Una Exquisita Obsesión

Una Exquisita Obsesión

Jorge Becerra

17/03/2020

Luego de haber salido de la fogata en casa de Aristóteles, mi amigo, recuerdo esperar un autobús que nos llevaría a un inhóspito lugar, quizás un pueblo lejano o apartado de la civilización. Me senté en la silla que queda justo sobre la rueda trasera del vehículo. Durante el viaje permanecí dormido pero en ocasiones me despertaba y observaba a través de la ventana el extremo del mundo. De pronto, las ruedas del vehículo chillaron. Paró estrepitosamente el colectivo porque había algo atravesado en la carretera. Lentamente, algunos pasajeros se agolparon hacia las ventanas para avisar y enterarse de un cuerpo extraño que nos había hecho detener. Diógenes, uno de ellos, tomando la linterna, avisó en primera instancia de una luz pálida y destellante que se emanaba del objeto. Herrada de Landsberg que leía muy concentrada Hortus Deliciarum, trataba de no moverse de su silla para no molestar a Sartre que dormía plácidamente con la cabeza apoyada en sus rodillas luego de haber sentido náuseas durante el viaje. Schopenhauer, Tales de Mileto, Pericles y Diotima de Mantinea también dormían. Sin embargo al tratar de pararme de la jamuga que me ataba, Camus, que en el día se había insolado por el fuerte verano, puso su mano en mi pecho y me advirtió que no lo hiciera, que no me convenía.

Si lo haces, morirás

Se escuchó entonces un disparo que fue a la vez una señal. Todos quedamos atónitos y en pie de lucha. Unos reflectores estallaron en luz alrededor del bus y soldados fuertemente armados irrumpieron en el interior del vehículo.

– ¡No se muevan!- dijo una voz ronca en un megáfono.

En ese momento Séneca se adelantó, se puso en frente y todos le gritaron al unísono:

– ¡retírate Maestro, vas a morir!

A lo que con elocuencia y algo de temor contestó:

– No se preocupen, ¡es estúpido temer lo que no puedes evitar!,

Y al decir esto, un torbellino de fuego lo envolvió y desapareció.

– ¡Responderán por esto!- gritó el general Sun Tzu desde la parte trasera del ómnibus, y con una estrategia impredecible y de lanza en ristre se precipitó al ataque, pero al instante cayó cegado por ráfagas de colores que se expedían de las armas de los militares. Murió la estrategia y eso fue al instante.

La resistencia es inútil– dijo un coronel adelantándose –y tampoco es necesaria. Mientras el coronel hablaba, sus quintos engrillaron a los prisioneros.

Teniente llévelos al campo – ordenó el coronel.

Platón, Heráclito de Éfeso, kierkegaard, Pitágoras, Teresa de Jesús y todos los demás se pusieron en camino arrastrando sus cadenas, como esclavos que esperan la nueva orden del amo.

Caí luego en un profundo sueño, aún en el interior del autobús. Pasó mucho tiempo. Tal vez doce, quince o veinticuatro horas, pero no sé realmente. Desperté bruscamente y miré hacia todos lados. Ahora no había nadie cerca de mí. Arquímedes, Sócrates, Aspasia de Mileto, Protágoras, todos se habían ido.

-¿Qué habrá pasado? ¿Dónde me encuentro? ¿Dónde están mis compañeros?- preguntas que me atormentaban. Entonces noté que algo se movía y se dirigía hacia el colectivo. Una figura que veía en sombras se detuvo justo al frente del ómnibus y me miró fijamente, inspeccionándome de una forma detallada, incisiva y lacerante. Me indicó que bajará del vehículo. Dudé, pero no tenía alternativa. Me dirigí hacia él pero no podía determinar su rostro porque lo ocultaba bajo una careta de poliuretano.

-¿Te sientes solo sin tus amigos? – Preguntó el menda con una voz que yo advertía lejana y oculta. Luego del pánico, contesté tímidamente que sin ellos no concebía la vida.

–Estamos en una misión para recuperar o eliminar a tus amigos, ya que nadie los usa, nadie ve interés alguno en sus enseñanzas –– Increpó el extraño personaje.

Me indicó con la mano que lo siguiera y caminamos lentamente como kilómetro y medio, internados en la selva que ahora se tornaba fría y áspera. Todo era muy confuso. Llegamos pronto a un sitio misterioso. Fui rodeado inmediatamente por varios reclutas.

No se asuste – escuché una voz como sacada de lo más profundo de un barril. Inmediatamente, me explicaron que la misión pretendía vigilar de cerca el uso y la evolución del pensamiento. Me comentaron que hace mucho tiempo la reflexión, la sabiduría, las ideas, el progreso y los valores están al azar. Razonar es un caos absoluto. Con ese panorama, la orden era destruir la inteligencia, pero que había una oportunidad solo si encontraban quien realmente quisiera mantenerla.

-¿Y mis compañeros? – pregunté insistentemente.

Fueron traídos y retenidos y hasta que alguien muestre verdadero interés en ellos, serán liberados

Ha transcurrido un año desde que me quedé dormido en el autobús. Durante éste período me han observado detenidamente y han concluido que soy honesto, que tengo un interés verdadero en recuperar a mis amigos.

Mientras el convoy militar preparaba su camino de regreso, el coronel, luego de abrir una gran bóveda con el misterio, la solemnidad y el rigor requerido, se acercó a mí, me entregó una llave, y me dijo con voz firme y sincera:

Quítales los grilletes, toma tus amigos, te puedes ir.-

Al despertar de la ruta de la universidad que me llevaba a casa, transpiraba aferrado a mis libros.

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