Allá iban mis vecinos otra vez…
-¡Firma el divorcio!
-No quiero…
-¡Entonces me mataré!
-Eso dices siempre…
-¡Esta vez va en serio!
-No te aguanto mas, me suicidare yo.
-Eso te gustaría ¿eh?, no lo permitiré.
-¡Pues te mato!
-¡que mas quisieras!
Comenzó la sinfonía, una sucesión de golpes ahogados seguidos de una conversación sin sentido tipo “Como me gustas, cariño” “¡Asesíname mas!”. Abrí con fuerza la puerta.
-¡Eugenia!, ¡paco! Ya esta bien, todos los días la misma cantinela.
La pareja de ancianos estaba de nuevo pegándose con lentitud de una película zombie, haciéndose como que se ahorcaban con las sondas y golpeaban con las bolsas de los goteros. Era su modo de pedir más dosis de medicación. Cómplices encantadores me miraron sonrientes y comentaron al unísono:
-¿Entonces nos la subes ya, no?
-Hoy no, mañana
Con eso bastaba para parar el show hasta la noche siguiente.
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