Míralo.
Ahí va, en secreto,
dentro del pecho de ese hombre
que entra en el bar y le sirven
el mismo whisky de siempre.

Míralo.
Ahí va, corriendo,
en los brazos de esa niña
que persigue su globo
empujado por la brisa.

Míralo.
Ahí va, goteando,
en los ojos de una mujer
que se mira en los cristales
sucios del vagón del tren.

Míralo.
Ahí va, volando,
en las alas de ese pájaro
que vuelve del mercado
a un nido sin hogar.

Míralo.
Ahí va, el amor,
orquestando la ciudad.
Arquitecto y constructor.
Míralo, que siempre está.

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