soportarte pues te has ganado a una amiga.
Aura, se posó soberbia, claramente molesta.
– Esta bien. Después de ver a mi padre y que vea lo quiere de Evan, podrás irte tranquilo, yo misma se lo pediré… – dijo la chica-, es decir, Evan, solo es mi objetivo, mi paquete. Para mí no significa absolutamente nada; nunca significo algo. Pero hubiera sido fácil matarle cuando me vio la primera vez bañada en sangre. De hecho, me tienta escarmentarlo un rato, para que vea el monstruo en la que poso su atención.
Evan, en el instante que le toma un parpado cerrase, se movió a una velocidad incalculable. Posando ambas manos en el cuello de Aura, sin que ella pudiera hacer nada más que tomarle los antebrazos, e intentar zafarse del potente agarrón de un Evan completamente fuera de sus cabales.
La chica, intentando asimilar la situación, pensaba en la solución menos mortal que se le viniera a la cabeza en el breve lapso de tiempo que le quedaba de conciencia, pero no se le ocurrió otra que matarlo, así se fuera todo a la mierda…
– ¡Evan, no! ¡Tú no estás hecho para matar! – grito, Li, desesperada.
– Ya mis manos probaron la sangre; mi alma no podrá estar más condenada… ¿verdad Aura? – pregunto Evan, con los ojos fulgurantes-. ¡Tu hiciste todo esto! ¡Tú y tu maldito padre! ¡créeme que les hare un favor en reunirlos en el otro mundo…! talvez allá si puedas amar…
La voz del chico, poco a poco se agravaba al punto de ser irreconocible.
Un potente viento empezó a soplar alrededor de Evan, y las partículas de polvo empezaron a nublar todo, tornando la situación en un verdadero caos. Aura, en un último intento de zafarse, empezó a emerger su velo de sangre, pero antes de que este estuviera completo, Aura ya había perdido el conocimiento.
La pequeña, Li, se acercó al torbellino, y esta vez, puso su mano sobre los brazos de Evan, y este inmediatamente paro todo el desastre.
– No, no debes hacerlo así tu conciencia te lo pida, Evan. Serénate que nos queda un largo camino – le susurro, la niña, con una inocente sonrisa.
Evan, cayó al suelo sobre sus rodillas, abrazando el cuerpo de Aura, sollozando de dolor sobre su pecho.
– ¡Mírame, Aura! ¡Ve el monstruo en el que me eh convertido! ¡¿Tengo ya las características que buscas?! – lloro-. Veme a la cara y dime otra vez: ¡monstruo! ¡me das asco! ¡dime lo que realmente soy…! ¡Explícale a este desdichado por qué cree poder hacerlo todo posible!
– Evan, deja que la chica se recupere. Mañana vamos a Etnamos y tenemos que estar bien -dijo, Li, tomando la mano de Aura con mucho cuidado-. Tratemos de descansar, ¿quieres?
Evan, recostó a la chica en su regazo, poniendo la palma de su mano frente a su boca para monitorear su respiración, la cual empezaba a ser cada vez más relajada. La chica estaba bien y Evan, estaba entrado en un estado de ensimismamiento depresivo que le impedía recibir los estímulos externos que Li trataba aplicarle sin tener mayor efecto en él.
– Evan, deja que me lleve a la chica, la pondré a descansar – le dijo, mientras le daba un pellizco-.
– ¿Soy un monstruo?
– No, no lo eres.
– Si no lo soy ¿Por qué tengo a Aura en mis brazos, inconsciente?
– Porque ella no tenía la intención de dejarte inconsciente, sino más bien de matarte, bueno, matarnos… La chica, por lo que me han contado en estos días: tiene severos problemas. Por ese lado, trato de ponerme en sus pies para terminar de considerar sus actos.
– Por un momento sentí que todo a mi alrededor se movió. En un instante tuve a Aura frente a mí, y aun que me seguía pareciendo bella, mis sentimientos cambiaron de súbito a deseos de muerte. Deseos que me comieron por un momento; como si me sumergiera en un pozo de brea mientras gritaba en desesperación.
Evan empezó a llorar, tratando de abrazar a la chica.
– Te sumergiste, pero saliste a tiempo, antes de cometer algo que no te perdonarías nunca. Evan, eres incapaz de odiar, y si algún día lo llegas a hacer, perderás todo lo que has logrado.
– ¿Y de que eh ganado? Dime. De un día para otro, Aura, me dice que soy que soy la semilla del paraíso, la pieza faltante de un rompecabezas, el engranaje de una máquina, y a partir de ese momento empecé a perder todo. Ya de por si nunca tuve nada, ahora estoy más que peor. Estoy varado en una tierra que no conozco, con gente que me quiere matar sin decir realmente el motivo. Ahora finalmente eh hecho lo que más evitaba: lastimar a esta tonta. ¿Qué me queda? ¡Nada!
– No digas eso, aun la tonta está viva, y creo que nos lleva tiempo escuchando – señaló, Li, poniendo su mano sobre el hombro del chico-. Mira, aún queda saber el porque te buscan y el porqué de tu importancia. Quizás descubras algo bueno, y quien sabe, talvez hasta puedas regresar a casa más pronto de lo que crees. Yo lo único que te digo es que, a partir de ese muro, quizá todo cambie. Entonces, que me dices, ¿seguimos hasta el final?
La pequeña, se sentó a la par de Evan.
– Tuve mis dudas acerca de realmente seguir con ustedes, pero cada vez que se manifiesta el Kidon, y abres tu boca para hablar mediante este, es simplemente hermoso. No tengo claro el cómo lo haces, pero, tal parece que sabes demasiado acerca del espacio y de la materia.
– No sé, siempre odie los libros que hablaban sobre eso, pero como te digo, viene a mi como torrente de información que no puedo controlar. A eso le sumo el hecho de sentir lo mismo que se siente tener aún más cosas guardadas y no poderlas decir de una vez.
– Ese Kidon que posees, ese quizás pueda responder a todas tus interrogantes. Sigo sin creer que poseas uno, de verdad, me deja en shock. Evan, cada vez que tus ojos se tornan de ese color, están indicando que tú y tu Kidon empiezan a fundirse en uno solo, eso es algo que solo personas muy especiales poseen.
– ¿Qué es ese Kidon del que hablas? – pregunto, Evan.
– No sé cómo explicártelo sin que te surjan más interrogantes, pero tratare: Todas las Almaceas poseen en el interior de su alma alojada en el centro de su corazón, una representación de sí mismas en el espacio Etherico, llamada: Kidon.
Evan, no tenía la menor idea, quizás había visto un poco de información en el libro de Aura, pero le seguía pareciendo ambiguo.
– ¿Cómo lo activo? O ¿cómo lo llamo? – pregunto el chico-
– Lo vienes haciendo desde hace mucho. Lo que sucede es que es tan sutil, que no llegas a apreciar el cambio – respondió, Li-. Tu conexión con el Kidon es casi tan perfecta, que ya no puedes saber si hablas con Evan Etherico o con el Evan tonto que no puede siquiera crear formas en el barro.
Aura, abrió los ojos un poco y noto como las dos figuras borrosas que veía, poco a poco se aclaraban. Evan, junto a Li, le cuidaban. La chica se levantó lentamente, ante los llamados de Evan para que se volviera a acostar. Los recuerdos de hace unos minutos se le venían, aunque todavía parecían confusos. Evan, se le acerco por la espalda, arrodillado ante la espalda la chica la abrazo y al oído le susurro unas palabras…
La niña se levantó, se sacudió el polvo y con su dedo apunto al gran muro.
– Que les parece si le damos final a esta historia. Demos el salto y veamos que hay detrás de ese muro. Tengo muchas cosas que hacer, como sembrar un Vociferum. Quizás y esta vez si me dé algo mejor.
Evan, se puso de pie tambien, y le ayudo a Aura a incorporase.
– Ahora soy ferviente creyente de que las casualidades no existen. No fue una casualidad que cayéramos fuera de los muros. De haberlo hecho, no hubiéramos conocido a Li, es decir, ella es nuestra guía en el trayecto, además de una gran amiga. Si me quedara en este lugar, quisiera que fuera junto a ustedes.
Aura le miro, y no pudo dejar salir una media sonrisa, como de inseguridad. Evan le recalco algo que ya le había dicho años atrás, que de no ser por las circunstancias que lo ataban a él, lo más seguro hubiera sido que se hubiera alejado de él.
– Ahora solamente tengo una duda acerca de todo esto – señaló, Li-. Siento algo arriba de los muros; hay algo que no me está gustando, es decir, cualquiera con un poco de conocimiento de la energía Etherica, podría darse cuenta que alguien trata de tapar su presencia…
– ¿Y cómo es eso? -pregunto Evan.
– Bueno, tratare de resumirlo lo más rápido que se pueda: la sola presencia de las ondas que distorsionan el manto Etherico seria, por más leves que sean, fácilmente detectables a distancias cortas, es decir, si Evan posee la habilidad de manipular la materia mediante Ether, su presencia sería más que fácil de sentir a distancias cortas.
– ¿Hay algo en los muros?
– No lo sé con certeza. Por seguridad creo que deberíamos pasar lo más desapercibidos que podamos, de preferencia: antes de que amanezca.
– Entonces… ¿Cuál es el plan para llegar hasta la cima? – cuestiono, Aura, aun sobándose el cuello- ¿Lo vamos a escalar, saltar o sobrevolar?
– Creo que será un poco de ambas, Evan – respondió, Li-, si solo pudiera lograr controlar el viento lo suficiente para elevar a tres personas y una Ave gigantesca, sería más que magnifico. Evan, eligió el elemento predominante que es el que los principiantes eligen siempre: el viento, lo que nos sería de gran ayuda si tan solo el pudiera controlarlo más. Evan, tambien, posee un Kidon que se activa inconscientemente. Si solo pudiera usarlo, su control, seria gigantesco sobre su Ether, pero particularmente del Etheroaire. De no haber otras posibilidades, tendría que recurrir a elevarnos con una de mis plantas gigantes. El problema erradica en que no creo poder hacer que una planta crezca a dos decas de distancia, solo si tan solo los muros fueran de tierra un poco más floja, podría fácilmente hacerlas crecer de los muros en multitud.
Un extraño, viento frio empezaba a azotar con fuerzas las tierras llanas en las que se encontraban el trio. Aura, un poco más serena, noto como el Evan, serio volvía a aparecer, esta vez con más fuerza. Ella sabía que el pertenecía al Terrapilar, de eso no cabía duda. Lo único que le hacía mella en la cabeza era la naturalidad con la que lograba controlar el Ether sin siquiera saber que este existía hasta hace unos meses. No le cabía en la cabeza la naturalidad con la que podía controlarlo, muestra de ello era los potentes impulsos de viento que este ejecutaba con total normalidad, como alguien que lo lleva haciendo toda la vida. Era obvio que por algo el padre Aura lo había mandado a cuidar de él, pero la chica nunca había sabido el verdadero motivo.
– ¿Y si Evan nos impulsa? – añadió, Aura.
– Podría ser… – complemento, Li.
– No creo poder hacerlo – dijo, Evan.
Aura se le acercó y le dio un fuerte golpe en el brazo, haciendo que este se quejara.
– Lo harás por mí. Todo lo que vayas a hacer de ahora en adelante lo harás por mi ¿entendiste? – le ordeno, Aura – cada vez que vayas a usar el Ether deberás pensar en mí y en nada más. En nada más.
Evan, muy sorprendido por las palabras de la chica, vio en ellas una luz a su esperanza.
– Lo intentare… pero no te prometo nada…

Aura, se adelantó al pequeño campamento que habían montado y poniendo su mochila como almohada, se acostó a la par del fuego, cerro sus ojos y cayo inmediatamente dormida.
Evan, junto a Li, se quedaron un poco más a contemplar las estrellas, que cada vez aumentaban su cantidad a medida que la noche transcurría. Li, se sentó en una pequeña roca, mientras que Evan se hecho en el suelo a su lado con las piernas cruzadas.
– ¿Crees que podamos hacerlo?
– Nos tocara improvisar, no te preocupes. Cuando estemos al pie de ese muro, veremos con certeza que tan malos son nuestros planes – comento, Li-. Tú, serás nuestra carta del triunfo.
– Pero aún no se usar el Ether a mi voluntad.
– De que sabes, sabes. Lo que sucede es que no quieres admitirlo, bueno, tu cerebro no lo quiere admitir. Te lo resumiré de esta forma, Evan, cuando te moviste hacia Aura con la velocidad que los hiciste, pudo parecer que el que se movía eras tú, pero lo que se movió en realidad fue toda la existencia misma sobre el manto Etherico…
– ¿Y eso que significa…?
La niña, lo volteo a mirar para verle el rostro con la tenue luz de las lunas y las estrellas, y esbozando una alegre sonrisa le contesto:
– Significa que has hecho algo que tendrá repercusiones a la larga. De hecho, te puedo asegurar que ahora mismo estamos en un inconmensurable peligro de proporciones nunca antes visto sobre estas tierras. Lo que hiciste fue una aberración, una completa aberración para el orden del universo…
– No lo entiendo. No fue tan malo, ¿verdad? ¿Solo estas bromeando con tu jerga? Fue algo fugas, algo de lo que no tengo conocimiento de cómo ocurrió; solo paso por el momento de tensión.
– Evan… Mostraste algo que no debiste – dijo, mientras de su ojo empezaron a salir lagrimas-. Por ese ínfimo momento de odio, nos condenaste. Este lugar está condenado, todo está condenado.
– ¡¿Porque no me dijiste antes?! ¡Entonces debemos irnos de aquí cuanto antes! ¡Traeré a Aura y le diré que nos vamos en este instante!
– Sera lo mejor, sí, pero, no te preocupes, este mundo estuvo condenado justo cuando cruzaste esa puerta; lo que has hecho solo reafirmo ese hecho…
Evan, sintió como se le aceleraba el corazón por las palabras de la pequeña, quien solo se limitó a perder la mirada en aquellas estrellas, dejando a aquellos dos en un silencio absoluto.

En un segundo había sentido la perturbación Etherica más grande que pudo haber imaginado en toda su vida. El sentimiento de corrupción había sido tal, que su pequeño reloj se había retrasado una milésima de segundo a partir del hecho.
Baltazar, llevaba esperando que levantaran la alerta para poder ordenarle a sus chicos irse de ese lugar, pero tal parecía que eso estaba lejos de pasar.
Por tal hecho, había estado experimentando escalofríos tremendos en toda la nuca, parecidos en gran medida a los experimentados en los momentos de más alta tensión que había tenido en su vida. Sus muchachos parecían inmutables. Les había ordenado separase entre ellos a una distancia en la que se tuvieran a la vista, pero lo suficientemente separados como para abarcar una mayor área de terreno. Había, tambien, mandado a traer potentes aguascarras, pociones de gran poder, pues había tenido una mala corazonada sobre esa tarde. Le dio dos a cada uno, ordenándoles que las usaran sabiamente.
Para cuando las estrellas fueron millardos sobre la bóveda obscura, Baltazar, ya les había dicho unas cuantas palabras de aliento, como las que les había estado diciendo siempre, para mantener el ánimo. Los muchachos eran jóvenes, inexperimentados, se aburrían con facilidad, ellos no sabían lo que era la verdadera tención, mas, sin embargo, los niños se defendían bien. Aunque hubiera sido solo en entrenamientos y combates amistosos, los muchachos habían demostrado que podían dar el ancho en cualquier batalla, y por eso estaba orgulloso.
– Cualquiera con habilidades de detección agudas, podría haber dicho que lo que acaba de suceder no era normal – pensaba, Baltasar-, es decir: las posibilidades de que lo que acaba de ocurrir sean provocados por alguien, serian simplemente nulas. Algo poderoso está pasando, y quizás solo sea el inicio de algo grande… “Esa maldita sensación…” La batalla más grande de los reyes tuvo una repercusión en el manto Etherico que pudo ser percibida en absolutamente todo el Terrapilar. Su repercusión medida en la escala de Architetras, fue de 0.976, rompiendo todos los récores de la historia del Terrapilar, tocando el techo de las capacidades de la Almanidad. En dicha batalla, participaron el Rey Safron de la extinta Unión de Angeluz, con el Rey del emergente reino de Vilamikone, Zacarias de Borbón. En esa batalla, el nivel de creación rompió las fracciones de segundos, con apenas tres de ellos para crear una tormenta. Fue lo más feroz que se haya vivido en aquellos tiempos, y en la historia en general. El segundo récord lo experimente de primera mano, pero en esta batalla, un solo hombre distorsionaba todo a su alrededor con una escala de Architetras que rozo el 0. 917. Aun me quedo la fría sensación de que el tiempo y el espacio se veían directamente repercutidos por el descomunal poder que ejercía aquel muchacho que se convertiría en el rey al que nos postramos hoy.
La horrible Sención, emulaba el bochorno que se sentía después de una pequeña tormenta en un caluroso día de verano, tan sofocante y húmedo, aunado a los horribles escalofríos en el cuerpo como si de una enfermedad se tratara. Para los más sensibles, podía llegar a provocarles nauseas horribles y un intenso dolor de pecho, seguido de la angustia de no saber que está pasando.
Esos momentos de terror que provoca el poder de aquellos que tienen esa facilidad, aun me eriza el poco pelo que me queda – seguía, mientras veía al horizonte-. Decía mi abuelo, cuando él vivía y era comandante de la corte, “que el día que alguien rompa la barrera del punto porcentual, estaremos ante las puertas del infierno” Gracias a dios, nadie lo había logrado en ningún momento de la historia del Terrapilar. El que más se había acercado era Alexander, pero que ni él podría nunca superarlo, pues se necesitaría más del doble de Etherum para sobrepasar la última milésima. Aunque nos acerquemos, jamás pasaremos del 0.999 AT, nunca…

Sobre la montaña, frente a un templo perdido en los bosques, completamente enmarañado de enredaderas y naturaleza que crecía libre en sus paredes, se encontraba un hombre muy alto vestido con sotana negra y un listón que le amarraba, de un color rojo. El hombre, tenía el pelo largo amarrado en coleta que le llegaba hasta el talón de los pies, y una barba entrecana un tanto desarreglada. Sus ojos pardos eran de un color llamativamente verdusco que parecía anormal a la naturaleza circundante.
El hombre, volteo a ver a sus espaldas, pues algo siniestro le había llamado grandemente su atención. Era esa sanción de opresión que se sentía cuando su señor se enojaba con él. Pero, era extraño, pues el origen venia de la misma tierra que estaba pisando lo que le hacía pensar en el asunto, dándole vuelta para tratar de darle explicación a ese pequeño gran suceso.
– El campo Etherico fue perturbado a gran escala en apenas un momento… – se dijo, entrando en las altísimas puertas de aquel templo de piedra-. Solo un Krubin o Arcángel, o quizás, el mismísimo señor podría hacer semejante cosa.
El hombre se detuvo un instante, pero después siguió como si nada.

– Talvez… Talvez ya se haya dado cuenta de lo que puede ser capaz. Lo que en otras circunstancias significaría que debería buscarlo y entregarlo lo antes posible… No. Si eso pasa, nos quedaremos sin alimento por quien sabe cuánto tiempo. Primero será el festín, luego la entrega del Omega…
Aquel hombre cruzo la inmensa sala llena de pilares, para posteriormente llegar a otra puerta de piedra pesada, la cual el hombre solo tuvo que hacer un ademan con sus dedos para que esta se abriera. Al entrar en esta habitación, llego a unas escaleras que daban a una habitación llena de armaduras vacías de seres amorfos de gran tamaño.
– ¡Que los caídos se levanten! – vocifero- ¡Soy el cuidador de los que desobedecieron las palabras de mi señor! ¡Ustedes necios, levántense que su emancipación ha llegado!
El hombre había tenido en mente que los conflictos darían inicio pronto, y debía estar preparado con artillería celestial para garantizar la mayor cantidad de sangre. Había estado pensando en poner esos soldados, cuyo número no sobrepasarían los cien, a disposición del rey para poder tener considerable ventaja, pero, tal parece que las cosas habían cambiado de súbito.
– ¡El Omega, el alma más grande sobre el Terrapilar está aquí! ¡Caballeros caídos, les ordeno levantarse de su eterno sueno! – les gritaba en tono autoritario-. ¡Vean con regocijo el inicio de la última luna; la entrada definitiva al paraíso! ¡La esperada ascensión a la omnipotencia!
– El hombre, recorrió el camino repleto de aquellas armaduras, y poco a poco estas empezaron a moverse sin control, sonando aquellas viejas placas de metal pesado. La armadura que estaba al frente de aquel hombre se movió primero, y caminando paso a paso con sonido metálico pesado, se acercó al hombre y se postro ante él.
– ¡Mi señor, nosotros los caídos te reiteramos nuestro total apoyo a usted y al que se posa sobre todos nosotros, y con benevolencia nos castigó! – dijo, aquella armadura, con voz gutural-. ¡Le rogamos piedad, y que no se olvide de nosotros a la hora del inicio de su nuevo reino!
– Alma perdida, experimentaste hambre, y por eso bajaste a comer. Mi señor se apiado de ti, dándote descanso en el Terrapilar. Fácil para él hubiera sido condenarte a las calderas para que la amalgama de Almas que te conforma, sirviera como combustible a su noble objetivo, pero no, él me dijo “muéstrale piedad y dale una última oportunidad de ascender conmigo al paraíso” y yo lo hice. Ahora empieza su última encomienda. Fallen y se quemaran por los siglos de los siglos en las calderas junto a las almas que han estado allí por eones.
– Dales órdenes a mis caballeros señor, y veras como rápidamente hacemos caer una nación un continente, o el planeta entero….

Alexander, se dirigía justo a buscar a Bermoth a paso acelerado. Junto a él, iba su asistente, la señorita Lafountain, acompañándole, y tratando de seguirle el paso. El edificio, era la central de control de la primera fuerza militar en Etnamos, con su sede en la capital, Gabrelea. El edificio contaba con una forma de estrella de seis puntas, con inmensas ventanas de fino cristal que fungían como espejo. En cada una de sus puntas contaba con una antena, las cuales servían para enviar señales a largas distancias, más que todo a los estadios circundantes. Aunque no eran del todo exactas, las cartas seguían siendo la forma más confiable de comunicarse a través de inmensas distancias, como desde antaño se venía haciendo en aquel lugar.
– ¿Lo sentiste? – le pregunto Alexander.
– Pude notarlo, si, fue una sensación horrible que me erizo el vello… -contesto.
– ¡Mierda! Ahora si vamos a estar jodidos si no ponemos manos a la obra -dijo Alexander, mientras trataba de recordar la puerta correcta de aquella amalgama de pasillos infinitos-. Ya empezó y la señal ya fue dada de forma tan sutil. El maldito muchacho no pudo controlarse…
– Aura ¿Ella estará bien? Ella es la única que me importa ahora – aclaro, agachando un poco la mirada-. Bermoth aún no ha dado noticias de la pareja… ¿Y ahora esto?
– Pudo haber sido peor. El pequeño pudo haber liberado todas sus anclas y haber volado todo a su al rededor. Bueno, desaparecer súbitamente todo a su alrededor sería el termino – se estremeció, Alexander, encontrando, por fin, la puerta correcta.
Alexander, puso su mano sobre la perilla y dándole un giro la abrió de súbito, encontrando en su interior, una habitación vacía. Poco más de un par de papeles sobre una silla, era todo lo que pudo encontrar.
– Pero que… ¡mierda! Pero si dijeron que esta era su maldito cubículo – dijo enfurecido y dando un golpe en el marco-. ¿Que nadie trabaja aquí?
– Los edificios administrativos quedaron vacíos desde que se reestructuro el sistema, haciendo este más eficiente – aclaro, Lucille-. Apenas un puñado de personas están en este lugar, y lo mantienen funcionando a la perfección.
– Si, supongo que lo único para lo que servían era para la Guerra… Pero ahora lo que nos importa ese cabron de Bermoth ¿Dónde estará?
– No lo sé, pero quizás lo mejor sea tomar el asunto en tus propias manos desde ahora -sugirió, Lucille ojeando los papeles sobre la silla-. Si lo que paso es tan grave como lo imaginamos, deberemos traerlos personalmente. Yo sugiero ir de civil, sin cargos de ningún tipo, solos. Teniendo en cuenta las coordenadas que Bermoth nos dio del lugar de Vilas en la que llegaron los muchachos, sería más fácil buscar. Si tu gustas, yo podría ir…
– No, de ninguna manera. Iré yo, encubierto de ser necesario. Tú te quedaras al mando del lugar. Creí que podría dejar a ese imbécil, pero lo único para lo que ha servido es para decepcionarme cada vez que ha tenido la oportunidad. Me iré ahora mismo a la frontera, así que… reina Lucille, le dejare el mando de todo a usted…
La mujer se sorprendió, pues el apelativo de reina, jamás lo había utilizado con ella de forma seria.
– ¡No creo que debería bromear de esa forma…!
– No creo que yo bromee con algo así. Además, los rangos inferiores saben quién es la cabeza del reino cuando yo no estoy disponible, pero no muerto… será cuestión de un par de días, solo será para poner fin a esta situación, y con suerte traer lo más pronto posible a nuestra niña.

Bermoth, se encontraba descansando sobre una escalera de fino mármol, ornamentada con bellos azulejos de cristal de un hermoso color lila. Tomando de su botella, se percató que, por una milésima de segundo, había saltado una micronesima al pasado, lo que le permitió darse una idea de la magnitud del fuego con el que estaba jugando su padre y sintió lo que interpreto como verdadero miedo.
– Esto se va a poner bueno. Si ese sujeto tiene esa capacidad, definitivamente no estaremos ante cualquier persona – pensó, Bermoth mientras se peinaba el pelo con los dedos-.
Ese poder debe ser lo que hizo caer a Kruger… Todo hubiera ido con normalidad: la chica estaría muerta y el chico estaría en mis manos siendo investigado, pero, obviamente no era alguien normal, no, hablamos de alguien que acaba de saltar en el tiempo de una forma que solo se puede describir como aberrante. Si los dos niñatos aún están en Vilas, corremos el riesgo de que esa arma de destrucción masiva que quiere Alexander caiga en sus manos; lo que por ende significaría nuestra caída sin duda alguna…

Bermoth se levantó y siguió hacia adelante, y al cruzar un portal lleno de ventanas, se percató de la figura que se alzaba frente a él, a unos metros. Una persona, no más alta que él, completamente cubierta por un velo de encaje negro que le cubría toda la cara. Sobre su cabeza, una hermosa corona de dorado color con gran cantidad de piedras incrustas que brillaban con la poca luz que entraba por los ventanales cuya luz se opacaba por los árboles que crecían afuera. La persona, mostraba unos delicados pies blanquecinos, de delicado porte como los de una doncella.
– Penumbras, como te gusta ¿eh? Hace unos días mande a poner luz a este lugar para que siempre estuviera claro, pero, tal parece que las volviste a quemar otra vez; no importa – le dijo mientras se acercaba a la figura-. Las cosas con mi padre no andan bien… aun. No parece que se le dé solución a ningún problema, pues sigue poniendo por encima de nosotros a una ramera y una bastarda. Sigo sin poder entenderlo. Como puede tener a dos mujeres que le amen con desdén y aun así… seguir estando ciego. No lo entiendo.
Bermoth se le acerco a la figura, pero esta se alejó en un parpadeo.
– Hace unos días mande a traerte una prisionera de los calabozos para que jugaras. Creo que su nombre era… Alegra, si, ese era su nombre, Alegra. ¿Dónde la tienes? ¿Ya la…? Tú sabes… “Eliminaste…” Déjame decirte que esa era un prodigio de la medicina, no era cualquier persona, y la traje para que pudieras empezar a hablar con alguien un poco más inteligente, porque a los otros los dejaste hechos un desastre…
Bermoth intento una vez más acercarse, pero fue en vano, la figura se volvió a alejar.
– Mama te envió saludos. Dijo que había estado ocupada con sus asuntos, aquellos que una vez te conto en secreto y que por eso no podía estar contigo. Además, no es que estés encerrada ni nada por el estilo. De hecho, me gustaría mostraste como están los jardines del palacio en los que solíamos jugar ¿recuerdas, cierto? Hace poco, tambien estuve en los tribunales en los que solíamos molestar a las personas, y que mama nos congela los pies a ambos para que dejáramos de hacer travesuras ¿recuerdas?
La chica esbozo una linda sonrisa que Bermoth pudo apreciar por la tela traslucida de su velo negro. El joven experimento algo que no sabía que podía volver a experimentar; autentica felicidad. Bermoth se volvió a acercar y esta vez no se alejó, se quedó justo frente a él. Con delicadeza le aparto el velo y le vio el rostro, tan perfecto, sin ningún tipo de imperfección, casi como el de su madre, de una belleza espectacular.
– Como te prometí una vez frente a nuestro padre y a nuestra madre: Tú serás la más hermosa princesa que este reino haya visto.

Li, sentada sobre aquella roca, no muy grande, se levantó y la recogió del suelo con tan solo una mano, como si esta no pesara en lo absoluto. Con ademan le ordeno que se levantara Evan, y se la dio en las manos. Justo cuando este la tomo, se fue de bruces contra el suelo. De no ser porque la soltó a tiempo, talvez se hubiera fracturado ambas manos.
– ¿Por qué pesa tanto? ¿y cómo es que tu…? – pregunto sorprendido mientras se ponía de pie- ¡Pesaba como si estuviera hecha de metal solido!
La pequeña volvió a tomar la roca con una mano, pero, para variar, la balanceo sobre un dedo como jugando con ella.
– Mira mi cuerpo, Evan, mira mis brazos lo delgados que son, míralos. Alguien como yo no debería ser capaz de hacer algo así, pero sin duda lo estoy haciendo, ¡mira!
– Lo veo, pero no lo comprendo del todo… – le contesto Evan, sin hallar explicación.
– Vuelve a explicar la analogía del amor y la fe con el Ether y la intención, y veras como tu Kidon se activa sin que puedas hacer algo al respecto, porque para él es fácil comunicarse con sus homólogos.
– No sé de lo que hablas. A veces creo que balbuceo dormido, pero de allí no recuerdo realmente nada de lo que me dice esa voz interior.
– El cambio es tan sutil, que me cuesta saber con quién estoy hablando. Aunque el Kidon es una extensión de tu ser, tal parece que para ti es como un alter ego completamente diferente. No lo entiendo…
– Yo tampoco… solo vámonos ya ¿quieres?
– Evan, dime, ¿qué es el amor?
El destello de sus ojos fue apenas perceptible, pero lo suficientemente claro para saber que había encontrado una especie de interruptor. A la niña se le tornaron los ojos del color dorado característicos del Kidon y cuando se le acercó al rostro a Evan, pudo notar que los de él tambien se empezaban a tornar amarillos con pequeños destellos de arenilla brillante, casi imperceptibles al ojo común.
– Lilian, presionar tantas veces el mismo botón solo hará que deje de funcionar – señaló, Evan, con tono y semblante serio-. Porque insistes en saber lo que sabes. Ya comprobaste quien soy y lo que pasara a continuación ¿para qué tanto misterio?
La pequeña, con su cara cambiada por la de una de seriedad, puso su mano sobre el pecho de Evan.
– Tu llegada a este mundo no es casualidad. Solo tenías que cruzar la puerta para condenar una existencia entera, ¿no era mejor quedarte en tu mundo donde ya tienen un dios omnipotente que los cuidase? ¿Por qué venir a este lugar a destruir todo hasta los cimientos?
– Porque para mí es licito volver al manto Etherico del que soy parte. Si yo muriera en aquel lugar, mi alma cruzaría el portal de estas tierras a volver el eterno ciclo de reencarnaciones; para nosotros ya no existe la salvación, Lilian. Para nosotros solo nos queda ser parte de la condenación en las calderas. Así como tu alma se ha venido quemando desde eones, así la mía, como la de todos sobre este lugar, se quemará hasta que el tiempo no pueda avanzar más y se tenga que retraer para empezar todo igual de la misma y exacta manera…
– Kidon que te muestras ante mi ¿Qué sabes de tu lado del Etéreo, que no sepa de mi lado? – pregunto, Li, como hipnotizada.
– Siento decir, que lamentablemente en el espacio que ocupo en la existencia del etéreo, solo existe conocimiento incompleto que me ancla a Evan de esta forma tan inocua.
Los destellos de sus ojos se apagaron, quedando de su color natural.
El joven miro al cielo y reflexiono sobre las circunstancias que lo habían puesto en la situación en la que se encontraba ahora, llegando a dudar de si sería realmente una persona lo suficientemente fuerte como para soportarlo. En su mente revoloteaban locas ideas, que le quitaban el sueño por las noches, pero que había logrado calmarlos con un poco de meditación, pero una que otra vez resurgían para atormentarlo. Cuando hubo hecho los comentarios a Li, ella solo le había añadido que eran los pensamientos que trataban de encontrar su justo orden, para mostrar una verdad entera y no solo una fracción como lo venía haciendo hasta ahora.
– ¿Por qué los ojos amarillos? – pregunto, el joven.
– Los ojos son el reflejo del alma. ¿Has escuchado eso alguna vez?
– En mi mundo tambien se conoce esa frase, sí.
– Bueno, eso es porque es una verdad absoluta. Mira los ojos de una persona, que jamás te mentirán. Así saber si está gozando o sufriendo es muy fácil. Ahora. El porqué del tono dorado solo se explica por la fusión que existe entre la persona y el Kidon gestor del ser. Siendo esta una alusión al cordón dorado que los une a ambos, así como el de plata los mantiene unido el alma al cuerpo. La diferencia más grande es que el cordón de plata puede romperse, mientras que el dorado es completamente imposible.
– ¿Quienes poseen el Kidon gestor del ser? ¿personas especiales? – inquirió, Evan.
– Absolutamente todo ser que posee en su cuerpo un alma, deberá poseer, en su defecto, un Kidon. Eso tambien es una verdad absoluta – explico, Li mirando al cielo tambien-. Lo que sucede que solo aquellos con mayor receptividad al etéreo, que es donde se encuentra ahora mismo, pueden manifestarlo como nosotros lo hacemos, y de la forma en que lo hacemos. Preguntar al etéreo ¿Dónde estás Kidon? No da como resultado nada. Sin embargo, la realización espiritual del ser, eso es más efectivo. ¿cómo te realizas espiritualmente? Empieza a reconocer la fuerza que mantiene a la materia unida, “Etherum”, o “el amor” como parte fundamental del universo. Cuando lo hayas hecho, prepárate para empezar a perder la noción de la realidad, para volverte al mundo de las maravillas.
– Mi Kidon, ¿cómo puedo hacer para comunicarme con el sin que este tome posesión de mi cuerpo?
– Amalo. Pero recuerda que amarlo requiere amarte a ti mismo, así que amate mucho. Dentro de poco veras como el, poco a poco se manifiesta al punto de poder hacerse palpable en este mundo. Así yo poder verlo y amarlo tambien…
Evan, alzo su mano al cielo e imagino que las estrella se movían al son de sus dedos. Imagino dando forma a las estrellas, creando curiosas formas en su cabeza.
– Se me dificulta hacer tanto eso… cuando la mayor parte de mi amor se lo llevo ella con sus negativas – suspiro, Evan, mientras los ojos se le empezaban a aguar-. No sé. Desde que eh estado con ella, no hecho, sino que obsesionarme más, al punto de pensar en quitarme la vida. No sé en qué momento ella tomo control de mi ser… ¿Por qué me es difícil dirigir mi atención hacia otras cosas que no sean ella?
– Eso es más que perfecto, porque, así como ella te lo dijo hace rato, cada vez que hagas algo, piensa siempre en ella. Aunque ella no sea la persona para ti, deberá al menos convertirse en tu interruptor secreto. Si sientes que protegerla a ella te traerá fuerza, ¡vamos, inténtalo! Si tu mama te trae fuerzas, ¡Vamos, inténtalo! Tienes absolutamente todo a tu favor, y una vez que logres despejar las lagunas mentales que creas, serás invencible, Evan Blanc de la tierra…

Cuando hubo terminado de decir esto, en el cielo aparecieron tres estrellas fugaces que dibujaban una estela brillante en curva, desde el horizonte con dirección a los muros a una velocidad vertiginosa. Li, las vio, y advirtió que algo no estaba bien con eso.
– ¡Evan Blanc, tu luz se prendió como serillo en la profunda obscuridad, y ahora que te han visto, vienen por ti…! – advirtió la pequeña, quien tomaba la mano del joven-. ¡Nos iremos ahora! ¡Trataremos de saltar esos muros de la forma más rustica que se me venga a la mente! ¡Rápido, llama a Aura! ¡dile que nos vamos!
Rápidamente, el chico corrió hacia la dirección en donde se encontraba la chica, trastabillando con los arbustos. Li, por su parte, busco al ave, quien todavía seguía engullendo vallas de las copas más altas de aquellos árboles, y con silbido sordo, le indico que se preparara.
Evan, recogió a la chica, quien todavía no daba merito a lo que sucedía, recogió rápidamente sus cosas, sin olvidar el valioso libro, y corrió con la chica en brazos quien se agarraba fuertemente al cuello de Evan.
Li, montada en el ave, corrió al encuentro de la pareja que, sin vacilar, se montó. Primero Evan, lanzo a aura, quien fue rápidamente agarrada por la niña., y posteriormente el, quien se lanzó de un brinco impulsado por aire. Cuando los tres estuvieron montados en el ave, este acelero a la mayor velocidad que sus patas le permitieron en ese momento.
– ¡¿Qué pasa?! – pregunto Aura, muy desubicada.
Ella sabía que partirían al amanecer, pero no sabía que tenía que ser de forma tan brusca.
El muro se encontraba cerca, a unos cuantos kilómetros. El ave empezó a romper las barreras del sonido para intentar llevar una buena velocidad, corriendo sobre terreno desigual, arboledas, arbustos y rocas, aquel animal no paraba por nada. La carga de Ether y vallas le había dado la suficiente energía como para correr un par de horas a máxima velocidad.
Li, le ordeno a Evan que cuando ella diera la señal, creara una fuerza masiva de aire ascendente, de preferencia caliente, para que aquel animal pudiera tomar vuelo con tres polisones encima de ella.
– ¡¿Cómo rayos voy a hacer eso?! – pregunto, Evan.
– Imaginando que lo haces… -respondió, Li-. Tienes a tu interruptor agarrado, solo presiónalo contra tu pecho, y ve como suceden las cosas.
Evan, abrazo a Aura y esta hizo lo mismo con la niña. El ave, en una sucesión de tres explosiones de aire, alcanzo la velocidad máxima, haciendo que aquellos jóvenes se agarraran a las plumas de aquel animal, apretando sus piernas con todas sus fuerzas. El cabello liso, aunque corto, le molestaba la cara a Evan, quien pudo sentir como se empezaba a tragar los cabellos, siendo que, a esta, le molestaba más que la apretaran tanto.
Cortando el mar de insectos de fuego, Li, diviso como las tres luces, que se veían en el cielo, iban aún más rápido, siendo que estas ya habían cruzado la mitad del cielo.
– ¡Evan, prepara esa fe tuya, porque si no cruzamos ahora puede que ya no lo hagamos nunca! Prepárate con estas palabras: “et exsurgit Zephirus” -ordeno la pequeña-. ¡Si el Ether te falta; tomaras el nuestro sin dudarlo ¿entendiste?!
Cuando Li, creyó estar a la distancia correcta, esta le grito con voz su voz a punto de desgarrarse – ¡Ahora, mierda! –
– ¡“et exsurgit Zephirus, partum masive”! – conjuro, hasta dejar casi sorda a Aura
Los ojos, de Evan, aunque serrados, se percató que podía ver a distancias. Podía ver, a Aura y su corazón acelerado. Podía ver a Li, pero a ella no le podía ver su interior.
Por primera vez había estado consiente de aquel estado de inconciencia inducido por la manifestación de aquel ser, el cual provocaba que la coloración de sus ojos se tornara al color dorado. No podía decir que estaba realmente emocionado, cuando asustado era la palabra que mejor definía aquel estado. En aquel momento, fue capaz de percibir el Etherum que mantenía a la materia que lo conformaba, y era como estar viendo inmensas dunas de arena suave, completamente moldeables a la voluntad del ser. Un estado que a la persona realmente le hacía sentir la materia en su estado base, sin distinción de nada.
Una inmensa corriente de aire caliente empezó a levantar aquel animal, al cual, Li, le dio la orden de desplegar las alas. Unas alas de multicolor plumaje, ahondado a los diseños de colores fluorescentes, completamente hermosos a la vista de cualquiera, se dejaron ver. El animal empezó a aletear un poco, sin dejar de correr. Al poco tiempo, Li le ordeno a Evan que concentrara toda su energía en la ráfaga de aire ascendente para poder alzar vuelo con los tres montados.
¡aer vim, virtutem maximam! – grito, Evan, imaginando que aquellas dunas de arena formaban un potente cascada ascendente-.
El ave empezó a batir con mayor fuerza sus alas, al mismo tiempo que el aire se tornaba aún más caliente y fuerte hacía arriba. Empezaron por fin a despegar, siendo que el animal ya había encogido sus patas y había empezado tomar realmente vuelo.
Al principio parecía que se iban a estrellar, pero al final, aquel animal se elevó de forma majestuosa, manteniendo la velocidad mas no la altura necesaria como para poder saltar aquel inmenso muro, el cual ya casi tenían enfrente.
Detrás de ellos, tres estrellas fugaces casi estaban sobre ellos a una altura muy alta, dejando aquella estela de velocidad. Sin vacilar, Li, se paró sobre aquel animal al mismo tiempo que aura la sujetaba con fuerza para que esta no cayera. La pequeña, soltándose, se dirigió hacia las espaldas de Evan, como un mono agarrada de la espalda de este, quien claramente había activado el Kidon, y este le estaba consumiendo el Ether a gran velocidad. Li, sabiendo que en cualquier momento caerían, sosteniéndose con una mano del hombro de Evan, apuntando con su boca a la parte trasera del animal del animal.
¡boiler flos flamma! – grito, con voz desgarrada y desesperada, haciendo emerger de su boca una inmensa flama de color azulado de temperatura infernal que termino de acelerarlos a velocidad hipersónica. El ave, apunto su vuelo de forma que pudieran tomar la altura faltante, e impulsada con la flama de Li, pudieron alcanzar su objeto, justo al momento de que las tres luces estaban justo sobre ellos.
El muro se divisaba al frente, acercándose rápidamente. Evan sujetaba a Aura, mientras que con la otra trataba de sujetar a Li, cuya temperatura ya estaba en un estado insostenible, provocando quemaduras en la mano de Evan, quien se aferraba a las chicas, mientras trataba de mantener la corriente de aire ascendente. Aura, por su parte, trataba de drenar un poco de su Ether hacia Evan, quien al mismo tiempo trataba de drenar un poco a Li.
La flama de Li, la cual logro alcanzar los ciento veinte metros de distancia, poco a poco se apagaba, dejando a una muy cansada niña, apunto del desmayo. De igual forma se sentía Evan, cuyos ojos se habían apagado y empezaba a sentir la agonía del cansancio extremo.
Aura, veía como casi estaban sobre aquellos inmensos muros agrietados, Y viendo por fin la cima, noto que estos eran tan gruesos que se perdía su final en el horizonte. Los claros destellos del sol se empezaban a notar ya, dejando que las estrellas se ocultaran nuevamente en un degradado de colores naranjas y un poco purpúreos. Por un momento, ella experimento felicidad que le invadió todo el cuerpo como un escalofrió.

Cruzaron, y Aura sintió como todo parecía como una cámara lenta que se negaba a avanzar sus fotogramas. Las patas de aquel animal hermoso, rozaron un poco el suelo de aquel muro, casi al mismo tiempo que las flamas infernales de Li se apagaban, y un Evan completamente agotado, casi se desmayaba, aunque en ningún momento perdió las fuerzas de las manos que sujetaban a las chicas; en ningún momento dejo de abrazar lo más importante para él.
Los destellos de partículas de color amarillo que la majestuosa ave dejaba detrás de si, se fusionaban a las partículas del fuego que se extinguió de la boca de aquella pequeña. El ave, pudo sentir como la corriente ascendente que la elevaba se terminaba, volviéndola tan pesada que la obligaba a descender poco a poco sobre la superficie terrosa del muro.
Sin darse cuenta, de la nada, unos hombres de armadura, sacaban cadenas de la nada y las lanzaban al cuello del animal, y sus patas, haciéndola caer de bruces al suelo.
Los que Aura creía ser solo cuatro hombres rápidamente se convirtieron en un centenar que se dirigían hacia ellos. Evan, estaba semi inconsciente recostado sobre la espalda de Aura, y este a su vez tenía recostada en su espalda a la pequeña, Li, quienes en ningún momento había percibido que habían caído. Aura se soltó del fuerte agarre de Evan, y como pudo se levantó dejando caer a los otros dos sobre la espalda de aquel animal, el cual gritaba de dolor por las cadenas que lo apresaban.
Aura, prepotente, desenvaino su espada, sacándola de su pierna derecha, y llamando al velo de sangre, que cubrió su cuerpo rápidamente. La chica vio como los cuatro hombres que mantenían agarradas las cadenas estaban a unos diez metros, esperando que los demás llegasen.
– ¡¿Que está pasando? ¡No lo entiendo…! ¡¿Por qué nos detienen?! Creí que ya todo sería miel sobre hojuelas cruzando esto. No lo entiendo… – se preguntó, la chica, pensando en la forma de salir de esa situación sin tener que matar a nadie.
Cuando más hombres estuvieron cerca, lanzaron las cadenas hacia Aura, amarrándole primero su mano con la que sostenía la espada, luego su pierna derecha, y posteriormente su cintura.
Aquellas cadenas poseían en cada eslabón pequeñas púas dispuestas como uñas de gato que al contacto con la piel provocaban un dolor inimaginable, que al paso del poco tiempo se terminaban encajando más y más, al punto que liberarse provocaría aún más dolor.
Aura, apunto de soltar el llanto por la frustración y el dolor, tiro su espada, tratando de cubrirse la cara con su mano libre. Uno de aquellos caballeros le tiro una cadena con intención de apresarle el cuello, pero antes de que esta pudiera siquiera llegar, un Evan, enfurecido, corto la cadena de un tajo con su espada, Klarissa.
Evan, se paró frente a la chica y de un tajo la libero de aquellas cadenas al mismo tiempo que alguno de aquellos hombres sacaban lo que para Evan, eran claramente armas de fuego. Para ese momento ya estaban completamente rodeados por poco más de cien hombres a una distancia de poco más de cincuenta metros dispuestos en un área circular.
– Si los intento matar, tambien los matare a ustedes – dijo Aura, sin esperanzas y en medio de sollozos-. No lo entiendo, Evan. ¿Qué hice mal? ¿Por qué nos tiene que pasar esto?
– Aura, ten por seguro que mis fuerzas ya mermaron. Estoy apenas consiente y no miro muy bien. Mis esperanzas acaban de mermar un poco tambien, pero una cosa tienes que saber; que mientras mi alma habite este cuerpo, nunca te voy a abandonar…
Evan, saco de su bolsillo la libreta, la abrió y memorizo algunos hechizos y conjuros. Vio que una veintena de hombres trataba de acercarse a Li, mientras que otro veintenar habían sacado sus armas y le apuntaban.
– El objetivo es simple: ¡liberar al ave, montarse e irse lo más rápido que se pueda, evitando matar o morir…! – se dijo el muchacho, preparándose para dar hasta lo último de sí.

Capítulo 10: Revelación.

No iba a ser fácil. Se sentía como si hubiera corrido un maratón; tan cansado que el cuerpo le pesaba, como si llevara puesto una camisa de plomo. Su vista no estaba del todo bien tampoco, por momentos veía como si todo se desvaneciera. En ese estado lo único que podría lograr seria que los mataran, por imprudentes.
Hablar no parecía ser una opción, no parecían del todo amigables con sus yelmos de cabeza entera que impedían ver sus rostros.
– ¡No somos enemigos! ¡No ataquen! – grito, Evan a la multitud de soldados que poco a poco se reunía a su alrededor al punto de ya no saber su número.
El viejo Baltazar, se habría paso a través de sus muchachos, los que habían mantenido su distancia en su perímetro, tratando de mandar para atrás a los que se habian adelantado de más. Solo los hombres que estaban sujetando con cadenas al animal, eran los únicos que estaban en riesgo.
– Hemos identificado a los terroristas de Vilas; con ellos vienen dos con las pocas descripciones que se nos dieron, y una niña que permanece con el ave en estado de aparente inconciencia – dijo uno de los soldados, informando la situación a su superior a medida que se acercaban-. La bruja, activo su manto de sangre en claro modo de ataque, por lo que todo apunta a que son hostiles. Sugiero eliminarlos, señor…

– ¡No somos enemigos! ¡¿Qué no lo ven?! ¡por favor déjeme hablar con alguien! – seguía Evan, en clara desesperación.

Baltazar, llego al punto, y saco su mini telescopio, para poder ver mejor a sus objetivos.
– Están gritando algo ¿Qué dice? – pregunto, Baltazar.
– Creo que dicen que no son enemigos. No lo sé – informo-. El chico, saco una espada de su cuerpo, por lo que puede ser caballero. La chica es casi seguro que es la bruja de la carta, mi señor. Lo que sugiero es, proceder en la ejecución inmediata de los peligros; una vida de los nuestros, vale mil veces que la de esas escorias, mi señor.

Evan, trataba de gritarle a los hombres los cuales ni se inmutaban en lo más mínimo.
– ¡Sobre las venas de esta chica corre la sangre de su rey y de su reina! ¡Lastimarla traería la muerte para todo el grupo! ¡pido piedad para la sangre real! – vociferaba a todo pulmón.
– Evan, basta… -murmuro, Aura.
– ¡El magnicidio se paga con la muerte, caballeros!
– ¡Evan, ya!
– ¡Esta de acá es su futura reina! ¡arrodíllense, maldita sea!
– ¡Evan…!

Baltazar, trataba de ponerle atención a lo que decía, pero sus envejecidos oídos apenas y podían escuchar murmullos.
– Esa parte me parecía algo clara ¿Qué dijo en realidad? – le pregunto a uno de los caballeros que estaba a su lado.
– Dijo que estamos ante la reina y que deberíamos postrarnos ante ella – le aclaro.
– Bueno… eso sería más que suficiente como para condenar a cualquiera. Vamos a hacer algo ¿quieren? – les dijo a todos mediante su conexión serrada-. Me voy a acercar a una distancia prudente. A medida que yo lo haga, los de las cadenas van a ir retrocediendo sin soltar al animal y expandiendo las cadenas. Cuando yo de señal, que los caballeros disparen sin piedad. Yo tratare de apartarme lo más rápido que se pueda ¿entendido?
– Señor, yo sugiero ejecutarlos. Digo. El estado está en todo su derecho de eliminar a forasteros de otras tierras sin consentimiento de nadie. ¿Por qué arriesgarse?
Talvez solo buscaba ver bien a ese par de jóvenes, quizás reconsiderar una decisión final, quizás solo quería entender sus pensamientos, pero de lo que estaba seguro era de que no debían pasar ese muro.
Lentamente se acercaba, mostrando sus manos en todo momento solo para corrobórales que les prestaría un oído, para un par de palabras. Evan, se le quedo viendo al anciano que se acercaba. Guardo su espada tambien, y trato de decirle a Aura, que se serenara, que pronto estaría en casa, pero esta no parecía escucharlo.
– Guarda el manto Aura, que no vamos a hacer nada imprudente. Solo guárdalo, por favor. – le dijo, en tono autoritario.
En su cara se empezaba a ver la misma seriedad que mostraba para cuando todo se iba al garete, aquella que a Aura no le gustaba ver pues lejos de soluciones solo traía problemas.
– Mientras estés conmigo, nada te pasara. Confía en mí – reitero.
Aquella chica, acato lo que Evan le dijo y termino por retraer la sangre. Sus ojos, aun aguados, le impedían ver bien el rostro del chico, pero sí pudo notar que el chico estaba muy exhausto. Li, aun dormía sobre el animal, el cual seguía batiendo sus alas tratando desesperadamente de soltarse de las cadenas que lo apresaban, solo logrando lastimarse.
– Quizás la vía pacífica sea la solución… o quizás no… – se dijo, Aura, poniéndose en cuclillas y secando un poco sus lágrimas.
Baltazar, se detuvo al estar a una distancia de unos quince metros de la pareja. El viejo, alerto que estaba en la posición y que bajo su señal acabarán con todo.
– Heme aquí ante ustedes; Sir Baltasar Magnolias: caballero a las órdenes del único y legitimo portador de la vara de hierro sobre estas tierras – empezaba aquel hombre su discurso-. Se me ha informado de terroristas que buscan huir a nuestras pacificas tierras; un hombre y una bruja carmesí. La información no estaba para nada herrada, pues ante mi están un hombre y una bruja de sangre. Lamentablemente, el tipo de procedimiento me exige eliminarlos sin miramientos, sin tentarme el corazón, pero mi corazón no aguantaría ver morir a dos personas sin antes saber el motivo de sus crímenes. Esto solo lo hago como un capricho de viejo, y como tal, se me partiría el alma de no saberlo. Quiero que me den un motivo para yo no mancharme las manos con su sangre… claro está que de llegar a un acuerdo, su destino no sería para nada distinto, quizás solo la espera de la horca en los calabozos seria…
– Caballero, en sus manos encomiendo la vida de esta mujer que está a mi lado, que es quizás la cosa más hermosa que le haya pasado a este reino – empezaba Evan-; la llegada de la legitima sucesión de sangre de la familia Vermillion. ¡Hela aquí! ¡de rodillas ante la princesa!
De repente, aquellos hombres empezaron a estallar en carcajadas burlonas, que no hacían si no que terminar de mellar en la cabeza de aquella chica.
– Muchacho. Fácil te hubiera sido inventar algo mejor que eso. Te di una oportunidad ¿y me escupes a la cara? – reprocho, el viejo- ¡¿Sigues escupiendo blasfemias sobre mi tierra?! ¡¿te burlas de mí rey, en mí cara?!
– ¡Caballeros, escúchenme! ¡Sobre ustedes caerá el castigo de su rey si algo le pasa a esta mujer! ¡Cállense la maldita boca de una buena vez!
– ¡Evan, cállate de una vez! – le grito, Aura, parándose de repente y poniéndole una mano sobre el hombro, notando lo tenso que este estaba.
– ¡Mírenme! ¡Yo soy el tormento de las calderas del fuego eterno! ¡sobre mi eje darán vueltas eternamente al calor de las brasas, almas malditas! – vocifero, Evan, con el tono de voz claramente más, grave, dando fin a las incesantes carcajadas de aquellos hombres-. ¡si ante ella no se arrodillaron, ante mi si lo harán!
El tono de ojos de Evan se tornó del color oro, y sumado a ello, un anillo de color rojo en los bordes, con tintes degradados hacia el iris. Aura no se percató de esto, pero si noto el tono grave de su voz, la cual la asusto mucho.

Li, abrió lentamente los ojos, viendo solo un paisaje de colores difuminados, y se percató entonces, que el lugar se movía muy bruscamente, revolviéndole el estómago, al punto de casi expulsar todo lo que había comido. Cuando la vista se le aclaro, vio como aquella ave agonizaba de dolor, atada a unas cadenas que la lastimaban. Los gritos desesperados, se tornaron espeluznantes al punto que la pequeña se espantó por la crueldad de aquella escena.
Estaban rodeados por una gran cantidad de hombres, de los cuales un puñado tenían sobre el ave las cadenas. Evan y Aura estaban a unos cuantos metros y un hombre hablaba con ellos. Por la distancia no se podía entender lo que decían, pero tal parecía que Evan les gritaba algo con una voz poco natural en él. Miro a las alturas en busca de las estrellas fugaces que los perseguían, y las vio dibujando un circulo. Fue en ese entonces que entendió la situación de una vez por todas.
La pequeña, se bajó del ave agonizante, la cual daba los últimos pataleos y aleteos de su vida, para terminar, quedándose completamente estática. Ya sus gritos de dolor se apaciguaron y dieron lugar a la tranquilidad con un último estirón de pata.
Se le escapo una lagrima de dolor por la muerte de tan noble animal, el cual solo pidió como recompensa un poco de Etherum para calmar su sed y que sus plumas se vieran un poco más bellas de lo que ya eran.

– … Y tus plumas fueron bellas, amigo… – le dijo, muy triste, dándole un abrazo.

– ¡Oye tú! ¡No te muevas! ¡¿Quién eres y por qué estas con ellos?! – le grito uno de aquellos hombres a la distancia.
Li, se dijo a si misma: “Nadie merece morir sin motivo alguno…” pero le habían dado tantos que enumerarlos le tomaría todo el día.
Con sus manos tomo la cadena tensada del cuello del animal muerto, y de un tirón la corto como si estuviera hecha de plastilina. Los hombres al ver esto, soltaron las cadenas restantes y empezaron a retroceder hasta unirse con los demás. Para entonces, la pequeña volvió a mostrar, en sus ojos, su Kidon.
– ¡Estaremos todos condenados de no hacer algo pronto! – se dijo, desconsolada, mirando al cielo.

Evan, frente a aquel hombre, mostraba fiereza en cada palabra que salía de su boca, obligando a Baltazar a tomar una decisión que debía de haber tomado en los primeros minutos, y sin vacilar. Los jóvenes claramente estaban demasiado desubicados.
– ¡Señor, la niña que estaba encima del animal, se ha mostrado hostil ante nosotros tambien, pero lo más sorprendente es que ha mostrado un Kidon en sus ojos! ¿Qué procede, señor? – solicito, uno de sus soldados a través de su telepatía compartida.
– ¡¿Cómo qué Kidon?!
– Si señor, Kidon… sus ojos lo mostraron.
– No dejen que se mueva de donde esta ¡¿entendieron?!

Evan, claramente más alterado, empezaba a buscar los puntos más fiables para escapar, tratando de calcular milimétricamente la menor cantidad de daño colateral. Por alguna razón algo se le había revuelto en la cabeza y un instinto asesino se había apoderado de él. Como cuando el animal salvaje se queda acorralado. La adrenalina le fluía, y poco a poco empezaba a perder la noción de que era y que buscaba; era como si se adentrara a un cuarto completamente a obscuras, quedando sin dirección a donde ir.
– ¡Evan, ¿Que te sucede? ¿Estás bien?! – pregunto Aura a Evan, acercando su boca a su oído – ¿Por qué hablas de esa forma? Me empiezas a asustar…
– Aura, estoy empezando a perderme en mi mismo. Lo más probable es que nuestra historia va acabar antes de siquiera comenzar; no podría ser de otra forma, no podría ser distinto… No existen las casualidades y el hecho de estar aquí y ahora, en la hora de nuestra muerte, solo es muestra de ello. Lo que pase a continuación posiblemente no será nada bueno…
Evan, miraba con odio la figura de Baltazar, y ponía en ella toda su atención.
– No veo salidas por ninguna parte, simplemente no lo veo. Ellos nos quieren impedir la entrada a tu propia casa, Aura – seguía, Evan, apretando el puño-. Mi instinto me dice que no debo hacerlo, pero mi voluntad me dice: si puedes ¿Por qué no?
– Evan, deja que yo me encargue. Quizás tengamos una oportunidad si uso mi neblina… -susurro, Aura al oído de Evan-. Pero la pequeña tendrá que servir como chivo expiatorio.
– Aura, ¿no lo has entendido aun? Ella empezó con nosotros este capítulo, y lo terminara con nosotros… Aura, por ningún motivo te muevas si no es para agacharte ¿entendiste? Deja que yo cargue contigo como tu cargaste conmigo desde hace ya tanto tiempo. Yo seré tu caballero y tú serás mi princesa ¿Qué te parece? Lo estoy viendo desde ahora. Deja que viva de ilusiones porque si me las quitas ¿de qué me valdrá vivir?
– Te estas poniendo demasiado poético, Evan. No es el momento para charlatanerías, tenemos un ejército frente a nosotros que quiere matarnos…
– Lo sé, Aura… y lo vamos a atravesar a como dé lugar…
Evan, empezaba a emitir un aura de calor muy intensa y Baltazar lo empezaba a notar. La difuminación de los rayos del sol que empezaba salir por entre las montañas, se empezaba a alzar hacia el cielo, mientras que encima de aquellos muros, dos hombres se ven a los ojos, uno con seriedad y el otro con esperanza.
Los ojos de aquel joven se empezaban a llenar de una amalgama de pequeñas venas saltadas, quizás por el stress que sentía, o quizás por aquella sensación de impotencia de estar a punto de perder algo valioso para él, o peor aún, perderse a sí mismo en aquella obscuridad tan agobiante en la que ese estaba empezando a sumergir.
– ¡Quiero hablar con el Rey de este reino! ¡Muéstrenmelo ahora y les dirá quién soy yo, y, sobre todo, quien es ella! – vocifero, Evan.
– ¡Basta de blasfemar! ¡Escuadrones atención!
Baltazar, puso su dedo medio complexionado con su dedo pulgar en una forma un tanto extraña, y poniéndolos frente a su cara, dijo: “Apollon Tonitrua” y llevando su mano al frente soltó una potentísima carga de energía que se manifestó como un poderoso y segador trueno que cruzo la distancia entre él y Evan, en apenas un parpadeo, dejando a todos los soldados que no atendieron el llamado de su comandante, casi ciegos.
La poderosa explosión, dejó una estela de humo blanquecino producto del impacto y un montón de escombros al rededor.
Cuando se hubo despejado todo, un Evan parado sobre un pequeño cráter, sostenía su espada clavada al suelo, mientras una Aura intacta estaba agachada detrás del joven. El impacto provoco severas quemaduras en todo su cuerpo, sobre todo en el tórax, en donde había quemado completamente su camisa dejando ver aquella piel quemada y ennegrecida.
– ¡¿Eso es todo?! – se burló, Evan.
Aura, lloro al ver el estado en que estaba el joven y sintió mucha rabia. Por un momento quiso mandar a volar todo con una bola de fuego, pero Evan solo la volteo a ver con la cara demacrada, y con una sonrisa le dedico unas palabras.
– Mi corazón aún sigue latiendo, por lo que mi amor no se ha desvanecido de este mundo. Aun podemos seguir nuestra historia, Aura…
Evan llego a percibir una vocecita chillona que le susurraba algo que aún no podía lograr escuchar con total claridad. Era como si tuviera algo importante que decir pero que la interferencia de ideas revueltas no dejaba que esta se manifestara en todo su esplendor.

Li, a la distancia, vio cómo su amigo recibía en todo su cuerpo, aquel trueno de Apollon sin apenas inmutarse, tratando en la mayor medida de desviarlo hacia el suelo con su espada, y tratando de evitar en mayor medida, que el daño alcanzará a la chica la que trataba de proteger.
– Tu amor por la chica te permitirá seguir rompiendo barreras… – susurro, la niña, al viento.
Li, emano de su cuerpo una gran cantidad de pequeñas semillas negras que salían de todo su cuerpo, expandiéndose con el viento por todos los alrededores, emulando el humo negro. Sus ojos se volvieron al a color dorado y en sus manos aparecieron dos grandes semillas manchadas. La pequeña las remojo en saliva e inmediatamente estas empezaron a crecerle en sus manos hasta formar dos largos látigos de poco más de diez metros de largo. Los hombres al ver esto, le apuntaron y empezaron a disparar con aquellas armas pequeñas, y con zumbidos salieron pequeños baleros a gran velocidad, que buscaban impactar en la niña, pero esta los esquivo a una gran velocidad.
Moviendo aquellos látigos, resonando con impactos en el aire, la pequeña corrió hacia la multitud de hombres, quienes incrédulos no daban merito a lo que estaba pasando.

En la cabeza de Evan pasaban muchas cosas, y el dolor era una de esas. De alguna manera se volvía más fuerte con la idea de proteger a Aura, y esto hacía que el sufrimiento fuera menor.
– Posibilidades de salir de aquí no hay muchas… – dijo aquella voz en su cabeza- ¿Por qué no hacemos un intercambio…?
– ¿Quién eres? – pregunto Evan, sorprendido de poder entenderlo ahora.
– Me alegra que por fin me escuches; no debe ser fácil para ti hacerlo con el dolor que inunda tu mente ahora mismo… – empezaba, la voz chillona- No te digo mi nombre, porque ya deberías de saberlo…
– ¿Como podría…?
– No importa. A lo que vamos. Tú necesitas de mí, y yo de ti; así que debemos colaborar siempre. – indico, la vocecilla-. Lamentablemente no es tan sencillo como pudiera parecer. Mira. Tú necesitas poder en estos instantes, y mucho. Pues déjame decirte que yo lo tengo y a borbotones. Solo que no te lo puedo convidar, así como así, no. Primero voy a necesitar que tú me des algo a cambio…
– ¿Qué quieres?

La pequeña, Li, se movía a gran velocidad a través de aquellos hombres que no podían hacer absolutamente nada ante la pericia de aquel ser que no dejaba de golpearlos con aquellos látigos. La oleada de golpes rompía el aire uno tras otro en un sinfín de vueltas.
– Lili, manifiéstate ante mí y dame absoluto control sobre mi cuerpo ¡Ahora! – se dijo, Li, haciendo un extraño llamado, sin dejar de moverse a gran velocidad.
De su cuerpo salió un pequeño monigote de color verdoso parecido a un pequeño peluche de aquellos que salían en las máquinas traga perras. Su tamaño no superaba el tamaño del puno de la niña, y este llevaba consigo un extraño bastoncillo de madera y un sombrerillo.
– Lili, cuanto tiempo – dijo aquel ser-. Si me traes a la realidad es porque algo malo sucede… y veo que estas ocupada…
Li, sonaba insistente los látigos en las armaduras de metal de aquellos hombres quienes trataban de alcanzarla, sin suerte. Los hombres, con sus espadas trataban de cortarla, pero esta se movía mucho más rápido si duda.
– ¡Basta de juegos! ¡Mátenla de una buena vez! – grito uno de aquellos hombres, impactando un poderoso garrote de metal en la espalda de Li, mandándola al suelo mal herida. El pequeño ser, no pudo responder a tiempo al estar en un estado de semi retardo del que no podía salir sin las ordenes de la pequeña.
– Lili, en estos momentos me vas a cuidar las espaldas – le ordeno Li, en medio de quejidos-. Bombea todo el Ether del etéreo que puedas hacia mi cuerpo, ¡No te contengas!
– Si quieres matarnos no pondré oposición… – respondió el monigote-. ¿Tambien vas a pedir liberar todas las anclas que te unen al plano terrenal?
– No, esas no serían oportuno hacerlo. Este cuerpo no lo toleraría. Solo vamos a hacer lo mejor que podamos en el poco tiempo que nos quede ¿entendido?
– ¿Qué hay del chico? – pregunto el pequeño ser-. El tambien va a liberar anclas…
– ¡¿Que?! No puede ser… -dijo li, poniéndose de pie, alejándose y esquivando las cadenas de aquellos hombres, los cuales empezaban a luchar con más brutalidad.
Cuando estuvo alejada y ella sentirse un poco más segura, no se percató de la presencia del hombre que se preparaba para asestarle un golpe desde arriba, pero con su látigo, y con un movimiento rápido, logro tomarle el pie y acto seguido darle un par de vueltas para terminar lanzándolo a la multitud de caballeros.
Dos hombres se preparaban para disparar, pero Li, hizo que sus semillas tiradas en el suelo germinasen formando un escudo de arboleda muy alta. Ajando los proyectiles.
– Evan no sabe aun lo que eso significa. Así como yo, con este cuerpo tan débil, no tolero usar el Kidon tanto tiempo, a él podría matarlo si empieza a hacer tratos absurdos – dijo Li-.
– Pues detecto a un Kidon en él. No sé si estará haciendo algo extraño… – revelo, el monigote, lanzando de sus manos una metralla de semillas a los hombres que venían.
Rápidamente, la pequeña, haciendo un ademan de sus manos, hizo germinar rápidamente una barrera de árboles alrededor de ella casi de forma instantánea.
– Lili, prepara todo para “eso” creo que Evan no va durar mucho – ordeno, Li, al monigote-. Ese hombre lo va a matar si le llega a impactar con otro trueno de esos. No creo que pueda defenderse en ese estado.
Li, vio como aquel hombre de nueva cuenta iba a preparar su Trueno cañón para terminar a Evan. Entonces, la pequeña, empezó a emitir de su espalda una extraña luz de color verdoso que se acumulaba a medida que el monigote murmuraba palabras. Unas runas invadieron su espalda tambien, preparando su ataque.

Baltazar, preparaba de nueva cuenta aquel poderoso trueno, poniendo su mano frente a su cara con su dedo corazón sujetado con el pulgar formando un tridente, y cuando estuvo a punto de lanzarlo, Evan, tomo a Aura de la cintura para llevársela, pero Baltazar, con su mano libre, lanzo primero una poderosa metralla, proveniente del levantamiento de pequeñas rocas sueltas del suelo que terminaron impactando en el suelo impidiéndole la huida a los jóvenes.
Cuando el viejo termino de conjurar las palabras para su ataque definitivo, aquel poderoso trueno ya estaba cruzando la mitad de la distancia entre ambos.
– Que te parece si me das un brazo a cambio de poder… – le dijo aquella vocecilla-. Un brazo no es nada para la mujer que amas, además, creo que ya le hemos sacado suficiente provecho al brazo derecho ¿no crees…?
– ¿Solo mi brazo verdad…? – pregunto, Evan, a la vocecilla.
La cara toda iluminada por aquel segador rayo le indicaba que quizás ya no haya tiempo para ninguna decisión. Pensó por un momento en lanzar a Aura con todas sus fuerzas, pero quizás ya no hubiera oportunidad…
El joven, en un santiamén, y casi rompiendo las leyes de la naturaleza al intentar moverse más rápido que la luz, soltó a Aura y sujeto con ambas manos su espada, para tratar de canalizar el trueno de nueva cuenta hacia el suelo. Quizás solo así tendrían una oportunidad…
– Toma mi brazo entonces, y dame Ether y su conocimiento… – le dijo, Evan, preparado para entregar su vida si era necesario.
– Decisiones difíciles ya habíamos tomado, pero esta quizás sea la más difícil de todas… -dijo la vocecilla-. No nos vamos a arrepentir. Después de todo, que sería la vida sin ella sino un hueco obscuro en el que no haríamos otra cosa que hundirnos más ¿cierto?
Antes de que aquella ramada de ases de luz ramificados como raíces tocara el cuerpo de Evan, en una fracción de microsegundo este fue atraído por, Li, a través de un orbe de luz verdosa que mantenía con su mano, salvando a la pareja de una muerte casi segura. La pequeña tomo este orbe de luz y se lanzó de vuelta a Baltazar, provocando una estruendosa, segadora y potente explosión de luz parecida a la del sol.
Evan, tomo a Aura, se la monto en la espalda, y se alejó en dirección de donde se encontraba Li, impulsado por los pocos impulsos de aire que podía crear con la poca energía que le quedaba.
Cuando la pareja estuvo en un perímetro en que, Li, considero que ya no corrían peligro, ni ella ni ellos, le ordeno a Lili que hiciera crecer una arboleda muy tupida, y este así lo hizo. Del suelo brotaron arboles raíces y ramas en cuestión de segundos, aislándolos así de la parpada de soldados que intentaban apresarlos.
– ¡Evan, se me acaban lo suministros de Ether! ¡Ya no puedo sacar más, simplemente ya no puedo! – le dijo, la pequeña, claramente preocupada-. ¡Estoy demasiado limitada con esta forma… si no hacemos algo pronto estaremos acabados…!
– Lo se Li, ya no me quedan fuerzas tampoco. No creo que podamos aguantar más. Una voz en mi cabeza me ofreció una salida y…
– ¡¿Qué te dijo esa voz?! – pregunto exaltada-. No aceptaste nada ¿verdad?
– Quería mi brazo, no sé por qué, pero no logre concretar nada porque nos salvaste…
– Evan, si esa voz te vuelve a ofrecer algo como eso, no aceptes por ningún motivo… -advertía, Li-. Eso es tu Kidon queriendo condenar tu alma al etéreo…
– Ese es el Kidon, pero pensé que estaba para ayudarme ¿Por qué haría algo como eso?
– Mira, no hay tiempo para explicarlo. Si quieres ver un Kidon aquí tengo el mío – le dijo señalando hacia el monigote que flotaba arriba de ella.
– Pensé que era uno de tus trucos…
– ¡Chicos! ¡tenemos un problema muy serio aquí como para estar viendo peluches flotantes! – interrumpió Aura, señalando a los hombres que estaban quemando la arboleda- ¡Voy a matarlos a todos de una vez por todas!
Aura, volvió a activar el velo de sangre y a desenvainar su larga espada de color negro.
– ¡No! ¡Aura, espera, aun no hagas nada precipitado!
– ¡No, quizás ya sea la hora de que ella mate! – sugirió, Li-. Evan, trata de comprender que estamos en peligro, en grave peligro. Mira al cielo…
– ¡No puede ser! -expreso, Evan viendo como aquellas luces que los seguían, ahora daban vueltas por encima de ellos, como cuervos esperando a bajar por su alimento-. Aun así, tratemos de no causar más bajas. Solo huyamos con lo que podamos ¿Qué paso con el ave?
– Murió… – respondió con los ojos aguados.
Los hombres, habían tumbado algunos de los árboles que habían crecido y ahora estaban entrando, soltando ráfagas de disparos que pasaban zumbando por los oídos de aquellos chicos.
– ¡Se acercan! ¡mierda! ¡¿Qué hacemos?! – grito Aura. ¡tomen una decisión antes de que yo tome la mía!
– ¡Le daré mi brazo, Li, si el me da poder! ¡yo le entregare mi cuerpo entero si es necesario! – le grito en desesperación.
La niña, ya sin tiempo, tomo una decisión provocada por las posibilidades más viables. Los más correcto sería que Aura los matase, pero con los gases pirotoxicos tambien se irían ellos en cuenta. Si Evan empezaba a empeñar su cuerpo, lo más posible fuera que quedara inutilizado sin siquiera saber su verdadero potencial como el “Alma Omega”; Entonces huir en una distracción seria la apuesta más viable y menos invasiva.

Baltazar, había desanclado su armadura de servicio a tiempo, y había llamado su exoarmadura justo en el momento en que el orbe brillante impacto cerca de él. Había calculado que la niña, que venía no era normal del todo, pero usar ese tipo de energía a esa escala, solo lo dejaba con la boca abierta al ver lo poco comunes que eran aquellos muchachos, es decir, el muchacho tambien se lleva sus méritos: el muchacho atajo un” apollon” con todo el cuerpo, sobreviviendo en el intento. Eso era simplemente para no creer.
El anciano, había traído su espada tambien, una espada larga y muy plana con una punta parecida a una pequeña guadaña. Su armadura se conformaba de miles de placas de un material de gran masa que se pegaba al cuerpo mediante atracción de partículas fuerte, por lo que era casi imposible retirarla manualmente. El color purpureo de aquella armadura reflejaba los rayos del sol naciente con la misma calidad que lo hacia el Cristalium de gran calidad.
Su exoarmadura la había obtenido en los años en que empezaba a servir directamente al rey, quien le exigía a su círculo que la desarrollase. Le había tomado aproximadamente trescientos días para apenas vislumbrar las primeras placas de la espalda, y fueron otros doscientos para poder traerla completa. Cuando fue registrado en los archivos de su expediente, la armadura había obtenido un bestial peso de cinco toneladas, lo que estaba por encima de las dos toneladas comunes, y que la convertía en apta para recibir ataques directos parecidos al que había usado la niña con él. Estaba orgullosos, tenía que decirlo.
Despejo el humo restante con una zarpada de su mano, y vio que se había escapado a unos cuantos metros de él, encerrándose en una arboleda muy alta y sus hombres ya habían tumbado gran parte. Baltazar, sabía que la tierra comprimida de la que estaba hecho ese muro, no daba cabida a raíces muy profundas, por lo que ese tipo de Ether no funciona muy bien y solo logra prolongar lo inevitable.
– ¡Señor, están en la barrera de árboles! ¡La niña no es común y está plenamente con ellos! ¡nos atacó! – le dijo uno de sus soldados por medio de la telequinesis -, ¡he ordenado que los asesinen a como dé lugar!
– ¡tontos! ¡no se acerquen a la bruja! – Ordeno, el viejo.
Baltazar, pensó en avisar a las legiones contiguas para que se prepararan en dado caso algo les ocurriese, pero lo que obtuvo fue un aviso perturbador.

– ¡Baltazar Magnolias, se ha emitido alerta de código negro para la zona en la que está ahora mismo! – decía, la mujer a través de la débil señal mental que podía percibir-. Hemos enviado unidades de contención, y hemos avisado al reinado para que envié tropas especializadas en aniquilación. Sus órdenes son aguantar lo más posible a la llegada de los refuerzos. Dar la vida por su reino de ser necesario…

– ¡¿Que?! ¡¿Por que emiten algo como eso, si solo son unos niños con habilidades especiales?! – reclamaba, Baltazar- ¡incluso esa niña no tendría las habilidades necesarias para aniquilarnos a todos juntos!
– ¡Señor, hemos detectado potentes distorsiones del campo Etherico a niveles masivos sobre el cielo exacto de su posición actual; el problema no viene del suelo, ¡viene de arriba! ¡Esten alertas…! – se cortó la conexión.
– ¡Mierda! ¡¿Cómo se vino todo al garete en una mañana tan hermosa?!
Baltazar, vio al cielo y con la mala vista que tenía, apenas si pudo distinguir los pequeños destellos de aquellas extrañas estrellas que se movían en círculos. Nadie le hubiera puesto especial atención si no hubiera recibido ese llamado. Baltazar podía fácilmente percibir esas inconstancias en el campo, pero por alguna razón, aquel fenómeno había pasado por alto para sus sentidos. Lo que la convertía en algo que estaba muy afuera de su control. Lo único que les quedaba era darle muerte rápidamente a los chicos y despejar la zona, de forma de formular una nueva estrategia para contrarrestar lo que se venga.
Todo apuntaba a que aquella misión se había salido de las manos. Las vidas de sus soldados estaban en riesgo por cualquier lugar disponible en aquel lugar. No se podía simplemente a dar orden de retirada y dejar a la bruja entrar a sus dominios, pero tampoco se podía simplemente dejar que la nueva amenaza socavase su dominio. Baltazar, pensó en las posibles causas que podían generar que un codicio rojo, pasase a negro, así como así. Podía quizás tratarse de algún tipo de arma de Vilas para declarar la guerra nuevamente, pensando en las veces que lo intento en antaño, no le sorprendería en lo más mínimo.
Aquellos soldados, lanzaban poderosos proyectiles de rocas, sumado a los disparos de aquella pequeña arma, que no parecían hacer gran cosa contra las barreras de árboles de aquella peculiar niña.
– ¡Legión! ¡Por ningún caso se acerquen más a la bruja! ¡no importa que los ataques a distancia no surtan tanto efecto, por ningún motivo se les ocurra acercársele! – resonaba la voz de Baltazar, en las cabezas de aquellos jóvenes– ¡Dejen que yo me encargue de todo…!

Cinco Soldados, marcaron en el suelo cuatro puntas, de estas, formaron un cuadro en el suelo, que como mucho, llegaba a tener una superficie de tres por tres metros. Haciendo gestos de como quien levanta algo muy pesado, extrajeron un bloque de tierra comprimida, haciéndolo flotar a unos veinte centímetros del suelo. Los jóvenes soldados, se prepararon, y con una danza al unísono, lanzaron aquel pesado bloque a la barrera de árboles de que protegían al grupo, destrozándola en el acto. Al ver se dieron cuenta que ya no estaban allí pero que aún seguían creciendo árboles.
– Lamentablemente mis arboles no tienen una base sólida de la cual agarrase, es decir, son demasiado frágiles en este lugar. Lo único para lo que pueden funcionar – dijo, Li, sosteniendo en sus manos al monigote, Lili-, sería solo para ocultarnos, pero eso solo nos traería solo unos cuantos minutos. De todas formas, estamos rodeados, solo será cuestión de tiempo para que nos maten…
Los ojos de Evan seguían en el mismo estado. Lejos de cambiar, parecía que estos se volvían aún más rojos, perdiendo poco a poco la tonalidad amarilla.
– No lo entiendo. No tengo ningún cambio, por el contrario, me siento cada vez más agotado, como si fuera a desmayar en cualquier momento – se inquietó, Evan, viendo a Aura-. No parece que vaya a mejorar… Estoy pensando en dar mi brazo, no sé qué piensan, Li, Aura, si ustedes me dicen que lo haga; sin dudar lo haría…
– Evan, apenas estas manifestando al Kidon. Lo primero que intentará será entregar tu alma al campo Etherico – aclaraba, Li-. Él, lo único que te ofrecerá será algo que ya de por si posees. Si él dice que te dará Ether, quiere decir que ese Ether ya lo posees en ti.
– ¿Por qué algo que debería estar para ayudarte, quisiera destruir tu alma? – inquirió, Aura-. Mi Kidon jamás intento entregar mi alma por pedazos.
– El Kidon recién manifestado buscara por todas las formas el volver al etéreo, lo que sucede es que una vez manifestado se impregna en el alma del portador y se imposibilita por el hilo de oro que ahora posee contigo; por ende, buscara llevarte a ti tambien con él. El Kidon es renuente las primeras veces, pero una vez que lo asimilas, será como verte al espejo…
Li, seguía haciendo crecer aquella espesa vegetación que los cubría casi por completo, dificultado el que aquellos hombres pudieran encontrarlos. La pequeña, tambien mando a su Kidon a que repartiera millones de semillas por todo el muro para tratar de crear una vía de escape hacia Etnamos. Si no podían idear otra cosa, tendrían que volver a los bosques de Vilas a esperar otra oportunidad, cosa que no se veía posible por los asechadores aéreos que esperaban impacientes.
– Lili, ira a trazarnos una vía de escape. No es la mejor de las ideas, pero al menos estamos tratando de hacer algo -dijo, li dando los últimos detalles mediante conexión mental a su Kidon, quien ya estaba en camino de su repartición.
El sonido de aquellas plantas, que no dejaban de crecer hacia el cielo y los costados, resonaba en todas partes con chocante sonido seco. El viento empezaba a soplar y las pocas nubes que había se dispersaban. El sol seguía su impecable camino hacia la cima de aquella bóveda celeste y el calor empezaba a mermar a aquellas numerosas tropas.
¡Señor, vienen refuerzos de las demás provincias y villas aledañas para darnos más apoyo! – aviso uno de sus subordinados a Baltazar.
– ¡Avisa a los demás que la alerta de código rojo, paso a negro, avisa tambien que vienen fuerzas de contingencia del Rey en camino! -notifico, Baltazar-, y que una vez que estén aquí, todos deberemos retirarnos…
¿Fuerzas de contingencia del Rey? ¿código negro? ¿estamos tan mal, señor?
– Acate mi llamado, soldado – ordeno, tajante.
Baltazar, sabía que, para esas situaciones tan peliagudas, solo quedaba apegarse lo más posible al protocolo, para evitar los señalamientos y las posibles condenas por desacato que podrían conllevar. Si lo que viniera requeriría la intervención de los de contingencia, será porque algo grande se cocía en una olla muy pequeña.
Aquella sensación que me revolvió el estómago en la madrugada… – pensaba, Baltazar mientras se acercaba al cuerpo boscoso que había provocado Li-, no solo fue por la mala comida que hemos estado ingiriendo, ni tampoco un mal presentimiento, sino más bien una distorsión masiva provocada por algo o alguien con demasiado poder en su control Etherico. No me sorprende que se haya detectado esa distorsión con la cantidad de vigilancia que poseemos en las fronteras, que, por lo general, solo consisten en medidores en el espacio aéreo, que se encargan de medir el movimiento del Ether en estas áreas.
Los jóvenes eran demasiado inexperimentados, se les notaba en la forma de actuar y Baltazar lo sabía, pero aún se tenía que apegar a las reglas que le exigían llevarlos al combate. De alguna forma sabia, que un paso en falso y la bruja podía explotar y llevarse a todos en su perímetro, aunque por alguna razón el empezaba a dudar un poco, porque, aunque sabía que estaban en su perímetro mortal, no parecía que ella quisiera matarlos, de hecho, pareciera como si solo intentaran escapar hacia Etnamos, y eso le llegaba a extrañar un poco.
– ¿Por qué entonces? ¿Por qué no atacan? El joven y la niña no parecen ser normales tampoco – maquinaba a medida que cortaba los arboles con su espada, y otros simplemente los tumbaba por las raíces poco profundas que poseían -. Es decir, chico me atajo un apollon como si nada, y la niña había hecho crecer vida en cuestión de minutos. Algo definitivamente no encajaba en su forma de actuar; en la forma de actuar de unos terroristas.
Baltazar, sentía como aquella extraña emanación de energía Etherica venia de unos metros hacia adelante. Eran tres y estaban juntas. Podía sentir como el extraño Ether que poseía aquel muchacho poco a poco se extinguía como quien iba a morir prontamente…

Alexander, tomo un tren de vapor de pasajeros, vestido completamente de civil, a primeras horas de la madrugada, y ya estaba más que cansado de estar sentado. Había calculado que estaría en la frontera en unos dos días como mucho, si no hubiera contratiempos. Aunque la idea de estar tanto tiempo sentado no le gustaba en lo absoluto.
Compro dos boletos en clase preferencial, lo que le había otorgado una sección para él solo, dándole un chance de ordenar las cosas antes de que tuviera que cortar la comunicación definitivamente con Lucille. El aparatero que los mantenía comunicados tenía un rango un tanto limitado por la poca cantidad de antenas repetidoras que existían.
– Debería empezar a instalar más antenas. Quizás si sea útil después de todo – se dijo Alexander, anotando en un pequeño memo-.
Enfrente de él, tenía una mesa, y en ella había desplegado un mapa de Etnamos muy detallado, en el que explicaba cada rincón, comunidad, ciudad, pueblo o villa de aquella nación. Trataba de encontrar el sitio que había especificado Bermoth la última vez que lo vio.
– Había dicho que habían salido en un templo antiguo, de los que se mantenían flotando bajo fuerza antigravitaroria -recordaba-. Lo malo es que de esos hay muchos en aquellas zonas. Encontrarlo estará muy difícil y tratar de trazar una línea será aun peor…
Lamentablemente gran parte de Vilas no estaba cartografiado pues los tratados de paz les habían obligado a quemar todo documento en su poder que tuviera alguna información de aquel reino. Aunque claro, eso no tenía por qué tener que ser atendido al pie de la letra. Unos mapas antiguos se habían alojado en la gran biblioteca de Gabrelea, lo que le había ayudado a la creación de aquel nuevo mapa.
No será el mejor, pero es lo que hay – pensó, viendo aquel trozo de papel.
Alexander, tomo una pluma y empezó a marcar los puntos de aquellos templos, teniendo en cuenta que su información era de hace ya más de cincuenta años, y calculando la distancia a la que se movían temporada con temporada, podía darse más o menos la idea de donde podrían estar ahora mismo esos templos. Con la pluma marcaba uno a uno los puntos, con detalle y precisión.
Había dejado en su silla a Lucille. Ahora todas las decisiones importantes durante el periodo que no esté el, serán tomadas por ella. Había dejado en claro que no se debía decir nada a Mikaela, y que, durante ese lapso, Lucille deberá estar durmiendo en el palacio hasta que llegará el. Dando la orden estricta de que el rey no recibiría ningún tipo de visita de absolutamente nadie. A la mujer ya le había tocado el hacerlas de suplente en las misiones que requerían que Alexander se inmiscuyera de civil en la población, así que no era nada nuevo, incluso le había enseñado su firma en dado caso tuviera que usarla.
– Para lo único que la había utilizado, fue para comprase una maldita jaula de asperiones, y cargarla a la cuenta de la tesorería…
Esperaba que esta vez tambien comprara los asperiones y no solo la jaula porque tenía un bonito diseño. Sin dudas una mujer en toda la expresión de la palabra.
Se había perdido un momento en los paisajes fugaces de la amplia ventana de su pequeño cubículo, pensando en lo que vendría de ahora en adelante. Sus planes no eran simples para nada, y llevarlos a cabo requerían de varios factores muy variantes, y que llegaban a estar fuera de su control.
Después de esto, espero que llegue la tan anhelada recompensa, porque de no ser así, estaremos todos bailando en el infierno… – pensó-

La pequeña esfera de metal, tenía una pequeña hendidura en donde se albergaba la bocina. Una antenita muy delgada y larga salía de la parte superior. Alexander la había ubicado en un borde de aquella mesa, mientras trazaba una posible línea; intentando establecer un punto por el cual a empezar a buscar. Sería difícil, sí, pero una corazonada le indicaba que los chicos tenían la suficiente inteligencia como para encontrar su camino a casa.
– Jasper, si heredaste la mitad de la inteligencia de tu madre y la mitad de la mía… – pensaba, mientras contaba puntos en el mapa-, estoy más que seguro que eres una persona más que apta para guiarte. Tengo planeado para ti, no esté reino, si no el de arriba. El reino que es eterno y en que por fin estaremos en completa paz; tu, tu madre y yo… Tengo plena confianza en ti…
Alexander, saco de su maleta un pequeño documento con un fragmento de la historia de los templos aéreos. En este explica el cómo se crearon y el cómo era que se mantenían en el aire sin utilizar gran energía, aunque el punto sea una batería viviente en sí mismo.
Básicamente solo eran piedras poderosamente imantadas en completa repulsión de los campos magnéticos del Terrapilar. Contenían en su interior pasajes hacia otras dimensiones que los antepasados utilizaban para sus ritos. Las rocas no eran muy grandes, paradójicamente de sus largos pasillos de su interior, que llegaban a alcanzar con facilidad la deca de distancia. Básicamente podían transportarte a otro espacio sin apenas percibirlo. La mayoría de estos templos, solo eran piedras que servían como bases para las antiguas civilizaciones, pero en algunas se llegaba a producir agua como si de una cascada infinita se tratase, incluso en algunas se llegaban a ver arboles extraños de extraño frutos nunca antes vistos en el Terrapilar.
– Me imagino que estar en alguno de estos seria toda una maravilla digna de ver. La cuestión sería el cómo llegas a bajar de esos templos con un uso ínfimo de Ether… Claramente especifique que los puntos que deberían estar siempre abiertos serían los de los grandes parques, la de los grandes bosques y la que estaba en las grandes montañas, así podría fácilmente capturar a cualquier viajero de dimensiones y obligarlos a que llegaran a unos de esos puntos abiertos. Incluso mande a que le señalaran con potentes señales Ethericas tales puntos, para disminuir, por ende, las posibilidades de error. Sin embargo, allí tuvieron que aparecer: en uno de esos templos flotantes… simplemente no lo entiendo ¿Qué fallo entonces?
Alexander, encontró en su pequeño documento, un fragmento de información en la que desglosaba que los únicos templos con cuevas, eran apenas unos veintitrés, aquellos con arboledas eran apenas doce, y aquellos con cascada eran apenas tres.
Si dijera que soy el destino y supiera que viene alguien importante para una historia, ¿Por qué no hacerla aparecer en el punto más bello de todos? Si desgloso todo de esta forma, los puntos a buscar serían solo tres. Sera solo hasta encontrar otras variables, claro está.
Buscando esos puntos en específico y calculando la velocidad a la que se movían, basado en dos mapas diferentes, de diferentes tiempos, pudo fácilmente encontrar el punto aproximado de aquellos tres templos. Claramente estaban en puntos relativamente cercanos al cuerno derecho, incluso uno coincidía con la información de un gran incendio.
– Quizás vayamos por buen camino. Tomare el camino hasta Anarquías y de allí hasta Vespucci. Empezare a buscar desde allí, y luego me moveré hasta abajo. Lo que espero no tener que hacer es tener que saltarme a Vilas. Si bien no creo que sea tan complicado, por cualquier motivo espero no tener que iniciar un conflicto por todo esto que maquino.
El tren articulado de pasajeros poseía unos cincuenta vagones repletos de personas que viajaban al cuerno de Etnamos. De los únicos cuatro que existían aquel era el más rápido. Lamentablemente solo llegaba hasta el inicio del cuerno y luego regresaba.
Al contante tambaleo de aquel vagón, se le sumaba un rechinar de llantas metálicas que llegaba a ser un tanto molesto. Aquella mole metálica, había sido un calco exacto de los que se encontraba en la nación de Exaparamos, en el que aquel tipo de transporte se había convertido en el estándar. Lamentablemente para los de Etnamos, solo se podían conformar con los vestigios de aquella tecnología, además de otras tantas que solo vendrían siendo prototipos a comparación de las de Exaparamos.
Pensando en la forma más adecuada de proceder, se percató que talvez debía de haber llevado algún tipo de refuerzo, alguien que se especializara en búsqueda de personas.
– Una vez estando allá, debería poder mandar un mensaje por carta a Lucille para que esta estuviera al tanto de autorizar cada paso que valla a dar… Una vez estando allá la comunicación se tendera a ralentizar por lo que tendría que mandar las autorizaciones por lotes. Al no ser autoridad en esta misión encubierta, se me dificulta un tanto moverme a voluntad…
Aquel tren, pasaba por un túnel, dejando todo en completa obscuridad dentro de aquel vagón. Alexander, aprovecho para reclinarse un poco y dar paso a la relajación. Por un momento llego a pensar en que su Jasper estaba muerta, una idea que lo devolvió al estrés matutino, y con más intensidad.
Intentando descifrar las ciudadelas, villas o pueblos en las que podía estar Jasper, tanto fuera como dentro de Etnamos, un sonidito molesto y repentino, proveniente de aquel extraño artefacto, le perturbo, haciendo que este contestara de inmediato, teniendo en su interior un muy mal presentimiento.
– Alex… Alexander… ¿me escuchas…? – salió de aquel artefacto, una voz distorsionada.
– Aquí Alexander ¿Qué sucede? ¿me escuchas, Lucille? – respondió.
– Hubo un problema… Gravísimo problema.
– ¿A qué te refieres con eso…?
– Alguien había emitido una alerta de código rojo en la frontera… Creo que debió de haber sido Bermoth… la cuestión fue que…
– ¿Qué pasa, Lucille…?
– Los centros de control aéreo de Etnamos… Los mismos que detectaron la entrada de seres de otra dimensión al Terrapilar… Detectaron esta mañana una distorsión abismal… en fronteras del cuerno
– ¿Que tan abismal…? ¡contesta! – pregunto, un tanto exaltado.
– Alexander… algo me dice que quizás Jasper este en ese lugar.
– ¿Lucille, de cuanto estamos hablando? ¿De cuánto fue esa distorsión? ¡contesta!
– ¡Llego a los 0.667 sobre el campo Etherico…! ¡es un nuevo récord en nuestros registros! ¡Alexander, creo que Jasper puede estar allí… tengo miedo…! ¡Por favor ve…! – tartamudeo, Lucille, claramente alterada.
– ¡Lucille, dime donde están entonces! – solicito, Alexander apretando el aparatero.
– … Villa Malde… – dijo antes de que la señal muriera definitivamente.
– Maldelabia… Definitivamente no estaba tan lejos de mis cálculos…
– pensó, Alexander escribiendo en un papel una orden para movilizar a la guardia de contingencia lo más pronto posible a la frontera.
Tomo aquel papel, la amarro a un extraño petardo con una pequeña cuerda que le sobresalía por la punta. Abrió la ventana y tirando de aquella pequeña cuerda, aquel petardo salió disparado con rumbo al palacio.
– Serán tres días por lo menos antes de llegar a Maldelabia; en eso ya estarían muertos… –decía mientras ideaba una forma de llegar lo más pronto posible– Es obvio que todo esto viene a raíz de la perturbación que sentimos la primera vez; todo está más que conectado. Ese chico hiso algo sin saber y provoco que alguien más se diera cuenta, y si es lo que creo que es, estaremos en graves aprietos…
Alexander, sabía que de no llegar a tiempo no solo corría el riesgo de perder la más grande oportunidad de la Almanidad de salvarse de las calderas, si no tambien de perder a la pequeña que envió a realizar una misión, quizás demasiado pesada para ella. No le cabía la menor duda que tendría que movilizarse personalmente a Maldelabia usando toda su energía.
– Si me voy usando Aeris durante cortos lapsos, quizás lo logre en poco tiempo, pero esta más que claro que intentar llegar lo más pronto que se pueda no me va dejar muy bien parado cuando este allá… – se decía, mientras media las decas de distancia entre su punto actual y aquella villa–. Me tomara un tanto más de lo previsto. Por lo visto no tengo las habilidades necesarias para hacer tal maniobra.
Alexander, se reclino, cerro sus ojos y pensó en una mejor forma de hacerlo sin perjudicarse antes de llegar.
– ¿Y si usamos altura…? – sugirió una voz grave en su interior.
– Belmont, cuanto tiempo sin hablarnos… – reacciono, Alexander-. sé que estas allí todo el tiempo, pero no somos capaces de buscar mantener una conversación de vez en cuando.
– ¿Le hablarías al espejo…?
– Definitivamente sé a dónde quieres llegar…
– Se todo de ti, así como tú sabes todo de mí; somos dos caras de una misma moneda. ¿Por qué perderíamos el tiempo en hablar para algo que no sea batallar?
– Para que no te sientas solo… quizás.
– ¿Solo? Pero si estoy sintiendo lo que tu sientes, amo lo que tu amas, hago lo que tú haces; dime si tú te sientes solo, entonces sabrás si yo lo estoy…
– Belmont, si te has pronunciado después de tanto, entonces sabes lo que se viene… – le dijo, abriendo los ojos y viendo frente a él, sentado en el lado contrario de la mesa, un hombrecillo de no más de un metro de altura, vestido de negro de aspecto aterrador, de piel blanquecina y de ojos saltones inyectados en sangre. Poseía en su cabeza un sombrero de color negro con una pluma blanca en él, con una pequeña capa que le llegaba hasta los pies.
– De no saberlo no me tendrías aquí, Alexander…
– Voy a usar todo mi poder para llegar a Maldelabia, y voy a necesitar que gestiones la de la mejor manera mi Ether. Quiero que calcules la forma más eficaz de trazar esta distancia sin quedarme austero antes de tiempo – le ordeno, mientras le mostraba el mapa-. Tienes mi permiso de usar todas mis reservas a voluntad…
Belmont, cruzo sus brazos, y viendo fijamente aquel papel, se dirigió a Alexander convirtiéndose en una niebla de color negruzco. Los ojos de aquel hombre se tornaron al color dorado brillante, cuyo color se resaltó aún más cuando, repentinamente, entraron a un túnel.
Alexander, abrió la ventana, y al ver que no sería posible pasar a través de ella por su gran tamaño, fundió el cristal poniendo su mano sobre ella a una temperatura bestial. Aquel cristal salió despedido en forma líquida y de color un color rojizo intenso. Cuando hubieron salido de aquel túnel, el agujero de aquella ventana dejo entrar una correntada de viento que arraso con todos los documentos que tenía en la mesa, incluyendo al pequeño radio, el cual quedo prendido de un árbol.
Cuando hubieron pasado por el puente que conectaba dos montañas, Alexander se lanzó al vacío sin vacilar…

Baltazar, se acercaba sigilosamente, y cuando hubo calculado que su espada se llevaría de lleno a aquellas figuras, deslizo suavemente la hoja cortando limpiamente las ramas, pero cuando hubo visto lo que había detrás, se quedó perplejo al no encontrar absolutamente nada.

Li, había construido una pequeña plataforma a base de la corteza de unos de sus árboles, y amarrando a su Kidon al frente, lo uso como caballo de empuje. Evan y Aura estaban sentados, mientras que Li controlaba la dirección en la que iban. Aquel pequeño monigote había tomado la forma de un gran lobo blanco de ojos completamente negros, que corría a una gran velocidad, esquivando los árboles que no dejaban de crecer.
Con anterioridad había dispersado millones de semillas de una gran variedad de plantas sobre una superficie que abarcaba un gran perímetro, impidiendo que los soldados pudieran caminar por esa área que se había convertido en muy problemática, aunque antes había advertido que se aproximaban tropas por los costados.
– ¿Podremos hacerlo…? – pregunto Aura.
– Con que nos alejemos de aquel hombre, más que suficiente… – respondió, Li.
– Vienen más… – dijo Evan, percatándose de las figuras a través de árboles, que se seguían creciendo y creciendo. Las sombras que proyectaban a través de la naturaleza, advertían tambien que llevan lanzas, arcos y posiblemente hachas de gran tamaño.
– ¿Mis ojos se siguen poniendo rojos? – pregunto, Evan, a Aura.
– Defectivamente, están más rojos cada vez… ¿te duele? – pregunto la chica, viéndolo más de cerca al demacrado rostro.
– No en lo absoluto, pero me siento más raro, es como si un escalofrió me recorriera el cuerpo. No lo puedo explicar, pero está llegando a ser molesto…
Avanzando a gran velocidad, al frente, se toparon con una veintena de soldados que cruzaban el camino de árboles, y que al percatarse de que venían, sin dudarlo lanzaron sus lanzas con gran potencia, y otros empezaron a dispárales con aquella pequeña pistola. El trineo improvisado, cruzo a través de ellos, bajo la mirada de aquellos hombres quienes no daban ningún crédito a lo veían. Solo se quedaron, avisando a los demás lo que se les aproximaba.
Esos ojos… solo pueden ser el vaticinio de algo muy malo; un temporizador al que se le acaba el tiempo muy rápidamente… – se dijo, mientras de la amalgama de raíces saltaba un hombre, derribándola del trineo.
El hombre y la niña, rodaron abrazados un momento, hasta que un grueso tronco puso fin a su trayecto con un golpe de lleno en la espalda de aquel hombre, quien lanzo un grito. Rápidamente se paró, saco su espada mientras Li seguía en el suelo, y cuando dirigía su hoja contra el cuello de ella, un extraño proyectil de cristal rojizo le atravesó la mano al sujeto, haciendo que este botara su espada. Rápidamente Li, se puso de pie y con un golpe suave en el estómago de aquel hombre lo mando adormir inmediatamente cayendo este como plomo al suelo. La niña le saco el objeto de la mano y lo lanzo antes de que este explotara en miles de piezas astilladas.
Parada frente a ella, a unos metros, Aura con su manto parcial de sangre la miraba con seriedad. Evan, detrás de ella, venia corriendo para intentar ayudar, pero cuando se hubo percatado de que todo estaba bien, sintió un gran alivio. Aura, veía fijamente a Li, y ella hacia exactamente lo mismo.
– Gracias… – dijo en un inaudible tono, Li.
Aura, asintió con la cabeza, con una media sonrisa.
El Kidon de Li, se devolvió a tiempo para que el grupo se volviera a montar, pero antes de que pudieran hacerlo, una gran cantidad de hombres los había rodeado sin apenas hacer ruido. Sostenían sus lanzas preparadas para lanzarlas.
– ¡En nombre del Rey de Etnamos, les ordeno entregar sus almas al creador sin oponerse! -grito, uno de aquellos hombres-
Los chicos se quedaron inmóviles con sus manos alzadas a la altura de los hombros. Evan, le ordeno a Aura que se quedara inmóvil y que retrajera su velo de sangre, mientras con su mano le indicaba a Li que mantuviera a su Kidon calmado, quien había vuelto a su forma de monigote.
En aquel preciso momento, del cielo se empezaron a oír trompetas redundantes que resonaban en todo derredor. Parecía como si el viento se había detenido cuando aquello empezó. Una horrible sensación bochornosa se empezó a experimentar en todos aquellos que se posaban por encima de los muros; era aquella horrible sensación que creaba un nudo en la garganta, de cómo quien espera el hacha del verdugo en su cuello. A todo aquello se le añadió la inesperada ansiedad que conllevaba la espera de algo que no se podía ver, pero definitivamente si sentir. Aquellas trompetas intensificaran su cantar, al punto de ser imposible comunicarse de alguna forma con los demás. Los soldados movían sus bocas, pero de ellas no salían nada, era como si las ondas de aquellas trompetas anularan toda onda de otros sonidos.

Baltazar, se había quedado viendo al cielo en busca de la fuente de aquel horrible sonido, pues jamás en su vida había experimentado aquel perturbador suceso, y el hecho de que empezara tan de repente solo le hacía pensar que tenía algo que ver con la alerta que le acababan de emitir.
– Tratemos de mantener la calma, no se preocupen por nada, porque nada ocurrirá – les decía a todos sus soldados mediante su voz mental-. Tratemos de enfocarnos solo en mi voz y solo en ella ¿entendido? Vamos a dar prioridad a la vida, si, la vida de ustedes es más importante en estos momentos… Todos los escuadrones vamos a evacuar en formación de flor, de manera de alejarnos lo más posible de esta zona. Si en dado caso encontraran a alguien de otras legiones, avisarles de la evacuación. Repito, la prioridad es nuestra vida. Olvidemos a la bruja y sus acompañantes; alejémonos lo más pronto de esta zona. ¡Soy Baltazar Magnolias y ordeno, en nombre del rey, que se alejen de esta zona…!
De los hombres que habían rodeado a los tres chicos, solo uno había recibido el mensaje que Baltazar había dicho. Con esfuerzo trato de advertir a los demás, pero estos no podían escucharle. Desesperado por el extraño mensaje de su superior, saco un pequeño papel y en él escribió en runas: “Olvidaos de todo, corremos peligro y han ordenado la retirada” el hombre paso el papel por todos aquellos hombres, y cuando todos estuvieron al tanto, unos retrocedieron, pero otros se quedaron en pie de combate.
Evan, Aura y Li, se acercaron poco a poco, de forma de estar preparados para lo que se viniera. Sus corazones dictaban que debían mantenerse juntos hasta el final, pasara lo que pasara.
– Definitivamente no me siento del todo bien, y es como si fuera a desmayar en cualquier momento – advertía a las chicas-. No quiero perder a ninguna, pero es que simplemente nunca estuve acto para esta aventura y sus responsabilidades; me siento responsable de alguna manera por todo lo que vaya a ocurrir…
Evan, las volteo a ver con los ojos aguados, y se pudo notar en ellos, además de lágrimas, como aquel degradado de color rojo se apoderaba completamente de su iris, dejándolo del mismo color de la sangre.
Aquellas trompetas cesaron completamente, y aquellos hombres , sorprendidos, decidieron atacarles, pero antes de que tuvieran alguna oportunidad, repentinamente fueron levantados del suelo inexplicablemente a una altura de no más de metro y medio. Era como si sus cuerpos hubieran perdido todo rastro de peso de forma súbita. Sin dar crédito a lo que sucedía, se asustaron e intentaron huir agarrándose de las ramas de los árboles, pero justo cuando lo iban a hacer, su peso volvió y se terminaron por dar de bruces sobre el suelo.
En el cielo, tres proyectiles envueltos en fuego se precipitaban a tierra con una velocidad abismal. Los destellos que emitían eran parecidos a los del sol y por un momento pareció que había cuatro sobre la bóveda celeste. La temperatura de aquel lugar empezó a alcanzar niveles infernales, que hacía que los que estaban aun sin evacuar recurrieran a quitarse la armadura que los protegía por el sobrecalentamiento de las mismas. Aquellos hombres, pasmados, no daban crédito a nada de lo que estaba ocurriendo, dando como únicos culpables a los tres individuos que hoy intentaron adentrase a su amado reino.

Del cielo terminaron de caer aquellos tres destellos con una contundente explosión, que provoco a su vez, una potente onda expansiva, que termino por arrojar por los aires a algunos de aquellos hombres, que todavía permanecían en la zona, y a unos los aventó fuera de los muros, y a otros hacia el interior con mucha violencia y sin oportunidad de reaccionar.
Aquel destello se convirtió rápidamente en una potente luz, que dejaba ciego con solo intentar mirarla por mucho tiempo, aumentando, al mismo tiempo, la ya de por si inaguantable temperatura del ambiente, al punto de fundir el metal como mantequilla y cristalizar él suelo en cuestión de fracciones de segundos. Los hombres que tuvieron la mala suerte de estar demasiado cerca fueron completamente calcinados, desapareciendo hasta los huesos, y aquellos que todavía estaban en rango crítico, fueron alcanzados por la violenta metralla de escombros que se expandía implacable, como balas hacia todas direcciones, demoliendo carne y hueso, raíz y tronco, piedra y tierra…
Li, le había ordenado a su Kidon, que dirigiera toda la poca energía Etherica a los escudos de Terracristal y Cristalaire, para intentar aguantar un poco del potente impacto de la explosión, que los amenazaba con desaparecer hasta la última molécula.

El Kidon, haciendo caso a su alter, puso sus pequeñas manos frente a sí y diciendo un par de palabras inentendibles, creo el escudo lo mejor que pudo, tratando en todo momento de abarcar a los tres en su totalidad. Y, al final, fueron mil doscientas setenta y una capas de cristal materializadas en cuestión de fracciones de segundo, de las cuales, cedieron seiscientas quince a la potentísima explosión, que, como un az de luz se llevó todo.
Todo lo que tenían a su alrededor se prendió completamente en llamas de fuego. Posteriormente, cuando aquel suceso termino, todo se había convertido en cenizas, que el viento termino por desperdigar por el ambiente, todo esto en un abrir y cerrar de ojos, como quien toma la foto de un paisaje y al revelarla todo hubiera salido completamente negro…

Evan, abrazaba a Aura y está a Li, mientras que el monigote soportaba las capas de cristal que los habían protegido, por encima de ellos.
– Es todo lo que puedo hacer, Li. Me quede sin recursos para seguir, debo volver un momento a tu interior. Lo siento… – se disculpó, aquel monigote, volviéndose niebla y regresando a Li, mientras que las ultimas capas de cristal se desvanecían en el aire junto a las cenizas.
– ¡Dios! – exclamo, Aura, completamente desubicada- ¡¿Qué sucedió aquí…?!
– Lo que no quería tener que ver aun… – contesto, Li, viendo como uno de los cadáveres calcinados de los caballeros aquellos, seguía agarrado al tronco carbonizado de una de sus plantas.
– No lo entiendo… ¿Por qué…? – dijo, Evan, claramente sorprendido -. ¿Qué ocasiono esto tan dé repente…?

A la distancia, tres moles aladas de acero, muy grandes y pesadas, se postraban en un cráter de más de un kilómetro de diámetro, cada uno llevando una espada en sus manos y un escudo con runas en la otra, cual caballero del Apocalipsis.
Tenían la forma de un barril, que dejaba salir gruesos brazos y piernas de él, con un casco que dejaba la apertura para una horrible boca llena de hileras de dientes en múltiples capas de estos. De sus ojos redondos, emitían una extraña luz amarillenta muy fuerte que daba la impresión de ser los focos segadores de un faro muy potente. De su espalda salían un par de alas emplumadas de colores en la gama del blanco y negro, que tenían una extraña runa numérica en su lado derecho. De la espalda de cada uno de los tres salía un capullo que abarcaba toda la zona de la espalda, que daba la impresión de haber sido puesto allí por alguien más, y que estaba sujeto a este, con múltiples redes de seda entrelazadas.
Uno de aquellos monstruos, abrió la horrible boca y de ella salió un aterrador sonido como de trompeta. Los otros al verlo hicieron lo mismo, llenando todo aquel sitio de un sonido perturbador…

Capítulo 11: Desesperación.

Surcaba el cielo a gran velocidad, rompiendo aquella barrera del sonido incontable veces a lo largo del trayecto descendente. Había destinado la mayor parte de su Ether a llegar lo más alto que se pudiera, llegando con relativa facilidad al punto en donde se podía apreciar la curva de aquel planeta. Una vez estando allá, empezó el trayecto en que daría prioridad al consumo al mínimo de la energía para tratar de cubrir la mayor parte del trayecto, de forma de no quedar completamente exhausto una vez este allá.
La fricción incesante con las partículas de oxigeno le había provocado que se prendiera en llamas, cosa que pudo solucionar con un endeble capa de agua que lo cubría en todo el cuerpo de manera de que las llamas nunca le tocasen, o al menos que amedrentaran un poco el calor. Como resultado de todo aquello, Alexander parecía un meteoro que se aproximaba al Terrapilar, dejando una estela de vapor.
Desde aquella altura podía apreciar casi toda la totalidad de Etnamos, y muy a lo lejos: el cuerno derecho donde se tendría que encontrar Maldelabia. De la misma dirección, juraría haber visto un poderoso destello que se apagó casi de inmediato, y con él, pudo claramente percibir una energía que se dispersó como poderosa onda de calor.
Definitivamente, algo grande se cocina allá… – pensó, Alexander– No es normal, definitivamente no lo es.

Por un momento, aquel destello altero el campo de alguna forma…
Fue una explosión Etherica de gran magnitud tenlo por seguro – contesto, Belmont-. Algo que solo pudo haber sido generado por una sola cosa sobre este planeta… sin venir directamente de ella, claro está…
– Si dices eso, y de esa forma, solo puedo creer que podría ser un Angelux… y uno muy poderoso, por cierto. – le dijo, Alexander.
Puede que no sea solo uno…
Alexander, calculo el trayecto hacia el lugar de donde provino aquel destello, tratando de abarcar la mayor superficie. Si llegaba a calcular mal el trayecto puede que llegara muy mal parado, y lejos de poder ayudar, estorbaría, y de paso, quizá moriría.
– Un Angelux en estas tierras rompería con el trato que hicimos con aquel hombre que decía venir de parte de “Dios” – explicaba, Alexander-. Claramente dijo que Etnamos no sería devastada por los cielos…
– Pues mira lo que nos acaba de caer del cielo, eso viene siendo, estoy casi seguro, un Angelux, y donde hay uno por lo general hay otro; ellos nunca atacan solos – aclaro, Belmont. De tratarse de una invasión, no nos alcanzaran los hombres para hacerles frente a esos monstruos.
Lo sé. Pero en lo que quiero que nos enfoquemos ahora, es en Jasper y su paquete: el omega. ¿Entendido? – puntualizo, Alexander– si hay que sacrificar a la mitad del ejercito por la chica, lo haremos ¿queda claro?
– Sabes bien que lo entiendo tal y como tú lo haces. Se que Jasper vale más aún que el omega ¿cierto?
– Jasper vale más, definitivamente. Si tenemos que pulverizar todo alrededor, lo haremos sin dudar. Si hay que destruir todo con y cuanto se interponga; lo haremos sin dudarlo.
– Entonces, ¿me darás tu alma de ser necesario…?
– Sabes que mi alma no valdrá nada, si perdemos a él omega…
– Entonces la tomare y disfrutare de mi hogar el corto tiempo que se nos venga…

Alexander, cruzaba todo aquel paramo montañoso y boscoso, y sobre de él, vio como uno de los vestigios del rio Milas cortaba aquella basta vegetación, y sobre el horizonte, un sol que poco a poco subía, iluminando todo aquel paisaje con los cálidos rayos. Mas al frente, unas ruinas de una ciudad abandonada se empezaban a ver como una mancha blanquecina y grisácea a través del basto verde. Belmont, indico que ese debería ser el punto más lejano al que llegarían con el impulso que lograron, lo que estaba bien, dijo Alexander, pues ya estaban mucho más cerca y utilizar técnicas de viento se les dificultaría menos, sobre todo por el punto elevado en el que se encontraban, no sería tan difícil planear como lo había estado haciendo.
Cuando hubo estado a una distancia de unos doscientos metros, Alexander, disminuyo su velocidad drásticamente, colocando volteado su cuerpo y mandando ondas de aire a contra presión, para intentar que el impacto fuera menos brusco.
Justo cuando estuvo a unos cuantos metros, detono una bolsa de aire a sus pies que terminaron por absorber el vestigio del impacto, haciendo que este aterrizara como si de un salto normal se tratara. La pequeña explosión levanto una nube de polvo, a la que Alexander tuvo que disipar con una zarpada de sus manos, sin mayor problema.

Estaba en un camino de piedra blanca con docenas de inmensos pilares de marmolita de blanco color a los costados. Arriba del todo, se alzaba un templo del mismo material, hecho por antiguas culturas extintas. Las blancas ruinas mostraban el deterioro común de miles de años, y uno que otra muestra de feroces batallas. Mas abajo del todo, una ciudadela con miles de pequeñas casitas abandonadas, que cedían al paso de la implacable naturaleza, todo fusionado en un hermoso conjunto.
– Dime, ¿Qué tan cerca estamos? – pregunto al Kidon en su interior.
– Lo suficiente como para atacar desde aquí, si tú lo deseas. En eso nos ahorramos un poco de Ether – respondió, Belmont.
– No, desde aquí los ataques serán demasiado inexactos y corremos el riesgo de volar a Jasper y a él omega; Tenemos que ser más delicados.
Alexander, saco su espada almacenada en su cuerpo, que era una espada casi tan larga como lo era la espada de Aura, con aquella tonalidad negra en ella. El mango contenía una forma de dragón que de su boca dejaba salir la hoja de la espada, y sobre ella unas runas inentendibles.
Se acerco a unos de aquellos pilares, y de un tajo lo corto sin mayor problema como si de una barra de mantequilla se tratara, y lo mismo hizo con otros siete pilares, los cuales caían al suelo con un estruendo.
Los pilares tenían una altura de poco más de doce metros con un grosor de un metro y medio de diámetro. Tenían un diseño asurcado, muy fino, que terminaban en un hermoso diseño en flor, muy elegante.
Alexander, ordeno a Belmont que los levantara, y este sin vacilar lo hiso sin tocarlos. Aquellos pesados obeliscos de marmolita se alzaron a un metro por sobre el suelo y empezaron a girar alrededor de Alexander cada vez más rápido.
Ocho serán más que suficientes, calculo yo. De querer llevar más corremos el riesgo de llegar exhaustos… – dijo Belmont al interior de Alexander.
– A partir de aquí no hay retorno. Sera por Jasper, el omega y el reino. Si eso no es suficiente para motivarnos a desempolvarnos, nada lo va a hacer – estableció, Alexander.
– Te segundo, viejo amigo. Veremos si ese tiempo inactivo nos cobra factura…
Los pilares empezaron a girar violentamente, al punto de levantar una nube de polvo que lo tapo todo.

Evan, vio a lejos el epicentro de aquella violenta explosión, que casi los aniquilaba, aun sorprendido de haber sobrevivido. Por un momento sintió que había estado dentro de un horno muy caliente, siendo lo más caliente que había experimentado después de aquel trueno que le habían lanzado.
La planada, que hasta hace poco estaba superpoblada de plantas, ahora estaba carbonizado, prendidos en llamas y hasta un poco cristalizado por la temperatura tan colosal. Del cráter que se veía, solo una columna de humo negro se podía apreciar claramente.
– ¿Que habrá pasado con todos aquellos hombres…? – pregunto, Evan-
– ¿Que no ves? Están todos muertos… – asevero, Aura.
– No, algunos están a salvo, y están intentado huir. Creo que deberíamos hacer lo mismo lo antes posible. Lo que provoco todo esto, no es común y definitivamente esta fuera de nuestro control – advirtió, Li, aun con el corazón exaltado, sobándose una costilla-. Ahora sí, no tengo nada… todo dependerá de que tanto movamos los pies…
Evan, a pesar de haber sido atacado con semejante poder, tal parecía que sus heridas negruzcas, poco a poco se descostraban solas, dejando poco rastro del daño recibido. Li, lo noto asombrada de las habilidades ocultas de aquel joven, al que parecía que el destino le sonreía.
Los ojos se le habían tornado completamente rojos, casi al mismo tiempo de la caída de aquellos seres, como una forma de conexión entre los seres y Evan. Li, lo noto tambien y no pudo dejar de emparejar los acontecimientos.
Los ojos de Evan sirvieron como un temporizador todo este tiempo; una forma de aviso, para lo inevitable – medito, Li, viendo el horizonte lleno de humo negro-. No cabe duda, que él es especial en todos los sentidos. Por algo la chica trata de alejarte de mí, sabe que conmigo tu ser empieza a relucir con el conocimiento compartido entre ambos. Quizás al final no seamos tan diferente uno del otro. Incluso me atrevería a decir que tenemos muchas similitudes entre Aura y yo… Bueno, ya habrá tiempo para pensar en eso, lo importante ahora, será que estemos a salvo al otro lado…
Li, tomo la mano de Aura, y la de Evan, mientras que estos se quedaban sorprendidos por la acción de la niña.
– Salgamos de aquí… lo que está más allá del ese humo negro no es algo a lo que podamos hacerle frente. Si nos alcanza, estaremos realmente muertos… si antes nuestras posibilidades eran nulas, ahora son casi inexistentes…
– ¿Que fue eso que nos perseguía y que ahora se acaba de estrellar casi frente a nosotros? – pregunto, Aura, con desesperanza en su rostro. ¿Qué es eso que emite esta vibra tan agobiante?
Li noto como algo se empezaba mover
– ¡Explicarlo me obligaría a perder el poco tiempo que nos queda! ¡rápido! ¡vámonos! – les grito, Li.
Evan, levanto a la pequeña, se la monto encima y le puso sus bracitos alrededor de su cuello, de forma que estuviera bien sujetada. A Aura solo el tomo de la cintura como si de una maleta se tratase.
Se preparo, como si de un corredor profesional se tratase, miro el horizonte, trazando una línea que le permitiera rodear todo aquel inmenso cráter, y de una explosión de aire muy violenta, tomo velocidad hipersónica, moviendo sus piernas como nunca antes lo había hecho.
– ¡¿Evan, que haces?! – le grito Aura, sin dar merito a lo que pasaba.
Evan, trataba de mantener segura a Li, sujetando su pierna, mientras que aura la mantenía segura pegando su cadera a sus costillas con la suficiente fuerza como para no soltarla con los movimientos bruscos que empezó a hacer.
– Si ,Li, dio lo último para defendernos, yo lo daré tambien para defenderlas…
Sintió por un momento que el peso de las chicas eran tan sublimemente vano, que bien pensó en que podía cargar a otro par de chicas consigo.
Evan, conectado completamente a su mente, había comprendido un poco de lo que la pequeña había dicho. Entendió que, si lo quería, lo podía obtener sin mayor problema; que, si necesitaba ayuda, allí tenia a alguien que estaba pendiente del siempre, aunque ella lo negara.
Aunque a Aura no le gustaba la idea, en absoluto, de transportada como maleta, tenía que aceptar que desde que Evan había llegado, en ese corto lapso de tiempo, había logrado más que ella en diez largos años. No cabía duda que por algo le habían mandado a cuidarle, aunque el joven hubiera tenido que desarrollar un mayor afecto del que ella esperaba.
– ¡Eres fuerte, Evan! – exclamo, Aura, mientras trataba de apartar el cabello de su cara – ¡No cabe duda que eres lo que deseas ser! ¡llévame a casa!
Li, se aferró con las piernas tambien, pues Evan estaba empezando a tomar mayor velocidad, no cabía duda de que estaba controlando Ether muy bien, y que pronto lo usaría para romper la barrera del sonido un par de veces más con esas piernas flacuchas.
– ¡Prepárense, chicas! – aulló, Evan, mientras aumentaba la velocidad- ¡Agárrense muy bien!

Las trompetas empezaron a sonar una vez más en un efecto creciente que, Li, dedujo como que la cosa se empezaba a mover y, posiblemente, más rápido que ellos…
– ¡Evan, allí viene! – grito la pequeña-
Evan, se aferró a las chicas, imaginando en su cabeza que eran parte de el mismo, que no eran si no otra extensión de su ser y que por ende jamás se separaría. Aura, pudo sentir el apretón de Evan, tratando en todo momento de aguantarse, aunque la posición fuera la más incómoda, y que el constante moviendo le estaba provocando un dolor de cuello inaguantable.
Evan, logro romper aquella barrera con una sonora explosión, logrando abarcar una gran cantidad de superficie en un corto lapso. Sin embargo, Li, había visto que lo que estaba en el punto de la explosión ahora estaba tras de ello, moviéndose de forma abrumadoramente rápida a través de las columnas del humo negro.
Corriendo sin detenerse, lograron alcanzar a un grupo de cinco caballeros que iban huyendo del punto de la explosión, a los cuales pasaron sin mayor problema. Los chicos pensaron que los enfrentarían, pero al parecer estaban más preocupados por huir que por cualquier otra cosa.
El sonido de trompetas se intensifico al punto de ser inaguantable para los oídos, al mismo tiempo, que a la distancia se mostraba lo que parecía ser el que lo estaba provocando.
– ¡Esta sobre nosotros! – grito desgarradamente, Li. Viendo como la mole de hierro se movía al punto de alcanzar a los hombres que había pasado, destrozándolos de un golpe de su poderosa espada en una escena demasiado sangrienta.
Evan, apresuro el paso, al punto de doblar su velocidad en un intento desesperado por huir de lo que estaba a punto de alcanzarlos.
– ¡Mierda! – exclamo, la chica, tratando de posicionarse sobre el pecho de Evan de forma de quedar viendo sobre su hombro.
– ¡¿Qué haces, Aura?!
Cuando Evan hubo comprendido, fue el quien la puso en posición, poniéndole sus piernas alrededor de su cintura en una extraña posición que casi desestabiliza a Evan. Era incomodo y constantemente hacía que Aura se restregara sobre él, pero sabía que debía concentrase, aunque ese hubiera sido su sueño desde siempre.
La chica, empezó a crear aquellas agujas de sangre de modo que las podía lanzar a los ojos de aquella mole una y otra vez. Los ojos redondeados y brillantes solo facilitaban el apuntarle.
De su mano salieron agujas de veinte centímetros, las cuales lanzaba con potente Ether sin poder atinarle, pero sabía que era cuestión de calcular mejor.
Aquella inmensa mole alada, se aproximaba ya al punto de los diez metros y, Aura, no pudo evitar asombrase, era la primera vez que veía algo semejante, a semejante velocidad. Su espada rosaba el cascajo de la superficie, y su cuerpo emitía un calor externo que era más palpable a medida que se acercaba. Aunque al final lo más perturbador, quizás, sea su espantosa sonrisa dentada, como la de un tiburón.
Aura, bloqueo todo pensamiento de muerte, para poder enfocarse en su objetivo: darle en toda la cara. Se preparo nuevamente, y de su mano salió sangre que rápidamente se cristalizo, formando una lanza de poco más de un metro. La tomo, la preparo, y justo antes de que la fuera a lanzar, Li, la toco y puso en ella una pequeña semilla parecida al del girasol.
– ¡Ahora sí, Lánzala! – grito, la pequeña.
La hizo flotar primero a unos centímetros de su mano, y cuando había calculado que estaba bien, con un ademan de dos dedos la lanzo con mucha fuerza.
¡Dale, maldita sea! – pensó, Aura, cerrando los ojos-
La lanza cruzo casi instantáneamente el espacio entre ellos y la mole, impactando de lleno en su ojo derecho con una pequeña explosión de humo negro que envolvió al monstruo, haciéndolo colapsar contra el suelo con gran contundencia. Cuando la mole se precipito hacia ellos en una nube de humo, Evan, rápidamente cambio su trayecto, evitando que los golpeara.
– ¡Si, lo hiciste! – le alabo, Li.
– Si, lo hiciste, pero ahora creo que viene un par por el frente – alerto, Evan, Viendo como otras dos de aquellas moles se aproximaban por direcciones opuestas.
– ¡No creo que pueda atinarle a tantos…! – advirtió, Aura.
– ¡Además, son demasiado rápidos, no podremos esquivarlos! – añadió ,Li!- ¡¿Qué propones, Evan?!
El chico, había despejado todo sus miedos, y ahora su mayor prioridad era salir de ese lugar con sus chicas intactas. Por tanto, las apretujo un poco más para empezar a romper, un poco más. sus límites.
– ¡Aunque se me caigan las piernas a pedazos, saldremos de aquí, chicas, lo juro por mi vida! – asevero, mientras cambiaba la dirección hacia el frente de uno ellos.
De la pequeña mochila de Aura, había sacado su libretita de apuntes, sin que la chica lo hubiera notado, y la cual le había encargado a la chica por los malos presentimientos que había tenido con anterioridad. En el aguardaba los hechizos que talvez podría ayudarle, además de que en la página final había escrito unas palabras para Aura, así, si moría, al menos ella podría saber con más detalle lo que lo llevo a hacer todo lo que hiso.
Cuando la hubo ojeado rápidamente, la volvió a colocar en su mochila.
– ¡Chicas, aférrense a mí con todas sus fuerzas! -les ordeno- ¡ventum resurget in infinitum!
Y Evan se levantó del suelo, rompiendo por tercera vez la barrera del sonido.
Paso por encima de aquella mole, haciendo que este cambiara rápidamente de dirección, pero el otro solo se quedó parado. Evan cuando vio esto, se sintió un poco aliviado pues dos había sucumbido, ahora solo quedaba el último, el cual no parecía querer rendirse.
Tomaron gran altitud, con las dos chicas ahora en su espalda. La mole con alas, se aproximaba por la retaguardia, y los planes parecían haberse limitado a llegar a un lugar donde pudieran esconderse.
– ¡Ya casi estamos en Etnamos, Aura! ¡Mira…! – le dijo, mostrándole el fin del muro.
Cuando estuvieron a punto de salir de esa área, Evan sintió como su cuerpo se empezaba a sentir más pesado, y este, en consecuencia, atraído cada vez más por el suelo. Nadie se percató, pero desde la distancia, aquel ser, estaba haciendo unos movimientos extraños, casi al mismo tiempo que empezaron a sonar de nueva cuenta las trompetas…
La gravedad fue alterada de nueva cuenta por el ser que se mantenía en el suelo, atrayendo al trio de jóvenes hacia el a una cada vez mayor velocidad, siendo rápidamente alcanzados por el que venía tras de ellos.
Evan, con un brusco movimiento, logro evitar el impacto de su espada, pero a cambio, perdieron todo impulso y se terminaron por precipitar al suelo. Evan sirvió como colchón, tratando de dirigir su impacto hacia la espalda, poniendo en todo momento a las dos chicas por encima de él. Cuando estuvieron en el suelo, Aura salió rodando hacia más adelante, mientras que Li se quedó aferrada a Evan, quien se resentía por las laceraciones provocadas por la corta distancia en la que dejo la mitad de la piel de su espalda.
– ¿Estas bien, Li? -pregunto Evan a la pequeña, quien solo se limitó a levantar su mano con su dedo pulgar-. Aura, ¿Dónde está?
La pequeña se reincorporo, ayudando a Evan a tambien hacerlo.
– Alla esta… – señalo, Li, a unos metros más adelante.
La chica no parecía poder levantarse, por lo que Evan salió en su corriendo en su búsqueda. Li, se quedó, percatada de que las moles se empezaban a acercar por tres puntos distintos en su búsqueda.
– ¡Evan, espera! – advirtió, la niña con cara de asustada.
Evan, llego con Aura, y cuando estuvo con ella la apoyo sobre su pierna sin dar prioridad a los gritos la pequeña, Li.
– Aura, ¿Cómo te sientes?
– Como si me hubieran atropellado… ¿eso fue lo que paso?
– Casi…
Li, corrió hacia la pareja lo más rápido que sus piernas le permitieron, alcanzándolos al mismo tiempo que la primera de aquellas moles se ponía frente a ellos a una distancia de no más de diez metros. Con su imponente figura, tapo la luz del sol, y aquellos jóvenes quedaron a la sombra de él. Evan, se paró, y desenvainando su espada poniendo a las chicas tras de sí, encaro de a los monstruos, en claro acto de desesperación.
– ¡Tú sabes para que estoy aquí, ser horrible… sabes el propósito de mi existencia, y el porqué de mi conocimiento…! – le grito al ser, quien, sorprendentemente, solo se limitó a escucharlo parándose frente a el-. ¡Mi ser es más importante que la vida misma de todo este planeta, y mi carne no debe ser devorada por mundana bestia…!
Llego justamente el segundo, posado al lado contrario, deteniéndose bruscamente a la misma distancia que el otro con relación al trio.
– ¡Tu, si tú! ¡Ser cuyo propósito bien sabes! ¡No des otro paso…! – le ordeno, Evan, en tono autoritario, como quien tenía potestad sobre los ejércitos.
– ¡Evan ¿Qué haces?! – le pregunto la chica, quien miraba que el discurso de Evan, por fin había funcionado, o al menos esa era la impresión.
Llego el tercero y con él una ráfaga de viento que casi tumba a Evan. En su cara se mostraba el impacto de la lanza que le arrojo Aura.
– ¡Tu, el tercero que llego… no darás un paso más! ¡Me has perturbado con tu presencia y tu castigo será la de estar parado allí todo el día…!
Aquellos seres, se quedaban inmóviles, hipnotizados por el discurso sin sentido que, Evan, estaba diciendo. El de la cara manchada de negro, parecía estar claramente molesto, pero por alguna razón parecía estar allí solo viendo al joven decir tonterías.

Baltazar apenas y la había contado. La explosión fue tan masiva que, de no haber dado la orden de levantar las paredes de piedra, quizás ya estuviera carbonizado. Él sabía de antemano que aquella distorsión en el Etherocampo solo podía ser provocado por una bestia capas de rivalizar con los dioses; un Angelux. Aquellos eres creados para martirizar las almas, devorándolas con todo y contenedor. Aquel que había sido el azote de generaciones pasadas, parecía haber vuelto para una ronda más.
– Parece ser que están a una deca y media de donde nos encontramos – dijo su Kidon, dentro de el-. Parece ser que se movieron hacia Etnamos sin salir aun de los muros…
Baltazar, deshizo los muros que lo protegían, volviéndolos al suelo de donde había salido.
– Bien, tal parece que vamos a tener que enfrentarles queramos o no – dijo Baltazar-. Vamos a tener que ir con todo. Si esas amenazas llegan a Maldelabia, será un verdadero engorro.
– Solo dame órdenes y yo las cumplo…
– Bien, haremos eso entonces…
Baltazar, se preparó para un combate para lo que sabía que tenía que darlo todo. En su espalda caen las almas de soldados que quedaron carbonizados por la explosión, que gracias al pronto aviso, pudo haber sido peor.
– ¿Cuantos cayeron…? – le preguntó a su Kidon, con un nudo en la garganta-
– A lo mucho, unos treinta… – respondió- fueron unas treinta almas las que dejaron su recipiente para unirse a las demás.
– ¿Cuántos están cerca?
– A lo mucho, unos diez hombres en mi rango de reconocimiento.
– Entonces todos los demás deben estar bien.
Baltazar, separo sus piernas, y poniendo sus brazos frente a él, primero juntos y luego separados. Cerro sus ojos, y en su cabeza se empezó a imaginar la masa de partículas, agitadas, explotando una a una.
Apollon ingens flore, recharge in infinitum -conjuraba-. rotae fatorum rotate, et rotate!
La tierra donde se encontraba parado, se empezó a tambalear violentamente. Cuando esto estaba pasando, de su interior, por la parte de su espalda, salió su Kidon, y con sus manos invoco una rueda grande que se materializo a través de las partículas de oxígeno. Con cada pequeño destello de luz, se materializaba una sección de aquella rueda. Cuando estuvo completa, empezó a girar de forma tan violenta que parecía que estaba a punto de salirse de su propio eje.
– Vamos a necesitar un poco más, si queremos hacerle frente. ¡Vamos, más poder!
Alrededor de aquella rueda giratoria, se materializaron un par más pequeño que empezaron a girar de la misma forma que la grande.
– ¡Vamos! ¡¿es todo?!
Su Kidon, viendo que la cosa lo ameritaba, forzó un poco más el Ether de Baltazar para intentar traer a la materialización, cuatro más, para un total de siete ruedas, una Grande en medio, a una distancia de su espalda, y las demás alrededor, todas girando violentamente.
– Esto es todo para lo que me alcanza tu Ether, sin dejarte inconsciente – informo, su Kidon-. Una rueda de carga más y estarás muerto antes de que dispares.
– El corazón de este viejo dará su ultimo latido en nombre de su gente, para la que trabajo todo este tiempo, así que no vengas con que no podemos llegar a las diez ruedas como antaño.
– ¡Ocho serán… No más, ¿oíste?¡ – le contesto tajante, trayendo con dificultad la materialización de la octava rueda, casi al mismo tiempo que Baltazar casi cae al suelo.

En la oficina del rey, Lucille, mandaba todos los avisos correspondientes a la situación en la que se encontraban en ese momento. La engorrosa burocracia en la que se había sumergido después de la guerra, había hecho que no pudiera reaccionar con la rapidez con la que hubiera deseado. Había logrado, después de un duro proceso, hacer que los de contingencia se movieran, usando todo el poder que tenía en sus manos, tratando en todo momento de hacerse pasar por Alexander.
Lucille, se había encerrado en las oficinas por órdenes del rey, el cual había pedido que nadie le molestara en un periodo de tiempo. Había dado la orden de que absolutamente nadie, ni si quiera la reina, podía abrir esas puertas hasta que el diera la orden. Como mucho, había logrado comprar un par de días para poder realizar su cometido.
Había conectado el comunicador directamente a los comandos exteriores, de modo de tener en todo momento noticias de las fronteras. Desde que recibió el aviso de la distorsión en el Etherocampo, no había dudado ni un segundo en avisar a Alexander justo antes de que llegaran a la distancia límite de aquel aparato.
Se que mi mensaje llego de forma correcta a él, y sé que, de ninguna forma permitirá que le pase algo a nuestra Jasper… – se dijo, al mismo tiempo que se ponía el receptor en el oído y el micrófono en la boca- Se que el la traerá a salvo…
Una voz distorsionada, y un tanto mecanizada, la saco de su ensimismamiento de la misma forma que un ruido estrepitoso te despierta durante un sueño profundo.
– ¡Fuerzas de contingencia acercándose a las fronteras! ¡Aviso de posibles Lunarios Angelux Miles! ¡Fuerzas del rey esperando ordenes, mi señor! – reporto, aquella voz metalizada.
Aquella mujer, tenía en su bolsillo un aparato parecido a un pequeño tubo de metal. Lucille se lo puso en la boca y hablo a través de él.
– Confirmen la amenaza y movilicen a todas las fuerzas capaces de los estados aledaños a el cuerno de Etnamos. Dar caza a la amenaza es la única prioridad – ordeno Lucille, con una voz parecida a la de Alexander-. Cerca de los muros hay una chica de cabello negro, lo acompaña un muchacho igual o más alto que ella, confirmen, y de ser así, dar protección absoluta a ambos. Su rango solo será menor al de un comandante ¿Entendieron?
La mujer estaba tan segura de que allí estaba su hija, que no dudo ni un segundo en dar máxima prioridad a su defensa. Dándoles un rango muy alto, el ejército no tendría de otra que tratarlos con el respeto que se merecían tales personajes. La mujer estaba procurando mover las piezas lo mejor posible, y como Alexander se lo había pedido.
– Puede repetir la última orden, mi señor – pidió, la voz en el intercomunicador-. ¿Dar rango militar a dos civiles?
– ¡Le estoy otorgando el rango militar a dos civiles, sí! ¡Estoy pidiendo que no deben ser tocados por ninguna amenaza externa o interna de este reino! ¡Estoy pidiendo que esos civiles sean resguardados por todo el poder del ejercito!
– Entendido, mi señor… – termino la comunicación con un abrupto sonido de distorsión, para luego apagarse del todo.
La mujer no podía dejar de sentirse nerviosa, sobre todo cuando se trataba de posibles Angelux. Su corazón no parecía querer calmarse, y se excitaba más con cada mensaje que recibía de la situación en fronteras.
Se reclino sobre la silla, pensando en su pequeña a la que había dejado sola por tanto tiempo, y que ahora posiblemente este en un inimaginable peligro…
Evan, se quedó esperando la respuesta de las moles, que solo se le quedaban viendo extrañados, quizás, por la tonalidad que habían tomado sus ojos o por la forma en que hablaba, de todas formas, solo estaban parados sin hacer nada.
Aquellos seres, retraían sus inmensas alas en un movimiento muy lento, una y otra vez. De su cara se esbozaba la maquiavélica sonrisa que había helado la sangre de Aura y Li, y quienes aún se extrañaban de estar vivas.
– Quizás se les agoto la batería – dijo Aura, poniéndose de pie.
– Lo dudo – añadió, Li-. Estoy casi segura de que, si Evan no estuviera en su camino, ya estaríamos más que muertas. Para ellos no somos más que comida…
– ¿Porque a Evan? – inquirió, Aura.
– Por la misma razón por la que te mandaron a ti a cuidarle por tanto tiempo – contesto, Li- Entiende que Evan ahora es la persona más importante sobre esta tierra, y si cayera en malas manos estaríamos todos condenados.
– ¿Tan malo es?
– Así de malo es. Pensé que ya lo sabias… – replico, la niña.
– Ustedes dos. De ser cierto lo que, Li, dice, por ningún motivo deberían separarse de mi ¿cierto? – añadió el muchacho, sin voltearlas a ver.
– No del todo – explicaba, Li-. Ellos podrían simplemente tomarte, matarnos e irse a comer a la ciudad más cercana, pero quien sabe que está pasando por esas horribles cabezas ahora mismo.
Cuando Li, hubo terminado, el ser alado de la cara manchada de carbón, pareció empezar a moverse. Su espada, era tan larga que la empezó a arrastrar por el suelo, haciendo surcos.
Evan, rápidamente se posiciono de modo que las chicas estuvieran siempre a su espalda. Cuando el segundo empezó a moverse, este puso su espada sobre su hombro, y tambien empezó a caminar. Cuando el tercero hubo visto esto, emitió un extraño gruñido, agarro su espada con las dos manos, y empezó a caminar hacía ellos.
– ¡¿Qué hacemos?! – pregunto, Aura, un tanto alterada, poniéndose el velo de sangre, y trayendo su espada de nueva cuenta.
– ¡Luchar! – dijo, Li, tirando múltiples semillas al suelo.
– ¡Todas, detrás de mí, siempre! – gruño, Evan, preparando su espada.
El sonido metálico de los pies de aquellas armaduras abollaban el suelo con cada paso por el gran peso de estas. El viento parecía haberse detenido, así como lo había hecho el tiempo. La adrenalina que producía materializar el miedo al mundo real, hacía que de las mejillas de Aura salieran gruesas lágrimas de coraje, que no hacían si no reforzar sus fuerzas, a sabiendas de que estuvieron en peligro mortal todo el tiempo. Las lágrimas de dolor provocaron en Evan la valentía necesaria para empeñar su vida y su alma para darlo todo por las chicas que le habían acompañado, sobre todo por Aura, que era la que más tenía que perder en aquella misión, que estaba destinada al fracaso desde un principio, y desde el momento en que aquel ser les abrió la puerta al Terrapilar.
– ¡Kidon, dime tu nombre, te lo imploro… no… te lo ordeno…! ¡Por el amor de Dios, dime que esta situación es reversible! – pedía, Evan, a su ser interior-. Te daré lo que me pidas, pero dame todo el poder para sacar a estas chicas de la situación en las que las eh metido…
– Entonces dame lo que te pido, y volvamos juntos al mar del etéreo de donde jamás pedí salir… – se manifestó, aquel ser, después de un silencio-. Te sacare de aquí con las chicas intactas; “te daré las fuerzas que necesitas, para que la libra no pese ni lo de una hormiga…”

El sonido de múltiples alarmas resonó en aquella villa, proveniente de todos y cada uno de los postes de luz que poseía. El sonido estridente, aviso a la gente, que una amenaza se acercaba, capaz de destruir todo. Las alarmas de guerra habían permanecido en silencio durante casi dos décadas, inertes, sin casi actividad, pero ahora volvían a resonar a todo lo que daban.
La gente, era entrenada anualmente con simulacros que ayudaran a saber qué hacer en caso de que pasara lo inevitable, pero aquellas personas que habían estado en paz, parecía como si hubieran olvidado todo y empezaron a correr despavoridos hacia los refugios anti bombas que el estado había construido en caso de que estallara la próxima gran guerra.
El caos se apodero de aquella villa, y los soldados que habían permanecido allí, ayudaban a las personas a evacuar lo antes posible, tratando de volverlos al orden. Las escuelas que impartían clases, llevaron a todos sus niños a el refugio preparado para ellos en lo más profundo de la tierra, a la espera de sus padres. Las personas en la plaza se dirigieron al Centro Capitolio, donde se encontraba el refugio para civiles, y los miembros de oficina de los edificios evacuaron a los sótanos de los mismos.
Las alarmas seguían, y la gente que no logro ponerse a resguardo en alguno de los lugares asignados, esperaron en sus casas a lo inevitable…

Evan, se preparó para dar su alma, por las chicas, quienes se mostraban asustadas, horrorizadas y un poco incrédulas de la situación en la que estaban. Pero antes de que pudiera hacer algo, un destello segador, muy familiar, cruzo una distancia superior a los doscientos metros, con poderosa explosión, que sacudió el suelo de forma en que las chicas se tuvieron que agachar para no caerse. Era un poderoso rayo el que impacto de lleno en la espalda de uno de aquellos monstruos, volándole parte de las placas de su armadura aledañas al capullo que mantenían. El siguiente impacto, hizo que Evan, esta vez se tuviera que agachar, manteniendo una mano en la cabeza de aquellas chicas. Esta vez, el impacto fue al segundo ser, y esta vez sí le voló parte de la armadura del hombro. Cuando, Evan, vio a la persona que estaba provocando todo esto, no pudo evitar reconocer al viejo de la armadura.
El que había recibió el segundo impacto en el hombro, ahora estaba de frente del viejo, quien se deslizaba por la planta de sus pies a una gran velocidad, y sobre su espalda estaban seis ruedas girando descontroladas, generando vatios y vatios de electricidad descontroladamente.
La mole abrió la boca, y cuando empezaba el sonido de trompetas, la gravedad se voltio en torno al mismo. Evan, clavo sus manos en el suelo y sostuvo a Li, mientras que, Aura, clavo su espada, pues era como si todo el mundo se hubiera volteado.
Baltazar, se vio prontamente atraído a de forma casi inmediata, desestabilizándolo al punto de caer al suelo y ser arrastrado hacia el ser.
Cuando estuvo por llegar, la mole, preparo su espada y lo golpeo una y otra vez sobre el suelo, al punto de enterrarlo como clavo. Cuando Evan hubo visto esto, le lanzo la niña, a Aura, y ella la tomo fuertemente de la mano, para terminar por dirigirla hacia su cuello para que esta se sostuviera de él. Evan, se dirigió arrastrándose como en caída libre, y cuando estuvo sobre la mole, le clavo la espada sin hacer gran daño al que atacaba a Baltazar. La mole de hierro, con una de sus manos, tomo a Evan y cuando se preparaba, para engullirlo con su boca llena de finos dientes, Baltazar, le volvió a lanzar un rayo segador, impactando de lleno en el brazo, solándolo en el acto. Evan, como pudo, se movió hacia su pecho y le clavo la espada en medio de los ojos, provocando que lo lanzara por los aires, y que la gravedad volviera a la normalidad de forma abrupta.
Evan, cayo a unos metros, dejando en el suelo, un surco por donde se había arrastrado. Se levanto lo más rápido que su dañado cuerpo se lo permitió, evitando así, que el de la cara humeada, lo arrollara con su rápido paso…
El ser que quedaba libre, fue prontamente al encuentro de Aura y Li, deslizándose por la superficie, se puso rápidamente frente a ellas, alzo su espada y cuando estuvo a punto de impactarlas en un ataque que supondría la muerte casi segura de ambas, algo inesperado cruzo la distancia casi sin hacer ningún ruido.
Era largo y blanco – ¿un misil? – pensó Evan, cuando le cruzo en una fracción de segundo casi rosándolo -. El poste blanco le dio de lleno en las costillas a la mole, que se preparaba para matar a las chicas, y lo termino por enviar a varios metros a la distancia en una nube de partículas de aquel pilar.
Aura, se levantó, y cargando a Li en su espalda, corrió hacia donde Evan estaba, pero este estaba intentando esquivar de nueva cuenta al ser, quien en su insistencia, termino por clavar más de la mitad de su espada en el suelo, rompiendo la superficie. Evan, corrió al encuentro de Aura, pero la armadura lo seguía a una velocidad esquivable esta vez. Cuando estuvo en su zona de colisión, preparo su espada de nueva cuenta, y cuando estuvo justamente por rebanar al chico, de nueva cuenta un misil blanco impacto de lleno en la espalda de aquel ser, haciéndose añicos y haciendo que este se clavara en el suelo.

Las alarmas de Maldelabia resonaron al mismo tiempo que del cielo se escuchó la llegada de un proyectil de color verde obscuro, muy pesado, que cruzaba los cielos a velocidad hipersónica, junto a este, otros seis de color blanco.
Evan, agarro a Aura en sus brazos, y la apretó fuerte entre ellos. Al fondo, un tremendo impacto creaba un gran cráter, y el polvo que se levantó cubrió rápidamente al trio. Cuando los chicos intentaron ver qué era eso, solo apreciaron lo que parecía ser un hombre con armadura y alrededor de él, dando vueltas, seis pilares blancos.
Baltazar, lo vio, y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver la inconfundible armadura de aquel hombre que había llegado.
La mole, inmediatamente dejo de golpear al viejo, para centrarse en el nuevo personaje que había llegado al escenario.

Alexander, ordeno hacer girar los pilares a la máxima velocidad posible, para despejar el polvo, y cuando lo hizo, tuvo una mejor idea de donde estaba. Busco con la mirada en los alrededores, y la vio por primera vez desde que nació. La vio que abrazaba a un chico, mientras una niña sucia les jalaba de las ropas.
– ¡Es ella…! ¡Es una viva representación de su madre! ¡Qué hermosa te has puesto, Jasper…! – se dijo, esbozando una sincera sonrisa de felicidad-. ¡Ella se pondrá muy contenta…!
El que golpeaba a Baltazar, se abalanzó contra él, pero, Alexander, tomo un de los pilares y lo bateo con fuerza descomunal, enviándolo a varios metros. El rey planto los pilares restantes en el suelo y se dirigió con el soldado que estaba en el suelo, casi abatido.
– ¡Mi señor, te eh fallado! ¡Ha tenido que venir a hacer el trabajo que nos correspondía a nosotros! – se estremeció, Baltazar, poniéndose de pie. Su armadura había logrado resistir los golpes muy bien-. ¡No merezco ostentar el cargo que tengo!
– Soldado, jefe de legión: Baltazar Magnolias – le dijo, ayudándolo a reincorporase-. Es para mí un honor conocer al poderoso “Trotolon de Magnolias” Veo que la cosa se ha puesto demasiado seria, como para traer a la materialización esas poderosas ruedas.
– Si, puede que las cosas se hayan puesto demasiado duras aquí. Por cierto, es usted más alto de lo que recuerdo… – afirmo, Baltazar.
– Eso es lo que siempre dicen, pero eso no es importa. Dime mejor que tan mal estamos.
– Tres Angelux cayeron durante la misión de que recibimos de una carta oficial todos los jefes de legión aledañas a la frontera del cuerno. Cuando aparecieron los muchachos, los que encajaban con la descripción de unos terroristas, nos abalanzamos a apresarles, fue entonces cuando del cielo cayeron esos azotes, mi señor…

La mole de la cara humeada, se movió tan rápido, como lo que tardaba un parpado en cerrase. Se posiciono sobre los chicos quienes seguían abrazándose, y con la mano alzada se preparó a intentar asestarles de nueva cuenta con aquella pesada espada. Alexander, se percató y sin tener que moverse, con un movimiento de su mano, lanzo a gran velocidad, un pilar blanco, y de nueva cuenta lo mando a volar, poniendo distancia entre ellos. Evan, solo pudo lanzar al suelo a las chicas de nueva cuenta.
– Estas cosas son duras de no acabarlas rápido, puede que nos quedemos si Ether antes que ellos empiecen a pelear en serio – dijo, Alexander.
– Lo sé, ellos parecen estar conteniéndose por alguna extraña razón… – aclaro Baltazar.
– Si, puede que esa razón, sea ese chico que esta con la joven y la pequeña… – añadió de forma sorpresiva para Baltazar.
– No lo entiendo. ¿tiene que ver con la nueva orden que hemos recibido del control general? – pregunto, Baltazar-. Les han otorgado rango militar a dos jóvenes, una joven y un chico ¿son ellos, mi señor?
– Señor Baltazar, nuestra misión el día de hoy, será el que nada toque a esa chica ni a ese joven. De tener que dar la vida por ellos, se debe hacerse sin excepciones – ordeno, con mirada fría-. Los de contingencia, que están por llegar, ya vienen con esa orden…
– No lo entiendo… disculpé, mi señor, pero recibí una carta firmada por usted aseverando que eran terroristas y que los querían de preferencia muertos – notifico, Baltazar, claramente confundido-. ¡Hemos estado cumpliendo las ordenes al pie de la letra! ¡De haber juicio militar, que en mi caiga la responsabilidad de absolutamente todo!
– ¡Señor magnolias, de mi lo único que va a recibir de mí, será reconocimiento, y si tiene algo que penar, lo va a enmendar cuidando de esa mujer que está allí! – gruño, Alexander, poniendo una mano sobre el hombro de aquel viejo caballero, y señalando a Aura.
Alexander, materializo su yelmo, de modo que la armadura quedo completada. Se preparo para atacar, ordenándole a su Kidon que empezara la carga hacia las piernas y a los brazos, tensionándolos al máximo.
– ¡Voy a necesitar que te materialices y cuides de mis espaldas, Belmont!
Belmont, en una nube de humo negro, apareció completamente armorizado, y cargando con él, un gigantesco escudo que tenía un león abriendo la boca. Baltazar, se preparó tambien con su armadura completada y trayendo a la materialización, su escudo.

Evan, vio como aquel hombre que había caído, el que lanzaba los pilares, se aproximó a ellos, deslizándose sobre la planta de los pies, mientras que el otro se quedaba alerta.
Alexander, se paró frente a ellos y Evan lo enfrento con la espada lista.
– Jóvenes, que han llegado de más allá de la bóveda celeste, me presento ante ustedes: Yo soy el máximo regente de estas tierras, Alexander Von Vermillion de Etnamos – se presentó el imponente hombre, mientras a Aura se le aguaban los ojos y se dejaba caer al suelo de rodillas, tapando su cara y sollozando- … Bienvenida a casa… Jasper… tu madre espera…

De los aires se aproximaron gigantescas aves de picos muy largos de unas alas de gran envergadura y de hermosas colas como listón que movía el viento. En sus espaldas cargaban a soldados de armadura blanca de cuerpo completo. Cargaban cada uno, una lanza muy especial que era del doble del tamaño de ellos. Y el total de los soldados convocados fue de cincuenta, todos con su respectivo escudo que ponía en ellos, como frase en runas: “La carne le pertenece al Terrapilar, y el alma; al cielo”.
Del cielo se dejaron caer los cincuenta hombres, cayendo en un perímetro alrededor de Alexander. Se formaron frente a él, sabiendo identificar con eficacia la armadura de su rey, de la que no habían tenido ningún aviso previo de su presencia. Los hombres cayeron levantando todo el polvo que Alexander había aplacado.
– ¡Fuerzas de contingencia, presentes por el sagrado reino! – gritaron al unisonó, tronando un pie sobre el piso-. ¡Las ordenes, de mi señor son absolutas!
Alexander, puso su mano detrás de él, se cuadro y trono el pie sobre el suelo, haciendo un pequeño cráter.
– ¡Lo único para lo que están aquí es para proteger con su vida a estos tres jóvenes! -ordeno con voz firme- ¡La mitad debe evacuarlos, la otra luchara con nosotros!
– ¡Si señor! -gritaron los hombres, y Baltazar hizo lo mismo.
Las tres moles de hierro, se acercaron casi de forma imperceptible, mostrando los dientes y emitiendo el sonido de trompetas por sobre los hombres. El grupo de contingencia, paro sus escudos y, mediante una fuerza de ondas de choque, provenientes de los escudos, los lograron repeler hacia los costados. Todos se apostaron de forma que, Alexander, Baltazar y los tres chicos quedaran a resguardo con sus escudos, en lo que se venía la segunda embestida.
Alexander, paso su mano desnuda por sobre la mejilla ensangrentada de Aura, sin que esta se llegara a dar cuenta, quizás por la adrenalina del momento, y por primera vez en tanto tiempo pudo volver a sentir esa suave piel de su niña.
Los tres seres apostados alrededor, ahora parecía que iban en serio. Al parecer, la llegada de Alexander y los de contingencia los habían motivado de gran manera.
Separaron sus poderosas piernas, y de sus espaldas salieron dos patillas extras para estabilizarlos y anclarlos al suelo, y su pecho dejo salir, apartando las capas de armadura, un cañón, que en su interior se podía notar como se empezaban a mover capas más pequeñas, volviéndose amarillento y en demasía, caliente, en un sistema mecanorganico completamente ajeno a aquel mundo. Cuando los tres estuvieron cargados al punto del rojo vivo, y aquellas capas dejaron de girar, descargaron con poderosa explosión, un rayo de energía caliente de lleno en los escudos de aquellos hombres, quienes aguantaban todo con aquellos escudos especiales. Casi de inmediato, la temperatura subió demasiado al punto de ser insoportable. Aura, al sentir eso, creo una burbuja de aire fresco de su boca, con la que logro amedrentar un poco el calor.
Alexander se preparó, dándole señal a Baltazar para hacerlo, a lo que el hombre asintió.
– ¡Ahora! – grito, Alexander saltando en el aire junto a Baltazar, justo cuando los rayos se habían empezado a mermar.
La mitad del grupo de abajo, los que conformaban la barrera del exterior y los que tenían el escudo al rojo vivo, se separaron, mientras que el grupo del exterior se quedó, para proteger al trio de jóvenes, quienes seguían abrazados.
Alexander, se abalanzo sobre el de la cara humeada, mientras que Baltazar fue por el del hombro destrozado junto a otros diez de aquellos hombres de armadura blanca, y los otros quince, se abalanzaron por el otro restante. El grupo de en medio espero la brecha que Alexander abrió, y tomaron a Aura, Evan y Li con ellos, y deslizándose a velocidad hipersónica se retiraron con rumbo a Etnamos.
El de la cara humeada, materializo una lanza de energía, la cual intento lanzar, pero Alexander lo impidió volándole el brazo de una sola tajada, haciendo que la lanza cayera y explotara con violencia en el suelo, sin contar con una capacidad bestial de regeneración, que, en cuestión de segundos, ya había regenerado el brazo de forma completa y en posteriores segundos, la armadura, dejándolo como si nada hubiera pasado.
Baltazar, lanzo su trueno mientras todavía estaba en el aire, rompiendo así una de sus ruedas pequeñas y logrando impactarle de lleno en el pecho a la mole con la que estaba peleando, volándole parte de la armadura en un mar de partículas calientes.

Para la mitad de la mañana, se había dado a conocer el aviso de código negro en toda la frontera con Vilas. El cuerno entero había entrado en alerta máxima, desplegando así, a todas sus legiones en pie de guerra.
Maldelabia fue rápidamente abarrotada de fuerzas militares completamente armorizadas, para la protección de la villa. Mas a los bordes se habían quedado otro grupo de fuerzas de contingencia a la espera de ordenes de movimiento.
Desde centrales se había emitido, tambien, el aviso de que su rey había atendido el llamado y estaba en los muros encargándose de la amenaza, por lo que por defecto se ordenaba alejarse de su perímetro, para evitar, sobre todo, bajas a manos del rey. Los únicos que podían acercarse a dar apoyo sin orden previa, eran solo los altos mandos.

En los muros, los de contingencia del segundo grupo, seguían en su orden de proteger al trio de jóvenes, acelerando en su extraña danza coreografiada para evitar ser golpeados por la mole de hierro, que ahora estaba sobre ellos, proyectando su sombra alada al suelo.
El grupo se pasaba a los chicos de mano en mano como si de un balón se tratara. Los veinticinco hombres, patinaban sobre el piso, en una especie de bolsa de aire, que los mantenía a un par de centímetros de la superficie terrosa. Todos habían puesto sus escudos y sus lanzas en sus espaldas, de modo de que sus manos estuvieran libres en todo momento, pasándose a la pequeña li, de forma que esta podía ser lanzada con más facilidad, mientras que, Evan, tenía que ser pasado directamente a las manos del siguiente.
A Aura era a la que más le molestaba seguir siendo tratada como maleta de viaje, como había venido siendo tratada por, Evan, desde que entraron a aquellas tierras, pero al final lo terminaba aceptando si eso le permitía ver a su padre de nuevo.
Es muy alto, definitivamente es alto – se decía, esbozando una inocente sonrisa-. No puedo creer la facilidad con la que movía objetos, debe ser muy fuerte. Me pregunto si mama tambien será igual de fuerte… o alta… no puedo aguantar más, estoy tan cerca de saberlo.
A medida que se acercaban al final de aquel muro, el ser parecía inquietarse más y más, al punto de aumentar la violencia con la que envestía. En más de una ocasión había bajado lo suficiente como para intentar tomar a Evan, pero este era rápidamente pasado de mano en mano, a modo de alejarlo, fue entonces cuando el que orquestaba la coreografía, decidió volver a partir el grupo en dos, de modo que Evan fuera prontamente alejado de las dos chicas. Así, doce se fueron con Evan y el resto con Aura y Li, comprobando sus teorías casi de inmediato, al ver como la mole prefería ir por Evan.
– ¿Por qué no lo enfrentan? – pregunto, Evan, al soldado que lo llevaba en brazos, pero pareció que lo había ignorado casi por completo.
La mole preparo de nueva cuenta el cañón de energía calorífica que había disparado la primera vez, solo que esta, lo iba a dejar caer desde el aire. La placa del pecho se había abierto, y de su interior se empezaba a ver las primeras revoluciones de aquel tubo, que poco a poco pasaba tornarse de color rojizo, acompañado de un calor sofocante en él ambiente. El ser abrió la boca para dejar salir el sonido de trompetas, mientras activaba la manipulación gravitatoria, que rápidamente desestabilizo al grupo, quienes activaron, en respuesta, su campo proveniente de los escudos en sus espaldas, inutilizando los efectos del ser de metal. El cañón llego al punto de intolerancia al Ether, y no le quedó más remedio que liberar toda esa energía al suelo con una potencia ensordecedora. El ser, apunto a la bandada de hombres de blanco, quienes se lograron dispersar a tiempo, dejando a la mole desconcertada y sin poder atinarle a nada. Para cuando el cañón había parado de liberar Ether, ya los hombres estaban de nueva cuenta reunidos y con rumbo a Maldelabia.

Alexander, por su cuenta, mantenía a raya al ser alado, quien embestía una y otra vez en un intento por derribarlo. Cuando no podía esquivar, optaba por absorber el impacto con el filo de su espada, haciéndolo retroceder de inmediato. Su Kidon, procuraba tratar de recibir los impactos más severos, a modo de no dejarle toda la carga a Alexander. La mole al ver que, poco o nada le hacían sus ataques, se decidió por algo diferente, de forma que pudiera matarle de forma más rápida. Así, de la parte baja de su espalda, a la par del capullo, se abrieron dos placas de metal, liberando un montón de extraños seres voladores parecidos a insectos que de inmediato se abalanzaron contra Alexander y su Kidon. Rápidamente puso su mano formando un triángulo y al soplar a través de él, salieron llamas de color azulado que abarcaron varios metros de distancia, quemando todo a su paso, y haciendo que los insectos se quemaran cayendo como polvo al suelo. La mole, sin previo aviso, cruzo las llamas asestándole un potente golpe en la cara y enviándolo a varios metros, dando un sinfín de marometas en el suelo hasta detenerse.
– ¡Eso si dolió! – expreso, sujetándose la barbilla- ¡¿Cuándo fue la última vez que recibimos tanto dolor?!
– Creo que nunca habíamos recibido tanto dolor… – respondió Belmont, un tanto avergonzado por haber pasado ese golpe, y ayudando a Alexander a incorporarse.
La mole metálica, se puso en marcha de nueva cuenta y Alexander hizo lo mismo, cuando los dos se hubieron encontrado, toparon sus manos de forma que ninguno podía seguir avanzando. Las manos de Alexander parecían las de un niño comparadas al del ser ese.
– ¡Empuja, Belmont! – ordeno, entre quejidos.
Belmont, se puso detrás de él, empujando, cuando del pecho se empezaron a abrir las puertas del cañón, de nueva cuenta. Alexander, en un movimiento rápido lo soltó, dejando que se estrellara con su propio peso en el suelo, obligando a guardar el tubo aquel. Cuando hubo caído de frente, dejo apreciar el curioso capullo que salía de su espalda.
– ¿Sera eso un punto crítico? – pregunto Alexander.
– Espero que si – respondió Belmont.
Alexander, materializo una estaca de metal de unos dos metros de altura, con una punta muy filosa. La tomo y la lanzo al capullo aprovechando que la mole se estaba reincorporando. Cuando la aguja estuvo a punto de impactarle, esta fue rechazada de forma brusca y fue renviada a Alexander, quien rápidamente la esquivo.
– Si, lo más seguro es que quizás sea vulnerable, pero al mismo tiempo quizá no mucho -dijo el rey, preparándose para el segundo raund.
El ser abrió las alas y abrió la horripilante boca dentada, pero esta vez no emitió ningún sonido. Puso sus manos frente a él, y de nueva cuenta altero la gravedad de forma que Alexander y Belmont fueron atraídos, siendo la fuerza más contundente con cada vez que batía las alas. De las plumas negruzcas se empezaban a cuajar pequeños orbes de energía mientras que del pecho sacaba su cañón.
– ¡Esta ves si va en serio! – exclamo, Alexander, clavando la espada, para no seguir avanzando hacia el monstruo-. ¡Tiene la capacidad para atraer objetos pesado hacia él sin ningún problema!
– ¡Parece que vamos a tener que desmaterializar las armaduras si queremos tener alguna oportunidad contra lo que se viene! – dijo, Belmont, haciendo lo mismo que Alexander.
La armadura de ambos fue quitada, mientras que, Belmont, volvía al cuerpo de Alexander en un intento de replantear una nueva estrategia.
En todo caso, si algo sale mal todo estará perdido… -pensó-.
La gravedad se intensifico al punto de parecer imposible seguir sosteniéndose del mango de la espada. Cuando ya los dedos no iban a poder más con la presión, aquel ser dejo ir una oleada de pequeños orbes con el batir de cada ala, impactando de lleno contra el cuerpo de Alexander a una velocidad que le impidió reaccionar a él o a su Kidon. El dolor de la metralla solo se podía comparar al que provocaba el acero caliente sobre la piel. Alexander, en su dolor, se dejó ir contra el ser, quien estaba a punto de liberar su energía, pero Alexander llego primero y parado sobre el pecho, le voló parte de la cabeza con un poderoso zarpazo de su espada. Cuando la mole intento atraparle, ya Alexander estaba en su espalda dándole en repetidas ocasiones al blanquecino capullo sin lograr hacerle gran cosa, como siendo repelido por un extraño campo.
– Vamos a probar con otra cosa ¿Qué te parece? – sugirió, Belmont, Materializando unas placas de metal que asemejaron un cañón en la mano derecha de Alexander, quien al igual que el ser, podía recargar de forma casi instantánea; y justo antes de que mole de hierro tuviera oportunidad de disparar el suyo, ya Alexander le había descargado el de el en la espalda, acabando el campo gravitatorio y haciendo que herrara su disparo, dejándolo ir al horizonte y luego al cielo. Alexander, de un salto se había puesto a salvo a unos metros, materializando de nueva cuenta su armadura de cuerpo entero, y esperando a que le humo levantado se aplacara para ver si había funcionado.
– Es obvio que esas cosas no van a caer tan fácilmente – asevero, Belmont-, tendremos que hacer algo más contundente para que eso pase.
– ¿Y qué sugieres? – pregunto, Alexander, sobándose la quijada.
– Eso mismo que estas pensado…
Alexander, no pudo aguantar las ansias y con un ademan de su mano, como quien abre una puerta, aparto el humo, dejando ver el cañón casi cargado de la mole, quien no dudo en dejárselo ir, sin contar con que Belmont aprendía con cada segundo, y materializando setecientas capas de Cristalaire, que lograron parar el poderoso ataque, y de las cuales cedieron, al romperse, quinientas doce de ellas.
– Otro descuido de esos y va a parecer que no sabemos lo que estamos haciendo, Belmont…- reprocho, Alexander.
– ¿Qué? ¡Esta vez le atine a los tiempos de reacción, ¿o no?! – reacciono, el Kidon- ¡Además, la procrastinación parece estar tomando frutos, y por defecto nos hemos vuelto extremadamente lentos!
El ser, se aproximó a una velocidad descomunal, intentando cortar la cabeza de Alexander, quien puso su espada para impedirlo, volando partículas de metal caliente, y obligándolo a soportar semejante impacto. El ser, rápidamente volvió a embestir con su espada Alexander, y así una y otra vez en sucesiones tan rápidas, que le era imposible reaccionar más que para defenderse, por lo que en una oportunidad opto por retroceder.
– Es grande y pesado, pero, sin embargo, es demasiado rápido, y además no parece que nada funcione en el – puntualizo, Belmont.
– Entonces vamos a hacer que ese peso le valga una derrota descomunal – afirmo, Alexander, intentando maquinar un “como”.
– Estamos capados, Alexander, usar más poder implicaría más destrucción – advirtió, Belmont-. Si usamos “eso”, tendríamos que volar todo, y eso incluiría a tu niña, quien todavía no ha podido llegar a Maldelabia, porque los de contingencia tienen pegado al culo una de esas cosas.
Los más importante para Alexander, en esos momentos, paso a ser su hija, quien con haberle visto la cara un par de segundos, se había ganado con creses ese derecho indiscutiblemente.
Alexander, rechazo la pesada espada de su oponente, y dejando de lado la suya, le asesto una sucesión bestial de golpes, que el ser no pudo advertir, haciéndolo retroceder. En los ojos del rey se empezaba a ver la chispa de las guerras de antaño, en las cuales su sola presencia era motivo suficiente para hacer retroceder ejércitos enteros.
– ¡Vamos a acabar esto de una vez y por todas! – grito, Alexander, a través de su pesado yelmo-. ¡Belmont, prepara los rituales para hacer desaparecer naciones!
– ¡Entonces… ya lo decidiste…! – inquirió, Belmont, materializándose de nueva cuenta y posteriormente su armadura y su escudo-. ¡Si lo ordenases… ¿por qué habría de negarme?!
Belmont, huyo a un lugar lo más alejado que pudo, sin perder de vista a los dos contendientes. Cuando considero que podía hacer los rituales en ese lugar, empezó…
Alexander, se impulsó en el aire, para tratar de golpear al ser, quien le paro el puño con relativa facilidad, y cuando lo hubo hecho, sin percatarse de nada le asesto un par de puñaladas con la espada en el estómago. El ser con facilidad, lo levanto y lo golpeo en repetidas ocasiones hasta casi perforarle las placas del abdomen. Alexander, aumentando todo su poder al brazo izquierdo libre, y le termino asestando un golpe justo en el codo, que lo termino por quebrar haciendo que lo soltara y este cayera al piso.
– ¡Veamos si puedes con esto, maldita basura! – grito, preparando de nueva cuenta, el cañón de su mano derecha.
Puso su mano izquierda sobre el piso y este inmediatamente se convirtió en arena movediza que termino por engullir hasta la mitad a la poderosa mole, quien no hallaba nada que hacer ante el ataque. Alexander, dejo liberar toda la energía de lleno en la cabeza, volándosela en un mar de chispas y una cascada de sangre que salía a presión hacia él aire.

A la distancia, un Belmont, aplaudía la astucia que había mostrado Alexander, mientras ponía en el suelo, tres semillas de color negro: una de blastonium, una de dasoinarum y una de infernorum, todas en un mismo lugar. Inmediatamente invoco un circulo Etherico de diecinueve mil pentagramas y quince runas místicas del más poderoso linaje de estas. Posteriormente soltó un puñado de sal sobre el centro de este.
Ad apicem suum rem diiudicare non contrahito, et comprimito –
conjuraba, mientras en la tierra se hacía un vórtice cada vez más violento.
Al vórtice empezó a echar distinto tipos de tierra, unas rojas, otras ocres, unas un poco verduscas, y unas de color plata. Con cada una decía un par de palabras místicas, ahondando a su cantico sagrado.

Alexander puso ambas manos en la tierra y alrededor de la mole metálica, salió un circulo Etherico con dos pentagramas y quinientas runas de bajo nivel Etherico. Del suelo aparecieron, tambien, trece pilares, y entre ellos empezó a salir una línea que los conecto a todos, mientras la sangre poco a poco dejaba de brotar del cuello del monstruo. Del suelo, tambien, brotaron tres poderosas garras de Terracristal, las cuales apresaron con gran violencia al ser, inmovilizando sus alas. Lo siguiente fue la traída a la materialización de miles de cadenas que de inmediato envolvieron todo con sus poderosos eslabones dentados.
¡Ut refert et profugus in terra! – canto, Alexander.
Las cadenas rápidamente se empezaron a contraer, hasta el punto de que le impidieron todo milímetro de movimiento al ser, mitad dentro, mitad fuera de la tierra.

Baltazar, junto a los soldados de blanco, luchaba contra el otro de los seres alados, desatando en cada oportunidad un rayo contundente que le volaba pedazos de armadura sin pasar a más. Cuando se hubo dado cuenta que tenía una poderosa defensa que casi le impedía recibir grandes daños, tuvieron que replantear todo de forma muy diferente a como lo habían estado haciendo.
– Solo nos quedan dos disparos, Baltazar, si fallamos habremos manchado el nombre de los Magnolias, sin contar el del reino y el de tu gente… – dijo, su Kidon, sin llegar a materializarse-. Estos monstruos no se comparan a nada con lo que nos hubiéramos topado antes.
– Lo sé, y no creas que no me eh dado cuenta que estamos en una situación muy precaria -contesto sobándose el adolorido brazo-. No hay nada que ese ser no pueda contrarrestar y posteriormente devolver. Solo podemos hacer tiempo en lo que pensamos una mejor solución.
Los hombres, contenían a la bestia con los poderoso escudos que cargaban, mientras un cansado Baltazar le daba batalla con sus truenos y sus constantes ataques con su espada, de los cuales solo lograba que aquel monstruo se enfadara, y volviera a intentar alterar la gravedad sin poder llegar a hacerlo gracias a los escudos que cargaban los de contingencia.
La mole liberaba de sus encajes, una especie de vapor caliente que a veces legaba a cubrir el campo entero, limitando grandemente la visión hasta que alguien lo lograba disipar con viento. Baltazar entonces aprovechaba para intentar recargarse un poco, haciendo girar aquellas ruedas de forma muy violenta.
La mole, salto de nueva cuenta por los aires, de modo de intentar caer con fuerte impulso, para intentar romper los escudos y al mismo tiempo impedir, que estos siguieran cortando su manipulación de la gravedad. Cuando este dejaba caer su pesada espada, se llegaba a apreciar como los pies de los soldados se hundían un poco sobre la superficie de tierra comprimida sin llegar nunca a romper los escudos. Las armaduras blancas estaban hechas con un propósito en específico que hacía que cuando los tomaran o atacaran, estos rápidamente eran rechazados por una contra onda de impulso muy fuerte.
Baltazar, aprovecho el hecho de que se distraería con sus soldados, para dejar caer desde la menor distancia posible, un rayo que atravesó desde el costado izquierdo hasta el hombro derecho, llevándose consigo muchos de las placas de metal que componían su pesada armadura.
– Con esa ya solo nos quedaría la última carga; la más grande, por cierto – anuncio, el Kidon-. Después entraras en la fase de recuperación… de la que no creo que puedas salir, así que piensa bien el cómo harás tu próximo ataque, Baltazar.
La mole de hierro, tomo del cuello a Baltazar, quien a duras penas y podía estar de pie por el duro cansancio que experimentaba, y lo termino por estrellar por los suelos. Fue en ese momento en que su Kidon se volvió a materializar, y rápidamente con espada le traspaso el brazo, cortando los tendones y haciendo que soltara al viejo, quien rodo hasta ponerse a salvo, mientras cuatro de los hombres de blanco se le abalanzaban, pero siendo repelidos en el acto.
El ser, abrió sus alas y preparo los orbes que se posaban sobre sus plumas, y miles de aquellas luces iluminaron como estrellas aquellas alas, que más que ser hermosas, eran más que letales. Los soldados al ver lo que se les avecinaba, pararon sus escudos, jalando a Baltazar hacia detrás de ellos, recibieron la poderosa metralla que destruía todo a su alrededor.

Cuando el monstruo se preparaba de nueva cuenta a disparar sus orbes, del cielo se vio un poderoso resplandor de luz intensa seguido de una ruidosa explosión y una nube de polvo que se levantó casi de inmediato, que hizo retorcer un par de pasos a los hombres que sostenían los escudos.
– ¡Pero… ¿quién?! – se preguntó, Baltazar, poniéndose, a duras penas, de pie.
La nube de polvo se despejo, dejando ver a un Alexander empalando a la mole, desde la cabeza. Le había cortado las alas de tajo y perforado en varias partes en apenas una fracción de segundo, impidiéndole reaccionar de forma certera.
– ¡Rápido! ¡maniobras de inmovilización! ¡Ahora! – grito Alexander, desmaterializando su casco.
Los hombres, se postraron en forma de circulo alrededor de la bestia, quien empezaba a moverse casi de forma inmediata. Sus alas empezaban a crecer de manera instantánea, dándole a los hombres menos tiempo.
Alexander, saco la espada de la mole, para intentar volverla a penetrar, pero no conto con un rápido movimiento de la espada del ser, que le termino por perforar el costado derecho, haciendo que este diera un alarido de dolor y provocando que de inmediato creara su cañón y disparándolo a su menor nivel de carga.
Baltazar, al ver lo que acontecía, le grito a su rey, y no dudo ni un segundo en dejar su última carga, las más poderosa, en el cuerpo metálico de aquella bestia.
Alexander, salto muy alto, viendo como aquella inmensa ramificación de energía surcaba el espacio en micro fracciones de segundos, segándolos a todos y dejándolos casi sordos por el poderosísimo estruendo.
Por un segundo, las partículas de aire parecieron explotar. El trueno produjo una sacudida tan violenta, que casi hizo perder el piso a los caballeros de blanco, quienes intentaron seguir con las órdenes del rey y empezaban los canticos sagrados para inmovilizarlo.
Todo ocurrió en apenas un par de segundos, pero habían bastado para dejar al ser completamente destruido de todo su cuerpo. Su armadura había estallado y había sido disparado como esquirlas hacia todas direcciones, su piel se había quemado, y posteriormente caído, los pocos tirones que le quedaban, daban a entrever el color, un verde muy obscuro lleno de escamas puntudas. Su quijada había quedado destruida y le habían quedado pocos dientes en la boca. Uno de sus brazos había quedado completamente destruido, apenas con un par de tirones de carne y piel chamuscada sosteniendo un tajo de piel con hueso.
Alexander, se integró a las filas de hombres y empezó los canticos con ellos, mientras un devastado Baltazar caía al suelo completamente desmayado y con apenas aliento.
– ¡Tu! ¡Ayúdalo! – le ordenaba a uno de los caballeros que estaba a su lado, quien sin dudarlo dejos la formación para socorrer al viejo, y quien había destruido casi por completo su brazo derecho dejándolo en una amalgama de piel quemada de extraño patrón, como si la piel hubiese hervido.
Alexander, vio como de forma instantánea, el ser empezaba su fase de regeneración, así que, haciendo lo mismo que con el otro, hizo que hundiera en él suelo, mientras un millar de lanzas salían del suelo, para clavársele en los costados, al mismo tiempo que del suelo salían pilares, agujas, estacas, cruces y cadenas que ataban al ser. Uno de aquellos hombres, escupió al ser una especien de líquido blanquecino que se endurecía con la misma resistencia del metal más fuerte, mientras que otro invocaba poderosos grilletes que se aferraban con poderosas puntas al suelo.
– ¡Belmont, ¿está listo mi encargo?! – pregunto, a su Kidon, quien permanecía a la distancia, perdido en sus propios canticos-. ¡Nos quedamos sin tiempo, amigo!

Belmont, abría un poco los ojos, para ver su creación materializarse en el suelo frente a él. Había terminado, por fin, lo que Alexander había llegado a considerar como: el inicio de nuevas generaciones; un fin y un nuevo comienzo…

Capítulo 12: Perseverancia.

El grupo de contingencia, se había desperdigado por una zona superior al kilómetro cuadrado, dejando a Evan, Aura y Li, muy separados entre sí, siendo que a Evan le llevaban más a la retaguardia, intentando en todo momento mantenerlo lo más separado de Aura, a quien habian encomendado cuidar con su propia vida.
El ser alado empezaba de nueva cuenta su bombardeo con orbes, seguido de la activación de su campo gravitatorio sin lograr nada más que levantar nubes de polvo.
Estaban cada vez en el rango de Maldelabia. Se habian intentado ir muy por la orilla, siendo que allá abajo le esperaba un ejército ansioso, aún más grande, aunque un tanto menos preparado para enfrentar esas situaciones. Habian enviado magos de gran estripe a la frontera, y estos se preparaban para los rituales que le habian indicado desde Gabrelea. En nombre del rey, habian apostado todo hombre con poder Etherico en rituales de sellado, para el apoyo a su rey, quien estaba en los muros defendiendo a su reino de la amenaza que significaba la caída de un Angelux.
– Magos aproximándose a la posición indicada por el grupo de contingencia, y ordenado por el rey… – resonó una voz en la cabeza del hombre que llevaba a Aura en sus brazos-. Nos preparamos para acoger a… Jasper… Von Vermillion…
El hombre, se quedó perplejo al escuchar las palabras que le anunciaban la sorpresa de, que lo que llevaba entre manos, era una persona perteneciente a la pudiente familia Vermillion, y por un momento se llegó a asustar un poco.
– ¡¿Hacia dónde vamos?! – pregunto, la chica.
– ¡Tú, a los palacios del rey… yo, a las calderas, niña…! – respondió, esquivando un embate de metralla que cayo violentamente cerca de ellos.
El Angelux, empezó a hacer movimientos extraños en el aire, sin que nadie se percatarse de la persona que estaba detrás de él, haciendo que los provocara; un Alexander a velocidad supersónica, se acercaba con dos pilares cerca en torno a él.
Alexander, lanzo el primero de aquellos imponentes pilares, y este cuando estaba cerca del Angelux, estallo en miles de pedazos de marmolita, desestabilizándolo y haciendo que este cayera al suelo. Alexander, cayo con el otro pilar, empalándolo al suelo, destruyendo el capullo de la espalda con relativa facilidad. Rápidamente empezó los ritos, y una círculo de mil pentagramas y un millón de runas se empezaba a ver como luz de tonalidad rojiza, abarcando la totalidad del ser.
– ¡Que regresen diez hombres! – ordeno, y su voz resonó en la cabeza de los hombres, quienes de forma casi instantánea decidieron quienes iban a ser los que irían a dar soporte.
El calentamiento, ayudado por la adrenalina, habian hecho despertar a la máquina de guerra oxidada, que representaba aquel hombre, para quienes los Angelux no eran sino un montón de aberraciones que nunca debían haber puesto un pie sobre su reino y en él Terrapilar.
De los hombres de contingencia, regresaron once, uno más para agilizar las cosas. Todos se apostaron alrededor y empezaron el procedimiento, en lo que Alexander se bajaba de la mole metálica, quien parecía querer levantarse sin lograr poder hacerlo.
– Belmont, guarda “eso” para después… creo que ya no va a ser necesario. Los tres ya están…
– Liberándose… – interrumpió, Belmont-. Esas cosas nunca han sido fáciles y tú lo sabes. El que dejaste aquí parece que está ya casi listo para explotar… trato de retenerlo, pero no será posible por más tiempo… Envía magos… me estoy preparando para volver contigo…
– ¡Belmont, retenlo lo más que puedas, te enviare gente lo más pronto posible! – comunico, Alexander-, ¡solo… trata de aguantar un poco más…! ¡mierda!
Belmont, estaba utilizando los últimos recursos de Ether que le quedaban, pronto tendría que dejarse ir. Había guardado el pedido de Alexander, listo y preparado para utilizarlo. Él sabía que se podría iniciar algo grande después, y en dado caso todo lo demás fallase.
Ponía sus manos frente a la amalgama de sellos, los cuales se empezaban a romper uno a uno como si fueran de porcelana.
– La presión aumenta a niveles exagerados, esto va a volar en pedazos… – anunciaba, Belmont- el otro Angelux tambien quiere hacer algo similar, pero este es que está más cerca de hacerlo…

Para cuando los magos se empezaban a hacer presentes, ya la cosa estaba empeorando de forma insostenible; nada parecía poder detener a esos monstruos de armadura.
Legaron lo viejos, con sus armaduras rojas de cuerpo completo y sus báculos lleno de piedritas de colores, con la característica aura extraña y siniestra que les solía rodear a todos ellos, y un vapor caliente que parecían emitir.
Habian escalado el muro unos veinte, apenas tocando con las yemas de los dedos los muros. Cargaban con sus necronomicones de especialidad en sellados con tapa de cuero de color negro y runas bordadas en dorado. Llegaron frente a Alexander, arrodillándose ante él.
– El clero manda a los mejores veinte a tu disposición, señor… – presento, uno de aquellos.
– ¡Por favor, nada de presentaciones… vamos a lo que vamos lo más pronto posible! -ordeno con tono preocupado.
La temperatura empezaba a elevarse como si un segundo sol estuviera emitiendo radiación hacia el Terrapilar. El viento empezaba a mover las masas calientes aumentando así, la sensación de haberse metido repentinamente a un horno infernamente caliente.
– ¡Todos los de contingencia, retírense a Maldelabia! ¡Ahora! – ordeno a través de su mente-. ¡Todas las fuerzas del sagrado ejercito Etnamita, disponga todas las defensas a la villa!
Los magos, tocaron a la mole, que estaba pseudo sellada, y rápidamente empezaron con los verdaderos rituales. No tardaron en envolverla en una burbuja de cristal completamente lleno de runas y levantándolo del suelo, dejándolo como en un estado atemporal. Posteriormente, cinco de ellos lo transportaron a Maldelabia.
Los demás restantes, tocaron a Alexander, para que este les indicara el lugar del segundo, y un abrir y cerrar de ojos, se desaparecieron en un humo negruzco de olor a azufre y cadáveres quemados, llevándose a su rey con ellos.
Cuando estuvieron ante el segundo, casi al punto de romper todas sus cadenas, hicieron lo mismo con el dejando que cinco los transportaran de forma instantánea.

A la distancia, una poderosa fuente de energía estaba a punto de liberarse, mientras un Belmont, hacia los últimos esfuerzos para contenerla. Mas a la derecha, a unos kilómetros, diviso como los hombres de contingencia huían con rumbo tambien a Maldelabia.
– ¡Ya nos quedamos sin tiempo! ¡Rápido, váyanse y alcancen a esos a esos hombres, póngalos a salvo en la villa…! – grito, Alexander-
– Pero señor…
– ¡Ahora maldita sea! ¡Lleven a todo hombre que vean sobre los muros, a la villa!
Los últimos hombres que quedaban, se esfumaron en su nube de humo y apareciendo instantáneamente a la distancia, llevándose con ellos a los de contingencia, con los cuales, intuía, llevaban a Baltazar con ellos, liberando completamente el área, de vida.
El calor estaba insoportable. Nunca en su vida había experimentado algo similar, y tal magnitud, lo que indicaba que estaba en su punto máximo, en donde la energía Etherica se volvería incontenible.
Del ser se empezó a emitir una luz tan fuerte, que fue imposible quedársele viendo por mucho tiempo, emulando así, un segundo sol.
Belmont, ya no pudo más y soltó al Angelux, volviendo al cuerpo de Alexander.
Fue todo lo que pude hacer… lo siento…
La luz se volvió una esfera que se expandió hasta tal punto en que fue insoportable retener la presión, y este exploto de forma violenta, ruidosa y estruendosa.

El impacto de la onda expansiva, los alcanzó cuando estos iban sobre el aire, planeando con las alas retractiles que poseía la armadura blanca de aquellos soldados. La fuerza de tal onda, los zarandeo, casi haciendo que estos perdieran el control, pero retomándolo rápidamente. Eran los veinticinco hombres los que celebraban la victoria de su rey, quienes planeaban pedir esa noche para tomar unos tragos en la cantina más cercana.
Al horizonte, las legiones de ejércitos se movilizaban en grandes masas, al punto de casi invadir toda Maldelabia con sus vistosas armaduras. Los grupos de magos, ponían a salvo a los hombres que sacaron de los muros, con los cuales estaba un inconsciente, Baltazar, quien respiraba con dificultad. Rápidamente fue llevado con sanadores, quienes le pusieron a dormir, para poder tratar más cómodamente las heridas de su brazo, que eran las que más dolor le terminaban provocando.
La alarmas cesaron su espeluznante ruido, y en los refugios solo se esperaba que se levantara la alerta para poder salir. Habría sido para los habitantes de Maldelabia, la mañana más pesada en años, esperando que solo quedara en solo un muy mal momento…
Los hombres aterrizaron suavemente, con el característico colchón de aire, muy cerca de la puerta principal a la villa. El resto del camino lo iban a hacer caminando un par de metros, a la espera de los gritos de vanagloria de sus compañeros.
Los ejércitos apostados, gritaban con fervor la victoria de su rey, al mismo tiempo que recibían con regocijo a los de contingencia, quienes eran los hombres más preparados en aquellas tierras para cumplir cualquier misión, por pesada que esta fuese.

Aura, Evan y Li, miraban con alegría, y un poco de melancolía, la forma en que eran recibidos por aquellos hombres, mientras que se quedaban a apreciar un poco, aquella entrada imponente a aquella villa a la que habian llamado Maldelabia.
– Entonces… señorita Vermillion ¿Cuál será su primera orden como futura reina de este lugar? – dijo Evan, con una sonrisa de oreja a oreja, e inconscientemente tomando la mano de Aura-. Mira esta gente, está contenta de ver a sus compañeros con vida, están casi tan felices que yo, al tenerlas a ustedes dos…
– Lo vi, Evan. Mi padre estaba con nosotros. Es tan… es tan fuerte… y alto – dijo Aura con los ojos aguados y una sincera sonrisa que no se podía borrar-. Estoy a punto de hablar con él, y mi madre… estoy a punto de hablar con ella tambien, Evan, quiero que nunca se acabe este momento de felicidad.
– Chicos, me temo que esto aún no termina… -interrumpió Li, quedándose súbitamente un par de pasos atrás y mirando hacia los muros con cierto temor.
– Todo termino, Li, ¿Tan difícil es aceptar que estas al otro lado del muro? – reprocho aura, poniéndose un poco seria-. Aquí podrás vivir conmigo, con Evan, con papa y con mama…
– Ese no es el problema… el problema es que después de esa explosión, el Angelux debió dejar de producir Ether de la manera en que lo hacía… – aclaro, Li.
– ¿Y no fue eso lo que sucedió? – pregunto, Evan.
La chica, se perturbo más al sentir lo que parecía ser una sensación demasiado similar a la que sintió en el momento en que, Evan, se puso frente a Aura; una de auténtica opresión en el pecho, seguido de ansiedad profunda y un miedo a lo por venir.
– ¡Están en grave peligro…! – alerto, Li, poniendo una cara de pavor total.
– ¿Quienes? – pregunto Aura, queriendo no escuchar más malas noticias.
– ¡Absolutamente todos…! – respondió, con cara desencajada.

De aquella explosión se liberó suficiente energía como para destruir un pequeño poblado, y suficiente calor como para evaporara el agua en cuestión de segundos.
Alexander, había materializado dos mil setecientas ochenta capas de Cristalaire y mil doscientas de Terracristal, de las cuales se destruyeron más de dos tercios por la potencia de la explosión.
En el suelo, un inmenso cráter de quinientos metros de diámetro, con cien de profundidad y un revestimiento de cristal, fue el resultado de tal hecho. En el medio, un ser de luz se alzaba imponente, sosteniendo una vara de metal obscuro.
Alexander, había logrado alejarse un poco, deduciendo que de haber estado más cerca, quizás hubiera sido desintegrado por semejante hecho. Desactivo los últimos escudos que habian quedado para ver el panorama que se le avecinaba.
– Eso definitivamente rompió récord en cuanto a energía Etherica liberada se trata – aclaro Belmont-. Definitivamente estamos hablando de algo que tuvo una repercusión masiva sobre el campo… en otras palabras, estamos ante un Dios en toda la expresión de la palabra…
Alexander, sabía que todo lo que dijo Belmont solo aclaraba algo que el temía desde la primera vez que los vio. Era algo que venía intuyendo que tendría que enfrentar tarde o temprano.
El hombre, no podía quedársele viendo directamente al ser, cuyo resplandor competía directamente con la del sol mismo, sintiéndose una nada ante tal monstruosidad.
– Entonces… ¡¿qué hace una simple alma como la mía ante algo que a lo que no puede hacer frente?! – pregunto, Alexander con la nariz empezándole a sangrar-. ¡¿Es que aquí vamos a terminar?! ¡Aquí acaba todo! ¡¿Termina el juego?!
Belmont, se materializo sin consentimiento, y tapándose los ojos por el intenso brillo que emanaba de aquel ser a la que no se le distinguía forma, y le dijo:
– Pues… si… me imagino que aquí acaba todo… estamos en una situación de jaque, de la que no vamos a poder salir sin un milagro, Alexander. Me imagino que pensar que envejecerías tranquilamente con una familia que te quisiese, solo quedo en un mero sueños nada más, un cuento de adas sin final feliz.
– Así que, ¿así se siente el miedo? ¿el pavor a la muerte? – se reprochaba, Alexander, la mala suerte con la que se había topado-. ¿Ver el final de un plan que desde un principio sabíamos que iba a salir mal…? que te puedo decir, amigo, no es como lo esperaba en lo absoluto…
– Pues si sabes que no hay escapatoria, ¿no sería licito darlo todo, una última vez?
– No me malinterpretes, nunca dije que iba a desistir, ese no sería yo entonces… vamos a luchar hasta que quedemos secos, eso tenlo por seguro… que nuestros cadáveres sean impedimentos para que esa cosa ponga un pie sobre Etnamos…
– Veo que él, irrespeto tu trato… – menciono, Belmont.
– Lo sé… era de esperarse… – contesto, Alexander, preparándose una última vez.
En sus múltiples batallas, jamás había experimentado aquellas sensaciones que invadían su cuerpo, Belmont, era consciente y por tal motivo trataba en todo momento de mantener la calma en el cuerpo de Alexander, generando sustancias en su cuerpo, que aplacaban el inmenso estrés al que estaba sometido en ese momento.
Se preparo, le ordeno a Belmont que reforzara cada placa de aquella armadura, que tensara cada musculo al máximo y que empezará a generar Etherum a mayor velocidad. Le ordeno tambien, que preparara su regalo para dárselo lo antes posible.
– Tenemos “eso” reservado todavía, si hubiera un buen momento para usarlo, ese sería ahora ¿no crees…? – sugirió, Belmont, llamando a su armadura y su escudo.
– Definitivamente, “eso” será la cereza sobre el pastel… – asevero, Alexander.
El resplandor de aquel Angelux, poco a poco bajo su intensidad hasta dejar ver, por fin, a la bestia encarnada, el único ser, que había puesto a temblar a su majestad en todo este tiempo.
Lo primero que se pudo observar fueron las inmensas alas negras que tenía en todo en su esplendor, siendo el total de ellas: tres pares, un par pegadas al su cuerpo y las otras dos flotando a una distancia de su espalda. Su cabeza, albergaba en su frente un par de cuernos que terminaban en forma de interrogante, siguiendo la curvatura de su cabeza, dirigiendo su punta hacia adelante. En su cara, tres pares de ojos y uno en la parte central, dispuestos tres a cada lado de su nariz aguileña. Su boca no poseía labios y, por ende, dejaba ver la hilera de dientes filosos de color grisáceos. Su cuello era largo, y su pecho desnudo mostraba una piel de color grisáceo, tambien, líneas de color carmesí que no tenían ningún patrón en específico. Sus brazos eran cuatro, dos grandes fuertes, y marcados, mientras que los otros eran de compleción normal. En el centro de su pecho, cargaba una placa de metal dorado, seña de una exoarmadura incompleta que amenazaba con armorizarlo. Su entre pierna era cubierta por placas de metal obscuro que dejaban caer un taparrabo que llegaba con facilidad hasta el suelo, dejando enfatizarse en las poderosas piernas, cuyos pies terminaban en tres dedos y un pulgar amorfo, cuyo tobillo parecía estar bajo un grillete. Sobre su mano fortificada izquierda, llevaba una barra de metal negro de porte muy pesado que dejaba reposar su punta sobre el suelo.
El ambiente era tan opresivo que costaba mucho el respirar, pues el aire venia una poderosa carga de olor a amoniaco mezclado con podredumbre de una pila de cadáveres. Además del poderoso calor que se experimentaba, que terminaba por dar la impresión de que se estaba en el mismo infierno. Aquella sensación de pavor se acrecentaba una vez la bestia empezaba a querer moverse, acción que parecía dificultársele.
– ¿Qué piensas? Fácil debe estar muy por encima del punto porcentual… – dijo Alexander, con dificultad-. Es algo que no deja de impresionarme, sobre todo esa tremenda opresión que a cualquiera haría vomitar las tripas…
– Es algo peligroso lo que tenemos enfrente, si, y quizás sea tambien la última que cosa veamos – recalco, Belmont-, por lo que yo sugiero que le dejes algo escrito a tu Jasper antes de que pase lo inevitable… digo, hay que pensar en todo, porque no creo que te quede oportunidad allá en las calderas…
– Su mama se encargara de decirle lo mucho que la amo, eso tenlo por seguro…
La bestia, quería abrir la boca, pero por alguna razón sus movimiento se veían claramente impedidos. Sus alas, tambien buscaban moverse con igual suerte.
– Míralo, parece un niño que busca dar sus primeros pasos… – señaló, Belmont.
– Si, parece que le cuesta adaptarse… por lo que quizás…
– ¿quizás…?
– Quizás tengamos una oportunidad. ¡Rápido!
Alexander ordeno a su Kidon, que quitara todas las anclas incluyendo la que protegía la vida de un sobresfuerzo, aquella que impedía que la persona muriera de forma súbita. Le ordeno tambien, que reservara minúsculas cantidades de Ether, solo para tener un último movimiento. Le dijo, que se preparara pues quizás, y lo más seguro, era que ese iba a ser el día en que le daría su alma, todo con el fin de evitar ir a las calderas, así su alma seria devuelta al mar Etherico, fragmentada en millardos de pedazo sin posibilidad de volver a rencarnar nunca más. Ya todo se iba a decidir con esa jugada, sería una moneda tirada al aire, o ganaban, o perdían…
– Entonces, supongo que ya todo está decidido… – dijo, Belmont reforzando al máximo ambas armaduras.
Alrededor de la bestia empezó a brotar del suelo una gran cantidad de virutas de metal que se empezaron a reunir, formando esferas de un mismo tamaño dispuestas en todo su perímetro. En medio de cada esfera de metal se empezaron a formar unas varas de metal, que al igual que las esferas, empezaron a girar en torno al ser. Luego de que eso pasara, el suelo donde se encontraba parado, se empezó a elevar por encima de la superficie del cráter, dejando a las esferas tomar diferentes orbitas hasta crear la forma de un sistema planetario. Entonces fue cuando la bestia lanzo el primer alarido devastador, aquel que había retenido al no poder articular la mandíbula, al estar en una fase de activación de todos sus sistemas. La tierra vibraba, o al menos eso pensaba, Alexander. El poder de ese ser lo había paralizado, al punto de no saber ni la hora del día en que se encontraban, la opresión en el pecho se acrecentaba cada vez más, y cada vez que el ser hacia algo.
– Tiene un campo que lo protege… – indico, Alexander- y ahora que ha hecho eso, tiene dos, o quizás más…
– Pues… comprobémoslo… – agrego, Belmont.
Alexander, se deslizo sobre la planta de sus pies, hacia la superficie del cráter y desde allí pudo ver la verdadera inmensidad de este.
Se posiciono, puso ambos pies separado uno del otro y haciendo como si levantase una pesa, levanto del suelo dos inmensos pilares de piedra, los cuales cargo con Ether al punto de sumar suficiente fuerza como para hacer, que aquellos tomaran la suficiente velocidad, para surcar los cielos, y en cuestión de fracciones de segundos estrellarse contra la amalgama del Angelux. Para cuando estos hubieron surcado su distancia, estos explotaron por los choques de aquellas bolas de metal, las cuales aceleraron su velocidad.
El Angelux, observo la dirección de la que provinieron tales ataques y no dudo en enviar un par de sus barras, en contestación. Estas, al igual que las de Alexander, surcaron el espacio, pero a una mayor velocidad, estrellándose contundentemente cerca de Alexander, quien se apartó a tiempo. Solo una nube de polvo y partículas de rocas fueron las que quedaron en el ambiente después de la embestida.
– No está al máximo de sus capacidades, pero sin duda puede contestar los ataques con facilidad y contundencia… – asevero, Belmont.
La bestia, volvió a lanzar en su dirección, un par más de barras, las cuales se encajaron con facilidad en el suelo, fallando una vez más en su intento. Un par de intentos más y a, Alexander, se le dificultaba aún más esquivarlos.
– Tal parece que está aprendiendo, corrigiendo errores en el acto como una maquina en constante perfeccionamiento – dijo, Alexander, preparándose para una nueva embestida.
Belmont, junto a Alexander, prepararon un trozo de tierra de unos cinco metros de diámetro el cual terminaron por comprimir a solo dos. Alexander, preparo su aliento de fuego y con el prendió la bola al punto de que esta se empezó a quemar, acto seguido, la pateo con gran fuerza haciendo que esta tomara vuelo, asemejando un meteorito, y el cual se estrelló con igual forma, a unos metros de llegar, soltando pedazos prendidos al aire. La bestia respondió con una docena de aquellas barras, las cuales se habian vuelto el doble de rápidas, al punto de que una le pasó rozando uno de sus brazos, perforando parte de su pesada armadura.
– Si las barras hacen eso, no quiero imaginar lo que harían esas esferas, sobre todo a la velocidad a las que las está empezando a lanzar… – dijo, Belmont, sorprendido.
– Lo sé, pero no olvidemos que solo es simple metal… – añadió, Alexander, palpando una de aquellas barras -, uno muy raro, por cierto.
La primera de las esferas que, el ser, lanzo, cruzo el espacio a mucha mayor velocidad, logrando casi darle a, Alexander, quien con un sutil movimiento lo logro esquivar. Cuando la esfera hubo tocado el suelo esta exploto de forma estruendosa, levantando pedazos de tierra y convirtiéndolos en metralla peligrosa, que termino por rebotar en la armadura del rey.
La bestia, sustituía cada vara, cada esfera, por otra más, inmediatamente la utilizaba, manteniendo un número fijo de estas.
A medida que los minutos pasaban, el Angelux lograba mayor control sobre su propio poder y cuerpo, lo que hacía intuir a, Alexander, que en dado momento se convertiría en un monstruo intocable.
– Mandar a traer al ejército, seria mandarlos a una muerte más que prematura… – pensaba, tratando de incorporase -, y traer magos seria ponernos en grave riesgo tambien… por lo que esta batalla deberá librase con la menor cantidad de personajes posible; solo él y yo…
El Angelux, batió sus alas y con ellas se dejó escuchar un chillido que hizo sangrar los oídos de los dos caballeros. Alexander, reforzó la parte de su yelmo que estaba en su parte central de su cabeza, insonorificandolo de inmediato, pues aquel sonido le podía perforar un tímpano.
Se preparo de nueva cuenta, y del suelo saco tres pilares de tierra, los cuales prendió en fuego, para posteriormente lanzarlos a una velocidad hipersónica, estrellándose en una nube de escombros prendidos sin lograr cruzar la barrera de objetos metálicos.
Sin que el Angelux se haya percatado, Alexander, se había impulsado a unos metros de por detrás de los pilares y empuñando la espada, logro cruzar la primer barrera, chocando con una de las barras de metal, que no había visto, y siendo repelido de forma casi instantánea hacia el fondo de aquel cráter, estrellándose contra el irregular suelo de este.
La bestia, notando que había golpeado algo con su metal, le dejo ir una hilera de barras adicionales al individuo, seguido de dos esferas, haciendo que, Alexander, se perdiera en una nube de polvo, donde, este, recargaba su cañón de plasma a una velocidad abismal, lo suficientemente rápido, como para poder tambien esquivar ataques siguientes, mientras que con su mano libre, enviaba dos inmenso pilares prendidos, de nueva cuenta. Cuando estos se estrellaron contra la barrera, ya Alexander estaba de nueva cuenta por los aires, pero esta vez sosteniendo un poderoso cañón, del cual se dejaba ver un brillante rayo de luz que se estrelló de lleno en la cara de aquel ser, o al menos eso fue lo que había visto al calor del ataque.
– ¡Creo que le di…! – celebro, Alexander, a un Belmont que se preocupaba más por mantenerlo a salvo de los ataques y que no se le despegaba por ningún motivo- ¡estoy seguro que le dio en medio de los ojos…!
– Mira bien, parece que no… – señaló, Belmont, con su voz ronca.
El polvo fue rápidamente despejado por el movimiento incesante de aquel sistema planetario que parecía ir sumando más y más objetos. El ser, que parecía intacto al ataque, empezó a mover los brazos fornidos, y con ellos empezaron a temblar aquellos objetos, y posteriormente, los envió todos en hileras hacia Alexander, causando gran devastación en su camino.
Aquellos proyectiles de hierro se estrellaban en el suelo formando cráteres, mientras que un Belmont, reforzaba todas las defensas para resistir un ataque imparable de lluvia de esquirlas, de un ataque que parecía producto de la furia desmedida de un dios. Fue entonces que los brazos más flacuchos se empezaron a mover tambien, formando en el aire, extrañas formas, para posteriormente materializar el doble de objetos a su alrededor.
Cuando el toda aquella ofensiva hubo terminado, Alexander, quien se había puesto a resguardo a la par del cráter más grande, donde se encontraba él Angelux, pudo ver como este poco a poco se empezaba a llenar de agua, tan rápido que no tardo en llenarse por completo.
– ¡¿Un lago?! ¡Hizo a parecer un lago! – dijo, Belmont, apartando el polvo.
– …Y se va a poner mejor a cada minuto! – reflexiono Alexander.

En Maldelabia, las personas abajo en los refugios, se preguntaban el porqué de esa extraña sensación vomitiva que estaba repentinamente sintiendo, y que los soldados solo se habian limitado a guardar silencio, al mismo tiempo que seguían metiendo los últimos evacuados que no pudieron hacerlo en su momento.
Aquellas instalaciones no eran más que gigantescos búnkeres de concreto reforzado, apostados a kilómetro y medio de la superficie, capaz de resistir impactos masivos de Ether. Tenían agua y comida para unos días, pero la gente no parecía querer esperar allí más que hasta pasado el mediodía.
– ¡Si no es guerra lo hay allí arriba, ¿por qué retenernos?! ¡¿Y Qué ese mal que nos ah atorado en el pecho, como una carga muy pesada?! – pregunto, uno de los refugiados.
– Primeramente, vamos a calmarnos, señor. No es necesario que se altere a la gente – dijo uno de los soldados-. Este refugio es capaz de resistir con cualquier amenaza; para eso fue creado. En segundo, la amenaza ya está siendo tratada, así que… estarán en sus hogares antes del meridiano. Ah, para los que estén sintiendo mucho malestar, las enfermeras les darán pastillas para calmarse y poder descansar.

Estaban en unas de las entradas de unos de los refugios, a la espera de que iba a pasar con ellos. A Evan se le habían tornado los ojos de un color ocre muy apagado y estaba a empezando a sentir mareos que lo había hecho acostarse sobre una manta con un brazo sobre sus ojos. Aura, estaba junto a él, mientras que Li le daba un poco de agua, escurriéndola de una manta.
Se habian negado a entrar a los refugios a la espera de que Evan se pusiera mejor, pero tal parecía que eso no iba a pasar. Se estaba poniendo cada vez más pálido y un sudor frio le empezaba a bajar por la frente. Evan le pidió su libreta a Aura y esta le pregunto el porqué, a lo que Evan solo se limitó a sonreír. Cuando Aura saco su libreta y se la puso en la mano, esta estaba demasiado fría.
– ¡Un doctor por favor! ¡Tráiganme a uno! -grito desgarradamente, mientras, Li, solo se limitaba a limpiarle la frente con cara muy seria, ajena y ensimismada de lo que pasaba a su alrededor.
– Evan, ¿puedes sentir lo que se avecina, ¿verdad? – susurro, la niña, con voz fría-, ves lo que yo veo y sientes lo que yo tambien… todo va ser barrido por esa cosa media vez se pueda mover… tiene el poder demasiado descontrolado…
– ¿Que es esa cosa, precisamente, Li? – pregunto, Evan, con mucha dificultad y con la mirada perdida en el techo de concreto-, no es normal que haga lo que hace con toda facilidad…
La esquina donde estaban, se empezaba a abarrotar con la gente que se empezaban a meter. Soldados trataban de poner orden al tumulto, sin poder lograrlo. Aura, en clara desesperación, trataba de impedir que esas personas aplastaran a Evan, quien apenas si podía articular palabras.
Un soldado se acercó de entre la multitud, buscando a alguien y apartando gente de forma brusca. Cuando los vio apostados en un rincón, se acercó a Aura, quien cabía en todas las descripciones de la persona buscada.
– Vermillion… Jasper – dijo, mirando un papel- ¿eres Vermillion, Jasper?
– Yo soy… – le respondió.
– Es la persona con más rango, que existe en toda Maldelabia – anuncio, tomándole del brazo-. Se me ha ordenado evacuarla al lugar más seguro de esta villa. Por favor acompáñame…
– ¡No! ¡La persona más importante sobre este lugar, es aquella que esta acostada sobre aquella manta! – dijo, señalando la esquina de aquel lugar.
El soldado voltio a ver lo que la chica indico, y lo único que había en la esquina, era una manta muy sucia de color verdoso y una multitud pisándola. Aura, voltio a ver hacia todos lados, atónita, mientras el soldado la tomaba y se la llevaba por la fuerza.

Alexander, sentía como su mundo quedaba de cabeza, literalmente hablando. El ser había forzado la gravedad en un giro de ciento ochenta grados, obligando a Alexander y Belmont a anclarse al suelo con poderosas cadenas. El agua que había en el lago artificial, cayó al vacío del cielo perdiéndose en la distancia, al mismo tiempo que la bestia emitía un horripilante alarido.
– Parece como si lloviese al revés ¿no? – dijo, Belmont.
– Si, como que estuviera palpando la dimensión de sus poderes, como viendo que le es posible y que no… – intuyo, Alexander un poco mareado por aquel hecho.
La bestia, volvió la gravedad a su normalidad, haciendo que aquellos dos se dieran de bruces contra el suelo. Casi de inmediato empezó la caída del agua en forma de una lluvia violenta que venía a refrescar un poco el infernal calor que se sentía, ahondado al que generaba el Angelux, que hacía que ese lugar se sintiera como un desierto muy seco.
Después de haber hecho aquel experimento, la bestia, decidió atacar una vez más. Todas sus alas se llenaron de orbes brillantes en gran cantidad, y que posteriormente tiro cuando las batió, barriendo con toda la zona, con la metralla que despedía. Una vez más, Belmont uso su gran escudo para proteger a Alexander de los incesantes ataques, que, por la tierra mojada, no levanto ninguna cortina de polvo esta vez.
Inmediatamente seso la metralla, el ser disparo una de sus orbes, pero esta vez la hizo girar hasta que esta se prendió en fuego. Cuando la hubo lanzado, esta exploto en mitad del aire lanzando las partículas calientes de metal, repitiendo un par de veces más esa acción, volviendo el área donde se encontraban, en un verdadero infierno.
La lluvia termino, y el suelo mojado empezó a despedir vapor caliente, oprimiendo aún más la zona e impidiendo un poco la visión. El ser empezaba a lanzar esferas calientes a todo su alrededor, subiendo la temperatura aún más. Los pedazos de metal caliente permanecían ardiendo en el suelo por mucho más tiempo del que normalmente debería, haciendo que el paisaje cambiara de forma abrupta en un paisaje que Alexander interpretaba como: el infierno de las calderas, allí mismo.
– Trata de hacer tiempo, deteniéndonos con cualquier cosa que se le ocurra, – revelaba Alexander-, al mismo tiempo que prueba sus capacidades de creación, las cuales ya de por si son demasiado elevadas. ¡Ese bastardo es muy inteligente! Eso nos deja en una clara desventaja, que no podemos remediar con nada que se me pudiera ocurrir…
– ¡Pues vamos a jugar pesado tambien…! – exclamo, Belmont.
– Eso sería divertido si supiéramos realmente a lo que nos enfrentamos…
Alexander, puso sus manos sobre el suelo, y de él se levantaron cinco rocas, las cuales comprimió hasta aumentar su masa sin comprometer el espacio, haciéndolas más manejables, pero igual de contundentes. Las rocas, empezaron a girar, y Alexander una a una las empezaba a prender con el fuego de su boca. Se las paso a Belmont, y este les añadió un pequeño conjuro en forma de orbe de luz que las impregnaba.
Alexander, se impulsó a velocidad hipersónica, formando y cargando, al mismo tiempo, el cañón de su mano a toda potencia posible. La bestia, lo vio e inmediatamente le lanzo barras de metal las cuales fallaron, entonces decidido con las esferas las cuales también fallaban por fracciones de centímetro, pero que la explosión de estas casi lo lograba desestabilizar. Cuando estuvo por encima de él, preparado para lanzar el poder de su cañón, este dirigió todas las esferas y barras restantes en su dirección de modo de ponerlas en defensa.
– ¡Ahora! – grito, Alexander a Belmont, quien le dejo ir las cinco poderosas rocas de lleno en los costados, explotando de forma violenta una a una con un estruendo que se pudo percibir hasta Maldelabia, con una onda expansiva que destruyó varios cristales de aquella villa…
Belmont, se protegió de los escombros de las explosiones, encerrándose en una burbuja de Cristalaire, mientras, Alexander, se movió hacia lo más alto del cielo, evitando las pocas esferas que le habian logrado lanzar, a las cuales la fuerza se les acabo y terminaron por caer de nuevo al suelo, sumándose a las explosiones que abatían al Angelux.
Alexander, quería probar todo el arsenal que tenía a su disposición, para ver cual convenía más, así que, despejando el humo con un ademan de sus manos, se percató que, donde debió de haber estado la bestia, ahora solo quedaba los restos destruidos de su torre de tierra.
– ¡¿Pero… dónde?!
La bestia, se había movido a una velocidad imperceptible a las espalda de Alexander, quien cuando quiso voltear, fue tumbado por un fuerte golpe, que le destruyo con facilidad toda la parte de atrás de la armadura, lanzándolo abruptamente al suelo en una caída de más de trecientos metros libres, colisionando contra el duro suelo completamente inconsciente. Cuando estuvo allí, la bestia, se movió en un parpadeo, posicionándose cerca del rey, y poniendo su pie sobre él pecho. Alexander, solo pudo sentir la terrible opresión en el pecho, que le termino por dejar sin aire, en medio de un grito de dolor insoportable.
Belmont, al ver lo que sucedía, se movió a velocidad hipersónica lo más rápido que pudo y con el escudo puesto frente a él, le colisiono, rompiendo en el acto, empujando a la bestia a unos cuantos metros y llevándose a Alexander, a un lugar más alejado, en el acto.

Cuando estuvo a unos quinientos metros de aquel lugar, encerró al rey en una burbuja sanadora y lo metió debajo de la tierra a una poca distancia.
Voy a tomar tu Ether para hacer algo a lo que no estoy acostumbrado; Luchar… – se dijo, Belmont, materializando una espada muy larga y de color negro.
El Kidon, sabía que lo suyo siempre había sido la defensa, nunca el ataque, por lo que eso era más que nuevo para él, pero que dado las circunstancias tendría que hacerlo así, quisiera o no. Activo su defensa especial, que constataba de un vapor especial de color blanquecino que cubría todo su cuerpo y que venía a reforzar la ya de por si reforzada armadura que cargaba. Paro de suelo dos inmensos muros de tierra en forma de medialuna con un grosor de unos cinco metros, y clavo la espada en el suelo, acto seguido, empezó a acumular todo el Ether del aire, que podía, para intentar guardarlo.
El Angelux, notaba como sus movimientos cada vez eran más libres, al punto de ponerse a probar todas sus extremidades, para ver cuáles eran sus nuevas posibilidades, dándolas en infinitas. Empezó un ritual con sus manos, y con la boca articulaba inentendibles palabras guturales, que provocaron que el cielo se empezara a nublar de forma casi instantánea.
Donde antes no había ninguna nube, ahora habian muchas de color negro profundo y cargadas de agua, que dejaron caer copiosamente, provocando que se levantara una capa de neblina espesa que impedía la vista. Los rayos y relámpagos se empezaron a sentir, seguido de unos fuertes vientos que tumbarían a una persona normal con gran facilidad. Seguido de la lluvia, empezó el granizo; bolas de hielo del tamaño de una moneda golpeaban con violencia el suelo, reventándose al contacto y volviendo el suelo aún más resbaladizo.
Belmont, empezaba los rituales de ataque, vociferando con fuerza los ritos finales. Su cuerpo se vio rodeado de un aura dorada en forma de torbellino que ascendía, siendo deformado por aquel violento viento, el cual cambiaba de dirección de forma rápida e imprevista cada par de segundos.
– ¡Hace unos momentos estaba soleado, ahora no puedo hacer nada por el clima extremo que se nos avecino… si esto no es prueba del poder de este engendro, no sé qué será! – grito, Belmont, al aire – ¡Solo fuimos pruebas de campo, muñecos de prueba, nada más, y como tales somos desechables…! ¡entender eso no hará libres, Alexander…! ¡si no pudimos con uno, nunca hubiéramos podido con un maldito ejército! ¡Este mundo está perdido, destinado a la condenación… y nosotros fuimos lo que adelantamos ese destino…!
La fuerte tormenta, que no existía hasta hace unos momentos, arreciaba de forma que los pedazos de hielo que caían, resonaban en el pesado metal de la armadura de Belmont, quien a duras penas y escuchaba lo que decía.
Parado frente al pequeño muro, trataba de hacerse algo de tiempo, en lo que, Alexander se recuperaba, y aprovechando la oportunidad, para acumular un poco más de Ether natural que, dadas las circunstancias, parecía que se le iba a dificultar de gran manera.
No es mucho, pero sé que será buen complemento para lo que estás buscando, Alexander – se dijo, Belmont, apretando el mango de aquella espada.
La bestia, imponente en tamaño, no le costó gran cosa el ponerse frente a aquella endeble barrera, y asomándose por arriba de este. Asomo su horripilante cara, dejando ver los dientes afilados de esta. Belmont voltio a ver la borrosa figura, que la espesa neblina y la copiosa lluvia dejaban ver, sin percatarse de que una barra negra había traspasado aquel a barrera, y le había perforado el pecho en una cascada de sangre, que bajo por todo su cuerpo juntándose con el agua, formando rápidamente un charco rojo en el suelo.
– ¡Al menos dejémosle saber lo que es la fe a este animal…¡- berreo, volviéndose humo negruzco, que al buscar su nicho, marco el lugar exacto donde se encontraba Alexander.
El Angelux, desapareció el pequeño muro, volviéndolo arena y posteriormente lodo. Puso sus manos sobre el lugar al que Belmont había ido y abrió la tierra de par en par, exponiendo a un Alexander encapsulado, a unos metros de la superficie. Lo tomo con ambas manos, apretando la capsula y rompiéndola, soltando el líquido curativo que mantenía al rey. Cuando lo tuvo entre sus dedos, lo apretó fuertemente, dirigiéndolo hacia su boca, la cual abrió como con la mandíbula desencajada de modo que la cabeza entro con facilidad.
El aliento se sentía pesado, con un olor intenso a podredumbre, azufre, y muy caliente, tanto como abrir la puerta del horno cuando la temperatura estaba al máximo. Los dientes rosaron contra el cuello de Alexander, empezando el fino corte en el…
– Así se siente morir… supongo que la suerte nunca estuvo de nuestro lado… – pensó, Alexander, quien había percibido el dolor de Belmont por unos segundos, y luego todo había quedado en el más profundo de los silencios.
Cuando aquel monstruo empezaba a cerrar las fauces, una ráfaga de viento brutal y sorpresiva hiso despejar las nubes, haciendo volver al sol por unas fracciones de segundos. La bestia, quien no daba crédito, no vio cruzar en el espacio, una fina hoja de metal como flecha, que se terminó clavando en el ojo de la frente, haciendo que soltara a Alexander inmediatamente y le provocara emitir un desgarrador alarido de dolor, que le hizo retroceder y tratar de quitarse aquel objeto con desesperación.
Alexander, quien todavía cargaba la pesada armadura, era levantado por las manos de otro soldado de armadura blanquecina, quien se deslizaba a gran velocidad con rumbo a Maldelabia.
– ¿Quién es el guerrero que salva a su rey y que se acaba de ganar una hoja entera en los libros de historia…? – dijo con dificultad, Alexander, articulando palabras.
El soldado, aumento la velocidad, en un suelo mojado que amenazaba con hacerles derrapar, por la poca experiencia que mostraba aquel valiente.
– Soy el único sobre estas tierras que nunca te consideraría su rey… soy el que vino de otras tierras, traído como encomienda…
– ¡Tonto! ¡destruye este reino y su gente, y todavía habrá posibilidades de salvarnos de las calderas! ¡te destruye a ti y estaremos condenados por eones!
– Los sé, señor, pero te destruye a ti y el país se viene a pique tambien, ¿o no es usted el pilar por el que reposa la confianza de este pueblo…?
La tormenta se volvió a formar y con más violencia arrecio contra aquellos hombres. Sobre los bordes del muro estaban aún, listos para lanzarse, cuando una mano le tomo del pie a Alexander, era el Angelux quien se había movido a una velocidad incalculable a través de la cortina de espesa neblina, agua y pedazos de hielo. Alexander, reacciono quitándose la bota de la armadura y dejando al ser alado colgado del borde, mientras poco a poco se perdían en la tupida niebla.
Evan, no veía suelo, y no sabía cómo realmente funcionaba aquella armadura blanca que había tomado, por lo que preparo múltiples bolsas de aire hasta que, en una de esas, calcularon mal y cayeron de bruces sobre la espesa vegetación de los bosques de Etnamos. Rompieron un centenar de ramas, botando las hojas y rompieron uno que otro tronco hasta caer al lodoso suelo, ensuciándose todo.
– ¡Al menos salimos de esa…! – festejo, Evan viendo al cielo como caía aquella violenta tormenta-. ¡Tenemos otra oportunidad después de todo…!
Alexander, se bajó de los brazos de Evan, en uno de los rescates más vergonzosos que había experimentado en toda su vida militar, agradeciendo que si vivían o morían, al menos nadie tendría que recordarlo.
– Solo nos alejamos de la perdición… si esa cosa toca una ciudad, villa o pueblo, la hará pedazos sin vacilar… – señaló, Alexander, sentándose en el suelo-, solo compraste tiempo como lo hizo Belmont…
– Ordena la movilización del ejército, sé que si metemos presión podremos aniquilar a esa cosa… ¿Por qué actuar solo?
– ¡Tonto! Esa cosa tiene demasiado poder y su alimento son las almas. Si le entregamos un ejército de almas, reducimos nuestras ya precarias oportunidades… – dijo, Alexander, desmaterializando el yelmo para que la lluvia fría le cayera en la piel del rostro, y que esta lo tranquilizara un poco-. Tenemos que hacerlo con el menor número de personas, y las únicas que pueden hacerle frente, están demasiado lejos…
– ¡Estamos bien jodidos entonces…! – reflexiono, Evan, quitándose el yelmo tambien.
– Niño tonto, si supieras quién eres realmente, no tendríamos estos problemas… – le menciono, el rey, quien se intentaba levantar una vez más-. Mira como despejaste esas masas de nubes con un simple viento, eso es algo que ni yo puedo hacer… al menos no de esa forma… ¿Jasper no te ha dicho nada cierto?
– Ella me dijo lo único que sabía… y déjame decirte que en los pocos días que eh estado aquí eh aprendido mucho sobre el Ether.
– ¡Perfecto entonces! ¡Muéstrame de una vez todo lo que sabes! ¡Solo recuerda, y mételo bien en tu cabeza: si los pilares caen todo se va al garete! ¡¿Entendido?!
Evan, saco su libreta de su bolsa, y la cual no tardó mucho en mojarse, y aprendiendo de memoria un par de hechizos, la volvió a guardar. Evan materializo su espada mientras que Alexander hizo lo mismo.
– ¿Cuál es el plan? – pregunto, Evan.
– El plan consiste en demostrar, que eres, y para que estas aquí… vas estar a mi lado, pero si veo que tu fe merma, te enviare a tan lejos como no puedas imaginar… – respondió tajante, alzando la espada- recuerda que lo que proteges no es a este reino, al que, de por sí, no le debes nada, no, tampoco proteges a un rey que no pidió ningún servicio, no: proteges a la Jasper que te cuido todo este tiempo y que te dedico los momentos mejores de su vida, cumpliendo una tarea que debí haber hecho yo. Te lo recalco, si no sientes empatía por este lugar, te entiendo, pero entonces hazlo por esa chica que te trajo y que gracias a ti y a mí, puede que pase su eternidad quemándose en las calderas que no se apagan
Una figura aparecía a la distancia, apenas perceptible, si no fuera por la terrible opresión que generaba en todo el ambiente. La lluvia caía tan fuerte, que por momentos daba la impresión de que se estaba ahogando dentro de ella. Los truenos y relámpagos acompañaron aquella velada, dando endebles flashazos que hacían que cada una de aquellas gotas relumbrara por una fracción de segundo, dando la impresión de estar rodeado de diamantes.
– El te busca a ti, y ahora que te tiene a su alcance, prepárate… – le susurro, el rey-. No me queda mucho de Ether, más que el que mi Kidon pudo recolectar, que esta demás decir no será suficiente para hacer mucho…
– Alguien me dijo que si le daba partes de mi cuerpo podía conseguirme Ether…
– ¿Quién te dijo eso?
– Mi Kidon…
La figura iluminada intermitentemente se acercaba cada vez más. Sus alas estaban extendidas y parecía tener dos de sus brazos tras de sí. Los brazos libres cargaban una pesada barra de metal obscuro, la cual arrastraba por los suelos.
– ¿Sientes eso?
– Si…
– Eso es Ether en su máxima expresión… lo genera de forma natural y de forma bestialmente rápida. Tú puedes hacer lo mismo a una escala mucho más abismal si así lo quisieses…
– Pero, ¿cómo puedo hacerlo?
– Habla con el Kidon y dile que se manifieste ante ti… dile que lo necesitas ahora más que nunca. Mantén tu fe en alto siempre, trata de creer verdaderamente en que todo para ti es posible, y que para ti no existen barreras… hazlo rápido y quizás tengamos opciones.
El Angelux, empezaba a hacer danzar a las esferas que lo rodeaban, caminando lentamente como niño que daba sus primeros pasos hacia la madre que lo esperaba. Cuando estuvo a una distancia de unos diez metros y se dispuso a lanzar todas sus esferas a los hombres, Alexander, le disparo una ráfaga de proyectiles del suelo, que no eran más que rocas, ramas y lodo. Tomo al chico y se lo llevo a una distancia segura, mientras el Angelux barría el área con potentes explosiones.
– ¡Eh tú, el que quiere mi alma en el etéreo, dime si es posible que vuelvas a casa si yo muero…! -se dijo a sí mismo en sus pensamientos mientras serraba los ojos fuertemente.
Un silencio abrumador se apodero del área, el tiempo se había detenido y con él, cada gota que caía del cielo en un paisaje que asemejaba estar rodeado de cristales hermosos; una cortina de diamantes blanquecinos.
Un Alexander, que le llevaba, había quedado congelado con aquella expresión seria que dejaba entrever que su mejor mascara era aquella que lo mostraba en carne propia, aquella que tapaba el miedo de la incertidumbre de un mañana desconocido.
Yo soy el espejo de tu persona… pregúntame algo sobre ti, que solo tu sepas, y veras que somos el mismo ser reflejado… – dijo materializándose un monigote pequeño de curiosa figura-. Mi nombre tú lo sabes, porque que al igual que yo, tú sabes todo de mi…
Evan, se quedó viendo al ser al que recordaba haberlo tenido como juguete cuando era pequeño, uno al que guardo especial cariño y que había desaparecido de sus recuerdos, así como lo hizo toda su infancia. Era aquel muñeco por él que su mama lo castigaba cada vez que le mencionaba su nombre; aquel por el que tuvo que ir a terapia varias veces…
– “Varishtar el asesino de niños…”
El monigote, sonrió maquiavélicamente con su pequeña boca, tratando de ocultar los dientes con su pequeña mano sin dedos.
Empezó a emitir un brillo intenso, y frente a él, saco un mapa de las estrellas tridimensional, que los rodeo, mostrando cada luz en contraste con las de las gotas suspendidas en el aire. El monigote rápidamente se transformó en un ser más alto y más heteromorfo, con rasgos muy femeninos en él. Su piel era de color parecido al de la ceniza, mientras que su pelo era muy largo, ondulado, y un poco desordenado. Sus finos rasgos la hacían ver como una mujer hermosa de corta estatura; no más de un metro veinte. Cargaba con una armadura de color negro, que le cubría todo el cuerpo a excepción de la cara y en su mano cargaba una espada muy simple parecida a la de Evan, mientras que en la otra cargaba un pesado escudo que tenía el relieve de un ave de rapiña sosteniendo un cráneo con sus patas, y abajo en runas ponía: “felicidad”.
– ¡El miedo que has venido experimentando, lo has logrado convertir en coraje, y ahora en ti ya no existen más dudas! – dijo con voz grave-. ¡Dadas las circunstancias en las que te encuentras se me hace imposible facilitarte el poder completo que tienes la facultad de poder poseer, pero con gusto te daré la cantidad más adecuada que tu cuerpo pueda soportar, y no más…!
Evan, suspendido en el espacio temporal, recibió del Kidon, unas placas de exoarmadura que se acoplaron a la armadura blanca que ya poseía, estas nuevas capas se materializaron en toda el área del pecho, la parte superior de los brazos, la parte baja de la espalda y en la parte trasera de la cabeza y el cuello. Las placas poesía un color parecido al del carbón y eran tan pesadas que Evan por un momento pensó que no iba a poder con ellas.
El Kidon, reforzó su espada con una capa de Etherum puro que le dio una tonalidad de color azulado, parecido al fulgor del plasma, mientras que dé la espalda y encima de las manos le nacía un fuego de color azulado neón muy brillante.
– Te daré la capacidad para que dibujes en un espacio tridimensional, lo que sea que tu desees. Ahora todo se verá como dunas de arena para ti, siendo cada granito, una partícula moldeable a tu voluntad, en otras palabras: serás un dios por una cantidad limitada de tiempo… a cambio solo te pido un sacrificio de sangre, para calmar mis ansias…
Los ojos de Evan, pasaron a un color amarillo dorado muy brillante, con un iris que mostraba parte del mapa de las estrellas que el Kidon había mostrado.
– ¿Es este el poder de un dios..?
– Es solo una milésima parte de lo que puedes lograr. Si lo quisieras podrías empezar a crear tus propias estrellas con solo imaginarlo…
– ¿Cuánto es límite?
– Tres minutos a partir de que el tiempo vuelva a su velocidad normal.
– ¡Entonces, hagámoslo!
Alexander, corría hacia un lugar alejado, cuando se percató que no llevaba nada entre sus brazos. Se paro en seco, voltio, y lo vio en todo su esplendor.
– ¡Perfecto! ¡si le puedes entretener un rato, me sería de gran ayuda! – grito, el rey.
– ¡Tres minutos… no más…! – respondió Evan- ¡después de eso, todo será cuestión suerte!
– ¡Recuerda que tu suerte tambien es la de Jasper, así que trata de que sea buena!
Alexander, entro en velocidad hipersónica y se internó en los bosques hasta perderse, mientras que Evan se quedó a espera a la bestia, la cual no tardó mucho en aparecer frente a él.
El intenso olor a azufre mezclado con lodo de alcantarillas se había hecho tan intenso que se hacía difícil el respirar. El Angelux frente a, Evan, quien sostenía su espada, emitió un poderoso gruñido que hizo temblar la tierra, en un movimiento que zarandeo a, Evan, hasta casi hacerlo caer.
De nueva cuenta empezó a acumulaba esferas de metal de la materia que obtenía del suelo, solo que esta vez las mantenía girando tras de sí, logrando tener más de cuarenta en cuestión de segundos. Evan, por su parte, empezó a hacer lo mismo, pero a menos escala, logrando acumular un total de siete, tras de sí.
El Angelux, trato de modificar la gravedad, intentando hacer que la masa pesara el doble, pero, Evan, hizo que un rayo le impactara desde el cielo de lleno en la espalda, haciéndolo arrodillarse. El ser se preparó, haciendo que le suelo se volviera arena movediza y que de ella saliesen brazos de lodo tratando de sumergir a Evan, pero este se zafó con una onda de choque que abrió un cráter en el suelo, haciendo que el lodo se desparramara. El ser, le lanzo un par de esferas y este se las regreso con un golpe de su espada, haciéndole impactar en la barrera que protegía el cuerpo.
Evan, moldeo en el suelo que rodeaba a la bestia, un cuenco de tierra mojada atada por miles de cadenas, las cuales intentaron apresarlo, pero el Angelux se elevó por los aires y posteriormente cayendo en busca de Evan, quien se movió a velocidad imperceptible a través del espacio, como si se teletransportara.
– ¡¿Este el poder de un dios?! – pregunto, Evan, preparando uno de sus conjuros.
– No, esto solo es un conato de lo podría ser un Dios… – respondió aquella voz de su Kidon.
Evan hizo parecer un circulo Etherico frente a él, y de este empezaron a brotar millones de proyectiles que barrieron con la zona en una brutal lluvia de colores neón que se expandían hacia todos lados. El Angelux, torció el espacio que circundaba Evan, deformando todo lo que allí había en un intento de quebrarlo, pero este se movió hacia el aire en apenas un parpadeo, disparando proyectiles de su mano como si de una metralleta se tratara, seguido de la lanzada de todas las esferas metálicas que le rodeaban la espalda prendida en llamas, haciendo que el Angelux no tuviera otra opción que lanzarle la mitad de las que, el, tenia, encontrándose a mitad de camino en una sucesión de potentes explosiones, cuya onda expansiva golpeaba violentamente el suelo, las rocas y los arboles circundantes.
– ¡¿Que hace Alexander…?! – le pregunto al Kidon, quien se reusaba a manifestarse en el espacio real.
– Está cargando algo muy estruendoso… y peligroso. Tendría que indicarte cuando estaría preparado, de no ser así, nos volara con todo y bestia… – le contesto, su Kidon.
– ¿Y será suficiente?
– Si logramos debilitar esa maldita barrera que le rodea, ten por seguro que si…
Evan, bajo al suelo, y mediante las palabras de uno de sus conjuros, logro moldear del lodo un decena de cañones, no más grandes que su altura y no más gruesos que un barril. Los cargo con Ether y justo antes de que el ser le dejara caer las ultimas esferas, Evan le había disparada todos los cañones, todos con una diferencia de milisegundos, hasta alcanzar al Angelux, quien ya había creado una barrera de Cristalaire, que termino volando en pedazos por la potencia de los impactos.
– ¡Será más difícil de lo creíamos… aunque no reacciona a la velocidad que lo hacemos nosotros, no cabe duda que es duro el hijo de puta…! – replico, Evan, sacando su libreta y ojeando otro conjuros que le podrían ayudar.

Alexander, desde el bosque interior, a la par de una roca y frente a un riachuelo que se desbordaba por la cantidad de agua que recibía, creaba en su brazo a partir de placas de metal reforzadas materializadas a partir de elementos de la naturaleza, un potente cañón de plasma que cargaba con el Ether que le había entregado Belmont y las ultimas reservas que su cuerpo poseía.
Aquel cañón, alcanzo los doce metros de largo con un grosor de apenas unos quince centímetros de diámetro en el punto más delgado de la punta. Lo sostenían unas barras de metal que salían del suelo, que le daban más estabilidad. En la parte que sobresalía del codo de Alexander, tenía una esfera que daba vueltas a gran velocidad a medida que se cargaba, además de empezar a emitir un calor tan intenso, que evaporizaba el agua justo antes de tocar el cuerpo de Alexander.
Empezó agobiante y bochornoso calor que terminaba convirtiendo aquel bosque lluvioso, en toda una selva tropical, obligando a Alexander a eliminar algunas placas de su armadura, sobre todo las del pecho, para no morir deshidratado.
– ¡Belmont, ¿me escuchas, amigo?!
– Aquí estoy, pero dudo que pueda materializarme sin tomar un poco de tu Ether, Alexander. La herida me obligo a volver y reestructúrame, pero dime ¿Cuál es el siguiente paso?
– Solo necesito que me indiques el lugar donde esta “eso” que te encargue…

Evan, recibía el ataque directo de la pesada barra de metal obscuro, deteniéndola directamente con su espada, hundiéndose en el suelo unos centímetros y recibiendo un poco de daño en los hombros. Rápidamente se movió de ese lugar hasta posicionarse en su espalda y al tratar de golpearle, este le repelió con una fuerza gravitatoria de rechazo, que lo lanzo varios metros sobre el aire. Evan se detuvo, quedando suspendido de la copa de un árbol y materializando de la nada, una lanza tres veces más larga que su altura, con una punta extraña, compuesta por tres cuchillas, teniendo en la parte central de estas, un pequeño orbe de un color rojizo fulgurante.
Evan la lanzo con tal fuerza, que la copa del árbol se rompió, y acto seguido, hubo una gran explosión que devasto toda el área circundante al Angelux, que termino por lanzar lodo, piedras y arboles pedaceados, como metralla, en toda el área.
El ser, salió de la nube de polvo, y se abalanzo de nueva cuenta en contra de Evan, tomándole de la cara y llevándolo hacia el punto más alto. Evan, para zafarse, invoco la caída de una poderosa sucesión de rayos, que impactaron en toda la potente defensa, logrando romper algunas capas de esta y dejando caer a Evan al suelo, quien volvía a disparar de su círculo Etherico, un millar de disparos.
– ¡Se nos acaba el tiempo, y esa cosa no está ni remotamente cerca de dejarse vencer…! – dijo Evan, entre dientes, cayendo al suelo de forma suave-. ¡Esa aberración definitivamente es dura…!
El Angelux, un poco aturdido, estando aun en el aire, abrió la boca y en ella se empezaron a acumular partículas de energía que termino por lanzarle a Evan en forma de rayo láser calorífico, el cual Evan tuvo que recibir, creando su propio escudo de Cristalaire de unas mil capas, de las cuales, empezaban a romperse una a una sin oponer gran resistencia, por lo que opto en materializarse en otro lugar, viendo como las ultimas capas cedían y dejaban caer el poderoso ataque que evaporizaba todo, secando la tierra y posteriormente convirtiéndola en vidrio.
– ¡Esa casi nos da…! – exclamo, sobándose un brazo y quitando el lodo de su cara.
El Angelux, cuando termino su ataque, se movió a la misma velocidad que lo hizo Evan, poniendo toda su cara frente a la de él, dejando ver más la horrible textura de su piel, y la gran cantidad de ojos que este poseía, siendo que solo estaban abiertos, el de la frente, que estaba lastimado, y uno de los de la hilera de la derecha, mostrando un iris de color amarillento muy brillante como los del chico, pero con una estética un tanto más perturbadora.
La bestia, tomo de nueva cuenta al chico, el cual se prendía en llamas de Ether, desesperadamente, para que lo soltara, provocando que este lo terminara estrellando en repetidas ocasiones contra el piso, una y otra vez, hasta que el chico finalmente perdió el conocimiento, apagando su fuego, y entrando en tinieblas…

Evan, sentía como empezaba a caer en un espacio vacío, completamente lleno de obscuridad parecido a una profunda fosa de agua interminable de la que no parecía haber retorno. El chico, se empezaba a sentir en calma, como cuando te reprimes al pensar que había algo que no pudiste hacer, pero que después terminas aceptando como algo inevitable, es decir: que no podía ser de otra forma. Se sentía en calma, no respiraba y definitivamente su corazón ya no latía, pero no parecía ser un gran problema, solo estaba en una etapa terminal de un ciclo que no se pudo cerrar completamente, pero que tenía que terminar a como diera lugar.
Ser la esperanza de gente a la que nunca había visto y por la que definitivamente no siento nada en absoluto, solo hace que esta etapa sea aún más fácil… – pensaba, Evan-. Talvez solo siento pena por mi mama, es decir, ¿qué le van a decir? ¿Qué desaparecí, así como así…? ¿Quizás ser parte, de un artículo de diario, como chico perdido?
Evan, empezaba su suave descenso a la interminable obscuridad que le aguardaba.
¿Una chica para la que solo signifique un paquete, y de la que en repetidas ocasiones me reitero que solo soy eso: el paquete de su entrega…? No hay mucho que me motive a regresar. El experimentar poder semejante, tambien se sintió bien… pero definitivamente no es algo que haya pedido, y definitivamente no es algo que quisiera.
Evan, se volteo para poder descender mejor, y poder llegar más fácilmente a aquella pequeña luz al fondo que cada vez se hacía más visible, interpretándolo como el fin de una historia que jamás debió de haber empezado.
– Al menos me hubiera gustado saborear eso labios con un poco de sangre, eso definitivamente sería un mejor final… hubiera sido épico, dramático, quizás un poco grotesco, pero definitivamente feliz…
Justo antes de que llegara a la mitad de aquel camino de descenso, vio como del agua turbia se empezaba a materializar la figura iluminada de una mujer completamente desnuda, bañada en sangre que se difuminaba por el agua circundante. Era Aura, quien aparecía con una sonrisa y abriendo los brazos como esperando a que, Evan, la tomara. El chico, se conmociono y supo entonces que, aunque le supiera amargo el momento, tenía que hacerlo así le gustara o no, pues sabía lo que su presencia significaba en aquel lugar tan lúgubre.
Evan, tomo a la chica en sus brazos lo más fuerte que pudo, la vio directamente a aquellos ojos que le habian cautivado desde siempre, mostrando en ellos aquella serenidad que todo aquel lugar reflejaba, y cuando se dispuso a besarla, despertó de aquel profundo sueño.
Las flamas de su espalda se prendieron con tal fuerza, que el Angelux no tuvo más opción que soltarle en el suelo, sorprendido de la inmensa lumbre. Tomo su barra negra para rematarle, pero este ya lo había reprimido con una potente onda de aire que lo hizo retroceder unos cuantos metros. Evan, materializo cristales de hielo, metal y roca que le lanzo como proyectiles, creo tambien, una hilera de esferas de un material obscuro, que le lanzo, a lo que el ser solo se limitó a crear barreras para reprimir los incesantes ataques.
El chico, puso sus manos formando el triángulo frente a su boca, y cuando soplo a través de él, una inmensa flama de color azulado surco el espacio con tal presión, que termino por hacer arder las hojas y troncos de los árboles mojadas, e incluso las rocas que aún permanecían húmedas por la incesante lluvia que caía, empezaron a arder con un fuego que el agua no parecía poder apagar, acto seguido, remato con una veintena de poderosísimos rayos del cielo que iluminaron aquella obscuridad, como el más claro de los días. Evan, claramente agotado, hizo que del suelo se materializaran un millar de manos y un millar de cadenas que ataron al ser al suelo definitivamente, tomando sus cuatro brazos, sus seis alas y sus dos cuernos con firmeza, dijo…
– ¡Y di que fue tu día de suerte, maldito…! – alcanzo a decir justo antes de caer al suelo.
El Angelux, abrió el tercer ojo de la hilera contraría, y un poderoso alarido ensordecedor abrumo todo al que lo alcanzo a escuchar. La boca se le abrió de par en par, cargando su poderoso ataque. Las barreras de Ether, le habian quedado devastadas y su única defensa consistía en un inocuo campo gravitatorio, que amenazaba con apagarse en cualquier segundo…

Alexander, cargo lo último que le quedaba en sus reservas, quedándose con solo el soplo de vida con el que vino al mundo. Había creado una barrera reforzada que le protegía del calor, pero eso no impedía del todo que este se sintiera, siendo que las placas de metal materializado empezaban a fundirse sobre su propio cuerpo, lo que hacía que el mantener aquel cañón fuera algo imposible.
– Belmont ¿me escuchas? – se preguntó, sin obtener respuesta-, debes decirme el lugar en donde escondiste “eso” amigo, respóndeme.
Un Belmont en su estado monigote, se volvió a materializar frente a Alexander.
– Puedo señalarte donde esta, pero tendrás que ir a traerla tu – decía con voz chillona-. No me queda nada de Ether y a ti tampoco… ni para armorizarme, ni para pelear; para nada…
– No te preocupes por eso, creo que ha venido alguien a ayudarnos…
– Lo sé, lo sentí hace mucho antes de volver a despertar…
Alexander, lo tenía cargado al punto máximo. La punta permanecía fulgurante de calor, y el núcleo amenazaba con explotar si no se liberaba la inmensa presión que poseía este. Pesaba tanto como una tonelada, pero aquel hombre lo sostenía como si fuera de papel, era su arma secreta más conveniente para penetración, pero para destrucción masiva tenía su preciada semilla del nuevo orden, a la que le había puesto el nombre de su madre: “Matilda”
– Matilda esta lista sobre los muros, pues era en ellos donde se supone que íbamos a acabar esto – dijo Belmont.
– Pues eso hubiera sido un tremendo problema si hubiera tenido que pasar en esos muros, aun en este lugar será un tremendo problema muy divertido de explicar, si salimos con vida -explicaba, Alexander. Aunque dejando eso de lado, ahora debemos enfocarnos en lo más importante, que es eliminar a esa cosa, lo demás será solo cuestión de política…
Alexander, sintió como el Ether de Evan, que hasta hace unos segundos lucia descomunal, ahora estaba mermando otra vez, solo que, a niveles más letales, siendo esta la señal para dispararle, pareciendo que el del Angelux tambien mermaba.
– No se mueve… parece como si no se moviera… es como si estuviera atrapado en algo, Alexander. Creo que esta es la señal para dejarle ir todo… – dijo, Belmont, subiendo lo más alto que pudo, hasta poder visualizar a lo lejos, al que parecía ser un, Evan, tirado sobre él suelo, y un Angelux, que luchaba por liberarse de su trampa. ¡Si, definitivamente esta es la señal! ¡Dispara!
Alexander, apunto el cañón al lugar al que Belmont había sugerido y con una poderosa sacudida de este, se preparó para disparar.
– ¡¿Evan está bien?! – grito Alexander, a Belmont-
– ¡Esta sobre el camino, pero si no lo haces ahora, no lo harás nunca!
Justo habiendo dicho eso, apareció de entre los arbustos, la figura de un pequeño ser al que, Alexander, no pudo distinguir, pero que tenía unas pequeñas alas que parecían las de una libélula, siendo estas, cuatro en total.
– ¡Hazlo…! -dijo la vocecilla del ser.
Alexander, asintió con la cabeza, y sujetándose bien sobre el suelo al que permanecía, creo barras de metal reforzado, adicionales, que alinearon mejor el cañón, dándole una mayor estabilidad. Las placas de metal, tambien se clavaron en la tierra, siendo estas un total de dieciséis las que le portaban mejor agarre.
Un haz de luz de color amarillento, salió de la punta de aquel rudimentario cañón con tal fuerza, que la onda expansiva termino por deformar y quemar la corteza de los arboles alrededor.
Aquel poderoso laser de plasma atravesó la distancia entre Alexander y el Angelux, unos doscientos metros de arboleda, que cedía ante la presión del golpe de calor que generaba. Cuando el rayo hubo impactado en la amalgama de brazos y cadenas que amarraban al Angelux este supuso una resistencia que al poco, cedió, así como cedió el ultimo atisbo de defensa que le quedaba, provocando que este aullara de dolor.
La lluvia seguía, pero no pagaba las llamas, pues una vez apagadas, se volvían a encender como si nada. El rayo de plasma estaba a apenas unos centímetros de Evan, y este empezaba a sentir el inconmensurable calor, pues su armadura se empezaba a fundir a su cuerpo. El chico, levanto la mirada y con visión borrosa distinguió como estaba penetrando al Angelux sin llegarlo a atravesar por completo. El monstruo, en clara desesperación, gritaba, aullaba y gemía por el intenso dolor que le estaba provocando aquel rayo.
– Me siento como mierda. Me imagino que así se ha de sentir el infierno… el calor… es tan apabullante, pero no puedo levantarme… – divago Evan, intentando mover un brazo.
Ahora sí, no nos queda nada, compañero – anuncio la vocecilla –, no te queda nada ni para levantar la mano, me imagino que has de sentir como el cuerpo pesa demasiado como para soportarlo…
– Es exactamente… lo que siento, amigo… – intento decir antes de quedarse inconsciente.
El rayo de plasma a presión, logro atravesar a la bestia en un intento de este, de liberarse sin poder hacer nada al final. Evan lo había capturado de tal forma que no le fue posible mover un dedo para defenderse, ni para poder conjurar nada que no se desvaneciera al poco rato; estaba completamente abatido.
Alexander, descargaba las ultimas reservas de Ether, quedándose en igual estado que Evan. El rey sintió como si hubiera corrido un maratón durante horas, y ahora empezaba mostrar el cansancio de tal estrés.
Cuando el cañón dejo de emitir energía, el Angelux dejo caer pesadamente la cabeza sobre su pecho en señal de cansancio.
– Es todo… – dijo Alexander, desmaterializando su armadura y cayendo de rodillas al suelo lodoso-, no hay nada más que podamos hacer aquí…
Dicho eso, se dejó caer de espaldas al suelo, viendo como la lluvia paraba y estas poco a poco se despejaban, dando paso a la claridad de la tarde. Aquello había sido tan repentino, que había parecido como un muy mal sueño, y que solo habian estado un día de campo bajo la calidez de los rayos del sol.
Belmont, volvió con Alexander, viendo como este se quedaba poco a poco dormido.
– ¡El Angelux pareció que abrió un par de ojos más…! – anuncio.
– ¿Y que con eso?
– ¡Creo que se va mover una vez más, Alexander!
El caído ser, levanto su cabeza una vez más y abrió la boca mostrando aquellos dientes, y dando un potente grito, convirtió toda aquella amalgama, en cristal que rompió con facilidad. Las alas se volvieron a abrir de par en par, y se paró soberbio. Vio a Evan en el suelo y cuando se dispuso a ir por él, una pequeña niña con los ojos amarillentos apareció ante el con las alas transparentes de una libélula, y este se turbo de gran manera, congelándose donde estaba.
La pequeña sostenía sobre sus manos aquella orbe negra que le había indicado, Alexander, aquella a la que había llamado “Matilda” y que no tenía un diámetro más grande que el de su cabeza.
– ¡¿Qué haces, Lili..?! – pregunto, Evan, sorprendido.
La pequeña sin mirarle, le respondió.
– Le enviare al lugar del que nunca debió de haber salido…
– Lili… ¡NO! – le grito, Evan, al mismo tiempo que la pequeña desaparecía con el Angelux.

La niña, recordando su pasado al pie de la letra, supo que su destino siempre fue el encontrase con aquel que sería como ella, pero que ella sabía que, el, correría con una suerte diferente, pues el chico sí coronaria y obtendría el anhelado fin del ciclo maldito. Aquel que venía corrompiendo aquella existencia desde los primeros atisbos de vida inteligente, aquel destino por el cual el alma solo estaba destinada al sufrimiento sin opción al arremetimiento.
Li, mediante el Ether sinfonía, logro trasladarse a través del espacio, tal y como Evan lo había hecho y junto a ella arrastro al ser maldito que amenazaba con devorar las almas de los inocentes habitantes de aquel reino, que, aunque no sentía nada en especial por ellos, no podía dejar de pensar en lo triste que se pondría Aura, y con ella Evan, lo que le era motivo suficiente para simplemente hacer lo que el corazón le había dictado en esa ocasión.
Sobre su mano llevaba la semilla de la nueva era, aquella a la que Alexander había nombrado como “Matilda” y que en su núcleo guardaba un poder suficientemente devastador, como para destruir una pequeña isla y todo lo que tuviera vida en ella. La niña, le veía sin remordimientos en su vista, ella sabía que solo se guiaba por sus instintos más básicos; comer.
– No es tu culpa. Vienes a este lugar porque tienes una misión, así como yo tengo una y Aura y Evan tambien la tienen, entonces, ¿por qué juzgarte? – decía, Li, viendo al Angelux directamente a los ojos con especial atención al que tenía en si su frente- Pues… sencillo, porque interfiere con todo y por lo que eh venido luchando por todos estos eones. Todo el tiempo que eh dormido me ha llevado al momento exacto del segundo antes de la media noche… Todo va arder, los sé. Se que las posibilidades de que Evan lo logré, son las mismas que yo tuve cuando existía en mi hogar; nulas. Se que él no tiene ninguna cualidad especial, lo se… sé que él no tiene nada que lo distinga de los demás que hemos caído ante él … pero una cosa tiene y que a nosotros nos faltó en su momento: una infinita capacidad para amar a los demás…
Sobre el pico nevado de una montaña a kilómetros de la superficie, se encontraba una niña que emulaba un hada del bosque, sobre su mano se posaba la semilla más destructiva que había sobre aquella tierras, de un color negro, fulguraba una extraña luz, y de su coyunturas, un espeso, vapor. Pesaba demasiado, pesaba tanto como un pequeño elefante, pero su capacidad mental para reprimir la lógica de la gravedad le impedía saber que aquella cosa pesaba más que una pluma.
El Angelux, liberado de toda atadura, se quedaba inerte frente a la pequeña, quien empezaba a acercársele. Sus ojos pequeños, resplandecían con el color dorado del más hermoso oro, y sus alas de libélula emitían pequeños destellos brillantes que se quedaban levitando por el aire, hasta que el viento los arrastraba. El clima era frio, pero los dos emitían suficiente calor como para derretir la nieve que estaba a su alrededor, dejando ver el suelo de roca sólida.
– ¡Sabes quién soy y sabes quién es mi padre… tu deber es obedecer a tus señores!
El Angelux bramo, y cuando se disponía a crear, la pequeña ya había puesto la semilla en el hueco de su pecho, encajándolo con presión, de un salto.
– Se que costara mucho volver a verlos, chicos, pero también sé que nada es imposible… Aura, deje contigo el Argentum, cuídalo por favor, será nuestra carta triunfante si a, Evan, le pasa algo que podamos lamentar… Evan, mi misión apenas va por el comienzo, pero sé que contigo poder terminarla de una vez por todas…

La niña se desvaneció en un parpadeo, así como se desvaneció con ella, el terrible Angelux que no logro despertar a tiempo. La potentísima explosión fue sentida en todos los alrededores, pues la punta de aquel pico, y más de la mitad de aquella, se convirtió en metralla que barrio con absolutamente todo, provocando al mismo tiempo, un sismo de magnitudes jamás experimentadas en aquel reino.
El sol se alzó al punto del meridiano, y todo quedo en absoluto silencio…

Capítulo 13: Reina.

La sala era gigantesca, llena de pilares de marmolita ultracomprimida que daba un aspecto de pequeños brillos de cristal incrustado sobre cada uno, añadiendo un toque de fantasía al lugar. En el centro, una mesa rectangular de fina madera, parecida al sándalo de un color marrón excepcional y de gran finesa, sobre este, un mantel de seda de Adrellantes de color crema claro con bordados en color dorado, que asemejaban Megalones y grandes torres de edificio con pequeños castillos en el tambien. Sobre la mesa, veinte copas de vino rebosadas, un pequeño plato en cada lugar de los invitados con su respectivo gama de cucharas y tenedores de brillante metal, de una tonalidad casi rosada, y en el medio tres tazones muy grandes de fruta fresca en la que destacaba la Megolla de gran parecido al durazno, la Albarista de parecido al aguacate y la mandrágora parecida a una raíz, pero que al quitarle la cascara que le recubría esta presentaba una masilla de color blanquecino, muy dulce, y una semillas de color negro de sabor amargo. Veinte lugares, ocupaban las sillas, que eran del mismo material de la mesa, presentando fino tallado en representación de animales fantásticos en cada una de ellas, con un acolchonado de hilo blanco, con textura de rombos que en sus centros guardaban lo que parecía ser un ojo.
El suelo, presentaba loza de Valdivia en sucesiones de blanco y negro, emulando un tablero de ajedrez de madrea texturificada de finesa incalculable, que mostraba siempre el reflejo distorsionado de quien estuviera parado en la sala. En el techo, la pintura del Terrapilar pintada de forma hiperrealista, sostenida por siete gigantes blancos que tenían vestigios de armaduras en sus cuerpos. En la representación de las estrellas se había enfatizado las constelaciones del megalon, la sirena y el ángel con cuernos, seguidas de las otras nueve en representación de los animales sagrados del zodíaco Etnamita.
Al centro de la sala, sostenido por cincuenta cadenas, que salían de los pilares, se sostenía un candelabro de cristal licuado de tonalidad rosa que con los brillos deslumbraba a las pocas personas que habian tenido la dicha de disfrutar de toda aquella amalgama de egocentrismo sin sentido, con estilo de casa de princesas.
Mas delante de la sala, se encontraba una escalera que daba a los balcones salientes de donde se podía apreciar las diferentes habitaciones, que en su mayoría solo guardaban juguetes de niños adultos para fiestas sadomasoquistas y otros cultos extraños de la alta sociedad de Etnamos. Al final de la escalera, se encontraba la pintura de un ojo hiperrealista de una tonalidad amarilla con pequeños reflejos de estrellas, enfatizando la constelación del ángel en él.
Al lado contrario de la escalera se encontraba un pequeño escenario tapado por un telón de color carmesí que se dejaba caer hasta al suelo, con una hilera de faroles que apuntaban todos al centro de aquel escenario, dando aviso de que el espectáculo estaba a punto de comenzar.
Las trompetas, redundantes, empezaron a resonar en toda aquella excéntrica habitación, dando especial realce en la perfecta acústica que esta poseía, dando la impresión de epicidad desde cada rincón que se estuviera.
Una decena de jóvenes bellas, vestidas de mucamas con antifaces de color blanco con lentejuelas, bajaron de las escaleras, trayendo con ellas los preparativos para el banquete que estaba a punto de comenzar.
Las chicas, se apresuraron a poner orden, al son de la melodía siniestra que empezaba a sonar, poniendo los pelos de punta a cualquiera que estuviera cerca; era una melodía que fácilmente pasaba de la alegría a la melancolía en un santiamén.

Aquellas mujeres, habiendo terminado su trabajo de preparar todo en aquella mesa y en aquel salón, se formaron en fila sin dejar de ver la mesa, cuando de la escalera empezaron a bajar otras jóvenes hermosas, vestidas completamente de blanco, llevando en sus manos charolas repletas de exquisitos platillos, todos con un olor a yerba dulzón, que hacia las delicias de los que estaban presentes y que no podían más que limitarse ver la ceremonia preparativa. Pusieron la comida sobre la mesa y al revelar los platillos, se vio realmente la obra de arte que eran, con sus salsas externas de olor picante, con sus postres de olores conocidos, que se combinaban en una amalgama que llenaban la sala, volviéndola en una locura de tentación.
Un joven, vestido de gala y antifaz, bajo de las escaleras a paso lento, y fue entonces que la música paro abruptamente, dejando oír los pasos que resonaban en todo aquel lugar. Para ese momento, todas las mujeres ya estaban preparadas y formadas en derredor de la mesa.
– ¡Escuchad, hermosas Maidiers! ¡Hoy recibiremos a la que se convertirá en su ama y señora, aquella a la que se arrodillaran por los siglos de los siglos…! – empezó, aquel joven- ¡Nuestro rey nos ha encomendado cuidar del trono mientras él se toma un tiempo libre, en el que meditara el rumbo que tomara el reino, para poder entregar un ramo de flores y no una corona de espinas a nuestra nueva reina!
De las puertas de la parte de arriba, empezaron a salir personas vestidas de traje de gala excéntricos y antifaz que impedía ver sus rostros. Había mujeres hermosas que vestían escotados vestidos de colores carmesíes que dejaban ver la figura casi perfecta de su cuerpo. La multitud se juntó sobre los barandales para escuchar lo que aquel joven decía.
– ¡Mi amado padre, mi amada madre; magnos regentes de Etnamos, ¡me dieron la difícil tarea de enseñarle la posición que ocupara de ahora en adelante ante la crema y nata de la nación! – decía, haciendo ademanes y mostrando una radiante sonrisa digna de cualquier presentador-. ¡La chica se crio en un ecosistema tan perimetralmente distinto del nuestro, que para ella supone un shock muy grande! ¡En su lugar de crianza no se ha implementado el basto conocimiento que supone el Ether, y son pocos los que le llegan a dominar un mínimo concepto! Para ella el Ether es magia, para nosotros la magia supone la creación de un sistema regido por dioses, así que por favor no la juzguéis, recuerden que estarán ante la que llevara la batuta de los ejércitos sagrados de ahora en adelante…
La música empezó de nuevo, emulando una tonada celebre, entonces fue cuando las cortinas del escenario se abrieron para mostrar una banda de hombres vestidos como arlequines enmascarados, repletos de piedras de cristal, que hacían los destellos deslumbrantes con las luces de aquellos faroles que les apuntaban. La banda, conformada por treinta hombres, toco una muy breve tonada para luego dejar todo en silencio nuevamente, seguido de una abrupta lluvia de aplausos de personas, que cada vez eran más a medida que entraban por todas las puertas.
Las chicas, que estaban formadas frente a aquella mesa, se fueron por la puerta principal de los costados, desapareciendo sin más. De estas mismas puertas, empezaron a entrar más y más invitados que poco a poco abarrotaron la sala ante la mirada de los que estaban en la parte de arriba.
– ¡Vengan y entren, alta jerarquía de las familias más poderosas de la historia de Etnamos! ¡Vengan y tomen lugar en las fiestas de la princesa perdida que acaba de encontrar su camino de vuelta a casa…! – anuncio; el joven, mientras el cuadro del ojo se estremecía- ela aquí, la mujer que ocupara el trono y se erguirá por encima de todos nosotros, aquella que tomara la espada y el escudo para proteger la que ahora será su tierra, su gente y su reino.
Las personas empezaron a aplaudir fuertemente al mismo tiempo de que aquel cuadro del ojo, se habría como si fuera una puerta, revelando en su interior una cortina de color negro que ondeaba mucho. La pequeña orquesta, empezó una canción parecida a un sonido ambiental muy relajante, que hacía entrar a todos aquellos, en una especie de éxtasis.

Los aplausos llenaban la sala, y de las puertas salieron más sirvientas, trayendo con ellas mesas, sillas, platos y copas para los nuevos invitados que abarrotaban la inmensa sala. Los mayordomos traían botellas de poderosos elixir, otros traían merienda en charolas, y con ellas el vino purpura burbujeante de olor a anís y sabor dulzón, que los invitados empezaron a tomar como si fuese agua común. Las sirvientas vestidas de blanco traían el banquete de carnes extraña de toda la región, inclusive de otras naciones que se conseguían solo por contrabando y que ahora hacían las delicias de los paladares de aquella burguesía.
El joven, hizo un ademan para que pararan los aplausos, y a continuación pidió que se abriera la cortina negra ondulante detrás del cuadro. La multitud paro todo movimiento, quedando parados en el tiempo, la banda había hecho lo mismo y ahora la sala estaba llena de un profundo silencio.
La cortina se abrió, y en su interior se revelo a una chica con un vestido rojo que le cubría hasta los tobillos, lleno de preciosas piedras brillantes. Su piel blanca como papel y su cabello negro la identificaban claramente como parte de la familia Vermillion y la gente allí lo noto de inmediato. Llevaba un antifaz hecho de color plata con piedras incrustadas de diferentes colores, y este emulaba las orejas de un zorro en la parte superior con una multitud de lágrimas de cristal en la inferior. La chica en su cuello llevaba un collar sencillo, que en su colgante tenía una piedra que parecía brillara con luz propia y que la gente se empezaba a preguntar lo que era realmente aquella cosa que emita esa extraña sensación de sanación.
La multitud enloqueció y empezó a vitorear a la chica, quien sonreía tímidamente. El joven se dirigió a ella y le tomo de la mano para ayudarle a bajar, dándola a conocer como la que se erguirá sobre ellos y sobre todas las personas que en esa nación habitaban.
– ¡Aprecien la belleza de la sangre Vermillion, miren la mujer que se crio en la Tierra! – vocifero, aquel joven-. ¡Vean a una bruja carmesí en todo su esplendor…! ¡si ella quisiera matarnos, lo haría sin vacilar, y solo sentiríamos que estamos en un plácido sueño del que nunca despertaríamos! ¡si una mujer así tiene semejante poder, entonces ¿por qué no gobernaría una nación con bien?!
El joven, dirigió a la chica hacia la mesa, tomándola delicadamente de su mano y sentándola a la cabeza de esta. Inmediatamente los demás invitados tomaron asiento y la música volvió a tocar una melodía alegre. Los invitados empezaron a tomar asiento, y los de honor se sentaron en la gran mesa central con aquella chica especial, quien no podía dejar de sonrojarse.
El chico, murmuro al oído de alguno de los que se sentaron en aquella mesa y estos voltearon a ver a la chica con una mirada y sonrisa pícara, que hiso que se sintiera verdaderamente incomoda.
– ¡Jasper Von Vermillion, es el nombre de la chica! – anuncio, sentándose al otro lado de la mesa- ¡hija legitima de nuestro rey y de nuestra reina!
– ¡Larga vida al magno regente! – grito la multitud.
– ¡Mira las joyas de la corona del rey!
– ¡Larga vida a la magna regente!-
– ¡Mira la larga espada de nuestro señor!
– ¡Larga vida a la magno dios omnipotente!
La multitud estallo en risas y aplausos, tomado las copas de aquel costoso elixir y lo terminaron desparramándolo al aire, bañando a todos en aquel lugar.
Los invitados, desde arriba tiraban el contenido de aquellas botellas a los de abajo y ellos solo habría la boca para recibirlo. Las risas se poco a poco se convirtieron en carcajadas y empezaron a lanzar los costosos alimentos al aire en un frenesí sin control, convirtiendo aquel lugar en un verdadero chiquero de puercos. Las costosas carnes y los extraños vegetales, ahora formaban parte del piso, formando una pasta resbalosa que la gente volvía tomar y a lanzar a los otros invitados, en una guerra de comida al ritmo de la música, que ahora era una tonada brusca y violenta, que hacía entrar en trance a toda aquella multitud.
La comida no paraba de llegar en aquellas bandejas y tan pronto legaba a la habitación era tomada y tirada a los aires, al piso y a la cara de la gente, lo mismo con el vino, y el elixir.
La chica no podía ocultar su sorpresa al ver como en un minuto aquella fiesta elegante se había convertido en un verdadero caos sin sentido y sin control. Todos aquellos hombres y mujeres vestidos de gala habian manchado sus trajes hasta convertirlos en algo irreconocible, era como si lo disfrutaran tal cual niños.
– ¡Basta! – ordeno, el joven, quitándose el antifaz-, ¿Qué no ven que incomodan a la princesa…?
Aura, había reconocido a aquel chico desde que había empezado a hablar, era el mismo que se había identificado como su hermano Bermoth y solo se había limitado a verla por encima del hombro en una forma casi de desprecio absoluto, en la penumbra de una celda de los calabozos, y que de un ademan había ordenado su liberación.
– Bermoth… – susurro, Aura.
La música había cambiado a una tonada tranquilizadora apenas audible, que la multitud disfrutaba con sonrisas en sus caras.
Bermoth con un movimiento de su mano, ordeno el cese total de este, y se dirigió hacia la chica, atravesando a la multitud, quienes se apartaba al paso del joven. Cuando estuvo a su lado, le ofreció la mano, pero esta la rechazo, entonces el chico opto por tomarla de forma brusca, levantándola a ella de un tirón y pegársela al cuerpo, tomando su delgada cintura. La chica, trato de zafarse, pero este la tenía agarrada de forma muy firme.
Bermoth, le saco el antifaz y de un movimiento, que la chica no advirtió, le clavo un amargo beso en los labios, y que la chica solo contesto con una mordida en el labio inferior con tal presión que le hizo sangrar este. El joven la soltó, dándole una cachetada en la cara, volteándosela. Aura, se alejó unos pocos metros, y acto seguido, activo el velo de sangre a la vista de aquellos hombres, quienes habian puesto la cara seria y sombría, tomando un poco de distancia de aquellos dos.
– ¡La pena por matar a un regente de familia es la aniquilación de todas las ramas de la suya! – grito, Bermoth, alzando las manos-. ¡Bruja, condénate!
– ¡Bruja, condénate! ¡bruja condénate! – vitoreaba, la multitud.
Bermoth, alzo los brazos para que la multitud callara, pero estos seguían
– ¡Basta…! ¡Dejen que mi hermanita tome la decisión!
Aura, se pasmo, se cerró completamente y solo se limitó a retraerse. Bermoth, se le volvió a acercar, y tomándola de la cintura, ordeno que la música empezara de nuevo.
Los músicos entonaron un melódico vals, haciendo casi que por instinto los demás tomaran sus parejas y empezaran un baile en medio de aquel chiquero de cerdos en el que se había convertido el hermoso piso.
Bermoth, le acariciaba la espalda a la chica hasta rozarle un poco el trasero, provocando que la chica enfureciera, pero que se reprimiera rápidamente. El joven le rosaba los labios por el cuello, sintiendo aquel aroma a rosa de vermil que le había ordenado ponerse en todo el cuerpo, y que lo había obtenido de la habitación de su madre, Mikaela, así como el vestido que le había dado.
– Me alegra que entraras en razón y que accedieras a las ceremonias de la logia de la elite. Créeme, le has encantado como no tienes idea -susurraba al oído de la chica, apretándola contra su cuerpo-. Ahora que han probado la carne más exóticas y caras de toda la región, ahora querrán probar la tuya… calma, me asegurare de que sea de uno en uno… las mujeres tambien querrán…
La chica se soltó de las manos de Bermoth, y salió corriendo en medio de lágrimas, chocando con la multitud de invitados, buscando la salida, siendo detenida por un par de sirvientas, quienes le sugirieron que se calmara. Aura se sumergió en el pecho de aquella mujer y se soltó en llanto margo.
– ¡La futura reina, damas y caballeros! – vocifero, Bermoth, con una sonrisa.
La multitud de personas aplaudió sin cesar, al mismo tiempo que gritaban vitoreando el nombre de la chica. La música empezó de nueva cuenta y los invitados empezaron a bailar de nueva cuenta, al mismo tiempo que de las puertas entraban más sirvientas trayendo más vino, elixir y carne.

Un Evan, completamente irreconocible esperaba en una fría silla de metal, a la espera de su torturador. La batalla le había dejado en un estado en que, ponerse de pie le era una completa pesadilla, se había pasado tres días en una celda obscura en la que se dificultaba distinguir el paso del tiempo, de no haber sido por las contadas veces en que recibía sus alimentos y el guardia tenía que abrir la pequeña compuerta de la parte de abajo, para deslizar un sucio plato de puré de algo. Era la única luz que podía recibir en todo el día y eso le estaba empezando a provocar alucinaciones sonoras en las que escuchaba la voz de su Aura.
Su cama, un catre en el suelo húmedo y una sábana muy sucia y mal oliente eran los únicos amigos que le habian concedido y eran los únicos que le protegían de las inmensas ratas que le pasaban por la cara así como lo que el sentía que eran una especie de arañas monstruosas y otros bichejos que no lo perdonaban, y que a veces le solían morder la piel, provocándole unos purulentos granos dolorosos que, sumados a las heridas infectadas, le hacían vivir el infierno en cada lugar de su cuerpo.
Al chico, lo habian tenido esperando por más de tres horas sentado en aquella silla. Tenía llagas en todo el cuerpo y su ojo izquierdo seguía hinchado por los golpes recibidos, y de la que calculaba le habian roto una costilla por la cual se le impedía respirar con tranquilidad, sumando dolor a la ya de por si insoportable situación.
La habitación, no alcanzaba los diez metros cuadrados de paredes de pierda rustica, sin ventanas y que era, sobre todo, muy húmedo y asfixiante.
Frente a Evan, una puerta metálica con remaches muy grandes y gruesos, que tenía unas marcas de lo que parecían mellas hechas por las manos de personas en las paredes. Unas manchas de color ocre que estaban en todas partes le llamaron la atención, en lo que identificó como sangre seca que se engusanaba tambien en las esquinas de la celda con un olor pútrido insoportable.
Los pasos repentinos de varias personas lo sacaron del trance en que se había metido, asiendo acelerar su corazón de forma descontrolada pues no esperaba flores precisamente de esa situación.
– ¡Al menos dime que esto terminara ya… por favor! – susurro, agarrándose fuertemente a su silla metálica, con sus sangrantes manos.
Un frio atroz se apodero de la sala, haciendo que de la boca de Evan saliera vapor, como si repentinamente se hubiera puesto en una nevera y que esta estuviera en el máximo nivel. No le ayudaba la delgadísima ropa que le habían dejado, conformados por una camisa de manga larga de color marrón, y unos pantalones muy flojos que dejaban entrar aire por todas direcciones. Evan se encogió tratando de agarrar todo el calor que pudiera acumular en medio de una danza incontrolable de espasmos.
La puerta metálica se abrió y de ella entraron dos soldados con armaduras de cuerpo completo de color gris, que cargaban con ellos unas barra de metal obscuro, que por un momento le hicieron tener un vano recuerdo de aquella bestia con alas a la que tuvo que enfrentar, y del cual no podía recordar el final de toda aquella batalla, sin tener más que lagunas mentales de la que creía ya no tener ni vestigios.
Los hombres entraron otra silla de metal y la pusieron frente a Evan, resonado con eco a través de todo aquel lugar, provocando que Evan se tapara los oídos.
Evan, vio a la obscuridad del pasillo y vio que de ella surgía como lo que parecía ser un fantasma blanco que venía con un velo puesto. Su cuerpo bien tonificado y su elegancia, además del olor floral intenso, desentonaban completamente del escenario. Cuando estuvo en la habitación, frente a la luz, Evan se pudo percatar que lo que tenía no era un velo, sino más bien, su cara y cabello, que eran completamente blancos, y noto tambien, que en ella no había ni una gota de maquillaje. Su ropaje estaba conformado por un vestido sencillo de una sola pieza, semi transparente, que dejaba distinguir un poco de su piel parecida a la seda.
– Sus manos están frías… – murmuro, Evan, viendo como el vapor frio salía de estas.
Los soldados salieron y cerraron con trancas la puerta detrás de sí con estruendoso sonido.
– Mi nombre es Mikaela Ausperox… bienvenido a Etnamos… – dijo, sentándose en la silla.
La elegante y hermosa mujer desentonaba en todas las formas que lo pudieras ver, dejando una extraña sensación en, Evan, que solo podía describir como ansiedad a lo que pudiera pasar, pues la mujer no parecía estar desprotegida en ningún sentido y no parecía mostrar ninguna emoción en su rostro tambien. De las manos le parecía salir un vano vapor frio que aumentaba a medida que pasaba el tiempo al punto de crear una delgada capa de hielo en ellas.
– Vamos a hablar un poco ¿quieres? – dijo con una sonrisa y cruzando las piernas-. Me responderás con la verdad y solo con ello, nada más…
Evan, asintió con la cabeza.
– ¡¿Dónde está Aura y Li?! – pregunto, sin poderlo impedir, como si se quisiera desbordar las emociones de su lampiño pecho.
Mikaela, le tomo la mano, y Evan empezó a sentir como si le cayera acido en ellas. El joven gimió de dolor, y cuando este se tornó insoportable la mujer lo soltó.
Cuando se inspecciono, su mano mostraba quemadas como de aceite hirviendo, todo completamente llagado. El chico, rápidamente intento levantarse, pero la mujer solo le enseño su mano fría y este se volvió a sentar inmediatamente, pues tonto no era.
– Buen chico, pero te recuerdo que de tu boca solo deberá salir lo que quiero escuchar y nada mas ¿entendido?
Mikaela, le tomo de la camisa y de un tirón se la rompió y la tiro al suelo junto a uno de los charcos de podredumbre y gusanos. Puso su mano en el pecho del joven y este solo se limitó a chirriar los dientes y sujetarse a la silla metálica con todas sus vanas fuerzas, mientras la bella mujer daba una insonora carcajada. La marca de la mano quedo hecha una llaga cubierta por una capa helada y Evan, se la sacudió lo más rápido que pudo pues le esta le seguía quemando.
Mikaela, intentaba cubrir su boca para que no se viera la sonrisa burlesca, que esta esbozaba, notándose el disfrute que le provocaba ver sufrir a los demás. Evan, se limitó a aguantar las lágrimas que de los ojos empezaban a generar, chirriando los dientes con fuerza.
El chico, bajo la mirada, preguntándose en su cabeza la hora en que todo esto terminaría, viendo como una bonita solución el estar muerto.
– La chica está bien, no te preocupes. Quizás con suerte puedas verla una última vez antes de que tengas que partir… – dijo la mujer, inclinándose hacia el frente-. Pero antes de eso… me gustaría escuchar tu versión de la historia…
Evan levanto la mirada.
– Mira, te contare todo lo que quieras saber si me muestras a Aura y a Li, una tan sola vez…
– ¿Esa chica de pelo corto y tu son algo más que amigos? ¿Cierto?
– Hermanos, somos como hermanos… deja que la vea… por favor… -dijo, con seriedad-
La mujer sonrió y con dos dedos al frente se los acerco al chico a la cara lentamente, y al ver que este no retrocedió, la mujer paro justo antes de tocar la frente del chico, quien mantenía su cara seria.
– Que bonito se siente cuando alguien te ama de ¿verdad…? – menciono, retrocediendo la mano-. Me imagino que ella ha de sentir lo mismo o… quizás no en lo absoluto…
– ¿A qué te refieres…? – inquirió, el chico, inclinándose hacia la mujer, notando el intenso olor dulce que emanaba de ella.
– Me refiero a que ella no te ha mencionado ninguna vez desde que está aquí. Es como si hubiera llegado sola a Etnamos – respondió, Mikaela, inclinando levemente su rostro y entre cerrando los ojos-. Ella está bien, pero a la chica solo le interesa estar con su familia, con su verdadera familia y nada más. Para ella no existe ningún Evan… no, para nada… pero siento que nos dejamos llevar.
Mikaela, puso su mano sobre el pecho de Evan, sobre el lado contrario de la primera y empezó la tortura una vez más. Evan, cerro la boca, y sin emitir ruido, puso su cara lo más seria que pudo sin dejar de ver a la mujer a los ojos. Cuando la hubo retirado, una capa aún más gruesa que la primera vez, había quedado entre sujetando minúsculos pedazos de carne.
Evan, experimentaba la tortura sin emitir sonido más que el que hacia sus dientes al rechinar. Se sujetaba en su silla con todas sus fuerzas mientras la mujer le veía con media sonrisa en su cara, preparada para el siguiente paso, que, el chico, estaba muy seguro que sería mucho peor que la anterior.
La temperatura de aquella habitación seguía bajado, al punto en que el muchacho empezó a temblar descontroladamente. Todo aquel lugar se había llenado del vapor frio de una nevera y parecía empeorar minuto a minuto.
– ¿Sientes frio? – pregunto la mujer sin inmutarse.
– Solo una leve brisa… – contesto con la boca temblorosa.
Mikaela, tomo los pantalones de endeble tela, y se los saco despedazándolos en el acto, dejando a un Evan completamente expuesto. Tratando de cubrir sus partes íntimas, el chico, se acurruco sobre la silla, tomando sus piernas fuertemente con sus manos y sumergiendo la cabeza entre sus rodillas, a modo de conservar el calor.
La mujer, se paró bruscamente, botando los tirones de tela al suelo, y con su dedo congelado, empezó a tocar a Evan, primero en las piernas pasando luego a las rodillas, luego empezó con los brazos hasta llegar a la cabeza, dejando los surcos en forma de llagas como si en vez de hielo hubiese sido una barra caliente la que le habian pasado.
– ¡Siéntate bien, estas frente a una mujer! – le ordeno Mikaela en tono firme, posicionándose en la parte trasera.
Evan se reincorporo nuevamente, en una oleada de dolor y frio como no los había experimentado nunca en su vida, y eso que su región era bastante fría ya de por sí.
Aunque era la primera vez que se mostraba desnudo ante una mujer, Evan no sintió que hubiese sido como él lo había imaginado, y al ver a su pequeño amigo como desaprecia entre una mata de pelos solo reafirmaban, que aquel era el peor escenario en que había estado.
– ¡¿Quién eres…?! – pregunto, viendo hacia la cabeza de Evan- ¿! ¡¿O mejor dicho, que eres?!
Evan, voltio su cabeza para ver mejor a la hermosa, pero maquiavélica mujer, que estaba con él, en aquel cuarto frio y húmedo con olor a flores dulces.
– Soy Evan Blanc de la tierra, y… mi función en este lugar aun no la sé del todo, porque Alexander, se iba en cargar de aclararme esas dudas… – respondió el chico, quien había cubierto sus partes con ambas manos.
La mujer, puso sus manos frías sobre aquel chico, y este encogió los hombros esperando que aquellas le corroyeran la piel, pero eso no paso.
– Alexander no estará disponible en un buen lapso de tiempo… – revelo, dándole un par de palmadas-, pero en su lugar estaré yo, que soy la que lo secunda…
– ¡¿La reina…?! – exclamo, sorprendido-. ¡La madre de Aura…!
– Exacto, muchacho, pero solo soy la reina de ocho a seis, después de eso, soy la torturadora y verdugo de estos calabozos hasta la media noche… y en mi tiempo libre soy la madre de Aura…
Evan, se quedó sorprendido, pues no podía digerir ese pequeño hecho, que lo ponía en una posición bastante incomoda. El chico, se sonrojo como tomate y tuvo un pequeño impulso de salir corriendo por la puerta metálica a esconder su vergüenza a cualquier otro sitio.
– No te avergüences, niño. No eres la primera persona a la que le digo esto, aunque viniendo de otro mundo, no me sorprende que te sientas en shock, pero debes saber que hay cosas más perturbadoras al otro lado de esa puerta de metal, que te harían querer volver a casa corriendo.
La mujer, regreso a su silla y se volvió a sentar cruzando las piernas, tomando una pose de mujer de alta clase, esbozando una sonrisa coqueta, haciendo que aquel chico se volviera sonrojar. Evan, se intentó levantar para buscar las telas desgarradas para cubrirse, pero Mikaela se lo impidió poniendo un brazo sobre su hombro.
– Solo estamos comenzando, no comas ansias. Ya tendremos tiempo para eso, muchacho.
Mikaela mostro su mano a Evan, y esta estaba congelada completamente, de un color casi purpura, emanado vapor frio y marcaba al final unas pequeñas garras hechas de hielo. Jugo un rato con la atención del muchacho, quien parecía hipnotizado por los movimientos que hacía aquella mujer.
– ¿Qué es lo que te conto mi hija, Aura, acerca de lo que representas y tu importancia en todo está situación? – pregunto, Mikaela.
– Nada en lo absoluto… ella solo me dijo que me debía entregar, pero nunca dijo a quién… Mire, yo solo estoy aquí por Aura… una vez la vez y sepa que todo está bien con ella, me iré…
La mujer casi rompe en risas.
– Muchacho, creo que has llegado para quedarte… lo que representas para Alexander y este lugar me obliga a hacer de ti lo que yo quiera… así que ve olvidándote de ver a tu chica, porque de aquí no te vas sin decirme absolutamente todo lo sabes. Pero, calma, voy a hacer que toques el margen entre la vida y la muerte, pero no te dejare partir, no; te quedaras aquí hasta que me satisfaga todo lo que me digas…
Evan, se levantó de la silla abruptamente y Mikaela aprovecho para clavarle las uñas en medio del estómago en medio de un alarido de dolor que lo sentó de nueva cuenta.
El chico, esta vez, experimento un dolor que le atravesó hasta la espalda, como si hubiera tocado todos sus nervios en esa parte y los hubiera rascado uno a uno en una oleada punzante de dolor agónico.
– ¡Maldita perra, te matare! – amenazo el chico, casi llorando, tumbándose en los charcos del suelo.
La mujer, aprovecho para poner su mano en las partes íntimas de Evan, aprovechando que este se estaba agarrando el estómago.
– Mira qué bonito amiguito tienes aquí… sería una lástima que lo pierdas antes de probar las aguas de tu Aura ¿cierto? – advirtió, sobando un poco el área.
Evan, tomo la mano de la mujer, la sujeto fuertemente y esta se le empezó a congelar casi de forma inmediata. Al chico se le habían puesto lo ojos en amarillo, y la mujer advirtió esto, así que rápidamente le congelo todo el brazo, en medio de gritos de dolor.
– ¡Te juro que te matare… mujer! ¡veo que Aura es muy parecida a ti en todos los aspectos, incluyendo el extremista! – sopeso, el joven, con lágrimas de dolor- ¡Te diré lo que se, te lo juro, pero déjame ver a la chica primero! ¡Solo quiero verla una última vez… por favor!
La mujer, descongelo el brazo de Evan, dejando toda el área completamente quemada como con ácido, incluyendo la entrepierna, la cual fue la que recibió más daño.
– Te creo, niño, te creo… ¿y sabes por qué lo creo? Porque la chica es tu musa y sé que jamás le quedarías mal a tu musa… ¿o sí?

Evan, se quedó acostado en el suelo mugriento, viendo el techo de la habitación con la mirada perdida, sus ojos habían vuelto a la normalidad.
Todo su cuerpo se sentía pesado, y un profundo sueño se apodero de él inmediatamente, al punto de perderse en aquella obscuridad llena de tranquilidad, solo interrumpida por el sonido de los latidos de su corazón, los cuales pasaron de estar agitados a calmados en un segundo, dejando a Evan en un estado de meditación profunda, en el que el dolor desaparecía por completo, y por primera vez desde que llego a esas tierras, sintió que se dormía como si estuviera en su propia cama.
– Alexander, más te vale que juegues bien tus cartas de aquí en adelante, porque si este chico es lo que piensas que es; nos puede terminar por mandar al infierno más rápido de lo que crees… Mientras tanto lo cuidare para ver qué más puede decirme que me pueda ayudar… descansa bien… – pensó, Mikaela tirando un pedazo de tela desgarrada sobre el chico quien esbozaba una sonrisa.

En los calabozos se escuchaba los gritos, la desesperación y el crujir de dientes, pero esa noche todo fue apacible hasta la primera hora del siguiente día…

Fin

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