Entre tu cadera y la almohada

Una lástima a cuatro días de poder rozar tu piel, porque la necesito como agua en medio del desierto, me encantaría besarte los sueños, arañarte el alma saciando un instinto animal, salvajes, sin ataduras sociales y las morales fuera de la cama. Que el tiempo que pasas navegando mi cuerpo sea atemporal, sabor a marea incondicional de la que puedes sorber todas mis calas escondidas y bañadas por tu espuma de mar. Quiero lamerte los miedos y los complejos, revolcarnos por la cama como posesos, el uno en el otro y que no haya final. Que cuando llegues bien alto vengas de nuevo y me hagas a mí saltar. Yo que pensaba asaltar y dar luz a cada peca de tu espalda mientras tú me pegas pequeños mordiscos en cada nalga, perdida entre tu cadera y la almohada.