El tesoro del señor Espada

El tesoro del señor Espada

arteografo

24/03/2020

UNO

Después de un medio día de camino los hombres llegaron muy agotados al cerro de La Cuchilla, lugar donde vivía don Modesto, un anciano que tenía más fuerzas que cualquier persona joven. Una ventisca fría empezó a caer justo antes de su arribo. El humilde anciano les tenía preparado un poco de café, frijoles fritos y un tepezcuintle sofrito.

Los cuatro hombres rodearon el vetusto fogón en la cocina de don Modesto, el anciano vivía solitario en aquél rancho y en el cerro no había otra casa en muchos kilómetros a la redonda y carecía de todos los servicios básicos.

_ Nos costó llegar esta vez Modesto _dijo Damián el auspiciador de aquél extraño viaje. Hombre rudo que tenía unos cuarenta años de edad.

_ Pues yo estaba preocupado al ver que casi iba a anochecer y ustedes que no asomaban _contestó Modesto, y en ese instante los leños del fuego empezaron a chisporrotear. El anciano se santiguó y dijo algo, una frase en su idioma Pech, los demás no le pusieron atención.

_ Yo estoy preocupado porque mis zapatos se dañaron en la gran caminada que pegamos y no traje de repuesto _dijo el más joven, Marcos, de unos veinticinco años. Que empuñaba con fuerza un cuchillo yatagán, única pertenencia que le había quedado de su servicio en el ejército nacional.

En cambio, Anselmo, de quien no se podía advertir nada, ni siquiera su edad, permanecía callado, a él lo había contratado Damián para que le dijera dónde era el punto exacto que estaba enterrado un tesoro que hacía muchos años un extranjero llamado míster Espada había escondido en las faldas del cerro de La Cuchilla. El tal Anselmo se suponía era un brujo muy afamado por aquellas tierras del oriente del país. Y este solamente se limitaba a beber su pocillo de café.

Modesto colocó unas tortillas en el comal para que se tostaran, él sabía que al lugar donde iban más tardecito les iba a pegar mucha hambre y este sería un apetecido manjar. Al cabo de un rato la ventisca amainó y los hombres se dispusieron a emprender de nuevo el camino.

_ Vamos a buen tiempo señores, creo que si no tenemos mayores contratiempos estaremos sacando ese tesoro al filo de las doce de la noche, el momento justo para poder curarlo y que los guardianes encantados no lo vayan a querer arrebatar. Todos asintieron, en sus mentes pesaba más la imagen de los lingotes de oro que cualquier atisbo de temor.

DOS

Damián y Modesto conocían muy bien el lugar donde se suponía estaba el dichoso tesoro; sin embargo nunca pudieron dar con su ubicación, alguien les dijo que los duendes les estaban jugando la vuelta y que el tesoro estaba encantado. Damián era terco y osado, jamás permitiría que un par de duendecillos le quitaran el tesoro que tanto había anhelado toda su vida. Por eso había contratado a Anselmo, un tipo extraño y misterioso que tenía mucha fama de haber logrado todo suerte de encantamientos y trabajos raros. Y así fue, el hombre este después de varias vueltas y rituales se detuvo en un punto y les dijo que ahí debían de empezar a cavar.

TRES

La noche se volvió más negra y fría, los murciélagos les rodeaban constantemente y a lo lejos las lechuzas no dejaban de ulular, ya casi llevaban más de un metro y medio cuando empezaron a encontrar pedazos de carbón, casi saltaban de la alegría y se turnaban para meterse al agujero con mayor frenesí. Damián se hacía ilusiones pensando en todos los lujos que le daría a su joven esposa, aunque a ella no le faltaba nada un poco de riqueza no le estaría de más. Modesto ya veía ese amanecer en una bella casa y dejar de vivir en este remoto ranchito, por fin su sacrificio de vivir largos años cerca del tesoro para cuidar que nadie se asomara estaba dando su fruto. Anselmo solo permanecía callado y atento. Mientras que Marcos ya se veía en todos los burdeles de la ciudad gastando grandes cantidades en licor y mujeres. Fue en el turno de este que la euforia les colmó sus almas.

_ ¡Le di!, Le di al cofre gente ¡Somos ricos! _gritaba como loco dentro del agujero. Los demás lo alumbraban con todo lo que tenían para tal proeza: lámparas, linternas y hachones de ocote. En ese cofre se aseguraba que por lo menos había unas doce talegas de oro de buen quilate.

Damián dijo a meterse al hoyo; sin embargo en micras de segundo le entró la desconfianza y le pidió a Anselmo que ayudara al muchacho a terminar de desenterrar el cofre.

_ No, mi amigo, disculpe; pero usted me contrató para que le ubicara el tesoro no para sacarlo, ese no es mi trabajo, lo siento _Damián sintió esta respuesta como una afrenta y respondió furioso:

¡Qué! Acaso me querés estafar mal nacido brujo, vos sabés que esta cosa hay que curarla para que podamos abrir el cofre _Anselmo de igual se exasperó y lanzó un puntapié a Damián, este que era muy ágil logro evadir el golpe y Modesto se metió entre ambos para calmarlos.

_ ¡Esperen! No nos vamos a matar por nada, hemos llegado muy lejos, estamos a punto de ser millonarios todos, tranquilos _los dos hombres recapacitaron y jadeantes se quedaron encorvados y avispados a la vez.

CUATRO

Dispusieron que Marcos y Modesto se quedaran afuera esperando el cofre para poder sacarlo con mayor presteza. Mientras Damián y Anselmo entrarían juntos al agujero. Damián empezó a sentir calentura y pesadez en su cuerpo y Anselmo escalofríos y una extraña ansiedad se apoderó de él. Cuando dieron los siguientes barrenasos alrededor del cofre, la tierra se endurecía más como que se resignara a entregar el tesoro. De repente se hizo un pequeño agujero en la laja y un tropel de vacas se dejó escuchar de adentro de la tierra y el mugir incesante que sintieron ser embestidos. Se vieron y sus rostros reflejaban espanto, Damián alzó su mirada hacia arriba y ninguno de sus compañeros asomaba y entonces si tuvo temor.

_ ¡Marcos, Modesto! ¡Están bien! _nadie contestó y del hueco salieron gran cantidad de moscas negras que se les pegaban en sus bocas y tenían un hedor nauseabundo. Anselmo, que sabía sus cositas, de un solo impulso se salió del hoyo. El pobre Damián vio la entrada del hoyo como que se cerraba y entró en pánico. Empezó a gritar desesperado y la oscuridad se apoderó de su alma…

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