Al principio era yo y mi jardín,
nunca pensé que sucedería,
que algo así, me pasaría.

Tú llegaste a mi,
con tu esencia a sal
y tu sonrisa sin igual.

Tus botas mojadas,
empapaban mis campos.

Me molestó.
Tenía miedo de que las ahogaras.
No comprendi tus intenciones,
no lo hago.

Sin embargo, a pesar de eso.
El riego de tus suelas
formento el crecimiento,
de los verdecinos tallos.

Pensé, en dejarte rondar.
Al menos, por un tiempo.

De pronto, hallaste una rosa.

Me pareció inusual.
Puesto que en mi templo,
no crecían rosas,
desde hace mucho tiempo.

Viniste cada dia,
una rosa por cada visita.

Mientras más rosas me dabas.
Más enamorada me encontraba.

No podía evitarlo.
Pues algo en mi,
quería acercarse a ti.

Salí de mi amado invernadero,
con un girasol en mi pecho.

Como tú, eres marinero.
Pensé en otorgarte,
un faro que te guié
y cuide en el mar profundo.

Te encontré en medio de el.
No puedo alcanzarte.
Tampoco, puedes escucharme.

Debía dartela,
necesitaba dartela.
Pero. Tú no me veías,
por más que mis manos
se encontraban arriba.

Estabas ocupado
con otros peces,
usando rosas como carnada.

No me di cuenta en el momento.
De lo estúpida que fuí.

Aún así, me acerque a ti.

Sin importar, que mis raíces se mojaran, continué.

Aún sí, me resfriaba y moría, continué.

Sentí el agua en mi garganta.

Aún así, continué.

Continué.

Hasta que el girasol apuntó al sol, a mi sol.

¿Dime, me dejarás ahogarme o serás la luz que me guié?

Tú decides, pescador.

Sólo decide, rápido.

Pues, las flores de mis campos.
Se sentirán solas y marchitarán…

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